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En la nebulosa ciudad de las muñecas cautivas

Esta es una historia íntimamente ligada al cariño y a las remembranzas de juventud de su principal protagonista. Es decir, una historia íntimamente ligada a un chico y a sus dos amigos en una mística y misteriosa ciudad llena de secretos indesvelables. Una ciudad, en la cual, ellos conocen y se enamoran de varias mujeres, unas mujeres sumamente extrañas, hermosas y singulares, que van desapareciendo poco a poco sin dejar el más mínimo rastro. Esta, en consecuencia, es una historia como sucedida desde un intensísimo arrebato pasional o desde el más alocado y extraño estremecimiento de ternura. Aunque también, cabe decirlo, es una historia rodeada de costa a costa por cierto halo de misterio, cierto frenesí de erotismo y cierta aura de terror níveo e inexpugnable. Una historia nebulosa como la nebulosa ciudad en la cual tienen lugar los extraños y muy poco usuales sucesos que en ella acontecen. Una historia en la cual desaparecen mujeres e inhibiciones varias mientras van apareciendo mil y un incógnitas distintas. Unas incógnitas tan extrañas como el más extraño de los lugares en el que puede situarse la misma vida.

Esta es una historia íntimamente ligada al cariño y a las remembranzas de juventud de su principal protagonista. Es decir, una historia íntimamente ligada a un chico y a sus dos amigos en una mística y misteriosa ciudad llena de secretos indesvelables. Una ciudad, en la cual, ellos conocen y se enamoran de varias mujeres, unas mujeres sumamente extrañas, hermosas y singulares, que van desapareciendo poco a poco sin dejar el más mínimo rastro. Esta, en consecuencia, es una historia como sucedida desde un intensísimo arrebato pasional o desde el más alocado y extraño estremecimiento de ternura. Aunque también, cabe decirlo, es una historia rodeada de costa a costa por cierto halo de misterio, cierto frenesí de erotismo y cierta aura de terror níveo e inexpugnable. Una historia nebulosa como la nebulosa ciudad en la cual tienen lugar los extraños y muy poco usuales sucesos que en ella acontecen. Una historia en la cual desaparecen mujeres e inhibiciones varias mientras van apareciendo mil y un incógnitas distintas. Unas incógnitas tan extrañas como el más extraño de los lugares en el que puede situarse la misma vida.

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<strong>En</strong> <strong>la</strong> <strong>nebulosa</strong> <strong>ciudad</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s <strong>muñecas</strong> <strong>cautivas</strong><br />

Miguel Ángel Guerrero Ramos<br />

2


© <strong>de</strong>l texto: Miguel Ángel Guerrero Ramos<br />

© <strong>de</strong> esta edición: La Lluvia <strong>de</strong> una Noche<br />

Título en inglés: In the misty ciy of captive dolls<br />

ISBN (eBook)-: 978-958-46-2342-3<br />

Código Safe Creative: 1304255005452<br />

Diseño <strong>de</strong> portada: La lluvia <strong>de</strong> una noche.<br />

1ª Edición: abril <strong>de</strong> 2013<br />

2ª Edición: julio <strong>de</strong> 2014<br />

(Edición ampliada y corregida)<br />

3


4<br />

A <strong>la</strong> magia <strong>de</strong> <strong>la</strong>s flores, <strong>la</strong>s golondrinas,<br />

<strong>la</strong>s brisas y <strong>la</strong>s primaveras.


…sé que existe en <strong>la</strong> belleza el bosque iluminado<br />

y <strong>la</strong> mujer mágica.<br />

Juan Carlos Mestre, La tumba <strong>de</strong> Keats<br />

<strong>En</strong>tre todas<br />

<strong>la</strong> vida es bel<strong>la</strong>.<br />

Y algo peor:<br />

fascinante.<br />

Olga Ma<strong>la</strong>ver, Existencias<br />

5


<strong>En</strong> <strong>la</strong> <strong>nebulosa</strong> <strong>ciudad</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s <strong>muñecas</strong> <strong>cautivas</strong><br />

Cero<br />

Por más extraño que parezca, el<strong>la</strong>s tres son mucho más misteriosas y herméticas que <strong>la</strong><br />

misteriosa y semiilusoria <strong>ciudad</strong> en <strong>la</strong> que viven. Nadie sabe, por cierto, si algún día<br />

el<strong>la</strong>s estuvieron a punto <strong>de</strong> ahogarse en un mar hecho con lágrimas <strong>de</strong> mariposa, o<br />

quién sabe si en esos místicos y secretos balbuceos <strong>de</strong> vida que se refugian en <strong>la</strong>s flores<br />

<strong>de</strong> invierno. Lo único que se sabe <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s, o por lo menos lo único que te puedo añadir<br />

sobre el limitado conocimiento que tú tienes sobre el<strong>la</strong>s, mi querido y muy estimado<br />

amigo, es que el<strong>la</strong>s tres aman profunda, intensa y vigorosamente <strong>la</strong> excelsa y<br />

arrobadora i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>la</strong>s caricias. Y cómo no. Cómo no van el<strong>la</strong>s a adorar <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

caricias más que cualquier otra cosa en este mundo, si el<strong>la</strong>s creen que <strong>la</strong>s caricias son<br />

como una danza, una danza realmente única, que se hace alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una fogata <strong>de</strong><br />

pasión, y a el<strong>la</strong>s, sabes, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>la</strong>s caricias, también les encanta y les<br />

fascina muchísimo <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>la</strong> danza. Es más, para el<strong>la</strong>s <strong>la</strong> vida entera es una danza.<br />

Una danza que bien pue<strong>de</strong> llegar a hab<strong>la</strong>r con una lengua capaz <strong>de</strong> calcinar los frutos<br />

prohibidos <strong>de</strong>l paraíso. Una danza que bien pue<strong>de</strong> llegar a hab<strong>la</strong>r con una lengua<br />

fulgurante y alucinada capaz <strong>de</strong> provocar hendiduras en <strong>la</strong> mirada misma <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida.<br />

¿Sabes?, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pensarlo con sumo cuidado, he <strong>de</strong>cidido que voy a ayudarte. He<br />

<strong>de</strong>cidido que voy a ayudarte a soportar el polvo que <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n <strong>la</strong>s epilépticas y<br />

6


nostálgicas nervaduras <strong>de</strong> esta historia. Sí, voy a ayudarte con <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas<br />

inusitadamente crepitantes que <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n los intersticios <strong>de</strong> todo lo que viviste tú y tus<br />

dos amigos en aquel<strong>la</strong> extraña y misteriosa <strong>ciudad</strong> que nunca olvidarás. Voy a<br />

ayudarte, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este mismo momento, a soportar el peso <strong>de</strong> una errante canción <strong>de</strong><br />

lujuria, el peso <strong>de</strong>l perfume <strong>de</strong> todas y cada una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s reverberaciones <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lirio y el<br />

<strong>de</strong>l eco <strong>de</strong> <strong>la</strong>s distintas voces <strong>de</strong> un olvido eternamente inconsumado. Por ahora, sin<br />

embargo, mi forma <strong>de</strong> ayudarte se limita a <strong>de</strong>cirte que <strong>de</strong>bes ser fuerte. No, no <strong>de</strong>bes<br />

dar espacio a ningún tipo <strong>de</strong> nostalgia o tristeza <strong>de</strong>structiva. No <strong>de</strong>bes <strong>de</strong>jar que tu<br />

alma se calcine con su propio fuego. Que no te haga querer suicidar el l<strong>la</strong>nto <strong>de</strong> una<br />

estrel<strong>la</strong> ni <strong>la</strong>s lágrimas <strong>de</strong> una luna fríamente atar<strong>de</strong>cida.<br />

Por otra parte, es muy seguro que en <strong>la</strong>s próximas líneas tú presentarás esta historia a<br />

tu manera (<strong>de</strong> hecho, eso es algo que yo podría jurar), <strong>de</strong> modo que antes <strong>de</strong> ello, yo me<br />

a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntaré para presentar<strong>la</strong> <strong>de</strong> mi propia forma. La presentaré como <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>senfrenado vaivén <strong>de</strong> tentaciones, como <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> tu alma y <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> tus dos<br />

amigos, como <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> una <strong>ciudad</strong> fuera <strong>de</strong> lo común y <strong>de</strong> cinco bel<strong>la</strong>s y singu<strong>la</strong>res<br />

mujeres ligeramente impregnadas <strong>de</strong> evanescencia.<br />

7


I<br />

El festival <strong>de</strong> hip-hop había empezado hacía más <strong>de</strong> tres o cuatro horas cuando mi<br />

amigo Julián y yo llegamos, cuando llegamos al festival en mención, cuando llegamos a<br />

una tierra <strong>de</strong> frenesí y finísimos intersticios <strong>de</strong> vida que se <strong>de</strong>svolvían bajo el rojo<br />

intenso <strong>de</strong> un ocaso infinito. Mi amigo, por cierto, había <strong>de</strong>cidido acompañarme para<br />

recordar los viejos tiempos <strong>de</strong> escue<strong>la</strong> en los que él y yo éramos formidables MC´s, para<br />

recordar aquellos tiempos en los que simple y l<strong>la</strong>namente nos hacíamos l<strong>la</strong>mar<br />

“raperos”. Al llegar al festival, mi amigo Julián no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> verse bastante<br />

entusiasmado con <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> explorar en los socavones <strong>de</strong>l tiempo. No <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> verse<br />

entusiasmado, más exactamente, con <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> revivir <strong>la</strong> forma en <strong>la</strong> que en nuestra<br />

adolescencia nosotros dos nos concentrábamos en los <strong>de</strong>sbocados pulsos <strong>de</strong> rap, en esos<br />

<strong>de</strong>sbocados pulsos que tanto hacen recordar, o por lo menos a mí me hacen recordar, a<br />

un mágico y <strong>de</strong>senfrenado toque <strong>de</strong> tambores africanos. Esos pulsos que son como <strong>la</strong><br />

rápida acometida <strong>de</strong> una existencia que se inventa a sí misma sobre el crepitar <strong>de</strong> todos<br />

los fuegos posibles. Sí, así iba el asunto, así iba <strong>la</strong> cuestión, no obstante, hay que aceptar<br />

que nuestros tiempos actuales, es <strong>de</strong>cir, los tiempos <strong>de</strong> mi amigo, y los tiempos míos,<br />

son muy distintos a los <strong>de</strong> diez años atrás cuando ambos estábamos en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, y hoy<br />

por hoy, a mi amigo Julián, cabe <strong>de</strong>cir, se le nota que ya no le interesa tanto el hip-hop.<br />

O bueno, hago <strong>la</strong> ac<strong>la</strong>ración <strong>de</strong> que no le interesa tanto como él dice, pese, eso sí, al<br />

entusiasmo que se evi<strong>de</strong>nciaba en él al llegar al festival. Pese a que él afirma a los<br />

cuatro vientos que el hip-hop aún hace parte esencial <strong>de</strong> todo lo que él es y será sobre <strong>la</strong><br />

faz <strong>de</strong> este p<strong>la</strong>no <strong>de</strong> <strong>la</strong> existencia física y material. Aunque, si me preguntaran, yo creo<br />

8


que él dice aquello para no quedar mal frente a mí. Para no quedar mal, ya que en<br />

nuestros años <strong>de</strong> escue<strong>la</strong>, él y yo solíamos <strong>de</strong>cir muy a menudo algo así como que sin<br />

importar el tiempo que pudiera pasar, nosotros siempre íbamos a amar al hip-hop más<br />

que a nada en <strong>la</strong> vida, mucho más incluso que a los inciertos y complejos perfumes <strong>de</strong><br />

los amores juveniles. De esos amores que marcan el inicio <strong>de</strong> una persona sobre los<br />

andares diversos <strong>de</strong> <strong>la</strong> pasión.<br />

Ahora bien, si digo que a mi amigo Julián ya no le interesa el hip-hop, o al menos no<br />

tanto como él dice que le interesa, es porque nada más llegar al festival, él se fijó <strong>de</strong><br />

inmediato en una hermosa chica que también asistía al evento. Él se fijó en el<strong>la</strong>, y en ese<br />

mismo instante, él, es <strong>de</strong>cir, mi amigo, se olvidó <strong>de</strong> que venía acompañado y se dirigió<br />

hacia don<strong>de</strong> estaba aquel<strong>la</strong> chica, hacia don<strong>de</strong> estaba aquel<strong>la</strong> divina y tentadora<br />

aparición <strong>de</strong> <strong>la</strong> belleza. <strong>En</strong> el lugar, que era un céntrico local <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong>, todos los que<br />

disfrutaban <strong>de</strong> <strong>la</strong> música se encontraban con sus brazos alzados mientras los<br />

ba<strong>la</strong>nceaban <strong>de</strong> un <strong>la</strong>do a otro según el ritmo <strong>de</strong> <strong>la</strong> canción que estuviera sonando. De<br />

un momento a otro, un momento <strong>de</strong> imprecisas y <strong>de</strong>sdibujadas <strong>de</strong>finiciones, volteé a ver<br />

qué estaba haciendo mi amigo Julián, y lo encontré besando apasionadamente a <strong>la</strong> chica<br />

que recién acababa <strong>de</strong> conocer. Eso, en principio, me dio algo <strong>de</strong> envidia. Me dio<br />

envidia puesto que <strong>la</strong> chica era realmente hermosa. Una <strong>de</strong> esas chicas por <strong>la</strong>s que yo<br />

podría llegar a darlo todo en una situación diferente. Una chica por <strong>la</strong> que bien cabría<br />

navegar <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> una luna mística y soñadora. Y digo que me dio envidia, porque si <strong>de</strong><br />

algo estoy seguro, es que si yo hubiera ido solo a aquel evento <strong>de</strong> hip-hop, yo hubiera<br />

sido el que hubiera hab<strong>la</strong>do con aquel<strong>la</strong> hermosísima chica, aunque lo que sí no sabría<br />

<strong>de</strong>cir es hasta dón<strong>de</strong> hubiera llegado yo con el<strong>la</strong>. Ah, y <strong>de</strong>bo ac<strong>la</strong>rar que me dio envidia,<br />

también porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace dos días, cuando llegué a La Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente<br />

9


(tal y como mis amigos y yo hemos <strong>de</strong>cidido l<strong>la</strong>mar a esta anieb<strong>la</strong>da y hermética<br />

<strong>ciudad</strong>), mi amigo Julián no ha hecho otra cosa más que hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> otra chica, <strong>de</strong> otra<br />

mujer, más exactamente <strong>de</strong> una tal Amalia. Según él, Amalia es <strong>la</strong> mujer <strong>de</strong> su vida.<br />

Amalia es <strong>la</strong> mujer que le ha hecho replegar <strong>la</strong>s entusiastas a<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> pasión. Es <strong>la</strong> mujer<br />

por <strong>la</strong> que él sería capaz <strong>de</strong> esca<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s más agrestes y escarpadas montañas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino.<br />

La mujer por <strong>la</strong> que perseguiría <strong>la</strong>s más infinitas adherencias <strong>de</strong> <strong>la</strong> entrega. “Y ¿a qué se<br />

<strong>de</strong>dica el<strong>la</strong>?”, fue lo primero que le pregunté a Julián cuando mencionó a <strong>la</strong> tal Amalia<br />

como por onceava vez. “Es una mujer <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida fácil”, dijo él, así como así, y sin<br />

dársele nada. Ni siquiera el mojigato <strong>de</strong> nuestro amigo Gonzalo, que estaba presente, se<br />

atrevió a <strong>de</strong>cir nada en ese instante.<br />

Gonzalo, por cierto, es el tercer y último miembro que menciono <strong>de</strong> nuestro grupo <strong>de</strong><br />

amigos. Al igual que Julián y yo, hace diez años él también era un habilidoso<br />

hip-hopero. Tenía una gran facilidad, por cierto, para hacer cantos en estilo reggae,<br />

aunque era un poco tímido al momento <strong>de</strong> subirse a una tarima para dar una<br />

presentación.<br />

Para esos momentos <strong>de</strong> <strong>la</strong> fiesta hip-hopera, hacía ya casi diez años que ni Julián, ni<br />

Gonzalo ni yo nos veíamos. Pero resulta que <strong>la</strong> vida a veces teje unas coinci<strong>de</strong>ncias muy<br />

extrañas. A veces <strong>la</strong> vida posee unas esencialida<strong>de</strong>s sumamente misteriosas, y por unos<br />

azares <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino que no logro y que muy probablemente nunca logre compren<strong>de</strong>r, y<br />

aunque ni Julián ni Gonzalo le vean nada <strong>de</strong> raro, hace poco nos resultó una beca a ellos<br />

y a mí para hacer cualquier curso <strong>de</strong> maestría que quisiéramos en La Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Nébu<strong>la</strong> Creciente, tal y como nosotros tres hemos optado por l<strong>la</strong>mar a dicha <strong>ciudad</strong>. A<br />

dicha <strong>ciudad</strong> tan misteriosa.<br />

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Nosotros nos enteramos <strong>de</strong> que nos habíamos ganado una beca, porque nos llegó al<br />

correo electrónico <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> nosotros una notificación con el aviso. Me imagino<br />

que cuando Gonzalo y Julián vieron aquel<strong>la</strong> notificación, es <strong>de</strong>cir, aquel aviso <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

vida, aquel luminoso aviso <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino que no era sino <strong>la</strong> perfecta consubstanciación <strong>de</strong><br />

los misterios que fluyen a través <strong>de</strong> <strong>la</strong>s impalpables y tersas superficies <strong>de</strong> lo caótico, se<br />

impresionaron tanto como yo al leer el nombre <strong>de</strong> los tres beneficiarios <strong>de</strong> aquel ilustre<br />

regalo académico. Una beca, aquel regalo, surgida <strong>de</strong>l cielo o quién sabe si <strong>de</strong> alguna<br />

oscura y tenebrosa gruta infernal. Una beca <strong>de</strong> <strong>la</strong> que, por cierto, aún nadie nos ha<br />

logrado explicar <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> salió y por qué fuimos escogidos precisamente nosotros tres.<br />

De cualquier forma, una beca es una beca, y <strong>la</strong>s oportunida<strong>de</strong>s no hay que <strong>de</strong>jar<strong>la</strong>s<br />

pasar. Por esa razón, esa misma noche mis dos amigos y yo nos pusimos en contacto<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casi diez años <strong>de</strong> no hacerlo.<br />

La beca que era <strong>de</strong>l cien por ciento <strong>de</strong>l costo <strong>de</strong> <strong>la</strong> matrícu<strong>la</strong> en cualquier maestría<br />

ofrecida por <strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente (tal y como <strong>de</strong>cidí l<strong>la</strong>mar a dicha<br />

universidad junto con mis dos amigos), incluía el alojamiento, <strong>la</strong> alimentación y una<br />

pequeña suma mensual <strong>de</strong> dinero. Aunque eso sí, hay que <strong>de</strong>cir que <strong>la</strong> beca ponía una<br />

condición bastante explícita y tajante. Se trataba <strong>de</strong> <strong>la</strong> condición <strong>de</strong> que Julián, Gonzalo,<br />

y yo, por supuesto, si <strong>de</strong>cidíamos aceptar<strong>la</strong>, tendríamos que quedarnos en un<br />

alojamiento muy específico y concreto, un alojamiento que figuraba en <strong>la</strong> notificación<br />

que llegó al correo electrónico <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> nosotros.<br />

No era, por cierto, el mismo alojamiento para los tres, sino, en cambio, uno para cada<br />

uno en puntos diversos <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong>. Sea como fuere, todos nosotros terminamos<br />

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aceptando el ofrecimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> beca, aunque nunca pudimos hab<strong>la</strong>r directamente con<br />

algún responsable <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma, puesto que todos los papeleos se resolvieron por vía <strong>de</strong>l<br />

e-mail, y con <strong>la</strong> ayuda <strong>de</strong> algún scanner al momento <strong>de</strong> enviar firmados los documentos<br />

que tenían que ser remitidos al correo electrónico: “nebu<strong>la</strong>123universitas@gmail.com”.<br />

Aunque, para salirme un poco <strong>de</strong>l tema <strong>de</strong> <strong>la</strong> beca, si hay algo que quiero <strong>de</strong>jar bien<br />

c<strong>la</strong>ro, mucho más c<strong>la</strong>ro que cualquier otra cosa, es que <strong>la</strong> historia que estoy a punto <strong>de</strong><br />

contar, es una historia en don<strong>de</strong> el misterio discurre <strong>de</strong> <strong>la</strong> forma más extraña y caótica<br />

que alguien se pueda imaginar. No, no es, como bien se pue<strong>de</strong> pensar hasta el momento,<br />

<strong>la</strong> historia <strong>de</strong> tres amigos que en sus épocas <strong>de</strong> adolescencia solían cantar rap, o hacer<br />

algunos cuantos pasos <strong>de</strong> break dance, y que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> algunos cuantos años se<br />

vuelven a encontrar para revivir el pasado. Es <strong>la</strong> historia <strong>de</strong>l caso <strong>de</strong> algunas cuantas<br />

mujeres que Julián, Gonzalo y yo, conocimos en <strong>la</strong> anieb<strong>la</strong>da y hermética Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Nébu<strong>la</strong> Creciente. La historia <strong>de</strong> un intrincando tejemaneje <strong>de</strong> sucesos en el que<br />

nosotros tres nos vimos envueltos a causa <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s mujeres. Unas mujeres tan<br />

misteriosas como atractivas, y que un buen día <strong>de</strong>saparecieron <strong>de</strong> <strong>la</strong> faz <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

forma más extraña que a alguien se le pueda pasar por <strong>la</strong> cabeza. Unas mujeres <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

cuales hab<strong>la</strong>ré con mucha más precisión en su <strong>de</strong>bido momento. Por ahora, los lectores<br />

<strong>de</strong>ben conformarse con <strong>la</strong> abstracta explicación <strong>de</strong> que esta es <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> un erótico y<br />

<strong>de</strong>licioso veneno, un veneno <strong>de</strong> fragancia sumamente anhe<strong>la</strong>da y furtiva, que un buen<br />

día, como por arte <strong>de</strong> magia, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> rondar los más oscuros e intransitados callejones<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> vida.<br />

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La Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente (tal y como tus amigos y tú <strong>la</strong> l<strong>la</strong>man), es una <strong>ciudad</strong><br />

bastante extraña y curiosa, querido y estimado Javier, por eso, si quieres contar <strong>la</strong><br />

historia <strong>de</strong> todo lo que aquí has visto, <strong>de</strong>bes contar<strong>la</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s<br />

tres. <strong>En</strong> eso <strong>de</strong>bes hacerme caso. Debes hacerme caso, querido Javier, ya que <strong>la</strong><br />

historia que estás a punto <strong>de</strong> contar, no es una historia que puedas explicar en <strong>de</strong>talle<br />

si tomas a <strong>la</strong>s mujeres que has conocido en dicha <strong>ciudad</strong> como el punto <strong>de</strong> referencia.<br />

Debes hab<strong>la</strong>r, óyeme bien, <strong>de</strong>l caso <strong>de</strong> Gonzalo, <strong>de</strong>l caso <strong>de</strong> Julián y <strong>de</strong>l caso tuyo, y si<br />

hab<strong>la</strong>s <strong>de</strong> cada caso por separado, muchísimo mejor, mi querido y estimado. Por cierto,<br />

quiero que sepas algo, algo que no <strong>de</strong>bes olvidar: quiero que sepas que los<br />

alojamientos que les fueron otorgados en su <strong>de</strong>bido momento a tus dos amigos y a ti en<br />

esta <strong>ciudad</strong>, no tienen absolutamente nada <strong>de</strong> fortuito ni <strong>de</strong> azaroso. Créeme, aunque<br />

no lo parezca, y a veces todo sea tan pero tan <strong>de</strong>sconcertante, en esta historia todo<br />

tiene su razón <strong>de</strong> ser.<br />

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II<br />

Para contar <strong>la</strong> misteriosa historia que <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>jar p<strong>la</strong>smada en <strong>la</strong>s presentes líneas, el<br />

primer caso al que <strong>de</strong>bo referirme, porque siento que así me lo dicta y me lo aconseja<br />

una insospechada parte <strong>de</strong> mi ser, es el mío. Eso es lo que me aconseja una parte<br />

cualquiera <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí, tan cualquiera como <strong>la</strong> noche bel<strong>la</strong> y singu<strong>la</strong>rísima <strong>de</strong> una piel<br />

cualquiera, aunque llena <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos concupiscentes e intensos, <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos capaces <strong>de</strong><br />

navegar a <strong>la</strong> <strong>de</strong>riva <strong>de</strong> lo venturoso. De modo que empezaré esta historia con mi propio<br />

caso en <strong>la</strong> siempre misteriosa y mística Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. Y para ello, para<br />

referirme a dicho caso, a dicha historia <strong>de</strong> tacto enfebrecido e ineludible que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

poco impactará sobre <strong>la</strong> más sedosa estructura <strong>de</strong>l existir, lo primero que diré es lo<br />

siguiente: cuando <strong>de</strong>cidí aceptar <strong>la</strong> extraña y curiosa beca que gané no sé cómo, no me<br />

imaginaba que tendría que irme a vivir junto a tres hermosas y jóvenes mujeres, junto a<br />

tres bellísimas exponentes <strong>de</strong> una tentación más allá <strong>de</strong> los lin<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> este mundo. No<br />

lo sospeché ni por asomo, hasta que no llegué a <strong>la</strong> dirección indicada en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Nébu<strong>la</strong> Creciente, hasta que no llegué junto a <strong>la</strong> entrada <strong>de</strong> un <strong>de</strong>stino ligeramente<br />

alunado. C<strong>la</strong>ro, al llegar allí, es <strong>de</strong>cir, a aquel<strong>la</strong> lujosa estancia que me había sido<br />

reservada, porque sí que era lujosa, saqué <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve que me había llegado hacía dos días<br />

atrás por correo postal. La l<strong>la</strong>ve que me había llegado para abrir <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> mi nuevo<br />

apartamento temporal. Yo sólo pensaba en hospedarme lo más pronto posible en aquel<br />

lugar, en insta<strong>la</strong>rme cuanto antes, por ello, cabe <strong>de</strong>cir, fue que no l<strong>la</strong>mé a <strong>la</strong> puerta como<br />

<strong>de</strong>bería antes <strong>de</strong> abrir<strong>la</strong>. No lo hice porque no pensé que allí viviera nadie más. No<br />

obstante, mi sorpresa, y qué sorpresa, o más bien mi consternación, fue absoluta. Lo fue,<br />

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porque al abrir <strong>la</strong> puerta y al pasar como si nada, <strong>de</strong>scubrí a tres hermosas y jóvenes<br />

mujeres en un jacuzzi insta<strong>la</strong>do justo en el centro <strong>de</strong> lo que era <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>de</strong> aquel<br />

apartamento. Al verme <strong>la</strong>s tres sonrieron y me saludaron con un amable y acomedido<br />

“Ho<strong>la</strong>, cómo estás”. Yo también <strong>de</strong>cidí sonreírles entonces y luego les respondí con un<br />

no menos amable y acomedido “Muy bien, chicas, gracias. Me imagino que uste<strong>de</strong>s<br />

también son estudiantes becadas o algo por el estilo ¿verdad?”.<br />

—No, te equivocas —me respondió una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s—. Nosotras somos <strong>la</strong>s dueñas <strong>de</strong> este<br />

apartamento y me imagino que tú eres Javier, ¿no es así?<br />

—Sí, yo soy Javier. Un gusto conocer<strong>la</strong>s.<br />

—Igualmente —dijo otra <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s hermosas chicas—. Es todo un gusto para nosotras<br />

tenerte como invitado aquí en nuestra casa mientras terminas tus estudios <strong>de</strong> maestría.<br />

Tras <strong>de</strong>cir aquello, aquel<strong>la</strong> última chica que habló se presentó como Rebeca. El<strong>la</strong> tenía<br />

el cabello corto y era pelirroja, el<strong>la</strong> tenía una intensa chispa <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su piel y<br />

una nube ligerísima que le hacía gravitar sensualmente <strong>la</strong> mirada. Acto seguido, otra <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s chicas se presentó como Mariana, el<strong>la</strong> tenía el cabello oscuro y muy <strong>la</strong>rgo, como me<br />

daría cuenta luego, y un lunar muy coqueto en medio <strong>de</strong> su mejil<strong>la</strong> izquierda.<br />

Finalmente se presentó Xiomara, el<strong>la</strong> tenía el cabello rubio y, como también me daría<br />

cuanta luego, un poco más abajo <strong>de</strong> los hombros. Esta última, por cierto, tenía un halo<br />

<strong>de</strong> misterio y una apasionada y vertiginosa alienación astral que giraba en torno a su<br />

propio ser el<strong>la</strong>, en torno a su propio ser mujer.<br />

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Luego <strong>de</strong> que aquel<strong>la</strong>s chicas se presentarán, el<strong>la</strong>s me explicaron muy rápidamente que<br />

<strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente (tal y como mis amigos y yo <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mamos), les<br />

estaba pagando a el<strong>la</strong>s una buena suma <strong>de</strong> dinero por tenerme a mí como huésped. Por<br />

esa razón, entre muchas otras, el<strong>la</strong>s me instaron a que me sintiera como en casa.<br />

Y así, aprovechando esa confianza que yo veía que se estaba forjando allí, les pregunté<br />

a <strong>la</strong>s dueñas <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa, o <strong>de</strong>l apartamento, o <strong>de</strong> lo que fuera, puesto que lo que<br />

realmente importa es que era muy lujoso y acogedor, unas dos o tres cosas. Les<br />

pregunté que quién más vivía allí y el<strong>la</strong>s me contestaron que nadie más. Les pregunté si<br />

el<strong>la</strong>s eran hermanas o algo así, y luego <strong>de</strong> reírse muy alegre y coquetamente durante<br />

unos cuantos segundos me contestaron que no, que el<strong>la</strong>s únicamente eran amigas.<br />

Finalmente les pregunté por qué razón el<strong>la</strong>s se atrevían a tomar un baño en un jacuzzi<br />

tan espectacu<strong>la</strong>r sin poner algún programa en el televisor p<strong>la</strong>sma <strong>de</strong> cincuenta y tantas<br />

pulgadas que estaba en una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, o un poco <strong>de</strong> música siquiera<br />

para amenizar un poco el ambiente. El<strong>la</strong>s me preguntaron entonces qué c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> música<br />

escuchaba yo, y yo les dije que hacía mucho tiempo atrás me había <strong>de</strong>sentendido <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

música. El<strong>la</strong>s insistieron en querer saber qué música escuchaba yo con el argumento<br />

irrefutable <strong>de</strong> que <strong>la</strong> música es una dimensión esencial <strong>de</strong>l ser humano, y <strong>de</strong> que<br />

siempre, sin importar cómo ni dón<strong>de</strong>, hay alguna tonada sonando por allá, en lo más<br />

recóndito <strong>de</strong> <strong>la</strong> existencia, <strong>de</strong> <strong>la</strong> existencia más personal. De modo que terminé<br />

diciéndoles a el<strong>la</strong>s tres que en mi juventud yo no escuchaba otra cosa que no fuera rap.<br />

A el<strong>la</strong>s les pareció interesante y al poco tiempo, una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s, más exactamente Mariana,<br />

dijo que iba a ir a colocar algo <strong>de</strong> música y en ese mismo instante se levantó y salió <strong>de</strong>l<br />

jacuzzi. Fue entonces cuando mi sorpresa, o más bien mi consternación, fue mucho más<br />

que absoluta, mucho más que gigante y mucho más que inmensa. Fue mucho más que<br />

16


todo ello porque aquel<strong>la</strong> hermosa chica estaba totalmente <strong>de</strong>snuda y yo no me había<br />

dado cuenta. Yo no me había dado cuenta puesto que, hasta el momento, el<strong>la</strong>s habían<br />

estado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l susodicho jacuzzi, y yo sólo había podido ver<strong>la</strong>s, por tanto, <strong>de</strong> los<br />

hombros hacia arriba. Pero bueno, <strong>de</strong>cía que Mariana se había levantado para ir a<br />

colocar algo <strong>de</strong> música, y eso hizo, así, totalmente <strong>de</strong>snuda y como si nada. El<strong>la</strong> colocó<br />

una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s canciones <strong>de</strong> Doctor Dre, me preguntó luego que qué me parecía, y yo no<br />

alcancé, por mi turbación, a musitarle siquiera que yo siempre había preferido mucho<br />

más <strong>la</strong>s canciones <strong>de</strong>l rap hispano. Fue entonces cuando Xiomara, con <strong>la</strong> excusa <strong>de</strong> que<br />

tenía algo <strong>de</strong> sed, salió también <strong>de</strong>l jacuzzi, totalmente <strong>de</strong>snuda, al igual que Mariana.<br />

Salió <strong>de</strong>l jacuzzi como evocando algún intenso verbo <strong>de</strong> pasión capaz <strong>de</strong> rehacer <strong>la</strong><br />

secreta y sinuosa estructura <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra piel o como evocando todas <strong>la</strong>s noches que se<br />

han enamorado <strong>de</strong> un ondu<strong>la</strong>nte crepitar. Luego, el<strong>la</strong>, <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Xiomara, me dijo lo<br />

siguiente:<br />

—¿Qué pasa, chico? No te asustes tanto. Ni que nunca hubieras sabido, antes <strong>de</strong> hoy,<br />

cómo es una mujer <strong>de</strong>snuda. Es más, si quieres, para que te re<strong>la</strong>jes un poco, bien pue<strong>de</strong>s<br />

entrar al jacuzzi con nosotras.<br />

—Muchas gracias, lo que pasa es que apenas si nos conocemos y…<br />

—Que no hay ningún problema, <strong>de</strong> veras.<br />

—Bueno, pues no digo que no me gustaría, pero mejor me pongo a <strong>de</strong>sempacar mis<br />

maletas y lo <strong>de</strong>jo para otra ocasión —dije, con una irreductible e irradiante mezc<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

timi<strong>de</strong>z y turbación que a el<strong>la</strong>s les <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> caer un tanto en gracia.<br />

17


—Pues tú te lo pier<strong>de</strong>s, chico. Aunque, bueno, por otra parte, si lo pensamos mejor, para<br />

disfrutar <strong>de</strong> este espectacu<strong>la</strong>r jacuzzi tú tienes los próximos años que estés aquí con<br />

nosotras. Eso, mientras terminas tus estudios <strong>de</strong> posgrado.<br />

18


III<br />

Quiero hacer énfasis en el hecho <strong>de</strong> que mi caso es también el caso <strong>de</strong> Rebeca, Mariana<br />

y Xiomara. Todas el<strong>la</strong>s, por cierto, no so<strong>la</strong>mente muy hermosas y con unas pieles<br />

perfectamente suaves y torneadas, sino con un sexapil increíble. Aparte <strong>de</strong> eso,<br />

Xiomara, para mi llegada a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, tenía unos ojos<br />

extrañamente bril<strong>la</strong>ntes, unos ojos <strong>de</strong> cuarto menguante tal y como yo <strong>de</strong>cidí l<strong>la</strong>marlos<br />

para mis a<strong>de</strong>ntros. Los senos <strong>de</strong> Mariana, por otra parte, eran increíblemente gran<strong>de</strong>s y<br />

vistosos y Rebeca, al igual que sus dos amigas, lo tenía todo increíblemente bello. Sin<br />

embargo, yo sé que eso <strong>de</strong> encontrarse a tres mujeres <strong>de</strong>snudas en una bañera o un<br />

jacuzzi, o lo que fuera, no es algo que a uno le suceda todos los días, por lo que lo más<br />

obvió, pensé en el momento, y sigo pensando aún, es que allí había gato encerrado. Mi<br />

vida podría llegar incluso a correr grave peligro si yo continuaba allí, llegué a pensar en<br />

un incierto y <strong>de</strong>sapercibido momento (un momento tan incierto y <strong>de</strong>sapercibido como<br />

los mismos sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> <strong>la</strong> brisa), no obstante, el hecho <strong>de</strong> que quienes me asignaron <strong>la</strong><br />

beca supieran que yo estaba allí, y todos mis amigos y mis familiares a quienes les<br />

informé oportunamente sobre todo lo re<strong>la</strong>cionado con mi beca, me tranquilizó mucho.<br />

Aun así, encerrado en el cuarto que mis <strong>de</strong>snudas y hermosas anfitrionas me asignaron,<br />

<strong>de</strong>cidí l<strong>la</strong>mar a Gonzalo y a Julián para <strong>de</strong>cirles qué me había encontrado exactamente<br />

en aquel apartamento en el cual iba yo a vivir un buen par <strong>de</strong> años. Y sí, se los conté.<br />

Pero como muchos se pue<strong>de</strong>n imaginar, ni Gonzalo ni Julián me creyeron ni media<br />

pa<strong>la</strong>bra. Traté <strong>de</strong> hacerles ver por todos los medios y con todas <strong>la</strong>s fórmu<strong>la</strong>s retóricas<br />

que se me ocurrió improvisar, que lo que yo había dicho era cien por ciento verdad.<br />

19


Pero igual no me creyeron y yo terminé diciéndoles que sí, que todo era exageración<br />

mía (<strong>de</strong> igual forma ya les <strong>de</strong>mostraría luego que no). Y fue durante esas dos l<strong>la</strong>madas<br />

que les hice a mis dos amigos, es <strong>de</strong>cir, a Gonzalo y Julián, cuando me enteré <strong>de</strong> que<br />

ellos, a diferencia mía, habían llegado a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente el día anterior,<br />

y que habían conocido cada uno a una mujer, que según <strong>de</strong>cían, era <strong>la</strong> mujer <strong>de</strong> sus<br />

vidas.<br />

La mujer <strong>de</strong> <strong>la</strong> que se había enamorado Julián se l<strong>la</strong>maba Amalia, aunque él no me<br />

quiso dar muchos <strong>de</strong>talles. Y <strong>la</strong> mujer <strong>de</strong> <strong>la</strong> que se enamoró Gonzalo, <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual él se<br />

moría <strong>de</strong> ganas por hab<strong>la</strong>rme, se l<strong>la</strong>maba Angie.<br />

Al día siguiente <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s l<strong>la</strong>madas, me encontré con Gonzalo para almorzar en un<br />

bonito restaurante <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. Habían pasado ya casi diez años<br />

<strong>de</strong> no vernos, por lo que no fue nada raro que yo <strong>de</strong>scubriera a un Gonzalo totalmente<br />

diferente al <strong>de</strong> mis épocas <strong>de</strong> escue<strong>la</strong>. Una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s primeras cosas en <strong>la</strong>s que me pu<strong>de</strong><br />

fijar cuando saludé a mi viejo camarada, fue que a él ya no le interesaba hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong><br />

grupos <strong>de</strong> hip-hop, ni <strong>de</strong> estilos <strong>de</strong> flow o <strong>de</strong> freestyle o <strong>de</strong> top rockings ni <strong>de</strong> nada por el<br />

estilo. A él, a <strong>de</strong>cir verdad, no le interesaba nada que no fuera <strong>la</strong> astronomía. O al menos<br />

esa fue <strong>la</strong> primera impresión que tuve <strong>de</strong> él, porque luego ya me daría cuenta <strong>de</strong> que a<br />

mi amigo <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, a <strong>de</strong>cir verdad, no le interesaba nada que no fuera <strong>la</strong> astronomía,<br />

y <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie. Cabe <strong>de</strong>cir que en nuestra época <strong>de</strong> raperos, nosotros nunca vestimos<br />

