Año 60, entrega 165 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

ANALES DE LA UNIVERSIDAD
se creaban, y fué en virtud de dicha ley que unos años después, en 1838,
el Presidente Oribe la declaraba instituida con el carácter de Universidad
Mayor de la República y con el goce del fuero y jurisdicción aca^
démica que por este título le compete.
Los acontecimientos políticos de la época que trajeron como consecuencia
el derrocamiento del Presidente Oribe, no sólo no permitieron
la apertura de la Universidad, sino que de hecho, hicieron clausurar
la casa de estudios creada por la ley de Larrañaga.
Son conocidos de todos los sucesos que posteriormente crearon un
estado de guerra que debía durar durante nueve años. Y fué dentro
de ese estado de guerra y en la Plsiza sitiada de Montevideo, donde hace
hoy justamente un siglo se inauguraba oficial y solemnemente la Universidad
de la República, en obediencia a la ley de Larrañaga y al decreto
de Oribe según expresamente lo decía el Presidente Joaquín Suárez.
Y es ese acontecimiento, la inauguración solemne de la Universidad,
lo que conmemoramos en su Centenario, sin entrar a considerar la
participación que tuvieron los que contribuyeron a su creación.
Un hecho sugestivo debe destacarse en el proceso de la iniciación
y fundación de la Universidad, y es el referente al eimbiente en que
esas ideas se desarrollaron.
Conquistada la Independencia y constituida la Nación bajo la
Carta Fundamental de 1830, las Instituciones planeadas en ésta, no se
arraigaron de inmediato, sino que por el contrario y de acuerdo con
leyes fatales, la adaptación de la nueva estructura no había de lograrse
sin trastornos y convulsiones que máis de una vez pusieron en peligro
la integridad de la nueva nacionalidad.
Pero a pesar de ese ambiente poco propicio para las conquistas del
espíritu, vemos que, a impulsos de una fuerza superior se van echando
los cimientos donde ha de levantarse con el tiempo el vasto organismo
de la Instrucción Pública en sus diversas ramas.
Parecería que como un mandato mudo, cuya obediencia fuera un
deber sagrado, surgiera ante la conciencia de los nuevos ciudadanos la
leyenda gloriosa que cuando aún la suerte de la patria se presentaba
rodeada de oscuras perspectivas, el Procer ausente dictara un día memorable:
"Sean los orientales tan ilustrados como valientes".
Y bien, al transcurrir una centuria desde el día en que la Universidad
se constituyó oficialmente, podemos echar la vista hacia atrás y
contemplar con orgullo el largo camino recorrido.
No pretendo en este acto conmemorativo desarrollar el tema complejo
y largo de la evolución de este Instituto y comparar su complicada
estructura de hoy con la modesta iniciación de hace 100 años.
Pero si no voy a entrar en ese campo que exige para su exposición
tiempo y condiciones que no son las actuales, quiero en cambio hacer
resaltar, aunque muy someramente, un aspecto para mí de capital importancia:
la influencia que la Universidad ha tenido en la evolución y
progreso del país y más especialmente en su organización jurídica.
Conquistada la libertad, había que afianzarla en sus Instituciones,
para que, canalizándola en los derroteros de la Ley no se convirtiera
lo que es un bien, en un mal. La libertad, supremo bien del hombre
tiene que saberse usar y cuesta a los que se han visto privados de ella,
adaptarse a sus directivas en forma que no sea dañosa para los demáis.
Esa adaptación no se obtiene sin esfuerzo y sacrificio, pero por grande
que éstos puedan ser, nunca constituyen un precio elevado que compense
debidamente el beneficio que se adquiere.
Una legislación adecuada es un factor decisivo para encauzar la
vida social, y si es cierto que las leyes no pueden por sí solas bastar