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Dossier<br />
arte<br />
Leonardo Da Vinci<br />
El primer moderno<br />
POR Nancy Giampaolo<br />
o1<br />
“El creador, sin duda, se siente como un padre respecto de sus obras. Para la pintura de<br />
Leonardo, la identificación con su progenitor tuvo un efecto devastador. Creaba la obra pero<br />
después ya no se preocupaba más por ella, como su padre no se había preocupado por él. Los<br />
cuidados paternos posteriores no pudieron modificar esa compulsión, ya que se derivaba de<br />
las impresiones de los primeros años, y lo que queda reprimido en el inconsciente no puede<br />
corregirlo ninguna experiencia posterior”, escribió Sigmund Freud en un texto dedicado a<br />
Leonardo Da Vinci. Según el padre del psicoanálisis, el autor de La Gioconda había quedado,<br />
en buena medida, fijado en ciertas experiencias infantiles que signaron sus apetencias y su<br />
modo de encarar proyectos posteriores. Las ideas brillantes derivadas en obras inconclusas y<br />
algunas inclinaciones atípicas que consolidaron su perfil de creador profuso, pionero y refinado,<br />
pero también inmaduro y poco ortodoxo, son ejes sobre los que puede trazarse un perfil
o2<br />
aproximado de una de las luminarias de la cultura occidental.<br />
Un fenómeno recurrente en buena parte de la Historia del Arte es el de reducir movimientos<br />
enteros a la biografía de alguna de las figuras sobresalientes que intervinieron en ellos. Los<br />
derroteros individuales, los destinos personales conformarían una especie de parábola que<br />
resume en una breve serie de hechos todo un capítulo de la historia de las ideas: un procedimiento<br />
relativamente nuevo que, íntimamente ligado con el desarrollo del concepto de<br />
“genio”, comienza a partir del Renacimiento italiano y llega hasta nuestro tiempo. Con unas<br />
pocas excepciones (ciertos artistas del arte grecorromano, más cercanos al estado mítico que<br />
al histórico) la noción de un autor con mayúsculas, alguien que corporiza todo un mundo<br />
nuevo de conceptos bajo un nombre propio, pertenecía hasta ese momento exclusivamente al<br />
mundo de las letras. Pero el espectro se fue ampliando.<br />
Paradójicamente, uno de los nombres que resume el Renacimiento italiano es el de una de<br />
sus figuras más difícilmente reducibles al campo de acción concreto de alguna disciplina<br />
artística, porque Leonardo es el artista de la digresión. Pintor, escultor, arquitecto, inventor,<br />
anatomista, científico, constructor, ingeniero, diplomático, hombre de letras y hasta cocinero,<br />
son algunos de los rubros de una lista heterogénea de actividades que, sin embargo, tienen<br />
en común un interés –en mutación permanente– por los procesos creativos, a expensas de la<br />
concreción final de las obras.<br />
Nació el 15 de abril de 1452, en Anchiano, cerca de Vinci, una localidad italiana que data de<br />
antes de que se adoptaran los nombres vigentes en la Europa de hoy. A su nombre de pila<br />
se añadió el de su padre Messer Piero Fruosino Di Antonio y su localidad de nacimiento,<br />
dando como resultado el nombre Leonardo Di Ser Piero Da Vinci. Pero él firmó sus trabajos<br />
como Leonardo o “Io, Leonardo”, sin usar el nombre paterno, pues se dice era hijo ilegítimo.<br />
Ser Piero, como también llamaban a su padre, notario, canciller y embajador de la República<br />
de Florencia, dejó embarazada a una mujer de familia campesina, llamada Caterina, que fue<br />
la madre del artista. Leonardo pasó con ella sus primeros cinco años y luego se mudó a la casa<br />
del padre, quien para ese entonces se había casado con una chica de dieciséis años, proveniente<br />