<strong>de</strong> forma muy l<strong>la</strong>mativa, con blin blin y todo eso, sino apenas con unos pantalones con<br />

unas cuantas tal<strong>la</strong>s extra y muy <strong>de</strong> vez en cuando alguno que otro saco capotero un poco<br />

holgado. Recuerdo que en aquel<strong>la</strong> época nosotros siempre <strong>de</strong>cíamos que el arte y <strong>la</strong><br />

cultura se llevan en el corazón y no en <strong>la</strong> pinta o en <strong>la</strong> forma <strong>de</strong> vestir. Pero bueno, <strong>de</strong>cía<br />

20


yo que a Gonzalo ya no le interesaba hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> grupos <strong>de</strong> rap y mucho menos le<br />

interesaba recordar su vieja chapa, es <strong>de</strong>cir, su viejo apodo, que era el <strong>de</strong> El<br />

Cancerbero. No, a él no le interesaba casi nada que no fuera el asunto principal por el<br />

cual fue a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, es <strong>de</strong>cir, el asunto <strong>de</strong> llevar a cabo sus<br />

estudios en <strong>la</strong> maestría <strong>de</strong> física espacial y radioastronomía <strong>de</strong> <strong>la</strong> universidad <strong>de</strong> dicha<br />

<strong>ciudad</strong>. Pero eso sí, digo que a él no le interesaba casi nada más, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

astronomía, porque a él no le interesaba, a fin <strong>de</strong> cuentas, ninguna otra cosa que no<br />

fuera <strong>la</strong> astronomía y, como ya lo he dicho, <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie, es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> chica <strong>de</strong><br />

piel suave como <strong>de</strong> brisa teñida <strong>de</strong> ternura que él conoció en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong><br />

Creciente y por <strong>la</strong> cual él vivía y moría. La chica que ocupaba todas y cada una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

intensida<strong>de</strong>s que se ocultaban en sus más secretas palpitaciones y en sus más íntimas<br />

figuraciones.<br />

C<strong>la</strong>ro, por todo lo que he dicho hasta ahora, es <strong>de</strong> imaginarse que cuando <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie<br />

<strong>de</strong>sapareció, el pobre <strong>de</strong> Gonzalo quedó sumido en una angustia verda<strong>de</strong>ramente<br />

profunda, una angustia <strong>de</strong> contornos in<strong>de</strong>cibles y me<strong>la</strong>ncólicos que le hacía crujir el<br />

alma <strong>de</strong> dolor. Pero vayamos por partes. Ese día en el cual Gonzalo y yo nos vimos<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casi diez años <strong>de</strong> no hacerlo para almorzar en un restaurante, Julián, que<br />

también estaba citado para encontrarse con nosotros, llegó tar<strong>de</strong>, tal y como era su<br />

costumbre en nuestras épocas <strong>de</strong> escue<strong>la</strong>. Luego, lo primero que Julián nos preguntó al<br />

vernos, era que a quién <strong>de</strong> nosotros dos se le había ocurrido organizar el recuentro <strong>de</strong><br />

aquel grupo <strong>de</strong> amigos en un sobrio y aburrido restaurante y no en un bar como, según<br />

él, Dios manda. De cualquier forma, Julián se quedó con nosotros en aquel restaurante y<br />

nos comentó que estaba profundamente enamorado <strong>de</strong> una chica, una chica <strong>de</strong> mística<br />

sensualidad, al igual que Angie, o que cualquiera <strong>de</strong> mis tres bel<strong>la</strong>s y <strong>de</strong>sconcertantes<br />

21


anfitrionas, <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. Aunque, eso sí, él no brindó muchos<br />

<strong>de</strong>talles sobre el<strong>la</strong> en esos instantes y sólo se limitó a <strong>de</strong>cir que era hermosísima. De<br />

todos modos, ya habría tiempo <strong>de</strong> sobra para que Gonzalo y yo nos enteráramos <strong>de</strong> que<br />

Julián se había enamorado <strong>de</strong> una prostituta <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong>. Una prostituta con un aire<br />

mágico y apasionado aunque un tanto lúgubre y opaco; un aire que en todo momento, y<br />

en todo insignificante y fugaz retazo <strong>de</strong> suspiro fugitivo y moribundo, le daba a aquel<strong>la</strong><br />

singu<strong>la</strong>r y bel<strong>la</strong> chica <strong>la</strong> apariencia <strong>de</strong> estar a punto <strong>de</strong> morir y a punto <strong>de</strong> renacer luego<br />

junto a <strong>la</strong> espuma <strong>de</strong> algún <strong>de</strong>saparecido y enamorado océano. Un renacer incierto y<br />

teñido <strong>de</strong> sombras cuyo único objetivo era el <strong>de</strong> hacer que el<strong>la</strong> volviera a morir.<br />

Tres semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi llegada a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie,<br />

que era <strong>la</strong> mujer por <strong>la</strong> que Gonzalo sería capaz <strong>de</strong> dar hasta su vida, era casi tan amiga<br />

mía como lo era el mismo Gonzalo. Fueron incluso varias <strong>la</strong>s ocasiones en <strong>la</strong>s que los<br />

tres estuvimos por ahí, en algún centro comercial, mirando vitrinas para per<strong>de</strong>r el<br />

tiempo o <strong>la</strong>miendo <strong>la</strong> bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> algún <strong>de</strong>licioso he<strong>la</strong>do <strong>de</strong> sabores. No obstante, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir<br />

que <strong>la</strong> historia que tiene que ver con Gonzalo y con <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie, es una historia que<br />

aún no <strong>de</strong>bo contar en <strong>de</strong>talle. Si bien po<strong>de</strong>mos recordar, yo dije que iba a contar <strong>la</strong><br />

misteriosa historia <strong>de</strong> lo que a Gonzalo, a Julián y a mí nos sucedió durante nuestra<br />

estadía en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. Y si bien po<strong>de</strong>mos recordar, yo dije que<br />

dicha historia <strong>la</strong> comenzaría con mi caso, puesto que los sucesos sumamente misteriosos<br />

en los que mis dos amigos y yo nos vimos envueltos, no fueron, a fin <strong>de</strong> cuentas,<br />

exactamente los mismos, aunque tengan alguna que otra semejanza.<br />

22


Pues bien, mi caso tiene que ver única y exclusivamente con mis tres hermosas<br />

anfitrionas, con un secreto que el<strong>la</strong>s guardan con cierto recelo, con el modo en el cual<br />

el<strong>la</strong>s y yo nos volvimos amantes, y con su misteriosa y extraña <strong>de</strong>saparición. Mientras<br />

que <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> mis amigos Gonzalo y Julián, tienen que ver, principalmente, con <strong>la</strong><br />

misteriosa <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie y <strong>de</strong> <strong>la</strong> hermosa prostituta <strong>de</strong> <strong>la</strong> que se<br />

enamoró Julián <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su primer día en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. Una <strong>ciudad</strong><br />

sobre <strong>la</strong> que llueve una extraña vehemencia <strong>de</strong> ámbar y una que otra apetencia ligada a<br />

uno que otro relámpago <strong>de</strong>l existir.<br />

¿Sabes una cosa, querido Javier?, yo conozco a <strong>la</strong> perfección esa parte exacta <strong>de</strong>l<br />

universo que alcanza a cubrir tu imaginación. De igual forma, déjame <strong>de</strong>cirte, yo<br />

conozco todos y cada uno <strong>de</strong> los recovecos <strong>de</strong> esta historia que tú quieres contar. No<br />

me vayas a preguntar que quién soy, porque sólo te respon<strong>de</strong>ría que yo soy quien<br />

<strong>de</strong>rramó el espumoso vino <strong>de</strong> los adúlteros sobre tu cuerpo. Mejor déjame prevenirte.<br />

Sí, déjame prevenirte <strong>de</strong> que tú no podrás afrontar tan fácilmente <strong>la</strong>s inverosimilida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> historia que quieres contar. Por eso es que quiero aconsejarte que el caso tuyo y<br />

el <strong>de</strong> tus dos amigos los cuentes interca<strong>la</strong>damente, si lo haces así, tú mismo irás<br />

<strong>de</strong>scubriendo muchos secretos que yo te ayudaré a <strong>de</strong>scifrar. Créeme lo que te digo,<br />

que no por nada yo soy <strong>la</strong> única guía que tú pue<strong>de</strong>s encontrar en los vaporosos<br />

<strong>la</strong>berintos <strong>de</strong> lo incierto. Por otra parte, no vayas a olvidar nunca, cuando pienses en<br />

mí, que yo soy como una estrel<strong>la</strong> que <strong>de</strong>sea <strong>de</strong>scubrir cuántos <strong>la</strong>tidos caben en una leve<br />

y pasajera ensoñación.<br />

23


IV<br />

El caso <strong>de</strong> mi amigo Gonzalo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> complejo, es bastante preocupante, ya que él<br />

ha sufrido mucho con <strong>la</strong> <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Angie. Ya han pasado casi dos meses <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

nuestra llegada a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. No es mucho tiempo, pero pareciera<br />

que para Gonzalo no ha existido nada con anterioridad a ese gélido y nub<strong>la</strong>do día en el<br />

que él respiró por primera vez el aire <strong>de</strong> esta extraña <strong>ciudad</strong>, <strong>de</strong> esta extraña <strong>ciudad</strong> en<br />

don<strong>de</strong> aún hoy en día, ante todo lo que le ha ocurrido, él piensa cursar sus estudios <strong>de</strong><br />

maestría en física espacial y radioastronomía.<br />

Cierta mañana, al poco tiempo <strong>de</strong> que yo hubiera llegado a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong><br />

Creciente, lo visité a él en su apartamento, es <strong>de</strong>cir, al apartamento que le fue otorgado<br />

momentáneamente por <strong>la</strong> beca, y lo encontré contando uno a uno los minutos <strong>de</strong>l cielo,<br />

o al menos eso fue lo que me dijo Gonzalo que estaba haciendo. Eso fue lo que me dijo,<br />

sí, como por no <strong>de</strong>cir algo tan trivial como que estaba contando estrel<strong>la</strong>s o como que<br />

estaba contando los minutos <strong>de</strong> su propia soledad.<br />

Pero bueno, yo sé que <strong>de</strong>bo ser un poco más concreto, y yo sé muy bien que <strong>de</strong>cir que<br />

alguien como mi amigo Gonzalo se encuentra contando los minutos <strong>de</strong> su propia<br />

soledad, o contando estrel<strong>la</strong>s, no es algo que dé mucha información sobre ese alguien o<br />

sobre los sucesos que dicho alguien ha vivido durante los últimos días. Por otra parte, si<br />

hay algo que <strong>de</strong>bo aceptar en esta vida es que yo soy un tanto abstracto, o mejor dicho,<br />

muy abstracto, y más aún cuando cuento una historia. De cualquier forma, lo que en<br />

24


verdad encontré haciendo a mi querido amigo Gonzalo aquel<strong>la</strong> mañana cuando lo visité,<br />

fue observando por un elegante y fino telescopio el firmamento (o al menos me imagino<br />

yo que el firmamento, porque ¿qué más podría estar observando él?).<br />

Por cierto, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir, a modo <strong>de</strong> un breve paréntesis, que a mi amigo Gonzalo, todo lo<br />

que tenga que ver con el firmamento, el espacio si<strong>de</strong>ral, los astros y todos los objetos<br />

que <strong>de</strong> una u otra forma estudia <strong>la</strong> astronomía, siempre le ha <strong>de</strong>spertado a él una<br />

fascinación <strong>de</strong> límites insospechados. Cada día, incluso, cuando el ocaso, con sus<br />

matices rojos, o naranjas, o violetas, o incluso ver<strong>de</strong>s, cae y se precipita en todas <strong>la</strong>s<br />

miradas que <strong>de</strong>sean inspeccionar el cielo, y el universo entero se <strong>de</strong>spierta reve<strong>la</strong>ndo los<br />

matices propios <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, mi querido amigo Gonzalo Ruíz se <strong>de</strong>dica a observar por un<br />

potente telescopio el brillo suave y místico <strong>de</strong> <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l cosmos. Una tarea a <strong>la</strong><br />

que aún hoy en día él se <strong>de</strong>dica por entero, con <strong>la</strong> ligera excepción <strong>de</strong> que últimamente<br />

él también se ha <strong>de</strong>dicado a sentir <strong>la</strong> abismal ausencia <strong>de</strong> su querida Angie, que como he<br />

dicho en líneas anteriores, es una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s misteriosas mujeres <strong>de</strong>saparecidas <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente.<br />

—Dime, Javier —me preguntó Gonzalo <strong>de</strong> un momento a otro cuando lo fui a visitar<br />

esa mañana que hace rato mencioné—, ¿¡por qué Angie tenía que <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> un<br />

momento a otro, justo cuando todo iba tan bien!? ¿¡Por qué <strong>de</strong>cidió el<strong>la</strong> tomar ese tren<br />

esa fría y lluviosa mañana para no volver, al parecer, nunca más!? ¿¡¡Por qué!!? ¿¡¡Por<br />

qué, Javier!!? ¿¿¡Por qué motivo, ah!?? ¿¡Por qué motivo <strong>de</strong>cidió el<strong>la</strong> l<strong>la</strong>marme para<br />

que <strong>la</strong> viera partir, así, como si nada!? ¡No lo entiendo!!! No lo entiendo, Javier. Te lo<br />

juro que no lo entiendo…<br />

25


Mi amigo Gonzalo estaba mucho más <strong>de</strong>struido <strong>de</strong> lo que en un comienzo yo llegué a<br />

pensar que él lo iba a estar por <strong>la</strong> misteriosa <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Angie. Pero, ¿qué oscura<br />

razón se escondía tras el hecho <strong>de</strong> que el<strong>la</strong>, es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong> hermosa y alegre Angie,<br />

<strong>de</strong>cidiera <strong>de</strong>saparecer y <strong>de</strong>jarle todas sus cosas, incluyendo su propio diario personal, a<br />

su novio, es <strong>de</strong>cir, a Gonzalo? Y, ¿por qué <strong>de</strong>cidió el<strong>la</strong> partir justa y precisamente en un<br />

tren, un medio tan poco utilizado por <strong>la</strong>s personas <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente?<br />

Sea cual fuere <strong>la</strong> respuesta para cada una <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s preguntas que llegan<br />

constantemente y no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> rondar <strong>la</strong> cabeza <strong>de</strong> Gonzalo, e incluso <strong>la</strong> mía, lo único<br />

cierto es que en <strong>la</strong> memoria <strong>de</strong> mi amigo han quedado todos los vestigios <strong>de</strong> <strong>la</strong> dulce luz<br />

que <strong>la</strong> linda Angie Danie<strong>la</strong> Durán <strong>de</strong>spedía por su piel. Pero eso, en lugar <strong>de</strong><br />

impregnarlo e insuf<strong>la</strong>rlo <strong>de</strong> vida, es, a <strong>de</strong>cir verdad, algo que preocupa mucho más a mi<br />

querido amigo. No por nada, en <strong>la</strong> memoria <strong>de</strong> él ha quedado, igualmente, <strong>la</strong> presencia<br />

sutil <strong>de</strong> <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> y alegre Angie rondando como una brisa en el vacío o una pelusa que es<br />

arrastrada hacia algún lejano confín.<br />

Pero eso sí, en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> mi amigo Gonzalo no solo han quedado aquel<strong>la</strong>s insustanciales<br />

y lejanas briznas <strong>de</strong> humanidad y <strong>de</strong> amor por su novia (<strong>la</strong> única que le llegué a conocer<br />

hasta el momento ahora que me pongo a pensar), sino que, en su po<strong>de</strong>r, y bajo su entera<br />

responsabilidad, por supuesto, también quedó el apartamento y todas <strong>la</strong>s cosas que el<strong>la</strong><br />

tenía. Todas <strong>la</strong>s cosas que alguna vez le pertenecieron a <strong>la</strong> linda Angie y que ahora<br />

parecen pertenecer a Gonzalo. Más exactamente una cama, un montón <strong>de</strong> libros <strong>de</strong><br />

biología, varios implementos <strong>de</strong> cosmética, un televisor, un computador portátil, una<br />

nevera color hueso, varios implementos <strong>de</strong> cocina, una pequeña y mimosa gatita<br />

l<strong>la</strong>mada B<strong>la</strong>nca que Angie siempre solía consentir mucho, y hasta toda <strong>la</strong> ropa que<br />

26


estaba en el apartamento <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Sí, tal y como he dicho, con todo lo que tenía <strong>la</strong> linda<br />

Angie se ha quedado Gonzalo, a excepción <strong>de</strong> <strong>la</strong> ropa que el<strong>la</strong> llevaba ese triste e<br />

inolvidable día en el cual <strong>de</strong>cidió partir.<br />

Por fortuna, digo yo, <strong>la</strong> pequeña gatita B<strong>la</strong>nca <strong>de</strong> Angie ya le había tomado mucho<br />

cariño a Gonzalo, pues él solía visitar a su novia muy seguidamente (con “muy<br />

seguidamente”, lo que quiero <strong>de</strong>cir, a <strong>de</strong>cir verdad, es que él se <strong>la</strong> pasaba metido en el<br />

apartamento <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, puesto que ambos eran vecinos, y como novios eran muy melosos).<br />

Debido a ello, <strong>la</strong> pequeña y mimosa gatita no protestó cuando Gonzalo <strong>de</strong>cidió<br />

llevárse<strong>la</strong> a su apartamento. Y así, al poco tiempo <strong>de</strong> que <strong>la</strong> hermosa Angie se marchara<br />

y cuando ya Gonzalo se hubo percatado <strong>de</strong> que el<strong>la</strong> no pensaba volver ni pensaba<br />

comunicarse siquiera con él, y cuando ya <strong>la</strong> pequeña gatita B<strong>la</strong>nca se encontraba<br />

insta<strong>la</strong>da cómodamente en su casa, Gonzalo se puso en <strong>la</strong> vana tarea <strong>de</strong> buscar a algún<br />

familiar <strong>de</strong> Angie. Sí, en <strong>la</strong> vana y exigente tarea <strong>de</strong> indagar en los perfumes <strong>de</strong> una vida<br />

ajena. Antes que nada, él <strong>de</strong>cidió buscar en el teléfono móvil <strong>de</strong> el<strong>la</strong> y marcó todos los<br />

números que Angie tenía allí guardados. Pero nada. Ninguno <strong>de</strong> los números archivados<br />

en aquel aparato era el <strong>de</strong> algún familiar <strong>de</strong> Angie. Todos eran números <strong>de</strong> amigos que<br />

no supieron dar ninguna información concreta. Al parecer, Angie Danie<strong>la</strong> Durán no<br />

contaba con ningún familiar, lo cual le pareció a Gonzalo simple y l<strong>la</strong>namente irrisorio,<br />

y más que irrisorio, inaudito y <strong>de</strong>scabel<strong>la</strong>do. Pero algo tenía que hacer él. Seguramente,<br />

pensó Gonzalo cierta mañana mientras tomaba una vaporosa taza <strong>de</strong> café, en el mundo<br />

<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber alguien más, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> él, así fuera una so<strong>la</strong> persona, que le interesara<br />

saber sobre <strong>la</strong> suerte <strong>de</strong> <strong>la</strong> hermosa y alegre Angie. Él se sentía en el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> investigar.<br />

No por nada, el<strong>la</strong> ha sido, aún hasta el día <strong>de</strong> hoy, <strong>la</strong> mujer que él más ha amado en <strong>la</strong><br />

vida.<br />

27


V<br />

Quiero <strong>de</strong>jar bien c<strong>la</strong>ro que a mí me gustaría mucho acompañar a mi amigo Gonzalo<br />

Ruíz todo el tiempo que fuera necesario; c<strong>la</strong>ro, para no <strong>de</strong>jarlo solo en ese duro impasse<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino por el que en estos días que corren él se encuentra atravesando. Pero suce<strong>de</strong><br />

que yo no tengo mucha mente para ocuparme <strong>de</strong> los problemas <strong>de</strong> nadie en estos días<br />

que corren con <strong>la</strong> azarosa ligereza <strong>de</strong> una pompa <strong>de</strong> jabón. Lo que suce<strong>de</strong> es que hoy<br />

por hoy yo estoy siendo víctima <strong>de</strong> todas esas apasionadas incombustiones que se<br />

adhieren a nuestra piel cada vez que nos sentamos en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s más cálidas y<br />

lujuriosas apetencias. Para darme a enten<strong>de</strong>r mejor, todo comenzó ese primer día que<br />

llegué a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente y encontré, en el apartamento que me fue<br />

otorgado para vivir, a tres hermosas, seductoras y jóvenes mujeres bañándose<br />

totalmente <strong>de</strong>snudas en un jacuzzi. Pero <strong>la</strong> cosa no se <strong>de</strong>tuvo allí. Qué va, eso era<br />

apenas el inicio <strong>de</strong> todo. Al cabo <strong>de</strong> seis días <strong>de</strong> mi llegada a aquel<strong>la</strong> <strong>ciudad</strong> <strong>de</strong><br />

atar<strong>de</strong>ceres con matices <strong>de</strong> colores naranjas, rojos, morados y muchas veces, incluso,<br />

ver<strong>de</strong>s, <strong>la</strong> hermosa Rebeca se metió al baño en el que yo me estaba duchando,<br />

totalmente <strong>de</strong>snuda, y, sin <strong>de</strong>cir nada, el<strong>la</strong> comenzó a besarme y yo, ni corto ni<br />

perezoso, le seguí el juego. El<strong>la</strong> acariciaba mi piel con una <strong>de</strong>streza increíble. Tenía,<br />

a<strong>de</strong>más, cierta preferencia por acariciar mi miembro erguido, lo cual me hizo pensar en<br />

el<strong>la</strong>, al inicio, como en una enferma <strong>de</strong>l sexo o algo así. Pero luego <strong>de</strong>cidí que lo mejor<br />

era <strong>de</strong>senten<strong>de</strong>rme un poco <strong>de</strong> mis i<strong>de</strong>as, sumamente tradicionales, y <strong>de</strong> algunos<br />

prejuicios menores, y <strong>de</strong>jar que aquel<strong>la</strong> mujer hiciera lo que fue a hacer allí. Al día<br />

siguiente, ya me enteraría yo <strong>de</strong> <strong>la</strong> ninfomanía que también había tomado lugar en los<br />

28


jóvenes cuerpos <strong>de</strong> Mariana y Xiomara y en <strong>la</strong>s más sensuales liturgias <strong>de</strong> lo libidinoso.<br />

La primera <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s dos hermosas chicas que mencioné, es <strong>de</strong>cir, Mariana, se atrevió<br />

a meterse en mi cama durante <strong>la</strong> madrugada. El<strong>la</strong> se metió en dicha cama totalmente<br />

<strong>de</strong>snuda, e hicimos el amor como si ya lo hubiéramos hecho docenas <strong>de</strong> veces. La<br />

segunda, es <strong>de</strong>cir, Xiomara, fue un buen día a <strong>la</strong> universidad en <strong>la</strong> que yo estudiaba, con<br />

sus ojos <strong>de</strong> cuarto menguante y sus caricias <strong>de</strong> vértigo infinito, y en una <strong>de</strong> mis horas<br />

libres hicimos el amor en el primer baño para hombres que encontramos. Al día<br />

siguiente <strong>de</strong> aquel intensísimo suceso, aquel<strong>la</strong>s tres mujeres y yo nos metimos al jacuzzi<br />

<strong>de</strong>l apartamento <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s, totalmente <strong>de</strong>snudos, y fue ahí cuando el<strong>la</strong>s me preguntaron<br />

que quién <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s hacía mejor el amor, y que por favor me explicara con lujo <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>talles. C<strong>la</strong>ro, ese, aunque no lo parezca, fue un momento realmente difícil para mí. Yo<br />

no sabía qué <strong>de</strong>cir. Pero el<strong>la</strong>s insistieron mucho. Ya estaban incluso enojándose cuando<br />

<strong>de</strong>cidí <strong>de</strong>cirles que para mí, hasta el momento, <strong>la</strong> mejor había sido Rebeca, por sus<br />

hábiles manos. Unas manos muy buenas para convertirse en verbos <strong>de</strong> pasión<br />

<strong>de</strong>stinados a indagar en <strong>la</strong> sinuosa morfología <strong>de</strong> una piel <strong>de</strong>seosa. <strong>En</strong> ese momento, el<br />

enojo que se estaba comenzando a esbozar en el rostro <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tres menguó por completo.<br />

Acto seguido, Mariana y Xiomara, con una enorme sonrisa en sus rostros, me<br />

prometieron que iban a mejorar y que iban a intentar superar a Rebeca, pasara lo que<br />

pasara.<br />

A mis dos semanas <strong>de</strong> haber llegado a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, yo no quería<br />

saber nada más <strong>de</strong> sexo. Sí, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberme sentido en el más astral y can<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

los paraísos durante unos seis o siete días, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber bebido <strong>de</strong> los más<br />

exquisitos elixires <strong>de</strong> <strong>la</strong> pasión, ya estaba harto. Absolutamente harto, y muy agotado,<br />

por cierto. De modo que <strong>de</strong>cidí irme a pasar unos cuantos días al apartamento <strong>de</strong> mi<br />

29


amigo Julián. Más exactamente tres días, que era lo máximo que yo podía quedarme<br />

fuera <strong>de</strong>l apartamento <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s tres hermosas ninfómanas empe<strong>de</strong>rnidas, sin que se<br />

me fuera retirada <strong>la</strong> beca que, reitero, aún no sé por qué ni cómo fue que me <strong>la</strong> gané o<br />

que me fue otorgada. Ahora bien, una vez en el apartamento <strong>de</strong> mi amigo Julián,<br />

aproveché para preguntarle a él, si <strong>la</strong>s tres mujeres <strong>de</strong> una foto que le mostré eran acaso<br />

prostitutas, chicas prepago, o algo por el estilo. C<strong>la</strong>ro, yo le enseñé a mi amigo una foto<br />

<strong>de</strong> Mariana, Rebeca y Xiomara. Yo le enseñé dicha foto y le pregunté aquello <strong>de</strong>bido a<br />

que él era, según entendí por algunas cuantas historias que él contaba sobre sí mismo y<br />

sobre Amalia, uno <strong>de</strong> los más asiduos visitantes <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los prostíbulos <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong>.<br />

Él me dijo entonces (al mirar <strong>la</strong> foto) que nunca antes en su vida había visto a ninguna<br />

<strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s tres hermosas chicas, pero me prometió que me iba a ayudar averiguar. No<br />

obstante, ese mismo día, en <strong>la</strong> noche, él llegó a su apartamento diciéndome que,<br />

<strong>de</strong>finitivamente, aquel<strong>la</strong>s tres mujeres no eran prostitutas ni nada que se le parezca, pues<br />

así se lo había dicho Amalia, que era <strong>la</strong> prostituta <strong>de</strong> <strong>la</strong> que él estaba profundamente<br />

enamorado.<br />

—Bueno, <strong>de</strong> cualquier forma, Julián —dije yo—, sería bueno que me echaras <strong>de</strong> vez en<br />

cuando una manita con aquel<strong>la</strong>s tres mujeres.<br />

—Ni <strong>de</strong> broma —me dijo él.<br />

—¡Ah!, ¿y por qué no?<br />

—Porque ayer en <strong>la</strong> noche le prometí a Amalia que mientras yo siguiera frecuentándo<strong>la</strong><br />

a el<strong>la</strong> en el prostíbulo en el cual trabaja, no me acostaría con ninguna otra mujer y<br />

30


mucho menos con una que pueda tener <strong>la</strong> misma profesión que el<strong>la</strong>.<br />

—¿Qué profesión, Julián? ¿La <strong>de</strong> prostituta?<br />

—Sí, esa. Pero no lo digas <strong>de</strong> esa forma.<br />

—¿<strong>En</strong> qué forma?<br />

—<strong>En</strong> esa forma un tanto peyorativa en <strong>la</strong> que tú lo dijiste.<br />

—No lo dije en forma peyorativa.<br />

—Pues a mí me pareció que sí. De cualquier forma, si esas tres mujeres con <strong>la</strong>s que<br />

vives son como dices que son, no <strong>la</strong>s quiero ni conocer.<br />

—Pero, si nada más el otro día en el concierto ese al que fuimos <strong>de</strong> hip-hop ya te<br />

estabas ligando a una chica que ni conocías.<br />

—Eso es distinto, porque cuando eso yo aún no le había hecho a Amalia <strong>la</strong> promesa que<br />

le hice.<br />

—Pero, qué promesa <strong>de</strong> amor o <strong>de</strong> lo que sea, le pudiste haber hecho tú a una mujer que<br />

se acuesta con cuanto tipo le paga cierta cantidad <strong>de</strong> dinero.<br />

—Eso, querido Javier, y perdona que te hable así, es asunto mío.<br />

31


Tres días en el apartamento <strong>de</strong> mi amigo Julián fueron más que suficientes para que yo<br />

repusiera algo <strong>de</strong> fuerzas, y así se los hice saber a mis tres bel<strong>la</strong>s anfitrionas a mi<br />

regreso al lujoso apartamento <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Cabe <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que el<strong>la</strong>s y yo comenzamos<br />

a hacer el amor y a indagar en <strong>la</strong>s vestiduras <strong>de</strong> un sinuoso mar <strong>de</strong> caricias intensas, yo<br />

comencé a andar por el mundo como si fuera invencible, como si no hubiera nadie<br />

mejor que yo en ninguna cosa y en ninguna parte <strong>de</strong>l orbe terráqueo y como si ni <strong>la</strong>s<br />

ba<strong>la</strong>s ni los cuchillos ni nada pudiera hacerme daño. Y es que c<strong>la</strong>ro, con aquel<strong>la</strong>s tres<br />

hermosuras yo tenía asegurado todos los besos <strong>de</strong> mujer que fueran necesarios para<br />

calmar <strong>la</strong> sed <strong>de</strong> mis <strong>la</strong>bios, así como todas <strong>la</strong>s caricias que el<strong>la</strong>s me pudieran prodigar<br />

para calmar el <strong>de</strong>lirio pasional <strong>de</strong> mi tacto. Sí, es cierto que aquel<strong>la</strong>s tres mujeres <strong>de</strong><br />

cabello <strong>de</strong> distinto color y <strong>de</strong> distinto corte, eran, <strong>de</strong> por sí, muy pero muy misteriosas y<br />

que siempre parecían estar ro<strong>de</strong>adas por un inclemente halo <strong>de</strong> enigmas, no obstante, yo<br />

siempre he sido <strong>de</strong> <strong>la</strong>s personas que piensan que los enigmas y los misterios son <strong>la</strong><br />

materia prima <strong>de</strong> <strong>la</strong> imaginación. Y aun cuando aquel<strong>la</strong>s tres insaciables mujeres<br />

terminaran por succionarme todas mis energías al punto <strong>de</strong> que al terminar cada día mis<br />

párpados se sintieran absolutamente pesados, lo cierto es que el hecho <strong>de</strong> vivir con el<strong>la</strong>s,<br />

para ponerlo en uno <strong>de</strong> mis típicos ejemplos abstractos, era como vivir en <strong>la</strong>s lin<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

un dulce almohadón <strong>de</strong> sueños y pasiones.<br />

Eso sí, una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi regreso al apartamento <strong>de</strong> Rebeca y <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más chicas,<br />

<strong>de</strong>cidí volver al apartamento <strong>de</strong> mi amigo Julián. Esta vez, no tanto para reponer<br />

fuerzas, como sí para a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntarme en mis estudios, los cuales estaban prácticamente<br />

32


abandonados.<br />

—Escucha esto, Javier —me pidió Julián <strong>de</strong> repente, mientras sostenía un periódico<br />

local en sus manos y se disponía a leerlo—. Las autorida<strong>de</strong>s aún no han dado con <strong>la</strong><br />

pista <strong>de</strong> los extraños robos que hace poco han comenzado a azotar <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong>, pero se<br />

tienen ciertos indicios <strong>de</strong> que <strong>la</strong>s culpables son tres jóvenes mujeres que…<br />

—Mira, Julián, perdona que te interrumpa, pero si vine a tu apartamento, no fue para<br />

saber nada, absolutamente nada, <strong>de</strong> un trío <strong>de</strong> jóvenes mujeres, así que, por favor,<br />

déjame seguir con mis estudios.<br />

Aquello, cabe <strong>de</strong>cir, se lo dije a Julián con un tono <strong>de</strong> voz muy cordial pero con cierto<br />

matiz <strong>de</strong> “me encuentro muy ocupado, no me interrumpas”, puesto que en ese momento,<br />

yo me encontraba preparando un ensayo para una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses <strong>de</strong> <strong>la</strong> universidad.<br />

—Está bien —musitó Julián un tanto resignado.<br />

Al día siguiente, Julián me informaría <strong>de</strong> <strong>la</strong> misteriosa <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> su amada<br />

Amalia. Una <strong>de</strong>saparición que para él fue tan dolorosa como lo fue para Gonzalo <strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie.<br />

33


VI<br />

Como muchos han podido intuir hasta ahora, el siguiente y último caso que siento que<br />

<strong>de</strong>bo mencionar, es el <strong>de</strong> mi amigo Julián. Aunque para hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> este caso, ahora que<br />

lo pienso un poco mejor, siento, antes que nada, que <strong>de</strong>bo hab<strong>la</strong>r un poco <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, es<br />

<strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> <strong>la</strong> hermosa Amalia, <strong>de</strong> <strong>la</strong> prostituta más hermosa y <strong>de</strong>seada <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Nébu<strong>la</strong> Creciente. Pues bien, sobre el<strong>la</strong>, lo primero que <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir es que el suyo no es<br />

un corazón cualquiera. No, el <strong>de</strong> el<strong>la</strong> es un corazón con vida propia que sabe hi<strong>la</strong>r <strong>la</strong><br />

noche a su antojo y que sabe recorrer hábilmente <strong>la</strong>s aristas <strong>de</strong> <strong>la</strong> luna. Un corazón que<br />

sabe galopar como ningún otro sobre un exquisito sabor <strong>de</strong> aquiescencia suprema. Por<br />

otra parte, el nombre completo <strong>de</strong> el<strong>la</strong> es Amalia Rubio, aunque el<strong>la</strong> es más conocida<br />

por sus clientes <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente como “La chica <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong><br />

cristal marino”. Quién sabe, ahora que lo pienso, si así se l<strong>la</strong>me el corazón apasionado<br />

<strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> hermosa chica.<br />

El<strong>la</strong>, por cierto, no es muy joven, aunque tampoco es que sea muy vieja. Sí, aún no<br />

quiero arriesgarme a <strong>de</strong>cir que era, ya que por estos días aún tengo <strong>la</strong> férrea y viva<br />

esperanza <strong>de</strong> que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco el<strong>la</strong> volverá a aparecer. <strong>En</strong> fin, sobre el<strong>la</strong> también<br />

puedo <strong>de</strong>cir que es muy usual, a<strong>de</strong>más, que todo el que <strong>la</strong> conozca termine creyendo que<br />

<strong>la</strong> hermosa Amalia Rubio tiene una rara y arrobadora magia en sus ojos, como si ellos<br />

tuvieran acaso <strong>la</strong> urdimbre líquida <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad o <strong>de</strong> <strong>la</strong> fantasía. Una urdimbre que, <strong>de</strong><br />

cualquier forma, parece contener <strong>la</strong>s coor<strong>de</strong>nadas exactas <strong>de</strong> esa pasión tan cálida y<br />

rampante que, a su vez, parece poseer el brillo más iridiscente que se haya visto en<br />

34


pasión alguna. Una urdimbre con unas miradas que instan al ser a encontrarse a sí<br />

mismo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una dulce tormenta <strong>de</strong> sexualidad liberada. Una sexualidad que todo lo<br />

quiere llenar.<br />

—Devórame el alma y utiliza todo tu espíritu en ello —le exigió el<strong>la</strong>, es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong><br />

hermosa Amalia Rubio, a su último cliente antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer misteriosamente <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

faz <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra y sin <strong>de</strong>jar ninguna huel<strong>la</strong>, justo cuando ambos compartían una dulce y<br />

tierna ve<strong>la</strong>da llena <strong>de</strong> extraordinarios amores.<br />

Aquel cliente se l<strong>la</strong>maba y aún, para el día <strong>de</strong> hoy, se l<strong>la</strong>ma Julián. Y si hay algo que<br />

<strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir, es que <strong>la</strong> <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Amalia ha <strong>de</strong>jado <strong>la</strong> precipitud <strong>de</strong> un vacío<br />

bastante profundo en el alma <strong>de</strong> aquel joven, puesto que él ya había aprendido a amar<strong>la</strong><br />

a el<strong>la</strong> más que a nada en <strong>la</strong> vida. Él había aprendido a amar<strong>la</strong> mucho antes incluso <strong>de</strong><br />

haber<strong>la</strong> conocido en persona y <strong>de</strong> haberse atrevido a pagar para tener sexo con el<strong>la</strong>.<br />

—Pero, Julián, ¿qué fue lo que pasó con el<strong>la</strong>? Tú <strong>de</strong>bes <strong>de</strong> saber algo. ¿Cómo es posible<br />

que aquel<strong>la</strong> mujer tan ardiente haya <strong>de</strong>saparecido así como así? —le suelen preguntar,<br />

muy a menudo, a mi querido amigo Julián, alguno que otro <strong>de</strong> los hombres que <strong>de</strong><br />

cuando en cuando solía visitar a <strong>la</strong> can<strong>de</strong>nte Amalia para contemp<strong>la</strong>r sus relucientes<br />

ojos <strong>de</strong> cristal marino y pagar por sus favores.<br />

Él, es <strong>de</strong>cir, mi amigo Julián, que también es, como ya se ha dicho, el último cliente que<br />

tuvo aquel<strong>la</strong> hermosa y <strong>de</strong>spampanante mujer poco antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer, suele guardar<br />

silencio cada vez que alguien le pregunta por el<strong>la</strong> o por su posible para<strong>de</strong>ro. No<br />

obstante, resulta evi<strong>de</strong>nte que algo se vuelca en su interior, más exactamente en su<br />

35


corazón, cada vez que él escucha nombrar aquel almibarado nombre que tantas veces le<br />

quitó el sueño. También resulta evi<strong>de</strong>nte que todos sus pensamientos tratan <strong>de</strong> cruzar el<br />

árido <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> <strong>la</strong> ausencia, <strong>de</strong> <strong>la</strong> ausencia <strong>de</strong> Amalia, c<strong>la</strong>ro está. Y <strong>de</strong> igual forma,<br />

resulta evi<strong>de</strong>nte que tras el silencio reverencial que él utiliza para recordar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong>, y en<br />

alguna que otra lágrima alojada en el lúgubre pasillo <strong>de</strong> <strong>la</strong> nostalgia, se escon<strong>de</strong> un<br />

secreto que nadie más que él, en todo el mundo, conoce.<br />

La historia <strong>de</strong> Julián con Amalia, no comenzó en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente.<br />

