compendio - Biblioteca Universitaria de la Universidad de Málaga

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COMPENDIO
hecho yo, infeliz de mí! ¿No soy
yo también víctima de ese Rey que con tama
razón aborrecéis, y que me separo de mi es­
poso? ¿Qué se puede temer de mí en el es­
tado de abandono y olvido á que me veo re­
ducida? ¿Qué pueden temer de mis hijas, in­
felices huerfanitas , sin poder y sin apoyo ?
Desterradme á Alexandria, permitidme ir á
buscar mi esposo." Se arrojó pues á los pies
de los asesinos, los suplico que se compade­
ciesen de aquellas inocentes victimas; pero los
feroces é inexorables verdugos la clavaron el
puñal en el seno al lado de sus hijas, que cu­
biertas de la sangre de su madre fueron co­
mo ella degolladas. A tiempo que daban el
último suspiro llegó orden del pueblo para
suspender la execucion. Quando supieron los
Siracusanos que ya era tarde, pasaron de la
piedad para con la inocente Heraclea al furor
contra los magistrados , que tanto se habían
apresurado en la execucion de una sentencia
cruel, sin dexar al pueblo tiempo suficiente
para conocer la injusticia.
El horror de esta muerte puso á Siracu­
sa en una especie de equilibrio entre el par­
tido de los Romanos y el de los Cartagineses.
Los primeros eran republicanos desatinados: los