de una familia rica de Florencia, llamada Albiera Degli Amadori. La joven esposa se<br />
encariñó con Leonardo, pero murió poco después de conocerlo, dejándolo emocionalmente<br />
desamparado. Aunque convivió con Ser Piero, nunca fue reconocido formalmente como un<br />
hijo legítimo y, para colmo, el hombre se casó cuatro veces más, dándole a Leonardo diez<br />
hermanos y dos hermanas menores que sí fueron reconocidos legalmente. Leonardo también<br />
quiso mucho a la última mujer de su padre, Lucrezia Guglielmo Cortigiani, a quien llamó<br />
“Querida y dulce madre”, pero nunca dejó ser una suerte de paria.<br />
“Ser Piero Da Vinci, notario y descendiente de notarios –consigna Freud–, fue un hombre<br />
de gran vitalidad que logró prestigio y bienestar. (...) No cabe duda de que el padre también<br />
desempeñó un papel importante en el desarrollo psicosexual de Leonardo, y no sólo negativo<br />
a causa de su ausencia durante los primeros años del muchacho, sino también por su presencia<br />
directa durante su última infancia. Aquel que de niño desea a la madre no puede evitar la<br />
pretensión de ocupar el lugar del padre, identificarse con él en su fantasía y el superarle en<br />
Arriba izq. Boceto de una<br />
“máquina voladora” (1490).<br />
Arriba der. Perfil de soldado con<br />
casco y armadura (1472).
Arriba izq. La Scapigliata (1508).<br />
Óleo sobre papel, 27x21 cm.<br />
Galleria Nazionale, Parma.<br />
Arriba der. Estudio anatómico<br />
del cráneo humano sección<br />
sagital (1489).<br />
la tarea de su vida. Cuando Leonardo fue acogido en la casa del abuelo, sin haber cumplido<br />
todavía los cinco años, la joven madrastra Albiera seguramente ocupó el lugar de la madre en<br />
lo referente a sus sentimientos, e inició lo que normalmente se conoce como una relación de<br />
rivalidad con el padre. Como es sabido, la decisión de la homosexualidad sólo se toma alrededor<br />
de los primeros años de la pubertad. Cuando Leonardo tomó esta decisión, la identificación<br />
con el padre perdió cualquier significación para su vida sexual, pero permaneció en otros<br />
ámbitos exentos de actividad erótica. Hemos oído que le gustaban la suntuosidad y los bellos<br />
vestidos, que poseía sirvientes y caballos, a pesar de que Vasari diga que no tenía prácticamente<br />
nada y trabajaba poco, no vamos a achacar estas preferencias sólo a su sentido de la belleza,<br />
sino que también reconocemos en ellas la compulsión a copiar el padre y superarlo”.<br />
Freud, como hemos visto, también relaciona el desapego por el destino final de sus obras con<br />
la incapacidad de borrar la experiencia de la niñez sellada por su condición de bastardo. Sin<br />
embargo, este desdén por la concreción final de sus eventuales encargos también se enmarca<br />
perfectamente en aquello que el Renacimiento italiano ha dejado como marca que lo define:<br />
la vocación universalista y el afán de encontrar nexos de unión que se eslabonen en un movimiento<br />
continuo, toda una nueva manera de pensar el mundo, no ajena a la novedad del neoplatonismo<br />
que los filósofos humanistas de la época habían empezado a desarrollar.<br />
Se cuenta que la abuela paterna de Leonardo, Lucia Di Ser Piero Di Zoso, fue probablemente<br />
la persona que inició a Leonardo en las artes, siendo ella ceramista. Sus primeros bocetos<br />
eran tan buenos que el pintor Andrea Del Verrocchio no vaciló en tomarlo como discípulo<br />
poco antes que cumpliera 15 años. Tras un año dedicado a la limpieza de los pinceles y nimiedades<br />
propias de un aprendiz, Verrocchio le dio a conocer las bases de la química, de la metalurgia,<br />
del trabajo del cuero y del yeso, la mecánica, la carpintería, el dibujo, la pintura y la<br />
