03.02.2015 Views

Quid Test #1

Este archivo es de prueba

Este archivo es de prueba

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Dossier<br />

arte<br />

Leonardo Da Vinci<br />

El primer moderno<br />

POR Nancy Giampaolo<br />

o1<br />

“El creador, sin duda, se siente como un padre respecto de sus obras. Para la pintura de<br />

Leonardo, la identificación con su progenitor tuvo un efecto devastador. Creaba la obra pero<br />

después ya no se preocupaba más por ella, como su padre no se había preocupado por él. Los<br />

cuidados paternos posteriores no pudieron modificar esa compulsión, ya que se derivaba de<br />

las impresiones de los primeros años, y lo que queda reprimido en el inconsciente no puede<br />

corregirlo ninguna experiencia posterior”, escribió Sigmund Freud en un texto dedicado a<br />

Leonardo Da Vinci. Según el padre del psicoanálisis, el autor de La Gioconda había quedado,<br />

en buena medida, fijado en ciertas experiencias infantiles que signaron sus apetencias y su<br />

modo de encarar proyectos posteriores. Las ideas brillantes derivadas en obras inconclusas y<br />

algunas inclinaciones atípicas que consolidaron su perfil de creador profuso, pionero y refinado,<br />

pero también inmaduro y poco ortodoxo, son ejes sobre los que puede trazarse un perfil


o2<br />

aproximado de una de las luminarias de la cultura occidental.<br />

Un fenómeno recurrente en buena parte de la Historia del Arte es el de reducir movimientos<br />

enteros a la biografía de alguna de las figuras sobresalientes que intervinieron en ellos. Los<br />

derroteros individuales, los destinos personales conformarían una especie de parábola que<br />

resume en una breve serie de hechos todo un capítulo de la historia de las ideas: un procedimiento<br />

relativamente nuevo que, íntimamente ligado con el desarrollo del concepto de<br />

“genio”, comienza a partir del Renacimiento italiano y llega hasta nuestro tiempo. Con unas<br />

pocas excepciones (ciertos artistas del arte grecorromano, más cercanos al estado mítico que<br />

al histórico) la noción de un autor con mayúsculas, alguien que corporiza todo un mundo<br />

nuevo de conceptos bajo un nombre propio, pertenecía hasta ese momento exclusivamente al<br />

mundo de las letras. Pero el espectro se fue ampliando.<br />

Paradójicamente, uno de los nombres que resume el Renacimiento italiano es el de una de<br />

sus figuras más difícilmente reducibles al campo de acción concreto de alguna disciplina<br />

artística, porque Leonardo es el artista de la digresión. Pintor, escultor, arquitecto, inventor,<br />

anatomista, científico, constructor, ingeniero, diplomático, hombre de letras y hasta cocinero,<br />

son algunos de los rubros de una lista heterogénea de actividades que, sin embargo, tienen<br />

en común un interés –en mutación permanente– por los procesos creativos, a expensas de la<br />

concreción final de las obras.<br />

Nació el 15 de abril de 1452, en Anchiano, cerca de Vinci, una localidad italiana que data de<br />

antes de que se adoptaran los nombres vigentes en la Europa de hoy. A su nombre de pila<br />

se añadió el de su padre Messer Piero Fruosino Di Antonio y su localidad de nacimiento,<br />

dando como resultado el nombre Leonardo Di Ser Piero Da Vinci. Pero él firmó sus trabajos<br />

como Leonardo o “Io, Leonardo”, sin usar el nombre paterno, pues se dice era hijo ilegítimo.<br />

