Año 60, entrega 165 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

42 ANALES DE LA UNIVERSIDAD
el recuerdo, dejos de música y de luz; como aquellos que, misteriosamente,
aparecen en la maravillosa escena novelesca del Capítulo
XXXIV de la Segunda Parte del Quijote. — Recuerda, lector,
aquella noche de fingidos encantamientos en que se da noticia
de cómo se había de desencantar a Dulcinea: que es una de
las aventuras más famosas de su libro, nos dice su autor. Tras la
engañosa fantasmagoría nocturna que tiene amendrentado a Sancho,
cuando cesa su "enfadoso ruido", se oye otro, "no ruido, sino
un son de una suave y concertada música formado, con que Sancho
se alegró, y lo tuvo a buena señal; y así, dijo a la Duquesa,
de quien un punto ni un paso se apartaba: —Señora, donde hay
música no puede haber cosa mala. — Tampoco donde hay luces
y claridad -— respondió la Duquesa. A lo que replicó Sancho: —luz
da el fuego y claridad las hogueras, como lo vemos en las que nos
cercan, y bien podría ser que nos abrasasen; pero la música siempre
es indicio de regocijos y de fiestas". (Pues "¿a quién —suena
la música bien— pudiendo escuchar el llanto?", respondería Calderón).
— Y Cervantes: "—Ello dirá — dijo Don Quijote, que
todo lo escuchaba". —- (Que todo lo escuchaba, como lo veía: con
los oídos, como los ojos, llenos de música y de luz, cargados de
sueños; por eso: ello dirá). — "Y dijo bien —concluye Cervantes—
como se muestra en el capítulo siguiente". ¿Y hay decir, ni hacer
bien, de novelería, que es canto y cuento de nunca acabar, horizonte
de íntima lejanía poética, que no se nos quede siempre para
mostrar en el capítulo siguiente? Y aun siguientes. El sueño novelero
nuestro de cada día. Señor, (¡Señor Don Quijote!), dánosle
hoy: un poco de luz y no de sangre.