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La Clave De La Teosofia (Helena P. Blavatsky)

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<strong>La</strong> <strong>Clave</strong> de la Teosofía<br />

honor y en nombre del “Yo” inmortal, sigue después de ése “nuevo nacimiento” con los<br />

vicios y defectos de la antigua vida, tolerándolos y satisfaciéndolos no obstante pertenecer a<br />

la Sociedad, entonces, naturalmente, es más que probable que se le pondrá en el trance de<br />

dimitir o, en caso de negarse a ello, será expulsado. Tenemos reglas estrictas para tales<br />

circunstancias.<br />

PREG. ¿Podéis citar algunas de ellas?<br />

TEÓS. Sí. Ningún miembro de la Sociedad, sea exotérico o esotérico, tiene derecho a<br />

imponer sus opiniones personales a otro miembro. Ésta es una ofensa contra la Sociedad<br />

en general. Respecto a la Sección Interior, llamada ahora Esotérica, la siguiente regla ha sido<br />

presentada y adoptada desde el año 1880: “No podrá ningún hermano, servirse para su uso<br />

egoísta, de ningún conocimiento que se le comunique por cualquier miembro de la primera<br />

sección (actualmente, “un grado” superior), siendo la violación de esta regla castigada con la<br />

expulsión”. Antes que puedan ser comunicados esos conocimientos, ha de comprometerse<br />

el aspirante, bajo juramento solemne, a no usarlos con miras egoístas, ni a revelar nada de<br />

lo que se le ha confiado, si no está autorizado para ello.<br />

PREG. ¿Pero puede una persona expulsada de la Sección, o dimisión, revelar lo que pueda haber<br />

aprendido o violar cualquier cláusula del compromiso adquirido?<br />

TEÓS. No, ciertamente. Su expulsión o dimisión sólo la relevan de la obligación de<br />

obediencia al maestro, y de tomar parte activa en la obra de la Sociedad; pero no<br />

seguramente del sagrado compromiso del secreto.<br />

PREG. ¿Es esto razonable y justo?<br />

TEÓS. Seguramente. Para todo hombre o mujer dotado aun del mínimo sentimiento del<br />

honor, su promesa del secreto, tomada bajo su palabra de honor, y mucho más, en nombre<br />

de su Yo superior (el Dios interno), es inviolable mientras viva. Y aunque pueda dejar de<br />

formar parte de la Sección y de la Sociedad, ningún hombre o mujer dignos pensará en<br />

atacar o perjudicar a una corporación a que pertenecen en virtud de semejante<br />

compromiso.<br />

PREG. Sin embargo, ¿no es esto extremar las cosas?<br />

TEÓS. Puede que sí, teniendo en cuenta la relajación de estos tiempos y de la moral; mas<br />

si la promesa no fuera firme, ¿qué necesidad habría de compromiso alguno? ¿Cómo puede<br />

uno aspirar a que se lo instruya en la ciencia secreta, si ha de quedar en libertad de eximirse<br />

cuando le plazca de todas las obligaciones que se ha impuesto? ¿Qué seguridad, confianza o<br />

crédito podrían existir jamás entre los hombres, si compromisos tales no hubiesen de<br />

tener valor o fuerza real alguna? Creedme; la ley de retribución (Karma) daría su merecido<br />

muy pronto a aquel que de tal modo quebrantase su compromiso; tan pronto, quizás, como<br />

se manifestaría el desprecio de todo hombre honrado, hasta en este mismo plano físico.<br />

Como dice muy bien el Path, julio 1889 (Nueva York), respecto a este asunto: “Una vez<br />

adquirido un compromiso, nos obliga para siempre en el mundo moral y en el mundo oculto. Si<br />

alguna vez lo violamos y sufrimos las consecuencias, esto no nos justifica para violarlo de<br />

nuevo; y siempre que así lo hagamos, reaccionará sobre nosotros la poderosa balanza de la<br />

Ley (de Karma).<br />

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