paraWeb-Quid72

Año 11 | Número 72
OCTUBRE - NOVIEMBRE 2017
CONSEJO EDITORIAL
Adolfo de Vincenzi
Jorge González
Luz Henríquez
Antonio Dalto
DIRECCIÓN
Jorge González
EDICIÓN
Carla Pandolfo
COORDINACIÓN
Hugo Cayssials
Melina Dorfman
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Conci|Melnizki edd
FOTOGRAFÍA
Silvana Sergio
CORRECCIÓN
Esteban Bertola
COLABORAN EN ESTE NÚMERO
Laura Berti, Juan Cibeira, Horacio de Dios,
Marina García, Martín Garrido, Nancy Giampaolo,
María Fernanda Guillot, Silvia Hopenhayn,
Nadia Koval, Roger Koza, Christian Kupchik,
Martina Leunda, Felipe Pigna, Gabriel Rolón,
Lucila Rolón, Emilia Simison, Mónica Tracey,
Maximiliano Tomas, Esteban Ulrich, Nando
Varela Pagliaro, Sergio Varela y Agustina
Zabaljáuregui.
PUBLICIDAD Y REDACCIÓN
Tel.: 4943-8219/22
Patagones 2463 | C1282ACA | CABA
Correo: revistaquid@ilhsa.com
Web: yenny-elateneo.com / Sección Quid
REVISTA QUID
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de Yenny y El Ateneo. Queda prohibida la reproducción
del contenido de esta publicación, aun mencionando
la fuente.
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vertidas por los colaboradores, entrevistados, las notas
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Registro Nacionl de la Propiedad Intelectual
Nº 506670. ISSN 1669738-3
Distribución en locales Yenny y El Ateneo de la Ciudad
de Buenos Aires, GBA e interior del país.
Se cuenta que los bosquimanos lanzan una pequeña flecha a la mujer
que desean, si ella se la quita observando al tirador, quiere decir que
lo acepta; si se la quita y no vuelve la vista, habrá sido rechazado.
Una mujer en el siglo XIX podía dejar caer su pañuelo perfumado
ante algún caballero, su perfume era una invitación al amor.
Cierto pájaro adorna un tronco de un árbol, junta piedritas brillantes
y pétalos de colores vistosos. Una hembra, arrobada por semejante
puesta, lo aceptará sin titubear.
Una flor emanará un dulzor embriagador para una abeja, que libará su
néctar para transportarlo al novio.
La gestualidad amorosa, de esto se trata esta edición, en nuestro duodécimo
aniversario.
Disfruten este número de Quid.
Adolfo de Vincenzi
Director General
Grupo Ilhsa

Sumario
72
Nota de tapa. Christian Kupchik nos cuenta la historia
08 del beso, sus usos y costumbres en el pasado y para
56
otras culturas. Imperdible.
Tema de tapa 4. La danza y su relación con el sexo.
Desde los primeros mitos, el simbolismo de la pavana
de la corte italiana, la danza de los siete velos, hasta el
chamamé, la zamba y el tango.
28
32
60
12
El señalador. Maximiliano Tomas escribe sobre seis
autores a propósito de la literatura y la sexualidad.
64
Tema de tapa 5. Juan Cibeira escribe sobre el
matrimonio entre el rock y el sexo, una unión explosiva.
14
Opinión. El licenciado Gabriel Rolón habla sobre la
diferencia entre la pulsión y el erotismo.
76
Tema de tapa 6. Emilia Simison escribe sobre las palabras
de amor de los políticos.
16
Tema de tapa 1. Roger Koza aborda nuestro tema comenzando
por el film de Eduardo Mignona titulado Con otros
ojos para llegar a Rester Vertical, el largometraje “más
libre de este siglo” del cineasta Alain Guiraudie.
82
Entrevista 11. La escritora cordobesa Cristina Bajo,
llamada “la gran dama” de la literatura histórica, habla
de su última novela, Esa lejana barbarie.
74
46
79
36
24
Tema de tapa 2. Silvia Hopenhayn escribe sobre la novela
erótica. Desde Lolita pasando por Traumnovelle (Relato
soñado), de Arthur Schnitzler, hasta la exitosa Cincuenta
sombras de Grey.
86
Entrevista 12. Invitado por el festival Comicópolis, Jean
Yves Ferri, el guionista encargado de “calzarse el manto
de Goscinny”, para continuar con Astérix.
40
Tema de tapa 3. Una investigación especial de Agustina
Zabaljáuregui sobre el género y sus diferentes denominaciones
e identidades sexuales.
88
Tema de tapa 7. Recordamos al fotógrafo Robert
Mapplethorpe, su vida y su extraordinaria obra.
Blues. Sergio Varela escribe sobre la reciente edición
53 90
de Nina Sinome sings the blues.
Arte. Desde París, Esteban Ulrich nos presenta la
muestra retrospectiva del genial David Hockney en
el Museo Pompidou.
68
94
20
Dossier
Literatura
Henry Miller
El obsceno
Fue obrero, boxeador, periodista, cartero, profesor de gimnasia, ascensorista,
corrector de textos, ciclista y finalmente escritor. Su literatura fue acusada de
pornográfica y prohibida en los países anglosajones hasta 1964, año en que la
Corte Suprema de Estados Unidos anula el juicio a Miller por obscenidad. Este
hecho se considera el inicio de la llamada “revolución sexual”.
20. Paula Hawkins, modestia aparte
28. Reynaldo Sietecase, el outsider
32. Felipe Pigna, de mentiras y verdades
36. Sebastián De Caro y la amargura
46. Iván Noble. El placer de la intimidad
60. Eva Bourbon, sin prejuicios
68. Alain Rouquié, sobre el peronismo
74. Pablo Marchetti, el anarquista
79. Florencia Bonelli, la reina del amor
94. Turismo. Japón, el otro lado del sexo

MISCELÁNEAS
Guía para viajar al
Sudeste asiático
Desde las increíbles pagodas con
paredes de oro en Myanmar, a
coloridos y fascinantes mercados
flotantes de Tailandia, los circuitos
de trekking de Vietnam, los pueblos
rurales de Laos que mantienen su
encanto, los templos en la selva de
Camboya, las playas para bucear en
Malasia, las extrañas aldeas en los
arrozales de Filipinas, los circuitos
de aventura en Indonesia y los
mejores barrios para disfrutar en
Singapur. Todo para conocer uno de
los lugares más exóticos del mundo.
Para comer de todo
ÑAM ÑAM. Manual para alimentar
a un pequeño omnívoro es el
nuevo trabajo de Narda Lepes,
en el que propone buenas, fáciles
y riquísimas opciones para los más
chiquitos y para que desarrollen
una buena relación con la comida.
Cómo empezar a alimentar a los
bebés, qué alimentos novedosos
sumar según la edad, por qué es
importante combinar de manera
precisa las cantidades, cómo
preparar una lonchera o pensar el
menú de un cumpleaños.
Una historia sobre el mar
“El mar está vivo y a veces hace
cosas… como quitar y devolver,
alejar y acercar, y por supuesto,
revolcarnos. Una historia llena
de espuma, arena en los cachetes,
amor y olas, muchas olas”,
como dice su autora, Magela
Demarco. Mi amigo el mar
acaba de publicarse en la Brujita
de Papel. Se presentó en la Feria
del Libro Infantil y tiene unas
ilustraciones bellísimas, hechas
por Caru Grossi.
Ya están disponibles varios títulos para ver en casa
La tortuga roja es la primera propuesta. Se trata de una película
muda de animación coproducida por Francia, Bélgica
y Japón, dirigida por Michaël Dudok De Wit. Cuenta la
historia de un náufrago que intenta armar una balsa para salir
de la isla desierta y su encuentro con una tortuga roja.
Norm y los Invencibles es una película indo-estadounidense
animada por computadora en 3D, dirigida por Trevor Wall
y protagonizada por Rob Schneider en la voz de Norm,
que es un oso polar que se ve obligado a dejar su hogar en el
ártico como consecuencia del cambio climático y encuentra
refugio en una estación científica abandonada.
Game of Thrones, temporada 1, 2 y 3. Basada en la saga del
escritor estadounidense George R. R. Martin fue estrenada
en abril de 2011 y se convirtió en la serie más vista de todos
los tiempos. La serie está ambientada en los continentes
ficticios de Poniente y Essos. Está filmada en Belfast, Croacia,
Islandia, Malta, Marruecos, España y Estados Unidos.
Teatro ciego para niños
Mi amiga la oscuridad es la primera obra infantil de Teatro
Ciego. La puesta está pensada para que niños desde los 4 años
puedan ingresar por primera vez a una sala de Teatro Ciego. La
primera parte de la obra se desarrolla con luz y serán los propios
chicos quienes llamen a la oscuridad utilizando sus “pulseritas
de poder contra el miedo”. Una propuesta diferente en Zelaya
3006. Los sábados 15.30 y 17 hs. y los domingos a las 17.

Nota
de tapa
BESOS
BRUJOS
(Ideas y gestos del amor)
POR Christian Kupchik
Templo de Khajuraho
India
De todos los conocimientos que la humanidad ha ido acumulando a través
de los siglos, se extrae una pregunta original que solo alimenta especulaciones:
¿cuál fue el primer gesto amoroso? ¿Acaso hubo una caricia, un beso
furtivo robado al Paraíso?
Durante mucho tiempo una caricatura torpe (y de claras connotaciones
machistas) intentó dar una respuesta a la cuestión al mostrar a un cavernícola
armado de un palo y arrastrando de los cabellos a su compañera. Es decir,
la primera manifestación amorosa de nuestros mayores llegó precedida por
la violencia. Obviamente que la versión carece de todo asidero real y habla
más del presente que del pasado. En realidad, en todas las culturas puede
encontrarse una idea aproximada acerca de cómo se manifiesta el amor.
Los antropólogos aceptan que los primeros homínidos ya se besaban y su origen
se remonta hasta el hombre del Cromagnon. La costumbre parece derivar
de la instintiva necesidad que sentían las mamás homínidas de masticar la
comida hasta convertirla en papilla para alimentar a sus bebés. A partir de allí,
una hipótesis sostiene que buscaban halagar de la misma manera al macho dominante
de la manada, en un primitivo gesto de adulación. Charles Darwin
interpretó que las raíces de este contacto, extendidas con leves diferencias a
todas las culturas, se remontan a la edad de piedra.
Las referencias más antiguas están dadas por los besos esculpidos 2500 a.C.
en las paredes de los templos de Khajuraho, en la India. El Kamasutra,
por su parte, describe tres clases de besos: el nominal, en el que los labios
apenas se tocan; el palpitante en el que se mueve el labio inferior, pero no
el superior; y el beso de tocamiento, en el que participan labios y lengua.
Técnicas no menos depuradas demandan los besos que se dan los esquimales,
los malayos y los polinesios: no se trata de entrechocar las narices como
si fueran boxeadores sino de frotarlas delicadamente, como si cada uno
procurara olfatear el perfume (o el hedor) de la piel del otro. Se supone que
de allí, en la necesidad de reconocer al otro del mismo clan por el olfato,
proviene el extendido beso en las mejillas entre amigos o familiares cercanos
de la cultura occidental. En lenguaje esquimal, la palabra que alude al verbo
“besar” es la misma que se utiliza para expresar “cariño”.
Mucho más estrafalario y peligroso es el beso que prodigan los varones de
las islas Trobriand, como prolegómeno de sus juegos sexuales. Sin ocultar
su perplejidad, el antropólogo Bronislaw Malinowski lo describe en
su libro La vida sexual de los salvajes (1929), de regreso de su expedición a
estas islas que forman parte del archipiélago de las Salomón, en el Pacífico
Sur, a 3000 kilómetros de Australia. Malinowski observó que la ceremonia
comienza a la manera de los esquimales, pero en cuanto la pareja manifiesta
síntomas de enardecimiento “menudean los mordiscos y las dentelladas,
hasta producirse heridas en labios y lenguas”. Incluso, el siguiente
paso que marca el ardor de este beso es el ritual mordisco de las pestañas,
según nos informa.
Para asustar a sus hijos pequeños, las madres nativas de Indochina francesa
amenazaban darle “un beso de hombre blanco”. Y en muchas tribus africanas,
los nativos reverenciaban al jefe besando el suelo que pisaba.
Así como se mencionan varias versiones en cuanto al origen del beso, también
es variado su significado a lo largo de la historia. La creencia, de que el
alma se expresa a través del aliento vital y que un beso en la boca promueve
la comunión de dos almas, determinó que su práctica fuera sacralizada por
varias religiones, entre ellas la católica.
En el Cantar de los cantares, uno de sus versos formula: “¡Que me bese con
10
11

