Año 60, entrega 165 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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30 ANALES DE LA UNIVERSIDAD<br />
poesía —nos dice—: se canta una viva historia, — contando su<br />
melodía". Y cuenta que esto nos lo dice el poeta español con su voz<br />
propia, sin enmascararla ni subrayarla, sin velarla, por el finó<br />
antifaz sonoro de sus sombras: Abel Martín y Juan de Mairena;<br />
sus noveleras sombras, casi siempre buenas, como de legítimo andaluz.<br />
-Ese canto, ese cuento, que es siempre la poesía, aun cuando<br />
menos lo parezca, ¿es el que hace época <strong>del</strong> tiempo y en el tiempo,<br />
por el cuento y el canto, por la historia y la música, por la poesía?<br />
Los lejos de la poesía, ¿son el horizonte de la novela, por el tiempo<br />
en distancia; por el espacio imaginado que de ese modo nos<br />
temporaliza; por la lejanía, en suma, que nos hace posible su intimidad<br />
por serlo y parecerlo siempre novelera? Esto es, ¿por vin<br />
modo humano de evangelizarnos, de novelizarnos o hacernos, o<br />
hacer que nos hagamos, siempre, de nuevas? La novedad <strong>del</strong> novelar<br />
o novelizar, y perdóneseme la redundancia, es esa constante<br />
perspectiva temporal especializada que nos hace posible, por la<br />
imaginación y para el sentimiento, lo que no nos es posible en la<br />
realidad de la vida: acercarnos, nueva paradoja dentro de otra, a<br />
la intimidad por su lejanía. La cita <strong>del</strong> cuentista romántico francés,<br />
que he empezado por recordar, nos dice que los elementos<br />
esenciales de la poesía de una época — o sea, de una poesía que<br />
hace época — son la fe recíproca y sincera <strong>del</strong> hombre de imaginación<br />
y de los hombres de sentimiento. Tres términos indispensables,<br />
entonces, para que la novelería humana se produzca, expresándose<br />
en las novelas; sus tres —y no dos— elementos esenciales.<br />
misteriosamente a la corriente novelesca de las aguas <strong>del</strong> tiempo con el<br />
mote de Amadís sin tiempo, por dar por perdida su vida); mostrando<br />
la imposibilidad de su traducción a un lenguaje prosaico actual sin desvirtuarlo:<br />
y, <strong>del</strong> mismo modo, al evocar la prosa —que es poesía— de<br />
Bernaldim Ribeiro, en portugués, y Montemayor en castellano, subrayando<br />
el alcance poético de su estilo, opuse a él, aquel otro, que siendo de<br />
directa procedencia española, se internacionalice en Inglaterra por Nash<br />
y Sidney, a más <strong>del</strong> preciosismo lingüístico y metafórico correspondiente<br />
al enorme influjo pre-barroco de nuestro Guevara; en Francia, sobre todo,<br />
por la Astrea de d'Urfé, y por Lesage, luego; como en sus prolongaciones<br />
alemanas, que llegan y pasan por Goethe, sobrepasáindolo en su contemporáneo<br />
romanticismo y fui queriendo ejemplificar esta crítica situación<br />
temporal de la novelería, por sus constantes equivalencias europeas,<br />
desde sus más remotas fuentes españolas que, en gran parte, las promovieron:<br />
La Celestina; la novelística sentimental, heroica, caballeresca<br />
y pastoril de los siglos XV y XVI; la picaresca y Cervantes. Puse especial<br />
empeño en hacer resaltar, tras el rohianticismo y pre-romanticismo<br />
inicial, anglo-alemán, y otras tangenciales herencias picarescas de origen<br />
español y más o menos robinsonianas, la decisiva aparición de una novelística<br />
francesa, por Lacios y Restif de la Bretonne, que culmina en<br />
el descubrimiento <strong>del</strong> nuevo lenguaje y paisaje novelero <strong>del</strong> mundo que<br />
hizo Stendhal. Y aquí quedó en suspenso mi crítica, en su habitual empeño<br />
relacionista —no relativista— que por su preocupación de universalidad<br />
y de dar el mayor alcance posible a la construcción y pro-