Las campanas tocan solas - Autores Catolicos
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68<br />
Federico aguza los ojos. Luego, bruscamente, rompe a hablar, como si otra<br />
tormenta sacudiera las entrañas de la atmósfera y lloviera una secreta, una<br />
oculta ansia de confidencias.<br />
-No les dejaré, no; no les dejaré que toquen mi alma. El doctor dice que va a<br />
operarme; me abrirán la cabeza, quedará al aire toda la masa cálida y palpitante<br />
de mi cerebro; querrán hurgar con sus dedos sucios, con sus bisturíes en eso que<br />
nadie sabe, en la intimidad de mi vida, de mi historia y de mi futuro. Y querrán<br />
verla, ver mi alma... ¿Sabes? Dice Descartes que el alma reside en la glándula<br />
pineal. Ellos querrán verla, querrán tocarla, conocer su color: blanco, azul, verde,<br />
negro o violeta... ¡No quiero, Tiberio, defiéndeme! Diles que dejen mi alma quieta,<br />
que no laven mi alma con alcohol de noventa grados. Cada hombre tiene en su<br />
alma, Tiberio, la grandeza y podredumbre de su propia vida; ¡hay allí tanta<br />
belleza y tanta miseria! Yo quiero ir con mi alma mía a la presencia de Dios;<br />
quiero presentarle todo lo bello de mi alma, para que Dios sonría; pero quiero<br />
llevarle toda mi miseria, toda mi aberración, toda mi locura, para que Dios<br />
compadezca. Y si Dios no supiese perdonar, Dios no sería tan bello. Porque yo<br />
quiero su justicia, pero quiero su caridad...<br />
-Nadie puede tocar tu alma -y Tiberio piensa en aquel día, cuando le vieron<br />
aquellos hombres del hospital-; nadie puede rozar tus pensamientos. Ese es el<br />
dominio de Dios; lo que los hombres nunca podrán palpar, pesar ni medir. Tu<br />
alma es de Dios; Dios quiere tu alma tal como es; Dios quiere tu auténtica vida.<br />
Te quiere con tu pecado para poder quererte con tu arrepentimiento. ¿Tú no<br />
sabes que Dios no nos hizo reos, sino hijos? Sólo aquellos que se obstinan, sólo<br />
los rebeldes, conocerán la justicia de Dios. Tu alma no está en la glándula pineal;<br />
tu alma es un cálido aliento que salió de la boca misma de Dios. Tú eres como un<br />
cristal empañado sobre el que Dios ha pintado una cruz; tú eres como un niño<br />
pequeño buscando el pecho rebosante de la ternura divina. Tu alma es un aire<br />
divino que te llena e invade, que ocupa tu cuerpo entero, que te enciende y te<br />
levanta en equilibrio vertical. Tu alma es como una luminosa niebla, un<br />
relámpago maravilloso. Nadie puede coger el relámpago ni la niebla...<br />
Ha cesado la lluvia. Sobre las acacias y los manzanos del huerto saltan los<br />
gorriones, rozando las hojas que aún conservan una redonda gota líquida. La<br />
hierba se esponja con un verde fresco y henchido, matizado y suave. Al otro lado<br />
de la tapia, por la calle, pasa un camión “Pegaso” cargado de tomates, y se oye el<br />
pito de un cartero que llama a don Francisco Izquierdo Martínez, dueño de una<br />
vaquería con grifo.<br />
Es un crepúsculo verde como las vitrinas de un acuario, en el que flotan<br />
fantásticos peces dorados.<br />
Federico y Tiberio vuelven hacia el edificio. A estas horas los locos estarán en<br />
la sala grande jugando a las prendas. Los ángeles clavan en el papel negro del<br />
cielo, con chinchetas de cristal, estrellas de purpurina. Y todos los niños del<br />
mundo sueñan con un caballo de cartón que tenga espuelitas de plata.<br />
Un caballo blanco, como el caballo blanco de Santiago, cuyo camino ha<br />
florecido ya, para los niños, con lirios de luz.<br />
Para los astrónomos, en castigo, el Camino de Santiago es sólo uno de los diez<br />
mil cúmulos estelares catalogados.