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quién haya podido superar a ese Niño Jesús de<br />
Covarrubias, el cual, aunque todavía en el portal de<br />
Belén, se yergue sobre el regazo de su Madre, y<br />
juguetón, y curioso ya, mete su manita en el cáliz de<br />
Melchor para ver qué trae en su interior. <strong>El</strong> rey mago<br />
está arrodillado ante el Díos recién nacido, ofrece su<br />
oro en el cáliz que lo contiene, y el Niño no se resiste<br />
a averiguar cuál es el regalo con que le obsequia<br />
su ilustre visitante.<br />
Eso es un Niño Jesús de un autor con arte y<br />
con salero, un imaginero que no renuncia a expresar<br />
cómo es la vida, aunque sea la del mismísimo Hijo de<br />
Dios, Dios mismo encarnado. <strong>El</strong> Niño sonríe disfrutando<br />
y los espectadores nos quedamos embobados<br />
ante tanta expresividad, tanta fmura y tanta libertad<br />
creativa. Estos reyes magos, esta visita, la de ellos y<br />
la mía se guardarán para siempre en la memoria juntas;<br />
imposible será olvidar esta ciudad bañada por el<br />
Arlanza, este museo que también conserva una<br />
representación, del mismo siglo XV, de la imposición<br />
de la casulla a San Ildefonso, el milagro que más de<br />
mil años llevaría peregrinos a la catedral de Toledo<br />
para conocer el lugar exacto donde la Virgen descendió<br />
para ayudar al obispo toledano a celebrar misa,<br />
como ya conté en otro articulo de este boletín laurentino.<br />
De nuevo ante la Asunción, en el ático del<br />
altar mayor, para rezar a la Virgen. En el ostensorio<br />
la Virgen del Cerezo, un producto típico de la zona,<br />
más famosa por quesos y morcillas. En mi oración<br />
tras el recorrido feliz por la colegiata, que es una consistente<br />
invitación para interesarnos por la fe, por los<br />
viajes y el estudio, pues la historia y el arte cuentan<br />
aquí con piezas sublimes que animan al espíritu a<br />
indagar, le pido una vez más a Dios, en un lugar tan<br />
sugestivo para meditar y sentir la eternidad, que quiero<br />
verlo. Es así: quiero ver a Dios y a la Virgen. Se lo<br />
pido con cierta frecuencia. Ya sé que tengo que esperar,<br />
pero es que mi alma, cuanto más satisfecha está<br />
de conocer la grandeza divina aunque sea mínimamente,<br />
cuanto más segura está de la felicidad que<br />
nos espera en el reencuentro con los seres queridos,<br />
más anhela la visión de Dios y de la Virgen. Por eso<br />
en Covarrubias, donde una vez más encontraba a la<br />
Asunción y donde la ciudad llena de atractivos nos<br />
encauza hacia el bien y hacia el más allá, pido a Dios<br />
verlo, y también a su Madre.<br />
Y para que mi deseo encontrara no respuesta<br />
pero sí al menos datos pata hacerlo tema de conversación,<br />
en el monasterio de Ieyre, al día siguiente,<br />
escuché el relato sobre Dom Virila. <strong>El</strong> superior del<br />
monasterio quería saber cómo se viviría en el otro<br />
mundo, pues tenía alguna duda sobre si sería aburrida<br />
la eternidad. Había leído en los textos sagrados<br />
que mil años de la otra vida equivalían a un día, y el<br />
meditabundo monje no acababa de cifrar el significado<br />
de esas temporizaciones, y, claro, hasta cierto<br />
punto es comprensible que quien se había ofrecido a<br />
Dios totalmente para ganar la vida eterna intentara<br />
conocer cómo iba a ser aquello. Una mañana salió<br />
del monasterio de Leyre con la misma inquietud, ase<br />
metió en el bosque y allá que se quedó dormido inducido<br />
por un ruiseñor cuya compañía musical actuó de<br />
somnífero. Cuando se despertó notó algo extraño en<br />
el bosque, y cuando llegó al monasterio vio que la<br />
edificación habla aumentado. Tocó la campanilla<br />
para que le abrieran, y el fraile portero le preguntó<br />
quién era pues no lo conocía; tampoco el superior<br />
conocía al porteen. <strong>El</strong> prior preguntó por sus compañeros,<br />
pero el portero no identificaba los nombres<br />
que mencionaba Entonces le preguntó el suyo al visitante,<br />
Dom Virila, y de inmediato puestas a averiguar<br />
de quién se trataba., pues era evidente que el monje<br />
recién llegado conocía el monasterio aunque de una<br />
manera que no terminaban de explicarse, repasaron<br />
sus documentos y comlxobaron que Iom Virila<br />
había desaparecido del cenobio hacia trescientos<br />
años. Así que en menos de un día el fraile curioso<br />
había vivido tres siglos. La noticia del milagro se<br />
extendió por el continente, y con tanta fuerza que a<br />
lo largo del tiempo en otros monasterios de España y<br />
de allende los Pirineos se contarla de otros frailes<br />
que habían tenido la misma experiencia.<br />
Tengo la impresión de que yo no la viviré yo,<br />
pues no tengo ninguna curiosidad por la medida del<br />
tiempo en el más allá. Ya aquí vivo con tal intensidad<br />
cada jornada que bien es verdad que los sucesos de<br />
una semana atrás en mi memoria se desplazan hacia<br />
el pasado como si hubieran transcurrido meses o<br />
año. Y no sólo yo, sino que mis compañeros de<br />
claustro así lo viven también. Hace dos semanas, o<br />
sea, hace más de dos años, una buena profesora de<br />
matemáticas del colegio fue contratada por la. Junta<br />
de Andalucía- Al despedirse me dijo emocionada:<br />
"llevo en el colegio trece meses, o sea, la vida".<br />
Esperando a que me recibiera el obispo de Jerez<br />
cierto cía, se me adelantó en el ficho episcopal una<br />
hermandad que demoró mí entrevista más de lo convenido;<br />
me pidió disculpes el eclesiástico, pero yo le<br />
quité importancia confesándole que mi medida es la<br />
eternidad. Con lo cual -permítaseme la digresión no<br />
pretendo justificar ninguna demora en la entrega de<br />
mis trabajos, como ha sucedido al redactar estas<br />
líneas para el párroco que tan bien dirige este boletín<br />
de San Lorenzo, canónigo al que ya he pedido perdón<br />
y ahora se lo reitero, y que tras mi petición me<br />
contestó que su oficio es perdonar. Bendito sea Dios.<br />
Y tras la digresión volvamos al comienzo del párrafo.<br />
Mi curiosidad, decía, no se centra en saber cómo<br />
será el otro mundo. Es éste tan sublime si se cumpliera<br />
la voluntad de Dios, que cualquier otro mundo<br />
mejor no necesito ni imaginarlo para sentirme como<br />
me siento plenamente satisfecho de que Dios exista,<br />
nos haya creado y nos espere con su justicia Tan<br />
convencido estoy de ello que por eso quiere ver a la<br />
Virgen, como me lo ha recordado la Asunción de<br />
Covanubias, y a Dios.<br />
Antonio Egea López<br />
Director del Colegio Julio César<br />
Página 26 Parroquia de San Lorenzo Mártir Octubre 2007