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LA MUJER QUE OPERARON EN UN OVNI

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<strong>LA</strong> <strong>MUJER</strong> <strong>QUE</strong> <strong>OPERARON</strong> <strong>EN</strong> <strong>UN</strong> <strong>OVNI</strong><br />

(Si hay algo que satisface al investigador, es esta contradicción en la descripción de la<br />

vestimenta de los seres: primero “metalizados”, luego casi enseguida “rojo bermellón”, porque<br />

el fabulador no puede permitirse jamás estos deslices, quizás en este caso aparentes, puesto<br />

que se podrían también evaluar complementantes, si se analiza con mucha atención. Al<br />

contrario el individuo del “verso armado” explica todo a la perfección, no sea que no le crean: el<br />

<strong>OVNI</strong> medía 10 x 2,50 metros, la habitación interna era de 1,50 x 3 metros, etc. etc. ¡como si<br />

en la lógica conmoción interior de un momento así alguien se pudiera dar el lujo de memorizar<br />

detalles!.<br />

La experiencia docencia que el gran testimoniante no da nunca precisiones tan exactas,<br />

si al fin y al cabo no es de su interés que alguien le “crea”, sino algo mucho más importante<br />

para él: que le comprenda. Para acercarse a la auténtica verdad de un caso <strong>OVNI</strong> hay que<br />

investigar con S<strong>EN</strong>TIDO COMÚN, el menos común de los sentidos.<br />

Más o menos así se expresó alguna vez un gran sabedor, el español ANTONIO<br />

RIBERA. Me adhiero cada vez más a ese magisterio, mientras marcho con los lectores hacia la<br />

nueva experiencia de contacto, en el BU<strong>EN</strong> sentido, de la señora Mónica Pérez.<br />

SALTO (Rep. Oriental del Uruguay) 11/08/1988. ¿ OTRA VEZ ?<br />

En aquella fecha, M.P. concurre con dos personas más a la ovnilógicamente célebre<br />

estancia “La Aurora”, cercana a la ciudad rubrada en el título, siempre siguiendo indicaciones<br />

de “la voz”. Llegan y los tres visitantes son bien recibidos por el dueño, don Ángel Tona, quien<br />

le indica a Mónica: “-rubia, podés acampar por allá...”<br />

“Allá” era un sitio cercano al pequeño bosque de eucaliptos, donde “ellos” (siempre<br />

según M.) le dijeron antes de la partida que debía estar. Fueron armando el campamento,<br />

almorzaron frugalmente, disponiéndose luego a sestear.<br />

Cuando Mónica despertó serían las 17 horas, y se puso de pie enseguida alzándose de<br />

su colchoneta, comenzando el ritual de preparar el mate. Al despabilarse uno de sus<br />

acompañantes un cuarto de hora después se incorporó también, acercándosele; luego, siendo<br />

alrededor de las 18 horas hace lo propio el restante. Uno de ellos, llamado Jorge, le pregunta:<br />

-¿Adónde fuiste, Mónica?.<br />

-A ningún lado -le respondió M.<br />

-¡Cómo que no! -replicó él-: recordá que yo expresé que no iba a dormir para ver si<br />

ocurría “algo”, pero es evidente que “apoliyamos” los tres, bien profundamente, porque lo que<br />

es yo no me acuerdo de nada salvo que, pese al sueño, vi como te levantaste, mirándome;<br />

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