Comenzó aquel insospechado y remoto día en el cual él <strong>de</strong>cidió imaginar a una mujer <strong>de</strong><br />

aire para amar<strong>la</strong>. Él <strong>la</strong> imaginó entonces a el<strong>la</strong>, a dicha mujer, como a <strong>la</strong> viva<br />

representación <strong>de</strong> una escultura helénica, con unas piernas que evocaban los capullos <strong>de</strong><br />

una rosa, unos pechos <strong>de</strong>sbordantes y unos ojos en los que se podía adivinar una pasión<br />

vibrante y sobrecogedora. Unos ojos en los que navegaban <strong>la</strong>s más ca<strong>de</strong>ntes y eléctricas<br />

turbulencias <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida y, a su vez, <strong>la</strong> tranquilidad propia <strong>de</strong>l remanso <strong>de</strong> algún sereno y<br />

rumoroso río.<br />

Él llegó a imaginar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> con tal vigor y con tal intensidad, que a veces, cuando aún<br />

no conocía a <strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra Amalia, Julián solía exten<strong>de</strong>r <strong>de</strong> repente sus brazos para<br />

atrapar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> en el vacío <strong>de</strong>l aire y llevar<strong>la</strong> hacia su <strong>de</strong>seoso y cálido cuerpo. La<br />

imaginaba con tal intensidad mental que a veces él podía sentir incluso que podía beber<br />

<strong>de</strong> los ojos perennes y profundos <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> mujer <strong>de</strong> aire. Unos ojos que irradiaban a<br />

borbotones el azul eléctrico <strong>de</strong> un rayo, pero que eran poseedores, al mismo tiempo, <strong>de</strong><br />

una pureza tal, que más bien parecían una especie <strong>de</strong> cristal marino.<br />

36


C<strong>la</strong>ro, Julián tenía que ponerle un nombre a su mujer <strong>de</strong> aire, tenía que l<strong>la</strong>mar<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

alguna forma, a fin <strong>de</strong> cuentas, él ya <strong>la</strong> había amado muchas veces a el<strong>la</strong>. A<strong>de</strong>más, él <strong>la</strong><br />

había imaginado a el<strong>la</strong> tal y como en verdad resultaría siendo, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> cabellera<br />

trigueña, <strong>de</strong> alta estatura y <strong>de</strong> senos lujuriosamente generosos. De esa forma, por alguna<br />

razón que <strong>de</strong>sconozco, tanto yo como <strong>la</strong>s leves y sinceras melodías <strong>de</strong> <strong>la</strong> luna, fue que a<br />

Julián se le ocurrió espontáneamente, y casi que por arte <strong>de</strong> magia, el seductor e<br />

inolvidable nombre <strong>de</strong> Amalia. Pero no contento con ello, a Julián también se le ocurrió<br />

inventársele una profesión a su sensual amante <strong>de</strong> aire. Él no lo pensó mucho. Escogió<br />

para el<strong>la</strong> <strong>la</strong> profesión <strong>de</strong> prostituta. <strong>En</strong> gran parte, <strong>de</strong>bido a que en <strong>la</strong> literatura <strong>la</strong>s<br />

prostitutas son muy dadas a aparecer dibujadas en una forma mágica y exultante, e<br />

incluso hasta sublime y sempiterna en muchas ocasiones. Y c<strong>la</strong>ro, hay que reconocer,<br />

ante todo, que Julián siempre ha sido un ávido lector <strong>de</strong> literatura, aunque nunca lo haya<br />

parecido.<br />

Mucho tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<strong>la</strong> inventado, frente a una prostituta a <strong>la</strong> que él le había<br />

pagado por sus favores, y que resultó tener una cabellera trigueña, una alta estatura y<br />

todas <strong>la</strong>s otras formas y cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su mujer <strong>de</strong> aire, y que para colmo <strong>de</strong> males <strong>de</strong>cía<br />

l<strong>la</strong>marse Amalia Rubio, Julián no encontraba cómo <strong>de</strong>cirle a el<strong>la</strong> <strong>la</strong> terrible verdad que<br />

estremecía por completo todas y cada una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s fibras <strong>de</strong> su joven corazón. No<br />

encontraba cómo <strong>de</strong>cirle que el<strong>la</strong> no era nada más que un invento <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sbocada<br />

imaginación. Un invento <strong>de</strong> unos cuantos minutos fugaces <strong>de</strong> soledad que ya se habían<br />

perdido para siempre en los recovecos <strong>de</strong>l tiempo. De un tiempo sumamente intenso y<br />

fugaz.<br />

37


VII<br />

Mi amigo Gonzalo <strong>de</strong>cidió analizar toda <strong>la</strong> información que pudiera encontrar en el<br />

portátil <strong>de</strong> Angie. Eso lo hizo con el único objetivo <strong>de</strong> dar con <strong>la</strong> pista <strong>de</strong> algún familiar<br />

<strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Buscó y buscó pero no encontró nada que no estuviera re<strong>la</strong>cionado <strong>de</strong> alguna u<br />

otra forma con los estudios que aquel<strong>la</strong> hermosa chica llevaba a cabo en <strong>la</strong> carrera <strong>de</strong><br />

biología en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. Todo hubiera resultado sin duda mucho<br />

más fácil si el<strong>la</strong> hubiera tenido Facebook o Twitter, pensaba Gonzalo, pero Angie, por<br />

alguna <strong>de</strong>sconocida razón, siempre se negó a salir en alguna <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s re<strong>de</strong>s sociales.<br />

Ahora bien, el siguiente paso que Gonzalo dio en su búsqueda <strong>de</strong>sesperada <strong>de</strong> Angie o<br />

<strong>de</strong> algún familiar <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, fue el <strong>de</strong> buscar en todas <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> <strong>de</strong>saparecida<br />

chica, pero los resultados tampoco fueron favorables. De modo que Gonzalo optó por ir<br />

a <strong>la</strong> policía a poner un <strong>de</strong>nuncio <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparición.<br />

—Dígame, señor —lo conminó a hab<strong>la</strong>r con suma amabilidad el policía que lo atendió<br />

aquel día. Un policía <strong>de</strong> apellido Durán—, ¿cuál es su problema?<br />

—Verá usted, señor oficial, lo que suce<strong>de</strong> es que mi novia ha <strong>de</strong>saparecido<br />

misteriosamente.<br />

—Dígame, cuándo fue <strong>la</strong> última vez que usted habló con el<strong>la</strong>.<br />

38


—Fue el pasado veinte <strong>de</strong> abril. El<strong>la</strong> me l<strong>la</strong>mó y me dijo que <strong>de</strong>bía marcharse. También<br />

me dijo, casi como una or<strong>de</strong>n, señor oficial, que saliera al lugar en el cual nos dimos<br />

nuestro primer beso y que esperara a que pasara el tren <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana en dicho lugar,<br />

aunque en ese momento el<strong>la</strong> no me quiso especificar para qué.<br />

—¿Y usted, señor Ruíz, fue a esperar el tren <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana en aquel lugar que el<strong>la</strong> le dijo<br />

para verlo pasar?<br />

—Sí, así fue. Yo nunca fui capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no a nada <strong>de</strong> lo que Angie me pidiera.<br />

—Y, ¿qué pasó?<br />

—Pues esperé a que pasará el tren en el lugar que el<strong>la</strong> me había dicho y cuando pasó <strong>la</strong><br />

pu<strong>de</strong> ver a el<strong>la</strong> asomada por una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventanas <strong>de</strong> aquel medio <strong>de</strong> transporte. El<strong>la</strong> me<br />

<strong>de</strong>cía adiós agitando un pañuelo, como si <strong>de</strong> una <strong>de</strong> esas pelícu<strong>la</strong>s <strong>de</strong> Hollywood,<br />

cargadas <strong>de</strong> tragedia y romanticismo, se tratara.<br />

—¿Eso fue todo?<br />

—No, en realidad no. El<strong>la</strong> también me arrojó una pequeña bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> papel que llevaba un<br />

escrito.<br />

—¿Una carta?<br />

—Así es.<br />

39


—Y, ¿qué <strong>de</strong>cía aquel<strong>la</strong> carta?<br />

—Es esta que tengo aquí, señor oficial.<br />

El oficial tomó <strong>la</strong> carta con sumo cuidado, pues estaba bastante arrugada, y <strong>la</strong> leyó con<br />

toda su concentración. Se trataba <strong>de</strong> un papel fucsia en el cual resaltaban unas letras<br />

rojas muy elegantes. Una carta que <strong>de</strong>cía exactamente lo siguiente:<br />

Gonzalo: esta es una carta <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida. Debo irme, por eso te <strong>de</strong>jo a ti, <strong>la</strong> única<br />

persona en <strong>la</strong> cual confío en todo el mundo, todas mis cosas y a mi pequeña gatita<br />

B<strong>la</strong>nca. A don<strong>de</strong> voy, solo me llevo el terruño f<strong>la</strong>meado <strong>de</strong> tus ojos y el ímpetu incesante<br />

<strong>de</strong> tu ser. Siempre te recordaré porque siempre fuiste conmigo todo un caballero. Un<br />

amante espléndido y apasionado, es cierto, aunque todo un caballero. Es más, si te soy<br />

sincera, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que tú fuiste mi único amor y mi único amante. Mi único amor<br />

durante toda mi vida en este mundo y bajo los tenues rayos <strong>de</strong> este sol que siempre<br />

recordaré como tejidos con vida y una insólita luz <strong>de</strong> azu<strong>la</strong>da esencia Por eso, te repito,<br />

nunca te olvidaré, así como tampoco olvidaré nunca esa fresca y primaveral brisa que<br />

nos recorría tan traviesa y cariñosamente cuando jugábamos a enten<strong>de</strong>rnos con <strong>la</strong> piel.<br />

Por siempre tuya, Angie.<br />

—Es una carta escrita con muchísima emoción —le comentó el oficial a Gonzalo<br />

cuando terminó <strong>de</strong> leer aquel<strong>la</strong> hoja <strong>de</strong> papel color fucsia que sostenía entre sus manos.<br />

Luego dijo—: Mire, señor Ruíz, le ayudaremos en lo que podamos, aunque todo parece<br />

indicar que este no es un caso <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparición forzada, o, por lo menos, no es el caso,<br />

40


digo yo, <strong>de</strong> una <strong>de</strong>saparición que haya ocurrido <strong>de</strong> forma repentina. De cualquier<br />

manera, investigaremos en <strong>la</strong> medida en <strong>la</strong> que nos sea posible consi<strong>de</strong>rando que su<br />

novia <strong>de</strong>sapareció en circunstancias, según usted, bastante extrañas. Y consi<strong>de</strong>rando<br />

también que el<strong>la</strong> pudo…<br />

—Que el<strong>la</strong> pudo qué, señor oficial.<br />

—Es simple, señor Ruíz. No lo vaya a tomar a mal, pero es posible que el<strong>la</strong>… Que el<strong>la</strong><br />

se haya quitado <strong>la</strong> vida.<br />

41


VIII<br />

Si algo aprendí durante mis primeras semanas en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, es<br />

que <strong>la</strong> tentación es tan esencial para <strong>la</strong> pasión como lo pue<strong>de</strong> ser <strong>la</strong> misma inspiración.<br />

Sí, eso lo aprendí a <strong>la</strong>s mil maravil<strong>la</strong>s gracias a que mis tres bel<strong>la</strong>s anfitrionas siempre<br />

se esmeraron mucho por tentarme cada vez que querían que tuviéramos sexo, ah, y digo<br />

“tener sexo”, puesto que por aquellos días me comenzó a parecer caduco el término<br />

aquel <strong>de</strong> “hacer el amor”. C<strong>la</strong>ro, lo que en verdad sucedió, es que el hecho <strong>de</strong> tener sexo<br />

con aquel<strong>la</strong>s tres mujeres, a veces <strong>de</strong> a una por una y en ocasiones con <strong>la</strong>s tres al tiempo,<br />

se volvió algo tan pero tan rutinario que el amor ya no podría tener ninguna cabida allí.<br />

No, no podía tener<strong>la</strong>, y eso que al inicio yo me sentía bastante atraído, en una forma<br />

bastante romántica, por cierto, hacia aquel<strong>la</strong>s tres jóvenes mujeres. Es más, yo llegué a<br />

sentirme enamorado <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s, en especial <strong>de</strong> Xiomara. Eso sucedió en gran<br />

parte a que <strong>la</strong>s caricias y el afecto inabarcable <strong>de</strong> <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Xiomara, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un inicio,<br />

cautivaron profundamente mi espíritu, por lo que no es raro que hacia el<strong>la</strong> yo sintiera<br />

una especie <strong>de</strong> cariño único que no sentía ni hacia Rebeca ni hacia Mariana. Respecto a<br />

eso, me imagino yo que algo simi<strong>la</strong>r pudo haberle pasado a Julián con Amalia, pues no<br />

es <strong>de</strong> extrañarse que un hombre termine enamorándose <strong>de</strong> una prostituta que es bastante<br />

dulce y cariñosa con él. Pero bueno, <strong>de</strong>cía yo que <strong>la</strong> expresión “hacer el amor”, me<br />

comenzó a parecer caduca, puesto que lo que yo tenía con aquel<strong>la</strong>s tres jóvenes y<br />

hermosas mujeres que me habían dado posada, no tenía nada que ver con el amor ni con<br />

<strong>la</strong>s sustancialida<strong>de</strong>s que se <strong>de</strong>rivan <strong>de</strong> una fantasía idílica. Es más, ese sentimiento único<br />

y especial por Xiomara que yo tenía en mi interior, se fue disolviendo en <strong>la</strong> más<br />

42


intangible <strong>de</strong> <strong>la</strong>s nadas con el pasar <strong>de</strong> <strong>la</strong>s semanas y los días. Llegó un punto incluso en<br />

el que lo único que a mí me gustaba <strong>de</strong> el<strong>la</strong> a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> su terso y brioso cuerpo, eran sus<br />

ojos <strong>de</strong> cuarto menguante. C<strong>la</strong>ro, esos eran unos ojos bellos y misteriosos que parecían<br />

tener guardadas todas <strong>la</strong>s <strong>de</strong>sproporciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> ga<strong>la</strong>xia y todos los distintos semb<strong>la</strong>ntes<br />

que pue<strong>de</strong>n llegar a apaciguar el ser más íntimo <strong>de</strong> cualquier amante.<br />

Acerca <strong>de</strong> Rebeca, quiero <strong>de</strong>cir que con el<strong>la</strong> tuve <strong>la</strong> excitante experiencia <strong>de</strong> tener sexo<br />

en <strong>la</strong> terraza <strong>de</strong>l edifico en el que mis bel<strong>la</strong>s anfitrionas y yo vivíamos. Bueno, al menos<br />

para mí fue bastante excitante, porque tal parece que para el<strong>la</strong> eso era algo que le daba<br />

igual. Sí, a el<strong>la</strong> como que le daba igual que los vecinos <strong>de</strong> los otros edificios, un poco<br />

más altos que en el que el<strong>la</strong> y yo vivíamos, pudieran vernos a plena luz <strong>de</strong>l día teniendo<br />

tales manifestaciones <strong>de</strong> intimidad. Unas manifestaciones <strong>de</strong> intimidad que, en aquel<strong>la</strong><br />

terraza, casi siempre se limitaban a los senos <strong>de</strong> Rebeca, no tan gran<strong>de</strong>s como los <strong>de</strong><br />

Mariana. Y si casi siempre se limitaban a sus senos, era porque aquel<strong>la</strong> hermosa mujer<br />

<strong>de</strong> cabello rojizo me confesó, cierto día, que le encantaba que le <strong>la</strong>mieran aquel<strong>la</strong> parte<br />

<strong>de</strong>l cuerpo y los pezones al aire libre y a plena luz <strong>de</strong> un día a rebosar <strong>de</strong> sol, aunque,<br />

eso sí, sin mordidas ni ningún tipo <strong>de</strong> brusqueda<strong>de</strong>s.<br />

Por cierto, yo creo que si hablo <strong>de</strong> exteriorizadas manifestaciones <strong>de</strong> intimidad, <strong>de</strong><br />

tersos y briosos cuerpos llenos <strong>de</strong> lujuria y <strong>de</strong> ojos <strong>de</strong> cuarto menguante, también<br />

<strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cir algo que siempre me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> atención acerca <strong>de</strong> mis tres bel<strong>la</strong>s<br />

anfitrionas. Siempre me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> atención el hecho <strong>de</strong> que el<strong>la</strong>s no consumieran ningún<br />

tipo <strong>de</strong> drogas, es más, el<strong>la</strong>s tres ni siquiera fumaban. Y digo que me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> atención,<br />

porque yo siempre he creído que <strong>la</strong> gente que es tan liberada como lo son aquel<strong>la</strong>s tres<br />

mujeres, y tan abiertas a experimentar y a darle gran importancia a satisfacer <strong>la</strong><br />

43


dimensión sexual <strong>de</strong> sus vidas, incluso con creces, son personas no conservadoras ni<br />

tradicionales que no les importa inha<strong>la</strong>r, inyectarse, fumar o meterse cuanta cosa se les<br />

ocurra. No obstante, al momento <strong>de</strong> conocer<strong>la</strong>s bien, me percaté <strong>de</strong> que aquel<strong>la</strong>s tres<br />

mujeres eran, en efecto, muy <strong>de</strong>spreocupadas y liberadas, pero casi que única y<br />

exclusivamente en lo que atañe al ámbito sexual.<br />

Otra cosa que me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> atención <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s, es que casi nunca salían a ninguna parte,<br />

por lo que se podría <strong>de</strong>cir que <strong>la</strong> única persona que el<strong>la</strong>s parecían conocer en todo el<br />

mundo, era yo. Por otra parte, siempre me pareció extraño todos los lujos que el<strong>la</strong>s<br />

tenían en el apartamento y todas esas costosas prendas <strong>de</strong> vestir que les gustaba usar,<br />

bueno, cuando se <strong>de</strong>cidían a usar<strong>la</strong>s, porque casi siempre estaban <strong>de</strong>snudas. Y digo que<br />

me pareció extraño porque el<strong>la</strong>s no tenían ningún tipo <strong>de</strong> trabajo ni ninguna otra fuente<br />

<strong>de</strong> ingresos más que <strong>la</strong> que les daban por mi hospedaje, que no creo que les pudiera<br />

alcanzar ni para una décima parte <strong>de</strong> lo que al mes el<strong>la</strong>s gastaban en costosos pedidos <strong>de</strong><br />

comida por teléfono.<br />

He explorado en los archivos <strong>de</strong>l viento y en <strong>la</strong> vendabilidad <strong>de</strong> tu ser, querido Javier, y<br />

he encontrado que a pesar <strong>de</strong> que en aquellos días, en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong><br />

Creciente, tú no tenías mente para nada más que no fuera para comp<strong>la</strong>cer los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> carne, tú estabas, ante todo, preocupado por tus dos amigos. Sí, yo sé que tú estabas<br />

preocupado por ellos porque en sus rostros se podía evi<strong>de</strong>nciar, con tan solo verlos un<br />

mínimo y fugaz instante, que sufrían enormemente. Sufrían, sí, como pidiendo a gritos<br />

una pequeña infusión <strong>de</strong> vida. Gonzalo, por su parte, sufría por <strong>la</strong> misteriosa<br />

44


<strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie, y Julián, por <strong>la</strong> no menos misteriosa y dolorosa<br />

<strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> <strong>la</strong> hermosa y can<strong>de</strong>nte Amalia. ¿Sabes algo, Javier?, si tú te hubieras<br />

puesto por aquellos días a escuchar <strong>la</strong>s confesiones <strong>de</strong> tu náufrago interior o a<br />

auscultar algunas cuantas verda<strong>de</strong>s en el joven poniente, hubieras comprendido al<br />

instante que Xiomara, Rebeca y Mariana también iban a <strong>de</strong>saparecer tar<strong>de</strong> o temprano.<br />

Pero, más importante que ninguna otra cosa, si tú hubieras tenido siquiera un poco <strong>de</strong><br />

intuición, muy seguramente te hubieras puesto a indagar acerca <strong>de</strong> <strong>la</strong> noticia aquel<strong>la</strong><br />

<strong>de</strong> unos misteriosos robos <strong>de</strong> los que por entonces estuvieron hab<strong>la</strong>ndo todos los<br />

medios informativos en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente (tal y como tú y tus dos<br />

amigos suelen l<strong>la</strong>mar a dicha <strong>ciudad</strong>).<br />

Por cierto, Javier, si algún día tú <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s ponerte a contar cada uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>nsos<br />

discurrires <strong>de</strong> tus inmensida<strong>de</strong>s interiores, ese mismo día, tenlo por seguro, te diré en<br />

dón<strong>de</strong> se encuentra exactamente esa bel<strong>la</strong> chica que era dueña <strong>de</strong> una gatita B<strong>la</strong>nca y<br />

aquel<strong>la</strong> otra que siempre ha sido muy conocida por sus resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>cientes ojos <strong>de</strong> cristal<br />

marino.<br />

45


IX<br />

Para algunos <strong>de</strong> sus antiguos clientes, el rostro <strong>de</strong> Amalia no es ya sino una pequeña<br />

gota <strong>de</strong>l recuerdo dorado y precioso <strong>de</strong> un amor <strong>de</strong>sbocadamente pasional que poco a<br />

poco se evapora en <strong>la</strong> memoria. No obstante, para Julián Soto, Amalia es y será siempre<br />

<strong>la</strong> hermosa mujer <strong>de</strong> aire que un día él <strong>de</strong>cidió inventar mientras se hundía en <strong>la</strong>s arenas<br />

movedizas <strong>de</strong> su soledad. Una mujer con <strong>la</strong> que él se encontró un día tal y como<br />

inicialmente <strong>la</strong> había imaginado. Una mujer, alta y <strong>de</strong> cabellera trigueña, que él<br />

comenzó a amar cuando llegó a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, tal y como él lo hacía<br />

cuando el<strong>la</strong> tenía <strong>la</strong> forma <strong>de</strong>slucida e intangible <strong>de</strong>l aire, y aun cuando él tuviera que<br />

gastarse todos sus ahorros en ello.<br />

—¿Sabes, Julián?... Aún no logro explicarme cómo pue<strong>de</strong>n haber tantas certezas<br />

contenidas en el irreflexivo momento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo pasional —le comentó cierta noche, <strong>la</strong><br />

hermosa Amalia Rubio, a su amado Julián tras haber hecho el amor con él.<br />

Al comienzo <strong>de</strong> su extraña re<strong>la</strong>ción con Amalia, Julián Soto no era más que otro <strong>de</strong> los<br />

hombres que <strong>la</strong> frecuentaba a el<strong>la</strong> para pagar el precio convenido por sus favores.<br />

Porque, eso sí, Amalia Rubio, ante todo, tenía muy bien escogida a su cliente<strong>la</strong> y<br />

cuando un hombre no le gustaba, no había nada que él pudiera hacer o precio que<br />

pudiera pagar para disfrutar <strong>de</strong>l dulce y perfumado lecho en el que el<strong>la</strong> solía compartir<br />

un sorbo preciado y cristalino <strong>de</strong> su ser. Pero con Julián <strong>la</strong>s cosas habían evolucionado<br />

<strong>de</strong> una manera extraña. Él le había <strong>de</strong>mostrado tanto fervor, y tanto compromiso y tanto<br />

46


cariño a <strong>la</strong> hermosa Amalia, que el<strong>la</strong> había <strong>de</strong>cidido acogerlo para <strong>de</strong>sahogar en él el<br />

amor, <strong>la</strong> comprensión y <strong>la</strong>s ansias <strong>de</strong> una compañía estable, que su corazón tanto le<br />

rec<strong>la</strong>maba a gritos.<br />

C<strong>la</strong>ro, recién Julián <strong>la</strong> conoció a el<strong>la</strong>, él <strong>de</strong>cidió frecuentar<strong>la</strong> sin falta durante toda una<br />

semana para pagar por sus favores y disfrutar <strong>de</strong> sus más enervantes pasiones. Al punto<br />

<strong>de</strong> que al segundo día <strong>de</strong> haber<strong>la</strong> conocido, casi se le olvida una cita que tenía con<br />

Gonzalo y conmigo en un restaurante <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong>. Sí, tanta era <strong>la</strong> <strong>de</strong>voción que Julián<br />

le profesaba a aquel<strong>la</strong> mujer, que el<strong>la</strong> <strong>de</strong>cidió comentarles un día a sus otras amigas <strong>de</strong><br />

profesión que había un hombre que jamás se acostaría con ninguna <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Por eso,<br />

durante los días siguientes, todas <strong>la</strong>s prostitutas <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente<br />

hicieron hasta lo imposible para que Julián les pagara a el<strong>la</strong>s por sus favores, no<br />

obstante, Julián se resistió con todo su ser y con toda su alma a <strong>la</strong> tentación <strong>de</strong> aquellos<br />

cuerpos femeninos. Al final, todas el<strong>la</strong>s se dieron cuenta <strong>de</strong> que <strong>la</strong> única mujer a <strong>la</strong> que<br />

Julián le pagaría por tener sexo, era a <strong>la</strong> hermosa Amalia Rubio.<br />

Por cierto, cabe <strong>de</strong>cir, que Julián, al igual que yo, siempre entendió que habían muchas<br />

mujeres prostitutas que eran cruelmente explotadas y <strong>de</strong>nigradas, sin embargo, él<br />

siempre supo que en el mundo también habían mujeres que se <strong>de</strong>dicaban a <strong>la</strong><br />

prostitución por vocación, y sabía, a<strong>de</strong>más, que Amalia Rubio era una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Sí,<br />

Amalia Rubio era una <strong>de</strong> esas prostitutas que bien hubiera podido <strong>de</strong>dicarse a otra cosa<br />

en el momento en el que así el<strong>la</strong> lo hubiera querido, pero resulta que simple y<br />

l<strong>la</strong>namente, el<strong>la</strong> no quería <strong>de</strong>dicarse a ninguna otra cosa que no fuera <strong>la</strong> prostitución.<br />

Eso fue algo que Julián entendió apenas <strong>la</strong> conoció. Es más, él <strong>de</strong>cidió aceptar el trabajo<br />

que el<strong>la</strong> tenía. Él <strong>de</strong>cidió aceptar el trabajo <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, y <strong>de</strong>cidió esperar a que el<strong>la</strong> también<br />

47


se llegara a enamorar <strong>de</strong> él. A que el<strong>la</strong> se enamorara <strong>de</strong> él, a un punto tal, en el que el<strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>cidiera <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> una vez por todas aquel<strong>la</strong> vida <strong>de</strong> excesivo libertinaje y luego <strong>de</strong> ello,<br />

se <strong>de</strong>jara mantener por <strong>la</strong>s muchas o pocas ganancias que en su vida pudiera llegar a<br />

obtener Julián, o por <strong>la</strong>s ganancias que pudieran llegar a obtener entre ambos como<br />

pareja.<br />

Sí, mi querido amigo Julián Soto, que <strong>la</strong> más mística brisa <strong>de</strong>l existir sepa, siempre fue<br />

un <strong>de</strong>voto enamorado <strong>de</strong> Amalia Rubio, mucho antes incluso, y como ya lo he dicho<br />

con anterioridad, <strong>de</strong> haber<strong>la</strong> conocido a el<strong>la</strong> en su versión <strong>de</strong> carne y hueso. Julián Soto,<br />

a<strong>de</strong>más, para expresar su amor, siempre se <strong>de</strong>jó ver en aquel<strong>la</strong> habitación <strong>de</strong> aquel<br />

pequeño edificio en don<strong>de</strong> Amalia atendía a sus clientes por cuenta propia, con algún<br />

<strong>de</strong>talle para el<strong>la</strong> y, por si eso fuera poco, al momento <strong>de</strong> los amores, él siempre <strong>la</strong> trató a<br />

el<strong>la</strong> con cuidado y le <strong>de</strong>cía unas pa<strong>la</strong>bras hermosísimas. Tan extraño, tan conmovedor y<br />

tan mágico se le hizo a Amalia que hubiera en el mundo un hombre como él, que<br />

finalmente, con sus más fervorosas i<strong>de</strong>as mirándo<strong>la</strong> con ojos suplicantes sobre <strong>la</strong>s<br />

tiernas sábanas <strong>de</strong> su lecho, el<strong>la</strong> terminó por <strong>de</strong>cirle a Julián, es <strong>de</strong>cir, al hombre <strong>de</strong>l<br />

cual se estaba enamorando, que jamás le iba a volver a cobrar por sus favores y que <strong>la</strong><br />

visitara cada vez que así lo quisiera él.<br />

—¿A qué te refieres, amor mío, con eso <strong>de</strong> que no logras explicarte cómo pue<strong>de</strong>n haber<br />

tantas certezas en el irreflexivo momento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo pasional? —preguntó Julián.<br />

—Es muy sencillo, Julián. Cuando estoy contigo siento que el alma apasionada y<br />

trepidante que llevo <strong>de</strong>ntro bril<strong>la</strong> con <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> un diamante.<br />

48


Al escuchar<strong>la</strong> <strong>de</strong>cir aquello, Julián se quedó mirándo<strong>la</strong> a el<strong>la</strong>, a <strong>la</strong> hermosa Amalia,<br />

directamente a los ojos. A esos ojos <strong>de</strong> cristal marino que alguna vez él inventó y que<br />

parecieran estar hechos como para beber <strong>de</strong> ellos <strong>la</strong> pasión más intensa que pudiera<br />

caber en un cuerpo. A esos ojos que parecieran poseer el reflejo <strong>de</strong>l sol <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer<br />

sobre un manso y sabio océano, y en los que él se abstraía fácilmente <strong>de</strong> todo el<br />

universo para nadar en sus aguas <strong>de</strong> mística esencia.<br />

—¿Sabes? —soltó Julián con <strong>la</strong>s ansias <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo que sonara bello—. A veces creo<br />

que eres <strong>la</strong> mujer <strong>de</strong> <strong>la</strong> que se enamoró Dios, y que por eso es que él te mantiene cada<br />

día tan bel<strong>la</strong>.<br />

—Lo dices como si yo fuera el invento <strong>de</strong> alguien —soltó Amalia súbitamente, como si<br />

pudiera leer acaso los más secretos pensamientos <strong>de</strong> Julián, puesto que lo que en<br />

realidad él quería <strong>de</strong>cir es que, en efecto, el<strong>la</strong> era un invento dulce y perfecto <strong>de</strong> su<br />

imaginación.<br />

—No, c<strong>la</strong>ro que no, Amalia. Tú eres única —aseguró él con algo <strong>de</strong> susto en sus ojos.<br />

Como si lo hubieran <strong>de</strong>scubierto llevando a cabo un hecho pudoroso—. Por eso me<br />

gustaría pedirte una cosa.<br />

—Dime, cariño. ¿Qué quieres pedirme?<br />

—Lo que quiero pedirte, Amalia <strong>de</strong> mis sueños, con todo mi corazón, es que te cases<br />

conmigo, que tengamos hijos, un lugar don<strong>de</strong> vivir, cosas cotidianas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s que<br />

preocuparnos y que formemos una vida sencil<strong>la</strong> y feliz juntos.<br />

49


Amalia se echó a reír con una ternura tan gran<strong>de</strong> que no cabía en el<strong>la</strong>. Luego se aferró<br />

dulcemente al cuerpo <strong>de</strong> Julián y le susurró al oído:<br />

—Pue<strong>de</strong> que sí, cariño. Un día <strong>de</strong> estos.<br />

—¿Cuándo, Amalia?<br />

El tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> Julián estaba cargado <strong>de</strong> una evi<strong>de</strong>nte ansiedad. Él no lo quería <strong>de</strong>cir,<br />

pero uno <strong>de</strong> sus más gran<strong>de</strong>s sueños era el <strong>de</strong> tener hijos. Amalia, que no pudo evitar<br />

darse cuenta <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> su enamorado, <strong>de</strong>cidió besarlo en los <strong>la</strong>bios con un<br />

suave y ligero roce <strong>de</strong> ternura, como si besara acaso una pompa <strong>de</strong> jabón con el <strong>de</strong>bido<br />

cuidado <strong>de</strong> no reventar<strong>la</strong>. Luego, utilizando su tono <strong>de</strong> voz más fulminante dijo:<br />

—Algún día. Algún día amor mío. Más exactamente cuando duerman los espejos.<br />

50


X<br />

Ese caluroso día, <strong>de</strong> hace más <strong>de</strong> diez años, una extraña mezc<strong>la</strong> <strong>de</strong> tensión, emoción y<br />

muy probablemente <strong>de</strong> una exagerada cantidad <strong>de</strong> adrenalina, se había apo<strong>de</strong>rado tanto<br />

<strong>de</strong> Gonzalo, como <strong>de</strong> Julián, y como <strong>de</strong> mí. Todo había comenzado cuando Erik<br />

Emílson, uno <strong>de</strong> los lí<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l que era nuestro grupo rival <strong>de</strong> rap en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, había<br />

<strong>de</strong>cidido retar a Julián a una batal<strong>la</strong> <strong>de</strong> rap como por vigésimo cuarta vez. Julián, como<br />

siempre, aceptó y en menos <strong>de</strong> diez minutos ya se encontraba batal<strong>la</strong>ndo con Erik<br />

Emílson. Nos encontrábamos en <strong>la</strong> media hora <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso esco<strong>la</strong>r y todos los<br />

estudiantes se habían reunido para presenciar cómo barría el suelo Julián con el pobre<br />

<strong>de</strong> Erik Emílson. C<strong>la</strong>ro, no a todos los estudiantes <strong>de</strong> aquel colegio les gustaba el rap,<br />

sin embargo, tanto el grupo <strong>de</strong> Erik Emílson como el <strong>de</strong> nosotros, éramos grupos<br />

bastante carismáticos que, en cierto sentido, teníamos dividida a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> en dos<br />

partes. De un <strong>la</strong>do estaban los que apoyaban al grupo <strong>de</strong> Erik y por otro los que<br />

apoyaban al grupo <strong>de</strong> Julián.<br />

<strong>En</strong> aquellos tiempos, por cierto, ni el rap ni <strong>la</strong> cultura hip-hop estaban muy difundidos<br />

entre <strong>la</strong> gente, pero resulta que en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> en <strong>la</strong> que mis amigos y yo estudiábamos,<br />

los raperos y hip-hopers que habíamos, éramos personajes no solo muy popu<strong>la</strong>res y<br />

l<strong>la</strong>mativos, sino muy admirados. Éramos admirados, más exactamente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el l<strong>la</strong>mado<br />

“día en el que los exponentes <strong>de</strong>l un<strong>de</strong>rground se tomaron el colegio”, un evento<br />

bastante singu<strong>la</strong>r que nos permitió a todos los que tuviéramos alguna re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong><br />

cultura <strong>de</strong>l hip-hop, contro<strong>la</strong>r <strong>la</strong> emisora <strong>de</strong>l colegio y tomar muchas <strong>de</strong>cisiones<br />

51


importantes entre los estudiantes. Decisiones respecto a qué eventos realizar o no en <strong>la</strong>s<br />

jornadas culturales estudiantiles y otras cosas por el estilo. El l<strong>la</strong>mado “día en el que los<br />

exponentes <strong>de</strong>l un<strong>de</strong>rground se tomaron el colegio”, para referirme un poco a él,<br />

consistió básicamente en que el grupo <strong>de</strong> Erik Emílson y el <strong>de</strong> nosotros nos unimos para<br />

enfrentar a un enemigo interno <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, un enemigo común <strong>de</strong> todos los<br />

estudiantes que simplemente íbamos a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> a cumplir con algunos <strong>de</strong>beres, a hacer<br />

amigos, a divertirnos un poco y a estudiar. El grupo <strong>de</strong> Erik Emílson contaba con siete<br />

integrantes y el <strong>de</strong> nosotros con tres para enfrentar a dicho enemigo que no era otro más<br />

que el <strong>de</strong> los abusones <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>. Teníamos que enfrentarlos necesariamente ese día<br />

porque ellos, es <strong>de</strong>cir, los abusones, habían hecho correr el rumor <strong>de</strong> que ese día iban a<br />

masacrar a golpes a un joven l<strong>la</strong>mado Diego Ramírez. Diego, por cierto, era un joven<br />

estudiante <strong>de</strong> octavo grado, muy probablemente el más <strong>de</strong>stacado y aplicado entre todos<br />

los estudiantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, un joven que ese mismo día se había rehusado a hacerles<br />

un trabajo no sé si <strong>de</strong> trigonometría o algo así a uno <strong>de</strong> los integrantes <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> los<br />

abusones. Cabe <strong>de</strong>cir, que <strong>la</strong> gran mayoría <strong>de</strong> los estudiantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> le tenían un<br />

pavor verda<strong>de</strong>ramente gigantesco a cada uno <strong>de</strong> los integrantes <strong>de</strong> aquel grupo <strong>de</strong> los<br />

abusones, y más aún una persona como Diego Ramírez, puesto que él era, a <strong>de</strong>cir<br />

verdad, el típico estudiante nerd que es malo para <strong>la</strong>s peleas e incluso para cualquier<br />

tipo <strong>de</strong> exigencia física. Por eso, los dos grupos <strong>de</strong> raperos que habíamos en el colegio,<br />

y que siempre habíamos sido rivales, <strong>de</strong>cidimos unir fuerzas ese día para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r a<br />

Diego. De esa forma, cuando sonó el timbre <strong>de</strong> salida, y el grupo <strong>de</strong> los abusones se<br />

hizo presente para masacrar a golpes al pobre <strong>de</strong> Diego, tal y como ellos querían, y<br />

mientras los profesores se refugiaban en sus respectivas oficinas, totalmente<br />

acobardados porque ellos también le tenían un inmenso pavor al grupo <strong>de</strong> los abusones,<br />

los seis integrantes hombres <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> Erik, Julián, Gonzalo, un amigo <strong>de</strong> Julián<br />

52


l<strong>la</strong>mado Howard, y yo, nos enfrentamos a Jeffrey Cruz, quien vendría siendo algo así<br />

como el lí<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los abusones, y a todos los <strong>de</strong>más integrantes <strong>de</strong> su odiado y temido<br />

grupo <strong>de</strong> amigos.<br />

Durante aquel<strong>la</strong> pequeña pero intensa batal<strong>la</strong> campal, Howard, que también era rapero,<br />

fue el que más se <strong>de</strong>stacó. “¿¡Le van a cascar a Diego!? ¡A ver, si son tan duros vengan<br />

y péguenme a mí primero!”, les dijo Howard a los abusones a modo <strong>de</strong> reto aun cuando<br />

él ni siquiera conocía a Diego, pues lo único que a él le importaba para esos días era<br />

medirse a golpes con cuanto personaje que se jactara <strong>de</strong> ser el más hábil en <strong>la</strong>s peleas<br />

hubiera por ahí. Al inicio <strong>de</strong> <strong>la</strong> pelea, <strong>la</strong> cual ningún estudiante <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> se quiso<br />

per<strong>de</strong>r, y que más bien resultó siendo una pequeña pero feroz batal<strong>la</strong> entre unos<br />

cuarenta muchachos, puños y patadas fueron y vinieron por doquier, no obstante, al<br />

cabo <strong>de</strong> unos dos minutos ya era evi<strong>de</strong>nte que <strong>la</strong> ventaja <strong>la</strong> teníamos los raperos y que<br />

el grupo <strong>de</strong> los abusones, ya cansados, únicamente se estaban limitando a recibir<br />

nuestras patadas, <strong>la</strong>s cuales <strong>la</strong>nzábamos a don<strong>de</strong> les cayeran a ellos en el cuerpo. Todos<br />

los estudiantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, cada vez que uno <strong>de</strong> los integrantes <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> los<br />

abusones tomaba un poco <strong>de</strong> ánimos y salía a pelear con todo su ánimo, le chif<strong>la</strong>ban y lo<br />

vituperaban a insultos, al fin y al cabo, los abusones, que siempre se habían<br />

aprovechado <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más estudiantes, no eran más <strong>de</strong> treinta, mientras que los <strong>de</strong>más<br />

estudiantes eran más o menos unas mil quinientas personas. De esa forma, los abusones<br />

no solo fueron <strong>de</strong>rrotados en una pelea en <strong>la</strong> que <strong>la</strong> única reg<strong>la</strong> era vencer a golpes, sino<br />

que toda <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> aprovechó para <strong>de</strong>squitarse <strong>de</strong> ellos y humil<strong>la</strong>rlos con todos los<br />

chiflidos e insultos que se les ocurrieron. Jeffrey Cruz, sin embargo, no iba a <strong>de</strong>jarse a<br />

humil<strong>la</strong>r tan fácilmente y <strong>de</strong> repente comenzó a gritar que los cobar<strong>de</strong>s éramos nosotros<br />

y que si <strong>la</strong> pelea fuera, por ejemplo, con un arma b<strong>la</strong>nca seguramente el grupo <strong>de</strong> él<br />