los besos de su boca!” (1:2). El texto del Cantar describe los
preparativos de una boda en el que la novia es una joven niña
que desea ser unida a su Señor. Ella es la primera en manifestar
su deseo; se adelanta y precede a su futuro esposo, sin
vergüenza. Para Gregorio de Nisa este es el beso por el
cual los amados respiran juntos, fusionan sus espíritus o bien
infunden su aliento. Es el beso que purifica toda mancha,
manifestada en la boca del marido y que, por lo tanto, asegura
la Salvación.
Pero así como en la Biblia se describe el beso del amor como
fuente divina, también figura el beso de codicia y traición. El
primero refiere a cuando Jacob besa a Isaac, su padre y le hace
creer que es Esaú, el primogénito, con la intención de quedarse
con la bendición de su progenitor y la jefatura de la familia. El
de traición apunta al que le da Judas a Cristo en la mejilla, con
el que entrega al Hijo del Hombre y se condena para siempre,
tal como fuera representado en un fresco de Giotto.
El significado del beso, como se puede apreciar, tendrá una
simbología y sentido diverso en cada cultura y también en las
distintas épocas. Entre los persas de la Antigüedad, los hombres
se daban besos en la boca, pero tal acto solo era válido
entre personas de un mismo nivel social. Si dos hombres eran
considerados jerárquicamente inferiores, el beso debía ser
dado en el rostro. Hasta la segunda mitad del siglo IV a.C.,
los griegos solo permitían besos en la boca entre padres e
hijos, hermanos o amigos muy próximos. Platón declaraba
“sentir gozo al besar”. Por su parte, en la cultura celta se creía
que el beso incluso tenía propiedades curativas.
Antiguamente en Inglaterra, al llegar a casa de alguien el
visitante besaba al anfitrión, a su mujer y a toda la descendencia,
incluidas las mascotas. Y en Escocia, el padre besaba los
labios de la novia al final de la ceremonia de casamiento. Se
decía que la felicidad conyugal dependía de esa bendición en
forma de ósculo. Después, en la fiesta, la novia debía circular
entre los invitados y besar a todos los hombres en la boca,
que a cambio le daban algún dinero.
En el Renacimiento, esta práctica –el beso en la boca– era
una forma de salutación muy común. En el siglo XV, los nobles
franceses podían besar a cualquier mujer que quisiesen,
mientras que en Italia, si un hombre besaba a una doncella
en público, estaba obligado a casarse con ella inmediatamente.
En Rusia, una de las más altas formas de reconocimiento
oficial era un beso al zar.
Por otro lado se solía besar la mano de aquella persona con un
nivel social más alto o de mayor jerarquía en la familia como
los padres, abuelos o bisabuelos, o bien quien tuviera un cargo
importante en determinado ámbito como el padre de la iglesia,
los cardenales, los obispos, etc. Ese beso era muestra de respeto
más que de afecto; en cambio se besaban en la mejilla dos
personas de iguales condiciones como muestra de cercanía.
A las damas también se les besaba en la mano, en vez de la mejilla,
como señal de respeto. El beso pasó de ser una muestra
de afecto a una expresión amorosa hacia la otra persona. Sin
embargo, durante la Revolución Industrial quedó prohibido: la
gente ya no podía besarse en público.
Los besos en el cine nacieron casi con el invento del cinematógrafo:
el primero de todos fue filmado en 1895 en una cinta
de celuloide de casi once metros, cuya proyección duraba
apenas cincuenta segundos. La película se tituló, sin mayor
originalidad, El beso, y en ella un actor de recios mostachos,
John Rice, apoyaba sus labios sobre los de una dama, May
Erwin, bailarina del Ziegfeld Follies. Su realizador, Thomas
Alva Edison, debió soportar una andanada de críticas cuando
la libró a la exhibición pública. Los diarios neoyorquinos
maldijeron el advenimiento del cine si serviría de vehículo a
escenas tan lascivas y depravadas, de manera que el inventor
de la lamparita se convirtió también en víctima precoz de la
censura cinematográfica.
“El beso santifica el más entrañable de los sentimientos”, escribió
Robert Burns, el más notorio poeta inglés del siglo XVIII.
Más allá de las diferentes formas o significados, lo cierto es que
el contacto físico, ya sea una caricia o un beso, plasman un lenguaje
irreal que intenta dar cuenta de lo inexplicable: el amor.
Para Roland Barthes, el amor es inclasificable, más que
como nombre o adjetivo que se relaciona con el objeto amado
o existe en función de este. En los tiempos modernos, donde
impera el vértigo y la indiferencia, el sujeto enamorado, cuyo
motor es la paradoja y se encuentra desheredado, debe ser
reivindicado. A Barthes le molestaba que se utilizara la palabra
“amar” a la ligera. Entiende al sujeto enamorado como un
marginal, tanto más auténtico cuanto deja de estar de moda; es
un sujeto cuyo discurso es provocador, heterodoxo y capaz de
alcanzar cotas insospechadas de autocrítica. El discurso imperante,
dice Barthes, invita al sujeto enamorado a retornar a la
realidad, dejar atrás el acto “loco”, impulsivo e irreflexivo para
“amar bien”, como si fuesen dos actitudes incompatibles. El
enamorado está en la “desrealidad”, y siente como una ilusión
todo lo que el mundo llama la prosaica “realidad”: su realidad
pasa por la relación con el objeto amado y los mil incidentes
que lo atraviesan –sus miradas, sus sonrisas, sus palabras, sus
gestos–, justo eso que el mundo considera como su “locura”.
Para los japoneses, el término fureru designa el acto de tocar,
aunque en un sentido más amplio que el occidental: implica
involucrarse con el otro, es decir, compartir una emoción profunda.
Por eso mismo, fureru se entiende como una expresión
del amor, aunque no se limita solo a su expresión literal,
sino que se entiende que tocar el cuerpo de otra persona es
tocar su corazón. Y cuenta con un concepto preciso para ello:
kokoro ni fuereru, “tocar el corazón de alguien”. Solo alcanzando
a rozar lo intangible –con los labios, las manos, narices
o pies–, nos enseñan los japoneses, es posible imaginar la
liberación del resto de los sentidos. Cualquier hombre, cualquier
mujer, no es sino un corazón que se busca, que quiere
llegar a sí mismo, hacerse cargo del viaje que emprendió para
alcanzar a otro
12

Señalador
EL CUERPO
TEXTUAL
POR Maximiliano Tomas
Sexo y literatura. ¿Sexo con literatura o
literatura sexual? En todo caso, el sexo
como uno de los grandes temas de la
historia humana, y uno de los mayores
desafíos (cuando no uno de los más
patéticos bluffs) de la literatura. No
hablamos acá de seducción, ni mucho
menos de erotismo (dejemos la relación
entre literatura y erotismo al margen,
como una de esas modas pasajeras que
le sirven a la industria editorial para ir
tirando), sino de sexo puro y duro. Los
cuerpos, entonces, y el texto: el cuerpo
textual. Así las cosas, son muy pocos los
escritores que, concreta o metafóricamente,
se han animado a la narración
del acto amoroso, y muchos menos los
que han salido indemnes de la prueba.
Hace poco, por razones que no vienen
al caso, tuve que pensar en cinco libros
donde el acto sexual estuviera representado
de manera satisfactoria. Traté
de quedarme en los alrededores del
siglo XX, para pensar en autores que
podrían haber sido sometidos a la satírica
vara del Bad Sex in Fiction Award,
establecido en 1993 por la revista
británica Literary Review para “honrar
a los autores que hayan escrito una
extraordinariamente mala escena sexual
dentro de una buena novela”.
Finalmente elegí seis libros, no porque
me sobraran los ejemplos, sino porque
no podía decidirme acerca de cuál
estaba de más. De la literatura en
inglés, uno de los que más ha machacado
sobre el acto sexual a lo largo de
toda su obra fue Charles Bukowski,
a través de su álter ego Henry Chinaski.
Lo interesante es que en Mujeres, una
de sus últimas novelas, Chinaski es un
escritor consagrado al que las féminas
se le ofrecen en cantidad, pero el sexo
mecánico y repetitivo exhibe la evidencia
de su vacío, y empuja a ese viejo
cascarrabias hacia el amor romántico.
Si a la sexualidad le sumamos neurosis,
culpa y sadismo, nos topamos con el
vasto catálogo de prácticas sexuales en
el que, por momentos, se transforma
la obra de Philip Roth. Roth, como
Bukowski, también echa mano a una
serie de personajes que funcionan
como álter egos, entre ellos Nathan
Zuckerman y Alexander Portnoy. En
una atractiva vuelta de tuerca del
recurso, estos personajes envejecen al
mismo ritmo que lo hace Roth (actualmente
autorretirado de la escritura) en
la vida real, y por eso mismo algunos de
sus últimos libros abordan la sexualidad
desde un ángulo poco frecuente: la
vejez, la enfermedad y la decadencia física.
En el otro extremo está una de sus
obras tempranas, El mal de Portnoy, en
la que su protagonista se dedica a desplegar
una hilarante historia de las más
diversas variantes masturbatorias.
Y si de sexo gris, triste, mecánico y
rentado hablamos, se nos aparece de
inmediato la figura del francés Michel
Houellebecq, cuyo tema lo obsesiona
desde su primera novela, Ampliación
del campo de batalla. Pero es sobre
todo en Plataforma, editada en 2001
(libro en buena medida profético que
acaba con un atentado terrorista) en
cuyas páginas Michel, una vez más un
personaje que funciona como prolongación
ficcional de su autor, se enamora
de una mujer que lo salva y junto a la
cual fundan un complejo de resorts
internacional llamados Afrodita, dedicados
a ofrecer los placeres del turismo
sexual. Plataforma es una novela desoladora,
con escenas de sexo explícito
logradas, en donde se plasma una visión
muy crítica sobre la manera en que los
individuos comercian y trafican con el
sexo en el occidente capitalista.
Finalmente, la literatura argentina:
El fiord, tal vez el relato más famoso
de Osvaldo Lamborghini, es de
una violencia tal que nos conmina a
reflexionar sobre el poder y la complejidad
de aquello que desde Freud conocemos
como pulsión sexual. Si todo
Borges y buena parte de Cortázar
han consumado una suerte de “literatura
blanca”, Abelardo Castillo
intenta sobrevolar en “La fornicación es
un pájaro lúgubre” y desde una mirada
masculina, el insondable misterio del
orgasmo femenino. Y logra páginas de
una extraña y metafórica belleza (vale
la aclaración: el relato es un homenaje
a Henry Miller, otro gran escritor
de la sexualidad). Es curioso: al mismo
argumento le dedicó cientos de páginas
de la alucinada novela El traductor el
malogrado periodista y escritor Salvador
Benesdra.
Finalmente tenemos la magistral El
espectáculo del tiempo, anteúltima novela
de Juan José Becerra. Para dar
cuenta de la subjetividad y elasticidad
de aquello que los humanos llamamos
temporalidad, Becerra narra el origen
del universo en apenas cuatro páginas.
Y se toma unas cuantas decenas para
construir el relato minucioso de la
cópula entre el personaje principal y su
mujer, acto amoroso mediante el cual
engendrarán un hijo. Un verdadero
bigbang sexual
14

Opinión
EL EROTISMO
HUMANO
(DEL INSTINTO A LA PULSIÓN)
© Leconsag
POR Lic. Gabriel Rolón
“Su esposo había partido y la condesa
se debatía en su cuarto sin saber qué
hacer. El motivo de su inquietud era
claro: estaba profundamente erotizada
por el muchacho que se encargaba del
cuidado de sus caballos. Desde la ventana
podía verlo: fuerte, sudoroso y con
la potencia de juventud. Sintió como
el fuego le recorría el cuerpo y en un
acto impulsivo salió del castillo y fue a
su encuentro. Llegó a la caballeriza en
el preciso instante en el que el hombre
soltaba un caballo para que sirviera a
las yeguas. Una vez libre, el animal se
dirigió directamente a una de ellas y la
montó de inmediato. La condesa miró
extrañada y dijo:
–Que caballo más tonto, ha elegido a la
más fea de todas las yeguas.
El joven sonrió y le explicó:
–Lo que ocurre, señora, es que es la
única que está en celo. Y un animal
tiene la capacidad de darse cuenta
inmediatamente cuando una hembra
está esperando ser montada.
La mujer lo miró directamente a los
ojos y replicó:
–Ya me parecía a mí que algo le faltaba
a ustedes los hombres.
Y tenía razón la condesa. Nos falta el
instinto.” 1
El instinto implica la existencia de un
impulso prefijado para los miembros
de una especie que los lleva a tener
comportamientos de los que no pueden
apartarse. En el caso preciso de la sexualidad,
incita al animal a unirse a otro
de la misma especie y diferente género
para posibilitar entre ellos una unión
genital con un fin reproductivo.
Es decir que el instinto pone en juego
tres elementos: el objeto sexual, la
zona erógena de contacto y la finalidad.
Analicemos cada una de ellas y notaremos
las diferencias existentes entre el
instinto animal y la pulsión.
Dijimos que la finalidad del encuentro
sexual instintivo es la procreación. Pues
bien, ¿cuántas veces en su vida una
persona tiene relaciones para procrear?
Seguramente muy pocas, porque la
finalidad del erotismo humano es otra:
el placer. Un placer que puede no
encontrarse en alguien de otro género.
No siempre el objeto erótico de un
hombre es una mujer. El placer puede
obtenerse, incluso, en la profunda
soledad de la fantasía. Asimismo, la
unión de los genitales juegan un papel
importante pero de ninguna manera
único y determinante. Prueba de ello
es el más común de los contactos físicos
entre dos sujetos: el beso, en el cual
son los labios los que se instalan como
la zona erógena capaz de despertar la
excitación.
Como vemos, la sexualidad humana es
compleja y no es de extrañar entonces
que sea tan problemática y causa
habitual de muchos de los trastornos
afectivos que sufrimos. Pero lejos de
asustarnos por esa manera tan única de
relacionarnos con el erotismo, debemos
aprovechar ese impulso, esa energía,
para llevar adelante el difícil pero maravilloso
desafío de ser cada vez mejores
y construir un entorno de placer y
respeto que mejore nuestra vida y la de
los demás
1
El textual corresponde a un fragmento de un cuento del autor.
16

Tema de tapa
uno
LOS
POR Roger Koza
En una película pedagógica del reconocido cineasta argentino
Eduardo Mignogna titulada Con otros ojos, realizada
al inicio de la joven democracia alfonsinista, los alumnos de
una escuela son interrogados por sus maestros –casi siempre
los chicos por un lado y las chicas por el otro– sobre temas
vinculados a la sexualidad. Las preguntas son las de siempre:
¿por qué la mujer tiene su período?, ¿por qué crece el vello
púbico?, ¿cómo llega a embarazar un hombre a una mujer? Las
preguntas constituyen un mapa conceptual en el que se posarán
los nuevos límites de la sexualidad de los chicos. No existía
la educación sexual en tiempos de la dictadura; en un nuevo
tiempo democrático, la relación con el sexo tiene que ser otra.
Uno de los protagonistas de este film educacional es un reconocible
y muy adolescente Pablo Rago. Su personaje es el
pícaro de la clase, el que ya entiende que toda esta cuestión
pedagógica reviste un plus no del todo articulado, pero en
El desconocido del lago. Alain Guiraudie, 2013
VERGONZOSOS
cierta forma sugerido: tener sexo está buenísimo, es uno
de los grandes placeres de todo organismo, una posibilidad
inmediata de satisfacción total en la medida que exista otro
con ganas de lo mismo. El film, por cierto, jamás enuncia la
implícita dimensión del placer, aunque tampoco restringe,
como sí lo hacía el régimen castrense-teológico, la sexualidad
a la mera reproducción y perpetuación de la especie. Con
otros ojos es estrictamente un film higiénico, en donde el
discurso teológico ancestral está superado por un discreto y
didáctico discurso científico que tampoco aborda otras cuestiones
relacionadas con el sexo. La mayor transgresión del
film de Mignona consiste en incluir algunas escenas simpáticas
y pletóricas de candor en las que sí se constatan los juegos
de seducción entre los colegiales.
La conducta de todos los participantes en el film tiene una
cualidad similar; quizás, en una hipotética actualización del
film –en donde seguramente se hablaría de otras cosas–, esa
conducta se repetiría, acaso con menor fuerza. Ese rasgo
común es el de la vergüenza. La risa incómoda, bajar la vista,
ruborizarse son reacciones que van más allá de aquel tiempo;
los alumnos de ayer, como los de hoy, no dejarían de sentir
pudor, más allá de las diferentes coordenadas simbólicas
de 1984 respecto del presente. Esta conjetura no implica
desconocer los corrimientos de los límites morales de una
época a otra, como tampoco una peculiar forma de incitación
a sexualizar el espacio público, gramática esencial de la cultura
del espectáculo. Sin embargo, incluso así, ¿qué relación
existe entre la vergüenza y los placeres sexuales? ¿Por qué
avergüenza la desnudez, el tamaño del órgano masculino,
la dimensión de un seno o la exposición total del cuerpo sin
indumentaria alguna que lo proteja?
La vergüenza es una emoción misteriosa. Adviene sin aviso
frente a una situación que se desea; el avergonzado se siente
descubierto, leído y visto en su interioridad. Lo que manifiesta
es lo íntimo de su deseo o el sujeto del deseo en su objeto,
como si se tratara de una segunda desnudez ya sin cuerpo
que lleva a que todo individuo se confronte ante otro con una
pieza simbólica de lo que es. Esto no supone que el sexo sería
el lugar privilegiado en el que se instituye y cifra la identidad,
pero sí una condición física de una experiencia, una práctica
de placer en la que lo íntimo se compromete en sí y trasluce
los deseos más poderosos de alguien.
Lo curioso es la aparición de la vergüenza frente a la desnudez
y al discurso del sexo. ¿Un reflejo condicionado tras siglos
de una tradición que desestima todas las acciones que tienen
lugar debajo de la cadera? ¿Tan poderosa es la metafísica cristiana
que aún incita al rubor frente al desnudo? Por cierto, la
regulación de los placeres no ha sido solo prerrogativa del cristianismo.
Todas las religiones (incluso el secular comunismo)
han insinuado un adoctrinamiento genital, como si hubiera allí
un problema constitutivo para la vida ascética y también para
el orden social. ¿Cómo pudo alguna vez asociarse que el éxtasis
corporal podía ofender a un Dios escondido pero omnipresente?
Tan solo imaginar que un Dios creador de todo lo existente
tiene que estar ocupándose de los minúsculos actos secretos de
sus criaturas en la noche debería alcanzar para dimensionar el
delirio. La divinidad que espía es la fantasía de una comunidad
ascética de cuyo desborde neurótico deberían ocuparse los
historiadores de la conducta.
El disciplinamiento de los placeres constituye uno de los capítulos
más delirantes de la historia de las ideas. La idea de que
las caricias prodigadas al cuerpo del amante puedan despertar
la ira del Altísimo y una eventual reprimenda divina es fruto
de una alucinación paranoica que a pesar de ser un disparate
todavía tiene cierta vigencia entre nosotros. Cuanto mayor es la
osadía del amante, cuanto más se aventura alguien a experimentar
los placeres de su cuerpo, más se escucha el insistente
murmullo del orden simbólico proyectado en una entidad
abstracta que observa; el deseo se mide y regula con el orden
simbólico que está introyectado en la propia carne. Vindicar
18