escultura en distintos materiales como mármol y bronce. Se dice que Leonardo fue un joven<br />
agraciado y vigoroso y que es muy probable que fuera el modelo para la cabeza de San Miguel<br />
en el cuadro de Verrocchio Tobías y el ángel, de rasgos delicados y bellos. Por lo demás, su<br />
gran imaginación creativa y la temprana maestría de su pincel, no tardaron en superar a las<br />
de su maestro. Uno de los ejemplos más referidos a la hora de demostrar la superioridad del<br />
discípulo es el Bautismo de Cristo, donde un dinámico e inspirado ángel pintado por Leonardo<br />
contrasta con la brusquedad del Bautista hecho por Verrocchio. La enorme evolución de<br />
su pericia artística convivía con el espíritu de un niño que todo quiere abarcarlo, sin concebir<br />
claramente la idea de futuro o trascendencia. Menos preocupado por su fama o por la posteridad,<br />
Leonardo pasaba buena parte de su presente jugando. Según Freud, su imaginación<br />
infantil dio lugar a malos entendidos y datos apócrifos acuñados entre muchos de los que se<br />
dedicaron a construir su mito: “Los juegos y las bromas que Leonardo le permitía a su fantasía<br />
han llevado a algunos de los biógrafos que ignoraban este rasgo a malinterpretarlo. En los<br />
manuscritos milaneses de Leonardo se hallan, por ejemplo, esbozos de cartas dirigidas a Diodario<br />
De Sorio, lugarteniente del santo sultán de Babilonia, en las que tras presentarse como<br />
un ingeniero al que han enviado a esas regiones de Oriente para llevar a cabo ciertos trabajos,<br />
procede a defenderse de la holgazanería que le reprochan, expone descripciones geográficas<br />
o3
o4<br />
de ciudades y montañas, y por último explica un acontecimiento fundamental que tuvo lugar<br />
durante su estancia. En 1883, J. P. Richter intentó demostrar, a partir de esos fragmentos de<br />
cartas, que Leonardo realmente había estado al servicio del sultán de Egipto (…). Pero a otros<br />
autores no les resultó difícil calificar las evidencias del supuesto viaje de Leonardo a Oriente<br />
como lo que en realidad eran, creaciones de la imaginación del joven artista que este produjo<br />
para su propio entretenimiento, en las que tal vez encontró expresión su deseo de ver mundo<br />
y vivir aventuras”.<br />
La digresión en los intereses de Leonardo, a su vez, es también continua, y parece tanto responder<br />
a las convulsiones de la época como a sus propias inclinaciones. El proceso técnico e<br />
intelectual tras de sus obras es registrado minuciosamente por él mismo, de una manera totalmente<br />
novedosa hasta ese momento y parece formar con las obras en cuestión una especie de<br />
cuerpo común donde es imposible hacer divisiones de forma y fondo demasiado tajantes: si la<br />
obra existe, se puede presuponer, es sólo para documentar un proceso creativo que ocupa un<br />
lugar protagónico en la escena. No es raro que la concreción de las obras, entonces, se dilate o<br />
se aplace indefinidamente.<br />
Una de sus tantas inconclusas, La Adoración de los Reyes Magos, sirve como ejemplo de esta<br />
concepción. Mientras que las figuras principales se encuentran magníficamente inacabadas,<br />
la perspectiva del fondo de la escena nos muestra los más minuciosos paisajes por donde fluye<br />
la inventiva de Leonardo: diferentes ejemplos de estilos arquitectónicos, especies botánicas,<br />
escenas ecuestres (sin relación discernible con el motivo principal) se cruzan en una grandiosa<br />
mise en abyme por donde Leonardo mismo huye de su cuadro, saltando de digresión en digresión,<br />
en una suerte de anticipación de los esfuerzos enciclopedistas del siglo XVIII. La “Enciclopedia”<br />
ideal del Renacimiento, parece decir Leonardo, es un esfuerzo que puede realizarse<br />