Ser Piero, como también llamaban a su padre, notario, canciller y embajador de la República<br />

de Florencia, dejó embarazada a una mujer de familia campesina, llamada Caterina, que fue<br />

la madre del artista. Leonardo pasó con ella sus primeros cinco años y luego se mudó a la casa<br />

del padre, quien para ese entonces se había casado con una chica de dieciséis años, proveniente<br />

de una familia rica de Florencia, llamada Albiera Degli Amadori. La joven esposa se<br />

encariñó con Leonardo, pero murió poco después de conocerlo, dejándolo emocionalmente<br />

desamparado. Aunque convivió con Ser Piero, nunca fue reconocido formalmente como un<br />

hijo legítimo y, para colmo, el hombre se casó cuatro veces más, dándole a Leonardo diez<br />

hermanos y dos hermanas menores que sí fueron reconocidos legalmente. Leonardo también<br />

quiso mucho a la última mujer de su padre, Lucrezia Guglielmo Cortigiani, a quien llamó<br />

“Querida y dulce madre”, pero nunca dejó ser una suerte de paria.<br />

“Ser Piero Da Vinci, notario y descendiente de notarios –consigna Freud–, fue un hombre<br />

de gran vitalidad que logró prestigio y bienestar. (...) No cabe duda de que el padre también<br />

desempeñó un papel importante en el desarrollo psicosexual de Leonardo, y no sólo negativo<br />

a causa de su ausencia durante los primeros años del muchacho, sino también por su presencia<br />

directa durante su última infancia. Aquel que de niño desea a la madre no puede evitar la<br />

pretensión de ocupar el lugar del padre, identificarse con él en su fantasía y el superarle en<br />

Arriba izq. Boceto de una<br />

“máquina voladora” (1490).<br />

Arriba der. Perfil de soldado con<br />

casco y armadura (1472).


Arriba izq. La Scapigliata (1508).<br />

Óleo sobre papel, 27x21 cm.<br />

Galleria Nazionale, Parma.<br />

Arriba der. Estudio anatómico<br />

del cráneo humano sección<br />

sagital (1489).<br />

la tarea de su vida. Cuando Leonardo fue acogido en la casa del abuelo, sin haber cumplido<br />

todavía los cinco años, la joven madrastra Albiera seguramente ocupó el lugar de la madre en<br />

lo referente a sus sentimientos, e inició lo que normalmente se conoce como una relación de<br />

rivalidad con el padre. Como es sabido, la decisión de la homosexualidad sólo se toma alrededor<br />

de los primeros años de la pubertad. Cuando Leonardo tomó esta decisión, la identificación<br />

con el padre perdió cualquier significación para su vida sexual, pero permaneció en otros<br />

ámbitos exentos de actividad erótica. Hemos oído que le gustaban la suntuosidad y los bellos<br />

vestidos, que poseía sirvientes y caballos, a pesar de que Vasari diga que no tenía prácticamente<br />

nada y trabajaba poco, no vamos a achacar estas preferencias sólo a su sentido de la belleza,<br />

sino que también reconocemos en ellas la compulsión a copiar el padre y superarlo”.<br />

Freud, como hemos visto, también relaciona el desapego por el destino final de sus obras con<br />

la incapacidad de borrar la experiencia de la niñez sellada por su condición de bastardo. Sin<br />

embargo, este desdén por la concreción final de sus eventuales encargos también se enmarca<br />

perfectamente en aquello que el Renacimiento italiano ha dejado como marca que lo define:<br />

la vocación universalista y el afán de encontrar nexos de unión que se eslabonen en un movimiento<br />

continuo, toda una nueva manera de pensar el mundo, no ajena a la novedad del neoplatonismo<br />

que los filósofos humanistas de la época habían empezado a desarrollar.<br />

Se cuenta que la abuela paterna de Leonardo, Lucia Di Ser Piero Di Zoso, fue probablemente<br />

la persona que inició a Leonardo en las artes, siendo ella ceramista. Sus primeros bocetos<br />

eran tan buenos que el pintor Andrea Del Verrocchio no vaciló en tomarlo como discípulo<br />

poco antes que cumpliera 15 años. Tras un año dedicado a la limpieza de los pinceles y nimiedades<br />

propias de un aprendiz, Verrocchio le dio a conocer las bases de la química, de la metalurgia,<br />

del trabajo del cuero y del yeso, la mecánica, la carpintería, el dibujo, la pintura y la<br />

