Sant Jordi-2014

Institut Samuel Gili i Gaya
Narrativa Llengua Castellana
1r premi ESO 1-2
UNA TARDE CON MI ABUELO
AUTORA: Rita Acebrón Espuñes
2n ESO A
Ese día de primavera, el sol había
salido ufano y brillante, y un aura de
calidez envolvía el ambiente.
Entonces yo solo tenía cuatro años, y
era una niña pelirroja curiosa y alegre
que nunca se cansaba. Al llegar a
casa, fui muy emocionada a contarle
a mi abuelo que había hecho un
nuevo amigo en la escuela, y lo
encontré en su butaca, leyendo uno
de sus libros, como siempre. Sus
cabellos eran blanquísimos, sus ojos
chiquititos y la piel la tenía muy fina.
Cuando se dio cuenta de mi
presencia, alzó un poco la vista
mirando por encima de las gafas y,
con una sonrisa, me dijo:
- Hola, pequeña, ¿ya has vuelto de la
escuela?
-Sí, Abuelo, hoy ha venido un chico
de Japón a nuestra clase. Es muy
divertido y se llama Yan –dije
ilusionada.
- ¡Oh, qué bien! –contestó mientras
dejaba el libro sobre la mesita.
- Tiene el pelo negro y muy liso, y los
ojos estirados. Siempre sonríe porque
no sabe nuestro idioma- le expliqué- .
La profesora nos ha dicho que solo
habla japonés.
- ¿Sabías que yo estudié chino,
pequeña? –dijo él, misterioso.
- ¡No! ¡Qué divertido!- contesté yo,
carcajeando.
- He viajado mucho…
- ¿Y has estado en la India? Rajish es
de allí, y dice que las vacas están en
todas partes.
- ¡Claro que he estado! Es un país
sorprendente, y la geste es allí muy
amable –me miró pícaro y añadió:
- Y sí, ¡las vacas son también muy
amables! –nos reímos un buen rato, y
cuando paramos, me dijo:
- También he estado en Argentina,
Italia, Kenia …
Yo, con mi típica impaciencia, le
corté:
- ¿Kenia? Naburu nació ahí, aunque
se fue de muy pequeñito y no se
acuerda demasiado.
- En ese lugar hay un montón de
variedad animal, ¡Y el monte Kenia,
una de las montañas más altas de
África! –exclamó entusiasmado, con
la mirada perdida.
- ¿Es más alta que el Everest? –
pregunté yo, que ese día habíamos
hablado sobre él en clase y ahora me
sentía orgullosa de poder meter baza.
Mi abuelo me miró indulgente y
respondió:
- No, cielo, no. Pero sí que es muy
alta Y solo los más valientes se
atreven a escalar.
- ¡Algún día viajaré a Kenia y subiré
la montaña! –alegué con decisión sin
venir mucho a cuento.
Mi abuelo sonrió de oreja a oreja.
- Si te lo planteas, podrás hacerlo,
pero piensa que en la cima hace
frío…
- ¡Uy, no! Pues entonces ya no lo
hago –dije yo, que soy muy friolera.
Él se rió y se recostó en su butaca,
con los ojos brillantes, y dijo
abstraído:
- Todos estos lugares son magníficos,
pero, sin duda, el lugar más bonito
que he recorrido ha sido la gran
barrera de coral, en Australia.
- ¿Qué es el coral?
- Son pequeñas plantas que hay bajo
el mar. Las hay de muchos colores, y
en Australia hay tantos juntos que los
llaman la gran barrera.
- Así que ¿fuiste bajo el agua para
verlos? – dije, maravillada.
- No, pequeña, no pude. Pero los vi
desde y fue precioso. Todo el fondo
marino parecía un arcoíris.
Sacando a mi abuelo de sus
recuerdos, pregunté:
- Dime, abuelo: ¿fue divertido ir a
tantos sitios?
Suspiró y me contestó sonriente:
- Fue genial.
- ¿Por qué, abuelo?- pregunté
intrigada. Él me acarició el pelo con
ternura y me dijo al oído:
- Porque hice muchos amigos, conocí
distintos lugares y aprendí nuevas
culturas, ambientes, formas de vivir.
- ¿Y por qué eso es tan bueno! –
repetí, curiosa.
Soltó una risita y se reclinó. Fijó sus
claros ojos en mí, que lo observaba
atentamente, con la boca abierta.
- Porque es maravilloso, y si tienes la
oportunidad de hacerlo, debes
aprovecharla –hizo una pausa,
reflexivo y continuó- . Nada te
enriquecerá tanto en este mundo
como el hecho de conocer y aceptar
maneras diferentes de actuar y de
vivir.