en una sola imagen, que es a la vez un compendio y un resumen del universo. Pero se trata de<br />
un esfuerzo naturalmente destinado a fracasar, probablemente como parte del mismo programa:<br />
las figuras principales son sólo sombras, trazos de una ambigüedad inigualable.<br />
Una de sus obras más conocidas, El Hombre de Vitruvio, es de 1492, se trata de un dibujo<br />
acompañado de notas anatómicas de Leonardo que consignó a lo largo de todo un año en uno<br />
de sus diarios. Representa una figura masculina desnuda en dos posiciones sobreimpresas de<br />
brazos y piernas extendidos e inscrita en un círculo y un cuadrado. Se trata de un estudio de<br />
las proporciones del cuerpo humano, realizado a partir de los textos de arquitectura de Vitruvio,<br />
arquitecto de la antigua Roma, del cual el dibujo toma su nombre. También se conoce<br />
como el Canon de las proporciones humanas. El dibujo está realizado en lápiz y tinta y mide<br />
34,4 x 25,5 cm. En la actualidad forma parte de la Colección de la Galería de la Academia de<br />
Venecia. Entre 1495 y 1497 terminó la archifamosa Última Cena, una obra que sufrió muchas<br />
restauraciones y repintes. Se cuenta que en el extenso período de tiempo que le llevó concluir<br />
el cuadro Leonardo se quejó porque no le era posible expresar con el pincel la cara de Jesús.<br />
“La cabeza de Judas –decía–, como que es hijo del Infierno, la tengo ya en el pensamiento”.<br />
Otra gran obra de este período fue Leda y el cisne, pero la cumbre de esta etapa la alcanzó<br />
con el retrato de Mona Lisa, famoso desde el momento de su creación y un modelo de retrato<br />
Arriba izq. La virgen del clavel<br />
(1472-1478).<br />
Arriba der. La última cena<br />
(1495-1497).
Arriba izq. El bautismo de Cristo<br />
(1470). Andrea Del Verrocchio y<br />
Leonardo.<br />
Arriba centro. El Hombre de<br />
Vitruvio, realizado a partir de<br />
notas de Vitruvio, arquitecto<br />
de la antigua Roma. También<br />
conocido como el Canon de las<br />
proporciones humanas (1490).<br />
Arriba der. La Gioconda, también<br />
conocido como La Mona Lisa<br />
(1503-1519).<br />
Óleo sobre tabla de álamo<br />
de 77x53 cm.<br />
a cuyo influjo casi nadie escaparía en el mundo de la pintura. La mítica Gioconda ha inspirado<br />
infinidad de libros y leyendas, y hasta una ópera; pero ni siquiera se conoce quién encargó el<br />
cuadro, que Leonardo se llevó consigo a Francia, donde lo vendió al rey Francisco I por cuatro<br />
mil piezas de oro. Perfeccionando su propio hallazgo del sfumato, llevándolo a una concreción<br />
casi milagrosa, logró plasmar un gesto entre lo fugaz y lo eterno: esa enigmática sonrisa<br />
que es uno de los capítulos más comentados e imitados de la historia del arte.<br />
Entre 1482 y 1499, Leonardo trabajó para el duque de Milán Ludovico Sforza y mantuvo su<br />
propio taller, con varios aprendices. Setenta toneladas de bronce que habían sido reunidos<br />
para la realización de la estatua de un caballo llamada Gran Cavallo se fundieron para fabricar<br />
armas para el Duque en un intento de salvar Milán del asedio de los franceses durante<br />
el reinado de Carlos VIII de Francia en 1495. Los arqueros franceses terminaron usando<br />
el modelo de arcilla a escala real hecho por Leonardo para el Gran Cavallo como blanco de<br />
práctica para el tiro. Dejando la obra inconclusa, el artista dejó Milán y se dirigió a Mantua,<br />
mudándose muy pronto a Venecia y retornando a Florencia en la primavera del 1500. Freud<br />
describe esa instancia de la vida de Leonardo haciendo foco en la tutela imprescindible para<br />
un artista de su tiempo: “En la época del Renacimiento –como también en las posteriores–,<br />