escultura en distintos materiales como mármol y bronce. Se dice que Leonardo fue un joven<br />

agraciado y vigoroso y que es muy probable que fuera el modelo para la cabeza de San Miguel<br />

en el cuadro de Verrocchio Tobías y el ángel, de rasgos delicados y bellos. Por lo demás, su<br />

gran imaginación creativa y la temprana maestría de su pincel, no tardaron en superar a las<br />

de su maestro. Uno de los ejemplos más referidos a la hora de demostrar la superioridad del<br />

discípulo es el Bautismo de Cristo, donde un dinámico e inspirado ángel pintado por Leonardo<br />

contrasta con la brusquedad del Bautista hecho por Verrocchio. La enorme evolución de<br />

su pericia artística convivía con el espíritu de un niño que todo quiere abarcarlo, sin concebir<br />

claramente la idea de futuro o trascendencia. Menos preocupado por su fama o por la posteridad,<br />

Leonardo pasaba buena parte de su presente jugando. Según Freud, su imaginación<br />

infantil dio lugar a malos entendidos y datos apócrifos acuñados entre muchos de los que se<br />

dedicaron a construir su mito: “Los juegos y las bromas que Leonardo le permitía a su fantasía<br />

han llevado a algunos de los biógrafos que ignoraban este rasgo a malinterpretarlo. En los<br />

manuscritos milaneses de Leonardo se hallan, por ejemplo, esbozos de cartas dirigidas a Diodario<br />

De Sorio, lugarteniente del santo sultán de Babilonia, en las que tras presentarse como<br />

un ingeniero al que han enviado a esas regiones de Oriente para llevar a cabo ciertos trabajos,<br />

procede a defenderse de la holgazanería que le reprochan, expone descripciones geográficas<br />

o3


o4<br />

de ciudades y montañas, y por último explica un acontecimiento fundamental que tuvo lugar<br />

durante su estancia. En 1883, J. P. Richter intentó demostrar, a partir de esos fragmentos de<br />

cartas, que Leonardo realmente había estado al servicio del sultán de Egipto (…). Pero a otros<br />

autores no les resultó difícil calificar las evidencias del supuesto viaje de Leonardo a Oriente<br />

como lo que en realidad eran, creaciones de la imaginación del joven artista que este produjo<br />

para su propio entretenimiento, en las que tal vez encontró expresión su deseo de ver mundo<br />

y vivir aventuras”.<br />

La digresión en los intereses de Leonardo, a su vez, es también continua, y parece tanto responder<br />

a las convulsiones de la época como a sus propias inclinaciones. El proceso técnico e<br />

intelectual tras de sus obras es registrado minuciosamente por él mismo, de una manera totalmente<br />

novedosa hasta ese momento y parece formar con las obras en cuestión una especie de<br />

cuerpo común donde es imposible hacer divisiones de forma y fondo demasiado tajantes: si la<br />

obra existe, se puede presuponer, es sólo para documentar un proceso creativo que ocupa un<br />

lugar protagónico en la escena. No es raro que la concreción de las obras, entonces, se dilate o<br />

se aplace indefinidamente.<br />

Una de sus tantas inconclusas, La Adoración de los Reyes Magos, sirve como ejemplo de esta<br />

concepción. Mientras que las figuras principales se encuentran magníficamente inacabadas,<br />

la perspectiva del fondo de la escena nos muestra los más minuciosos paisajes por donde fluye<br />

la inventiva de Leonardo: diferentes ejemplos de estilos arquitectónicos, especies botánicas,<br />

escenas ecuestres (sin relación discernible con el motivo principal) se cruzan en una grandiosa<br />

mise en abyme por donde Leonardo mismo huye de su cuadro, saltando de digresión en digresión,<br />

en una suerte de anticipación de los esfuerzos enciclopedistas del siglo XVIII. La “Enciclopedia”<br />

ideal del Renacimiento, parece decir Leonardo, es un esfuerzo que puede realizarse<br />

en una sola imagen, que es a la vez un compendio y un resumen del universo. Pero se trata de<br />

un esfuerzo naturalmente destinado a fracasar, probablemente como parte del mismo programa:<br />

las figuras principales son sólo sombras, trazos de una ambigüedad inigualable.<br />

