compendio - Biblioteca Universitaria de la Universidad de Málaga

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Delfos, de que oyesen un oráculo que no
era obscuro ni embrollado como todos los de-
mas. Le llamaba la Sacerdotisa el amigo de
los dioses. „ Sus leyes, anadia , son perfec­
tamente buenas, y la república que las ob­
servare vendrá á ser la mas famosa de la tier­
ra." Llegando á Esparta conferenció con sus
amigos, y convinieron en las medidas que de­
bían tomarse para ayudar al oráculo y hacer­
le valer.
En el día señalado para la promulgación
de un cuerpo de leyes, se presentaron por la
mañana en la plaza hasta veinte y ocho hom­
bres armados de puñales. Este aparato asus­
tó al joven Rey Carilao, sobrino de Licur­
go , y se refugió en el templo de Miner­
va. Le traxéron con cariño, y se juntó con
la coalición. Lo primero que se hizo fue es­
tablecer un senado que fuese mediador entre
los Reyes y el pueblo. Sin duda, los vein­
te y ocho y sus principales amigos fueron los
primeros senadores, y no sirvió poco para ga­
nar á los Grandes la perspectiva de estas pla­
zas. En quanto al pueblo, para, que no se
tuviese por olvidado , se le dio el derecho,
no de proponer ni de deliberar en la asam­
blea , sino solamente de aceptar ó rehusar coa