cada artista necesitaba un gran señor y protector, un padrone, que le hacía encargos y en cuyas<br />
manos dejaba su destino. Leonardo encontró su padrone en Sforza, conocido como ‘el Moro’,<br />
un hombre entusiasta, ostentoso, de astuta diplomacia, pero inestable y de poca confianza”.<br />
En 1501, recibió, en el convento de la Santissima Annunziata, la aprobación para hacer un<br />
boceto preparatorio de lo que sería La Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista,<br />
una obra que provocó enorme admiración y, al año siguiente, fue convocado por el príncipe<br />
César Borgia, duque de Valentinois e hijo del papa Alejandro VI, para el cargo de “Capitán<br />
e ingeniero general” con el que inspeccionó fortalezas de territorios recientemente conquistados,<br />
llenando sus cuadernos de múltiples observaciones, cartas, croquis de trabajo y copias<br />
de obras consultadas en las bibliotecas de las ciudades que visitaba. Por esta época también se<br />
cruzó con Nicolás Maquiavelo, quien estaba al servicio de los Borgia.<br />
El 18 de octubre de 1503, volvió a Florencia, donde se desempeñó como arquitecto e ingeniero<br />
hidráulico y dedicó dos años a la preparación y ejecución del mural La batalla de<br />
Anghiari, mientras Miguel Ángel pintaba La batalla de Cascina en la pared opuesta. Las dos<br />
obras se perdieron. A partir de 1506, la infancia vuelve a aparecer en la vida de Leonardo en<br />
el momento de la adopción de sus protegidos-discípulos, Francesco Melzi primero y, luego<br />
y quizás más significativamente, Gian Giacomo Caprotti. Se ha especulado mucho sobre la<br />
naturaleza de la relación entre maestro y discípulo, si tuvo o no un componente sexual y a<br />
partir de qué momento, dado que entró al servicio de Leonardo siendo un niño de diez años.<br />
Sin embargo, Salai (“el diablito”, como fue apodado casi inmediatamente por Leonardo)<br />
apareció desde entonces de manera constante en los diarios del pintor, que se centraron de<br />
manera especial en los juegos y las travesuras de este jovencito que, tras 25 años de relación,<br />
iba a convertirse en el discípulo preferido del artista, y uno de sus más frecuentes modelos. El<br />
ejemplo más famoso se encuentra en su Juan Bautista.<br />
o5
o6<br />
“Parece que yo estaba destinado a estar siempre profundamente preocupado con los buitres,<br />
pues uno de mis primeros recuerdos es que estando yo en la cuna vino un buitre sobre mí, y<br />
abrió mi boca con su cola, y golpeó muchas veces mis labios con su cola”, relató Da Vinci en<br />
uno de sus numeroso escritos. Los pájaros y el vuelo fueron de un gran interés para él. Sobre<br />
esa afición que daría como frutos grandes estudios, Freud se explayó: “Un pasaje muy oscuro<br />
de sus anotaciones, en que trata sobre el vuelo de las aves y que suena a profecía, proporciona<br />
un bello testimonio del grado de su interés afectivo unido a su deseo de imitar él mismo el<br />
arte del vuelo: El gran pájaro emprenderá su primer vuelo desde la espalda de su gran cisne,<br />
colmará de asombro al universo, de elogios sus escritos y de gloria eterna al nido en que nació.<br />
Seguramente esperaba poder volar algún día, y sabemos, por los sueños de cumplimiento de<br />
deseo, la felicidad que aguarda al verse realizada la esperanza”.<br />
Las caricaturas de Leonardo, curiosamente, no son mencionadas en el texto de Freud, que sin<br />
embargo apela a su primer biógrafo, Giorgio Vasari, para informarnos que: “Allí (en Roma)<br />
hizo una masa de cera y con ella, antes de que se secara, daba forma a animales muy delicados<br />
y los llenaba de aire; cuando soplaba dentro de ellos volaban, y cuando se les acababa el aire<br />