53


saldría vencedor. Al escuchar aquello, Howard, es <strong>de</strong>cir, el amigo <strong>de</strong> Julián, que, por<br />

cierto, no estudiaba en aquel<strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, sacó una navaja <strong>de</strong> no sé dón<strong>de</strong> y <strong>la</strong> tiró al piso,<br />

muy cerca <strong>de</strong> Jeffrey para que él <strong>la</strong> recogiera, luego <strong>de</strong> ello él sacó otra navaja y dijo:<br />

“Listo, si quiere que <strong>la</strong> pelea sea con navaja a mí me parece bien. Agarre <strong>la</strong> suya y<br />

hágale”.<br />

Jeffrey Cruz, en esos momentos, tan sólo se limitó a bajar <strong>la</strong> vista en dirección a <strong>la</strong><br />

navaja que Howard le había procurado para que él <strong>la</strong> recogiera. No obstante, no hizo<br />

nada. Se quedó totalmente estático y fue ahí en don<strong>de</strong> todos los presentes, incluyendo a<br />

sus secuaces <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> los abusones, cayeron en <strong>la</strong> cuenta <strong>de</strong> que él estaba muerto<br />

<strong>de</strong>l susto. Todos le chif<strong>la</strong>ron entonces y <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ción para él fue peor que si tan sólo se<br />

hubiera limitado a per<strong>de</strong>r una pelea por <strong>la</strong> vía <strong>de</strong> los golpes. Al día siguiente, los<br />

estudiantes que no pudieron ir el día anterior a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> por motivo <strong>de</strong> enfermedad,<br />

ca<strong>la</strong>midad doméstica, o yo qué sé cuáles motivos, fueron informados por los otros<br />

estudiantes <strong>de</strong> que los raperos se habían tomado el colegio. C<strong>la</strong>ro, ahora todos los<br />

estudiantes tendrían que soportar que en <strong>la</strong> emisora <strong>de</strong>l colegio no se colocara otra cosa<br />

más que rap, pero ese era un precio que todos estaban dispuestos a aceptar con tal <strong>de</strong> no<br />

seguir siendo agredidos por el grupo <strong>de</strong> los estudiantes abusones.<br />

Pero bueno, me he salido bastante <strong>de</strong> <strong>la</strong> historia que estaba comentando inicialmente<br />

unas pocas líneas atrás. Al respecto, yo <strong>de</strong>cía que Erik Emílson había retado por<br />

vigésimo ya no me acuerdo qué vez, a mi amigo Julián a una batal<strong>la</strong> <strong>de</strong> rap. Las reg<strong>la</strong>s<br />

eran muy c<strong>la</strong>ras, puesto que eran <strong>la</strong>s <strong>de</strong> siempre: cada uno, tanto Emílson como Julián,<br />

conocido por aquel<strong>la</strong>s épocas como El Julio, disponía <strong>de</strong> un minuto cronometrado para<br />

rapearle al otro, y cada uno tendría solo dos oportunida<strong>de</strong>s para dar su mejor esfuerzo.<br />

54


Es <strong>de</strong>cir, aquel<strong>la</strong> fue una memorable batal<strong>la</strong> <strong>de</strong> cuatro minutos. Una batal<strong>la</strong> en <strong>la</strong> que<br />

Julián, como siempre, le hizo mor<strong>de</strong>r el polvo a Erik Emílson. Una batal<strong>la</strong> en <strong>la</strong> que<br />

todos los estudiantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> estuvieron sumamente pendientes. Todos a excepción<br />

<strong>de</strong> mí. C<strong>la</strong>ro, yo que iba, a fin <strong>de</strong> cuentas, a ponerle cuidado a aquel<strong>la</strong> batal<strong>la</strong> <strong>de</strong> rap, si<br />

yo estaba sumamente absorto en <strong>la</strong> hermosura <strong>de</strong> una chica a <strong>la</strong> que todo mundo<br />

l<strong>la</strong>maba Yena, y no sólo en <strong>la</strong> hermosura <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> singu<strong>la</strong>r chica, sino en su<br />

espectacu<strong>la</strong>r cabello tinturado <strong>de</strong> rojo. Un cabello, serpenteante y ondu<strong>la</strong>do, cuyas<br />

l<strong>la</strong>mas rojizas bien podrían ser capaces <strong>de</strong> consumir el horizonte y <strong>de</strong> hipnotizar el<br />

mundo <strong>de</strong> los anhelos <strong>de</strong> mis distintas miradas. Un cabello que fulguraba en medio <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s semb<strong>la</strong>nzas <strong>de</strong> una emoción <strong>de</strong>masiado intensa y <strong>de</strong>sconocida. Yena, por cierto, era<br />

una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s integrantes <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> rap <strong>de</strong> Erik Emílson. Debido a ello se podría <strong>de</strong>cir<br />

que el<strong>la</strong> y yo éramos, en cierta forma, enemigos o algo por el estilo, no obstante, <strong>de</strong>bo<br />

confesar que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento en que <strong>la</strong> vi, yo quedé totalmente prendado <strong>de</strong> su<br />

hermosura y <strong>de</strong>l perfume dulcísimo que yo imaginaba, <strong>de</strong>bería <strong>de</strong> tener su cuerpo.<br />

—Ya ve, Erick, usted jamás va a po<strong>de</strong>r ganarme en una batal<strong>la</strong> <strong>de</strong> rap —le dijo Julián a<br />

Erick Emílson aquel<strong>la</strong> vez, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberle hecho mor<strong>de</strong>r el polvo con sus<br />

espectacu<strong>la</strong>res rimas.<br />

—Pues si se cree tan bravo —contestó Erick un poco ofendido—, por qué no acepta un<br />

reto que alguien le mandó a hacer conmigo.<br />

—¿Un reto? ¿Quién en este mundo me va a querer retar a mí? —inquirió Julián.<br />

—Bueno, usted nada más dígame si acepta el reto o no.<br />

55


—No lo sé, Erick, muy probablemente esa persona que me mandó a retar con usted, es<br />

otro tipo caído <strong>de</strong>l zarzo que cree que improvisando cualquier cosa me va a vencer a mí.<br />

Por otra parte, no tengo mucho tiempo para per<strong>de</strong>r con gente así.<br />

—Hagamos una cosa, Julio —dijo Erick—, si usted le gana a ese tipo que lo mandó a<br />

retar, mi grupo y yo nos retiramos <strong>de</strong>l manejo <strong>de</strong> <strong>la</strong> emisora <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> y se <strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>jamos por entero a uste<strong>de</strong>s. ¿Qué dice?<br />

—Me parece bien. Pero también me parece que si voy a ponerme en estas <strong>de</strong> andar<br />

batal<strong>la</strong>ndo con cualquiera, <strong>de</strong>beríamos hacer <strong>la</strong> apuesta un poco más interesante.<br />

—Qué propone entonces.<br />

—Propongo que si yo le gano al tipo ese, usted no so<strong>la</strong>mente me ceda el control <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

emisora <strong>de</strong>l colegio, sino que usted también <strong>de</strong>berá financiar por entero <strong>la</strong> rumba que <strong>la</strong><br />

gente <strong>de</strong> mi curso piensa hacer al finalizar el año.<br />

—Me parece perfecto, Julio —dijo Erick sin pensarlo siquiera dos veces—. Aunque,<br />

eso sí, si usted pier<strong>de</strong>, mi grupo no sólo se queda con el control <strong>de</strong> <strong>la</strong> emisora <strong>de</strong>l<br />

colegio, sino que usted va a tener que financiarnos a nosotros una rumba <strong>de</strong> final <strong>de</strong> año.<br />

Y no cualquier rumba, sino una rumba digna <strong>de</strong> recordar por siempre.<br />

—Trato hecho —dijo Julián sin pensarlo tampoco más <strong>de</strong> una vez—. Y bien —dijo<br />

luego—, ¿quién es el tipo ese que me mandó a retar con usted?<br />

56


—No es nadie en especial, Julio… Se trata <strong>de</strong> Lucho Sepúlveda.<br />

Al escuchar aquel nombre, a Gonzalo y a mí nos atravesó con su filo inmisericor<strong>de</strong> un<br />

relámpago <strong>de</strong> susto <strong>de</strong>spiadado y visceral. C<strong>la</strong>ro, no era que el tal Lucho Sepúlveda ese<br />

supiera rapear mucho que digamos o que tuviera un talento innato para <strong>la</strong><br />

improvisación, lo que pasaba era que ese sujeto pertenecía a una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s principales<br />

familias <strong>de</strong>lincuenciales <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong> en <strong>la</strong> que Gonzalo, Julián, los<br />

<strong>de</strong>más integrantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> y yo, vivíamos. Sí, ese sujeto, que, a <strong>de</strong>cir verdad, no<br />

era sino un chico con no más <strong>de</strong> dieciséis años, era, por <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> alguna forma,<br />

extremadamente peligroso. Llevarle <strong>la</strong> contraria a él en cualquier cosa, por parte <strong>de</strong><br />

alguien que no fuera <strong>de</strong> su familia, era una verda<strong>de</strong>ra osadía. Ni el mismo Howard que<br />

hizo temb<strong>la</strong>r <strong>de</strong> susto a Jeffrey Cruz, se atrevería siquiera a mirarlo mal. No obstante,<br />

Julio se veía muy confiado, lo que nos hizo pensar a Gonzalo y a mí, que él había<br />

perdido por completo el sentido <strong>de</strong> <strong>la</strong> cordura y el razonamiento lógico. Debido a ello,<br />

en los días que siguieron antes <strong>de</strong>l encuentro <strong>de</strong> rap con Lucho Sepúlveda, Gonzalo y<br />

yo, entre muchos otros estudiantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, nos propusimos intentar convencer por<br />

todos los medios posibles a Julián <strong>de</strong> que no se enfrentara con aquel chico. Le<br />

recordamos que no hacía siquiera dos semanas que él, es <strong>de</strong>cir, que Lucho Sepúlveda, y<br />

otros quince tipos habían cogido a puña<strong>la</strong>das a un grupo <strong>de</strong> estudiantes <strong>de</strong> otra escue<strong>la</strong><br />

que, según se dijo por ahí, hab<strong>la</strong>ban mal <strong>de</strong> aquel chico que supuestamente había<br />

mandado a retar a Julián (digo supuestamente, porque estoy seguro <strong>de</strong> que <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l<br />

reto se le ocurrió por entero a Erick Emílson). Ahora bien, ante todo pronóstico<br />

favorable que Gonzalo y yo pudiéramos tener, en <strong>la</strong> semana <strong>de</strong> p<strong>la</strong>zo que Erick le dio a<br />

mi amigo para el encuentro <strong>de</strong> rap con Lucho, nadie se <strong>la</strong>s pudo arreg<strong>la</strong>r para convencer<br />

57


al testarudo <strong>de</strong> Julián <strong>de</strong> que lo que él iba a hacer era una locura <strong>de</strong> tamaños<br />

impon<strong>de</strong>rables. Finalmente, el terrible día <strong>de</strong>l reto llegó, y Gonzalo y yo <strong>de</strong>cidimos<br />

emplear nuestro último recurso para evitar que Julián terminara haciendo enojar a<br />

Lucho, puesto que en esa c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> batal<strong>la</strong>s <strong>de</strong> rap uno se dice toda c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> insultos.<br />

Dicho recurso consistió en lo siguiente: Gonzalo y yo le dijimos a Julián que se <strong>de</strong>jara<br />

vencer a conciencia <strong>de</strong> Lucho, le hicimos ver que per<strong>de</strong>r <strong>la</strong> emisora <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> no era<br />

algo tan grave, al fin y al cabo todos los estudiantes ya estaban cansados <strong>de</strong> que los<br />

raperos <strong>la</strong> manejaran. Por otra parte, le hicimos ver a Julián que Gonzalo y yo<br />

estábamos dispuestos a co<strong>la</strong>borarle con el pago <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> fiesta o rumba, o como sea<br />

que se <strong>de</strong>see l<strong>la</strong>mar, que era parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> apuesta, aunque tanto Gonzalo como yo<br />

sabíamos que Julián, que era muchísimo más pudiente que nosotros, bien hubiera<br />

podido pagar sin ningún problema unas dos o tres rumbas simi<strong>la</strong>res (más aún si<br />

consi<strong>de</strong>ramos que en el imaginario <strong>de</strong> Erick, una buena rumba que sea digna <strong>de</strong> recordar<br />

por siempre, nada más necesita <strong>de</strong> música y licor).<br />

—¿<strong>En</strong>tonces, camarada, qué nos dices? —le pregunté a mi amigo Julián.<br />

—Digo que yo jamás he perdido un reto y no va a hacer esta <strong>la</strong> primera vez.<br />

Casi estuve a punto <strong>de</strong> rogarle a Julián que no fuera a ganar ni <strong>de</strong> fundas, cuando, a sus<br />

espaldas, muy cerca <strong>de</strong> nosotros, vi aparecer a Erick y a su grupo. <strong>En</strong>tre ellos, como<br />

bien po<strong>de</strong>mos imaginar, se encontraba <strong>la</strong> hermosa Yena con su espectacu<strong>la</strong>r cabello<br />

tinturado <strong>de</strong> rojo. <strong>En</strong> ese instante, es <strong>de</strong>cir, cuando el<strong>la</strong> y su hermosura sin igual se<br />

<strong>de</strong>splegaron ante mis ojos como si <strong>de</strong> una aparición divina se tratara, recordé que yo<br />

siempre había estado muy pero muy enamorado <strong>de</strong> el<strong>la</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía muchos años atrás.<br />

58


Recordé, a<strong>de</strong>más, que yo nunca había sido capaz <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>rle, en parte, para que Julián y<br />

Gonzalo no fueran a <strong>de</strong>cir luego que yo estaba intimando con el enemigo, pero, más que<br />

nada, por pura y física timi<strong>de</strong>z. De cualquier forma, allí estaba el<strong>la</strong>, y yo <strong>la</strong> recodaba, o<br />

más bien recordaba que yo siempre había estado enamorado <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Recordaba,<br />

igualmente, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy chica el<strong>la</strong> fue muy dada a cambiar muy constantemente su<br />

corte <strong>de</strong> cabello o el color <strong>de</strong> aquel. Sí, a veces uno podía ver<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> con su cabello<br />

<strong>la</strong>rgo y oscuro, y al cabo <strong>de</strong> unos cuantos meses uno <strong>la</strong> podía ver rubia y con su cabello<br />

a <strong>la</strong> altura <strong>de</strong> los hombros. Aunque, eso sí, <strong>de</strong> cualquier forma en <strong>la</strong> que yo <strong>la</strong> viera a<br />

el<strong>la</strong>, o fuera cual fuera el corte <strong>de</strong> cabello que dicha chica tuviera, lo único cierto es que<br />

el<strong>la</strong> me quitaba el aliento y hacía parte <strong>de</strong> mis sueños más felices sobre el futuro. Unos<br />

sueños pince<strong>la</strong>dos sobre <strong>la</strong> magia más vívida <strong>de</strong>l existir.<br />

—Quiero pedirte algo, Julián —se me ocurrió <strong>de</strong>cir, con una convicción que aún hoy en<br />

día no sé muy bien <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> salió—. Quiero que me <strong>de</strong>jes a mí competir contra Lucho<br />

Sepúlveda.<br />

—Para per<strong>de</strong>r, ni pensarlo —contestó Julián.<br />

—Te juro por lo más sagrado, Julián, incluso por mi vida, que yo no voy a per<strong>de</strong>r.<br />

Julián se quedó mirándome. Él sabía que yo hab<strong>la</strong>ba en serio. Él sabía que yo no iba a<br />

per<strong>de</strong>r. Lo que no sabía, poco antes <strong>de</strong> que me diera su aval para participar, y ante los<br />

nervios totalmente crispados <strong>de</strong> Gonzalo, era que <strong>la</strong> única razón por <strong>la</strong> cual yo quería<br />

participar, era para po<strong>de</strong>r sorpren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> alguna forma verda<strong>de</strong>ramente prodigiosa y<br />

espectacu<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> hermosa Yena.<br />

59


XI<br />

La presencia sutil <strong>de</strong> una pelusa recorre el amor nostálgico y sufrido que bor<strong>de</strong>a el alma<br />

<strong>de</strong> Gonzalo Ruíz. Últimamente él no ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> observar <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s. Prácticamente<br />

no sale <strong>de</strong>l observatorio <strong>de</strong> <strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, y a<br />

duras si penas si llega a su casa cada día para cambiarse <strong>de</strong> ropa y darle algo <strong>de</strong> comer a<br />

<strong>la</strong> pequeña B<strong>la</strong>nca. Es como si su espíritu quisiera fugarse a través <strong>de</strong> su mirada hacia<br />

alguna secreta y cercana estrel<strong>la</strong>, pero lo cierto, a <strong>de</strong>cir verdad, es que Gonzalo sabe que<br />

observar <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s es lo único que podría evitar que el recuerdo <strong>de</strong> Angie, y <strong>de</strong> sus<br />

ojos cane<strong>la</strong>, y <strong>de</strong> su cabello ligeramente ondu<strong>la</strong>do, y <strong>de</strong> su piel nacarada y <strong>de</strong> su sonrisa<br />

fresca y ruti<strong>la</strong>nte, así como <strong>de</strong> sus provocadoras ca<strong>de</strong>ras anchas, termine por<br />

enloquecerlo un día <strong>de</strong> estos. Tanto ha sido el empeño <strong>de</strong> Gonzalo por explorar los<br />

contornos <strong>de</strong>l infinito en el observatorio astronómico <strong>de</strong> <strong>la</strong> universidad en <strong>la</strong> cual él<br />

cursa sus estudios <strong>de</strong> posgrado, mientras piensa en Angie, c<strong>la</strong>ro está, que durante <strong>la</strong><br />

última semana él no ha dormido más <strong>de</strong> dos o tres horas.<br />

C<strong>la</strong>ro, hay que <strong>de</strong>cir que cuando el sueño llegó al fin a ser lo suficientemente fuerte<br />

como para vencer a mi buen amigo Gonzalo durante horas, el cayó rendido y, para su<br />

sorpresa, tuvo un sueño un poco fuera <strong>de</strong> lo común.<br />

—El dulce recuerdo <strong>de</strong> Angie se ha metido en tus almohadas —le <strong>de</strong>cía a Gonzalo, en<br />

el sueño, nada más y nada menos que <strong>la</strong> misma gatita B<strong>la</strong>nca <strong>de</strong> Angie.<br />

60


—Sí, así es, querida B<strong>la</strong>nca —contestaba él, es <strong>de</strong>cir, Gonzalo, como si nada.<br />

—Dime, querido Gonzalo, recuerdas esa vez cuando conociste a Angie.<br />

—Sí, c<strong>la</strong>ro que sí.<br />

—¿Cómo fue?<br />

—Angie llegaba con su curso <strong>de</strong> biología al observatorio cuando cruzamos nuestra<br />

primera mirada. Más exactamente a una conferencia sobre <strong>la</strong> vida cósmica y <strong>la</strong> vida en<br />

otros mundos que yo fui a presenciar allí durante mi primer día en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Nébu<strong>la</strong> Creciente.<br />

—¿Cómo fue esa mirada?<br />

—Bueno…, pues fue una mirada ante todo discreta. Tanto <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> el<strong>la</strong> como <strong>de</strong><br />

parte mía.<br />

—Y, ¿qué pasó luego?<br />

—Bueno… acabé <strong>de</strong> escuchar <strong>la</strong> conferencia tras haber dado una opinión acerca <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

existencia <strong>de</strong> los hoyos negros, resolví alguna que otra <strong>de</strong> <strong>la</strong>s inquietu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> algunos<br />

estudiantes que me dijeron que querían saber más <strong>de</strong> ese tema, y cuando ya me disponía<br />

a marcharme a <strong>la</strong> que iba a ser mi casa, me topé con el<strong>la</strong> en uno <strong>de</strong> los pasillos <strong>de</strong>l<br />

observatorio. Al parecer, y ahora que lo pienso, el<strong>la</strong> estaba escribiendo algo en un<br />

61


cua<strong>de</strong>rno. De cualquier forma, en ese momento el<strong>la</strong> <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> hacer lo que estaba<br />

haciendo, fuera lo que fuera, y me <strong>de</strong>dicó una sonrisa realmente encantadora.<br />

—¿Qué te ha parecido <strong>la</strong> conferencia? —se me ocurrió preguntarle a el<strong>la</strong> con el ánimo<br />

<strong>de</strong> iniciar una corta conversación.<br />

—Muy buena, aunque <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que <strong>la</strong> parte que más me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> atención fue su<br />

bril<strong>la</strong>nte intervención. Por cierto, se ve que es usted todo un amante <strong>de</strong> <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s,<br />

señor Gonzalo.<br />

—Sí, así es, aunque, ¿sabes algo?... Yo siempre he sido muy dado a pensar una cosa.<br />

—¿Qué?<br />

—Algo muy sencillo que yo sé que te sonará un tanto poético. Que <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s tienen<br />

corazón, y que cada uno <strong>de</strong> sus ávidos <strong>la</strong>tidos, arrojan energía al entramado arterial <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

imaginación humana.<br />

—Eso es cierto.<br />

—Sí, tan cierto, me imagino yo, como <strong>de</strong>cir que <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> <strong>la</strong> poesía le sonríen muy<br />

a menudo a <strong>la</strong> luna.<br />

—Y… dígame, señor Gonzalo, ¿se <strong>de</strong>dica usted por entero a esto?<br />

62


—¿A qué? ¿A <strong>la</strong> poesía?<br />

—No… —dijo el<strong>la</strong> y al instante comenzó a reírse con suavidad y una <strong>de</strong>sbordante<br />

coquetería—. Me refiero a lo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s.<br />

—¡Aaaah!, sí, cómo no. Soy astrónomo <strong>de</strong> profesión y digamos que también me <strong>de</strong>dico<br />

por mi propia cuenta a releer <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s, como por ver si quedaron bien escritas.<br />

—Qué interesante conversación —comentó B<strong>la</strong>nca en el sueño—. Ya veo porque te<br />

inva<strong>de</strong> ese dolor que llega a ti con el estruendo <strong>de</strong> un océano en tormenta, cada vez que<br />

piensas en Angie. Cuando <strong>la</strong> conociste a el<strong>la</strong> fue como si un torrente <strong>de</strong> luz aguamarina<br />

te cubriera por completo y ahora que <strong>la</strong> has perdido no <strong>de</strong>jas <strong>de</strong> pensar en el<strong>la</strong> y <strong>la</strong><br />

sientes, a<strong>de</strong>más, como si el<strong>la</strong>, <strong>la</strong> hermosa y alegre Angie, anduviera perdida por ahí, en<br />

algún secreto abismo interior <strong>de</strong> tu alma o en los suspiros <strong>de</strong> alguna estrel<strong>la</strong>.<br />

—¿A qué te refieres con eso <strong>de</strong> que <strong>la</strong> he perdido?<br />

—Ya veo, no sabes a qué me refiero. Lo mejor es que busques <strong>la</strong>s repuestas en el único<br />

lugar en el que aún no lo has hecho.<br />

—Así, ¿en cuál?<br />

—Simple, mi querido Gonzalo. <strong>En</strong> el diario <strong>de</strong> Angie.<br />

63


¿Qué forma <strong>de</strong> narrar es esta, Javier, y porque no nos habías dicho que Gonzalo fuera<br />

tan buen poeta? ¿Sabes algo?... He <strong>de</strong>cidido que hoy voy a hab<strong>la</strong>r con <strong>la</strong> pequeña<br />

gatita B<strong>la</strong>nca para que el<strong>la</strong> me cuente todo lo que sabe, aunque si hay algo seguro en<br />

este mundo, o en un universo que se haya ahogado <strong>de</strong> repente en un manantial <strong>de</strong><br />

irrealida<strong>de</strong>s, es que el<strong>la</strong>, es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong> pequeña gatita B<strong>la</strong>nca, no sabe más que yo sobre<br />

esta historia que tú has <strong>de</strong>cidido contar. De cualquier forma, siempre es bueno explorar<br />

todos los ruidos que se precipitan <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l silencio, y todos los aromas que se<br />

<strong>de</strong>svanecen <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un único perfume. Por cierto, <strong>la</strong> conversación que Gonzalo tuvo<br />

con Angie, <strong>la</strong> primera vez que ellos hab<strong>la</strong>ron, me ha hecho pensar en <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s y en<br />

esa sonrisa sutil pero profunda que el<strong>la</strong>s <strong>de</strong>stel<strong>la</strong>n, por eso, he <strong>de</strong>cidido que esta noche<br />

me iré dormir en <strong>la</strong> franja más apasionada <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> una estrel<strong>la</strong> que se halle en<br />

medio <strong>de</strong> un hangar <strong>de</strong> luces almibaradas. C<strong>la</strong>ro, te pediría que fueras conmigo, pero<br />

estoy totalmente consciente <strong>de</strong> que a continuación te dispondrás a contar <strong>la</strong> parte más<br />

efervescente <strong>de</strong> tu propia historia en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. Un consejo, no<br />

vayas a mirar a <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s cuando <strong>la</strong> cuentes, mi querido Javier.<br />

64


XII<br />

Yo ya sabía que Rebeca, Xiomara y Mariana, eran tres mujeres jóvenes y muy hermosas<br />

que por alguna extraña razón eran adictas al sexo. Yo ya sabía incluso que el<strong>la</strong>s tres<br />

dormían juntas en un mismo cuarto, que entre el<strong>la</strong>s hacían el amor, y que <strong>de</strong> <strong>la</strong> pelvis <strong>de</strong><br />

cada una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s salía un arrol<strong>la</strong>dor fuego capaz <strong>de</strong> calcinar cualquier alma humana. Lo<br />

que nunca me imaginé es que el<strong>la</strong>s guardaran armas <strong>de</strong> fuego en su clóset y bajo su<br />

cama. El<strong>la</strong>s, <strong>de</strong> hecho, tenían todo un arsenal que iba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> pequeñas pisto<strong>la</strong>s, y<br />

pasando por gran<strong>de</strong>s rifles, a subametral<strong>la</strong>doras e incluso morteros <strong>la</strong>nza granadas.<br />

Cuando les pregunté qué hacían tantas armas allí, el<strong>la</strong>s me contestaron que <strong>la</strong>s tenían en<br />

<strong>de</strong>fensa propia, y que uno no sabía a ciencia cierta cuándo <strong>la</strong>s podía llegar a necesitar, lo<br />

cual me pareció ridículo.<br />

—Miren chicas, si uste<strong>de</strong>s le cuidan armas a <strong>la</strong> mafia o algo así, yo no me voy a enojar<br />

ni me voy a indisponer, c<strong>la</strong>ro, siempre y cuando no me involucren a mí en esos turbios y<br />

neblinosos negocios. Al fin y al cabo uste<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong>n hacer lo que quieran con sus vidas.<br />

Pero lo que sí quiero, chicas, es que por favor me digan <strong>la</strong> verdad y me cuenten qué<br />

hacen esas armas tan peligrosas acá.<br />

De esa, y <strong>de</strong> mil formas más, <strong>la</strong>s insté yo a el<strong>la</strong>s, tal y como se pue<strong>de</strong> ver, a que me lo<br />

contaran todo; a que me dieran, siquiera, <strong>la</strong> ubicación <strong>de</strong> <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve que abre <strong>la</strong>s puertas <strong>de</strong>l<br />

insospechado torreón <strong>de</strong>l misterio. Las insté a que <strong>de</strong>snudaran algo que nunca ha sido<br />

muy fácil <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> fragilidad <strong>de</strong>l silencio.<br />

65


No obstante, y por más que se los roge, no pu<strong>de</strong> sacarles a el<strong>la</strong>s, que eran tan reservadas<br />

con sus cosas y sus secretos, ningún otro dato acerca <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s armas que no fuera el<br />

que el<strong>la</strong>s ya me habían dicho, es <strong>de</strong>cir, que eran para <strong>la</strong> seguridad <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s y <strong>de</strong>l<br />

apartamento en general. Por eso, más bien, al ver que no me iban a <strong>de</strong>cir nada, me fui<br />

para <strong>la</strong> universidad a ver si lograba concentrarme un poco en <strong>la</strong>s materias que tenía para<br />

aquel día. Sin embargo, si yo pensaba que ese iba a ser un día cotidiano <strong>de</strong> estudios, y<br />

así quería yo, <strong>de</strong> hecho, que fuera, estaba muy pero muy equivocado. Des<strong>de</strong> luego, ya<br />

me llevaría yo varias sorpresas a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong>l día, y ya me daría cuenta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco,<br />

cuál sería el verda<strong>de</strong>ro tamaño <strong>de</strong> <strong>la</strong> tempestad que estaba por llegar.<br />

Lo que sucedió fue lo siguiente: Mariana, que era tan buena cocinera, siempre<br />

acostumbraba a prepararme algo para el almuerzo, y ese día no fue <strong>la</strong> excepción. No<br />

obstante, cuando fui a tomar <strong>la</strong> taza que contenía mi almuerzo y el botilito con el jugo<br />

<strong>de</strong> lo que fuera —seguramente <strong>de</strong> naranja, como <strong>de</strong> costumbre—, terminé tomando otro<br />

botilito que no era el <strong>de</strong>l jugo. Acto seguido, salí corriendo a toda prisa hacia <strong>la</strong><br />

universidad porque, como cosa rara, iba bastante tar<strong>de</strong>. Luego, una vez hube llegado a <strong>la</strong><br />

universidad y me hube acomodado a gusto en una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l salón <strong>de</strong> c<strong>la</strong>ses, me<br />

dispuse a escuchar a <strong>la</strong> profesora que hab<strong>la</strong>ba y hab<strong>la</strong>ba sin parar, con una voz<br />

<strong>de</strong>masiado suave e impregnada con cierto efecto soporífico. Al cabo <strong>de</strong> veinte minutos<br />

<strong>de</strong> c<strong>la</strong>se, para no quedarme dormido, saqué, tal y como era mi costumbre cuando <strong>la</strong>s<br />

c<strong>la</strong>ses eran tan aburridas, el botilito que <strong>de</strong>bería <strong>de</strong> llevar el jugo <strong>de</strong> lo que fuera. Lo<br />

abrí, y en ese instante, una extraña y <strong>de</strong>nsa fragancia me golpeó suavemente en el rostro.<br />

De repente, observé al frente, hacia don<strong>de</strong> <strong>la</strong> profesora se encontraba hab<strong>la</strong>ndo, y a<br />

pesar <strong>de</strong> sus más <strong>de</strong> cuarenta y tantos años <strong>la</strong> encontré sumamente atractiva y sensual<br />

66


(<strong>de</strong> hecho lo era). Me levanté entonces <strong>de</strong> <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> en <strong>la</strong> que había estado sentado y me<br />

dirigí hacia don<strong>de</strong> estaba <strong>la</strong> profesora parloteando sin cesar con su soporífica voz. Me<br />

p<strong>la</strong>nté junto a el<strong>la</strong>, y el<strong>la</strong> se percató al instante, <strong>de</strong> que no era yo, sino mis hormonas, o<br />

mi instinto sexual, o qué sé yo qué extraña ansía, qué extraña cosa o qué extraño afán, el<br />

que actuaba por mí. Sin embargo, el<strong>la</strong>, al igual que todos los estudiantes en aquel curso,<br />

se quedó mucho más que perpleja y pasmada cuando <strong>la</strong> tomé por <strong>la</strong> cintura y comencé a<br />

besar<strong>la</strong>, y luego <strong>de</strong> ello, a los pocos segundos apenas, a acariciarle sus senos.<br />

—Señor Javier, por favor —me <strong>de</strong>cía una y otra vez <strong>la</strong> profesora, aunque enojada lo que<br />

se dice enojada, no se veía. <strong>En</strong> lugar <strong>de</strong> ello, todo daba <strong>la</strong> leve y ligera impresión <strong>de</strong> que<br />

el<strong>la</strong> y yo ya hubiéramos tenido con anterioridad algo <strong>de</strong> romance, <strong>de</strong> amoríos y <strong>de</strong><br />

intimidad, puesto que el<strong>la</strong> también se encontraba disfrutando un poco con mis besos y<br />

mis caricias.<br />

C<strong>la</strong>ro, si <strong>la</strong> profesora se hubiese enojado, y hubiera manifestado dicho enojo, ahí mismo<br />

algunos cuantos <strong>de</strong> los alumnos que estaban en aquel curso me hubieran cogido a golpes<br />

por abusivo.<br />

No obstante, mi día, y mi situación en aquel<strong>la</strong> universidad, estaban muy lejos <strong>de</strong><br />

retornar a <strong>la</strong> normalidad, o a unos estándares medianamente mínimos y recomendables<br />

<strong>de</strong> normalidad. Mientras todos me veían besar a <strong>la</strong> profesora, en esa forma tan lujuriosa<br />

y obscena, una chica tomó el botilito que <strong>de</strong>bería <strong>de</strong> llevar algún refrescante jugo <strong>de</strong> lo<br />

que fuera, que, por cierto, no era un botilito sino un frasco a<strong>la</strong>rgado.<br />

—Ya es suficiente —esgrimió <strong>de</strong> repente <strong>la</strong> profesora aquel<strong>la</strong> a <strong>la</strong> que yo, sin<br />

67


consciencia realmente c<strong>la</strong>ra <strong>de</strong> lo que hacía, había <strong>de</strong>cidido besar <strong>de</strong> sopetón.<br />

La chica aquel<strong>la</strong>, entretanto, que había tomado el frasco aquel que yo pensaba que era<br />

un botilito con jugo —el cual yo había <strong>de</strong>jado sobre <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> en <strong>la</strong> que había estado<br />

sentado mientras escuchaba <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se aburridamente magistral <strong>de</strong> <strong>la</strong> profesora—, se abrió<br />

<strong>de</strong> repente una blusa que llevaba puesta, jalándo<strong>la</strong> con gran fuerza y <strong>de</strong>sprendiéndole<br />

todos sus botones. Un acto lleno <strong>de</strong> una extremada y frenética sensualidad.<br />

Algunos <strong>de</strong> los chicos <strong>de</strong>l curso, entretanto, ya se estaban levantando <strong>de</strong> sus sil<strong>la</strong>s para<br />

irme a <strong>de</strong>tener a <strong>la</strong> fuerza por lo que yo estaba haciendo con <strong>la</strong> profesora, en esas, <strong>la</strong><br />

chica aquel<strong>la</strong> que había reventado los botones <strong>de</strong> su blusa, se jaló el brasier que había<br />

quedado visible a <strong>la</strong> vista <strong>de</strong> todos, y luego, lo que apareció súbitamente ante los<br />

incrédulos ojos <strong>de</strong> todos los presentes, fueron sus dos turgentes y redondos senos. <strong>En</strong><br />

ese instante, un chico que estaba cerca <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, <strong>de</strong>bido a <strong>la</strong> sorpresa <strong>de</strong> lo que veían sus<br />

ojos, corrió con mucha fuerza <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> en <strong>la</strong> que yo había estado sentado y como<br />

resultado <strong>de</strong> ello, el frasco que yo había llevado a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> pensando que era un<br />

botilito con jugo, cayó al suelo y se rompió. Una extraña fragancia invadió entonces el<br />

salón en un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos, y al instante siguiente todos los chicos y chicas,<br />

incluyéndome e incluyendo también a <strong>la</strong> profesora, se encontraban besándose, o<br />

acariciándose o <strong>de</strong>snudándose, o masturbándose mutuamente como si nada. Besos,<br />

caricias lujuriosas y <strong>de</strong>más manifestaciones <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo iban y venían por doquier, y sin<br />

ningún recato ni ningún escrúpulo. Como si todos allí quisieran abdicar <strong>de</strong> todos los<br />

lenguajes semióticos conocidos y quisieran inventar un nuevo lenguaje en el que <strong>la</strong> piel,<br />

como una lluvia <strong>de</strong> lujuriosos suspiros sin tiempo, o como una rauda marea <strong>de</strong><br />

primaveras obscenas, fuera el único vehículo <strong>de</strong> comunicación. Como si <strong>la</strong> piel fuera <strong>la</strong><br />

68


única eternidad <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s eternida<strong>de</strong>s. Media hora duró más o menos aquel<strong>la</strong><br />

caótica y <strong>de</strong>senfrenada orgía, puesto que al cabo <strong>de</strong> dicho <strong>la</strong>pso <strong>de</strong> tiempo todos<br />

comenzaron a recobrar el sentido común y el sentido <strong>de</strong>l pudor, incluyéndome a mí, por<br />

supuesto.<br />

Luego <strong>de</strong> aquellos alucinados y <strong>de</strong>senfrenados instantes <strong>de</strong> pasión, como es <strong>de</strong> imaginar,<br />

llegó <strong>la</strong> confusión.<br />

—Fue a causa <strong>de</strong> aquel frasco —comentó alguien, una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pocas personas que<br />

mantenía una expresión tranqui<strong>la</strong> en su rostro, mientras se acomodaba su ropa.<br />

—¿¡Quién lo ha traído!? —preguntó otra persona, una que se veía realmente angustiada.<br />

Por precaución, yo <strong>de</strong>cidí quedarme cal<strong>la</strong>do y no <strong>de</strong>cir que yo lo había llevado hasta<br />

allí. No obstante, cuando se hizo presente <strong>la</strong> policía, y <strong>la</strong>s pistas comenzaron a<br />

seña<strong>la</strong>rme a mí como el culpable <strong>de</strong> todo, tuve que inventarme que había encontrado el<br />

frasco aquel en una calle muy cercana a <strong>la</strong> universidad y que había <strong>de</strong>cidido llevarlo<br />

conmigo, porque no creí que se tratara <strong>de</strong> nada raro.<br />

—Es <strong>la</strong> misma fragancia que se ha utilizado en los robos —comentó uno <strong>de</strong> los policías.<br />

—¿Qué robos? —quise saber mientras veía a <strong>la</strong>do y <strong>la</strong>do y veía llorar a muchas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

chicas que hacía poco habían estado haciendo el amor con sus compañeros sin más ni<br />

más. Unas lloraban <strong>de</strong> vergüenza, otras, cabe <strong>de</strong>cirlo, se sentían vio<strong>la</strong>das, mientras que<br />