El largo día acaba. Terence Davies, 1992
un deseo, reprobarlo, negociarlo: la dinámica de la conciencia
trabaja siempre a través de la comparación entre lo posible y lo
debido, incluso en una sociedad de la transgresión permanente
como en la que vivimos. Cuando alguien va un poco más allá
de lo que entiende como legítimo o permitido para sí, cuando
el abandono total a la experiencia del placer sexual se impone
y perfora el límite de lo que se ha aprendido como posible, la
conciencia interviene y suscita vergüenza. Todo individuo que
haya probado un placer prohibido sabe lo que cuesta desprenderse
de los preceptos que regulan la interpretación de
esos placeres. Ni siquiera el hábil transgresor puede desembarazarse
del teatro de la conciencia, poblada por cientos de
agentes imaginarios. La vergüenza tiene también una índole
jurídica. Ningún cineasta ha trabajado mejor esta dimensión de
la vergüenza que el gran Terence Davies: la confrontación
devastadora del deseo con el sistema de creencias con el que
se interpreta el mundo y el yo; la famosa trilogía de Davies y El
largo día acaba (y en cierta medida, indirectamente, también
Del tiempo y la ciudad) son perfectas para visualizar los movimientos
de la conciencia frente al deseo.
¿Sería entonces la desvergüenza total la instancia de libertad
sobre el propio deseo, una desinhibición completa frente a
todos los placeres posibles? ¿No es el porno el género cinematográfico
en el que se desata enteramente el sexo de la moral?
La desvergüenza del porno tampoco sería la superación de la
vergüenza, la destitución radical de ese sentimiento peculiar.
Las estrellas porno han mecanizado el poder de su sexo en
fuerza de trabajo, un goce atravesado por la eficacia y la eventual
simulación de un placer indiscutible, pero a su vez exaltado,
simulado en su hipérbole. Difícilmente, las estrellas del
porno no disfruten de su trabajo, pero lo interesante es el hecho
de que tienen que sobreactuar el goce, del mismo modo
que sucede con los shows cómicos televisivos con público
presente en el estudio en los que la risa de la audiencia es duplicada
con risas grabadas que refuerzan el efecto cómico. La
sobreactuación es una clave, pues la plusvalía del porno no es
otra cosa que una forma de codificación del placer del sexo
convertido en mercancía de satisfacción universal, una estimulación
al consumo del erotismo desprovisto de cualquier
otra dimensión del sexo que lo desmarque del instinto y de
la proeza física. El placer en el porno existe, pero es el grado
cero del mismo, un placer que no reviste invención alguna
y que está desligado de un ars erotica. De allí la ineficacia
narrativa en forma de preludio que casi siempre prodigan las
películas porno, un intento fallido de conjura de la inevitable
mecanización acrobática característica del género.
¿Quién puede filmar el placer sexual apropiado por el cine
porno? ¿Quién puede sustraer la representación capitalista
audiovisual del cuerpo y su goce? Entre todos los cineastas
del presente, hay uno que ha sabido restituir el sexo al cine
sin postular una moral de los placeres. En sus tres últimas
películas, Alain Guiraudie ha conquistado una forma de
representación en la que el sexo no se define ni en su vetusta
ortodoxia asociada a la heterosexualidad ni en la legitimación
del sexo decimonónico que nadie quiere llamar por su nombre.
Las formas de aproximación al sexo en El rey de la evasión, El
desconocido del lago y Rester Vertical se han liberado enteramente
de la identificación del placer sexual con la elección del
objeto. El sexo es un territorio de invención lúdica en donde
todas las combinaciones son posibles y no necesitan ser denominadas
por un nombre que especifique el objeto de deseo.
En El Rey de la evasión el personaje principal es homosexual,
pero se enamora de una jovencita; en El desconocido del lago
el sexo es principalmente gay porque todo el film tiene lugar
en una playa nudista de esa orientación sexual, pero lo más
importante del relato pasa por la relación del protagonista con
un hombre que no tiene sexo y que no es homosexual, como
si en la forma de conversación que se establece entre ellos
también existiera un erotismo ligado a la conversación; es el
contrapunto semántico de los placeres físicos que tienen lugar
en el bosque. Pero es en Rester Vertical donde Guiraudie
alcanza la aguda visión de un sexo liberado de su nomenclatura
emparentada con el objeto. Las peripecias de un cineasta
que tiene que escribir un guion mientras, sin esperarlo, se
vuelve padre de un niño y poco después presunto sospechoso
de haber enviado al otro mundo a un septuagenario durante
las delicias de una penetración (pactada), constituyen el film
más libre de este siglo, uno de los pocos que está a la altura de
una emancipación de los placeres del yugo de la moral y de la
metafísica capitalista, que ha hecho del sexo una equivalencia
vampírica del consumo del otro
Rester Vertical. Alain Guiraudie, 2013
20

Entrevista
uno
“Quiero ser
mejor escritora”
POR Mónica Tracey
Llegó a Buenos Aires cumpliendo una extensa
gira de presentación de su última novela,
Escrito en el agua. Puntual, discreta, reservada,
PAULA HAWKINS no parece ser una persona
que hace apenas dos años y medio vivió una
transformación radical en su vida, luego del éxito
mundial de La chica del tren, su primer libro, que
se convirtió en uno de los más vendidos de los
últimos tiempos, a partir de su primera edición
en el Reino Unido en enero de 2015. También
cambió de lugar en las entrevistas, no hace
mucho era ella quien preguntaba, ejerciendo
su ahora antigua profesión de periodista
especializada en economía
Nada soberbia, habla de sus fracasos, sus inseguridades, confiesa
que su ambición es escribir mejor y no teme las miradas
que podrían caer sobre ella cuando dice que el personaje
que más se le parece es la protagonista de La chica del tren.
En la novela, Rachel es insegura, inadecuada, acosadora de
su ex y una testigo no fiable por su inestabilidad y por las
lagunas de su memoria causadas en gran parte por el abuso
del alcohol. Aunque Paula agrega que también se parece a
Nell, de Escrito en el agua, por su dedicación al trabajo, que
puede volverse obsesiva. Tan frágil y tan fuerte se muestra
esta escritora que vendió más de 20 millones de ejemplares
de su primer libro, que estuvo más de 85 semanas en las
listas de los más vendidos, que fue publicada en 47 países y
que, según la revista Forbes, está entre los autores que más
dinero han ganado el año pasado, alcanzando los 11 millones
de dólares. La versión cinematográfica de La chica del
tren recaudó 25 millones de dólares durante el primer fin de
semana de exhibición en los Estados Unidos.
–¿Cómo se siente respecto de su última novela? Estoy
muy entusiasmada, fue difícil escribirla, me tomó tres años,
pero ahora está aquí y estoy muy interesada en ver cómo responden
los lectores, cómo se relacionan con los personajes.
–¿Siente que logró lo que buscaba en las dos novelas o
tiene preferencia por alguna de ellas? Nunca siento que
logré todo lo que buscaba, al terminar siempre pienso que
podría haber hecho cosas diferente o mejor. Son libros muy
distintos, este último es mucho más ambicioso, más complejo,
estoy contenta con el resultado pero si volviera a él hay
cosas que cambiaría.
–¿Hay algún personaje con el que sienta mayor proximidad?
En La chica del tren, Rachel es un personaje sobre
el que pensé durante mucho tiempo, ella es muy cercana a mí
en muchos aspectos, tiene algunas similitudes conmigo, no en
todo, pero sí nos parecemos un poco. En Escrito en el agua hay
cosas mías en varios personajes, en Jules, que es muy insegura,
en Nel, que es muy dedicada a su trabajo, hasta obsesiva.
–En las dos novelas hay una especie de trampa de los recuerdos,
sobre la que se estructura la trama. ¿Hay algo
en sus recuerdos que vivió o descubrió en algún momento
como una trampa? Varias veces pensé que recordaba
algo de mi infancia muy claramente y hablé con mi madre de
alguno de esos recuerdos y me dijo: “no, no sucedió así”, o “vos
ni siquiera estabas ahí ese día, solo viste una fotografía”. Es
algo muy desconcertante, porque en esos casos yo estaba segura
de recordarlo de cierta manera y descubrir que eso no es así
es muy raro. En mi caso, estos engaños de la memoria no estaban
referidos a cosas importantes, sino a situaciones pequeñas
sin importancia. En esos casos realmente no es algo terrible,
pero en mi última novela lo que estoy preguntando es qué pasa
si eso que creés recordar de una manera es algo fundamental
para tu personalidad, para tu vida, y después descubrís que no
era verdad cuando ya es demasiado tarde.
–Usted ha dicho que cree que todos podríamos comportarnos
de maneras que ni siquiera podríamos concebir
en nuestra vida cotidiana. ¿Se vio a sí misma, de este
modo, en algún momento? ¿Haciendo qué, por ejemplo?
Lo que dije es que nadie sabe cómo podría llegar a comportarse
en situaciones extremas. Probablemente uno piense que
no cualquiera puede cometer un asesinato, pero yo creo que
tal vez sí, si se dan ciertas circunstancias. Si alguien ataca a una
persona amada, por ejemplo. Y también esto se da en cosas
buenas, como actos de heroísmo, de coraje o valentía, que, en
situaciones normales, uno no sabe que podría llegar a realizar.
Por suerte no he tenido ese tipo de situaciones extremas.
–En alguna entrevista usted decía que los recuerdos de
infancia forman la personalidad. ¿De qué manera los
recuerdos de su infancia en Zimbabwe la convirtieron
en quien es? Es difícil decir de cosas puntuales, porque
yo creo que todas las experiencias que uno tiene durante su
infancia o en la juventud temprana moldean la persona que
uno va a ser. Hay aspectos de la vida de mi familia que me
fueron conformando, el tipo de vida que teníamos, que yo
recuerdo con felicidad, es muy importante, por ejemplo, la
ética en mi trabajo viene de mi padre, mi conciencia política
viene de haber vivido en una sociedad muy dividida y conflictiva.
Yo aprendí eso desde muy chica. Creo que todo va
dando forma a la personalidad.
–Usted nació en Zimbabwe y vivió allí hasta los diecisiete
años, cuando se fue a Inglaterra a estudiar.
Luego volvió a visitar a su familia, pero, después, pasó
muchos años sin regresar, hasta el año pasado. Sí, volví
el año pasado, por unos pocos días. Era la primera vez en
dieciocho años. Obviamente el país cambió mucho, fue una
experiencia un poco difícil, pero a la vez muy gratificante.
–Su familia sigue allí. Sí, mis padres y mi hermano están en
Zimbabwe.
23