caían al suelo. A una singular lagartija que había encontrado el viticultor de Belvedere le hizo,<br />
con piel sacada de otras lagartijas, unas alas, que llenó de mercurio de modo que se movieran<br />
y temblaran cuando el animal andaba. Después le puso ojos, barba y cuernos, la domesticó,<br />
la guardó en una pequeña caja e iba asustando con ella a todos sus amigos (…). A veces hacía<br />
limpiar a conciencia los intestinos de un carnero de modo que cupieran en la mano. Los llevaba<br />
a una habitación grande y unía sus extremos a un par de fuelles de herrero situados en una<br />
estancia contigua; los inflaba hasta que los intestinos ocupaban toda la habitación y a los presentes<br />
no les quedaba más remedio que acurrucarse en una esquina. Así mostraba cómo paulatinamente<br />
se iban haciendo transparentes al llenarse de aire, y comparaba el genio con lo que<br />
en un principio tan poco había abultado y después había ido ocupando más y más espacio”.<br />
El interés de Leonardo por los estudios científicos fue intensificándose con el paso del tiempo.<br />
Se dice que asistía a disecciones de cadáveres, sobre los que confeccionaba dibujos para<br />
describir la estructura y funcionamiento del cuerpo humano. Al mismo tiempo hacía sistemáticas<br />
observaciones del vuelo de los pájaros, sobre los que planeaba escribir un tratado<br />
con la convicción de que también el hombre podría volar si llegaba a conocer las leyes de la<br />
resistencia del aire. Algunos apuntes de este período se han visto como claros precursores del<br />
moderno helicóptero.<br />
En 1513, la situación política hizo que Leonardo tuviera que abandonar Milán; junto a Melzi<br />
y Salai marchó a Roma, donde se albergó en el Belvedere de Juliano De Médicis, hermano<br />
del nuevo papa León X. En el Vaticano vivió una etapa de tranquilidad, con un sueldo digno y<br />
sin grandes obligaciones: dibujó mapas, estudió antiguos monumentos romanos, proyectó una<br />
gran residencia para los Médicis en Florencia y, además, trabó una estrecha amistad con el<br />
gran arquitecto Bramante, hasta la muerte de este en 1514. Pero en 1516, muerto su protector<br />
Juliano De Médicis, Leonardo dejó Italia definitivamente y viajó a Francia junto a Melzi,<br />
amparado por su nuevo mecenas y protector, el rey de Francia Francisco I. Allí ideó otro pro-<br />
Arriba izq. Estudio de violetas<br />
(1487-1490).<br />
Arriba centro. Estudio de un<br />
elevador para un cañón en una<br />
fundición de piezas de artillería<br />
(1487).<br />
Arriba der. Análisis anatómico<br />
de los movimientos del hombro<br />
humano (1509-1510).
Arriba izq. Casa natal de<br />
Leonardo donde nació el 15 de<br />
abril de 1452, en el caserío de<br />
Anchiano, cercano al pueblo<br />
de Vinci.<br />
Arriba der. Autorretrato, dibujado<br />
entre 1512 y 1515.<br />
yecto inconcluso, esta vez un palacio que se llamaría Romorantin y que Francisco I pretendía<br />
erigir para su madre Luisa De Saboya: sería una pequeña ciudad, para la cual Leonardo había<br />
previsto hasta el desvío de un río que la enriqueciera con agua y fertilizase la campiña vecina.<br />
En 1518 participó en las celebraciones del bautizo del Delfín y de las bodas de Lorenzo De<br />
Médicis con una sobrina del rey francés.<br />
El gusto por lo juguetón y lúdico se verifica también en las caricaturas de Leonardo, que impresionaron<br />
a sus contemporáneos y a una crítica muy posterior. Llamarle “padre” del género,<br />
como se ha hecho, es ignorar el papel que pudo jugar la herencia del arte gótico y románico<br />
de los siglos previos, herencia presente también en el gusto por cierto grotesco en algunas<br />