Una de sus obras más conocidas, El Hombre de Vitruvio, es de 1492, se trata de un dibujo<br />

acompañado de notas anatómicas de Leonardo que consignó a lo largo de todo un año en uno<br />

de sus diarios. Representa una figura masculina desnuda en dos posiciones sobreimpresas de<br />

brazos y piernas extendidos e inscrita en un círculo y un cuadrado. Se trata de un estudio de<br />

las proporciones del cuerpo humano, realizado a partir de los textos de arquitectura de Vitruvio,<br />

arquitecto de la antigua Roma, del cual el dibujo toma su nombre. También se conoce<br />

como el Canon de las proporciones humanas. El dibujo está realizado en lápiz y tinta y mide<br />

34,4 x 25,5 cm. En la actualidad forma parte de la Colección de la Galería de la Academia de<br />

Venecia. Entre 1495 y 1497 terminó la archifamosa Última Cena, una obra que sufrió muchas<br />

restauraciones y repintes. Se cuenta que en el extenso período de tiempo que le llevó concluir<br />

el cuadro Leonardo se quejó porque no le era posible expresar con el pincel la cara de Jesús.<br />

“La cabeza de Judas –decía–, como que es hijo del Infierno, la tengo ya en el pensamiento”.<br />

Otra gran obra de este período fue Leda y el cisne, pero la cumbre de esta etapa la alcanzó<br />

con el retrato de Mona Lisa, famoso desde el momento de su creación y un modelo de retrato<br />

Arriba izq. La virgen del clavel<br />

(1472-1478).<br />

Arriba der. La última cena<br />

(1495-1497).


Arriba izq. El bautismo de Cristo<br />

(1470). Andrea Del Verrocchio y<br />

Leonardo.<br />

Arriba centro. El Hombre de<br />

Vitruvio, realizado a partir de<br />

notas de Vitruvio, arquitecto<br />

de la antigua Roma. También<br />

conocido como el Canon de las<br />

proporciones humanas (1490).<br />

Arriba der. La Gioconda, también<br />

conocido como La Mona Lisa<br />

(1503-1519).<br />

Óleo sobre tabla de álamo<br />

de 77x53 cm.<br />

a cuyo influjo casi nadie escaparía en el mundo de la pintura. La mítica Gioconda ha inspirado<br />

infinidad de libros y leyendas, y hasta una ópera; pero ni siquiera se conoce quién encargó el<br />

cuadro, que Leonardo se llevó consigo a Francia, donde lo vendió al rey Francisco I por cuatro<br />

mil piezas de oro. Perfeccionando su propio hallazgo del sfumato, llevándolo a una concreción<br />

casi milagrosa, logró plasmar un gesto entre lo fugaz y lo eterno: esa enigmática sonrisa<br />

que es uno de los capítulos más comentados e imitados de la historia del arte.<br />

Entre 1482 y 1499, Leonardo trabajó para el duque de Milán Ludovico Sforza y mantuvo su<br />

propio taller, con varios aprendices. Setenta toneladas de bronce que habían sido reunidos<br />

para la realización de la estatua de un caballo llamada Gran Cavallo se fundieron para fabricar<br />

armas para el Duque en un intento de salvar Milán del asedio de los franceses durante<br />

el reinado de Carlos VIII de Francia en 1495. Los arqueros franceses terminaron usando<br />

el modelo de arcilla a escala real hecho por Leonardo para el Gran Cavallo como blanco de<br />

práctica para el tiro. Dejando la obra inconclusa, el artista dejó Milán y se dirigió a Mantua,<br />

mudándose muy pronto a Venecia y retornando a Florencia en la primavera del 1500. Freud<br />

describe esa instancia de la vida de Leonardo haciendo foco en la tutela imprescindible para<br />

un artista de su tiempo: “En la época del Renacimiento –como también en las posteriores–,<br />

cada artista necesitaba un gran señor y protector, un padrone, que le hacía encargos y en cuyas<br />

manos dejaba su destino. Leonardo encontró su padrone en Sforza, conocido como ‘el Moro’,<br />

un hombre entusiasta, ostentoso, de astuta diplomacia, pero inestable y de poca confianza”.<br />

