Sembrando alternativas; cosechando esperanzas. (Re)
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(humilde, pero honesta y necesaria) al interior de ese<br />
sistema académico (Cfr. Aubry en Leyva y Speed, 2008)<br />
que niega e invisibiliza las formas <strong>alternativas</strong> de<br />
producción de conocimientos.<br />
<strong>Re</strong>conociendo esa capacidad de legitimación,<br />
utilizamos esta vía para establecer diálogos con otras<br />
formas de conocimiento, recuperar aquellos saberes<br />
sometidos (Cfr. Foucault, 1992), negados e invisibilizados<br />
por la colonialidad del saber (Cfr. Quijano 1993) y la razón<br />
indolente (Cfr. Santos, 2006) de la racionalidad científica<br />
hegemónica.<br />
Soy consciente de la complejidad de intentar<br />
utilizar como herramienta un saber legitimado –el<br />
académico- para reivindicar los saberes-otros y socavar<br />
su propia hegemonía; de las contradicciones y<br />
limitaciones de un discurso construido desde esa<br />
legitimidad que a la vez contenga una mensaje que la<br />
subvierta. No se intenta aquí impugnar las formas de<br />
la(s) antropología(s), sino interpelar y subvertir mis<br />
propios saberes y formas de llevar adelante una<br />
investigación en una búsqueda metodológica y ético-<br />
política personal de incorporar formas-otras y<br />
colectivas en la construcción de conocimientos en el<br />
Capítulo 1 – Causas y Azares<br />
guerrilleros y soldados, luchadores y vencidos, esperanzados y resignados,<br />
contentos y amargados…. El enorme contraste implicó enfrentarse cara a<br />
cara con esa realidad violenta, producto de un sistema basado en la<br />
exclusión de la enorme mayoría de la población.<br />
[34]<br />
Esta confrontación, me hizo reafirmar los ideales sobre la<br />
necesidad de luchar por una transformación sociopolítica, así como<br />
también la profunda convicción de que no solo es posible, urgente y<br />
necesario, sino además, la única forma de construir una convivencia<br />
pacífica y digna para todos los hombres y mujeres que viven, sufren y<br />
sueñan en Nuestra América.<br />
La llegada a México entrañó la realización de un viejo sueño, de<br />
un anhelo que abrigaba desde hacía muchos años cuando fantaseaba con<br />
la arqueología y las grandes civilizaciones que aquí florecieron. También<br />
involucraba la curiosidad por conocer el proyecto zapatista, aquella otra<br />
utopía que recuperaba las <strong>esperanzas</strong> y se rebelaba contra la muerte de las<br />
ideologías y el fin de la historia.<br />
San Cristóbal, Chiapas, fue entonces desde donde empecé a vivir<br />
aquel México tantas veces soñado y añorado. Luego de un breve<br />
recorrido por diferentes Estados para conocer más el “México<br />
profundo”, volví a Chiapas con la idea de tratar de conjugar las diferentes<br />
aspiraciones que me movían entonces. Mi intención era formarme como<br />
investigador, relacionando esta formación con mis inquietudes como<br />
militante político para desarrollar herramientas teórico-metodológicas que