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Revista desde el Sur

1ra edición de la Revista desde el Sur del Centro Regional de Profesores del Sur

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¿Qué es real?<br />

ad<strong>el</strong>ante.”<br />

Y no sabía cómo responder. A ciegas tendría que pedir.<br />

Pero <strong>el</strong>la quería que, si era a ciegas, al menos entendiese<br />

lo que pedía. Sabía que no debía pedir lo imposible:<br />

la respuesta no se pide. La gran respuesta no<br />

se nos da. Es p<strong>el</strong>igroso revolver en la gran respuesta.<br />

Prefería pedir humildemente, y no a su altura que era<br />

enorme: Lori sentía que era un enorme ser humano. Y<br />

que debía tener cuidado. ¿O no debía?<br />

La vida entera había tenido cuidado en no ser grande<br />

dentro de sí para no tener dolor.”<br />

El secreto de la vida se vu<strong>el</strong>ve una búsqueda incesante.<br />

Una trayectoria -“pasión”- marcada por <strong>el</strong> sabor de la sal<br />

como lo puntualiza G.H. en <strong>el</strong> fragmento citado. La alusión<br />

a la sal en los ojos de la cucaracha, es igualmente<br />

significativa, en cuanto implica confirmación de la existencia.<br />

La sal –que da sabor a las cosas- es, al mismo tiempo,<br />

un estado de conciencia superior que G.H. ha alcanzado,<br />

como lo alcanza Lori en “El Aprendizaje o El Libro de<br />

los placeres” al entregarse y comulgar con la salada agua<br />

oceánica. Mirar al mundo y al prójimo –e incluso a Dioscon<br />

ojos impregnados de sal, implica observarlo todo <strong>desde</strong><br />

<strong>el</strong> abismo absoluto de la vida, abismo que explora la<br />

narradora a lo largo de toda la nov<strong>el</strong>a –se constata una<br />

larga tradición con respecto a la importancia de la sal, así<br />

lo observamos en <strong>el</strong> mundo griego cuando <strong>el</strong> suplicante<br />

entra al templo a pedir ayuda debiéndose lavar sus manos<br />

con agua salada o en “Rey Lear” de Shakespeare-.<br />

He aquí su pasión: su historia, su recorrido, su resurrección.<br />

De la indolencia a la acción, de la indiferencia a la<br />

reflexión, d<strong>el</strong> spleen a la redención, d<strong>el</strong> Caos al Orden. La<br />

trascendencia al final d<strong>el</strong> camino es de tal significación<br />

para Clarice Lispector que cita un fragmento d<strong>el</strong> Apocalipsis<br />

–4,1-, a modo de epígrafe en “El Aprendizaje o <strong>el</strong> Libro<br />

de los Placeres”:<br />

“Después de esto miré y he aquí que vi una puerta<br />

abierta en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o; y la primera voz que oí, como de<br />

trompeta, que hablaba conmigo, me dijo: “Sube acá y<br />

te mostraré las cosas que han de suceder en<br />

Antes de enfrentarse a la epifanía que le ofrece la cucaracha,<br />

G.H. al abrir la primera puerta y entrar al cuarto de<br />

Janair, observa un mural:<br />

“En la pared blanqueada contigua a la puerta –y por<br />

eso aún no lo había visto- estaba casi en tamaño natural<br />

la silueta, trazada con carboncillo, de un hombre<br />

desnudo, de una mujer desnuda y de un perro que estaba<br />

más desnudo que un perro. En los cuerpos no estaba<br />

dibujado lo que la desnudez rev<strong>el</strong>a, la desnudez venía<br />

solamente de la ausencia de todo lo que recubre: eran<br />

las siluetas de una desnudez vacía. El trazo era grosero,<br />

hecho con la punta quebrada d<strong>el</strong> carboncillo. En<br />

algunos trozos la línea se duplicaba como si un trazo<br />

fuese <strong>el</strong> temblor de otro. Un temblor seco de carboncillo<br />

seco.”<br />

El mural, realizado por Janair, se transforma en una prefiguración<br />

d<strong>el</strong> éxtasis posterior, brindado por la mirada<br />

hipnótica d<strong>el</strong> animal herido. Ejemplifica, a su vez, la importancia<br />

de los clásicos en una narrativa absolutamente<br />

revolucionaria –“El Aprendizaje o <strong>el</strong> Libro de los Placeres”,<br />

comienza con una coma y culmina en dos puntos,<br />

por ejemplo-. La referencia clásica está presente en la<br />

alusión al Can Cervero, Guardián d<strong>el</strong> Hades –mundo de los<br />

muertos en <strong>el</strong> contexto griego- y a Adán y Eva en <strong>el</strong> Paraíso<br />

Terrenal. Encontrarse a sí misma, involucra, por otra<br />

parte, para G.H., encontrarse con las civilizaciones que la<br />

han precedido; con la humanidad misma <strong>desde</strong> sus orígenes,<br />

ya sea <strong>desde</strong> la cosmogonía griega o judeocristiana.<br />

La importancia d<strong>el</strong> mundo hebraico es notoria en Clarice;<br />

de ahí, que las referencias al “Sabbat” sean constantes a<br />

lo largo de “La pasión según G.H.”:<br />

“Nunca más descansaré: robé <strong>el</strong> caballo de caza d<strong>el</strong><br />

rey d<strong>el</strong> sabbat. Si me duermo un instante, <strong>el</strong> eco de<br />

un r<strong>el</strong>incho me despierta. Y es inútil no ir. En la oscuridad<br />

de la noche, su resu<strong>el</strong>lo me despierta. Finjo que<br />

duermo, pero en <strong>el</strong> silencio <strong>el</strong> corc<strong>el</strong> respira. Nada dice<br />

pero respira, espera y respira. Todos los días será lo<br />

mismo: ya al atardecer comienzo a ponerme m<strong>el</strong>ancólica<br />

y pensativa. Sé que <strong>el</strong> primer tambor en la mon-<br />

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