martin lutero y el comienzo de la reforma - Escritura y Verdad
martin lutero y el comienzo de la reforma - Escritura y Verdad
martin lutero y el comienzo de la reforma - Escritura y Verdad
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
vida no tenemos a Cristo, <strong>la</strong> gracia y <strong>la</strong> justificación in re, en <strong>la</strong> manifestación d<strong>el</strong> estado final,<br />
sino en <strong>la</strong> ocultación <strong>de</strong> <strong>la</strong> absconditas sub contraria specie, por lo que <strong>la</strong> realidad oculta sólo<br />
nos es accesible in fi<strong>de</strong> et spe. Mi cuidado ha <strong>de</strong> ser no per<strong>de</strong>r lo que sólo se me da en esperanza<br />
y que <strong>el</strong> pecado no logre otra vez po<strong>de</strong>r sobre mí (WA 3, 364). Y es así que, aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
perdonada <strong>la</strong> culpa, queda mucho <strong>de</strong> lo que <strong>el</strong> pecado nos ha hecho, a saber: <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
memoria, ceguera d<strong>el</strong> entendimiento, concupiscencia o <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>la</strong> voluntad. De estas tres<br />
cosas, como <strong>de</strong> su fuente, se <strong>de</strong>riva todo pecado. Son residuos d<strong>el</strong> pecado que fue <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego<br />
perdonado en <strong>el</strong> bautismo (WA 3, 453, 7ss; 215, 28). Así aun los bautizados necesitan<br />
constantemente <strong>de</strong> curación (WA 4, 211, 11).<br />
La experiencia <strong>de</strong> que «pecarnos, pues, siempre y somos siempre impuros» (WA 4, 364,<br />
9s), <strong>la</strong> había hecho ya Lutero en su primera época conventual. La lección sobre los salmos está<br />
a<strong>de</strong>más llena <strong>de</strong> <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que <strong>el</strong> cristiano, como Cristo en <strong>la</strong> cruz, cuanto más profundamente<br />
abandonado está <strong>de</strong> Dios, tanto está más cerca <strong>de</strong> Dios (WA 3, 63); don<strong>de</strong> se da por perdido, se<br />
salva, y «si muere, es justificado» (Rom 6, 7; WA 4, 90). No importa, pues, <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
tentación, sino aceptar<strong>la</strong> en <strong>la</strong> fe en Dios, que «es <strong>el</strong> solo justo y justifica a todos en Cristo» (WA<br />
4, 299, 21; 417, 26).<br />
La lección sobre <strong>la</strong> carta a los Romanos <strong>de</strong> 1515-16<br />
Las concepciones que expuso Lutero en los Dictata super Psalterium sobre juicio y<br />
justificación, fueron por él <strong>el</strong>aboradas con mayor c<strong>la</strong>ridad en <strong>la</strong>s lecciones sobre <strong>la</strong> carta a los<br />
Romanos habidas <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1515 a septiembre <strong>de</strong> 1516. Si ya <strong>de</strong> suyo se inclinaba Lutero<br />
al pensamiento y estilo paradójico, <strong>la</strong> lengua <strong>de</strong> esta carta paulina lo provocó francamente a un<br />
chocante pensar antitético. Las i<strong>de</strong>as fundamentales <strong>de</strong> <strong>la</strong> lección: <strong>el</strong> pecado permanente y <strong>la</strong><br />
justicia extraña, <strong>la</strong>s formu<strong>la</strong> Lutero en <strong>el</strong> prólogo a los escolios como sigue: «La suma <strong>de</strong> esta<br />
carta es <strong>de</strong>struir, extirpar y aniqui<strong>la</strong>r toda sabiduría y justicia <strong>de</strong> <strong>la</strong> carne... por muy <strong>de</strong> corazón y<br />
sinceramente que se practique, e imp<strong>la</strong>ntar, levantar y engran<strong>de</strong>cer <strong>el</strong> pecado» (WA 56, 157)...<br />
«Porque Dios no nos quiere salvar por propia justicia y sabiduría, sino por extraña, por una<br />
justicia que no viene <strong>de</strong> nosotros, ni <strong>de</strong> nosotros nace, sino que nos llega <strong>de</strong> otra parte; no brota<br />
<strong>de</strong> nuestra tierra, sino que baja d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o: Hay, pues, que enseñar una justicia, que viene<br />
completamente <strong>de</strong> fuera y es justicia extraña. Por eso es menester comenzar por extirpar <strong>la</strong><br />
propia justicia, agazapada en nosotros» (WA 56, 158).<br />
Se trata <strong>de</strong> reconocer que somos pecadores, y en este sentido tenernos que «hacernos<br />
pecadores». Por este pecado, que Lutero experimenta como permanente y contra <strong>el</strong> que tiene que<br />
luchar <strong>de</strong> por vida <strong>el</strong> bautizado, no se entien<strong>de</strong> <strong>el</strong> pecado actual (peccatum actuale), sino <strong>el</strong><br />
pecado radical (peccatum radicale), que antece<strong>de</strong> a todos los actos particu<strong>la</strong>res <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados: <strong>la</strong><br />
concupiscencia. Su esencia íntima es <strong>la</strong> propia justicia, <strong>la</strong> propia comp<strong>la</strong>cencia y <strong>el</strong> propio<br />
interés. De nosotros mismos estamos torcidos y mal inclinados (WA 56, 258; 304). Este torcerse<br />
hacia uno mismo (curvitas, WA 56, 356), amenaza consumir y corromper nuestras mejores<br />
disposiciones y acciones, «No codiciarás», es <strong>de</strong>cir, no referirás nada a ti mismo, ni buscarás<br />
nada para ti, sino que vivirás en todo para Dios, para Él obrarás y en Èl pensarás» (WA 56, 356).<br />
Todo: conocimientos, virtu<strong>de</strong>s y bienes, por bueno que en sí sea, queda pervertido por esta falsa<br />
referencia. «Síguese que si <strong>la</strong> fe no ilumina al hombre y <strong>la</strong> caridad no lo libera, no pue<strong>de</strong> querer o<br />
poseer u obrar bien alguno; sólo pue<strong>de</strong> hacer mal, aun caso que haga bien» (WA 56, 355). Esta<br />
concupiscencia no es sólo para Lutero residuo d<strong>el</strong> pecado, como lo era aún en <strong>la</strong> lección sobre<br />
los salmos (WA 3, 453), ni sólo incentivo para nuevo pecado (fomes), sino pecado real. Lutero<br />
echa en cara a los teólogos escolásticos «soñar que se quite todo <strong>el</strong> pecado original lo mismo que<br />
18