En 1501, recibió, en el convento de la Santissima Annunziata, la aprobación para hacer un<br />

boceto preparatorio de lo que sería La Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista,<br />

una obra que provocó enorme admiración y, al año siguiente, fue convocado por el príncipe<br />

César Borgia, duque de Valentinois e hijo del papa Alejandro VI, para el cargo de “Capitán<br />

e ingeniero general” con el que inspeccionó fortalezas de territorios recientemente conquistados,<br />

llenando sus cuadernos de múltiples observaciones, cartas, croquis de trabajo y copias<br />

de obras consultadas en las bibliotecas de las ciudades que visitaba. Por esta época también se<br />

cruzó con Nicolás Maquiavelo, quien estaba al servicio de los Borgia.<br />

El 18 de octubre de 1503, volvió a Florencia, donde se desempeñó como arquitecto e ingeniero<br />

hidráulico y dedicó dos años a la preparación y ejecución del mural La batalla de<br />

Anghiari, mientras Miguel Ángel pintaba La batalla de Cascina en la pared opuesta. Las dos<br />

obras se perdieron. A partir de 1506, la infancia vuelve a aparecer en la vida de Leonardo en<br />

el momento de la adopción de sus protegidos-discípulos, Francesco Melzi primero y, luego<br />

y quizás más significativamente, Gian Giacomo Caprotti. Se ha especulado mucho sobre la<br />

naturaleza de la relación entre maestro y discípulo, si tuvo o no un componente sexual y a<br />

partir de qué momento, dado que entró al servicio de Leonardo siendo un niño de diez años.<br />

Sin embargo, Salai (“el diablito”, como fue apodado casi inmediatamente por Leonardo)<br />

apareció desde entonces de manera constante en los diarios del pintor, que se centraron de<br />

manera especial en los juegos y las travesuras de este jovencito que, tras 25 años de relación,<br />

iba a convertirse en el discípulo preferido del artista, y uno de sus más frecuentes modelos. El<br />

ejemplo más famoso se encuentra en su Juan Bautista.<br />

o5


o6<br />

“Parece que yo estaba destinado a estar siempre profundamente preocupado con los buitres,<br />

pues uno de mis primeros recuerdos es que estando yo en la cuna vino un buitre sobre mí, y<br />

abrió mi boca con su cola, y golpeó muchas veces mis labios con su cola”, relató Da Vinci en<br />

uno de sus numeroso escritos. Los pájaros y el vuelo fueron de un gran interés para él. Sobre<br />

esa afición que daría como frutos grandes estudios, Freud se explayó: “Un pasaje muy oscuro<br />

de sus anotaciones, en que trata sobre el vuelo de las aves y que suena a profecía, proporciona<br />

un bello testimonio del grado de su interés afectivo unido a su deseo de imitar él mismo el<br />

arte del vuelo: El gran pájaro emprenderá su primer vuelo desde la espalda de su gran cisne,<br />

colmará de asombro al universo, de elogios sus escritos y de gloria eterna al nido en que nació.<br />

Seguramente esperaba poder volar algún día, y sabemos, por los sueños de cumplimiento de<br />

deseo, la felicidad que aguarda al verse realizada la esperanza”.<br />

Las caricaturas de Leonardo, curiosamente, no son mencionadas en el texto de Freud, que sin<br />

embargo apela a su primer biógrafo, Giorgio Vasari, para informarnos que: “Allí (en Roma)<br />

hizo una masa de cera y con ella, antes de que se secara, daba forma a animales muy delicados<br />

y los llenaba de aire; cuando soplaba dentro de ellos volaban, y cuando se les acababa el aire<br />