obras de Miguel Ángel. Sin embargo, el dato nuevo que puede apreciarse en las caricaturas<br />
realizadas por Leonardo es la observación minuciosa de tipos reales y populares.<br />
Según Ernest Hauser, Leonardo “sentía la necesidad imperiosa de escribirlo y dibujarlo todo.<br />
Solía seguir a personas cuyo extraño aspecto le intrigaba, para plasmar su rostro en rápidos<br />
bosquejos. Sus proyectos de obras arquitectónicas y de ingeniería, sus estudios de perspectiva,<br />
botánica y anatomía; todo constaba en cuadernos o en cuanto pedazo de papel tuviera a<br />
mano”.<br />
Con sus compulsiones, arrebatos y abandonos, Leonardo fue el pintor genial del Renacimiento<br />
pero pocas de sus obras fueron terminadas o sobreviven y es curioso que en muchos casos<br />
sea debido a su poco ortodoxo uso de las mezclas pigmentarias. Por su parte, sus inventos<br />
eran anticipaciones mayormente irrealizables en su época, sus observaciones científicas poco<br />
o nada sistemáticas y (según parece) hasta su cocina discutida, espada en mano, por una cantidad<br />
apreciable de comensales descontentos.<br />
Freud vuelve a destacar el juego con una serie de hechos en apariencia muy menores: la presunta<br />
Academia Vinciana que el artista habría creado durante su estancia en Milán se reduce<br />
a una bella serie de logotipos, sin ninguna base real.<br />
Aunque su imaginación ascendía a los más alocados imposibles, fue un artista y un hombre de<br />
ciencia absorbido por el afán de experimentación. “Quien primero expone los fundamentos<br />
modernos de la ciencia empírica es Leonardo da Vinci –apunta Ernst Cassirer, en el ensayo<br />
El problema del conocimiento en la filosofía en la ciencia moderna (1978)–. En Leonardo<br />
podemos encontrar algunos de los principios de la ciencia natural moderna que de una u otra<br />
forma permanecen aún vigentes. En primer término, la lucha de Leonardo en contra de la<br />
escolástica se traduce en tratar de independizar los fenómenos naturales de los espirituales<br />
(concepción que posteriormente tendrá importantes consecuencias en cuanto a la noción de<br />
objetividad en tanto distanciamiento de la subjetividad y la posibilidad de dicho distanciamiento).<br />
En segundo lugar, Leonardo establece un criterio de verdad todavía prevaleciente:<br />
la experiencia como criterio de verdad. En tercer término, su concepto de ciencia permanece<br />
actual: la labor de la ciencia como interdependencia entre observación y razón”.<br />
En efecto, la concepción de la vida espiritual del artista fue motivo de numerosas reflexiones.<br />
Freud explica al respecto que “ya en vida lo acusaron de no creer en la fe de Cristo o de haber<br />
apostatado, como se decía en aquella época (…). Resulta absolutamente comprensible que<br />
o7
o8<br />
Leonardo, debido a la extraordinaria susceptibilidad de su época respecto de la religión, se<br />
abstuviera de hacer referencias explícitas sobre su posición respecto del cristianismo, incluso<br />
en sus anotaciones. Como investigador, no se dejó influir en lo más mínimo por el relato de<br />
la creación de las Sagradas Escrituras; y así, por ejemplo, cuestionó la posibilidad de un diluvio<br />
universal, y en geología calculó en base a milenios sin mostrar el menor reparo, como los<br />
modernos. Entre sus ‘profecías’ hay algunas que ofenderían la sensibilidad de un creyente,<br />
como la que sigue, sobre la veneración de las imágenes de santos. La gente se dirigirá a gente<br />
que no percibe nada, que tiene los ojos abiertos y no ve; hablará sin recibir respuesta, rogará<br />
misericordia a quien tiene oídos pero no oye, prenderá velas para quien está ciego. O sobre las<br />
lamentaciones del Viernes Santo: En todos los rincones de Europa pueblos enteros llorarán la<br />
