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DOS X UNO - Galería Recomienda

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creador de experiencias<br />

A Germán Jungbluth no le importa el frío. Por lo menos ese día, ya que esperaba<br />

en el sofá de la cafetería, en pleno invierno, con short y sandalias. Cargado<br />

con una mochila y dos tambores, está tranquilamente sentado con un jugo de<br />

naranja en la mesa. Yo llego con mis cuadernos, chompas, casacas y un café,<br />

dejando clarísimo que mi paz espiritual es un concierto de heavy metal al lado<br />

de la suya. En unas horas le estaríamos pidiendo que se trepe a árboles y toque<br />

sus tambores en parques, pero por el momento el objetivo era conocerlo mejor.<br />

Hemos postulado muchas veces que una de las metas de la revista es ser una<br />

plataforma diferente de talento, en el caso de Germán nos quedó claro que también<br />

podemos ser una plataforma para un talento diferente.<br />

Tiene 22 años, sin embargo, se le siente mayor. No porque lo aparente, sino por<br />

el grado de madurez y seguridad que proyecta. Tiene las cosas clarísimas y es<br />

una de esas personas que sabe que actualmente está donde tiene que estar.<br />

¿Cómo empieza tu conexión con la música?<br />

Desde chico, supongo. A los 5 años aprendí a<br />

tocar piano, luego saxofón y flauta, realmente<br />

me gustaba. Pero tuve que alejarme de practicar<br />

porque me fue súper mal en el colegio.<br />

Yo me estresaba, lo odiaba a muerte. Luego,<br />

al graduarme, tuve un acercamiento con la<br />

música, me reconecté con varios instrumentos,<br />

pero necesitaba tiempo para dedicarme a mis<br />

estudios de administración de empresas. Después<br />

de un tiempo apareció la música en mi<br />

vida nuevamente, y la necesidad de crearla, de<br />

ser parte de ella, fue bastante intensa. Se convirtió<br />

en una frustración tremenda no poder<br />

dedicarle mi tiempo. Fue en ese momento que<br />

viajé a la selva y probé ayahuasca. Tuve ahí<br />

una visión muy fuerte que cambió la forma de<br />

pensar que yo tenía de muchas cosas. Así que<br />

regresé a Lima, me salí de la universidad y en<br />

paralelo busqué reencontrarme y dedicar mi<br />

tiempo a la música. Fue en esa época que tuve<br />

la oportunidad de conocer el Hang Drum, un<br />

instrumento suizo que me interesó muchísimo.<br />

Cuando averigüé al respecto, descubrí que es<br />

casi imposible de conseguir. Uno tiene que ir<br />

al lugar donde lo hacen en Suiza, conocer a<br />

los fabricantes y luego ver si ellos deciden vendértelo<br />

o no. Además, cuesta casi 2.000 euros.<br />

¿Cómo nace Sattva Drum?<br />

Hay muchas personas como yo que no han podido<br />

conseguir el Hang Drum, así que intenté<br />

hacer una adaptación de este y de otros instrumentos<br />

similares, dándole una forma particular<br />

al tambor. Si bien el primero lo hice para<br />

mí, una amiga mía me escuchó y me pidió que<br />

lo tocara en un centro de medicina alternativa<br />

en donde trabajaba haciendo sonidoterapia.<br />

Los resultados fueron geniales, le encantó y<br />

propuso comprármelo, así que se lo vendí.<br />

¿Es así como empieza la popularización<br />

de este instrumento?<br />

Digamos que sí. Hoy en día hay dos en Suecia,<br />

uno en Inglaterra, también en Hawaii, Venezuela,<br />

Alemania, Uruguay, California y varios<br />

lugares del Perú. Ahora estoy haciendo uno<br />

para enviar a Noruega y otro para el director<br />

de la sinfónica de Melbourne, al cual conocí<br />

en Cusco y me pidió que fabricara uno para él.<br />

Inicialmente trataba de mandar a hacer una<br />

parte del tambor, pero me di cuenta que es<br />

difícil encontrar buenos proveedores, así que<br />

llegué a la conclusión de que tenía que hacerlo<br />

todo yo o me volvería loco. Actualmente, solo<br />

me traen el acero moldeado, luego yo lo sueldo,<br />

hago los cortes, lo afino, lo pulo y lo pinto.<br />

¿Pintas siempre la misma imagen?<br />

Decidió, entonces, hacer su propia versión,<br />

que él hoy ha llamado Sattva Drum. Consiste<br />

en el diseño de un tambor de acero en el que<br />

Germán ha dispuesto varios cortes que demarcan<br />

dónde debe ser tocado el instrumento.<br />

Cada uno presenta una nota distinta, las cuales<br />

pueden ser tocadas en cualquier orden, dando<br />

siempre como resultado una melodía diferente<br />

y completa. Cada nota es asonante, es decir,<br />

ninguna desentona con las otras. El resultado<br />

es realmente increíble.<br />

Por lo general, el dibujo que coloco es este<br />

mandala (me señala una flor geométrica pintada<br />

en la superficie de su tambor), que es la<br />

flor de la vida. Tengo una conexión bastante<br />

fuerte con este símbolo. Para mí es la esencia<br />

del tambor, por donde sale la energía de este<br />

cuando lo tocas.<br />

¿Qué significa?<br />

En realidad, es parte de un mandala mucho<br />

más grande que representa al árbol de la<br />

vida. Está compuesto por varios círculos que<br />

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