caían al suelo. A una singular lagartija que había encontrado el viticultor de Belvedere le hizo,<br />

con piel sacada de otras lagartijas, unas alas, que llenó de mercurio de modo que se movieran<br />

y temblaran cuando el animal andaba. Después le puso ojos, barba y cuernos, la domesticó,<br />

la guardó en una pequeña caja e iba asustando con ella a todos sus amigos (…). A veces hacía<br />

limpiar a conciencia los intestinos de un carnero de modo que cupieran en la mano. Los llevaba<br />

a una habitación grande y unía sus extremos a un par de fuelles de herrero situados en una<br />

estancia contigua; los inflaba hasta que los intestinos ocupaban toda la habitación y a los presentes<br />

no les quedaba más remedio que acurrucarse en una esquina. Así mostraba cómo paulatinamente<br />

se iban haciendo transparentes al llenarse de aire, y comparaba el genio con lo que<br />

en un principio tan poco había abultado y después había ido ocupando más y más espacio”.<br />

El interés de Leonardo por los estudios científicos fue intensificándose con el paso del tiempo.<br />

Se dice que asistía a disecciones de cadáveres, sobre los que confeccionaba dibujos para<br />

describir la estructura y funcionamiento del cuerpo humano. Al mismo tiempo hacía sistemáticas<br />

observaciones del vuelo de los pájaros, sobre los que planeaba escribir un tratado<br />

con la convicción de que también el hombre podría volar si llegaba a conocer las leyes de la<br />

resistencia del aire. Algunos apuntes de este período se han visto como claros precursores del<br />

moderno helicóptero.<br />

En 1513, la situación política hizo que Leonardo tuviera que abandonar Milán; junto a Melzi<br />

y Salai marchó a Roma, donde se albergó en el Belvedere de Juliano De Médicis, hermano<br />

del nuevo papa León X. En el Vaticano vivió una etapa de tranquilidad, con un sueldo digno y<br />

sin grandes obligaciones: dibujó mapas, estudió antiguos monumentos romanos, proyectó una<br />

gran residencia para los Médicis en Florencia y, además, trabó una estrecha amistad con el<br />

gran arquitecto Bramante, hasta la muerte de este en 1514. Pero en 1516, muerto su protector<br />

Juliano De Médicis, Leonardo dejó Italia definitivamente y viajó a Francia junto a Melzi,<br />

amparado por su nuevo mecenas y protector, el rey de Francia Francisco I. Allí ideó otro pro-<br />

Arriba izq. Estudio de violetas<br />

(1487-1490).<br />

Arriba centro. Estudio de un<br />

elevador para un cañón en una<br />

fundición de piezas de artillería<br />

(1487).<br />

Arriba der. Análisis anatómico<br />

de los movimientos del hombro<br />

humano (1509-1510).


Arriba izq. Casa natal de<br />

Leonardo donde nació el 15 de<br />

abril de 1452, en el caserío de<br />

Anchiano, cercano al pueblo<br />

de Vinci.<br />

Arriba der. Autorretrato, dibujado<br />

entre 1512 y 1515.<br />

yecto inconcluso, esta vez un palacio que se llamaría Romorantin y que Francisco I pretendía<br />

erigir para su madre Luisa De Saboya: sería una pequeña ciudad, para la cual Leonardo había<br />

previsto hasta el desvío de un río que la enriqueciera con agua y fertilizase la campiña vecina.<br />

En 1518 participó en las celebraciones del bautizo del Delfín y de las bodas de Lorenzo De<br />

Médicis con una sobrina del rey francés.<br />

El gusto por lo juguetón y lúdico se verifica también en las caricaturas de Leonardo, que impresionaron<br />

a sus contemporáneos y a una crítica muy posterior. Llamarle “padre” del género,<br />

como se ha hecho, es ignorar el papel que pudo jugar la herencia del arte gótico y románico<br />

de los siglos previos, herencia presente también en el gusto por cierto grotesco en algunas<br />

obras de Miguel Ángel. Sin embargo, el dato nuevo que puede apreciarse en las caricaturas<br />

realizadas por Leonardo es la observación minuciosa de tipos reales y populares.<br />

