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Las campanas tocan solas - Autores Catolicos

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28<br />

-No; tiene un nombre que se lo puse yo, que para eso soy su madrina de pila.<br />

Ven acá, hijo. Pero, ¿qué traes ahí?<br />

-Tres piedras blancas y una espiga, tía. ¿No sabes que la espiga tiene la crin<br />

larga y afilada para peinar al viento? Mira, mira, oculta sus granos como una<br />

clueca a sus polluelos. La espiga es santa, tía Evelina.<br />

-Claro que sí, hijo. Pero, ¿y esas piedras, qué son?<br />

-Sólo tres piedras; se hicieron blancas y suaves en el río, gastando las rocas<br />

de las orillas, frenando la rapidez de la corriente. Son los dientes del agua para<br />

moler el trigo y los sueños de los niños chiquitos que duermen poco. Mira,<br />

parecen terrones de azúcar, copos de nieve, vedijas de cordero lechal...<br />

La tía Evelina parpadeó atontada.<br />

-Bueno, luego nos cuentas eso. Ahora escucha, hijo; yo no quiero que seas un<br />

tendero.<br />

-Yo no tengo alma de tendero, tía.<br />

-Ya lo sé -gritó triunfal la tía Evelina-, es la pila que se te ha pegado. Yo y tu<br />

padre hablábamos de tu porvenir. Quiero que estudies una carrera; los gastos<br />

son de mi cuenta. ¿Tú quieres ser arquitecto?<br />

Tiberio quedó pensativo. Luego exclamó con una sonrisa:<br />

-¡Lo siento, tía Evelina, pero no, no puedo!<br />

-¿No puedes?<br />

-No; me gustaría hacer una catedral a don Tomás, pero como luego no podría<br />

nombrarle obispo .... ¿para qué? Además yo creo que a don Tomás le gusta<br />

nuestra iglesia tal como es.<br />

Tía Evelina se sonó la nariz mientras el señor Marcelino chillaba mirando<br />

hacia el techo:<br />

-Entonces, ¿qué quieres ser?, ¡anda, dilo!<br />

-Pues yo, padre, quisiera ser ingeniero.<br />

-¿Ingeniero?<br />

-Pues mira -sonrió la tía-, eso no me parece mal. ¿Qué clase de ingeniero<br />

quieres ser, Tiberio? ¿De caminos, canales y puertos? ¿Industrial? ¿Naval? ¿De<br />

minas?<br />

-No, tía -los ojos de Tiberio buscaron la luz azul de la ventana como dos<br />

pájaros soñadores y alegres-. Yo quiero ser ingeniero de Jardines y Arroyos.<br />

El señor Marcelino, que estaba metiéndose entre pecho y espalda su buena<br />

frasca de tinto de sobremesa, creyó atragantarse:<br />

-¿Ingeniero de qué? -aulló, tosiendo.<br />

-De Jardines y Arroyos, padre.<br />

-Bueno, que me maten si te entiendo.<br />

-¿Cómo pretendes entender tú al niño? -gritó furiosa su cuñada-. ¡Déjame a<br />

mí! Oye, hijo, si no me he vuelto tenienta, he entendido que quieres ser ingeniero<br />

de Jardines y Arroyos.<br />

-Sí, tía.<br />

-Pero esa carrera no existe, hijito.<br />

-No creo que eso importe mucho -meditó Tiberio. Y añadió alegre-: ¿Existen,<br />

acaso, las carreras de Tañedor de Vientos, Técnico de Canarios y Hormigas,<br />

Empresario de Gaviotas o Virtuoso de Campanas?<br />

-Me parece que se me fue la mano -suspiró el tendero contemplando la frasca<br />

de vino casi vacía.<br />

-Pero es que tú debes hacer una carrera práctica... -sugirió débilmente la tía.

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