<strong>la</strong> gran mayoría <strong>de</strong> <strong>la</strong>s que lloraba tan solo lo hacía porque pensaban que iban a quedar<br />

69


embarazas, tal y como <strong>de</strong> hecho algunas quedaron.<br />

—¿No me diga que no sabe <strong>de</strong> los robos, joven?<br />

—No, no sé <strong>de</strong> qué robos hab<strong>la</strong>n.<br />

—Esto sí que es inaudito. Pero en qué mundo vive usted, joven. ¿Es que acaso no ha<br />

visto los noticieros en <strong>la</strong> televisión? ¿No ha visto periódicos o algo, o no ha escuchado<br />

nada?<br />

—No, no señor.<br />

<strong>En</strong> ese momento, uno <strong>de</strong> los estudiantes que al igual que yo fue víctima <strong>de</strong>l contenido<br />

<strong>de</strong> aquel frasco que por error llevé a <strong>la</strong> universidad, me pasó un periódico <strong>de</strong> hacía<br />

pocos días en el cual aparecía una noticia escalofriante. Se trataba <strong>de</strong> <strong>la</strong> notica <strong>de</strong> un<br />

grupo <strong>de</strong> tres mujeres que se <strong>de</strong>dicaba a robar joyerías, bancos, centros comerciales, y<br />

otros establecimientos en los que pudiera haber mucho dinero o muchos objetos <strong>de</strong><br />

valor. Para ello, el<strong>la</strong>s se valían <strong>de</strong> una extraña fragancia que hacía que todas <strong>la</strong>s<br />

personas expuestas a el<strong>la</strong>, no pudieran contener sus apetitos sexuales más instintivos,<br />

por l<strong>la</strong>marlo <strong>de</strong> alguna forma, y se pusieran a tener sexo con cuanta persona se les<br />

cruzara por el frente.<br />

Lo primero que pensé cuando observé aquel<strong>la</strong> noticia, era que mis tres hermosas y<br />

can<strong>de</strong>ntes anfitrionas eran unas tontas. C<strong>la</strong>ro, qué necesidad tenían el<strong>la</strong>s <strong>de</strong> exponerse a<br />

robar, si podían, si así lo querían, ven<strong>de</strong>r <strong>la</strong> fórmu<strong>la</strong> <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> fragancia <strong>de</strong>l p<strong>la</strong>cer o <strong>de</strong>l<br />

70


apetito sexual, por una millonada <strong>de</strong> dinero realmente alta, porque si <strong>de</strong> algo estaba yo<br />

seguro, era <strong>de</strong> que muchas personas y muchas empresas estarían dispuestas a comprar <strong>la</strong><br />

fórmu<strong>la</strong> <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> fragancia, así tuvieran que dar el dinero que fuera necesario.<br />

La policía me <strong>de</strong>jó ir, al parecer, no les pareció que un muchacho cualquiera como yo,<br />

tuviera algo que ver con aquel<strong>la</strong> fragancia o con <strong>la</strong>s mujeres que <strong>la</strong> utilizaban para robar.<br />

Ahora bien, mientras iba en el autobús, camino al apartamento en el que yo vivía, en<br />

lugar <strong>de</strong> ponerme a pensar en mi amigo Gonzalo o en mi amigo Julián, que se<br />

encontraban sufriendo hasta lo in<strong>de</strong>cible a causa <strong>de</strong> sus amadas mujeres <strong>de</strong>saparecidas,<br />

me puse a pensar en lo que había sucedido en <strong>la</strong> universidad. Me puse a pensar en el<br />

cuerpo <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> todos mis compañeros y en el <strong>de</strong> <strong>la</strong> profesora. Por alguna razón no<br />

me podía sacar aquel<strong>la</strong>s imágenes <strong>de</strong> <strong>la</strong> mente. No me podía sacar <strong>de</strong> <strong>la</strong> mente <strong>la</strong> forma<br />

en <strong>la</strong> que ellos y yo… Rayos, yo tenía que exigirles una explicación a Rebeca, a<br />

Mariana y a Xiomara. Tenía que exigírse<strong>la</strong>s aun cuando el<strong>la</strong>s me mataran por saber<br />

tanto. <strong>En</strong> ese momento, mientras iba en el autobús, y mientras divagaba conmigo mismo<br />

sobre esto y lo otro, alcancé a escuchar <strong>de</strong> <strong>la</strong> radio <strong>de</strong> un señor que se encontraba a<br />

algunas cuantas sil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> mía, que <strong>la</strong>s tres mujeres <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s sexólogas, tal y<br />

como <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>maban a el<strong>la</strong>s los medios <strong>de</strong> comunicación, acababan <strong>de</strong> dar otro golpe. La<br />

voz que hab<strong>la</strong>ba en <strong>la</strong> radio también les recordó a todos los oyentes, que aquel<strong>la</strong> banda<br />

<strong>de</strong>lincuencial estaba compuesta por tres mujeres muy jóvenes y hermosas y que una <strong>de</strong><br />

el<strong>la</strong>s tenía el cabello oscuro y <strong>la</strong>rgo, otra <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s rubio y medianamente <strong>la</strong>rgo, y otra<br />

rojo y corto. “Sí señor, cómo anhelo que un día <strong>de</strong> estos aquel<strong>la</strong>s tres hermosuras<br />

vengan y roben algún sitio en el que yo me encuentre”, le dijo un tipo, cincuentón ya, a<br />

71


otro que iba con él en el mismo autobús en el que yo viajaba.<br />

Que sí, mi estimado Javier. Que algunas cuantas insignificantes e intangibles volutas<br />

<strong>de</strong> alma, no son suficientes para trazar <strong>la</strong>s directrices <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino, y que no siempre en<br />

<strong>la</strong>s filigranas <strong>de</strong> una ilusoria inflexión po<strong>de</strong>mos p<strong>la</strong>smar siquiera un poco <strong>de</strong> lo que<br />

llevamos <strong>de</strong>ntro. Ya te lo he dicho mil veces: tú no conoces aún los catárticos <strong>de</strong>stellos<br />

<strong>de</strong> tu propio ser. ¿Sabes?, a veces he pensado en <strong>de</strong>jarte solo, en medio <strong>de</strong> un paraíso<br />

indómito, para que te pongas a <strong>de</strong>shi<strong>la</strong>char los hilos que tiene el insensorial tejido <strong>de</strong><br />

los sueños. Pero no te preocupes. Tú mejor sigue contando tu historia, que si algún día<br />

yo llego a hacer algo así, ten por seguro que cada minuto <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida iré a visitarte sin<br />

falta y a llevarte algún pequeño <strong>de</strong>talle. Algún <strong>de</strong>talle como lo podría ser <strong>la</strong> este<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

alguna estrel<strong>la</strong> fugaz.<br />

72


XIII<br />

Cuando Gonzalo <strong>de</strong>spertó <strong>de</strong> aquel sueño en el cual él había estado p<strong>la</strong>ticando con <strong>la</strong><br />

pequeña gatita B<strong>la</strong>nca acerca <strong>de</strong> <strong>la</strong> primera vez que él y Angie conversaron, no pudo<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rse mucho, <strong>de</strong>bido a que él recordaba todos los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> aquel<br />

extraño sueño con gran niti<strong>de</strong>z. Luego, tras haber puesto un primer pie fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> cama,<br />

a él le pareció absurdo que estuviera hab<strong>la</strong>ndo con <strong>la</strong> gatita B<strong>la</strong>nca en sus sueños, pero<br />

más absurdo le pareció luego cuando se levantó por entero <strong>de</strong> su cama y se quedó<br />

mirándo<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> maul<strong>la</strong>r como a <strong>la</strong> espera <strong>de</strong> oírle <strong>de</strong>cir algo. C<strong>la</strong>ro, B<strong>la</strong>nca no dijo<br />

nada, aun así, Gonzalo <strong>de</strong>cidió ir al apartamento <strong>de</strong> Angie para buscar el diario <strong>de</strong> el<strong>la</strong> y<br />

leerlo, algo que él no había querido hacer hasta ahora como por no irrespetar <strong>la</strong><br />

intimidad <strong>de</strong> el<strong>la</strong> y como por el temor, profundo e ineludible, <strong>de</strong> encontrar algo que su<br />

corazón, a fin <strong>de</strong> cuentas, no quisiera encontrar o no quisiera saber.<br />

Sin embargo, sólo fue llegar a <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> Angie para que a los pocos segundos Gonzalo<br />

tuviera entre sus manos el diario <strong>de</strong> su novia. Lo abrió y en <strong>la</strong> primera página él leyó un<br />

párrafo que hab<strong>la</strong>ba sobre él, el astrónomo Gonzalo Ruíz, bajo el título, un tanto<br />

poético, <strong>de</strong>: Los luminosos pensamientos <strong>de</strong> sus ojos.<br />

El párrafo en cuestión <strong>de</strong>cía lo siguiente:<br />

Inicio este diario con una noticia verda<strong>de</strong>ramente importante. He llegado con mi curso<br />

<strong>de</strong> biología al observatorio astronómico <strong>de</strong> mi <strong>ciudad</strong> para asistir a una conferencia<br />

73


sobre <strong>la</strong> vida más allá <strong>de</strong> nuestro sistema so<strong>la</strong>r. Estas líneas <strong>la</strong>s escribo mientras<br />

espero a que dé inicio <strong>la</strong> conferencia que será precedida por un importante astrónomo<br />

internacional. Sin embargo, a <strong>la</strong> persona que espero ver llegar es a Gonzalo Ruíz, un<br />

astrónomo sumamente bril<strong>la</strong>nte que ha escrito un artículo sobre <strong>la</strong> vida más allá <strong>de</strong><br />

este mundo, que he encontrado en Internet. Sí, así es, hoy por fin conoceré a Gonzalo,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto tiempo <strong>de</strong> verlo cruzar fugazmente mis sueños, <strong>de</strong> compartir <strong>la</strong> luna<br />

con él y <strong>de</strong> tenerlo como un suspiro incrustado en el cielo <strong>de</strong> mis anhelos…<br />

...Han pasado poco más <strong>de</strong> diez minutos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que llegué al observatorio astronómico<br />

<strong>de</strong> mi <strong>ciudad</strong> (Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente). La conferencia se ve prometedora, pero<br />

lo mejor <strong>de</strong> todo, es que hace tan solo unos momentos Gonzalo ha hecho su aparición, y<br />

sin tardar mucho nuestras miradas se han encontrado y se han reconocido. Mi corazón,<br />

que sabe interpretar los signos ocultos y enigmáticos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino, me lo ha advertido<br />

alborozado. Me ha advertido que ese fue, sin duda, un instante mágico, un instante<br />

mágico porque pu<strong>de</strong> ver en los ojos <strong>de</strong> él —es <strong>de</strong>cir, en esos ojos color miel que tanto<br />

gustan <strong>de</strong> espiar <strong>la</strong> intimidad <strong>de</strong> <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s—, el agua mágica y cristalina <strong>de</strong> todos<br />

sus pensamientos. Lo que quiero <strong>de</strong>cir, para ponerlo en otras pa<strong>la</strong>bras, es que en los<br />

ojos mágicos y profundos <strong>de</strong> Gonzalo, pu<strong>de</strong> ver el agua viva y cristalina <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

estrel<strong>la</strong>s.<br />

Al acabar <strong>de</strong> leer aquellos dos párrafos <strong>de</strong>l diario <strong>de</strong> Angie, Gonzalo quedó sorprendido<br />

y profundamente ha<strong>la</strong>gado. Jamás se le hubiera ocurrido pensar, ni por asomo, que <strong>la</strong><br />

linda Angie esperaba encontrarse con él durante aquel<strong>la</strong> conferencia con tanto ahínco y<br />

emoción. <strong>En</strong> <strong>la</strong> página siguiente <strong>de</strong>l diario, Angie hab<strong>la</strong>ba, por cierto, <strong>de</strong> su pequeña<br />

char<strong>la</strong> con Gonzalo sobre <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s con <strong>la</strong> misma emoción y el mismo sentimiento<br />

74


con el que el<strong>la</strong> se expresaba en <strong>la</strong> página anterior. <strong>En</strong> ese momento, Gonzalo no pudo<br />

evitar reprimir unas cuantas lágrimas <strong>de</strong> felicidad que <strong>de</strong> repente comenzaron a brotar<br />

por sus ojos.<br />

Poco antes <strong>de</strong> partir rumbo a casa, que no era gran camino, si consi<strong>de</strong>ramos que el<br />

apartamento <strong>de</strong> Gonzalo queda justo al enfrente <strong>de</strong>l que tenía Angie poco antes <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>saparecer, él <strong>de</strong>cidió llevar consigo el diario <strong>de</strong> su novia <strong>de</strong>saparecida para a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntar<br />

algunas lecturas más bajo el pequeño y mo<strong>de</strong>rado diluvio <strong>de</strong> luz <strong>de</strong> <strong>la</strong> lámpara <strong>de</strong> su<br />

mesita <strong>de</strong> noche. A Gonzalo le interesaba explorar, en especial, <strong>la</strong>s últimas páginas <strong>de</strong>l<br />

diario, en don<strong>de</strong> seguramente, pensaba él, se encontraría alguna información importante<br />

sobre el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> su novia.<br />

Mientras abría <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> regía y <strong>de</strong>nsa ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> su casa, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> su apartamento<br />

—es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>l apartamento que le fue otorgado momentáneamente por <strong>la</strong> beca <strong>de</strong> sus<br />

estudios <strong>de</strong> posgrado—, Gonzalo se preguntó a sí mismo cómo estarían escritas en el<br />

diario <strong>de</strong> Angie <strong>la</strong>s escenas íntimas e inolvidables que él vivió junto a el<strong>la</strong>, junto a su<br />

hermosa y angelical amada. Se lo preguntó y al poco, se prometió que trataría <strong>de</strong> evitar<br />

aquel<strong>la</strong>s partes <strong>de</strong>l diario <strong>de</strong> Angie, no fuera que se encontrara con algo verda<strong>de</strong>ramente<br />

íntimo que el<strong>la</strong>, por alguna razón, no quería que él supiera, y mucho menos así.<br />

Sin embargo, pensando en ello, Gonzalo recordó <strong>de</strong> repente <strong>la</strong> primera noche <strong>de</strong> tierna y<br />

dulce lujuria que compartió con Angie en <strong>la</strong> cama <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Gonzalo recordó que esa<br />

noche él sintió que un remolino <strong>de</strong> estrel<strong>la</strong>s se ocultaba en su corazón, y que cada una<br />

<strong>de</strong> el<strong>la</strong>s <strong>de</strong>seaba estal<strong>la</strong>r. Recordó que esa noche él y el<strong>la</strong> bebieron sin remilgos o<br />

aspaviento alguno un costoso champán que al poco rato les hizo querer embriagarse <strong>de</strong><br />

75


un licor distinto. Un licor que ambos sabían muy bien, se trataba <strong>de</strong>l dulce y<br />

<strong>de</strong>senfrenado licor que en ocasiones <strong>de</strong> luna y estrel<strong>la</strong>s luminosas, suele brindar el tacto<br />

<strong>de</strong>l cuerpo y sus distintas pulsiones. Recordó, a<strong>de</strong>más, cuando él comenzó a acariciar <strong>la</strong><br />

suave y sedosa piel como <strong>de</strong> brisa ligera <strong>de</strong> Angie y <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras que él le iba diciendo<br />

en ese momento:<br />

—Amor, tienes el sabor dulce y apasionado <strong>de</strong> una estrel<strong>la</strong> furtiva —se le ocurrió <strong>de</strong>cir<br />

a él en esos apasionados y cálidos segundos.<br />

—Algo simi<strong>la</strong>r puedo <strong>de</strong>cir yo <strong>de</strong> tus manos y tus ojos, amado mío —dijo el<strong>la</strong> al<br />

instante.<br />

—¿Algo simi<strong>la</strong>r? ¿Qué sería eso simi<strong>la</strong>r, mi cielo?<br />

—Algo simi<strong>la</strong>r como que tus ojos profundos fueron cubiertos con <strong>la</strong> piel <strong>de</strong>l mar.<br />

—¡Ah, sí!, pues déjame <strong>de</strong>cirte que tú pareces una linda gatita, que el viento ronronea<br />

suavemente en tu cabello y que tu mirada felina se ha robado mi corazón. Dime: ¿qué<br />

tienes que <strong>de</strong>cir tú ante eso?<br />

—Miau —le dijo el<strong>la</strong> poco antes <strong>de</strong> entregársele en cuerpo y alma.<br />

76


XIV<br />

Hay veces en <strong>la</strong>s que mi amigo Julián pasa por un parque, y al ver uno o varios<br />

columpios, enseguida <strong>la</strong> recuerda a el<strong>la</strong>, a <strong>la</strong> hermosa Amalia. La recuerda subida con<br />

bastante alegría en una <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s suspendidas con cuerdas y como suspendidas,<br />

a su vez, en una suavísima e inocente emoción <strong>de</strong> fantasía. La recuerda, sí, lo que <strong>de</strong><br />

hecho es algo muy extraño en un hombre cuya memoria no le gusta ser muy insistente<br />

con ninguna c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> recuerdos. A un hombre al que los recuerdos <strong>de</strong> otros tiempos<br />

simplemente lo saludan <strong>de</strong> cuando en cuando, algunos con <strong>la</strong> cabeza guacha, y otros con<br />

una amplia y cálida sonrisa en su tez, luego <strong>de</strong> lo cual se marchan o se disuelven en <strong>la</strong><br />

amplitud <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sconocido abismo. Se marchan, a <strong>de</strong>cir verdad, <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma forma en<br />

<strong>la</strong> cual llegaron, es <strong>de</strong>cir, con <strong>la</strong> misma ligereza.<br />

Esa vez, en <strong>la</strong> cual el<strong>la</strong> y él estuvieron en un parque, observando los más dulces<br />

engranajes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino bajo un sol <strong>de</strong> luz amie<strong>la</strong>da y con eufóricos pensamientos <strong>de</strong><br />

ingravi<strong>de</strong>z, fue una <strong>de</strong> esas pocas ocasiones, por no <strong>de</strong>cir que <strong>la</strong> única, en <strong>la</strong> cual ellos<br />

dos no estuvieron en el lugar en el cual Amalia Rubio atendía a sus fervorosos clientes.<br />

También fue aquel<strong>la</strong>, por cierto, una <strong>de</strong> esas pocas ocasiones en <strong>la</strong>s cuales Julián <strong>la</strong> vio<br />

sonreír a el<strong>la</strong> con una sonrisa viva y <strong>de</strong>sprevenida y con sus ojos vigorosamente<br />

relucientes. Sí, <strong>la</strong> felicidad se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> ambos, y el<strong>la</strong> se ba<strong>la</strong>nceaba en aquel<br />

columpio en el que estaba subida como queriendo ser una metáfora <strong>de</strong> <strong>la</strong> alegría y <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

libertad. Se ba<strong>la</strong>nceaba mientras él <strong>la</strong> empujaba a cada tanto <strong>de</strong> forma bastante cariñosa<br />

para ayudarle <strong>de</strong> esa forma al viento en aquel<strong>la</strong> sublime y sencil<strong>la</strong> tarea <strong>de</strong> hacer<br />

77


a<strong>la</strong>ncear a su alegre amada.<br />

Ese día, mientras observaban los más dulces engranajes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino bajo un sol <strong>de</strong> luz<br />

amie<strong>la</strong>da y con eufóricos pensamientos <strong>de</strong> ingravi<strong>de</strong>z, surgieron entre ellos dos algunas<br />

cuantas amenas y graciosas conversaciones. Unas conversaciones que terminaron con <strong>la</strong><br />

petición aquel<strong>la</strong> <strong>de</strong> Julián hacia Amalia <strong>de</strong> irse a vivir juntos y <strong>de</strong> que el<strong>la</strong> le diera uno o<br />

varios hijos. Unas conversaciones que, más exactamente, terminaron con <strong>la</strong> frase<br />

aquel<strong>la</strong> <strong>de</strong> Amalia <strong>de</strong>: "Cuando duerman los espejos". Una frase que, en su momento,<br />

el<strong>la</strong> esgrimió para respon<strong>de</strong>rle a Julián, a su requirente corazón y a <strong>la</strong> petición que el<br />

alma <strong>de</strong> él no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> hacer a cada segundo.<br />

Luego <strong>de</strong> ello, Amalia tomó un bloc <strong>de</strong> hojas que el<strong>la</strong> siempre llevaba consigo y en el<br />

que dibujaba quién sabe qué cosa, y se marchó diciendo que tenía que ir a alimentar a su<br />

mascota (una serpiente cascabel <strong>de</strong> medio metro <strong>de</strong> <strong>la</strong>rga). No obstante, ese día, entre<br />

esas amenas y graciosas conversaciones que afloraron entre ellos dos, hubo un momento<br />

en el cual ambos se encontraron hab<strong>la</strong>ndo <strong>de</strong>l amor. Julián, por alguna razón, era mucho<br />

más optimista que Amalia, en cuanto a lo que a ese tema se refiere.<br />

—Cuando una persona se enamora —<strong>de</strong>cía él—, todo a su alre<strong>de</strong>dor se torna bello y<br />

sublime, y no solo ciertas cosas o pa<strong>la</strong>bras como "caricia", "ternura" o "cariño". Sí, mi<br />

querida Amalia, enamorarse es una sensación tan in<strong>de</strong>scriptible que, para ponerte un<br />

ejemplo, ni el mejor pintor, con <strong>la</strong> mejor pintura <strong>de</strong>l mundo, podría jamás reproducir <strong>la</strong><br />

intensidad y el esplendor que cobran los distintos matices <strong>de</strong>l entorno, cuando te tomas<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> mano con <strong>la</strong> persona que amas. Y ni el colosal océano en su estado más sereno<br />

podría siquiera igua<strong>la</strong>r <strong>la</strong> calma y <strong>la</strong> <strong>la</strong>situd interior que prece<strong>de</strong>, triunfante, a cuando<br />

78


lees el amor en los ojos <strong>de</strong> tu alma geme<strong>la</strong>.<br />

Esas, eran unas pa<strong>la</strong>bras con <strong>la</strong>s cuales Julián pretendía llegar al corazón <strong>de</strong> su amada,<br />

no obstante, el<strong>la</strong>, al escuchar<strong>la</strong>s, no dijo nada, y lo único que hizo fue quedarse viendo<br />

una suave pelusa, impulsada por el viento, que pasaba por allí.<br />

—¿No estás <strong>de</strong> acuerdo con lo que dije? —preguntó entonces Julián al ver y al sentir tan<br />

silenciosa a su querida Amalia.<br />

—<strong>En</strong> parte sí, y en parte no.<br />

—No te entiendo, mi cielo. ¿Cómo así que en parte sí y en parte no?<br />

—Lo que suce<strong>de</strong>, cariño, es que hay amores y hay vidas que simple y l<strong>la</strong>namente son<br />

como el reflejo <strong>de</strong> otros amores y <strong>de</strong> otras vidas. Pue<strong>de</strong> que sea por ello, ¿sabes?, que<br />

quiero que duerman los espejos.<br />

79


XV<br />

Las volcánicas e intempestivas pasiones que hasta el día <strong>de</strong> hoy he vivido con <strong>la</strong>s<br />

hermosas Rebeca, Mariana y Xiomara, palpitan férvidamente en mi memoria. Aun así, y<br />

con todo, sé que <strong>de</strong>do rec<strong>la</strong>marles, que <strong>de</strong>bo exigirles una explicación. Pero, en ese justo<br />

y preciso instante en el cual yo pretendía hacer eso, y mientras yo entraba al<br />

apartamento en el que el<strong>la</strong>s y yo hemos vivido hasta ese nebuloso día <strong>de</strong>l acci<strong>de</strong>nte en<br />

mi universidad, una pregunta me asaltó <strong>de</strong> repente. Una pregunta que inundó mi ser<br />

como una estrel<strong>la</strong> que traspasa <strong>la</strong> noche con su embrujo. Una pregunta que me hice a mí<br />

mismo. La pregunta, tan concisa como confusa, <strong>de</strong> si yo sería capaz, acaso, <strong>de</strong><br />

arriesgarme a estar sin el<strong>la</strong>s. Más exactamente si yo sería capaz <strong>de</strong> arriesgarme a per<strong>de</strong>r<br />

<strong>la</strong> profusidad <strong>de</strong> sus besos, el roce sensual <strong>de</strong> sus caricias, y toda esa gama <strong>de</strong> posiciones<br />

e improvisaciones en nuestros amoríos pasionales. <strong>En</strong> ello pensaba yo intensamente<br />

cuando entré al apartamento <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s y <strong>la</strong>s encontré <strong>de</strong>snudas a <strong>la</strong>s tres y metidas en el<br />

jacuzzi. Yo estaba enfadado por lo que había sucedido en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, <strong>de</strong> modo que mi<br />

primera reacción, al ver<strong>la</strong>s, fue <strong>la</strong> <strong>de</strong> rec<strong>la</strong>marles.<br />

—Escuchen, chicas, quiero que me expliquen lo <strong>de</strong> los robos y lo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s armas. No<br />

tienen ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo que me ha pasado el día <strong>de</strong> hoy por culpa <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s.<br />

Mientras yo hab<strong>la</strong>ba, me iba acercando poco a poco al jacuzzi. Y cuando ya estuve lo<br />

suficientemente cerca <strong>de</strong> aquel, el terror y el espanto más profundos se apo<strong>de</strong>raron<br />

abruptamente <strong>de</strong> mí. No, no es para menos. No estoy exagerando puesto que lo que vi<br />

80


en el jacuzzi fue exactamente lo siguiente: Xiomara había sido herida, muy<br />

probablemente por <strong>la</strong> policía durante el último robo <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Se encontraba, a<strong>de</strong>más,<br />

mordiendo un trapo con gran fuerza, puesto que Rebeca se encontraba, a su vez,<br />

tratando <strong>de</strong> sacarle a el<strong>la</strong>, es <strong>de</strong>cir, a Xiomara, <strong>la</strong> ba<strong>la</strong> que había entrado en su bello<br />

cuerpo <strong>de</strong> esbelta cintura. El agua <strong>de</strong>l jacuzzi, por cierto, tenía un color rojizo <strong>de</strong>bido a<br />

<strong>la</strong> sangre que soltaba a borbotones el cuerpo <strong>de</strong> Xiomara. Como ya he dicho, <strong>la</strong>s tres se<br />

encontraban <strong>de</strong>snudas, y ninguna <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s le prestó <strong>la</strong> más mínima atención al rec<strong>la</strong>mo, o<br />

más bien a <strong>la</strong> exigencia <strong>de</strong> explicación, que yo les acababa <strong>de</strong> hacer. Xiomara tenía una<br />

inconfundible expresión <strong>de</strong> dolor dibujada en sus facciones y sus ojos llorosos. Rebeca,<br />

por su parte, se encontraba totalmente concentrada en su <strong>la</strong>bor <strong>de</strong> sacarle a Xiomara <strong>la</strong><br />

ba<strong>la</strong> que tenía alojada en su cuerpo, mientras que Mariana, entretanto, se encontraba<br />

masturbándose con sus <strong>de</strong>dos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l agua rojiza <strong>de</strong>l jacuzzi.<br />

Aquel<strong>la</strong> vista, como es <strong>de</strong> imaginar, me sorprendió tanto que <strong>de</strong> inmediato olvidé mis<br />

rec<strong>la</strong>mos <strong>de</strong> exigencias e incluso, por lo impactante <strong>de</strong> <strong>la</strong> visión, casi olvido quién era<br />

yo mismo. Rebeca terminó <strong>de</strong> hacer lo suyo con Xiomara. La ba<strong>la</strong> fue extraída con éxito<br />

<strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> mujer <strong>de</strong> cabello rubio. Mis consejos acerca <strong>de</strong> que Xiomara tenía<br />

que ir a un hospital, no fueron muy bien recibidos por parte <strong>de</strong> mis tres hermosas<br />

anfitrionas. <strong>En</strong> lugar <strong>de</strong> ello, en un dos por tres Rebeca vendó a Xiomara, le aplicó<br />

algunos antinfectantes o algo así sobre <strong>la</strong> herida que aún estaba reciente, y al poco<br />

tiempo <strong>la</strong> hermosa Xiomara se quedó dormida.<br />

Yo me encontraba con <strong>la</strong>s manos en <strong>la</strong> nuca mientras pensaba, sumamente preocupado,<br />

cómo había ido yo a parar al apartamento <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s tres <strong>de</strong>mentes y peligrosas<br />

mujeres. Pero, <strong>de</strong> un momento a otro, Rebeca extrajo <strong>de</strong> su bolso unas jeringas llenas <strong>de</strong><br />

81


sangre, esbozó una pequeña y coqueta sonrisa y dijo lo siguiente:<br />

—Escucha, Javier, al ver que Xiomara estaba herida, Mariana y yo pensamos que esta<br />

era una oportunidad única para llenar el jacuzzi con sangre. Sin embargo, y viendo que<br />

quizás <strong>la</strong> sangre <strong>de</strong> Xiomara no alcanzaría para lo que Mariana y yo tenemos pensado,<br />

<strong>de</strong> camino hacia acá le inyectamos a algunas cuentas personas estas jeringas para<br />

extraerles un poco <strong>de</strong> su sangre. Bueno, fueron solo cuatro personas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cuales puedo<br />

asegurarte que ninguna <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s tiene ninguna enfermedad peligrosa o <strong>de</strong> cuidado.<br />

—¿Como por ejemplo, sida?<br />

—Sí, así es. Pero a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> eso, también te puedo asegurar que a ninguna <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s<br />

personas le hemos quitado mucha sangre, o al menos no más <strong>de</strong> <strong>la</strong> necesaria como para<br />

que se recuperen y sigan con vida, así que no te preocupes por nada.<br />

—¿Y para qué quieren llenar el jacuzzi con sangre?<br />

—Es obvio, cariño. Para tener sexo contigo allí.<br />

Yo estaba a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle a Rebeca que se fuera al diablo, pero <strong>de</strong> un momento a otro<br />

el<strong>la</strong> llegó hasta don<strong>de</strong> yo estaba sentado. Se agachó, sacó mi miembro viril <strong>de</strong>l pantalón<br />

y comenzó a <strong>la</strong>mer. Media hora <strong>de</strong>spués sonó mi teléfono móvil. Salí <strong>de</strong>l jacuzzi todo<br />

envuelto en sangre a contestarlo. Era Gonzalo, quería saber si yo podía acompañarlo<br />

aquel día en horas <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>. Según lo que él me dijo, en <strong>la</strong> noche él había tenido un<br />

sueño bastante extraño <strong>de</strong>l cual quería hab<strong>la</strong>rme. Yo lo escuché hab<strong>la</strong>r durante casi un<br />

82


minuto, luego <strong>de</strong>l cual, le dije que aquel<strong>la</strong> tar<strong>de</strong> yo iba a estar muy ocupado con unos<br />

trabajos <strong>de</strong> <strong>la</strong> universidad. De modo que una vez me vi libre <strong>de</strong> <strong>la</strong>s interferencias <strong>de</strong><br />

Gonzalo, así, tal cual yo estaba, totalmente <strong>de</strong>snudo y escurriendo sangre por doquier,<br />

volví al jacuzzi con Mariana y con Rebeca. Una vez allí, comencé el tercer juego <strong>de</strong><br />

pasión <strong>de</strong>l día. El<strong>la</strong>s, es <strong>de</strong>cir, Rebeca y Mariana, se veían bastante excitadas con <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> tener sexo en un jacuzzi lleno a rebosar <strong>de</strong> sangre. Sin embargo, a los pocos minutos<br />

<strong>de</strong> estar poseyéndo<strong>la</strong>s yo a el<strong>la</strong>s con todas <strong>la</strong>s fuerzas que aún me quedaban, volvió a<br />

sonar mi teléfono móvil. Salí entonces <strong>de</strong>l jacuzzi, con <strong>la</strong> intención <strong>de</strong> arrojarlo por <strong>la</strong><br />

ventana. C<strong>la</strong>ro, primero lo contesté y resultó siendo mi amigo Julián. Le pregunté que<br />

qué quería tratando <strong>de</strong> no parecer <strong>de</strong>scortés, y él me dijo que necesitaba hab<strong>la</strong>r con<br />

alguien sobre Amalia, que así se lo pedía su alma. Fue entonces cuando yo le esgrimí <strong>la</strong><br />

misma excusa que en su momento escuchó Gonzalo, que ese día yo estaba muy ocupado<br />

porque tenía que realizar unos cuantos trabajos <strong>de</strong> <strong>la</strong> universidad. Julián se <strong>de</strong>spidió<br />

entonces y luego <strong>de</strong> ello arrojé mi teléfono móvil por una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventanas <strong>de</strong>l edificio<br />

con gran fuerza. Acto seguido, me dispuse a seguir con <strong>la</strong> faena que llevaba con<br />

Mariana y Rebeca, <strong>la</strong>s cuales se veían totalmente rojas por <strong>la</strong> sangre que <strong>la</strong>s cubría. No<br />

obstante, solo fue ver<strong>la</strong>s a el<strong>la</strong>s así, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esa distancia en <strong>la</strong> que yo me encontraba, y<br />

solo fue ver <strong>la</strong>s jeringas que hacía poco habían estado llenas <strong>de</strong> sangre, tiradas por el<br />

suelo <strong>de</strong> <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>de</strong> aquel apartamento, cuando me pegunté a mí mismo qué diantres<br />

estaba haciendo. No, yo jamás recibí <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> nadie, ni <strong>de</strong> mis padres, ni <strong>de</strong> mis<br />

amigos, ni en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> en <strong>la</strong> que estudié, una educación que me instara a hacer cosas<br />

tan enfermas, tan repulsivas y tan retorcidas.<br />

—No puedo seguir con esto, chicas —dije poco antes <strong>de</strong> irme a pegar un baño y <strong>de</strong><br />

ponerme a pensar cómo iba yo a dirigir el curso <strong>de</strong> mi vida si seguía viviendo con<br />

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aquel<strong>la</strong>s extrañas mujeres en aquel apartamento.<br />

No sé cuánto tiempo estuve duchándome, pero cuando salí <strong>de</strong>l baño, Rebeca y Mariana<br />

ya habían recogido el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y limpiado <strong>la</strong> sangre que había estado por doquier. Me<br />

sorprendió mucho <strong>la</strong> rapi<strong>de</strong>z con <strong>la</strong> que el<strong>la</strong>s limpiaron todo, pero más sorprendido me<br />

quedé cuando me vi a mí mismo, al poco tiempo, diciéndoles a mis tres bel<strong>la</strong>s<br />

anfitrionas que quería pedirles un favor. “Sí, c<strong>la</strong>ro, dinos”, dijeron el<strong>la</strong>s. Fue entonces<br />

cuando les dije que quería irme a vivir a otro <strong>la</strong>do para po<strong>de</strong>r concentrarme en mí<br />

mismo y en mi futuro. Les hice ver que mi familia esperaba muchas cosas <strong>de</strong> mí, y que<br />

por eso yo no podía darme el lujo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r <strong>la</strong> beca que me había otorgado <strong>la</strong><br />

Universidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente. “¿<strong>En</strong> qué te po<strong>de</strong>mos ayudar entonces?”, quisieron<br />

saber Rebeca y Mariana, puesto que Xiomara aún dormía profundamente ya que el<strong>la</strong><br />

estaba muy débil por toda <strong>la</strong> sangre que había perdido.<br />

—Muy sencillo, chicas —dije yo—: les quiero pedir muy encarecidamente que por<br />

favor, cuando <strong>la</strong>s personas que me dieron <strong>la</strong> beca y les están pagando a uste<strong>de</strong>s por mi<br />

hospedaje, se comuniquen con uste<strong>de</strong>s, le digan que yo aún vivo aquí en este<br />

apartamento. ¿Qué dicen?<br />

—No lo sé, Javier —dijo Rebeca—. Eso sería mentir.<br />

Estuve a punto <strong>de</strong> gritarles en <strong>la</strong> cara que eso era poco en comparación con todo lo que<br />

el<strong>la</strong>s hacían. Estuve a punto <strong>de</strong> gritarles que estaban enfermas, que tenían <strong>la</strong> mente<br />

retorcida y que el<strong>la</strong>s ni siquiera eran humanas, cuando Rebeca me soltó <strong>de</strong> repente <strong>la</strong>s<br />

siguientes pa<strong>la</strong>bras:<br />

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—No, mentiras, Javier. Era broma. C<strong>la</strong>ro que te ayudaremos. Al fin y al cabo para eso<br />

estamos los amigos.<br />

Yo llevaba ya un poco más <strong>de</strong> una semana viviendo solo y aun así no lograba<br />

concentrarme en lo que realmente <strong>de</strong>bería importarme, es <strong>de</strong>cir, en mis estudios. Por<br />

una parte, yo no podía sacar <strong>de</strong> mi mente todo lo que había vivido por y a causa <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

hermosas Rebeca, Mariana y Xiomara, y por otra parte, pasaba y sucedía que el<strong>la</strong>s,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que me marché <strong>de</strong> su apartamento, no <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> l<strong>la</strong>marme a todas horas. El<strong>la</strong>s<br />

llegaron incluso a rega<strong>la</strong>rme un teléfono móvil, para reemp<strong>la</strong>zar el que yo había<br />

arrojado por una ventana, y para que <strong>de</strong> esa forma, según el<strong>la</strong>s, pudiéramos estar<br />

siempre en contacto. Sí, el<strong>la</strong>s me l<strong>la</strong>maban a todas horas y no me <strong>de</strong>jaban en paz.<br />

Aunque <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que en cierto momento no me pareció tan malo y tan terrible tener<strong>la</strong>s<br />

a el<strong>la</strong>s tres como amigas. Es más, aprovechando aquel<strong>la</strong> extraña y <strong>nebulosa</strong> amistad,<br />

cierto día les pregunté que si no sabían o tenían i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué pudo haber sucedido con<br />

dos bel<strong>la</strong>s mujeres que hacía poco habían <strong>de</strong>saparecido. Les di incluso a mis tres amigas<br />

el nombre y algunos datos personales <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mujeres <strong>de</strong>saparecidas que me interesaba<br />

encontrar, pero el<strong>la</strong>s me dijeron que no sabían nada. Para colmo <strong>de</strong> males, lo que el<strong>la</strong>s<br />

me dijeron es que en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, por si yo no lo sabía, <strong>la</strong>s mujeres<br />

jóvenes y hermosas llevaban <strong>de</strong>sapareciendo en forma misteriosa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía ya varios<br />

años, y que por esa razón era que el<strong>la</strong>s tenían el arsenal <strong>de</strong> armas que guardaban en su<br />

casa. Es <strong>de</strong>cir, según el<strong>la</strong>s, <strong>la</strong>s armas no eran solo para robar sino para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> un<br />

mal oscuro y <strong>de</strong>sconocido, un mal que nunca <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> acechar con una presencia<br />

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invisible e insospechada, y que en cualquier momento podría hacerse presente para<br />

<strong>de</strong>saparecer<strong>la</strong>s a el<strong>la</strong>s al igual que <strong>de</strong>sapareció a <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Angie o <strong>la</strong> apasionada Amalia.<br />

Respecto a los robos que <strong>la</strong>s tres bel<strong>la</strong>s, extrañas y ninfómanas Rebeca, Mariana y<br />

