Exégesis y Exposición - Iglesia Reformada
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se concentre es su propia persona (seautw), aun antes de su enseñanza (doctrina), Timoteo debe<br />
cuidar de su propia alma.<br />
Estos dos textos nos dan suficiente base para dirigirnos a este tema. Pero, ¿Qué medios<br />
hemos de usar para cuidar de nuestra propia alma? Exactamente los mismos medios que<br />
predicamos a nuestra congregación al exhortarles a cuidar sus almas. Hay dos medios, por<br />
excelencia, en los cuales debemos obtener maestría: la oración y la Palabra.<br />
La labor pastoral en la cual se hallaron los apóstoles al principio de la iglesia cristiana se<br />
vio interrumpida por una necesidad legítima, pero ellos no permitieron que tal urgencia les<br />
apartara de sus labores, y si podemos argumentar que ellos mismos harían lo que exhortaban al<br />
resto de la iglesia, entonces podemos concluir que el dictamen apostólico nos lleva al ejercicio<br />
espiritual de la oración y la lectura y meditación de la Palabra:<br />
“En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los<br />
griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución<br />
diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que<br />
nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre<br />
vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes<br />
encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la<br />
palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del<br />
Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de<br />
Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las<br />
manos.” (Hch 6:1-6)<br />
El anciano apóstol, ya pronto a morir, persevera en estas cosas y súplica a Timoteo que le<br />
traiga dos cosas: “Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los<br />
libros, mayormente los pergaminos.” (2 Tim 4:13). Los comentaristas son casi unánimes que el<br />
apóstol estaba pidiendo copias de los libros de la Biblia. Tuvo cuidado de su salud física pero<br />
igualmente tiene cuidado de su salud espiritual. ¿Por qué? Por el mismo interés que demuestra en<br />
1 Cor 9,<br />
“Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo,<br />
para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme<br />
copartícipe de él. ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno<br />
solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se<br />
abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.<br />
Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien<br />
golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido<br />
heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” (vs. 22-27)<br />
La preparación personal del predicador entonces será:<br />
1. En ferviente oración.<br />
2. En consistente meditación de la Escritura.<br />
3. En peculiar cuidado de vivir lo que predica.<br />
4. En escrupulosa conducta ejemplar, a la iglesia y a los de afuera.<br />
Como ministros del evangelio tenemos varios enemigos, que sin tregua alguna buscarán<br />
estorbarnos en nuestra carrera:<br />
1. Nuestra propia carne (pecado remanente, Rom 7:7-25).<br />
2. Nuestro archienemigo el diablo.<br />
3. El mundo secular con todas sus tentaciones.<br />
4. El mundo religioso con todas sus presiones e influencias.<br />
<strong>Exégesis</strong> y <strong>Exposición</strong>: Conclusión 134