–¿Cómo vive su familia el éxito que usted tiene? Creo
que están contentos y se sienten orgullosos de mí, les parece
un poco extraño todo esto, pero están contentos.
–Escribió un relato para una revista en el que cuenta su
regreso. ¿Habrá alguna novela situada en Zimbabwe?
Tenía una idea para una novela situada en Zimbabwe pero creo
que es algo que tal vez emprenda más adelante, es muy difícil
para mí escribir sobre cosas de esa parte de mi vida. Me da
miedo poner algo que esté equivocado o que no sea cierto, creo
que es algo que haré cuando me sienta muy confiada y segura.
–Usted agradece muy especialmente a sus editores, ¿en
qué siente que la hayan ayudado en estos dos libros?
Tengo editores en Londres y en Nueva York y tienen apreciaciones
muy diferentes, pero creo que ayudaron a hacer más
fuertes y más fáciles de leer mis dos libros.
–¿Le es fácil aceptar esa ayuda? Soy una persona que
resiste la edición, pero sé que es buena para mí, sé que debo
escuchar otras voces algunas veces, aunque me es bastante
difícil entregarme a la edición.
–En sus libros, los personajes femeninos son en general
más complejos, más fuertes a pesar de su fragilidad,
más solidarios, más interesantes, además de ser víctimas
de violencia de género. ¿Siente lo que muestra en
sus novelas como un fresco de la realidad? Sí, creo que
Esta entrevista fue filmada.
Pueden verse algunos fragmentos
destacados en nuestras redes
yenny.elateneo
yenny_elateneo
sí, es como lo veo en la realidad. Me interesa crear personajes
complejos, que signifiquen un desafío, no me interesa crear
héroes o villanos, sino personajes complicados como la gente
que nos rodea, gente que trata de dar lo mejor, que cae, que
se equivoca, que vuelve a intentarlo. Escribo sobre personas
que viven vidas comunes pero que se equivocan, que las
cosas les salen mal, que quieren ir por un lado y van por otro,
no es gente fácil. Yo encuentro fascinantes los personajes que
tienen dificultades con la vida.
–Igualmente, es claro que en sus novelas los personajes
femeninos son más complejos e interesantes. En La
chica del tren, las protagonistas son mujeres y tienen mayor
posibilidad de desarrollo, en Escrito en el agua hay más
hombres, aunque sí es cierto que estoy más interesada en
los personajes femeninos, en cómo se relacionan entre ellas,
cómo se tratan mutuamente, cómo se sostienen una a la otra.
–¿Tiene algún tipo de militancia feminista? No pienso
en mí como una militante, pero soy feminista y el feminismo
está en mis libros. Creo que la gente que los lee puede ver
eso ahí y reflexionar sobre esas cosas.
–¿Cómo fue que decidió buscar su camino en la literatura,
dejando el periodismo? Surgió por una oportunidad,
alguien me pidió que escribiera una novela romántica, y yo
había llegado a un punto en mi carrera periodística en que
deseaba intentar algo nuevo. Así que escribí cuatro novelas
románticas que se publicaron en el Reino Unido, con un
seudónimo, a una de ellas le fue terrible. Así empecé, pero
no fue que yo decidiera en un momento dejar el periodismo
y empezar a escribir ficción, fue algo que se fue dando.
Aunque me siento mejor, me hace mucho más feliz escribir
ficción que periodismo.
–De la novela romántica pasó al suspenso. Sí, esto va
mucho mejor conmigo, me interesa buscar en los lugares oscuros
de la psicología de los personajes. Me va mucho mejor
la tragedia que la comedia.
–¿Cómo se volvió una opción la literatura? Usted estudió
periodismo, filosofía, política, economía… Estudié
otras cosas, pero siempre fui muy lectora y escribí desde muy
chica. En mi adolescencia y durante la década de mis veinte
años. Siempre escribí ficción, no se lo mostraba a nadie,
escribía novelas que me parecían terribles, las dejaba y volvía
a comenzar. No pensaba en la literatura como una carrera
para mí. Me gustaba el periodismo y me pareció que era más
práctico y que podía encontrar un trabajo como periodista.
No sabía cómo ser una escritora, me llevó un largo tiempo
darme cuenta.
–¿Qué esperaba encontrar en este nuevo camino?
¿Qué tipo de escritora o qué tipo de literatura estaba
en sus sueños? Creo que, cuando uno empieza a escribir,
tiene momentos en que piensa que va a ser maravilloso y que
tus libros se van a convertir en best sellers, y después para
la mayoría esto no sucede y uno sigue silenciosamente su
camino. Uno sueña con cosas pero no espera que realmente
sucedan. Nunca pensé que esto me iba a ocurrir, que mi libro
se iba a convertir en un gran fenómeno, eso fue algo completamente
extraordinario. Lo que yo quiero es ir mejorando,
ser más ambiciosa y escribir distintos tipos de historias, quiero
ser mejor escritora, probablemente continúe escribiendo
thrillers, pero quiero que sean mejores, más profundos, más
complejos.
–Cambió de la novela romántica a la narración de intriga
y suspenso, ¿habrá nuevos rumbos? Por ahora sigo
con thrillers, pero en cinco años quién sabe.
–¿Quiénes son sus escritores y libros favoritos? Tal vez
no se conozcan tanto acá, pero entre mis escritores favoritos
están Kate Atkinson, Pat Parker y Margaret Atwood.
Tiendo a leer autores contemporáneos, algo de crimen, en
general literatura de ficción más que nada.
–También escribió un libro de asesoramiento financiero
para mujeres. ¿Qué les aconsejaba? La idea de ese
libro surgió a partir de que, en el Reino Unido, las mujeres
suelen dejar el manejo de su dinero a los hombres, sus maridos,
sus padres…. No sé si es algo que sucede en todos lados,
pero sí allí, entonces pensé en escribir ese libro para alentar a
las mujeres a manejar su dinero, decirles que pueden invertir
en acciones o en otras cosas. De todas formas es un libro de
hace mucho tiempo, del 2003. El mundo ha cambiado mucho
y no creo que aquellos consejos sean útiles hoy.
–Tal vez debería haberles aconsejado que, para aumentar
sus ingresos, escribiesen un libro como La chica del
tren. Sí, tal vez.
–Ahora usted es rica, podríamos decir, y además sabe
cómo invertir su dinero. ¿Cuáles fueron sus primeras
inversiones? Tengo una casa más linda, un departamento en
el centro de Londres.
–Será productora de la película que se hará basada en
Escrito en el agua. Más que productora, seré asesora para
el guión.
–No invertirá su dinero allí. ¡No! No invertiré en la película.
–En la película basada en La chica del tren cambiaron
el escenario de las afueras de Londres a las afueras
de Nueva York. ¿Escrito en el agua transcurrirá en
un pueblito inglés, como en la novela, o en los Estados
Unidos? Por ahora se supone que esta nueva película
transcurrirá en Inglaterra, pero pueden llegar a cambiarlo.
Todavía no se asignó el director y él puede llegar a tener una
idea diferente.
–Con La chica del tren tomó contacto con el mundo
del cine. ¿Cómo se siente en ese mundo? Tuve una linda
experiencia con Hollywood, no estaba realmente involucrada
en ese mundo, pero visité el set, conocí a los actores, fui a la
gala, fue lindo, pero no es lo mío, no es lo que querría hacer.
Estoy contenta escribiendo novelas.
–Ahora es una especie de celebridad, ¿disfruta ese lugar
o preferiría estar en casa escribiendo? Siempre me siento
más feliz cuando estoy en casa escribiendo. Allí es donde me
siento más cómoda. Me gusta andar por el mundo, pero no me
siento como una celebridad porque no lo soy. Disfruto viajando,
disfruto encontrarme con los lectores, firmar ejemplares,
es divertido, pero en el lugar en que me siento más yo misma
es sentada en mi escritorio, creando historias.
–¿Tiene ritos a la hora de escribir? Realmente, no, soy
bastante aburrida. Me siento en mi escritorio y trabajo, de
eso se trata, de trabajo. No hago nada especial.
–Marguerite Duras decía que no podía escribir si no
había hecho la cama. ¿Hay algo así de impostergable
para usted antes de escribir? Sí, es verdad, yo necesito
que esté todo prolijo, todo limpio. Si está desordenado, no
me puedo concentrar y tengo que ponerme a ordenar. Me
gusta trabajar en un lugar ordenado, tranquilo, silencioso.
–¿Está trabajando en una nueva novela? Sí, ya tengo la
idea, los protagonistas, pero todavía no empecé a escribir.
–Sé que le molestan las preguntas personales, pero no
puedo evitar una curiosidad. ¿Quién es Simon Davis?
“Mi compañero”, responde Paula Hawkins riendo y un poco
sorprendida. El nombre figura al final de la larga lista de
agradecimientos de Escrito en el agua: “A Simon Davis,
por todo”
24
25

Tema de tapa
dos
50 sombras de Grey (2015)
Jamie Dornan y Dakota Johnson
¿En qué consiste la novela erótica? ¿A qué responde? ¿O a quién? ¿Al
desvelo de un escritor (Flaubert y los devaneos de Madame Bovary),
al ímpetu de una mujer madura (E. L. James y sus Cincuenta sombras
de Grey), al fogueo del mercado editorial?
LA
SENSUALIDAD EN
LA LENGUA
POR Silvia Hopenhayn
Como rasgos de la novela erótica, prefiero distinguir la
sensualidad de la lengua más que la apelación a referencias
explícitas. El prologuista ficticio de Lolita, un tal John Ray
(supuestamente doctorado en filosofía), lo explica, con la
ironía del caso: “no se hallará en todo el libro un término obsceno,
en verdad el robusto filisteo a quien las convenciones
modernas persuaden de que acepte sin escrúpulos una profusa
ornamentación de palabras de cuatro letras en cualquier
novela trivial sentirá no poco asombro al comprobar que aquí
están ausentes. Pero si, para alivio de esos paradójicos mojigatos,
algún editor intentara disimular o suprimir escenas que
cierto tipo de mentalidad llamaría afrodisíacas, habría que
desistir por completo de la publicación de Lolita”.
Según la escritora Ana María Shua (autora de la novela
calificada de erótica, Los amores de Laurita), la operación de
E. L. James es original y válida: “Cincuenta sombras de Grey
es perfecto en su género. A nadie se le había ocurrido hasta
ahora combinar la novela rosa con sadomaso light y la mezcla
resultó irresistible”. Fórmula que se resuelve en un contrato
entre el millonario Grey y Anastasia, la sometida; más extenso
y tedioso que el contrato de Sacher-Masoch y, por supuesto,
menos poético. (Ver recuadro).
OJOS QUE NO VEN…
Sin convenio firmado pero con pacto íntimo, también se
establece un juego erótico entre Fridolin y Albertina, los
protagonistas de Traumnovelle (Relato soñado), la novela de
Arthur Schnitzler, en la que se inspiró Stanley Kubrick
para realizar Ojos bien cerrados, con Nicole Kidman y
Tom Cruise (curioso cruce: Kubrick también fue el realizador
de la primera y mejor versión de Lolita en el cine, en 1962).
A diferencia de la monotonía estilística de Cincuenta sombras
de Grey, en la novela de Schnitzler, las sombras se pasean
exultantes. En la oscuridad de la noche desfilan los fantasmas
de la sexualidad y, apenas el sueño se apodera de la pareja,
Fridolin se escabulle en busca de satisfacciones nuevas. Pero
esa búsqueda podría ser insípida, ordinaria, si no se alimentara
de una confesión. El erotismo está en el cuento, el que
se cuenta o el que uno se hace, cuento que sacude al cuerpo
como una aventura de signos clandestinos y evanescentes. ¿Se
trata entonces del “relato soñado” o del sueño de un relato? En
todo caso, Fridolin y Albertina, al confesarse, realizan un relato
erótico, lo comparten. La pareja, intentando desgreñar la pasión,
se erotiza cada uno con el cuento del otro. Como escribe
Schnitzler: “Empujados por un soplo de aventura, libertad y
peligro” comienzan “temerosa y atormentadamente, con sucia
curiosidad, a sacarse confesiones”. Esto impulsa a Fridolin a
internarse en los zaguanes de la noche, en busca de peligro y
misterio; pero al regresar se encuentra con algo más escabroso
e inasible: la voluptuosidad del sueño de su mujer. Ella le
contará su sueño erótico. Y, como se dice en la novela, “ningún
sueño es totalmente un sueño”, ni tampoco “la realidad de toda
una vida humana significa su verdad más profunda”.
La lengua se erotiza en la confesión; cuando se entrelaza lo
impúdico con lo íntimo, lo explícito con lo que no se puede
decir; es una suerte de abyección confesada que se desliza en
la frase, como un sufrimiento.
Antes de publicar Traumnovelle en 1926, Schnitzler había
tenido rotundo éxito con sus obras de teatro, principalmente
luego del estreno de Amoríos y La Ronda, en las salas principales
de Viena y Berlín. Éxito que se coronó con su propio
fracaso: el conflictivo divorcio con su esposa Olga Gussmann
y el suicidio de su hija, luego de contraer matrimonio con un
oficial fascista italiano. En ese tiempo Scnhitzler también se
relacionaba con Freud, quien le otorgó el don de haber llegado
por las vías de la experiencia y la intuición a las mismas
conclusiones que él había alcanzado con fatigosos estudios.
Lo cierto es que Schnitzler se había nutrido de experiencias
diversas, como las que realizaba en su consultorio de laringología
con tratamientos de hipnosis bajo la tutela de Theodor
Meynert para devolver la voz a mujeres afónicas, quienes
luego ingresarían en sus cuentos como personajes erotizados.
En su novela Traumnovelle, Schnitzler apela a la máscara
para dar cuenta de sociedades secretas de sexualidades ocultas.
La particularidad de la máscara, es que los ojos no develan
la identidad del que mira, intensificando, sin embargo, el
poder de su mirada. El secreto de la identidad forma parte
de la experiencia erótica.
Marguerite Duras, en El amante, también agudiza el anonimato
en el trance sexual. Pero en vez ponerse máscaras, sus
personajes se quitan los nombres. El erotismo de la jovencita
con el chino glamoroso se sostiene en cuerpos no apelables. Es
la sumisión de la palabra al silencio del erotismo. ¿Pero será en
este caso el mismo silencio una máscara de la voz implorante?
27

Todo lo contrario ocurre en Rayuela, de Cortázar. La
lengua es el enlace. La Maga y Horacio, sus protagonistas,
inventan una manera de amarse con lengua propia: el gíglico.
Un idioma hecho de palabras nuevas, provistas de sensualidad
evocativa más que de denotación sexual. El capítulo
68, imposible de traducir (como el Jabberwocky de Lewis
Carroll), incluso de explicar, sin embargo, es de un erotismo
completamente asimilable, aún más nítido si es leído en
voz alta. “Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio
los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto
era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la
jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del
merpasmo en una sobrehumítica agopausa.” ¿Qué ha pasado
entre ellos? No lo sabemos, pero sin duda fue intenso.
EROTISMO DE COLECCIÓN
Discontinuada, pero siempre presente, la colección dedicada
a textos eróticos, gráficamente llamada “La sonrisa vertical”,
ordenó el panorama histórico de libros de alto voltaje, al tiempo
que promovió –a través de un mítico concurso literario– el
auge de nuevas plumas sensuales. Allí aparecieron los libros
de Sade, desde Juliette o las prosperidades del vicio o Las
120 jornadas de Sodoma; La venus de las pieles, de Sacher-
Masoch, hasta los clásicos más recientes, como Las edades
de Lulú de Almudena Grandes o Elogio de la Madrastra,
de Vargas Llosa; pero también una novela completamente
original, tanto en su planteo como en la escritura, que resultó
finalista del premio La Sonrisa Vertical: Lo impenetrable, de
Griselda Gambaro, título audaz para semejante concurso,
con un efecto cómico de hermetismo erótico…
A diferencia de la pornografía –que exige un primerísimo
plano, el recorte puntual y se juega en el campo escópico–,
el erotismo literario, antes y después de Georges Bataille
(autor del casi manifiesto El erotismo), se rige por la sensorialidad
significante. La excitación que proviene de la captación
del sentido a través de una palabra que se filtra en el cuerpo.
¿Habría entonces una diferencia gozosa, entre el que escribe
y el lector con respecto a la lengua? ¿Una alegoría masturbatoria
del lado de la escritura y del consumo (significante) en
la lectura?
Recuerdo una novela de Federico Jeanmaire, Prólogo
anotado (1993), donde se le encarga un prólogo a un profesor
de lengua para un manual de literatura. Toda la novela es el
regodeo del prolegómeno, o la obsesión del prologuista, que
concluye con un tratado sobre la masturbación. El protagonista,
Juan Aparicio, explica su misión de prologar en una introducción
(también ficticia, como en Nabokov): “El comienzo
(notable) de los prólogos del prólogo al manual introdujo,
además, el tema insalvable de la masturbación. Tema tan
caro como productivo para la literatura de todos los tiempos.
Y si esto no es así, que lo desmienta Friedrich Nietzsche o
Jean Jacques Rousseau o Gustave Flaubert o, mucho más
contemporáneamente, Carlos Barral. Pero es así, no tema,
señor (señora). La equiparación de un acto tan excitante, al
mismo tiempo que mal visto (por una sociedad tan iletrada
como olvidadizamente adulta), como la masturbación, con
la literatura sólo puede ser entendida en toda su grandeza y
complejidad por el buen lector. La masturbación (y no estoy
hiperbolizando) es el acto que define más perfectamente la
relación del escritor con su obra y, también, es la representación
más adecuada de la exquisita relación que establece el
lector con su lectura”.
Por su parte, Vargas Llosa, poseído por la lectura de Madame
Bovary, escribió una suerte de ensayo personal que
consecuentemente tituló: La orgía perpetua. De eso se trata,
aunque sea por un momento… el de la lectura
Fragmento del contrato de
CINCUENTA SOMBRAS DE GREY
“A día___________ de 2011 («fecha
de inicio»)
ENTRE EL SR. CHRISTIAN GREY, con
domicilio en el Escala 301, Seattle,
98889 Washington («el Amo»)
Y LA SRTA. ANASTASIA STEELE, con
domicilio en SW Green Street 1114,
apartamento 7, Haven Heights, Vancouver, 98888
Washington («la Sumisa»).
LAS PARTES ACUERDAN LO SIGUIENTE
1. Los puntos siguientes son los términos de un
contrato vinculante entre el Amo y la Sumisa.
TÉRMINOS FUNDAMENTALES
2. El propósito fundamental de este contrato es
permitir que la Sumisa explore su sensualidad
y sus límites de forma segura, con el debido
respeto y miramiento por sus necesidades, sus
límites y su bienestar.
3. El Amo y la Sumisa acuerdan y admiten que
todo lo que suceda bajo los términos de este
contrato será consensuado y confidencial, y
estará sujeto a los límites acordados y a los
procedimientos de seguridad que se contemplan
en este contrato.
4. El Amo y la Sumisa garantizan que no padecen
infecciones sexuales ni enfermedades graves,
incluyendo VIH, herpes y hepatitis, entre
otras. Si durante la vigencia del contrato
(como se define abajo) o de cualquier ampliación
del mismo una de las partes es diagnosticada o
tiene conocimiento de padecer alguna de estas
enfermedades, se compromete a informar a la
otra inmediatamente y en todo caso antes de que
se produzca cualquier tipo de contacto entre
las partes.
DISPONIBILIDAD
12. La Sumisa estará disponible para el Amo
desde el viernes por la noche hasta el domingo
por la tarde, todas las semanas durante la
vigencia del contrato, a horas a especificar por
el Amo («horas asignadas»). Pueden acordarse
mutuamente más horas asignadas adicionales.
13. El Amo se reserva el derecho a rechazar
el servicio de la Sumisa en cualquier momento
y por las razones que sean. La Sumisa puede
solicitar su liberación en cualquier momento,
liberación que quedará a criterio del Amo y estará
exclusivamente sujeta a los derechos de la
Sumisa contemplados en las cláusulas 2-5 y 8.
15.3. El Amo ofrecerá a la Sumisa el entrenamiento
y la orientación necesarios para servir
adecuadamente al Amo.
ACTIVIDADES
16. La Sumisa no participará en actividades o
actos sexuales que cualquiera de las dos partes
considere inseguras ni en las actividades detalladas
en el Apéndice 2.”
28

