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Año 60, entrega 165 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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36 ANALES DE LA UNIVERSIDAD<br />

dicción y su ritmo, elementos que en triple dimensión nos ofrecen<br />

su verdad poética, ¿deben trascenderse, para ser verdaderos,<br />

de algo más todavía? Los perros de Maudes, picaros perros fabulosos,<br />

no hablan solamente por hablar, sino por contarnos su vida.<br />

Y contarla en voz baja, que es como cantarla bajito; para no<br />

despertar a los que duermen, ni, acaso, a los que sueñan; cuento<br />

y canto callado, sosegado, gustoso, de apacible ritmo coloquial;<br />

secreto de la prosa noveladora. El perro Berganza cuenta de ese<br />

modo su cuitada vida, cantándonos bajito, de esa manera, sus<br />

trances de maravilla o desventura, de novelero desengaño. Pero<br />

ya es maravilla que hable el perro: y acaso maravilloso desengaño<br />

que nos resulte un picaro. El único picaro de todo el mundo novelero<br />

cervantino que lo sea de verdad y sin poder dejar de serlo,<br />

por no poder dejar de ser un perro. Los otros picaros de las novelas<br />

y comedias de Cervantes lo eran hasta dejarlo de ser; y tal<br />

vez por dejar de serlo tan pronto, como Rinconete y Cortadillo,<br />

nos parece que no lo eran de verdad <strong>del</strong> todo. O como el santo,<br />

después de rufián, Cristóbal Lugo; o como el hijo de la piedra,<br />

el llamado por eso, Pedro de Urdemalas. En éste, la música callada,<br />

inaudita, dolorosa, la música de la piedra, que oyó Lazarillo<br />

para despertar a la vida, a la picara vida que le esperaba, para<br />

ya no poder soñar, se hace, al contrario que en el niño malventurado,<br />

verdad de sueño; Urdemalas pone sueño sobre sueño, como<br />

si fuera piedra sobre piedra, en el andamio aventurero y venturoso<br />

o desventurado de la mala urdimbre de su propio vivir, de<br />

su pobre soñar; igualándose, por el sueño, como pensaría Segismundo,<br />

a Reyes y Papas, a señores y santos a héroes y bandidos;<br />

y hasta a un ánima en pena salida <strong>del</strong> mismísimo Purgatorio; que<br />

hasta eso llegaba su animoso penar para no dejar de vivir soñando.<br />

El sueño, decimos, que le estorbaba el gusto a los perros de<br />

Maudes porque les quitaba la voz, el habla, el oído. Lazarillo<br />

aprendió por el oído, que es por donde se prende la fe según el<br />

apóstol, y no sólo la música, a oír sin sueño. ¿Y es esa la verdad?<br />

Oídos sin sueño, los de la novelística picaresca, como ojos sin<br />

sueño que miran y ven sin soñar. Ojos y oídos de perro. El acierto<br />

genial de Cervantes fué hacer hablar a un perro para contarnos<br />

la vida entera y verdadera de un picaro. Recordemos como en el<br />

Quijote nos dijo por boca <strong>del</strong> picaro Ginesillo que su vida era la<br />

más picara de todas las que pudieran contarse. Y no nos la contó.<br />

Ni dentro ni fuera <strong>del</strong> Quijote donde tantas historias se cuentan:<br />

sentimentales, caballerescas, pastoriles. El picaro, para serlo de<br />

veras, sin poderlo dejar de ser, no puede ser un hombre, para<br />

Cervantes, tiene que ser un perro. La animación novelesca y novelística<br />

y novelera de la picaresca es una animación animal: la más<br />

irreal o fantástica y fabulosa por serlo. "Si todas las cosas fueran hu-

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