Xiomara cometían, según el<strong>la</strong>s, más por diversión y amor al sexo que por necesidad o<br />

cualquier otra cosa, el<strong>la</strong>s me dijeron que no llevaban más <strong>de</strong> dos años ejerciendo aquel<strong>la</strong><br />

curiosa práctica <strong>de</strong>lictiva. Me contaron incluso que lo que sucedía, es que <strong>la</strong> receta<br />

secreta con <strong>la</strong> cual el<strong>la</strong>s preparaban aquel<strong>la</strong> fragancia que hacía que todas <strong>la</strong>s personas<br />

quisieran tener sexo en forma arrol<strong>la</strong>dora y compulsiva con quien tuvieran al <strong>la</strong>do, era<br />

una vieja receta <strong>de</strong> un familiar <strong>de</strong> una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s que había sido una bruja, sí, nada más y<br />

nada menos que una bruja.<br />

Por cierto, el<strong>la</strong>s también me dijeron que no conocían a ninguna <strong>de</strong> <strong>la</strong>s personas que me<br />

habían dado a mí y a mis dos amigos, <strong>la</strong> beca para estudiar en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong><br />

Creciente cualquier carrera <strong>de</strong> posgrado. Es más, el<strong>la</strong>s ni siquiera conocían a <strong>la</strong>s<br />

personas que les estaban pagando por mi hospedaje, puesto que todo, según el<strong>la</strong>s, lo<br />

habían arreg<strong>la</strong>do con aquel<strong>la</strong>s personas mediante el uso <strong>de</strong> Internet.<br />

Acerca <strong>de</strong> los robos, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que no pasó mucho tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que abandoné <strong>la</strong><br />

casa <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s tres extrañas mujeres, para que Xiomara se recuperara por completo y<br />

junto con Rebeca y Mariana dieran un nuevo golpe. Fueron, a <strong>de</strong>cir verdad, unos cinco<br />

días apenas. Cinco días en los cuales el<strong>la</strong>s p<strong>la</strong>nearon un nuevo golpe y lo dieron como si<br />

nada. Esta vez, se trató <strong>de</strong>l robo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los más gran<strong>de</strong>s hospitales <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Nébu<strong>la</strong> Creciente. El modus operandi utilizado en aquel robo, por cierto, fue el mismo<br />

que el que mis tres amantes, porque el<strong>la</strong>s tres todavía eran amantes ocasionales mías,<br />

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llevaban a cabo siempre. Es <strong>de</strong>cir, llegaron como caídas <strong>de</strong> <strong>la</strong> nada, esparcieron <strong>la</strong><br />

fragancia <strong>de</strong> <strong>la</strong> lujuria <strong>de</strong>smedida, tal y como el<strong>la</strong>s <strong>la</strong> l<strong>la</strong>maban, por todo el hospital, y<br />

mientras todos se entregaban a unos arrobadores e incontro<strong>la</strong>bles arrebatos <strong>de</strong> pasión,<br />

el<strong>la</strong>s robaron todo cuanto pudieron. El<strong>la</strong>s, que eran inmunes a su propia fragancia por<br />

una razón que nunca quisieron comentarme, sacaban tiempo en cada uno <strong>de</strong> sus robos,<br />

para mirar si podían tener sexo o no con una o varias <strong>de</strong> sus víctimas. Al principio <strong>de</strong><br />

sus robos, según me dijeron el<strong>la</strong>s mismas, <strong>la</strong>s tres también se entregaban a los arrebatos<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> lujuria y <strong>la</strong> <strong>la</strong>scivia con <strong>la</strong>s personas que, por l<strong>la</strong>marlo <strong>de</strong> alguna forma, el<strong>la</strong>s<br />

hechizaban o embrujaban. Aunque, eso sí, con el pasar <strong>de</strong>l tiempo, y con <strong>la</strong> policía y <strong>la</strong><br />

ley respirándoles en <strong>la</strong> nuca, el<strong>la</strong>s tuvieron que <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> tener sexo con sus víctimas en<br />

los robos que hacían.<br />

“Esas mujeres están verda<strong>de</strong>ramente enfermas”, pensé yo cierto día, mientras vivía solo<br />

y sin saber o sospechar siquiera que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco yo me iba a ver muy pero muy<br />

involucrado en los robos <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s tres mujeres. Sí, mucho más <strong>de</strong> lo que ya estaba<br />

involucrado.<br />

87


XVI<br />

Mirarse cada mañana en su espejo ligeramente roto y alimentar a su serpiente cascabel<br />

<strong>de</strong> medio metro <strong>de</strong> <strong>la</strong>rga, eran dos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que hacían parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> rutina invariable<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> hermosa Amalia Rubio Castillo.<br />

El<strong>la</strong> también se <strong>de</strong>dicaba a una cosa muy poco común, como por no <strong>de</strong>cir extraña, hasta<br />

poco antes <strong>de</strong> que <strong>de</strong>sapareciera misteriosamente. Según el<strong>la</strong>, en una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s hojas <strong>de</strong> un<br />

bloc <strong>de</strong> papel que tenía sobre una mesita, Amalia se <strong>de</strong>dicaba en sus ratos libres a<br />

dibujar, cada día, <strong>la</strong> única cosa útil que a nadie se le ha ocurrido imaginar en esta vida.<br />

<strong>En</strong> más <strong>de</strong> una ocasión, Julián, o alguno que otro <strong>de</strong> sus clientes habituales, luego <strong>de</strong><br />

haber traspasado <strong>la</strong> seductora cortina <strong>de</strong> flores que servía <strong>de</strong> puerta a <strong>la</strong> habitación<br />

don<strong>de</strong> el<strong>la</strong> los atendía, vieron el bloc <strong>de</strong> papel y <strong>de</strong> inmediato le preguntaron a su dueña<br />

qué contenía aquel. “Dibujos”, contestaba el<strong>la</strong>. “Qué dibujos”, se interesaban ellos,<br />

pensando en quién sabe qué cosa. “Nada en especial”. “¿Puedo ver?”. “No, c<strong>la</strong>ro que<br />

no. Es algo muy personal”, contestaba el<strong>la</strong> con un aire <strong>de</strong>nso e impasible.<br />

C<strong>la</strong>ro, solo a Julián llegó a confesarle aquel<strong>la</strong> sensual mujer <strong>de</strong> ojos <strong>de</strong> cristal marino,<br />

cierta noche, tras rasgarle <strong>la</strong>s cortinas <strong>de</strong> su corazón varonil y atemporal con el calor y<br />

<strong>la</strong> dulzura <strong>de</strong> su piel, que lo que en realidad el<strong>la</strong> estaba dibujando allí, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía<br />

muchos años, no era sino <strong>la</strong> única cosa útil que a nadie se le ha ocurrido imaginar en<br />

esta vida.<br />

88


—¿Qué cosa es esa? —inquirió Julián en ese momento, mirándo<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> fijamente, <strong>de</strong><br />

una forma tal, como si los ojos <strong>de</strong> el<strong>la</strong> <strong>de</strong>sprendieran agua <strong>de</strong> azahar o algún prohibido y<br />

dulce maná.<br />

—Ni siquiera yo he podido imaginarlo aún, Julián —contestó el<strong>la</strong>—. Pero sé que es<br />

algo útil porque tiene que ver con los sentimientos.<br />

—¿Los sentimientos?<br />

—Sí, amor mío. Esa extraña materia intangible que suele frenar <strong>la</strong> libertad.<br />

Julián no lo dijo, pero un <strong>de</strong>seo vehemente y repentino cruzó su mirada cuando escuchó<br />

nombrar aquel<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra “sentimientos”. Cuando <strong>la</strong> escuchó, dicha por los<br />

suaves y apetitosos <strong>la</strong>bios <strong>de</strong> carmín <strong>de</strong> Amalia Rubio. Julián se acercó entonces a el<strong>la</strong> y<br />

<strong>la</strong> acarició en el cabello y en el rostro con su consabida ternura <strong>de</strong> hombre enamorado.<br />

Se rebulló un poco en <strong>la</strong> cama <strong>de</strong> Amalia para colocarse encima <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, y luego, con<br />

una voz ga<strong>la</strong>nte y seductora, dijo algo tan inesperado que retumbó en el aire <strong>de</strong> aquel<br />

cuarto con <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong> mil relámpagos consecutivos:<br />

—Quiero tener un hijo contigo, Amalia. Es en serio. Ese es y siempre ha sido el más<br />

gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> todos mis <strong>de</strong>seos.<br />

—No —contestó el<strong>la</strong>, <strong>la</strong> hermosa y apasionada Amalia, un poco aturdida por los besos<br />

<strong>de</strong> aquel hombre que últimamente franqueaban con gran facilidad <strong>la</strong> frontera <strong>de</strong> su tacto.<br />

89


—<strong>En</strong>tonces —comenzó a <strong>de</strong>cir él, con el único ánimo <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> tema—, déjame<br />

ver cómo va tu dibujo, cariño mío.<br />

—Eso sí que no, mi amor. Podría estar dispuesta a darte un hijo, o cualquier otra cosa,<br />

antes que a <strong>de</strong>jarte ver mi preciado dibujo. Escucha bien, Julián: ese dibujo es lo único<br />

que tengo.<br />

Al escuchar<strong>la</strong>, Julián quedó pasmado. Todas <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras, incluso <strong>la</strong>s <strong>de</strong> su propio<br />

pensamiento, lo rehuían a él, y parecían que iban a insta<strong>la</strong>rse en <strong>la</strong>s aguas plácidas y<br />

serenas <strong>de</strong> <strong>la</strong> imperturbable e inflexible mirada <strong>de</strong> <strong>la</strong> hermosa Amalia.<br />

90


XVII<br />

—No te preocupes. No eres el único hombre que por amor o por pasión o cualquier otra<br />

cosa ha andado con una o varias mujeres como nosotras —me dijo Rebeca, con su voz<br />

más serena, comprensiva y tranquilizadora, en cierta ocasión.<br />

No obstante, por <strong>la</strong> expresión que yo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> tener en mi rostro en esos momentos, el<strong>la</strong><br />

se percató <strong>de</strong> que darme ánimos iba a ser una tarea un poco más compleja.<br />

—Te voy a contar una historia —soltó entonces, <strong>de</strong> repente, y con una <strong>de</strong> sus más<br />

arrobadoras sonrisas.<br />

—¿Una historia?<br />

—Sí, una historia que pue<strong>de</strong> que te ayu<strong>de</strong> un poco, pero, eso sí, tienes que escuchar<strong>la</strong><br />

con el alma. Ya sabes lo que dicen por ahí, que sólo el alma humana es capaz <strong>de</strong> ver <strong>la</strong>s<br />

distintas ventanas <strong>de</strong> <strong>la</strong> brisa y <strong>la</strong>s raudas cortinas <strong>de</strong> terciopelo que on<strong>de</strong>an sobre el<strong>la</strong>.<br />

—Bueno, Rebeca, dale, te escucho.<br />

—Está bien. Aunque <strong>de</strong>bes tener en cuenta una última cosa. Lo que voy a hacer a<br />

continuación es el intento <strong>de</strong> animarte utilizando para ello <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras. No obstante, hay<br />

que tener en cuenta que con <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras es muy difícil llegar a <strong>la</strong> esencia <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas.<br />

91


Ya sabes lo que dicen por ahí, que sin importar cuántas pa<strong>la</strong>bras lo <strong>de</strong>scriban, el mar<br />

siempre será un poema jamás escrito, aunque por todos leído. Pero bueno, aquí va lo<br />

que te quería contar:<br />

"Esta es <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> un hombre que estaba enamorado <strong>de</strong> una bruja. ¿Sabes?, él sabía<br />

que el<strong>la</strong> era bruja, y aun así eso no era algo que le suscitara ningún tipo <strong>de</strong> certidumbre<br />

o <strong>de</strong> angustia o que lo preocupara en lo más mínimo. Es más, se dice que <strong>la</strong> pasión <strong>de</strong><br />

ellos dos era sumamente incan<strong>de</strong>scente y difícil <strong>de</strong> atemperar. Tan enamorado estaba él<br />

<strong>de</strong> el<strong>la</strong>, que siempre le prestó oídos sordos a toda esa gente que muy a menudo iba a<br />

<strong>de</strong>cirle que su mujer lo tenía bajo los efectos <strong>de</strong> algún rezo, o <strong>de</strong> algún místico y<br />

pulsante sortilegio; o que el<strong>la</strong> le había dado quién sabe qué brebaje, o quién sabe qué<br />

elixir secreto o qué extraña cosa para que él estuviera así como estaba <strong>de</strong> enamorado <strong>de</strong><br />

su mujer.<br />

No obstante, no importaba lo que dijeran <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Lo único importante para él, era rozar<br />

en <strong>la</strong> piel <strong>de</strong> su amada el centro mismo <strong>de</strong>l universo. Esa piel <strong>de</strong> embrujo, <strong>de</strong> embrujo<br />

seductor, y <strong>de</strong> éxtasis puro que tanto lo atraía a él.<br />

Por esa razón él nunca le vio ningún inconveniente a que su amada esposa le diera todas<br />

<strong>la</strong>s pócimas misteriosas que quisiera, y mucho menos aún si se <strong>la</strong>s daba con sus<br />

dulcísimos y extasiados <strong>la</strong>bios <strong>de</strong> éter. Para él, el<strong>la</strong>, más que una bel<strong>la</strong> y mística bruja <strong>de</strong><br />

piel ardiente, era un fruto sensorialmente suculento, o quién sabe si algún maná o alguna<br />

ambrosía divina.<br />

Y no so<strong>la</strong>mente no le importaba que lo embrujara, sino que a él no le importaban<br />

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incluso muchas cosas <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> bruja <strong>de</strong> su amada, más exactamente <strong>de</strong> su vida <strong>de</strong><br />

aque<strong>la</strong>rres y <strong>de</strong> atmósferas turbiamente entenebrecidas.<br />

A él, para ponerte un ejemplo, no le importaba ni un poco siquiera cada vez que el<strong>la</strong><br />

llegaba bebiendo una vaporosa taza <strong>de</strong> café y le <strong>de</strong>cía como si nada que necesitaba con<br />

máxima urgencia un mechón <strong>de</strong> su cabello. No le importaba tampoco cuando él le<br />

preguntaba a el<strong>la</strong> que adón<strong>de</strong> iba, y el<strong>la</strong> le contestaba que al cementerio más cercano a<br />

realizar una diligencia <strong>de</strong> suma importancia. No, qué le iba a importar a él nada <strong>de</strong> eso.<br />

Qué le iba a importar que el<strong>la</strong> tuviera en su alcoba una foto <strong>de</strong> él en medio <strong>de</strong> un<br />

pequeño altar o <strong>de</strong> algo así todo lleno <strong>de</strong> ve<strong>la</strong>s negras. Qué le va a importar que el<strong>la</strong><br />

tuviera un muñeco <strong>de</strong> vudú <strong>de</strong> su amado, o <strong>de</strong> que no le permitiera a él utilizar ningún<br />

otro perfume que no fuera uno rega<strong>la</strong>do por el<strong>la</strong>.<br />

C<strong>la</strong>ro, a él no le importaba nada <strong>de</strong> eso. No le importa en lo absoluto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que pudiera<br />

amar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> hasta <strong>la</strong>s tantas <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche. No le importaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que pudiera besar <strong>la</strong><br />

tersura <strong>de</strong> su cuello. No le importaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que él pudiera contemp<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s miradas <strong>de</strong><br />

pícaro interés que el<strong>la</strong> le <strong>de</strong>dicaba cada mañana y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que el<strong>la</strong>, su hermosa amada, le<br />

insuf<strong>la</strong>ra pequeños sorbos <strong>de</strong> vida con sus ávidos besos.<br />

Por otra parte, hay que tener en cuenta que él siempre procuró sacarle gran ventaja a <strong>la</strong>s<br />

dotes hechiceras <strong>de</strong> su amada. Para serte más concreta, me refiero a toda esa gran<br />

cantidad <strong>de</strong> veces en <strong>la</strong>s que él llegó a <strong>de</strong>cirle a el<strong>la</strong> cosas como: “Amor, necesito con<br />

suma urgencia que veas en tu bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> cristal cuál es <strong>la</strong> sorpresa que me tiene preparada<br />

el jefe para hoy”. “Amor, mira en el tabaco si voy a po<strong>de</strong>r cerrar el negocio aquel <strong>de</strong>l<br />

que hab<strong>la</strong>mos ayer”. “Amor, podrías ver, si no es mucha molestia para ti, c<strong>la</strong>ro, qué dice<br />

93


el tarot acerca <strong>de</strong> mi salud para <strong>la</strong> semana que viene. Es que tengo un partido <strong>de</strong> fútbol,<br />

y etcétera etcétera…”<br />

Cierta noche, ¿sabes?, una i<strong>de</strong>a cruzó su mente, <strong>la</strong> mente <strong>de</strong> aquel hombre<br />

profundamente enamorado. Una i<strong>de</strong>a un tanto poética y que en el estri<strong>de</strong>nte y<br />

maravilloso momento <strong>de</strong>l amor, hacía que todos los hechizos ardieran con <strong>la</strong> misma<br />

fuerza, con <strong>la</strong> misma ingravi<strong>de</strong>z y bajo <strong>la</strong> misma sinfonía <strong>de</strong>sbocada. Luego <strong>de</strong> ello,<br />

luego <strong>de</strong> haber tenido aquel<strong>la</strong> i<strong>de</strong>a, él le propuso a su amada una cosa. Le propuso que<br />

le <strong>la</strong>nzara un hechizo a <strong>la</strong> luna, que se <strong>de</strong>snudara lenta y apasionadamente, que recibiera<br />

sus <strong>la</strong>bios varoniles con los suyos ligeramente entreabiertos y que recibiera su cuerpo <strong>de</strong><br />

hombre <strong>de</strong>seoso con el suyo repentinamente tierno. Le propuso que le dijera eso que<br />

el<strong>la</strong> le dice todas <strong>la</strong>s noches, es <strong>de</strong>cir, que en el futuro todos seremos polvo <strong>de</strong> estrel<strong>la</strong>s.<br />

Finalmente, luego <strong>de</strong>l amor, él le dijo a el<strong>la</strong> que estaba totalmente caída <strong>de</strong>l zarzo si<br />

creía que para tenerlo a su <strong>la</strong>do <strong>de</strong>bía <strong>la</strong>nzarle uno <strong>de</strong> sus muchos y po<strong>de</strong>rosos hechizos<br />

<strong>de</strong> pasión".<br />

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XVIII<br />

Lucho Sepúlveda resultó ser mucho mejor rapero <strong>de</strong> lo que todos pensábamos. La<br />

batal<strong>la</strong> <strong>de</strong> rap con él fue verda<strong>de</strong>ramente difícil, fue verda<strong>de</strong>ramente tenaz. Fue, si mal<br />

no recuerdo, y aun a riesgo <strong>de</strong> exagerar un poco, como una cruenta y vertiginosa<br />

contienda al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l empinado arrecife <strong>de</strong> <strong>la</strong> tensión más abrumadora. No obstante, lo<br />

único que yo quería en esta vida era sorpren<strong>de</strong>r a Yena y así lo hice. No sólo <strong>de</strong>mostré,<br />

por tanto, un dominio <strong>de</strong> flow prodigioso sino que <strong>la</strong>s letras que solté fueron<br />

arrol<strong>la</strong>doras y efectivas. Sí, cada una <strong>de</strong> mis rimas resultó ser tan inesperada como<br />

contun<strong>de</strong>nte y asombrosa. La batal<strong>la</strong> con Lucho, por cierto, se <strong>de</strong>sarrolló en dos rondas.<br />

Él fue el primero en empezar. Tenía dos minutos para <strong>de</strong>mostrar <strong>de</strong> qué estaba hecho su<br />

rap. Yo fui el siguiente en tratar <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>r bajo el arterial entramado <strong>de</strong> una ráfaga<br />

<strong>de</strong> buena improvisación, luego le correspondió a Lucho Sepúlveda <strong>de</strong> nuevo, y,<br />

finalmente, entré yo, en mi segundo turno, y para cerrar con broche <strong>de</strong> oro aquel evento.<br />

Lucho Sepúlveda, por cierto, fue a aquel encuentro como con diez <strong>de</strong> los más peligrosos<br />

integrantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> banda <strong>de</strong>lincuencial <strong>de</strong> <strong>la</strong> que su familia era <strong>la</strong> cabeza en aquel<strong>la</strong><br />

<strong>ciudad</strong>. Gonzalo estaba que se moría <strong>de</strong> los nervios y Julián también, aunque solo un<br />

poco, y aunque él, a diferencia <strong>de</strong> Gonzalo, lo disimu<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> una forma bastante<br />

asombrosa. De cualquier forma,<br />

aquel encuentro <strong>de</strong> rap fue mucho más que<br />

memorable para mí. Fue un suceso <strong>de</strong> férvidos <strong>de</strong>stellos y <strong>de</strong> inmensas ensoñaciones. Y<br />

cómo no serlo. Cómo no serlo, si cuando me encontraba en mi segundo turno <strong>de</strong> batal<strong>la</strong>,<br />

por ejemplo, uno <strong>de</strong> los tipos que venían acompañando al joven Lucho, comenzó a<br />

gritar a diestra y siniestra y <strong>de</strong> forma bastante eufórica que así, hijos <strong>de</strong> puta, <strong>de</strong>cía él,<br />

95


era como se rapeaba. Aquel tipo <strong>de</strong>cía aquello <strong>de</strong> lo puro sorprendido que estaba. No,<br />

no estoy exagerando. La forma en <strong>la</strong> cual yo rapeé allí y en <strong>la</strong> cual solté <strong>la</strong>s rimas que<br />

con hábil <strong>de</strong>streza <strong>de</strong> poeta y <strong>de</strong> guerrero solté, tuvieron un efecto, en algunos <strong>de</strong><br />

sugestión, y en otros <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra y grata sorpresa. Tanta fue mi <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong><br />

talento que, tras haber cantado, Yena no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> mirarme con cierta picardía <strong>de</strong><br />

muchacha adolescente a <strong>la</strong> que le gusta mucho un muchacho. Incluso el mismo Lucho<br />

Sepúlveda se aproximó hasta don<strong>de</strong> yo estaba y me estrechó <strong>la</strong> mano y me dijo que yo,<br />

sin duda, era el mejor rapero que él había conocido en su vida. Al cabo <strong>de</strong> un rato, para<br />

mi tristeza y mi congoja, Erick Emílson y su grupo, incluyendo a Yena, se marcharon<br />

tras haber aceptado su <strong>de</strong>rrota. Lo propio hizo Lucho Sepúlveda y su gente, los cuales<br />

no <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> <strong>la</strong>nzarme ha<strong>la</strong>gos y felicitaciones durante un buen par <strong>de</strong> minutos.<br />

Luego, cuando me aproximé a don<strong>de</strong> estaban Julián y Gonzalo, <strong>de</strong> alguna parte, no sé<br />

<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> exactamente, apareció Anabel, <strong>la</strong> exnovia <strong>de</strong> Julián. El<strong>la</strong> surgió como <strong>de</strong> algún<br />

secreto escondite entre el aire y como si <strong>de</strong> una muy curiosa y afantasmada presencia se<br />

tratara, o al menos así me pareció a mí por el efecto <strong>de</strong> sorpresa que el<strong>la</strong> le imprimió a<br />

su aparición. Sí, el<strong>la</strong> apareció y se me aba<strong>la</strong>nzó encima para abrazarme y felicitarme por<br />

mi triunfo. El<strong>la</strong> apareció para darme un fugaz y coqueto beso en los <strong>la</strong>bios.<br />

—Mira que yo no sabía que fueras tan bueno para eso <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir tantas pa<strong>la</strong>bras con esa<br />

velocidad. Es que ni un experto en trabalenguas te gana. De verdad que eres fenomenal,<br />

Javi.<br />

—Muchas gracias, Anabel —le dije yo a el<strong>la</strong> en forma un tanto escueta y tratando <strong>de</strong><br />

que me soltara <strong>de</strong> una vez por todas, puesto que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>la</strong> vi, el<strong>la</strong> se me pegó <strong>de</strong>l<br />

96


cuello como si tuviera <strong>la</strong> misión <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jarme escapar por nada <strong>de</strong>l mundo.<br />

—Mira, Anabel, que estás molestando al pobre <strong>de</strong> Javier, déjalo quieto, ¿quieres? —dijo<br />

Julián un poco enfadado y con unos celos encima que bien se hubieran podido notar a<br />

años luz <strong>de</strong> distancia.<br />

Anabel no dijo nada en ese momento. Simplemente me soltó y se dirigió hacia don<strong>de</strong><br />

estaba Gonzalo cuidando una bolsa o algo parecido.<br />

Anabel, por cierto, nunca había sido santa <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>voción. Nadie como yo, o como el<br />

mismísimo Julián, para saber que <strong>la</strong> so<strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> el<strong>la</strong> es capaz <strong>de</strong> hacer marchitar a<br />

todas <strong>la</strong>s flores <strong>de</strong> un jardín y <strong>de</strong> hacer apagar al rocío que <strong>la</strong>s aviva. No, no era que el<strong>la</strong><br />

fuera fea o algo así. El<strong>la</strong> era espectacu<strong>la</strong>rmente bel<strong>la</strong>, y más que espectacu<strong>la</strong>r,<br />

inquietante y aturdidoramente bel<strong>la</strong>. Aparte <strong>de</strong> eso, el<strong>la</strong> se maquil<strong>la</strong>ba mucho y se vestía<br />

<strong>de</strong> una forma, digamos, tan provocativa como <strong>de</strong>scarada, aun cuando no era más que<br />

una muchachita <strong>de</strong> escue<strong>la</strong> en plena adolescencia, aunque eso sí, qué muchachita. Por<br />

cierto, cabe <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Julián y yo <strong>la</strong> conocimos, el<strong>la</strong> no hizo otra cosa más<br />

que darnos problemas. El papá <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, por ejemplo, nos tenía a Julián y a mí<br />

amenazados <strong>de</strong> muerte. Sí, él había corrido el rumor <strong>de</strong> que don<strong>de</strong> nos llegara a ver a<br />

Julián y a mí, y peor aún, don<strong>de</strong> nos llegara a ver a nosotros dos al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> su hija, nos<br />

iba a asesinar sin ninguna compasión. Lo malo <strong>de</strong> ese asunto, era que el papá <strong>de</strong> Anabel<br />

era un tipo muy pero muy peligroso. Era un alto oficial <strong>de</strong>l ejército y aparte <strong>de</strong> tener<br />

armas y <strong>de</strong> saber yo no sé a ciencia cierta cuántas tácticas <strong>de</strong> combate, tenía a su<br />

disposición a muchos soldados <strong>de</strong>l ejército que harían cualquier cosa, aun al margen <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> ley, que él les pidiera o les or<strong>de</strong>nase.<br />

97


Pero lo más malo <strong>de</strong> Anabel, a <strong>de</strong>cir verdad, no era su padre que tanta animadversión<br />

nos tenía a Julián y a mí. No, lo más malo <strong>de</strong> el<strong>la</strong> era el<strong>la</strong> misma. El<strong>la</strong>, para poner un<br />

ejemplo, tenía un alma tan oscura que apenas Julián <strong>de</strong>cidió terminar con el<strong>la</strong>, Anabel,<br />

para <strong>de</strong>squitarse <strong>de</strong> él <strong>de</strong> una forma que fuera realmente cruel, buscó a su mejor amigo<br />

—es <strong>de</strong>cir, al mejor amigo <strong>de</strong> Julián—, lo llevó a <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> una amiga en <strong>la</strong> cual no<br />

habría nadie ese día, lo instó a beber algunos cuantos tragos <strong>de</strong> licor, y luego, valiéndose<br />

<strong>de</strong> algunas cuantas caricias mucho más sorpresivas y <strong>de</strong>safiantes que el más inminente y<br />

repentino <strong>de</strong> los amaneceres, se acostó con él. Se acostó con el mejor amigo <strong>de</strong> Julián.<br />

Se acostó conmigo.<br />

—Mira lo que traigo acá —dijo Anabel luego <strong>de</strong> haberse dirigido hasta don<strong>de</strong> estaba<br />

Gonzalo sentado y <strong>de</strong> haber tomado <strong>la</strong> bolsa que él estaba cuidando.<br />

—No me digas… Una botel<strong>la</strong> <strong>de</strong> vodka.<br />

—Sí, has acertado, querido Javier. Y te has ganado, por en<strong>de</strong>, un buen sorbo <strong>de</strong> el<strong>la</strong>.<br />

—Anabel, que nosotros hemos venido acá para rapear un rato, no para ponernos a<br />

tomar <strong>de</strong> ningún licor —dijo Julián con un enfado colosal bor<strong>de</strong>ando aún toda el aura y<br />

toda <strong>la</strong> energía que irradiaba <strong>de</strong> forma <strong>de</strong>nsísima su ser.<br />

—No te pongas así, Julián. Mira que es para celebrar <strong>la</strong> victoria <strong>de</strong> Javier, que al fin y al<br />

cabo es tu mejor amigo.<br />

98


Qué terrible suceso fue que el amigo <strong>de</strong> Julián con el cual Anabel <strong>de</strong>cidió acostarse para<br />

<strong>de</strong>squitarse <strong>de</strong> una u otra forma más o menos maligna <strong>de</strong> su exnovio, fuera yo. Pero más<br />

allá <strong>de</strong> ello, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que esa fue mi primera experiencia sexual, mi primera<br />

experiencia entre <strong>la</strong>s lin<strong>de</strong>s <strong>de</strong> lo amatorio y entre <strong>la</strong>s marejadas diversas <strong>de</strong> <strong>la</strong> pasión.<br />

No fue, por en<strong>de</strong>, cualquier cosa. Y no puedo <strong>de</strong>cir que fuera ma<strong>la</strong>, al contrario, fue<br />

inolvidable, fue excelsa, sin embargo, tampoco puedo congraciarme mucho que<br />

digamos por ello, al fin y al cabo yo sentía que había traicionado el honor y el orgullo<br />

<strong>de</strong> mi mejor amigo, y eso me pesaba como un universo entero sobre mi ser. C<strong>la</strong>ro, cómo<br />

no me iba a pesar, si <strong>la</strong> primera experiencia sexual <strong>de</strong> Julián también fue con Anabel<br />

cuando ellos dos aún eran novios, y eso lo sé muy bien porque él me <strong>la</strong> contó con gran<br />

lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles. Que sí, que cuando Anabel y yo estuvimos juntos el<strong>la</strong> ya no era novia<br />

<strong>de</strong> Julián, es cierto, absolutamente cierto, pero aun así, y aun al día <strong>de</strong> hoy, no puedo<br />

evitar sentirme culpable por haber cedido a <strong>la</strong> tentación que aquel<strong>la</strong> precoz y malvada<br />

muchachita representaba. Aún recuerdo que al día siguiente <strong>de</strong> haberme acostado con<br />

el<strong>la</strong>, cuando llegué a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, Julián me observó y <strong>de</strong> inmediato supo lo que había<br />

sucedido. No, Anabel no le había dicho nada aún a Julián, simple y l<strong>la</strong>namente él lo<br />

leyó en mis ojos. Fue entonces, es <strong>de</strong>cir, en ese mismo instante, cuando se lo confesé<br />

todo a mi mejor amigo, y al contrario <strong>de</strong> lo que yo me esperaba, <strong>la</strong> reacción <strong>de</strong> él no fue<br />

en lo absoluto violenta. Sí, en lugar <strong>de</strong> enfurecerse conmigo por haberle hecho lo que le<br />

hice, él se lo tomó con mucha calma. C<strong>la</strong>ro, él sabía que <strong>la</strong> que me había tentado había<br />

sido el<strong>la</strong>, y por eso era que él no le veía ningún problema a que nosotros siguiéramos,<br />

junto a Gonzalo, siendo los mejores amigos. Con el tiempo, incluso, él y yo<br />

comenzamos a frecuentar a Anabel para salir con el<strong>la</strong>. A veces el<strong>la</strong> me besaba y me<br />

abrazaba a mí, y a veces el<strong>la</strong> abrazaba y besaba a Julián. Parecía que tanto Julián como<br />

yo fuéramos los novios <strong>de</strong> el<strong>la</strong> y que <strong>la</strong> estuviéramos compartiendo. No obstante, Julián<br />

99


ya se había conseguido una nueva novia, y a mí no me interesaba tener algo serio y<br />

formal con una chica como Anabel. Antes que una cosa así, yo hubiera preferido <strong>la</strong><br />

muerte, y no estoy exagerando. Aún recuerdo esa única vez en <strong>la</strong> que el<strong>la</strong> y yo<br />

estuvimos juntos en <strong>la</strong> intimidad, los papás <strong>de</strong> <strong>la</strong> amiga que le había prestado <strong>la</strong> casa a<br />

Anabel para que el<strong>la</strong> hiciera <strong>de</strong> <strong>la</strong>s suyas conmigo allí, llegaron <strong>de</strong> repente y a mí me<br />

tocó saltar a medio vestir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> ventana <strong>de</strong> un segundo piso a un jardín que por<br />

fortuna tenía bastante césped.<br />

—¿<strong>En</strong>tonces, muchachos? ¿No van a tomar <strong>de</strong> <strong>la</strong> botel<strong>la</strong> <strong>de</strong> vodka que traje?<br />

—No —dijo Julián en <strong>la</strong> forma más rotunda y contun<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong> que fue capaz y<br />

mientras me hacía un gesto para que yo tampoco tomara.<br />

Aunque, eso sí, no hacía falta que Julián me hiciera ningún gesto. Yo no pensaba tomar<br />

vodka con Anabel por nada <strong>de</strong> este mundo.<br />

—Anabel —continuó Julián—, más bien explícanos a Javier y a mí cómo es eso <strong>de</strong> que<br />

estás saliendo con alguien. Mejor dicho, <strong>de</strong> que ahora eres <strong>la</strong> novia <strong>de</strong> alguien.<br />

—¡Ah!, veo que ya te fueron con el chisme —dijo Anabel—. Pues quiero que sepas,<br />

Julián, que si tú pue<strong>de</strong>s estar con alguien, y al mismo tiempo conmigo, yo también<br />

tengo mis <strong>de</strong>rechos.<br />

—¿Ah, sí?... ¿Y qué hay <strong>de</strong> Javier? —preguntó Julián, aunque a mí, a <strong>de</strong>cir verdad, no<br />

me importaba en lo más mínimo que Anabel anduviera con alguien. Es más, a mí me<br />

100


parecía algo sensacional, puesto que si eso era verdad, existía una probabilidad bastante<br />

alta <strong>de</strong> que el<strong>la</strong> nos <strong>de</strong>jara a Julián y a mí <strong>de</strong> una vez por todas en paz, aunque bueno,<br />

también <strong>de</strong>bo aceptar que si aquel<strong>la</strong> precoz niña andaba siempre <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> nosotros, en<br />

gran parte era porque nosotros mismos <strong>la</strong> buscábamos.<br />

Julián le pidió a Anabel que le reve<strong>la</strong>ra el nombre <strong>de</strong> su nuevo novio, y el<strong>la</strong> no quiso.<br />

Más bien, se puso a <strong>de</strong>cirnos a Julián, a Gonzalo y a mí, que como ninguno <strong>de</strong> nosotros<br />

había querido tomar vodka junto a el<strong>la</strong>, ahora el<strong>la</strong> iba a tratar <strong>de</strong> averiguar si se podía<br />

tomar toda <strong>la</strong> botel<strong>la</strong> <strong>de</strong> un solo sorbo. Ni Julián, ni Gonzalo, ni yo <strong>la</strong> <strong>de</strong>tuvimos cuando<br />

el<strong>la</strong> trató <strong>de</strong> hacer el experimento. Casi lo logra, pero no, <strong>de</strong> modo que al ver que<br />

todavía le quedaba un gran pucho <strong>de</strong> vodka en <strong>la</strong> botel<strong>la</strong>, Anabel se <strong>la</strong> volvió a llevar a<br />

<strong>la</strong> boca y se <strong>la</strong> acabó <strong>de</strong> otro tirón tan <strong>la</strong>rgo como lo fue el primero, es <strong>de</strong>cir, el <strong>de</strong>l<br />

experimento <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Luego, totalmente ebria, nos soltó a Julián y a mí el nombre <strong>de</strong> su<br />

nuevo novio. Howard Aguirre, ese era el nombre <strong>de</strong>l nuevo novio <strong>de</strong> Anabel. Nada más<br />

y nada menos que el tipo que hizo temb<strong>la</strong>r a Jeffrey Cruz <strong>de</strong> susto <strong>de</strong> los pies a <strong>la</strong><br />

cabeza. Sí, el tipo que le arrojó una navaja a Jeffrey Cruz al suelo para que ambos<br />

pelearan usando cada uno un implemento <strong>de</strong> esos. Un tipo que era amigo <strong>de</strong> Julián, pero<br />

que si se llegaba a enterar <strong>de</strong> que Julián o algún otro muchacho tenía algo con su novia,<br />

él sería capaz <strong>de</strong> volver a Julián, o a dicho muchacho, talco para zapatos. Ese era,<br />

incluso, un tipo que tenía fama <strong>de</strong> boxeador prodigioso, puesto que él ya había ganado<br />

varios torneos c<strong>la</strong>n<strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>porte.<br />

Luego <strong>de</strong> un rato, con Gonzalo y con Julián, acordamos que no podíamos <strong>de</strong>jar a<br />

Anabel por ahí como si nada; eso, <strong>de</strong>bido a <strong>la</strong>s condiciones en <strong>la</strong>s que el<strong>la</strong> se encontraba<br />

tras haberse tomado <strong>de</strong> dos tirones una botel<strong>la</strong> <strong>de</strong> vodka. No es por nada, pero, así <strong>de</strong><br />

101


orracha como el<strong>la</strong> estaba, en el más favorable <strong>de</strong> los panoramas, cualquier amigo <strong>de</strong><br />

el<strong>la</strong>, entre comil<strong>la</strong>s, podía llevárse<strong>la</strong> a <strong>la</strong> cama con tan solo saludar<strong>la</strong>. De modo que<br />

<strong>de</strong>cidimos llevar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> hasta su casa, o bueno, hasta un lugar medianamente cercano a<br />

<strong>la</strong> casa <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> hermosa chica, ya que si el papá <strong>de</strong> el<strong>la</strong> nos llegaba a ver a Gonzalo, a<br />

Julián y a mí junto a su hija, y con el<strong>la</strong> así <strong>de</strong> borracha, lo más seguro es que ninguno <strong>de</strong><br />

nosotros tres llegaríamos a vivir mucho que digamos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> eso. Es más, pue<strong>de</strong> que<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un encuentro así, ninguno <strong>de</strong> nosotros volviera siquiera a respirar el aire <strong>de</strong><br />

este mundo bajo <strong>la</strong> luz incipiente y tamizada <strong>de</strong> alguna fresca madrugada.<br />

No obstante, mientras caminábamos rumbo hacia <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> Anabel, el<strong>la</strong>, como si<br />

quisiera hacernos una maldad, <strong>de</strong> un momento a otro, se nos <strong>de</strong>sapareció como por arte<br />