Entrevista
dos
REYNALDO SIETECASE (Rosario, 1961) tiene una
amplia y prestigiosa trayectoria en casi todas las
ramas del arte escrito. Aunque más reconocido como
periodista (gráfico, radial y televisivo), su actividad
se expande también hacia la crónica, el teatro, la
narrativa y fundamentalmente, la poesía, género al que
confiesa pertenecer por completo. Con No pidas nada
(Alfaguara, 2017) llega su tercera novela luego de
Un crimen argentino (2002, recientemente reeditada)
y A cuántos hay que matar (2010)
LA
LIBERTAD
DEL OUTSIDER
POR Christian Kupchik
Si bien sus tres novelas rondan lo policial, en la última –No
pidas nada– se presenta una más que interesante encrucijada
en la que se dan cita militares prófugos acusados de crímenes
de lesa humanidad, grupos parapoliciales y espiritismo en
una favela de Río de Janeiro, y las intrigas dentro del mundo
periodístico vernáculo. El resultado es un thriller frenético
en clave sociopolítica conducido por el Tano Gentili, un
reportero audaz y algo inconsciente que no duda en asomarse
a la boca del león si ello significa cierta verdad.
–¿Cómo fue la génesis de No pidas nada? ¿De dónde
surge la idea? Por mi trabajo periodístico estoy todo el
tiempo recortando noticias, cosas que me pueden interesar. A
veces, sin mayor sentido, y quedan guardadas en una carpeta.
Hace unos cuatro años leí un artículo breve de Eugenia
Zicavo en el que hacía referencia a algunos suicidios de militares
detenidos por crímenes de lesa humanidad. Me interesó,
pensé que podía haber una nota y comencé a investigar.
En efecto, había algunos suicidios, aunque al menos en dos
casos para mí fueron claramente inducidos (uno se mató con
cianuro en Campo de Mayo: alguien le suministró el veneno,
aunque la justicia no llegó a nada). El tema me quedó dando
vueltas y se me ocurrió que podía ser el disparador de una
historia. Pensé en suicidios incitados por una organización;
en forma paralela investigué entre los acusados de crímenes
de lesa humanidad y descubrí que había 150 prófugos, lo cual
es mucho. En este país hay muchos prófugos, pero esa cifra
entre los militares me pareció particularmente alta. Pude
saber que la mayoría tiene como destino Paraguay o Brasil, y
con esos datos se me ocurrió darle una solución literaria a eso
que en la realidad estaba como un poco disperso.
–¿Qué motivó que la investigación fuera llevada adelante
por un periodista? El policial argentino tiene un
defecto que, a mi modo de ver, se ha convertido en virtud:
a diferencia del europeo o el estadounidense, que tienen un
Wallander o un Montalbano, nosotros no podemos utilizar
policías o comisarios con facilidad. Aquí nos vemos obligados
a tener que recurrir a investigadores que no estén asociados
a las fuerzas de seguridad, porque la dictadura y el nivel de
corrupción existente en la policía hacen muy difícil lograr el
verosímil. Es muy curioso… Por lo general, entonces, va a investigar
gente ligada al poder policial o el periodismo, como
en este caso. Eso me llevó a pensar la novela en primera
persona, lo cual es la primera vez que hago (las otras estaban
escritas en tercera). El Tano Gentili no soy yo, es bueno
aclararlo, aunque sí tiene mi mirada sobre la realidad, sobre
el desencanto que siente por la profesión.
–Resulta evidente que se trata de la novela de un periodista,
de hecho cada personaje tiene una genealogía, lo
que no es muy común. ¿Qué diferencia encuentra entre
escribir notas de investigación y una ficción que se nutre
de ella? Bueno, hay una diferencia enorme que parte del
contrato no escrito con el lector. En el periodismo, es evidente
que le estás contando la verdad, que no interviene la imaginación,
que sos fiel a lo que muestra el personaje. En cambio,
cuando hacés literatura está todo permitido. Javier Cercas
dice –y yo concuerdo– que la novela es un género sucio en el
que vale todo. Desde el Quijote para aquí se puede hacer cualquier
cosa, es el género que permite mayor amplitud. Todo
vale. Lo único que no vale es que la historia sea aburrida o esté
mal contada. El ejercicio periodístico lo que te permite es un
mayor rigor a la hora de ciertas descripciones o mencionar algunos
hechos que conozco por mi profesión. Lo que tienen en
común el periodismo y el policial es que el verosímil es clave,
porque si falla el lector se da cuenta de inmediato.
–¿Se siente un periodista que hace novelas o al revés?
No, yo vengo de la literatura. Empecé a escribir a los 17,
aunque claro, hacía poesía. Y periodismo desde los 25. Pero
dirigí una revista literaria antes de imaginarme ser periodista,
ni siquiera lo soñaba en ese momento.
–Hay algunos personajes que tienen nombres reales,
como un comisario Saer o el abogado Fabián Casas…
¿Son homenajes? Diría que son juegos fundamentalmente. A
Casas casi no lo conozco, pero me gusta lo que hace y decidí
incluirlo. El cura de la Isla Maciel es realmente el cura de la
Isla Maciel. Hoy me llamó choqueado por la novela.
–En estos juegos que realiza, no resulta difícil hacer
una analogía entre el editor Fernández Risso y Jorge
Lanata, con quien trabajó mucho tiempo. ¿Es correcto?
Sí, sin duda hay algo de Lanata mezclado con otros
jefes de redacción que tuve a lo largo de mi vida laboral. En
la construcción de personajes busco elementos en distintas
partes, de modo que sí, hay mucho de Lanata, a quien conozco
bastante y con el que trabajé en Veintitrés, pero también
hay otros jefes que he tenido. Creo que en esa mezcla está el
estereotipo de un jefe de redacción. En general son tipos que
se creen todopoderosos, arbitrarios, muchas veces incluso
talentosos. Hay que saber manejar una relación particular
con la empresa y con los trabajadores, en fin, creo que toda
esa mezcla sintetiza a un jefe de redacción.
–Hay una frase de Gentili aplicada al periodismo que
resulta bastante elocuente del momento actual, cuando
considera a la profesión “atenazada hasta la asfixia entre
la libertad de expresión y la libertad de empresa”.
Sí, que yo recuerde, creo que es el peor momento desde el
2001. Hablo de los trabajadores, porque en definitiva yo también
soy un trabajador de los medios. Ahora, esta puja entre
la expresión y los intereses empresariales ha existido siempre.
De hecho, hacia el final de la novela el Tano se ve presionado
a no incluir algo comprometedor en una nota, y esto es algo
habitual. Voy a comentar algo, pero sin ninguna vanidad.
Hace poco me vi impulsado a escribir un decálogo ético para
periodistas. Muchas veces me invitan a charlas para discutir
31

Esta entrevista fue filmada.
Pueden verse algunos fragmentos
destacados en nuestras redes
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sobre las nuevas tecnologías o las redes, y para mí el debate
no pasa por ahí, o por las herramientas, sino por cómo trabajamos.
Yo me referencio mucho en Tomás Eloy Martínez,
que además de excelente periodista era un notable escritor, y
recordé que él escribió un decálogo cuyo primer punto decía:
“El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada
vez que se firma un artículo insuficiente o infiel a la propia
conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo”. Creo
que nos debemos una discusión dura acerca de cuál es la
esencia de nuestro trabajo, cuál es nuestro rol, hasta dónde
llega “la obediencia debida”, hasta dónde se puede aceptar.
–Tanto Gentili, en su función de periodista, como
Casas y Mae Angela, la espiritista, buscan llegar a lo
oculto por diversas vías, revelar algo. ¿Su búsqueda
con la literatura apunta también a descubrir algo que
permanece oculto? Te voy a dar una respuesta de escritor,
no de periodista: no lo sé. Si te contestara como periodista
diría cualquier cosa, porque los periodistas creen saberlo
todo. Como escritor no lo sé, como no sabía hasta recién del
vínculo entre los tres personajes que citás. Está muy bien eso,
no lo había pensado. Yo escribo desde el placer. Me inventé
escritor como me inventé periodista al darme cuenta de que
era un trabajo menos jodido que otros. En cambio, poeta
soy: es mi manera de estar en el mundo. Puedo pasar un año
sin escribir poesía y sigo siendo poeta, pero la narrativa tiene
mucho de decisión. Cuando hago periodismo siento que
trabajo; cuando escribo una novela me divierto.
–Parte importante de la novela transcurre en Pitú, una
favela de Río, y es difícil separar lo que hay de documentación
de la experimentación. ¿Estuvo viviendo
en una favela? No viviendo, pero conozco bastante bien lo
que es la vida allí. Siendo muy joven viví seis meses en Río
de Janeiro, cerca de los poetas brasileños, tengo incluso un
ahijado allí. Zé Cordeiro es un personaje real, un gran amigo
que ahora vive en Rosario. Quería salirme del tema de los
narcos, porque hay un fenómeno ligado a la militarización de
las favelas en base a grupos paramilitares, las milicias, que
no es tan conocido en Argentina. Un tercio de las favelas de
Río están ocupadas por las milicias. Cuando decidí que la
novela se movería en dos locaciones, como se dice en el cine,
me apoyé también en muchos datos que me proporcionaron
amigos periodistas brasileños. Me encantaría ser Gabriel
García Márquez, pero no lo soy, y por tanto me muevo con
los datos que manejo. Sobre todo por lo que ya dije: la novela
se basa en el verosímil.
–Lo que comparte Gentili con los detectives de la novela
negra, tipo Marlowe o Hammet, es su rol de antihéroe.
Incluso el epígrafe de Leonardo Sciascia que abre el libro
es un elogio por las derrotas y los derrotados… Sí, yo
quería que él fuese un perdedor. Es más, después le agregué
ese dolor físico porque no me alcanzaba su dolor existencial.
Quería un personaje que fuera un sufriente, un doliente, no sé
por qué. Será porque yo siempre me siento cerca de los perdedores.
Mi programa de radio se llama La inmensa minoría,
que después de haberlo puesto me enteré de que era el viejo
eslogan del diario Crítica. Sospecho en general de los tipos
que ganan. Sobre todo de los que ganan siempre, no de los que
tienen un golpe de suerte, que eso es legítimo y vale.
–Esa construcción del antihéroe también implica cierta
soledad. El No pidas nada del título invoca un poco
eso y se conecta con el epígrafe de Alejandra Pizarnik:
“Ayúdame a no pedir ayuda”. Es verdad, significa “bancátela
solo”. Muchas veces en el periodismo me he sentido solo,
pero esa soledad también me ha hecho bien, me colocó en un
lugar de outsider que me permitió hacer cosas que de otro
modo no sé si hubiese podido.
–El otro epígrafe de importancia es la frase de Rodolfo
Walsh: “El verdadero cementerio es la memoria”. Es muy
importante, y creo que atraviesa toda la novela. Me sé todo el
Martín Fierro y siempre discutí con esos versos finales que consigno:
“Y aquellos que en esta historia / sospechen que les doy
palo / sepan que olvidar lo malo / también es tener memoria”.
¡Es muy fuerte que nuestro libro nacional concluya diciendo
“olvidar lo malo también es tener memoria”! Entiendo por qué
lo dice, pero creo que merece un debate este concepto
32

