compendio - Biblioteca Universitaria de la Universidad de Málaga

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ta división. Sus partidarios vivían seguros de
ser bien sostenidos por iniquas que fuesen sus
pretensiones. Sublevaban á los esclavos contra
sus dueños, y pagaban infames delatores. Bien
presto llegó á ser delito el no apasionarse
por los intereses de los Romanos. Hubo lis­
tas de proscripciones, y enviaron comisiona­
dos con el encargo de executar sus senten­
cias secretas. En una asamblea pública de los
Aquivos tuvieron descaro para pedir, que los
que habían asistido á Perseo fuesen, ante to­
das cosas, condenados á muerte, y que des­
pués los irían nombrando. ,,¿Cómo, exclamó
la asamblea, después de la condenación ? ¿ Qué
justicia es esa? Empiécese por nombrarlos, y
que se defiendan; y si no alegan motivo pa­
ra su justificación , nosotros prometemos con­
denarlos. Lo prometéis, replicó el comisario,
está muy bien: pues todos vuestros Capita­
nes generales, y todos los que han tenido al­
gún cargo en vuestra república están culpa­
dos en este delito." Xenón, hombre de gran
crédito, y muy respetado en la liga, se le­
vanta y dice: „Yo he mandado el exército,
y he sido cabeza de la liga , y protesto no
haber hecho nada contra los intereses de los
Romanos: y si alguno me persigue estoy pron-