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Jorge Teillier: la segunda mirada / Juan Nicolás Padrón<br />

autodestierro indica falta de confianza en sí<br />

mismo, y es a la vez un peligroso estado de<br />

yaconismo intelectual. Si un escritor se<br />

considera revolucionario (y siempre todo<br />

verdadero escritor ha estado en pugna contra<br />

los órdenes sociales injustos), elegirá la lucha<br />

contra su medio ambiente, tratará de superarse<br />

y superarlo por todos los medios (El<br />

Siglo, 1966: 15).<br />

La convocatoria de Teillier en una época<br />

de euforia cosmopolita y competencia maquinista,<br />

partía de un estudio de la naturaleza<br />

de no pocos poetas de origen rural o provinciano<br />

que ascendían a la fama y adoptaban<br />

ciertas máscaras para asumir un mundo al<br />

que no pertenecían, y tarde o temprano regresaban<br />

a sus orígenes aunque no fueran a vivir<br />

a sus lugares de origen o se identificaran con<br />

esos sitios de idéntica manera a como lo<br />

habían hecho; entonces, se preguntaba:<br />

¿Por qué esta vuelta? No basta para explicarla,<br />

creemos, el origen provinciano de la<br />

mayoría de los poetas, que atacados de la nostalgia,<br />

el mal poético por excelencia, vuelven<br />

a la infancia y a la provincia, sino algo más,<br />

un rechazo a veces inconsciente a las ciudades,<br />

estas megápolis que desalojan el mundo<br />

natural y van aislando al hombre del seno de<br />

su verdadero mundo (Boletín de la Universidad<br />

de Chile 1965: 48-62).<br />

La explicación conlleva la identificación<br />

de un proceso nacido en los años 60 del siglo<br />

XX que se asoció también, como cualquier periodo<br />

intenso del racionalismo de la modernidad,<br />

a una obsesión por la hegemonía tecnológica,<br />

y junto a ello, al temor creciente por el incremento<br />

de la carrera armamentista y el peligro<br />

nuclear. El poeta fue un crítico de lo que se ha<br />

llamado ‘desarrollo’ de la civilización occidental,<br />

y percibió desde muy temprano las<br />

deformaciones que entrañaban sus relaciones<br />

de dominación y hacia dónde conducían. De<br />

vida con costumbres provincianas y bautismo<br />

de capital, Teillier nunca dejó atrás un paisaje<br />

que jamás le sirvió para esconder su realidad,<br />

sino que su origen permanecía victorioso por<br />

encima de cualquier deslumbramiento; los<br />

personajes de su aldea se imponían y el poema<br />

luchaba porque se sentía el guardián del mito.<br />

Y frente al caos que veía venir, aseguraba:<br />

Por omisión, se repudia entonces el mundo<br />

mecanizado y estandarizado del presente, en<br />

donde el hombre medio sólo aspira a las<br />

pequeñas metas del confort como el auto, la<br />

televisión; en donde el habitante de nuestros<br />

países pierde su individualidad gracias al<br />

lavado mental de la propaganda y el deslumbramiento<br />

impuestos por el ejemplo y la<br />

propaganda de formas foráneas de vida (esas<br />

formas que causan millones de neurosis en<br />

nuestro ‘Gran Vecino del Norte’); en donde<br />

el burócrata ‘técnico en planeamiento’ o<br />

locutor de radio, o político de maquinaciones<br />

en oscuros pasillos, ha desplazado de la<br />

conducción de los pueblos al héroe; en donde<br />

la ciencia al servicio de intereses económicos<br />

amenaza con llevarnos a una destrucción<br />

atómica al final (Boletín de la Universidad<br />

de Chile mayo de 1965: 48-62).<br />

II<br />

Bajo una, entonces inédita, tesis de la modernidad,<br />

el poeta afirmaba que Pablo Neruda<br />

o Braulio Arenas habían sido exsurrealistas<br />

que al final se habían mantenido fieles a su<br />

tierra. Denunciaba la asfixia del panorama<br />

literario por la absorción de las editoriales<br />

comerciales extranjeras y especialmente por<br />

la falta de lectores; el tiempo transcurrido<br />

desde entonces sólo ha servido para ampliar<br />

y profundizar esta realidad. Había revelado<br />

su condición de marginales a los poetas, y<br />

para no serlo se refugiaban en las imperfecciones<br />

de la maquinaria de la burocracia o se<br />

escapaban a un lado de la vigilancia administrativa,<br />

aún formando parte del sistema; si<br />

no podían, sufrían los golpes de la represión<br />

estatal o de la descalificación de la cultura<br />

oficial. En el mejor de los casos: profesores; con<br />

más dicha, pero con más peligros de convertirse<br />

en oportunistas, diplomáticos; siguiendo<br />

un camino de aniquilación, burócratas o empresarios.<br />

Teillier siempre desconfió de esas<br />

máscaras y también descubría las ‘delicuescencias<br />

adolescentes’ de esos empeños de seudopoetas<br />

que se amparaban cortando renglones de un<br />

trasnochado vanguardismo para hacerlo<br />

pasar por experimentación. Así mismo ocurría<br />

con las «antojolías» que frecuentaban y aún<br />

suelen publicarse, que lejos de constituir<br />

selecciones de criterio y rigor, se refrendan<br />

con nombres promovidos por esa maquinaria<br />

Cathedra no. 18, julio-diciembre 2013 19

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