Entrevista
tres
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Una cuestión
de actitud
POR Nando Varela Pagliaro
–Antes de ir al libro, quisiera hablar de sus inicios. Es
muy común escuchar que un chico quiera ser futbolista
o artista, pero no es tan habitual que alguien quiera
ser historiador, ¿cómo surgió su vocación? De chico yo
tampoco quería ser historiador, quería ser veterinario porque
estaba muy influenciado por una serie que se llamaba Daktari.
Después, ya en la secundaria, tuve dos profesoras muy
determinantes, una de ellas, muy reaccionaria. Estábamos
en el año 1976 y a mí me pareció increíble que ella pudiera
hacernos pensar, a la vez de cuidarse y cuidarnos en ese
contexto tan tremendo.
–Cuando empezó a estudiar Historia, supongo que
pensaba en un futuro como docente, ¿imaginaba algo de
todo lo que le terminó pasando? Era imposible imaginarlo.
De todos modos, la docencia tiene mucho que ver con el
lugar al que yo llegué, porque la obsesión para que te entiendan
derivó en querer producir material. En mi caso, primero
fueron los manuales y los documentales que hicimos para el
colegio Carlos Pellegrini. Esos documentales me permitieron
tomar contacto con los medios por primera vez. A partir de ahí,
me empezaron a llamar para dar entrevistas y, de a poco, fui
haciéndome un lugar, hasta que finalmente arranqué en Radio
Mitre, en un programa que se llamaba Historia confidencial.
Después vino Canal Siete y, poco tiempo después, publiqué mi
propio libro. Eso me costó mucho porque me rechazaban en
todas las editoriales, hasta que Norma sacó mi primer título,
que fue un éxito. Después, vino Algo habrán hecho, que fue
muy importante en lo que se refiere a la popularidad. El capítulo
inicial salió un lunes y el martes ya era popular. De todos
modos, es una fama linda que me sigue acompañando, que
no resulta invasiva. Por el contrario, siempre se acercan con
mucho respeto, incluso con ciertos tintes surrealistas. Me pasa
que, a veces, salgo un domingo a caminar por el barrio y me
para alguno para preguntarme quién mató a Dorrego.
–Me habla del éxito y pienso en sus padres, ¿ellos
llegaron a vivirlo? Lamentablemente, mi papá no, porque
falleció muy joven. Le hubiera encantado verme. A mi vieja
la perdí este año, así que, por suerte, sí pudo vivirlo. Siempre
estaba en la primera fila de la Feria del Libro. Los dos fueron
muy importantes en mi vida. Ellos fueron los responsables de
que a mí me gusten los libros y la música. Mi casa era muy
musical, siempre estaba llena de artistas, músicos y pintores.
Eso influyó muchísimo en mi vida.
–¿Sus padres trabajaban en el ámbito cultural? Sí, mi
papá fue gerente de SADAIC (Sociedad Argentina de Autores
y Compositores de Música) en dos ciudades de la provincia
de Buenos Aires y una de Córdoba. De esos años, la época
más interesante que recuerdo es la que vivimos en Azul. Allí,
a la vez de ser gerente de SADAIC, fue nombrado Secretario
de Cultura. En Azul hizo un gran trabajo cultural y llevó a
gente de primer nivel. Lo bueno de eso es que, después de los
conciertos, los músicos venían a comer a mi casa. Así conocí a
Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Falú, Cafrune,
a todo el mundo. Recuerdo haberme quedado escuchando
anécdotas hasta la madrugada. A decir verdad, fue mi primer
contacto con la historia y con los grandes narradores. Antes, la
gente narraba más, era una narrativa sin apuros y sin celulares,
lo que hacía que se escuchara con mucha más atención.
–Vayamos a La vida por la Ppatria. En el prólogo dice
que, a doscientos años de su muerte, la figura de Mariano
Moreno todavía sigue incomodando. ¿Por qué cree
que incomoda? En la primera frase que pongo de él, ya te das
cuenta qué es lo que incomoda. Por ejemplo, cuando dice que
un gobierno no puede defraudar a los ciudadanos, no puede
FELIPE PIGNA acaba de publicar La vida por la Patria, un libro en el que recorre
la vida y obra de MARIANO MORENO para desentrañar los mitos y los debates en
torno a su figura. En esta entrevista con el historiador más popular de nuestro país,
hablamos del minucioso trabajo de investigación que hay detrás de la biografía del
secretario de la Junta, del lugar que ocupa la historia de acuerdo con la ideología
política y de cómo cambió la metodología de enseñanza a partir de sus libros
34

obar ni mentir y tiene que estar al servicio; que es bueno que
la gente piense que un gobierno debe obrar bien, pero es más
importante que sepa que nunca debe obrar mal. Todo esto
puede sonar ingenuo, pero, cuando lo dijo, estaba fundando
una patria, hablaba con un cuaderno en blanco. La incomodidad
también tiene que ver con sus escritos de 1810 en La
Gaceta, que tienen una vigencia tremenda. Por ejemplo, cuando
habla de la justicia, de la corrupción, de la doble cara de un
funcionario público y de todas esas cosas que pasaron y siguen
pasando. No es casual que Moreno no tenga ninguna fecha en
el calendario oficial. Ni su nacimiento, el 23 de septiembre, ni
su muerte, el 4 de marzo, son feriados. No se lo recuerda.
–De algún modo se lo recuerda el Día del Periodista. El
Día del Periodista se habla un poco de Rodolfo Walsh y algo
de Moreno, pero muy poco. Te dicen que fue el secretario de la
Junta, pero no que fue el fundador de la jurisprudencia en Argentina,
porque fue el primer abogado que empezó a plantear la
necesidad de un nuevo derecho, distinto del Derecho Colonial.
–Los argentinos tenemos un gran afán reduccionista
que nos lleva a encasillar a nuestros próceres con algunos
hechos puntuales. Por ejemplo, salimos de la escuela
repitiendo como loros que Sarmiento es el padre del
aula, que Belgrano creó la bandera y que San Martín
cruzó los Andes. Con Moreno, en cambio, ni siquiera
podemos aplicar ese reduccionismo “berreta”. ¿Por qué
piensa que pasa eso con su figura? Como mucho, se dice
que es el padre del periodismo. Pero, sí, estoy de acuerdo.
Creo que eso pasa porque él no es un militar y su capital está
en el intelecto. Ya lo sabemos, el intelecto nunca tuvo, ni tiene,
buena prensa, sino que, más bien, genera desconfianza. Ahí tal
vez está la clave de por qué no se le asigna ninguna paternidad.
Además, se reduce al personaje solo a ese rol. Ese razonamiento
proviene de pensar que la historia está destinada a los niños
y a los adolescentes y como algunos adultos suponen que los
chicos son seres inferiores, que no están en condiciones de
comprender el conflicto o los procesos, mejor se les cuenta una
cosa a la vez. No digamos que Rivadavia y San Martín eran
enemigos o que Mitre y Sarmiento se peleaban, porque
no lo van a entender, mientras que un chico de hoy, que ve
seiscientos personajes japoneses, entiende el conflicto, las
diferencias y las antinomias perfectamente.
–Me acuerdo de la canción de los Cadillacs que dice
que en la escuela solo nos enseñan a memorizar fechas
de batallas. ¿No cree que, a partir de sus libros, cambió
la metodología? Está cambiando y es cierto que hay una
demanda distinta. También hay más padres que se interesan
por lo que les enseñan a los hijos. Ya es imposible que en una
escuela les enseñen que Colón descubrió América en esos
términos. Es de una falsedad que no pide aclaraciones. Hemos
avanzado y eso me da mucha alegría. En los colegios se
trabaja mucho con mis historietas. Hace poco estuve en Independiente.
Había un montón de pibes que, cuando llegué,
me empezaron a gritar: “Felipe, Felipe”. Yo no lo podía creer.
Me emocioné tanto que no podía ni hablar. Todo esto tiene
mucho que ver con las maestras y con el hartazgo de una forma
de enseñar la historia que es mentirosa y aburrida. Como
bien cantan Los Fabulosos Cadillacs a quién le importa la
fecha de una batalla si esa batalla no significa nada. Si vos
me decís San Lorenzo y no sabés qué pasó, de poco te sirve
saber una fecha. Sí es importante que un chico reconozca un
proceso histórico, que tenga algunos datos memorizados. Una
mínima ubicación histórico-temporal siempre es necesaria.
–Volvamos a la figura de Moreno, ¿piensa que el progresismo
y la izquierda de algún modo están en deuda
con él? La izquierda siempre lo reivindicó parcialmente.
Quizás algún sector de la izquierda peronista no lo ha leído
bien. Otros sectores, más bien de la derecha peronista, lo
interpretaron como a un agente inglés, como el autor de La
representación de los hacendados, que leen muy parcialmente,
como un alegato por el libre comercio, cuando en realidad
es un alegato por la libre exportación de nuestros productos.
–Y el famoso Plan de operaciones, que tantas polémicas
suscitó, ¿resulta que era apócrifo? En el libro dejo en claro
que el Plan de operaciones es falso. A partir de un libro que se
llama El cementerio de la magdalena, se comprueba que hay
hojas enteras que están tomadas de ahí y que justamente son las
peores partes, en las que se habla de cortar cabezas y verter ríos
de sangre. Eso claramente no lo escribió Moreno, sino que es
un engendro del año 1814, hecho por Álvarez De Toledo, un
espía español al servicio de Portugal. El objetivo era que ese documento
les sirviera para justificar que en América gobernaban
los salvajes. Para algunos es una decepción que Moreno no lo
haya escrito y para otros es la confirmación de una sospecha que
tuvo muy tempranamente el historiador Ricardo Levene.
–Su libro se llama La vida por la Patria, ¿hoy existen
políticos que estén dispuestos a dejarlo todo? No creo
que queden muchos. Estamos asistiendo a un momento de
mucha pobreza y de mucho ego. Lo que uno menos ve, en
los llamados debates políticos, son propuestas. Lo único que
hay son puros carpetazos, una recurrencia obsesiva al pasado,
pero no al buen pasado, sino a los prontuarios del adversario.
–Pienso en Moreno y en su plan de lectura para formarse.
El compromiso intelectual, ¿también se perdió? Yo
creo que sí. Lo que quiero remarcar en el libro es la importancia
del pensamiento que precede a la acción: cómo se sentía
un político que tenía que prepararse para actuar. Esto se repite
en Belgrano y en San Martín, quienes, antes de hacer nada,
leyeron y se prepararon muchísimo. Hoy la pobreza de los debates
es terrible. Nunca vas a escuchar a un político argentino
hacer citas. La última que recuerdo, muy desafortunada, es
la de Carlos Menem, cuando dijo que había leído las obras
completas de Sócrates. Como ciudadanos deberíamos exigir
que el político se forme. A veces se les hacen preguntas muy
básicas y no son capaces de responder. El otro día hablaba con
un colega de Estados Unidos, quien me decía que estaba muy
asombrado porque el argentino medio supera ampliamente
al político medio; que las conversaciones del argentino medio
estaban muy por encima de las conversaciones de la clase política.
Eso habla muy mal de nosotros, los votantes.
–Lo escucho hablar y pienso que son muchos los historiadores,
Mitre, Sarmiento, que se involucraron en la
política, ¿se ve como político? La verdad que no es una
opción. Mi forma de hacer política no es partidaria, sino que
hago política desde la historia, en el sentido de abrirle la cabeza
a la gente. Tengo muchos años de docencia y el momento
de mayor felicidad para un docente es cuando ve que el
otro elabora conceptos propios. Yo detesto la bajada de línea
y el ego halagado de creer que el otro dice y piensa lo mismo
que uno. La felicidad del docente de alma, como es mi caso,
está en ver que el otro piensa.
–Dice que hace política desde la historia. Según la ideología,
¿cambia el lugar en el que se coloca a la historia?
Por supuesto, porque la historia es una ciencia completamente
subjetiva. Eso no está mal en la medida que el lector sepa que
los historiadores subjetivamos. Subjetivar no quiere decir ninguna
operación maléfica, sino que lógicamente la aprensión de
un documento tiende a una interpretación que es personal y
única de cada historiador. Yo creo que la desconfianza no tiene
que estar en los que decimos que tenemos abiertamente una
mirada determinada de la historia, sino en aquellos soberbios
que se proclaman imparciales. Esa soberbia no le corresponde
ni siquiera a los jueces, porque está demostrado, particularmente
en la Argentina, que los jueces de imparciales no tienen
nada. Lo que hay que exigir a los historiadores y a todo el
mundo es honestidad: no andar escondiendo bajo la alfombra
lo que no conviene. El ejemplo que siempre doy es mi libro sobre
el peronismo; el que lo lea, se va a dar cuenta de que está
puesto todo lo que tiene que ver con el peronismo; lo malo y lo
bueno. Poner solo lo que me conviene sería defraudarme a mí
mismo y hacer una muy mala praxis histórica.
–Con respecto al lugar en el que se coloca a la historia;
¿cree que cambió en algo del gobierno anterior al actual?
No tiene que ver solamente con el gobierno, que quizás
propició un cierto relato de la historia que suponía que le era
funcional y no le sirvió de mucho en términos electorales. No
armó una didáctica para hacerle entender a la gente que lo
que tenía era porque se habían creado políticas favorables.
La respuesta está en que la gente terminó pensando que lo
que obtuvo en esos años fue por mérito propio. Ahí hubo un
error de comunicación de pasado y presente. Esto también
tiene que ver con un momento del mundo en el que la historia
también maduró muchísimo. La historia no puede contarse sin
el contexto, como tampoco puede contarse sin el cine, sin la
música, sin el teatro ni la literatura. La historia fáctica murió.
El libro que cuenta una asociación de hechos sin conceptualizar,
sin los imaginarios sociales de cada momento, ya no existe.
La construcción de un pensamiento muchas veces tiene más
que ver con la cultura que con la política.
–Cuando escucha a algunos periodistas decir que están
hartos de la dictadura, hartos de revisar el pasado; ¿qué
le pasa? A mí no me pasa nada, porque creo que son pataleos.
¿Qué quiere decir estar harto de la dictadura? La sociedad
argentina demuestra y demostró, cuando ocurrió lo del 2x1, que
no quiere saber nada con terminar con el pasado y decretar la
impunidad. Aun en un panorama político muy adverso, en un
gobierno que no propicia para nada ni la justicia con los represores
ni la memoria histórica, la gente igual salió a la calle. Y
seguramente muchos de los que estaban en esa plaza votaron a
Mauricio Macri, pero le dijeron que no al 2x1. Más allá de los
pataleos interesados e histéricos, debidos a una cuestión publicitaria
de cierto negacionismo esnob, para la sociedad argentina el
tema de los derechos humanos siempre va a estar en agenda
36 37