muerte de un hombre que falleció en Oriente”.<br />
No se casó, no tuvo hijos. Legó a la humanidad una obra irrepetible, pero en el camino dejó<br />
incontables proyectos truncos. Abarcó todas las disciplinas que pudo, se rodeó de muchachitos<br />
jóvenes que oficiaron de discípulos y compañeros fieles, no tuvo temor de abordar en<br />
tono crítico cuestiones relacionadas a la fe y, sobre todo, sentó un precedente que repercute<br />
hasta hoy dentro de la historia del arte. El 23 de abril de 1519, Leonardo, enfermo desde hacía<br />
varios meses, redactó su testamento ante un notario de Amboise. Pidió un sacerdote para<br />
confesarse y recibir la extremaunción. Murió el 2 de mayo de 1519, en Cloux, con 67 años de<br />
edad. Se dice que fue en los brazos de Francisco I, pero también se aclara que esto se basa en<br />
una interpretación errónea de un epígrafe redactado por Vasari que decía: “Leonardo Da Vinci,<br />
¿qué más se puede decir Su genio divino y su mano divina le merecieron expirar sobre el<br />
pecho de un rey. La virtud y la fortuna velan, premio a los grandes gastos, en este monumento<br />
que le corresponde”. Este texto, que nunca se ha visto escrito en ningún monumento, contiene<br />
en el italiano original las palabras sinu regio, que pueden significar, en el sentido literal<br />
sobre el pecho de un rey, pero también, en un sentido metafórico, en el afecto de un rey.<br />
Siguiendo la última voluntad de Leonardo, sesenta mendigos siguieron su séquito y fue enterrado<br />
en la capilla Saint-Hubert, en el recinto del castillo de Amboise.<br />
Freud destaca en su análisis: “es probable que este instinto juguetón de Leonardo desapareciera<br />
en su madurez, y que también afluyera a su labor investigadora, que representó el último<br />
y mayor despliegue de su personalidad. Pero su larga duración nos indica la lentitud con que<br />
se desprende de su infancia aquel que en sus días infantiles ha disfrutado de la suma felicidad<br />
erótica, que no volverá a alcanzar jamás (…). Algunos aspectos de la vida de Leonardo se<br />
mantuvieron infantiles para siempre; se dice que todos los grandes hombres deben conservar<br />
algo infantil. De mayor seguía jugando, y por eso en ocasiones les pareció siniestro e incomprensible<br />
a sus contemporáneos. El hecho de que se dedicara a preparar los más elaborados<br />
juguetes mecánicos para las fiestas cortesanas y las solemnes recepciones sólo nos decepciona<br />
a nosotros, a quienes molesta que el maestro invirtiera sus fuerzas en tales puerilidades”.<br />
Quizás como un broche de oro de este afán lúdico, la herencia de Salai (quien tras la muerte<br />
de Leonardo, se casó con una mujer llamada Bianca y murió seis años más tarde en una pelea<br />
callejera) incluyó uno de los retratos más famosos de todos los tiempos, o cuando menos, el<br />
que más interpretaciones, textos, análisis y fast food literaria ha generado desde su creación,<br />
junto con una gran cuota de misterio. Varios teóricos han creído demostrar que tras la enigmática<br />
sonrisa de Lisa Gherardini se ocultaban los retratos de Salai o del mismo Leonardo. Sin<br />
embargo, acaso sea su nombre original italiano lo que resuma mejor todo lo antedicho, ya que<br />
“La Gioconda” puede traducirse pasablemente como “la juguetona”<br />
Bibliografía<br />
Leonardo Da Vinci, Sigmund Freud<br />
(Norma).<br />
http://www.usernetsite.com/sociedad/<br />
leonardo-da-vinci-y-sus-obras.php<br />
El problema del conocimiento en la<br />
filosfía y en la ciencia moderna, E.<br />
Cassirer (FCE).<br />
Leonardo Da Vinci, Fred Berence<br />
(Gandesa).<br />
http://www.biografiasyvidas.com<br />
Agradecimiento especial: Lucas Nine.