ver contenido - Yacht Club Argentino
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De Puerto<br />
Hoppner a Mar<br />
del Plata<br />
Ernesto Schwarzböck<br />
Extractos de un diario personal, Junio de 2003.<br />
Navegar los mares australes es<br />
sumergirse en una naturaleza<br />
penetrante, que raramente se<br />
encuentra en latitudes más amables.<br />
Sus costas, tanto patagónicas<br />
como fueguinas, si bien solitarias,<br />
ventosas y la mayoría de las veces<br />
con escasa vegetación, poseen una<br />
belleza majestuosa.<br />
He tenido la suerte de navegar el Atlántico, entre<br />
Europa y Sudamérica, en repetidas oportunidades y es<br />
cierto que siempre es una fiesta cruzar los mares,<br />
cualquiera sean las rutas que se elijan. Pero hacerlo en<br />
las altas latitudes, especialmente en nuestro sur, me<br />
parece que es distinto, como que todo es más intenso,<br />
más puro, y más virgen.<br />
También es cierto que por estas aguas, con mal<br />
tiempo, todo es más repentino, extremo, y violento.<br />
Pero no todo es frío y mal tiempo, al contrario, el sur<br />
puede ser extraordinariamente acogedor y apacible.<br />
Quizás la mejor forma de definirlo es decir que es un<br />
mundo de contrastes.<br />
Siempre recuerdo las palabras de la mujer de un<br />
Skipper holandés que para sintetizar los avatares del<br />
cocinar y vivir a bordo en latitudes extremas, define la<br />
cuestión con la siguiente frase: “Con viento de 30<br />
nudos vamos bien, con 60 es incómodo”, lo cual refleja<br />
que todo es cuestión de costumbre y depende del<br />
cristal con que se lo mire.<br />
Aquí les cuento en forma sucinta algunos aspectos de<br />
mi primera experiencia surera, hace 4 años, que a<br />
pesar de haber sido bastante movida, también es cierto<br />
que fue una de las más vitales, uno de esos momentos<br />
por los cuales vale la pena vivir.<br />
Un beneficio adicional de que haya sido así, es que las que<br />
vinieron después me parecieron de lo más tranquilas.<br />
Día 1.<br />
Después de haber recalado hace escasos dos días en<br />
este <strong>ver</strong>dadero agujero entre las montañas,<br />
amanecemos con ausencia de vientos, cosa bastante<br />
rara por estos lugares.<br />
Fondeados con un ancla arado de 50 kilos y 80 metros de<br />
cadena, en un Cutter de acero de 16 metros de eslora.<br />
Parecemos el único signo de civilización en estos confines<br />
del mundo, en medio de la soledad salvaje de esta isla,<br />
amarrados adicionalmente con unos gruesos cabos de<br />
nylon, de esos que se utilizan en la pesca profesional, de<br />
unos 150 metros de longitud, a sendos árboles sobre la<br />
costa <strong>ver</strong>de y escarpada.<br />
Nos encontramos en Puerto Hoppner, un lugar de la<br />
geografía argentina que se encuentra sobre la margen<br />
noroccidental de la Isla de los Estados, bastante<br />
conocido y trillado por los nautas de la zona, una hoya<br />
cerrada con un diámetro de entre uno y dos cables,<br />
rodeada por todas partes de altas cumbres nevadas,<br />
parecida a un tranquilo lago de aguas oscuras y<br />
transparentes en el que suelen nadar algunos castores,<br />
conectada por un paso de piedra muy angosto a una<br />
bahía cerrada anterior de aproximadamente una milla de<br />
diámetro, que a su vez se conecta por otro paso bastante<br />
más amplio que el anterior, a una inmensa bahía formada<br />
por el Cabo San Antonio y el Cabo Colnett.<br />
Corren los primeros días del mes de junio de 2003, se<br />
registran temperaturas bajo cero y un grueso manto de<br />
nieve cubre toda la zona, desde las cumbres andinas de<br />
Tierra del Fuego hasta las orillas del Canal de Beagle.<br />
La tripulación del barco está integrada por un total de<br />
cuatro personas, tres de ellas con edades que<br />
promedian los 53, y el que les cuenta esta historia<br />
bastante mayor, superando al resto en 10 años.<br />
Dos tienen escasa experiencia oceánica, otro tiene<br />
bastante pero nunca había navegado por el sur, y el<br />
Skipper, que además de haber navegado casi todos los<br />
mares en todo tipo de barcos, hace rato que está<br />
dando vueltas por estos lugares.<br />
Hasta este lugar hemos llegado navegando por el<br />
Beagle y el Estrecho de Le Maire, provenientes del <strong>Club</strong><br />
de Yates Micalvi, ubicado en la ría de Puerto Williams,<br />
base naval de la Armada Chilena sobre la costa norte de<br />
la Isla Navarino, en el cual tuvimos que pasar varios días<br />
a la espera del tiempo, sepultados bajo abundantes<br />
nevadas, y desde el cual hemos sido despachados con<br />
destino a Puerto Stanley y Mar del Plata.<br />
La vegetación de esta isla, producto de un régimen<br />
pluviométrico muy abundante, es bastante di<strong>ver</strong>sa y<br />
tupida en los lugares reparados del viento, del tipo<br />
como se encuentra en la parte andina de Tierra del<br />
Fuego, con árboles achaparrados, lengas, coihues,<br />
calafates, helechos gigantes, pegados a un suelo de<br />
turba esponjosa, entretejido de raíces, cubierto de<br />
musgo <strong>ver</strong>de, líquenes y pastizales, que tiene la<br />
apariencia de una gruesa alfombra.<br />
La noche anterior resultó un poco agitada, tocando<br />
piedras con la quilla repetidas veces, cuestión que nos<br />
obligó a salir de las cuchetas para encarar una maniobra<br />
bastante complicada, pues hacía mucho frío y no se veía<br />
absolutamente nada, mientras caía una copiosa nevada.<br />
Con el gomón bastante desinflado por el frío, hubo que<br />
recoger los cabos echados a tierra el día anterior, con el<br />
propósito de poder girar el barco y dejarlo encarando la<br />
nevada. Hizo falta repetir la maniobra de fondeo varias<br />
veces, porque el ancla garreaba siempre, y vol<strong>ver</strong> a<br />
recolocar los cabos a tierra.<br />
Durante el desayuno sigue nevando, con fuertes rachas<br />
del sur que van entrando por entremedio de algunos<br />
desfiladeros en las montañas, que escoran el barco a<br />
una y otra banda.<br />
En esta hoya la única forma de darse cuenta de lo que<br />
pasa afuera con referencia a los vientos<br />
predominantes, es la observación de la dirección en la<br />
que están desfilando las nubes, y que en estos<br />
momentos lo hacen rápidamente en dirección al norte.<br />
Zarpamos después del almuerzo, con el techo de<br />
nubes abriendo y dejando entre<strong>ver</strong> algunos parches de<br />
color celeste, pasamos de nuevo por el angosto paso<br />
entre las grandes piedras, mientras unos albatros<br />
circulan majestuosamente sobre el lugar.<br />
Una vez transpuesto el paso exterior a la gran bahía de<br />
San Antonio, navegamos con rumbo noreste, a<br />
sotavento de la isla, bajo un día de sol cambiante y<br />
nubes deshilachadas, con vientos prevalecientes del sur.<br />
8 El <strong>Yacht</strong> enero 2008