Entrevista
cuatro
“Me indigna que haya
trascendido el disfraz
y no la forma”
SEBASTIÁN DE CARO habla de su cuarta novela, La flor más falsa del mundo,
de los medios y de su participación radial en Una casa con diez chinos
POR Nando Varela Pagliaro
En los años 90 se hizo conocido por el programa Montaña
rusa. Desde entonces, su carrera lo ha llevado por la televisión,
la radio, el cine y la literatura. Como director, debutó a los 23
años con Rockabilly, luego vendrían Vacaciones en la tierra,
De noche van a tu cuarto, Recortadas y 20.000 besos. En tele,
además de la tira adolescente y de su recordado paso como
panelista de Gran Hermano, participó junto a Gastón Pauls
de la serie Todos contra Juan. Si bien la literaria es tal vez su
faceta menos conocida, ya lleva publicados cuatro libros: Doméstico
(2007), Mi método. 12 estrategias para seducir (2010),
Las nuevas aventuras de un biólogo recién recibido (2013) y,
el reciente, La flor más falsa del mundo (2017). Actualmente
conduce Una casa con diez chinos en las mañanas de FM Vorterix
y prepara el rodaje de dos nuevas películas.
–Empecemos hablando del libro, ¿cómo fue el proceso
de escritura? El libro sucedió a una novela que había hecho
para la misma editorial. Cuando entregué ese libro, seguí en
contacto con el editor, en aquel entonces Marcelo Panozzo,
que me dijo que quería que hiciera otra novela, un poco
más larga. Le conté una idea que tenía, una idea muy básica
que tenía que ver con los detectives aficionados, pero en un
contexto de redes sociales, de la paranoia que genera el mundo
virtual. La idea gustó y así fue como empecé a trabajar en
La flor más falsa del mundo. El proceso de escritura me llevó
casi dos años, por las noches, en el mismo lugar, en jornadas
de entre dos y tres horas. Fue bastante angustiante escribirla
porque, una de las situaciones que ocurre en la trama, me ha
tocado de cerca. Por eso, me costaba entrar en ese mundo,
no era para nada luminoso.
–Decía que las redes sociales generan cada vez más paranoia.
En el libro ocupan un lugar central, ¿usted cómo
se lleva con las redes? Como consumidor, las redes son el
lugar en el que me entero acerca de lo último que hicieron los
artistas que admiro; es un lugar muy valioso, pero, yendo a lo
personal o a lo micro, debería decir que por culpa de las redes
sociales perdí muchos amigos. Si uno quiere ser justo con uno
y con los que depositan afecto y confianza en uno, me fue
inevitable tener que cortar algunos lazos que eran totalmente
artificiales y que estaban viciados de conectividad.
–La pérdida de estos amigos, ¿tuvo que ver con lo ideológico?
Ojalá pudiera hablar de algo más profundo o más serio
como lo es un pensamiento político. Esto tiene que ver con
otra cosa. Hay una ilusión que generan las redes sociales, sobre
todo Twitter, que es una ilusión de conectividad total; le puedo
escribir algo a Savater y a mi vecino. No estoy haciendo un
juicio de valor, sino hablo de la distancia que tengo con Savater
y no con mi vecino. Me parece que eso es un peligro enorme
y empezó a crear unas microsociedades que replicaban lo peor
de los medios, que es la exclusión y la cuestión piramidal. Era
angustiante ver cómo esa droga virtual, que es el capital simbólico,
se volvía una especie de paco online.
–¿Estas relaciones que perdió eran previas a las redes
o las conoció allí? Ahí empieza la gran ilusión de ese esce-
nario virtual, los vínculos exagerados, la pornografía emocional.
Todo eso me parece siniestro. Es un camino sin retorno
hacia la deshumanización. “¿Vos sos amigo de tal? Lo odio”.
Y odian con una furia como si el otro le hubiera robado a la
novia. Es algo muy enfermo de virtualidad. No es por falta
de educación en términos institucionales, no es exclusión
del sistema y resentimiento financiero, es gente que tiene
un trabajo, que tiene obra social, pero se pasa gran parte del
día odiando, atomizando, atacando, bullyando, persiguiendo,
ridiculizando y después, cuando te encaran, te dicen que
estaban jodiendo.
–¿Cree que esto pasa en todas las redes o el odio se
ve mucho más en Twitter? La cosa es así, son tres pasos;
twittero, twittero que a través de agresiones consigue 10.000
seguidores y, a partir de eso, chau, se echó a perder. Sabe que
la carne que le pide la máquina es insulto o ambigüedad, porque
hay que darle de comer al bicho para que crezca. Entonces,
pasa al estadio tres; de algún lugar, un medio, una revista,
un festival, lo llaman a trabajar y ahí empieza a tirar rebajes.
Entonces, de repente ese tipo que era el rey de la ironía, el
campeón del cinismo, un maestro con una foto de un burro y
una biografía que dice “fernetero burro, aguante Belgrano de
Córdoba”, se convierte en otra cosa y dice “no, era una joda”.
Ya vi a un montón así, son todos parte de la intelligentsia, están
a un grado mío, son conocidos de ex amigos, los vi, les conozco
la cara. Con toda esa angustia que a mí me provoca la deshumanización,
Dick y Borges se harían un festín porque es la
realidad suplantada por el simulacro en un nivel que jamás vi.
–Y su relación con el tiempo y las redes, ¿cómo es? A
mí las redes me dan más de lo que me sacan, porque sigo a
gente que brinda contenido, a personas que admiro mucho.
Me entero de discos que van a salir y me interesan, o qué
películas se van a estrenar; para mí es totalmente útil.
–Pero en tiempos de redes sociales, ¿se podrían haber
escrito obras como En busca del tiempo perdido? En
ese sentido confío un poco más en el genio. Cuando digo el
genio, no digo alguien genial, sino que me refiero a lo que tenemos
todos. Los escritores escriben todos los días de su vida
y viven como escritores; los directores de cine viven como
directores, un médico vive como médico, aunque esté todo el
día en Facebook.
–Y en su caso, ¿cómo se definiría, vive como director
de cine o como escritor? Yo me considero un narrador.
Trabajo en la radio, trabajo dando clases; pero naturalmente
tengo la necesidad de inventar historias y narrarlas. ¿En qué
soporte? Idealmente en cine. Igual descubrí algo con La flor
más falsa del mundo que no me había pasado con los anteriores
libros: siento que hay cosas mías como nunca, ahí está
la velocidad de tu pensamiento. De algún modo, es el medio
ideal, incluso es mucho mejor que cuando hablo en la radio,
porque está pensado y organizado.
–En el libro nombra a Londa, esta red social ficticia, y
dice que es la red que viene a destronar a Facebook.
39

¿Cree que es posible destronar a Facebook? La novela
en ese sentido juega con un concepto ucrónico establecido
entre Facebook y Twitter, por eso no hay referencias a los
tiempos y algún lector detectivesco me comentó que no se
entendía en qué año estaba sucediendo. La falta de información
temporal está trabajada. Si la novela tuviera un género,
creo que sería ciencia ficción. La idea era que haya una red
social que más que destronar a Facebook propusiera algo
así como que ya no vas a tener que pensar tanto en qué o a
quién conocer, porque te va a ir sugiriendo un algoritmo de
sociabilización, de lugares de consumo cultural.
–En el libro este algoritmo está basado en la tríada de
referentes propuestos por el usuario. ¿Cuál sería su
tríada? No me lo pregunté porque, de hecho, cuando pensaba
los perfiles Londa de los personajes y qué hubiera elegido
cada uno, decidí que era mejor no mencionarlo porque
quiero que el lector se imagine cuáles son. Yo hoy pondría
a Chuck Jones, creador del universo Warner, Joe Strummer,
líder de los Clash, y a Fontanarrosa.
–Cuando empezó a escribir el libro, ¿tenía en mente a
un lector? Siempre pienso en un lector ideal que encuentra
el libro y siente que todo lo que quería decir alguien lo dijo o
lo hizo sentir acompañado. No pienso en un prototipo, sino
que pienso en alguien al que le va a llegar.
–Casciari dice que prefiere que lo lea el lector común
al crítico de La Nación. Si tuviera que elegir, ¿quién
prefiere que lo lea? No soy clasista para ninguno de los
dos lados. Me gustaría que me lea un profesor de filosofía,
un crítico literario consumado y exigente, un escritor o una
enfermera. No tengo una fantasía del lector, la única fantasía
que tengo es el punto emocional en donde lo afecte.
–Para alguien como usted, que tiene cierta popularidad,
¿cuáles son los pros y los contras de querer llevar
adelante una carrera literaria? Los pros son que evidentemente
conduzco un programa de radio, tengo cierta llegada
y he llenado algunos teatros. Es decir, hace veinte años que
trabajo solo de esto y tengo un público potencial; eso es lo
bueno que puede ver la editorial. Lo malo tiene que ver con
los prejuicios; ¿cuánta seriedad tendrá el libro?, ¿será un
robo? La editorial me da una contención enorme al ponerme
en el lugar en el que estoy. Además, como el libro está hecho
de modo muy honesto, los prejuicios se derrumban un poco.
Puede que algunos piensen este es el tipo que actuó en Todos
contra Juan y ahora escribe un libro.
–Alguna vez dijo que, si pudiera, trabajarías solo en
cine, sin embargo, se lo ve cómodo haciendo varias
cosas a la vez, ¿es así? Si pudiera vivir de escribir, no me
ven nunca más.
–¿En serio? ¿Y qué lugar ocupa la radio? La radio me
encanta y la propuesta de Mario (Pergolini) me pareció
espectacular, una oportunidad increíble, caída del cielo
literalmente. Pero, si pudiera elegir me encantaría hacer novelas,
cada dos años, poder viajar mucho más y no estar atado
al día a día, con un horario. Lo otro me parece directamente
el paraíso y sueño con poder hacerlo en algún momento.
–Ocupar la franja de Pergolini en su radio, ¿le significó
algún peso? Si, claro. Imaginate que él está en el horario
anterior de la mañana y que tengo en la misma silla, literalmente,
al personaje que inventó este género, que es la FM
argentina de público juvenil, de rock y música.
–Habla de público juvenil y Pergolini se la pasa
diciendo que esa franja ya no escucha radio. Se ha
escrito mucho sobre el final de los diarios, incluso de
los libros. ¿Piensa que se puede llegar a hablar del
final de la radio? Sí, Mario lo dice todo el tiempo. El final
del cine también, porque está en un momento de crisis muy
grande como lenguaje. Lo dijo Philip Roth en una nota; no
solamente van a desaparecer los libros, sino que también los
lectores. Los espectadores de cine también van a desaparecer,
porque el lenguaje se está invisibilizando. Lo que se está
haciendo presente son las tramas y estas no son el lenguaje.
La literatura tiene algo muy lindo y es que se hace muy cargo
de lo formal. Los escritores son el estilo, no sus tramas; la
diferencia entre un escritor y otro es el estilo. Por eso mismo
la relación con un lector, de alguien que viene con tu libro
en la mano, es muy noble porque ese tipo te dedicó tiempo,
a ese tipo no le caíste en un programa de tele contando una
anécdota, sino que ese tipo se sentó y estuvo con vos y tu
cabeza un rato. El lector es un tipo que ha trabajado.
–Antes mencionó a Todos contra Juan. En la tele de
hoy, ¿es posible un programa como ese? Yo creo que en
la tele de hoy no es posible nada, aunque suene apocalíptico.
En el cine tampoco. ¿Cómo volver a la magia y al espacio
mítico que tiene que ocupar la poesía, la figura poética a nivel
aristotélico, los mitos que nos hacen crecer? Es muy difícil si
está tan bastardeado y creo que el cine-industria está haciendo
mucho para alejar a la gente del cine lenguaje.
–¿Qué puede hacer alguien que está en un lugar como
el suyo para tratar de que eso no pase? Amargarse y
transmitir la amargura, lo que no es muy útil. Yo amo el
cine, tengo tatuado a Hitchcock en el brazo; me preparé,
estudié, y mi sueño es tener una filmografía humilde, pero
me doy cuenta de que está en crisis y no puedo negarlo. No
puedo ser tan ególatra de decir que, igual, puedo hacer una
película. Hay que entender el contexto y el marco en el que
estamos. Por eso fue un alivio encarar esta novela.
–Dijo en una nota que no podría contar una historia
de Lugano I y II. Guillermo Martínez dice que en los
escritores argentinos siempre hay cierta necesidad de
contar lo marginal, que las clases medias no convocan.
¿Esa postura tiene que ver con cierto “caretaje”? Hay
una corrección política, que me molesta, que implica suponer
que hay que acompañar, cuidar y proteger la historia de lo
marginal. De hecho, hay algún realizador que siempre baja
una línea de “nosotros contamos nuestras historias y quieren
que seamos invisibles”, y mis amigos y yo también nos
sentimos invisibles para la sociedad. Yo también siento que
estoy excluido, maltratado. No yo, Sebastián de Caro, sino
mi grupo, al que veo golpeado, al margen. Tampoco convoca
que la guita lleva a otra cosa. Y mis historias por ahí suceden
en Palermo y Villa Crespo, y va a ser siempre así porque me
parecería una falta de respeto especular con “voy a hacer una
que pase en Mataderos”. Yo sería una especie de farsante si
escribiera sobre el conurbano; mi pueblo es este pueblo, yo
soy de Villa Crespo de toda la vida y viví en cinco barrios que
están pegados. Mi mundo es muy pequeño, pero en él trato
de que suceda todo y termina siendo un no lugar.
–Leí que dijo que hoy los pibes de 18 años ya no sueñan
con ser estrellas de rock, sino con presentar un
Power Point con la idea de un jabón, ¿realmente es
así? Sueñan con vivir como una estrella de rock sin lo que
implica serlo; se disfrazan de una estrella de rock. Los bares
a veces están habitados por gente que come empanadas en
frascos, van a la feria Masticar y andan disfrazados como si
fueran Dante Spinetta o Santiago Motorizado, que
son artistas. Me indigna un poco que lo que haya trascendido
sea el disfraz y no la forma. Tanto en el caso de Santiago
como el de Dante, son gente muy comprometida, no son
disfraces, son artistas. Cuando yo era chico, un publicista
era gente de un banco, no era Pixar. Y ahora te venden que
tienen reuniones, y para mí venden jabón en polvo y están
disfrazados como si fueran Sid Vicious. A mí me parece un
trabajo digno y lo he hecho, pero aflojemos la mano porque
ahora todo es arte. El arte se degrada y lo único que queda
en pie es el dinero. Lo único que no se puede aparentar es
ser millonario, todo lo demás se puede aparentar. Después,
lo dan vuelta y te dicen “qué exigente” y yo planteo que nos
sentemos los dos en una esquina a aparentar que somos
millonarios y vamos a ver cómo la sociedad nos aclara rápidamente
que no lo somos.
–Habla de ser millonarios, ¿qué lugar le da a la plata?
Es la posibilidad de comprarme todas las cosas que quiero,
un medio, nunca un fin. Para mí te salva pensar así porque
tenés menos guita, pero no te agarran nunca, porque no le
debés tanto a nadie. Hay una libertad muy grande en no ser
millonario, porque el sistema quiere que queramos serlo; es
el único norte de reconocimiento posible. Sacás un libro y lo
primero que te preguntan es cuánto vendió o si vas a hacer la
película. Nadie va a decir me gustó, es demasiado romántico,
es medio triste.
–Por último, una pregunta que suelo hacer bastante,
¿cuándo siente que tuvo un día productivo? El día que
escucho una buena historia que me cuente cualquiera; una
buena historia de amor, de vida, una buena historia mítica,
de un dato. Odio las curiosidades, los comunicadores
de curiosidades, odio la trivia, el lugar común, me parece
reduccionista. Toda la gente tiene historias y son fascinantes,
hay gente que tiene una manera atrapante de narrar su vida y
esa es la gente que más admiro. Los buenos narradores de la
vida, la gente sin formación que narra bien, mejora el mundo
a cada segundo porque hace ver esa función poética de hacer
apasionante todo; esa gente te reconcilia con la vida
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41

