circularon los músicos en un ir y venir hacia el centro y la periferia, con la ejecución cronometrada <strong>de</strong> diversos instrumentos para conformar —según explicó Julio Estrada—, “un pulpo sonoro que extien<strong>de</strong> y retrae sus tentáculos” generando la sensación <strong>de</strong> alejamiento y acercamiento <strong>de</strong>l sonido. <strong>El</strong> público se pudo sentar <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong>l área pentagonal para escuchar el sonido envolvente y continuo, proveniente <strong>de</strong> varias zonas, presenciando algo único en materia <strong>de</strong> conciertos y generando una relación entre imaginación y realidad a través <strong>de</strong> una creación musical, <strong>de</strong> un ataque <strong>de</strong> sonidos directo a los sentidos. Reconoce Julio Estrada que en la obra quiso plasmar una especie <strong>de</strong> masturbación, porque en ella hay momentos febriles, <strong>de</strong> éxtasis, <strong>de</strong> estri<strong>de</strong>ncia gozosa y <strong>de</strong>lirio, que evocan al coito y el orgasmo. Es <strong>de</strong>cir, la sonorización <strong>de</strong> la sensualidad. La obra fue compuesta para un sexteto, por lo que el cuarteto Tambuco, conformado por los mexicanos Alfredo Bringas, Miguel González y Raúl Tudón, bajo la dirección <strong>de</strong> Ricardo Gallardo, invitó a los percusionistas Iván Manzanilla y Juan Gabriel Hernán<strong>de</strong>z, para ejecutar diversos ambientes sonoros en la fastuosidad <strong>de</strong> una selva, la majestuosidad <strong>de</strong>l mar embravecido o el sereno silbido <strong>de</strong>l viento, provocando la imaginación y fantasía <strong>de</strong>l escucha. Con este singular concierto también se conmemoraron los 70 años <strong>de</strong> vida <strong>de</strong>l compositor, doctor en musicología e investigador Julio Estrada y 20 años <strong>de</strong>l Ensamble <strong>de</strong> Cámara Tambuco, cuya exitosa trayectoria musical es reconocida por sus presentaciones en España, Alemania, Egipto, Inglaterra, Japón, Argentina, Francia, Brasil, Canadá, Italia y Estados Unidos, entre otros países. Este concierto <strong>de</strong> estreno, incluyó alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> 150 instrumentos <strong>de</strong> metal, ma<strong>de</strong>ra, cuero, vidrio —algunos creados por los mismos músicos—, entre los que se encontraban silbatos prehispánicos, platillos orientales (Wong), maracas, claves y una vasija <strong>de</strong> peltre con canicas, hasta el sofisticado rototom (que sólo se fabrica en Fila<strong>de</strong>lfia, Estados Unidos), que está formado por varios tambores giratorios montados en arneses que pesan hasta 18 kilos y sirven a los percusionistas para <strong>de</strong>splazarse entre el público y generar un caleidoscopio <strong>de</strong> sonidos, ambientes y sentimientos. Dos enormes pantallas proyectaron las partituras que permitieron a músicos y público, seguir los <strong>de</strong>talles, las notas y los movimientos <strong>de</strong> los artistas mediante pequeños pentagramas que indicaban el <strong>de</strong>splazamiento <strong>de</strong> los ejecutantes en actividad musical, sonora y rítmica, que envolvió al público en una nube <strong>de</strong> sonidos bajo la impresionante escultura cónica <strong>de</strong> Jan Hendrix. <strong>El</strong> estreno <strong>de</strong> Eolo’oolin fue un encuentro <strong>de</strong> músicos, escenario, obra y público, en un goce <strong>de</strong> tránsito musical en espacio y tiempo, don<strong>de</strong> la urdimbre <strong>de</strong> sonidos se sobreponen frenéticos, cortantes, feroces, para abrir el túnel <strong>de</strong>l subconsciente y provocar la palpitación <strong>de</strong> corazones transidos. Fotografía: Juan Toledo. 17
Carlos Pellicer. Fotografía cortesía <strong>de</strong> la Coordinación Nacional <strong>de</strong> Literatura <strong>de</strong>l INBA.