Según Ernest Hauser, Leonardo “sentía la necesidad imperiosa de escribirlo y dibujarlo todo.<br />

Solía seguir a personas cuyo extraño aspecto le intrigaba, para plasmar su rostro en rápidos<br />

bosquejos. Sus proyectos de obras arquitectónicas y de ingeniería, sus estudios de perspectiva,<br />

botánica y anatomía; todo constaba en cuadernos o en cuanto pedazo de papel tuviera a<br />

mano”.<br />

Con sus compulsiones, arrebatos y abandonos, Leonardo fue el pintor genial del Renacimiento<br />

pero pocas de sus obras fueron terminadas o sobreviven y es curioso que en muchos casos<br />

sea debido a su poco ortodoxo uso de las mezclas pigmentarias. Por su parte, sus inventos<br />

eran anticipaciones mayormente irrealizables en su época, sus observaciones científicas poco<br />

o nada sistemáticas y (según parece) hasta su cocina discutida, espada en mano, por una cantidad<br />

apreciable de comensales descontentos.<br />

Freud vuelve a destacar el juego con una serie de hechos en apariencia muy menores: la presunta<br />

Academia Vinciana que el artista habría creado durante su estancia en Milán se reduce<br />

a una bella serie de logotipos, sin ninguna base real.<br />

Aunque su imaginación ascendía a los más alocados imposibles, fue un artista y un hombre de<br />

ciencia absorbido por el afán de experimentación. “Quien primero expone los fundamentos<br />

modernos de la ciencia empírica es Leonardo da Vinci –apunta Ernst Cassirer, en el ensayo<br />

El problema del conocimiento en la filosofía en la ciencia moderna (1978)–. En Leonardo<br />

podemos encontrar algunos de los principios de la ciencia natural moderna que de una u otra<br />

forma permanecen aún vigentes. En primer término, la lucha de Leonardo en contra de la<br />

escolástica se traduce en tratar de independizar los fenómenos naturales de los espirituales<br />

(concepción que posteriormente tendrá importantes consecuencias en cuanto a la noción de<br />

objetividad en tanto distanciamiento de la subjetividad y la posibilidad de dicho distanciamiento).<br />

En segundo lugar, Leonardo establece un criterio de verdad todavía prevaleciente:<br />

la experiencia como criterio de verdad. En tercer término, su concepto de ciencia permanece<br />

actual: la labor de la ciencia como interdependencia entre observación y razón”.<br />

En efecto, la concepción de la vida espiritual del artista fue motivo de numerosas reflexiones.<br />

Freud explica al respecto que “ya en vida lo acusaron de no creer en la fe de Cristo o de haber<br />

apostatado, como se decía en aquella época (…). Resulta absolutamente comprensible que<br />

o7


o8<br />

Leonardo, debido a la extraordinaria susceptibilidad de su época respecto de la religión, se<br />

abstuviera de hacer referencias explícitas sobre su posición respecto del cristianismo, incluso<br />

en sus anotaciones. Como investigador, no se dejó influir en lo más mínimo por el relato de<br />

la creación de las Sagradas Escrituras; y así, por ejemplo, cuestionó la posibilidad de un diluvio<br />

universal, y en geología calculó en base a milenios sin mostrar el menor reparo, como los<br />

modernos. Entre sus ‘profecías’ hay algunas que ofenderían la sensibilidad de un creyente,<br />

como la que sigue, sobre la veneración de las imágenes de santos. La gente se dirigirá a gente<br />

que no percibe nada, que tiene los ojos abiertos y no ve; hablará sin recibir respuesta, rogará<br />

misericordia a quien tiene oídos pero no oye, prenderá velas para quien está ciego. O sobre las<br />

lamentaciones del Viernes Santo: En todos los rincones de Europa pueblos enteros llorarán la<br />

