estratos - Enresa

iando las condiciones de los seres vivos
hasta términos que a más de uno
pone los pelos de punta.
Así y todo, el cine fantástico, al
mostrar estas mutaciones, como es lógico,
las deforma y convierte en fuente
de su interminable filón temático. Hoy
las carteleras exhiben con abundancia
las aventuras terroríficas de científicos
que no sólo han sido capaces de hallar
drogas que convierten a quienes la toman
en seres deformes y horrorosos,
sino que son capaces de traer a nuestra
dimensión a seres demoniacos de otras
partes del universo y del tiempo. Ese es
el caso del que aparece en «From Beyond»
(1986), de Stuart Gordon, en la
que con unos efectos técnicos asombrosos
se hace presente el mal a través
de experimento en un laboratorio. Este
mismo director nos había revuelto las
tripas con «Re-AnimatoD> (1985), en
la que un estudiante de medicina descubre
una droga que resucita muertos
y recompone cadáveres.
Claro que no siempre es así. A veces
el científico nos cae simpático y nos
alegra con sus locuras de laboratorio,
como ese que interpreta Gary Grant en
la divertidísima cinta de Howard
Hawks, «Me siento rejuvenecen)
(1952). Además no es él quien descubre
la droga que consigue volverlo adolescente
en el proceso mental, sino un
chimpancé. Al final todo se resuelve
con el humor cinematográfico de
Hawks y con los gags de los guionistas
Ben Hecht y Charles Lederer (extraidos
de la novela de Harry Segall).
También viaja con las mismas ruedas
tres el científico de «El profesor chiflado»
(1963), interpretado y dirigido por
Jerry Lewis. Y aunque los objetivos
son distintos, igualmente sonreimos
con los inventos de ese otro científico
de «Regreso al futuro» (1985). Ha sido
dirigida por Robert Zemeckis, fiel a las
teorías de Steven Spie1berg (productor)
según las cuales no hay que ver al diablo
siempre que viajemos hacia la fantasía.
¡La fantasía! No siempre ha tenido
cuernos y rabo. Con ella Ber1ioz escribió
la «Sinfonía Fantástica» y Mozart
logró componer «La flauta mágica» o
Beethoven su «Novena Sinfonía». La
atravesó Cervantes para escribir su
«Don Quijote» y Julio Verne la basta
obra de viajes que aún sigue siendo base
argumental para otros subgéneros
del fantástico. La fantasía ha creado
«El jardín de las delicias», esa enigmática
y de tantas lecturas obra de Jeronimo
Boch (conservada en el Prado). Y
fue la que inspiró a Mary Shelley su
«Frankenstein». La película que en
1932 dirigió James Whale para la Universal,
tenía un precedente escénico en
la sus gigantescas probetas hasta conseguir
que el monstruo se alce del lecho.
Ninguna otra ha superado en grandeza
a la de Whale, ni la que rodó para
la Hammer en 1957 Terence Fisher,
con indudable talento, y el título de
«La maldición de Frankenstein» (con
Christopher Lee y Peter Cushing de
personajes principales), ni la de Paul
Morrisey (