<strong>de</strong> magia. Fue entonces cuando Julián y yo comenzamos a discutir. Él me <strong>la</strong>nzaba en<br />

cara que Anabel había <strong>de</strong>saparecido por culpa mía, ya que, según él, el<strong>la</strong> aprovechó un<br />

momento en el cual me distraje para irse. Yo, por mi parte, también le echaba a Julián<br />

en cara <strong>la</strong>s mismas cosas. Le <strong>de</strong>cía que su exnoviecita había <strong>de</strong>saparecido porque él no<br />

estuvo lo suficientemente pendiente <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Y así, entre tanta discusión entre nosotros<br />

dos, llegó un punto en el cual nos llegamos a empujar y a punto estuvimos incluso <strong>de</strong><br />

empezar a cogernos a golpes. Sin embargo, algo frenó a Julián a último momento, y sin<br />

saber yo por qué, le pidió a Gonzalo que reuniera a otros cuatro muchachos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

escue<strong>la</strong>. Al cabo <strong>de</strong> unos veinte minutos apenas, ya estábamos reunidos siete personas,<br />

todos muchachos. La misión era c<strong>la</strong>ra. Julián no quiso pelear conmigo porque yo era su<br />

amigo, pero tenía tanta furia contenida <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su ser, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su propio ser él, que<br />

<strong>de</strong>cidió que iría a pelear con Howard Aguirre. Mejor dicho, lo que en realidad <strong>de</strong>cidió<br />

Julián era que él y seis <strong>de</strong> sus mejores amigos íbamos a ir y le íbamos a dar una golpiza<br />

<strong>de</strong> padre y señor nuestro al tal Howard ese. Ninguno <strong>de</strong> los amigos extra <strong>de</strong> Julián, que<br />

102


eunió Gonzalo, le encontró algún pero a <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> él, a <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Julián, <strong>de</strong> modo que<br />

los siete nos dirigimos a <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> Howard y una vez allí, comenzamos a patear <strong>la</strong><br />

puerta <strong>de</strong> <strong>la</strong> entrada y a reventar los cristales <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventanas <strong>de</strong>l frente <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> los<br />

Aguirre. Rec<strong>la</strong>mábamos a gritos <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> Howard, rec<strong>la</strong>mábamos a gritos <strong>la</strong><br />

presencia <strong>de</strong> alguien que peleara, <strong>de</strong> alguien que se nos enfrentara, pero el único que se<br />

hizo presente, y totalmente muerto <strong>de</strong>l susto, fue el pequeño hermanito <strong>de</strong> seis años <strong>de</strong><br />

él, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> Howard. El hermanito se hizo presente por una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventanas <strong>de</strong>l<br />

segundo piso <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> casa que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> l<strong>la</strong>mar mi atención por <strong>la</strong> elegante<br />

pintura <strong>de</strong> su fachada exterior. Se hizo presente para <strong>de</strong>cir que ni su hermano ni nadie<br />

más, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> él, se encontraba en aquel<strong>la</strong> casa en ese momento. Julián, Gonzalo, los<br />

muchachos <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> que reunió Gonzalo, y yo, esperamos cerca <strong>de</strong> media hora,<br />

cuando <strong>de</strong> repente sonó el teléfono móvil <strong>de</strong> Julián. Él contestó y por poco y se muere<br />

<strong>de</strong>l susto. Se trataba, nada más y nada menos, que <strong>de</strong>l papá <strong>de</strong> Anabel. L<strong>la</strong>maba para<br />

<strong>de</strong>cirle a Julián que lo iba a buscar aun cuando tuviera que hacerlo en el mismo fin <strong>de</strong>l<br />

mundo para matarlo o para llevarlo al infierno.<br />

Tras haber averiguado un poco por aquí y por allá, Julián, Gonzalo y yo nos enteramos<br />

<strong>de</strong> que Anabel había llegado borracha a su casa y <strong>de</strong> que había discutido fuertemente<br />

con su madre por los mismos motivos que el<strong>la</strong>s siempre lo hacían, es <strong>de</strong>cir, porque<br />

Anabel tenía <strong>la</strong> insana y enferma costumbre <strong>de</strong> vomitar a voluntad cuanto alimento le<br />

daban en su casa. Ese día, o mejor dicho, esa noche, cuando <strong>la</strong> madre <strong>de</strong> Anabel <strong>la</strong> vio a<br />

el<strong>la</strong> así <strong>de</strong> borracha como estaba, <strong>la</strong> señora Gloria, que era como se l<strong>la</strong>maba y aún se<br />

l<strong>la</strong>ma <strong>la</strong> madre <strong>de</strong> Anabel, no solo regañó a su hija por aquello <strong>de</strong> los alimentos, sino<br />

103


por ese <strong>la</strong>mentable estado en el cual su hija se encontraba. Pero lo realmente malo, a<br />

<strong>de</strong>cir verdad, fue cuando Anabel le arrojó a su madre un p<strong>la</strong>to en <strong>la</strong> cara con toda <strong>la</strong><br />

fuerza y <strong>la</strong> furia <strong>de</strong> <strong>la</strong> que fue capaz, y se marchó <strong>de</strong> su casa, totalmente ebria y diciendo<br />

que se iba a suicidar. La señora Gloria se quedó so<strong>la</strong> en su casa con una herida en <strong>la</strong><br />

frente <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> brotar sangre. Así se quedó <strong>la</strong> señora Gloria hasta un rato<br />

<strong>de</strong>spués cuando llegó don Jorge, que era como se l<strong>la</strong>maba y aún se l<strong>la</strong>ma el papá <strong>de</strong><br />

Anabel. Él llegó, llegó a casa, y encontró a su esposa con dos heridas, una en su frente,<br />

por fortuna, no muy gran<strong>de</strong>, y una <strong>de</strong> un tamaño gigantescamente <strong>de</strong>sproporcionado en<br />

su alma <strong>de</strong> madre, <strong>de</strong> madre preocupada y angustiada. De madre que se consume en<br />

dolor.<br />

Éramos siete los muchachos <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> que nos reunimos para ir a hacer <strong>la</strong> gran<br />

hazaña <strong>de</strong> golpear a Howard Aguirre. Pero cuando nos enteramos <strong>de</strong> lo que había<br />

sucedido con Anabel, <strong>de</strong>cidimos que <strong>la</strong> prioridad <strong>de</strong> ahí en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte era <strong>la</strong> <strong>de</strong> dividirnos<br />

en tres grupos para ir a buscar hasta <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s piedras, a <strong>la</strong> chica aquel<strong>la</strong> que en ma<strong>la</strong><br />

hora, <strong>de</strong>cía Julián, se había puesto a tomar vodka como una loca. No obstante, <strong>la</strong> tarea<br />

no fue sencil<strong>la</strong>. Anabel no se encontraba en <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> ninguna <strong>de</strong> sus amigas y lo peor<br />

<strong>de</strong> todo era que en cualquier momento el<strong>la</strong> podía llegar a cumplir su promesa <strong>de</strong><br />

quitarse <strong>la</strong> vida. Las i<strong>de</strong>as que se agolpaban en mi cabeza, por su parte, a pesar <strong>de</strong> ser<br />

muy parecidas entre sí, se contaban por miles y eran como simples leños en <strong>la</strong><br />

gigantesca y abrumadora hoguera <strong>de</strong> <strong>la</strong> angustia. Buscamos y buscamos a Anabel, pero<br />

el<strong>la</strong> tampoco se encontraba en centros comerciales ni en tabernas ni en ningún lugar <strong>de</strong><br />

los que el<strong>la</strong> acostumbraba a frecuentar. Eran más o menos <strong>la</strong>s tres <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana, sin<br />

104


embargo, cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> unas siete horas <strong>de</strong> búsqueda, quizás un poco más o quizás<br />

un poco menos, Julián y yo <strong>la</strong> encontramos a el<strong>la</strong> tirada en un parque <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unos<br />

matorrales. <strong>En</strong> ese momento <strong>la</strong> tomamos a el<strong>la</strong> cada uno <strong>de</strong> un brazo. El<strong>la</strong> oponía cierta<br />

resistencia, <strong>de</strong> modo que <strong>la</strong> tomamos con bastante fuerza. Acto seguido, Julián <strong>de</strong>tuvo<br />

un taxi, y una vez estuvimos los tres <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> aquel, me apresuré a l<strong>la</strong>mar a <strong>la</strong> mamá <strong>de</strong><br />

Anabel para que recogiera a su hija en un sitio en el que no estuviera el papá <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. La<br />

señora Gloria aceptó, ya que, a diferencia <strong>de</strong> su marido, el<strong>la</strong> nunca <strong>de</strong>sconfió ni <strong>de</strong><br />

Julián ni <strong>de</strong> mí.<br />

—¡Ah!, por cierto, señora Gloria —dije en aquel<strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada—, le agra<strong>de</strong>cería con toda el<br />

alma que llevara algo <strong>de</strong> dinero para pagar el taxi, puesto que ni Julián ni yo tenemos ni<br />

una so<strong>la</strong> moneda.<br />

Al día siguiente <strong>de</strong>l encuentro <strong>de</strong> rap con Lucho Sepúlveda, y <strong>de</strong> todo lo que había<br />

sucedido con Anabel, Julián y yo llegamos a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> muertos <strong>de</strong>l sueño y <strong>de</strong>l<br />

cansancio. Ninguno <strong>de</strong> nosotros dos quería saber nada <strong>de</strong> nada. Lo que yo no sabía era<br />

que <strong>la</strong> hermosa Yena estaba buscando una oportunidad para hab<strong>la</strong>r conmigo. Es más,<br />

ese día, durante el <strong>de</strong>scanso esco<strong>la</strong>r, el<strong>la</strong> comenzó a <strong>de</strong>dicarme miradas picaras y<br />

coquetas, no obstante, yo estaba tan cansado que no tenía mente para nada, ni siquiera<br />

para Yena, que para mí era <strong>la</strong> chica más hermosa, inteligente, coqueta, agradable, y yo<br />

no sé cuántas otras cosas más, <strong>de</strong> todo el mundo.<br />

De un momento a otro, cansada <strong>de</strong> que yo no le pusiera cuidado, y me imagino que un<br />

105


poco extrañada también, Yena se dirigió hasta don<strong>de</strong> yo estaba y me saludó con un<br />

“ho<strong>la</strong>”, bastante entusiasta, ante el cual yo respondí con otro “ho<strong>la</strong>”. Sin embargo, mi<br />

saludo fue totalmente frío y seco, y más que frío y seco, cortante. Yena se fue entonces<br />

corriendo y entró al edificio principal <strong>de</strong>l colegio, puesto que todos los estudiantes nos<br />

encontrábamos en el patio <strong>de</strong> aquel. El<strong>la</strong> entró al edificio, por cierto, por una puerta que<br />

había a mi <strong>la</strong>do izquierdo.<br />

—¿Qué fue eso? —preguntó entonces Gonzalo.<br />

Durante unos cuantos segundos permanecí en total silencio. Yo no quería contestar a<br />

ninguna c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> pregunta que nadie en el mundo me pudiera hacer. Aun así, pasados<br />

unos cuantos instantes, respondí lo primero que se me ocurrió:<br />

—No fue nada, Gonzalo. Nada <strong>de</strong> nada.<br />

—Mira, Javier, cuando uno dice así, y con ese tono <strong>de</strong> voz con el que tú hab<strong>la</strong>ste, es<br />

que…<br />

—Es que qué.<br />

—Es que pasa algo. Mejor dicho, no me vayas a <strong>de</strong>cir que entre tú y <strong>la</strong> rapera <strong>de</strong>l grupo<br />

<strong>de</strong> Erick…<br />

—No, entre el<strong>la</strong> y yo no pasa nada —dije con un tono bastante elevado <strong>de</strong> voz—, y<br />

jamás va a pasar porque yo no sería capaz <strong>de</strong> traicionar a mi grupo <strong>de</strong> amigos con los<br />

106


que practico <strong>la</strong>s distintas variantes que tiene el arte <strong>de</strong>l hip-hop. A<strong>de</strong>más, yo jamás me<br />

fijaría en una chica que pertenece a un grupo <strong>de</strong> rap tan malo y tan poco real como el <strong>de</strong><br />

Erick Emílson —en esos momentos, mientras yo hab<strong>la</strong>ba, Gonzalo y otros amigos míos<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> no <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> hacerme gestos con el rostro, como si quisieran <strong>de</strong>cirme o<br />

advertirme algo pero no pudieran—. ¿Y saben algo más? Me imagino que el<strong>la</strong> también<br />

es un fantoche como el tonto <strong>de</strong> Erick, <strong>de</strong> modo que no se vayan a poner a <strong>de</strong>cir que a<br />

mí me gusta esa vieja, ni nada por el estilo. Ni loco que yo estuviera.<br />

Cuando acabé <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r, me fijé que Gonzalo no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> hacerme gestos y <strong>de</strong> torcer<br />

los ojos. Eso, sumado a <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> un extraño presentimiento que <strong>de</strong> repente se<br />

apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí, me hizo voltear para mirar hacia mi <strong>de</strong>recha. <strong>En</strong> ese mismo momento, a<br />

menos <strong>de</strong> dos metros <strong>de</strong> distancia, <strong>la</strong> pu<strong>de</strong> ver a el<strong>la</strong>, a <strong>la</strong> hermosa Yena. El<strong>la</strong> me había<br />

escuchado <strong>de</strong>cir todas aquel<strong>la</strong>s cosas que aún no sé por qué se me ocurrió <strong>de</strong>cir en esos<br />

momentos sobre el<strong>la</strong> y el grupo <strong>de</strong> rap <strong>de</strong> Erick Emílson. Me había escuchado porque<br />

cuando el<strong>la</strong> salió corriendo a toda prisa, luego <strong>de</strong> que yo <strong>la</strong> saludara <strong>de</strong> una forma<br />

extremadamente fría, el<strong>la</strong> entró al edificio principal <strong>de</strong>l colegio por una puerta que se<br />

encontraba a mi <strong>la</strong>do izquierdo, y en menos <strong>de</strong> nada, había salido nuevamente por una<br />

puerta que se encontraba a mi <strong>la</strong>do <strong>de</strong>recho. Yo me quedé mirándo<strong>la</strong> a los ojos, y<br />

<strong>de</strong>scubrí que en los ojos <strong>de</strong> el<strong>la</strong> había un océano inimaginablemente gran<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cepción y rabia. Dos o tres segundos <strong>de</strong>spués el<strong>la</strong> se dio <strong>la</strong> vuelta y se marchó como si<br />

nada. Yo, entretanto, me quedé allí don<strong>de</strong> estaba, <strong>de</strong> pie, y con mi alma profundamente<br />

<strong>de</strong>sgarrada y adolorida. De hecho, cuando Gonzalo me preguntó que cómo me sentía<br />

(como si <strong>la</strong> so<strong>la</strong> mención <strong>de</strong>l nombre abstracto <strong>de</strong> un sentimiento pudiera <strong>de</strong> veras dar<br />

cuenta <strong>de</strong> cómo nos sentimos), le dije que no sentía el corazón roto, pero que mi alma se<br />

había quebrado en un millón <strong>de</strong> pedazos, y eso <strong>de</strong>jaba un vacío y unas grietas en mí<br />

107


mucho más gran<strong>de</strong>s que cualquier dolor imaginable.<br />

—No te preocupes —dijo entonces Julián, palmeándome suavemente en <strong>la</strong> espalda—.<br />

Yo te voy a ayudar con esto, Javier.<br />

Y sí, ese mismo día, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber salido <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, Julián me dijo que<br />

había hecho un trato con Erick para que yo pudiera hab<strong>la</strong>r a so<strong>la</strong>s con Yena. C<strong>la</strong>ro, a<br />

cambio <strong>de</strong> ello, Erick le pidió a Julián que el trato <strong>de</strong> <strong>la</strong> apuesta, referente a <strong>la</strong> batal<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

rap, que entre los dos habían acordado días atrás, quedara anu<strong>la</strong>do, y Julián aceptó.<br />

—Tres y treinta <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> —dijo Julián—. A esa hora me dijo Erick que Yena llegaría<br />

a <strong>la</strong> entrada <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> para que tú puedas hab<strong>la</strong>r con el<strong>la</strong> y puedas explicarle todo.<br />

Eso sí, Yena te mandó a <strong>de</strong>cir que si no apareces bien te pue<strong>de</strong>s ir al carajo.<br />

<strong>En</strong> ese momento, cuando escuché aquello, abracé a Julián con todas mis fuerzas y le di<br />

<strong>la</strong>s gracias. Ese era el favor más gran<strong>de</strong> que cualquier amigo había hecho por mí en toda<br />

mi vida. Si alguna vez pudiera agra<strong>de</strong>cérselo me gustaría que fuera <strong>de</strong> una manera muy<br />

especial. No sé qué tal suene esto, pero me gustaría ser el padrino <strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> los hijos<br />

<strong>de</strong> Julián, pues, que yo sepa, Julián siempre ha soñado con ser padre. Pero bueno, <strong>de</strong>bo<br />

<strong>de</strong>cir que ese favor no terminaba allí. Julián, incluso, aceptó acompañarme hasta el<br />

momento en el cual apareciera Yena para que yo no me sintiera tan nervioso. De modo<br />

que los dos nos pusimos a esperar frente a <strong>la</strong> entrada <strong>de</strong>l colegio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una hora antes,<br />

por si <strong>la</strong>s moscas, por si acaso. Sin embargo, cuando iban siendo <strong>la</strong>s tres <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>,<br />

ante los ojos <strong>de</strong> Julián, y ante mis propios ojos, aparecieron dos personajes que nos<br />

pusieron a Julián y a mí los pelos <strong>de</strong> punta. Se trataba <strong>de</strong> Howard Aguirre y <strong>de</strong>l papá <strong>de</strong><br />

108


Anabel. Ambos, acompañados por otros cuantos tipos con cara <strong>de</strong> no muy buenos<br />

amigos. A ambos, por cierto, les sobraban motivos para querer asesinarnos a Julián y a<br />

mí con sus propias manos. <strong>En</strong> ese instante, no se me ocurrió pensar en si iba a salir con<br />

vida <strong>de</strong> esa o no. Lo único en lo que pensé era en que mi cita con <strong>la</strong> hermosa Yena se<br />

había estropeado, y en que nada en este mundo me daría una nueva oportunidad con<br />

el<strong>la</strong>.<br />

109


XIX<br />

La intriga profunda y <strong>la</strong>s ansias exasperantes surgidas en el alma <strong>de</strong> Gonzalo a raíz <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Angie Danie<strong>la</strong> Durán, no <strong>de</strong>saparecían ni daban tregua. Gonzalo, poco<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>spertado <strong>de</strong> aquel sueño en el cual él habló con <strong>la</strong> gatita B<strong>la</strong>nca que<br />

había sido <strong>de</strong> Angie, <strong>de</strong>cidió que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>dicar cada uno <strong>de</strong> sus cinco sentidos a <strong>la</strong> tarea<br />

<strong>de</strong> revisar exhaustivamente el diario <strong>de</strong> su novia. Y así lo hizo, no obstante, él no pudo<br />

encontrar allí información alguna que reve<strong>la</strong>ra el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Angie o alguna pista sobre<br />

el mismo. Revisaba y revisaba sin encontrar siquiera <strong>la</strong>s huel<strong>la</strong>s <strong>de</strong> algún familiar hasta<br />

que <strong>de</strong> pronto, más o menos en <strong>la</strong> página cincuenta y ocho, Gonzalo se encontró con un<br />

personaje <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> Angie totalmente <strong>de</strong>sconocido para él. Se trataba <strong>de</strong> Alguien<br />

l<strong>la</strong>mado Aracel que en el diario <strong>de</strong> <strong>la</strong> linda Angie aparecía sosteniendo un extraño<br />

diálogo con el<strong>la</strong>.<br />

El diálogo en cuestión, escrito a manera <strong>de</strong> re<strong>la</strong>to, <strong>de</strong>cía así:<br />

—Trina un remolino <strong>de</strong> luz en <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s —me dijo él, el bueno <strong>de</strong> Aracel, que venía a<br />

recordarme mi tardanza. Yo tomé un poco <strong>de</strong> aire entonces, me eché hacia atrás un<br />

mechón <strong>de</strong> cabello y le contesté:<br />

—Si <strong>la</strong> lluvia fuera un beso, querido Aracel, <strong>de</strong> seguro que <strong>la</strong> luna le rega<strong>la</strong>ría su<br />

reflejo al agua, los espejos reflejarían ilusiones y <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s le murmurarían al mar.<br />

110


—Pue<strong>de</strong> que sí, querida Angie. Pue<strong>de</strong> que sí… Pero no he venido hasta aquí para<br />

discutir suposiciones contigo.<br />

—Sí, eso ya lo sé. Tú has venido a recordarme el pacto que hicimos, ¿no es cierto? Tú<br />

has venido a recordarme que <strong>la</strong> con<strong>de</strong>na que encierra <strong>la</strong> magia <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida es una<br />

con<strong>de</strong>na <strong>de</strong>masiado opaca entre <strong>la</strong>s vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l existir.<br />

—Angie, tú querías que él bebiera una bocanada ligera <strong>de</strong> tu luz, tú querías que él<br />

anduviera bajo <strong>la</strong> lluvia transparente <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s felicida<strong>de</strong>s anónimas, y ya lo has<br />

conseguido. Ahora, mi querida, <strong>de</strong>bes regresar.<br />

El diálogo <strong>de</strong> Angie con Aracel terminaba ahí, sin embargo, el párrafo que ponía Angie<br />

en <strong>la</strong> hoja siguiente <strong>de</strong> su diario era <strong>de</strong> un tono triste, a diferencia <strong>de</strong>l tono utilizado por<br />

el<strong>la</strong> en <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más hojas.<br />

Dicho párrafo aparecía escrito en tinta azul <strong>de</strong> <strong>la</strong> siguiente forma:<br />

Sé, que luego <strong>de</strong> <strong>la</strong> visita <strong>de</strong> anoche, un océano llorará todas sus lágrimas sobre mí,<br />

que los fi<strong>la</strong>mentos <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida se <strong>de</strong>shi<strong>la</strong>charán y que todas <strong>la</strong>s voces <strong>de</strong> mi corazón se<br />

convertirán en ecos que caminarán sobre el silencio. Sé que todo se conmocionará<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida y se marchitará.<br />

No había duda, <strong>la</strong> visita <strong>de</strong> Aracel a <strong>la</strong> linda Angie era algo que revestía gran<br />

111


importancia. Algo que no <strong>de</strong>bía pasarse por alto. No obstante, tener esa certeza tan vaga<br />

y tan oscura, no ayudó prácticamente en nada a <strong>la</strong>s averiguaciones <strong>de</strong> Gonzalo. <strong>En</strong><br />

cambio, sí lo llenó a él <strong>de</strong> una preocupación abismal. Una preocupación <strong>de</strong> texturas<br />

profundísimas e insospechadas que nub<strong>la</strong>ba sus pensamientos y lo <strong>de</strong>voraba poco a<br />

poco <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más profundo e íntimo <strong>de</strong> su ser.<br />

Tiempo <strong>de</strong>spués, cierta noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muchas noches <strong>de</strong> insomnio, mientras<br />

Gonzalo se <strong>de</strong>dicaba a observar <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s con avi<strong>de</strong>z y parsimonia, el sueño <strong>de</strong> varios<br />

días comenzó a hacer mel<strong>la</strong> en él. Y así fue hasta que poco a poco Gonzalo se fue<br />

quedando dormido y fue entrando al limbo sinérgico <strong>de</strong> los sueños.<br />

Esa noche, en algún extraño rincón <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida todo fue magia. Esa noche, Gonzalo<br />

recordó algunos <strong>de</strong>talles entrañables <strong>de</strong> su infancia. Se podría <strong>de</strong>cir incluso que <strong>la</strong><br />

volvió a vivir. Algo que no nos <strong>de</strong>be extrañar, pues es bien sabido que en los sueños, <strong>la</strong><br />

memoria es una energía insustancial que escapa a los condicionamientos básicos <strong>de</strong>l<br />

tiempo, que escapa a los condicionamientos básicos <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad.<br />

Gonzalo volvió a entrar entonces por <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> <strong>la</strong> vieja casa que lo vio<br />

crecer. Volvió a <strong>de</strong>jar <strong>la</strong> mochi<strong>la</strong> con sus libros en <strong>la</strong> mesa <strong>de</strong> siempre y volvió como<br />

cada tar<strong>de</strong> al patio <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa en don<strong>de</strong> lo esperaba su pequeña gatita Any.<br />

—¿Cómo estás hoy, pequeña Any? —le preguntó Gonzalo a su gatita mientras le<br />

colocaba una taza <strong>de</strong> leche. Una tarea que él cumplía cada día, sin falta y como si se<br />

tratase <strong>de</strong> un solemne ritual.<br />

112


Gonzalo tenía doce años y su pequeña gatita Any llevaba ya casi cinco haciéndole<br />

compañía cada día cuando él llegaba <strong>de</strong>l colegio. La historia <strong>de</strong> Gonzalo, por cierto, es<br />

un poco triste y solitaria. Su madre, una mujer hermosa <strong>de</strong> ojos color miel que nunca<br />

quiso aceptar ninguna c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> compromiso, lo abandonó a él y a su padre cuando<br />

Gonzalo tenía apenas cuatro años. El padre <strong>de</strong> Gonzalo, por otra parte, trabajaba <strong>de</strong><br />

ce<strong>la</strong>dor en <strong>la</strong>s noches en uno <strong>de</strong> los edificios <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong> en <strong>la</strong> que ellos vivían, por lo<br />

que nunca le quedaba mucho tiempo que digamos para po<strong>de</strong>r ver a su hijo. C<strong>la</strong>ro, en <strong>la</strong>s<br />

noches él trabajaba y en el día, cuando estaba en casa, su hijo permanecía en el colegio,<br />

así que ni modo.<br />

Sin embargo, <strong>la</strong> dulce e imprescindible compañía <strong>de</strong> Any nunca <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llenar <strong>la</strong><br />

nublosa soledad <strong>de</strong> <strong>la</strong> infancia <strong>de</strong> Gonzalo. Él <strong>la</strong> quería tanto a el<strong>la</strong> que a veces llegaba a<br />

imaginar, en su fantasiosa mente <strong>de</strong> niño, que su pequeña gatita era su madre, a veces su<br />

hermana y a veces incluso su novia, su dulce, querida y siempre fiel novia.<br />

—Estoy bien, Gonzalo —contestó Any—. Hoy por hoy me encuentro saboreando el<br />

anhelo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s sombras, <strong>la</strong> fragancia serena <strong>de</strong> una brisa melodiosa, <strong>la</strong> noche tierna que se<br />

cue<strong>la</strong> en los ojos <strong>de</strong> <strong>la</strong> gente y sabe sobrevivir al día siguiente con toda su ternura y los<br />

plácidos recuerdos <strong>de</strong> tu tacto.<br />

Esa noche, al escuchar que su pequeña gatita Any le <strong>de</strong>cía aquello, como si nada, y<br />

como si fuera algo totalmente normal que una gatita tierna y dulce como el<strong>la</strong> hab<strong>la</strong>ra,<br />

Gonzalo <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> asustarse o siquiera impresionarse un poco. No obstante, algún rincón<br />

<strong>de</strong> su corazón <strong>de</strong>spidió un ápice <strong>de</strong> energía que lo embargó por completo <strong>de</strong> cierta<br />

sensatez <strong>de</strong> tonos alegres y le avisó, sin ninguna pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> por medio, que eso no era<br />

113


más que un sueño que sobrevino luego <strong>de</strong> que él se quedara dormido mientras<br />

observaba <strong>la</strong> pequeña y <strong>de</strong>slumbrante inmensidad <strong>de</strong> <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s.<br />

Sí, un sueño, pero no un sueño cualquiera, sino un sueño que por alguna razón, Gonzalo<br />

intuía, venía cargando sobre sus hombros <strong>la</strong> extraña materia <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida y un caudal<br />

inesperado <strong>de</strong> respuestas.<br />

—Siempre me has hecho compañía, Any mía —le contestó Gonzalo a su gatita.<br />

—Sí, pero no <strong>de</strong>bes <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r solo <strong>de</strong> mí, Gonzalo, algún día me iré.<br />

—¿Cómo, Any? No me digas que no disfrutas <strong>de</strong> mi compañía cuando llego cada tar<strong>de</strong><br />

a jugar contigo y cuando al caer <strong>la</strong> noche me quedo observando <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s a tu <strong>la</strong>do.<br />

—Sí, Gonzalo, pero <strong>de</strong>bes saber que <strong>la</strong> eternidad es como una brisa que corre en el<br />

vacío, o como una mariposa que alienta con <strong>la</strong> suave melodía <strong>de</strong> sus a<strong>la</strong>s a una flor, o<br />

como un trozo <strong>de</strong> luz que pasa sobre el cristal <strong>de</strong> <strong>la</strong> primavera con <strong>la</strong> caricia suave e<br />

in<strong>de</strong>finida <strong>de</strong> su ser. Lo que quiero <strong>de</strong>cir, Gonzalo, es que a veces <strong>la</strong> eternidad es como<br />

una parte que está y no está al mismo tiempo. ¿Me entien<strong>de</strong>s?<br />

—Es muy extraño lo que dices, Any. Muy extraño lo que dice <strong>la</strong> gatita B<strong>la</strong>nca, y muy<br />

extraño lo que pone mi querida y hermosa Angie en su diario.<br />

—Sí, Gonzalo. Pero no olvi<strong>de</strong>s que <strong>de</strong> una materia extraña está precisamente hecha el<br />

alma.<br />

114


Al <strong>de</strong>cir aquel<strong>la</strong> frase, <strong>la</strong> gatita Any <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r y se quedó junto a Gonzalo en aquel<br />

patio <strong>de</strong> <strong>la</strong> infancia mientras él observaba <strong>la</strong>s luces fulgurantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> eternidad. Unas<br />

luces hechas con <strong>la</strong> misma materia <strong>de</strong> <strong>la</strong> que está conformada el alma humana.<br />

115


XX<br />

Cuando Amalia tenía unos diez años el<strong>la</strong> vivía en una casa humil<strong>de</strong>, <strong>de</strong> ventanas rotas y<br />

rústica fachada. Una casa ro<strong>de</strong>ada por <strong>la</strong> vida natural más fértil que alguien se pueda<br />

imaginar. Fue al final <strong>de</strong> ese <strong>la</strong>pso tierno y sobrio <strong>de</strong> su vida cuando una tuerca mal<br />

puesta en el andamiaje cósmico se <strong>de</strong>sajustó, y el<strong>la</strong> comenzó a habitar una nieb<strong>la</strong><br />

plomiza y opalescente que tenía los matices exactos <strong>de</strong> <strong>la</strong> tragedia.<br />

Su madre Milena, una señora amorosa, <strong>de</strong> frágil contextura y mirada rubicunda, cayó<br />

enferma y perdió <strong>la</strong> cali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su mirada <strong>de</strong> un momento a otro. Su padre, es <strong>de</strong>cir, el<br />

esposo <strong>de</strong> Milena, un hombre que hasta entonces se había <strong>de</strong>stacado por su entereza en<br />

cada cosa que hacía, en su responsabilidad y en su actuar intachable, cambió <strong>de</strong> repente.<br />

Cambió con <strong>la</strong> misma velocidad y sorpresa con <strong>la</strong> cual Milena enfermó <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche a <strong>la</strong><br />

mañana. Las más aberrantes pulsiones se adueñaron entonces <strong>de</strong> su ser y un abismo<br />

in<strong>de</strong>finido se abrió en su mirada. Ello fue así, porque fue él el que confinó a su esposa,<br />

apenas vio que el<strong>la</strong> cayó enferma, a un oscuro e insulso cuarto en don<strong>de</strong> el<strong>la</strong> moriría al<br />

poco tiempo. Pero no contento con ello, y como si no le pareciera suficiente <strong>la</strong> atrocidad<br />

que él cometió con su esposa, aquel hombre comenzó a abusar sexualmente, <strong>de</strong> un día<br />

para otro, y sin ningún escrúpulo, a su hija Amalia. Todas <strong>la</strong>s noches <strong>la</strong> vio<strong>la</strong>ba bajo <strong>la</strong><br />

luz <strong>de</strong> una luna insípida y con sus ojos fríos y abotagados <strong>de</strong> lujuria.<br />

No, Amalia nunca podrá sacarse <strong>de</strong> <strong>la</strong> cabeza y <strong>de</strong> sus entrañas y <strong>de</strong> lo más íntimo <strong>de</strong> su<br />

ser, ese primer día en el cual <strong>la</strong>s manos <strong>de</strong> su padre le pusieron sus jóvenes nervios a<br />

116


flor <strong>de</strong> piel. La maldad más oscura que pueda teñir una vida, ardía en los ojos <strong>de</strong> aquel<br />

hombre <strong>de</strong> una forma fétida y tenebrosa. Y digo fétida puesto que aquel<strong>la</strong> dulce niña <strong>de</strong><br />

ojos <strong>de</strong> cristal marino, que cada día era vilmente ultrajada en su propio hogar, sentía que<br />

el alma <strong>de</strong> su padre se había muerto <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> aquel robusto cuerpo que <strong>la</strong> vio<strong>la</strong>ba y<br />

que, en consecuencia, poco a poco se pudría <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él.<br />

Tras <strong>la</strong>s primeras noches <strong>de</strong> abuso, Amalia solía levantarse en <strong>la</strong> mañana <strong>de</strong> don<strong>de</strong> fuera<br />

que <strong>la</strong> <strong>de</strong>jara su padre, preparaba algo <strong>de</strong> café y se dirigía al cuarto don<strong>de</strong> su madre<br />

convalecía. El<strong>la</strong>, es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong> pequeña Amalia, ni siquiera procedía a <strong>la</strong>varse su cuerpo <strong>de</strong><br />

niña para quitarse <strong>de</strong> encima el líquido b<strong>la</strong>ncuzco, viscoso y molesto que su padre le<br />

<strong>de</strong>rramaba encima cada vez que se le antojaba. Y allí estaba el<strong>la</strong>, con sus ojos <strong>de</strong> cristal<br />

marino y un espejo pequeño y agrietado que aquel<strong>la</strong> niña siempre llevaba consigo para<br />

que su querida y linda mamá Milena se pudiera observar en él. Más exactamente para<br />

que el<strong>la</strong> pudiera contemp<strong>la</strong>r en él, que, a pesar <strong>de</strong> estar tan enferma como estaba, a<br />

concepto <strong>de</strong> su hija Amalia, el<strong>la</strong> seguía tan bel<strong>la</strong> como siempre.<br />

La señora Milena, por cierto, entendía que si su pequeña hija cumplía con ese sagrado y<br />

sublime ritual diario, era con el fin <strong>de</strong> darle algo <strong>de</strong> esperanza y ayudarle <strong>de</strong> esa forma a<br />

mejorar <strong>de</strong> una enfermedad que sabrá Dios qué era con exactitud y cómo podía curarse.<br />

Pero <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> Amalia y su madre Milena no mejoró en aquellos nebulosos y gélidos<br />

días ni por un solo segundo. Milena sufría terriblemente porque, aun cuando su<br />

enfermedad no le permitía musitar pa<strong>la</strong>bra alguna, el<strong>la</strong> estaba al tanto <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

cosas horribles e innombrables que su esposo le hacía a su querida hija. Sí, el<strong>la</strong> no solo<br />

<strong>la</strong>s presentía, sino que <strong>la</strong>s oía y <strong>de</strong> alguna forma <strong>la</strong>s intuía cada vez que los l<strong>la</strong>ntos <strong>de</strong> su<br />

117


hija y los gemidos <strong>de</strong>sbocados <strong>de</strong> su esposo llegaban hasta sus odios en el oscuro cuarto<br />

en el que el<strong>la</strong> estaba recluida.<br />

El <strong>de</strong> Milena, por tanto, era un sufrimiento in<strong>de</strong>scriptible que nada en el mundo, a<br />

excepción <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r pararse <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> cama en <strong>la</strong> que estaba convaleciendo y po<strong>de</strong>r<br />

abrazar a su hija, podía llegar a apaciguar siquiera un poco. La pequeña Amalia, por su<br />

parte, presentía que el verda<strong>de</strong>ro sufrimiento <strong>de</strong> su madre poco o nada tenía que ver en<br />

realidad con su enfermedad. Por eso, para hacerle algo <strong>de</strong> compañía, todas <strong>la</strong>s mañanas<br />

el<strong>la</strong> se sentaba a dibujar con una concentración absoluta, allí, junto a <strong>la</strong> cama en don<strong>de</strong><br />

poco a poco Milena espiraba el fuego <strong>de</strong> su vida.<br />

Un diecinueve <strong>de</strong> junio, surcado por una brisa fría, lluviosa y escarchada, Milena murió.<br />

Su esposo, al encontrar<strong>la</strong> muerta, <strong>la</strong> cogió y <strong>la</strong> enterró en el jardín. Al poco tiempo, su<br />

hermano mayor, un tipo <strong>de</strong> cincuenta y ocho años casi tan repugnante como él, llegó a<br />

visitarlo para abusar <strong>de</strong> <strong>la</strong> pequeña Amalia y someter<strong>la</strong> a nuevas vejaciones. Sí, en más<br />

<strong>de</strong> una ocasión aquel tipo también llegó a abusar <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> niña, llegó a abusar <strong>de</strong> el<strong>la</strong><br />

con sus ojos <strong>de</strong>sorbitados <strong>de</strong> p<strong>la</strong>cer y el frío consentimiento <strong>de</strong> su hermano menor.<br />

Cierto día, incluso, para evitar que <strong>la</strong> niña siguiera quedando embarazada y tuvieran que<br />

practicarle aborto tras aborto, como hasta el momento, ellos <strong>la</strong> llevaron a un consultorio<br />

<strong>de</strong> ma<strong>la</strong> muerte en don<strong>de</strong> un médico inescrupuloso se aseguró <strong>de</strong> que el<strong>la</strong> jamás volviera<br />

a quedar embarazada.<br />

Amalia supo que algo en el<strong>la</strong> había cambiado cuando se levantó cierta mañana y<br />

<strong>de</strong>scubrió su reflejo aletargado en el espejo que el<strong>la</strong> siempre llevaba consigo.<br />

118


—Algún día… Cuando duerman los espejos —dijo el<strong>la</strong> poco antes <strong>de</strong> ponerse a<br />

sollozar. Poco antes <strong>de</strong> que se le quebrara el alma.<br />

119


XXI<br />

La chispa que hace funcionar a <strong>la</strong>s almas se pue<strong>de</strong> evaporar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los cuerpos. Se<br />

pue<strong>de</strong> evaporar por una tristeza infinita y punzante que cohíba nuestra capacidad<br />

creativa, por una efímera consistencia <strong>de</strong> ilusiones trasnochadas o cada vez que<br />

nuestros más malsanos y perversos sentimientos se adueñen <strong>de</strong> nosotros.<br />

No es raro tampoco, querido Javier, que muchas veces nos sintamos parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> nada,<br />

sea lo que sea con exactitud eso que l<strong>la</strong>mamos <strong>la</strong> nada. Y al respecto, hay algo que<br />

quiero saber. Dime, ¿alguna vez has sentido que, aun a pesar <strong>de</strong> que crees en <strong>la</strong><br />

esperanza <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida más allá <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte, <strong>la</strong> dirección por <strong>la</strong> que te guía el <strong>de</strong>stino, en<br />

esta vida, te conduce a <strong>la</strong> nada?<br />

Pue<strong>de</strong> que sí. Pue<strong>de</strong> que sí hayas sentido aquello. Pero no te preocupes, yo sé que tu<br />

alma es lo suficientemente fuerte como para afrontar un sentimiento <strong>de</strong> tal envergadura<br />

y profundidad. Yo sé que <strong>la</strong> tuya no es un alma <strong>de</strong> estático navegar, sino un alma<br />

soñadora que posee <strong>la</strong> sed incontenible <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida. Un alma que nunca per<strong>de</strong>rá el albor<br />