muerte de un hombre que falleció en Oriente”.<br />

No se casó, no tuvo hijos. Legó a la humanidad una obra irrepetible, pero en el camino dejó<br />

incontables proyectos truncos. Abarcó todas las disciplinas que pudo, se rodeó de muchachitos<br />

jóvenes que oficiaron de discípulos y compañeros fieles, no tuvo temor de abordar en<br />

tono crítico cuestiones relacionadas a la fe y, sobre todo, sentó un precedente que repercute<br />

hasta hoy dentro de la historia del arte. El 23 de abril de 1519, Leonardo, enfermo desde hacía<br />

varios meses, redactó su testamento ante un notario de Amboise. Pidió un sacerdote para<br />

confesarse y recibir la extremaunción. Murió el 2 de mayo de 1519, en Cloux, con 67 años de<br />

edad. Se dice que fue en los brazos de Francisco I, pero también se aclara que esto se basa en<br />

una interpretación errónea de un epígrafe redactado por Vasari que decía: “Leonardo Da Vinci,<br />

¿qué más se puede decir Su genio divino y su mano divina le merecieron expirar sobre el<br />

pecho de un rey. La virtud y la fortuna velan, premio a los grandes gastos, en este monumento<br />

que le corresponde”. Este texto, que nunca se ha visto escrito en ningún monumento, contiene<br />

en el italiano original las palabras sinu regio, que pueden significar, en el sentido literal<br />

sobre el pecho de un rey, pero también, en un sentido metafórico, en el afecto de un rey.<br />

Siguiendo la última voluntad de Leonardo, sesenta mendigos siguieron su séquito y fue enterrado<br />

en la capilla Saint-Hubert, en el recinto del castillo de Amboise.<br />

Freud destaca en su análisis: “es probable que este instinto juguetón de Leonardo desapareciera<br />

en su madurez, y que también afluyera a su labor investigadora, que representó el último<br />

y mayor despliegue de su personalidad. Pero su larga duración nos indica la lentitud con que<br />

se desprende de su infancia aquel que en sus días infantiles ha disfrutado de la suma felicidad<br />

erótica, que no volverá a alcanzar jamás (…). Algunos aspectos de la vida de Leonardo se<br />

mantuvieron infantiles para siempre; se dice que todos los grandes hombres deben conservar<br />

algo infantil. De mayor seguía jugando, y por eso en ocasiones les pareció siniestro e incomprensible<br />

a sus contemporáneos. El hecho de que se dedicara a preparar los más elaborados<br />

juguetes mecánicos para las fiestas cortesanas y las solemnes recepciones sólo nos decepciona<br />

a nosotros, a quienes molesta que el maestro invirtiera sus fuerzas en tales puerilidades”.<br />

Quizás como un broche de oro de este afán lúdico, la herencia de Salai (quien tras la muerte<br />

de Leonardo, se casó con una mujer llamada Bianca y murió seis años más tarde en una pelea<br />

callejera) incluyó uno de los retratos más famosos de todos los tiempos, o cuando menos, el<br />

que más interpretaciones, textos, análisis y fast food literaria ha generado desde su creación,<br />

junto con una gran cuota de misterio. Varios teóricos han creído demostrar que tras la enigmática<br />

sonrisa de Lisa Gherardini se ocultaban los retratos de Salai o del mismo Leonardo. Sin<br />

embargo, acaso sea su nombre original italiano lo que resuma mejor todo lo antedicho, ya que<br />

“La Gioconda” puede traducirse pasablemente como “la juguetona”<br />

Bibliografía<br />

Leonardo Da Vinci, Sigmund Freud<br />

(Norma).<br />

http://www.usernetsite.com/sociedad/<br />

leonardo-da-vinci-y-sus-obras.php<br />

El problema del conocimiento en la<br />

filosfía y en la ciencia moderna, E.<br />

Cassirer (FCE).<br />

Leonardo Da Vinci, Fred Berence<br />

(Gandesa).<br />

http://www.biografiasyvidas.com<br />

Agradecimiento especial: Lucas Nine.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!