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A nivel mundial, las mujeres representan casi la mitad del total<br />

de migrantes internacionales. Sin embargo, pocas veces son<br />

reconocidas como protagonistas en este fenómeno. Por ello y<br />

con la finalidad de impulsar el conocimiento y la difusión de<br />

las condiciones, problemáticas y experiencias exitosas vividas e<br />

impulsar su participación activa en la presentación de propuestas<br />

para la resolución de sus problemáticas específicas, el Instituto<br />

Nacional de las Mujeres lanzó la convocatoria al concurso:<br />

Noemy del Rosario Rodríguez de Osorio, Tercer lugar de la Categoría “Escrito”<br />

No se olvida, se supera (fragmento)<br />

Nunca pensé encontrarme con la necesidad de huir de mi país. Nací en<br />

Apastepeque, San Vicente, El Salvador, donde crecí con mis dos hermanas<br />

y padres. Llevé una vida normal y tranquila. Soy hija de matrimonio, de<br />

clase media, y lo básico no hacía falta. Empecé a trabajar a los 10 años por<br />

la separación de mis padres, y comencé a vivir con mi abuelita en el mismo<br />

Apastepeque. Mi vida era tranquila hasta el 28 de noviembre 1996,<br />

cuando mi hermana de 16 años fue asesinada por pandilleros de la Mara<br />

Salvatrucha, murió con 36 machetazos porque no quería ser la novia de<br />

un pandillero. En ese tiempo yo estudié en una academia de policía pero<br />

nada te puede preparar para ver a tu hermanita muerta, desfigurada, sin<br />

vida. Lo único que yo quería era justicia, y quizás mis deseos de justicia<br />

son lo que luego me arruinaron la vida.<br />

Empecé un trámite legal contra los pandilleros y el juez los condenó 30<br />

años en la cárcel. Con esa justicia, seguí luchando por mi vida sin mi hermana.<br />

Sin embargo, la condena cambio a ser de 15 años y los pandilleros<br />

salieron de la cárcel con aún más ganas de venganza y de matar. El 3 de<br />

julio 2010 empecé a recibir amenazas de muerte por escrito, por mensajes<br />

a mi celular, y con bolsas de sangre dejadas frente a mi puerta. Los mismos<br />

pandilleros me dijeron que tendría que pagar una renta, una extorsión, y<br />

pagar para salvaguardar mi vida. Empecé a pagar $500 dólares al mes pero<br />

llegué a un momento donde no pude seguir. Perdí mi trabajo porque las<br />

amenazas eran tan fuertes que no podía salir de mi casa, y aun cuando<br />

cambié el chip de mi teléfono varias veces, seguí recibiendo amenazas,<br />

no sé cómo lo hacían. En ese entonces, llegué a un momento de falta de<br />

seguridad tan grave que hice dos denuncias por las amenazas e insultos<br />

ante la fiscalía, y el mismo fiscal me aconsejó huir del país, ya que no iba a<br />

poder recibir apoyo ni protección de mi gobierno, y que seguramente me<br />

iban a matar donde fuera dentro de El Salvador. Las masacres que se ven<br />

en mi país son tan comunes como el pan que se compra en el mercado.<br />

Con un pánico terrible y un trauma psicológico grande, tenía que tomar la<br />

decisión de salvar mi vida y huir de mi país, dejar a mis hijos a cargo de mi<br />

abuelita, y pedir asilo, o refugio, en México. Encontré la página web de la<br />

COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados) vi que había la posibilidad<br />

de solicitar asilo en la Ciudad de México, entonces saliendo con<br />

el fin de llegar al D.F., dejé mi vida en El Salvador, es decir mi corazón,<br />

porque mis hijos son todo para mí. No tuve el valor de decirlo a mis hijos y<br />

tampoco quería arriesgar sus vidas por mi culpa. El 3 de enero 2011 crucé<br />

la frontera llegando a Guatemala. Imagina, ahorrando el dinero para salir,<br />

casi no celebramos esa Navidad.<br />

Llevé los 2 chips del celular con amenazas conmigo, y también viajé con<br />

mis documentos, preparada para llegar a la COMAR en el D.F. para presentar<br />

mi caso de refugio. El riesgo de cruzar fronteras es alto, y lo sabía,<br />

pero llegué a un punto de desesperación tan grande que decidí que solo<br />

Dios me podía guiar. En el camino me asaltaron y sacaron todos mis documentos<br />

y dinero ahorrado, secuestrándome y amenazándome. Finalmente<br />

a las 5 de la mañana un señor llegó diciendo que nos iba a cruzar el<br />

río, y con los últimos $70 dólares que tenía escondidos en mi calcetín, lo<br />

pagué para ayudarme cruzar la frontera. Llegue a un hospedaje, el Hotel<br />

Don Carlos, el 4 de enero, donde me explicaron del Albergue Belén en<br />

Tapachula, Chiapas. Temblando con temor, y sin ni un peso en la mano,<br />

me quedé en Ciudad Hidalgo sentada en frente de la iglesia rezando y<br />

pensando en cómo llegar a Tapachula. Yo no soy de pedir ayuda, pero<br />

llevaba 3 días sin comer y no había más opciones, con el estómago vacío<br />

pero feliz de estar viva.<br />

Un hombre se acercó y me invitó a comer unos tacos, y fue una gloria<br />

probar comida después de 3 días sin nada. Después fui a la iglesia allá<br />

encontré el Padre Nachito, quien me informó que también existe una<br />

oficina de COMAR y ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para<br />

los Refugiados) en Tapachula. Me dijo que me podía ayudar el próximo<br />

día para viajar a Tapachula, entonces regresé el día siguiente, el 6 de enero,<br />

pero era el Día de Reyes y el Padre me dijo, “Quédate para compartir<br />

la rosca,” pero yo ni sabía que era una rosca. Así pase mi primer Día de<br />

Reyes en México, feliz de estar en las manos de Dios. El Padre me llevó a<br />

Tapachula para quedar en el Albergue Belén, y el día siguiente me presenté<br />

al ACNUR donde me ayudaron con información y apoyo en el albergue,<br />

y después presente mi solicitud de refugio en la COMAR. Confié en Dios y<br />

solo podía dejar el Gobierno de México tomar una decisión para mi vida.<br />

La mitad de mi corazón estaba tranquila, ya en México y con seguridad,<br />

pero la otra mitad se quedó en El Salvador con mis hijos.<br />

Empecé el trámite el 7 de enero 2011 y gracias a Dios, la COMAR me<br />

dio el reconocimiento como refugiada en México, y el 7 de junio del<br />

mismo año me dieron mis documentos legales de México. Durante estos<br />

meses esperando la respuesta y después esperando mis documentos,<br />

busqué trabajo y una casa por todos lados en Tapachula, pero todos me<br />

respondieron con “no, es que eres migrante,” o, “no, no tienes papeles,”<br />

incluso después de tener mi residencia legal en México. Al encontrar trabajo<br />

informal en un restaurante, el dueño me pidió trabajar 12 horas cada<br />

día y al final ni me pagó. Seguí buscando y encontré otro solicitante de<br />

refugio ecuatoriano que me informó de un trabajo descargando camiones<br />

de tierra y arena. Al principio el jefe no quería dejarme trabajar porque<br />

soy mujer y migrante, pero yo me sentía fatal y desesperada, y dije “mira<br />

señor, si no descargo no me tiene que pagar,” pero yo lo hice aunque fue<br />

duro, pero no había de otra, y me quede contenta trabajando 3 días por<br />

100 pesos diarios.<br />

Sigue el desenlace de esta historia en www.inmujeres.gob.mx<br />

www.inmujeres.gob.mx

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