<strong>de</strong> su mirada, porque el fuego <strong>de</strong> su esperanza es inextinguible. Un alma que sabe<br />

afrontar con gran gal<strong>la</strong>rdía <strong>la</strong>s más afrentosas ventiscas que pue<strong>de</strong>n provenir, incluso,<br />

<strong>de</strong> unos rítmicos y enigmáticos ojos.<br />

Pero, qué suce<strong>de</strong>, Julián, cuando no es tu alma <strong>la</strong> que te causa tristezas y <strong>de</strong>sgarra tu<br />

ser, sino el saber que el alma <strong>de</strong> alguien más se encuentra invadida por <strong>la</strong> mortal y<br />

120


sulfurosa estrel<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> angustia, <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>sesperación y <strong>de</strong> <strong>la</strong> tristeza más cerval e<br />

incalcu<strong>la</strong>ble que alguien haya sentido.<br />

¿Qué haces cuando sabes que alguien ha perdido <strong>la</strong> razón <strong>de</strong> su vida?<br />

¿Sabes? Si hay algo que he aprendido durante todo este tiempo que he vagado <strong>de</strong> un<br />

sitio a otro <strong>de</strong> <strong>la</strong> existencia y <strong>de</strong>l infinito que prece<strong>de</strong> limpiamente a <strong>la</strong> existencia, es<br />

que el universo nos enseña, querido Javier, que es mucho más rápida <strong>la</strong> mirada <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

oscuridad que <strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> luz.<br />

Eso, por cierto, también lo he aprendido mientras he recorrido <strong>la</strong>s oscuras e<br />

inquietantes calles <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, tal y como tú y tus dos amigos<br />

<strong>la</strong> l<strong>la</strong>man.<br />

121


XXII<br />

<strong>En</strong> un mundo <strong>de</strong> <strong>de</strong>signios errantes nunca podremos saber a ciencia cierta qué es lo que<br />

nos <strong>de</strong>para el invisible y flotante fluido <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino. Eso lo aprendí c<strong>la</strong>ramente cuando<br />

me vi a mí mismo co<strong>la</strong>borándole a Rebeca, a Mariana, y a Xiomara en sus sensuales y<br />

retorcidos robos. Yo, <strong>de</strong> un día para otro, me convertí en el encargado <strong>de</strong> estudiar los<br />

lugares que iban a ser atracados. Como recompensa, luego <strong>de</strong> cada robo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> una<br />

buena y sustanciosa suma <strong>de</strong> dinero, mis tres hermosas amantes me comp<strong>la</strong>cían con sus<br />

bellos y suaves cuerpos femeninos. Pero eso no era todo. De un momento a otro yo me<br />

llegué a ver envuelto en aquellos robos y en muchos <strong>de</strong> los más perversos actos <strong>de</strong>l<br />

existir, mucho más <strong>de</strong> lo que en otra época <strong>de</strong> mi vida hubiera <strong>de</strong>seado. Aún recuerdo<br />

que un buen día llegué a proponerles a mis tres bel<strong>la</strong>s amantes <strong>de</strong>lincuentes, que robaran<br />

una importante agencia <strong>de</strong> mo<strong>de</strong><strong>la</strong>je en don<strong>de</strong> trabajaba una chica muy hermosa <strong>de</strong> mi<br />

universidad. El<strong>la</strong>s me preguntaron si yo quería estar presente durante el robo, y yo dije<br />

que sí, que <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a era precisamente esa, <strong>la</strong> <strong>de</strong> tener sexo <strong>de</strong>scomprometido con mi<br />

compañera <strong>de</strong> <strong>la</strong> universidad, c<strong>la</strong>ro, si mis tres bel<strong>la</strong>s amantes estaban <strong>de</strong> acuerdo y no<br />

se ponían celosas. “¿Celosas? C<strong>la</strong>ro que no. Es más, si tú quieres eso, nosotras no le<br />

vemos ningún problema”, me dijeron el<strong>la</strong>s. Y así fue como comencé mi vida<br />

<strong>de</strong>lincuencial. Una vida en <strong>la</strong> que en cualquier momento todo se podría venir cuesta<br />

abajo. Una vida sumamente <strong>de</strong>spreocupada y oculta en una fina y fragorosa crisálida <strong>de</strong><br />

seda. Una vida <strong>de</strong> pra<strong>de</strong>ras otoñales que a cada rato se consumían con el abrasador e<br />

inclemente fuego <strong>de</strong> <strong>la</strong>s seducciones más ensoñadas y los p<strong>la</strong>ceres más prometedores.<br />

Una vida en <strong>la</strong> cual no me importaba <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más. Pue<strong>de</strong> que haya sido por eso<br />

122


que, por más pinta <strong>de</strong> joven común universitario e inocente que yo tuviera, <strong>la</strong> policía no<br />

podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sospechar <strong>de</strong> mí. C<strong>la</strong>ro, cómo no iban a sospechar <strong>de</strong> un chico que<br />

encontraban en el lugar <strong>de</strong> los robos no una, ni dos, sino muchas más veces. Cómo no<br />

iban a sospechar <strong>de</strong> alguien que siempre encontraban en calidad <strong>de</strong> víctima, es <strong>de</strong>cir, en<br />

calidad <strong>de</strong> haber tenido sexo con cualquiera <strong>de</strong> <strong>la</strong>s más hermosas mujeres que se<br />

hubiesen encontrado en aquellos lugares que mis amigas robaban, así como en calidad<br />

<strong>de</strong> haber sido atracado al igual que todos los <strong>de</strong>más.<br />

—A mí me parece que usted disfruta mucho con eso <strong>de</strong> los atracos —me dijo cierta vez<br />

un policía.<br />

—¿Cómo voy a disfrutar —me <strong>de</strong>fendí yo—, si he tenido <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> suerte <strong>de</strong> que aquel<strong>la</strong>s<br />

tres mujeres se han puesto a robar todos los lugares en los que me encuentro?<br />

—No sé, joven, pero algo me dice que a usted no le <strong>de</strong>sagrada tanto el hecho <strong>de</strong><br />

encontrarse en los lugares <strong>de</strong> los robos. Por otra parte, aún no hemos podido<br />

contactarnos con <strong>la</strong>s personas que le dieron <strong>la</strong> beca para que usted estudiara en esta<br />

<strong>ciudad</strong>. Es como si ellos manejaran todos los hilos <strong>de</strong>l mundo, y al mismo tiempo, como<br />

si no existieran.<br />

El día diecisiete <strong>de</strong> julio, <strong>de</strong> ese incierto y nebuloso año en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong><br />

Creciente, y luego <strong>de</strong> más <strong>de</strong> seis meses <strong>de</strong> estar mis amigos y yo viviendo en dicha<br />

<strong>ciudad</strong>, Rebeca, Mariana, Xiomara y yo, por supuesto, salimos <strong>de</strong> nuestros respectivos<br />

123


apartamentos a cometer un robo realmente gran<strong>de</strong> en un centro comercial. Ese día<br />

llegué al centro comercial en cuestión y lo encontré abarrotado <strong>de</strong> gente. L<strong>la</strong>mé<br />

entonces a mis tres hermosas y lujuriosas cómplices por el móvil y les dije algo así<br />

como que era ahora o nunca. El<strong>la</strong>s se dispusieron entonces a entrar al centro comercial y<br />

a dispersar su malévo<strong>la</strong> fragancia por todo el lugar. Yo, por mi parte, me encontraba<br />

bajo los efectos <strong>de</strong> una pócima que no me <strong>de</strong>jaba caer bajo <strong>la</strong>s arrol<strong>la</strong>doras pulsiones <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> fragancia <strong>de</strong>l p<strong>la</strong>cer o <strong>de</strong>l apetito sexual <strong>de</strong> mis cómplices, <strong>de</strong> modo que, en dicho<br />

estado, me dispuse a abandonar el lugar para ir a don<strong>de</strong> se encontraba un auto<br />

totalmente listo para el escape. Sin embargo, cuando yo ya casi salía <strong>de</strong>l lugar, vi entrar<br />

a un grupo <strong>de</strong> unos treinta niños y niñas <strong>de</strong> eda<strong>de</strong>s entre los tres y los siete años. <strong>En</strong> ese<br />

mismo instante l<strong>la</strong>mé a Mariana y le dije que el p<strong>la</strong>n <strong>de</strong>bía cance<strong>la</strong>rse. El<strong>la</strong> dijo que no.<br />

Que no importaba que el lugar estuviera lleno <strong>de</strong> policías, puesto que <strong>de</strong> cualquier<br />

forma ellos también iban a quedar bajo los efectos <strong>de</strong> <strong>la</strong> fragancia <strong>de</strong>l p<strong>la</strong>cer y el apetito<br />

sexual. “No, no es eso”, le dije a Mariana. “Lo que pasa es que el lugar está lleno <strong>de</strong><br />

niños”. “Pues a mí y a mis amigas eso no nos importa en lo más mínimo, Javier. El<br />

atraco se hace porque se hace, y punto”.<br />

Sí, mis tres bel<strong>la</strong>s, lujuriosas y retorcidamente malévo<strong>la</strong>s amantes, entraron <strong>de</strong> un<br />

momento a otro al centro comercial, esparcieron <strong>la</strong> fragancia <strong>de</strong>l p<strong>la</strong>cer y el apetito<br />

sexual y comenzaron a robar todas <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> valor que podían meter en unos enormes<br />

sacos que llevaban con el<strong>la</strong>s. El panorama que yo tenía ante mis ojos me heló el alma y<br />

por poco me hace vomitar. Un grupo <strong>de</strong> más o menos unos cien hombres y mujeres que<br />

se encontraban en aquel lugar, <strong>de</strong>cidieron tener sexo con aquellos niños que hacía poco<br />

habían entrado al centro comercial. Apenas el primero <strong>de</strong> aquellos hombres, con su sexo<br />

al aire, puso una <strong>de</strong> sus manos sobre uno <strong>de</strong> los niños, yo lo golpeé con todas mis<br />

124


fuerzas y, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> golpearlo para frenarlo en sus impulsos sexuales, lo arrojé lo más<br />

lejos que pu<strong>de</strong>. Una tarea que me vi obligado repetir <strong>de</strong> nuevo, y <strong>de</strong> nuevo, y <strong>de</strong> nuevo,<br />

y <strong>de</strong> nuevo, hasta que, <strong>de</strong> un momento a otro, y en menos <strong>de</strong> lo que dura un pestañear,<br />

comenzaron a entrar gases <strong>la</strong>crimógenos por <strong>la</strong>s ventanas <strong>de</strong>l centro comercial. Mis tres<br />

bel<strong>la</strong>s y retorcidas amantes aparecieron <strong>de</strong> repente con unas máscaras antigás en sus<br />

rostros, me preguntaron que qué diablos hacía yo todavía en el centro comercial y me<br />

dijeron que había que empren<strong>de</strong>r <strong>la</strong> huida cuanto antes. No obstante, antes <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l<br />

centro comercial, tomé una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s armas que el<strong>la</strong>s llevaban y le disparé a un tipo que<br />

estaba teniendo sexo con uno <strong>de</strong> los niños. Rebeca me dijo entonces que yo no <strong>de</strong>bí<br />

haber hecho eso, puesto que aquellos hombres y aquel<strong>la</strong>s mujeres simplemente estaban<br />

bajo los efectos <strong>de</strong> una po<strong>de</strong>rosa fragancia, y yo le contesté que eso no me importaba en<br />

lo más mínimo, y que el disparo lo hacía porque lo hacía, y punto.<br />

Poco antes <strong>de</strong> entrar al auto que teníamos preparado para el escape, unos policías nos<br />

or<strong>de</strong>naron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una distancia pru<strong>de</strong>nte que nos <strong>de</strong>tuviéramos y alzáramos <strong>la</strong>s manos.<br />

Fue en ese momento cuando Rebeca, mientras me miraba con sus mágicas pupi<strong>la</strong>s <strong>de</strong><br />

enigma, me dijo que le disparara y que forcejeara con el<strong>la</strong>. Mejor dicho, me lo or<strong>de</strong>nó,<br />

<strong>de</strong> una forma, por cierto, en <strong>la</strong> que no podría haber lugar a discusión. Sin embargo, no lo<br />

hice, y fue entonces cuando Rebeca me dijo: “O me disparas y forcejeas con nosotras, o<br />

te matamos acá mismo”. Ante tal amenaza, porque yo sabía que <strong>la</strong> cosa era en serio,<br />

opté por hacer lo que Rebeca me pedía. Le disparé a el<strong>la</strong> y forcejeé un poco con<br />

Xiomara, procurando no caer en el hechizo <strong>de</strong> sus pupi<strong>la</strong>s <strong>de</strong> cuarto menguante. Acto<br />

seguido, Mariana me disparó en una pierna y emprendió <strong>la</strong> huida junto con sus dos<br />

125


amigas. Cuando <strong>la</strong> policía llegó hasta don<strong>de</strong> yo estaba, me felicitaron por mi heroísmo,<br />

no sólo por tratar <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener a aquel<strong>la</strong>s mujeres sino por tratar <strong>de</strong> evitar que se abusara<br />

<strong>de</strong> los niños que se encontraban en el centro comercial.<br />

—¿Pero cómo es posible que no haya cedido usted ante los efectos <strong>de</strong> <strong>la</strong> fragancia?<br />

—me preguntó el policía que siempre <strong>de</strong>sconfiaba <strong>de</strong> mí. Uno <strong>de</strong> apellido Durán.<br />

—No lo sé —contesté yo—, pero mi teoría es que ante el gran número <strong>de</strong> veces que he<br />

caído bajo los efectos <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> fragancia, mi organismo <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>r algún tipo<br />

<strong>de</strong> invulnerabilidad.<br />

—Sí, eso <strong>de</strong>be ser —me dijo otro <strong>de</strong> los policías mientras le <strong>de</strong>cía a unos enfermeros<br />

que me subieran a una camil<strong>la</strong> y luego a una ambu<strong>la</strong>ncia para llevarme a un hospital.<br />

Mis tres hermosas y retorcidas amantes, entretanto, hacían todo lo posible por po<strong>de</strong>r<br />

escapar. Y así, <strong>de</strong> alguna forma, el<strong>la</strong>s se <strong>la</strong>s arreg<strong>la</strong>ron para llegar hasta don<strong>de</strong> estaba el<br />

auto que había sido dispuesto para el escape. Pero cuando el<strong>la</strong>s se subieron a él, los<br />

policías comenzaron a dispararles sin consi<strong>de</strong>ración alguna. Mariana, que era <strong>la</strong><br />

encargada <strong>de</strong> manejar, no se ami<strong>la</strong>nó por los disparos, y condujo a toda prisa llevándose<br />

por <strong>de</strong><strong>la</strong>nte cestos <strong>de</strong> basura, cabinas telefónicas y uno que otro policía. No obstante, <strong>la</strong><br />

fuerza policiaca <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, no estaba dispuesta a <strong>de</strong>jar<strong>la</strong>s a<br />

escapar a el<strong>la</strong>s así como así, y comenzaron a perseguir<strong>la</strong>s por toda <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong>. Fue<br />

entonces cuando a <strong>la</strong>s chicas se les ocurrió <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir esparciendo <strong>la</strong> fragancia <strong>de</strong>l<br />

p<strong>la</strong>cer y los apetitos sexuales por don<strong>de</strong>quiera que iban para provocar con ello el caos.<br />

Y <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a les funcionó a <strong>la</strong>s mil maravil<strong>la</strong>s. Al cabo <strong>de</strong> unos cuantos minutos, por todas<br />

126


partes, en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, se encontraban personas <strong>de</strong> varias eda<strong>de</strong>s<br />

teniendo sexo en lugares públicos y a plena luz <strong>de</strong>l día. No, <strong>la</strong>s chicas no se iban a <strong>de</strong>jar<br />

atrapar por nada <strong>de</strong>l mundo. Es más, cuando a el<strong>la</strong>s ya no les quedaba ni un poco <strong>de</strong><br />

aquel<strong>la</strong> misteriosa fragancia que utilizaban en cada robo, el<strong>la</strong>s comenzaron a esparcir<br />

dinero por todas partes y todas <strong>la</strong>s personas que estaban cerca se aba<strong>la</strong>nzaban a<br />

recogerlo. Sea como fuere, el<strong>la</strong>s se <strong>la</strong>s arreg<strong>la</strong>ron para escapar y bur<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> policía.<br />

Luego, esa misma noche, se dio <strong>la</strong> noticia por televisión <strong>de</strong> que el<strong>la</strong>s habían escapado, y<br />

también se dijo que un joven universitario había sido el héroe <strong>de</strong> <strong>la</strong> jornada. A los ocho<br />

días <strong>de</strong> todo aquello, mis tres amantes me visitaron en mi apartamento, lo cual, <strong>de</strong>bo<br />

<strong>de</strong>cirlo, me pareció toda una locura, porque si <strong>la</strong> policía nos encontraban a los cuatro<br />

allí, el cuentico ese <strong>de</strong> que yo era un héroe se <strong>de</strong>splomaría por completo. De cualquier<br />

forma, cuando el<strong>la</strong>s l<strong>la</strong>maron a mi puerta <strong>la</strong>s hice pasar y luego, tras haber hecho el<br />

amor —y no, no quiero <strong>de</strong>cir “haber tenido sexo”, porque en esa ocasión, el<strong>la</strong>s, al igual<br />

que yo, lo dimos todo lo que podíamos <strong>de</strong> nosotros mismos—, mis tres bel<strong>la</strong>s y<br />

retorcidamente malévo<strong>la</strong>s amantes me dieron <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve <strong>de</strong>l apartamento <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Me <strong>la</strong><br />

dieron <strong>de</strong> nuevo, y me dijeron que cuando quisiera, bien podía pasar por allí. Y así lo<br />

hice a los pocos días con el ánimo <strong>de</strong> visitar<strong>la</strong>s. Llegué hasta el apartamento <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s, <strong>de</strong><br />

aquel<strong>la</strong>s tres hermosas chicas, pero entré y no encontré a nadie. No encontré a ninguna<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s tres ni tampoco al arsenal <strong>de</strong> armas que el<strong>la</strong>s tenían. Y fue ahí, fue entonces, en<br />

ese justo y preciso momento, cuando supe que <strong>la</strong>s hermosas Rebeca, Mariana y<br />

Xiomara, habían <strong>de</strong>saparecido como también habían <strong>de</strong>saparecido semanas atrás Angie<br />

y Amalia, y que nunca más volverían. Que su <strong>de</strong>svanecimiento, y el doloroso vacío que<br />

<strong>de</strong>jaron en mí, al igual que el insondable e inmisericor<strong>de</strong> vacío <strong>de</strong> Gonzalo y Julián, lo<br />

llevaría conmigo por el resto <strong>de</strong> mi vida.<br />

127


Querido Javier, tienes que saber que por más que los suspiros se empeñen en <strong>de</strong>safiar<br />

al tiempo, estos están con<strong>de</strong>nados a ahogarse en el aire. Tienes que saber que ninguna<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s <strong>muñecas</strong> que <strong>de</strong>saparecen en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente vuelve a aparecer<br />

nunca más. Mira, Javier, tienes que saber que cuando una persona <strong>de</strong>saparece <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

vida <strong>de</strong> alguien, esa persona nada más queda en el pasado <strong>de</strong> dicho alguien. Tienes que<br />

saber, incluso, que nadie <strong>de</strong>be quedarse viviendo en el pasado <strong>de</strong> ninguna persona,<br />

puesto que el tiempo ha sido diseñado para que cada quien viva en el presente y mire<br />

hacia el futuro. Tienes que saber que cada quien tiene su propia vida y si alguien ya no<br />

pue<strong>de</strong> estar con nosotros, <strong>la</strong> memoria tiene que buscarle su propio rincón c<strong>la</strong>usurado<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, y que nuestro corazón, ¿sabes?, no tiene por qué ahogarse en unos<br />

océanos cuyas aguas ya no existen. ¿Qué? ¿Que no estás <strong>de</strong> acuerdo con lo que digo?<br />

<strong>En</strong>tonces, según tú, ¿qué es el pasado? Y ¿qué es el amor? Dímelo, querido Javier.<br />

128


XXIII<br />

Las semanas, incluso los meses, siguieron pasando, y el misterio <strong>de</strong>l para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> <strong>la</strong> bel<strong>la</strong><br />

Angie no se ac<strong>la</strong>raba, aunque, eso sí, <strong>la</strong> presencia dulce <strong>de</strong> el<strong>la</strong> aún seguía en <strong>la</strong> forma<br />

<strong>de</strong> una huel<strong>la</strong> in<strong>de</strong>leble en el alma <strong>de</strong> su novio Gonzalo. C<strong>la</strong>ro, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> mañana en<br />

<strong>la</strong> cual el<strong>la</strong> se marchó en un tren, él casi no se ha <strong>de</strong>dicado a hacer otra cosa que no sea<br />

pensar en el<strong>la</strong> y en <strong>la</strong> mansa y cálida espiral <strong>de</strong> sus besos. Sin embargo, hay que precisar<br />

que los recuerdos que Gonzalo tiene <strong>de</strong> Angie, no solo le dan a él ciertos momentos <strong>de</strong><br />

nostálgica felicidad, sino que también lo atormentan y no lo <strong>de</strong>jan en paz ni siquiera en<br />

sus sueños. Es más, con el tiempo, Gonzalo comenzó a ver <strong>la</strong> figura impalpable y<br />

espectral <strong>de</strong> sus recuerdos <strong>de</strong> Angie en todas partes. La veía a el<strong>la</strong> cuando pasaba por el<br />

restaurante don<strong>de</strong> <strong>la</strong> invitó a almorzar cierta vez, más exactamente ese día cuando<br />

ambos tuvieron su primera cita. La veía a el<strong>la</strong> también cuando llegaba al apartamento<br />

ahora vacío que había pertenecido a aquel<strong>la</strong> mujer y veía <strong>la</strong> cama y <strong>la</strong>s perfumadas<br />

sábanas <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. De hecho, solo era que él viera aquel<strong>la</strong>s sábanas y enseguida se<br />

dibujaba en el vacío <strong>de</strong>l aire el pubis florido <strong>de</strong> Angie, sus senos <strong>de</strong> fruta y todas sus<br />

<strong>de</strong>más formas curvas y apetecibles <strong>de</strong> mujer, <strong>la</strong>s cuales, por cierto, se dibujaban sin<br />

cesar y como por arte <strong>de</strong> magia en aquel<strong>la</strong> habitación, siempre, ante <strong>la</strong> mirada perpleja<br />

<strong>de</strong> Gonzalo.<br />

No hay duda, por tanto, o al menos yo no <strong>la</strong> tengo, <strong>de</strong> que en esos días mi amigo<br />

Gonzalo, no hacía otra cosa más que recordar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> intensamente. No hay duda <strong>de</strong> que<br />

él recordaba sus ojos, su voz y, sobre todo, su sonrisa. No tengo <strong>la</strong> menor duda tampoco<br />

129


<strong>de</strong> que mi amigo <strong>la</strong> recordó, incluso, muy vívida y amorosamente, cuando un oficial <strong>de</strong><br />

policía l<strong>la</strong>mó a su casa y le dijo que el número <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación oficial y <strong>de</strong> registro<br />

civil <strong>de</strong> Angie Danie<strong>la</strong> Durán no figuraban en <strong>la</strong> base <strong>de</strong> datos <strong>de</strong>l gobierno y, por lo<br />

tanto, era como si el<strong>la</strong> nunca hubiera existido.<br />

Gonzalo se vio envuelto entonces en un confuso <strong>la</strong>berinto <strong>de</strong> incertidumbre y olvido. Un<br />

<strong>la</strong>berinto en don<strong>de</strong> <strong>la</strong> belleza inherente a cada estrel<strong>la</strong> intentaba guiarlo, pero don<strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

imágenes se amarilleaban sin cesar en su mente. Se amarilleaban con <strong>la</strong> fragancia <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

reminiscencias que fluyen incansablemente sobre el presente y <strong>la</strong> bruma <strong>de</strong> los sueños.<br />

Sin embargo, cierta noche, Gonzalo <strong>de</strong>cidió llevar a <strong>la</strong> pequeña gatita b<strong>la</strong>nca <strong>de</strong> Angie<br />

al observatorio, para que le hiciera algo <strong>de</strong> compañía mientras él observaba <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s.<br />

Gonzalo pensó que <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> B<strong>la</strong>nca y <strong>de</strong> sus ojos profundos y pardos lo<br />

tranquilizaría. Sin embargo, en cierto momento, mientras él observaba por el telescopio,<br />

todas <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s se tornaron sospechosas y <strong>de</strong> repente le parecieron a Gonzalo<br />

lágrimas que lloraba el cielo o quizás alguna región inhóspita <strong>de</strong>l cosmos. <strong>En</strong> ese<br />

momento, <strong>la</strong> mente <strong>de</strong> Gonzalo Ruíz retrocedió sin querer al pasado. Retrocedió y él<br />

pudo ver <strong>de</strong> nuevo, muy a su pesar, y como para revivir un dolor que él había ocultado<br />

durante años en <strong>la</strong> espesa neblina <strong>de</strong> su niñez, ese trágico y horrible día en el cual murió<br />

su pequeña y adorada gatita Any.<br />

Ese día, Gonzalo se había enojado enormemente con su gatita porque el<strong>la</strong> se había<br />

trepado hábilmente a <strong>la</strong> mesa en <strong>la</strong> cual él tenía sus cua<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong>l colegio, y le había<br />

<strong>de</strong>strozado uno <strong>de</strong> ellos. Gonzalo <strong>la</strong> gritó y <strong>la</strong> mandó afuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa mientras se le<br />

pasaba <strong>la</strong> rabia, algo que nunca antes él había hecho, pues Any siempre había sido como<br />

130


una luz dulce que le hacía compañía e iluminaba ese intervalo especifico <strong>de</strong> su vida que<br />

era su niñez. Luego, al cabo <strong>de</strong> dos o tres horas, un extraño y nefasto presentimiento se<br />

apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> Gonzalo. Él salió entonces a <strong>la</strong> calle a buscar a su gatita muy preocupado<br />

por haberle gritado y muy dispuesto a consentir<strong>la</strong> y a ro<strong>de</strong>ar<strong>la</strong> <strong>de</strong> mimos cuando vio su<br />

pequeño cuerpo ap<strong>la</strong>stado en el pavimento. Un auto <strong>la</strong> había arrol<strong>la</strong>do y el<strong>la</strong> yacía en un<br />

charco <strong>de</strong> su propia sangre el cual le manchaba su inmacu<strong>la</strong>do pe<strong>la</strong>je b<strong>la</strong>nco.<br />

Esa noche, Gonzalo sintió que una gota fría y molesta tintineaba en <strong>la</strong> celda cálida <strong>de</strong> su<br />

corazón. No durmió ni un poco. Lloró y lloró mientras miraba a <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s y sentía que<br />

cada lágrima suya creaba una nueva luz en el infinito y que una <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s nuevas luces<br />

era su querida e imprescindible gatita Any. Al llegar <strong>la</strong> mañana con una rauda c<strong>la</strong>ridad<br />

que disipó <strong>la</strong> madrugada en un pestañear, el padre <strong>de</strong> Gonzalo llegó a casa, no sin antes<br />

haberse encontrado con el cuerpo exánime <strong>de</strong> Any en el pavimento <strong>de</strong> afuera. Él sabía<br />

lo mucho que su hijo quería a aquel<strong>la</strong> gata y lo mucho que <strong>la</strong> iba a extrañar, y no pudo<br />

evitar, por tanto, que en su corazón se hiciera un nudo <strong>de</strong> infinita tristeza.<br />

El padre <strong>de</strong> Gonzalo aparentó fuerza y seguridad ante su hijo, aunque lo cierto era que<br />

estaba casi tan triste como él. Procedió luego a tomar el cuerpo <strong>de</strong> <strong>la</strong> gatita y lo enterró<br />

en el patio <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa. Finalmente, se acercó a su hijo y le dio un tierno y cariñoso<br />

abrazo que él correspondió con un mar <strong>de</strong> lágrimas que <strong>de</strong> inmediato brotaron por sus<br />

ojos.<br />

Cuando murió su linda gatita, Gonzalo ya sabía qué era <strong>la</strong> muerte, no obstante, él<br />

siempre <strong>la</strong> había imaginado como algo indiferente que no tenía nada que ver con él. Sin<br />

embargo, cuando se repuso un poco y volvió a sentir que <strong>la</strong> vida, ante todo, seguía su<br />

131


curso, miró a <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s y se prometió a sí mismo que <strong>la</strong>s seguiría observando tal y<br />

como lo hacía cada noche junto a Any. Se preguntó luego qué posibilida<strong>de</strong>s había <strong>de</strong><br />

que Any se hubiera convertido en una bel<strong>la</strong> y luminosa estrel<strong>la</strong> tras su muerte, y si <strong>de</strong><br />

ser cierta esta hipótesis <strong>de</strong> que el<strong>la</strong> pudiera convertirse en una titi<strong>la</strong>nte estrel<strong>la</strong>, qué<br />

posibilida<strong>de</strong>s habían <strong>de</strong> que el<strong>la</strong> volviera al mundo como una gatita o incluso como una<br />

persona.<br />

Y sin saber muy bien por qué, Gonzalo también se preguntó en ese entonces una cosa<br />

muy extraña para un niño. Se preguntó si <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s podrían llegar a morir.<br />

La turgente anatomía <strong>de</strong> <strong>la</strong>s aguas posee el aroma <strong>de</strong> <strong>la</strong> piel <strong>de</strong>l cielo, pensó Gonzalo<br />

luego <strong>de</strong> que el recuerdo <strong>de</strong>l trágico día en que murió su gatita Any le aguara sus ojos<br />

color miel. Luego él se apartó <strong>de</strong>l telescopio que estaba frente a él, pero siguió con sus<br />

ojos fijos en <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s. El<strong>la</strong>s bril<strong>la</strong>ban con una fuerza inaudita en el espacio. El<strong>la</strong>s, <strong>la</strong>s<br />

hermosas hermanas mayores <strong>de</strong> <strong>la</strong> luna, no son sino <strong>la</strong>s pestañas dulces <strong>de</strong> un ángel, le<br />

dijo Gonzalo a B<strong>la</strong>nca mientras se enjugaba sus lágrimas y <strong>la</strong> tomaba a el<strong>la</strong> entre sus<br />

brazos. <strong>En</strong> ese momento, cuando él más sentía que era imposible medir el tamaño <strong>de</strong>l<br />

vacío <strong>de</strong> su alma, una extraña verdad se cristalizó en su corazón. Él tomó a B<strong>la</strong>nca. El<strong>la</strong><br />

maulló suavemente y él <strong>la</strong> arrulló entre sus brazos. No había duda. La mirada felina <strong>de</strong><br />

su novia Angie era <strong>la</strong> misma mirada que había tenido su gatita Any. Ahora él lo sabía,<br />

mientras contemp<strong>la</strong>ba un alma fugitiva que bril<strong>la</strong>ba en el cielo y que en algún momento<br />

vino para visitarlo.<br />

132


XXIV<br />

Julián camina bajo <strong>la</strong> envoltura <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche y una llovizna ligera y atar<strong>de</strong>cida. Recuerda<br />

con cierta niti<strong>de</strong>z qué era <strong>de</strong> él antes <strong>de</strong> atreverse a inventar a Amalia, una mujer que él<br />

ya no pue<strong>de</strong> tener ni siquiera en su imaginación. C<strong>la</strong>ro, él chapuceaba sin saber nadar y<br />

sin salvavidas alguno en su soledad, tal y como lo hace ahora. Luego, una lumbre<br />

palpitante se instaló en su ser mientras él intentaba <strong>de</strong>scifrar el secreto <strong>de</strong> Amalia. Es<br />

<strong>de</strong>cir, el secreto <strong>de</strong> su sexo <strong>de</strong> fuego, <strong>de</strong> los surcos <strong>de</strong> su piel cane<strong>la</strong> y <strong>de</strong> sus ojos <strong>de</strong><br />

reluciente cristal marino.<br />

Julián Soto camina y mientras camina piensa que <strong>de</strong> los males que afectan a <strong>la</strong> sociedad<br />

actual, no hay como aquel que se encarga <strong>de</strong> mezc<strong>la</strong>r el miedo con <strong>la</strong> soledad. Pero hay<br />

que <strong>de</strong>cir que el mal que lo afecta a él, es un mal mucho más típico y persistente. Es el<br />

mal que mezc<strong>la</strong> el miedo con <strong>la</strong> soledad, no solo en su forma <strong>de</strong> tenerle miedo a vivir en<br />

soledad, sino que precipita en lo más profundo <strong>de</strong>l ser el miedo inabarcable y aterrador<br />

<strong>de</strong> seguir viviendo una vida completa en entera soledad.<br />

—Tú no estás solo —le dije yo un buen día a mi amigo, y él me dio un cálido abrazo<br />

fraternal.<br />

Según Julián, había un tipo l<strong>la</strong>mado Aracel que, según le contó Amalia a mi amigo,<br />

poco antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer, solía frecuentar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> muy constantemente, es <strong>de</strong>cir, a <strong>la</strong><br />

hermosa Amalia, pero no para estar con el<strong>la</strong> en <strong>la</strong> intimidad.<br />

133


—<strong>En</strong>tonces, ¿para qué <strong>la</strong> frecuentaba él a el<strong>la</strong>?<br />

—No lo sé, Javier.<br />

—¿No sabes al menos qué dibujaba el<strong>la</strong>, Julián?<br />

—Sí, eso sí lo sé. Aquel dibujo fue incluso lo único que el<strong>la</strong> me <strong>de</strong>jó a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> una<br />

carta <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida.<br />

—Y… ¿qué dibujo es?<br />

—¿Qué crees?<br />

—Ni i<strong>de</strong>a.<br />

—Una ventana al infinito.<br />

—Y para qué crees que te <strong>la</strong> <strong>de</strong>jó.<br />

—Muy sencillo. Para que al igual que el<strong>la</strong>, yo también pueda escapar algún día hacia mi<br />

propio <strong>de</strong>stino. Por cierto, Javier, ¿no sé si ya te lo había dicho?<br />

—No, ¿qué?<br />

134


—Que el<strong>la</strong> escapó por aquel<strong>la</strong> ventana, que aquel<strong>la</strong> ventana tiene el color cristalino <strong>de</strong><br />

sus ojos, y que muy probablemente el<strong>la</strong> me está esperando ansiosa e impaciente para<br />

amar<strong>la</strong> allá… en el otro <strong>la</strong>do.<br />

135


XXV<br />

Han pasado diez años <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Julián, Gonzalo y yo, tres amigos que un su juventud<br />

estudiaron juntos y practicaban <strong>la</strong>s distintas variantes artísticas <strong>de</strong> <strong>la</strong> cultura <strong>de</strong>l hip-hop,<br />

<strong>de</strong>cidieron ir a <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente (tal y como nosotros tres <strong>de</strong>cidimos<br />

l<strong>la</strong>mar<strong>la</strong> por razones que francamente ya no recuerdo). Diez años <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>de</strong>cidimos<br />

ir a aquel<strong>la</strong> <strong>ciudad</strong> a sacar a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, cada uno <strong>de</strong> nosotros, una carrera <strong>de</strong> maestría. Sin<br />

embargo, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que nosotros nada más estuvimos poco más <strong>de</strong> siete meses en<br />

aquel<strong>la</strong> enigmática y <strong>de</strong>sconcertante <strong>ciudad</strong>. C<strong>la</strong>ro, <strong>de</strong>bido a todas <strong>la</strong>s distracciones, los<br />

problemas y <strong>la</strong>s preocupaciones que nosotros tuvimos en aquel<strong>la</strong> <strong>ciudad</strong>, nuestras notas<br />

en <strong>la</strong> universidad llegaron a ser realmente ma<strong>la</strong>s. No, en realidad miento, no fueron<br />

ma<strong>la</strong>s, fueron pésimas. Por eso, <strong>la</strong>s misteriosas personas que en un principio nos<br />

otorgaron a Gonzalo, a Julián y a mí aquel<strong>la</strong> beca para realizar el curso <strong>de</strong> posgrado que<br />

quisiéramos en <strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, nos <strong>la</strong> quitaron, así como así, y<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> misma forma misteriosa en <strong>la</strong> cual nos <strong>la</strong> habían dado.<br />

Ahora bien, mis amigos Julián y Gonzalo, actualmente se encuentran felizmente<br />

casados con unas hermosas y maravillosas mujeres que conocieron poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que<br />

todos nosotros abandonáramos <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, y cada uno <strong>de</strong> ellos<br />

tiene varios hijos. Yo soy incluso el padrino <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> mi amigo Julián. Por<br />

otra parte, yo también me encuentro felizmente casado, y los hijos ya hace rato que<br />

hicieron su aparición para alegrarnos <strong>la</strong> vida tanto a mi querida y bel<strong>la</strong> esposa y como a<br />

mí. Hoy por hoy, por tanto, todos esos turbios y vertiginosos pensamientos que algún<br />

136


día llegué a tener mientras viví en <strong>la</strong> Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, ya se han disipado<br />

por entero en <strong>la</strong> evanescente bruma <strong>de</strong> lo incierto. Aun así, a veces me <strong>de</strong>scubro a mí<br />

mismo ante <strong>la</strong> chimenea <strong>de</strong> mi casa pensando en el pasado y tratando <strong>de</strong> hal<strong>la</strong>r algunas<br />

respuestas que yo sé que no existen, porque si hay algo <strong>de</strong> lo que últimamente he podido<br />

estar seguro, es <strong>de</strong> que en el universo no hay una ley que diga que todo, absolutamente<br />

todo, <strong>de</strong>be tener una respuesta. Sí, al pensar hoy en día en todas <strong>la</strong>s cosas que viví en <strong>la</strong><br />

Ciudad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Nébu<strong>la</strong> Creciente, no puedo evitar pensar en eso que una voz en mi propio<br />

interior me dijo un buen día: que hay amores que no conocen caminos <strong>de</strong> regreso, y que<br />

hay personas que <strong>de</strong>sparecen y nunca más regresan a nuestras vidas. Sí, pienso en ello, y<br />

al hacerlo, no puedo evitar pensar, a <strong>la</strong> vez, que hoy en día estoy casado con una mujer<br />

hermosa y espectacu<strong>la</strong>r. Una mujer con tantas cualida<strong>de</strong>s que me gastaría varias horas<br />

enumerándo<strong>la</strong>s todas, o al menos esa es <strong>la</strong> profunda y constante impresión que yo<br />

siempre tengo <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. El<strong>la</strong>, por cierto, se l<strong>la</strong>ma Leisy Geraldine Solórzano, y quiero<br />

<strong>de</strong>jar constancia <strong>de</strong> que en otro tiempo el<strong>la</strong> se hacía l<strong>la</strong>mar, simple y l<strong>la</strong>namente, Yena.<br />

Sí, <strong>la</strong> hermosa Yena. La misma que cierto día regresó <strong>de</strong>l pasado, que es <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong> más<br />

extraña y <strong>nebulosa</strong> que cualquiera se pueda imaginar.<br />

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