Tema de tapa
tres
SIN
MOLDES
Lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, travestis, intersexuales, queers, gender fluid, pan, antro,
demi o asexuales, son algunas de las clasificaciones que existen, pero aún falta mucho por recorrer
POR Agustina Zabaljáuregui
La humanidad se fue clasificando a sí misma en normas o
generalidades, siendo extraño o irregular quien se encontrase
fuera de esos márgenes. Poco a poco, al menos en lo que al
género y a la sexualidad respecta, se fue logrando que quien se
hallara fuera de la norma pudiese cambiar la regla sin ser percibido
como alguien distinto sino como un individuo dentro de
un nuevo grupo. El binarismo de género, aquella construcción
social que categoriza de manera dicotómica la realidad humana
en masculino y femenino, está cuestionado desde hace unos
años y así muchos se permitieron buscar su propia identidad
sin intentar encajar en un molde preestablecido. Seguramente
las distintas identidades sexuales existieron desde siempre,
aunque muchas no tuvieran nombre, visibilidad ni derechos.
Lo cierto es que aún queda muchísimo camino por recorrer, todavía
existen lugares en el mundo donde tener otra preferencia
sexual o identidad de género es un delito. Sin embargo, desde
los años 70 hasta la actualidad existió un gran avance en todos
los terrenos, incluso en los más arduos como el de la mentalidad
humana. El recorrido fue espinoso. Pensar la identidad
sexual fuera del binarismo de género fue una lucha de un gran
sector de la sociedad que sentía que ese molde lo dejaba afuera.
El movimiento LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero
e intersexuales, queers) nace en 1969 en el marco de
una protesta contra el acoso por parte de la policía a homosexuales
y trans, luego de violentos disturbios ocurridos en
un bar neoyorquino llamado Stonewall Inc. Si bien existieron
otros movimientos a lo largo de la historia en distintas partes
del mundo, a partir de este hecho se luchó activamente desde
el lugar del orgullo de la propia homosexualidad. El fin de la
prohibición llevó a consolidar una cultura y hasta un mercado
propio que no dejaba de crecer. Desde bares hasta servicios
turísticos, ser gay repentinamente se convirtió en algo funcional
al capitalismo. Particularmente, porque había un gran
sector sin hijos y de altos ingresos.
Se creó así una identidad homosexual donde “salir del clóset”,
en los ámbitos sociales particulares de cada uno, se convirtió
en un aspecto fundamental de esa identidad. A su vez, la
aparición del SIDA recrudeció tanto la lucha por los derechos
gays como la discriminación contra ellos. Tal es así que, en sus
primeros años de existencia, se lo llamaba el cáncer gay y tener
la enfermedad era sinónimo de homosexualidad. Desde la
negación de fondos hasta la falta de campañas públicas de prevención,
se percibía un discurso estigmatizante, en las políticas
públicas, para con la comunidad homosexual.
De todas formas, el gay masculino y el femenino fueron aceptados
lentamente dentro de ese molde binario. Lo mismo ocurrió
con las lesbianas pero en menor medida. Mientras aquellos
roles siguieran vigentes, aunque ocupados por nuevos actores,
la sociedad podría asimilarlos como una parte propia. Incluso
se aceptó la condición gay o heterosexual como un nuevo
molde que acompañaba al clásico masculino o femenino. Pero
la idea de la normalidad es cruel y, así como incluyó a algunos
dentro de ella, dejó a muchos fuera. Transexuales, transformistas,
intersexuales y todo aquel que no formara parte de esos
cánones se recluyeron en bares y lugares de encuentro donde
se gestó una subcultura: un espacio de resistencia dentro de la
resistencia. Así surgió el movimiento queer, como consecuencia
de una doble exclusión social, que ahora también incluía dentro
de los discriminadores a una porción de la comunidad gay, que
estaba dentro del círculo social de los aceptados y no querían
perder ese terreno ganado. Por eso, HIV positivos, transexuales,
travestis, transformistas, intersexuales, homosexuales negros
o chicanos, aquellos más marginados dentro de los marginados,
se reapropiaron del concepto queer, cuyo equivalente en
español sería raro o torcido, un término que siempre había sido
despectivo y que se volvió positivo a partir de este proceso.
Ese germen pronto se convirtió en una corriente de pensamiento
de género que tuvo a Judith Butler como una de
las cabezas principales que aportaron conceptos innovadores.
Especialmente para el feminismo que también se había
desarrollado dentro del binarismo de género. Judith Butler
sostiene que la orientación e identidad sexuales, junto con la
expresión de género, son una construcción social, histórica y
cultural, que está modelada a la medida de un poder hegemónico
heterocentrado y patriarcal.
Por eso el fin del pensamiento queer es terminar con las dicotomías
de género y sexualidad, borrando las líneas que separan las
identidades fijas. No formar la identidad a partir de la orientación
sexual como ocurrió en los comienzos del movimiento gay,
sino entender esta necesidad de clasificación como construcción
del ser “normal” (hombre, blanco, rico, etc.) para ordenar
y dominar lo que está fuera de su identidad. Salir de ese molde
es crear roles de género, identidades y orientaciones sexuales
cambiantes, múltiples, móviles y sobre todo, no binarias.
Esta forma de pensar abrió el juego para muchos que sufrían
la obligación de definirse con alguna de todas las letras de la
sigla LGBTIQ. Aunque gran parte del postulado queer aún
sigue siendo una utopía, hubo un gran surgimiento de preferencias
sexuales o identidades de género que se encontraban
en el gris de las definiciones, a pesar de que todas implican
clasificaciones. El género fluido o gender fluid propone la no
identificación con un solo género, sino la posibilidad de sentirse
mujer u hombre en distintas etapas de la vida o vivir en
una indefinición, vistiendo y actuando como ambos géneros.
Los pensamientos de la teoría queer que borronean los márgenes
genéricos fueron de especial ayuda para los intersexuales,
aquellos que nacieron con ambos géneros o en un punto
entre medio de ellos. La intersexualidad no tiene que ver con
una percepción sobre su propio género, sino con una realidad
anatómica. Las opciones son múltiples, algunos nacen con genitales
femeninos pero tienen testículos por dentro, otros tienen
a la vista ambos genitales o una combinación de ellos. El
mayor problema que enfrenta esta minoría es la imposibilidad
de decidir su género ya que al nacer, si la intersexualidad
se manifiesta en sus genitales externos, sus padres deciden
por él o ella y lo someten a una operación para que encaje
en el molde que otros eligieron. Generalmente esto suele
devenir en crisis ya sea de identidad al entrar a la pubertad o
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de disfunción sexual en la adolescencia por las secuelas que
pueden traer esos procedimientos.
La teoría queer y el activismo de género lograron expandir la
mente y hoy muchísimos padres crían a sus hijos intersexuales
sin adoptar un género definido hasta que ellos tengan la
edad de decidir, o no, su condición de masculino o femenino.
A medida que el pensamiento de género fue avanzando también
lo hizo la aceptación social sobre el tema. Otras preferencias
sexuales e identidades se animaron a pensarse y asumirse
como tales. Una de ellas es la pansexualidad, una orientación
que se caracteriza por la atracción sentimental, romántica o
sexual hacia otra persona sin importar su género. Esta es, tal
vez, la orientación sexual más flexible de todas, que supera a la
bisexualidad porque incluye identidades no binarias, como transexuales
o intersexuales. La antrosexualidad es similar, porque
permite sentir atracción por distintos géneros. La diferencia con
la pansexualidad es que no se asumen dentro de ninguna orientación
sexual, porque dicen no saber cuál es su preferencia.
En el otro extremo se encuentran los asexuales, que también
se han asumido como tales con el tiempo a pesar de que
siempre existieron. Estos no sienten atracción sexual por ningún
género. Sin embargo, pueden tener relaciones de pareja
a pesar de no sentir deseo. Desde el 2001 los asexuales cuentan
con una organización propia, la Red para la educación y
visibilidad de la asexualidad (AVEN, por su sigla en inglés),
que tiene, entre otros objetivos, ser un punto de encuentro
para la comunidad y lograr su aceptación en la sociedad.
Esta organización ha acuñado el término para una nueva
orientación sexual llamada demisexualidad, que se refiere a
quienes sienten atracción por personas con las que antes han
desarrollado lazos emocionales. Esta orientación invierte las
etapas de una relación convencional, empezando por el amor
y dejando la atracción física y sexual como último paso. El
demisexual puede ser hetero, homo o bisexual.
Existe una corriente trans que critica el pensamiento queer y lo
acusa de haberse apropiado de su movimiento para convertirlo
en postulados teóricos complejos e inaccesibles para la mayoría
de los miembros de ese colectivo. Lo cierto es que los trans
siempre estuvieron más expuestos, en primer lugar, porque su
diferencia con la supuesta normalidad heteropatriarcal está a la
vista de todos. Su aceptación todavía está muy lejos de igualar
a la de otros grupos dentro del colectivo LGBTIQ. Un ejemplo
de esto es que la Organización Mundial de la Salud aún
conserva la transexualidad en su Clasificación Internacional de
Enfermedades. Apenas cambiará su epígrafe a: “Condiciones
relativas a la salud sexual” en la modificación que entrará en
vigencia el año próximo. La homosexualidad fue sacada de esa
lista en 1990. Una de las razones por las que lo trans parece
ser tan difícil de aceptar aún puede tener que ver con el hecho
de que, en la construcción de sus identidades, hay una doble
trasgresión al molde binario que nos clasifica ya que pueden
tener otra orientación sexual además de otro género, es decir,
un trans puede haber nacido hombre y transicionar a mujer o
viceversa y a la vez puede ser heterosexual o gay. Por ejemplo,
los hermanos Wachowski, directores de la saga Matrix, son,
hoy, Lana y Lily Wachowski. A pesar de haber cambiado de
género siguieron siendo heterosexuales y ambos
La última Cena de Folsom Street Fair
continuaron con las mujeres que los acompañaban antes del
cambio. Las exitosas cineastas son transexuales, es decir, que
las dos se sometieron a las intervenciones quirúrgicas correspondientes
para cambiar sus órganos sexuales externos.
Pero el mundo trans sigue resistiendo y cada vez logra adquirir
más visibilidad. Este grupo es complejo y los transexuales son
solo una porción del mismo. También forman parte de él los
transgénero, aquellos que cambian su apariencia física, su estilo
de vida y forma de vestir al género opuesto pero no se someten
a ninguna operación ni a un tratamiento hormonal. Además
están los travestis, aquellos que se visten y adquieren un aspecto
distinto al de su sexo asignado. Este comportamiento no implica
el querer pertenecer al género opuesto, es decir, toma otro rol
sexual pero no otra identidad. Forman parte también del grupo
trans los dragqueens y dragkings, hombres en el primer caso o
mujeres en el segundo que se visten del sexo opuesto, que crean
un personaje con el que identifican una parte de su vida. Es
decir, su drag tiene un nombre particular, una personalidad, un
estilo, un todo. Es una representación, una persona creada por
ellos mismos donde se sienten libres y pueden jugar a ser diferentes.
Su exponente más conocido es RuPaul, elegido por la
revista Time dentro de las cien personas más influyentes, quien
logró visibilizar mundialmente la cultura drag especialmente
con su reality RuPaul’s Drag Race. Allí compiten por la corona
enfrentándose en las categorías que hacen a una drag: la pasarela,
la actuación, el estilo y sobre todo el Lip Sync o sincronización
de labios, donde las participantes hacen playback frente
al jurado. El programa ya lleva nueve temporadas al aire, está
dentro de la programación de Netflix y se ve en todo el mundo.
El universo drag es complejo y fascinante. Hay registros
de encuentros drag desde los años 20, pero la cultura tal y
como la conocemos hoy se conformó en la Nueva York de
los 80, donde jóvenes, especialmente gays, pobres, latinos y
negros, se encontraban en fiestas llamadas ballrooms donde
se montaban o disfrazaban de lo que no podían ser en la vida
real. No solo se vestían de mujeres extravagantes, sino de
corredores de Wall Street o de alumnos de Yale. Los drags se
dividían en casas, conformadas como familias por un padre y
una madre a la cabeza. Esto funcionaba así porque los jóvenes
que se unían a la cultura drag solían ser rechazados por
sus propias familias por ser homosexuales o por vestirse de
mujer. Aún hoy las drags más experimentadas suelen adoptar
a las más jóvenes, las educan y las protegen. En los ballrooms
las casas o familias competían en la pista de baile desfilando y
principalmente “vogueando”, un estilo de danza muy particular
que proviene del posar como modelo. Como si estuvieran
en la tapa de la revista Vogue, de ahí su nombre. Madonna lo
popularizó en los años 90 con su tema homónimo.
La cultura drag es un movimiento revolucionario que tuvo
gran impacto en el colectivo LGBTIQ y en las teorías queer,
porque su filosofía expresa libertad y empoderamiento. Todo
es posible, si podés disfrazarte de tus sueños. Como dice
RuPaul: “Nacemos desnudos y el resto es drag”. Es decir,
venimos al mundo y el resto lo construimos a nuestra medida.
Esto se relaciona con otro postulado de la teoría queer, el género
y el sexo como acto performativo. Judith Butler sostiene,
tomando conceptos de Derrida y John Austin, que todo lo
relativo a la identidad sexual es una actuación. Si un niño nace
varón le enseñan a comportarse como tal, lo visten de celeste
y le regalan autitos, etc. Lo mismo ocurre con la niña, el rosa
y las muñecas. Según esta teoría todos aprendemos a actuar el
género al que pertenecemos. Por eso la figura de la dragqueen
desestabiliza el molde social: al ser un hombre que vive como
tal pero que también se muestra como la parodia de una mujer
creada por él mismo. Dice RuPaul: “Convertirte en la imagen
de tu imaginación es lo más poderoso que puedes hacer”. Hoy,
cuestionar el molde social impuesto y romper con los modelos
asignados para el hombre y la mujer, pensar el propio género y
orientación sexual y, al menos, debatir esa matriz binaria en la
que fuimos concebidos, es un acto político revolucionario que
está cambiando al mundo
44

Entrevista
cinco
Con un pie
en la selva
y otro
en Marte
LILIANA COLANZI presentó su segundo libro
Nuestro mundo muerto (Eterna Cadencia) que
promete tener tanto éxito como el primero,
Vacaciones permanentes, con el que se convirtió
en una escritora consagrada
POR Christian Kupchik
El escritor boliviano Néstor Taboada Terán (1929-2015)
solía quejarse de dos cosas de su realidad: la primera era que
el seleccionado de fútbol se refugiaba confiado a los favores
de la altura de La Paz y descartaba el roce internacional, lo
que a su juicio lo llevaba a perder jerarquía. La segunda es
que su literatura, apremiada por la realidad, siempre debía
asumir las “grandes causas”. “¿Cómo podemos desarrollar,
por ejemplo, el género negro si nuestro país no puede darse
el lujo de antihéroes? Todavía tenemos una gran necesidad
de héroes”, declaraba.
Pero las cosas han cambiado mucho en los últimos años con
la aparición de narradores como Edmundo Paz Soldán,
Maximiliano Barrientos, Giovanna Rivero y, muy
especialmente, Liliana Colanzi, que con apenas dos libros
de relatos ha llamado la atención a la crítica y el público no
solo de varios países latinoamericanos (ha publicado en Bolivia,
Chile y Argentina), sino también de Estados Unidos, donde
enseña en la Universidad de Cornell. Los cuentos reunidos
en Vacaciones permanentes, que agotaron tres ediciones en su
país, y más recientemente en Nuestro mundo muerto (Eterna
Cadencia), muestran un abanico de personajes y atmósferas
en el que se mezclan no solo antihéroes, sino también elementos
fantásticos y una imaginación desorbitada que va de la
mitología indígena a Marte. “Li” Colanzi confiesa que uno de
las experiencias lectoras que más la fascinó de niña fue Alicia
en el país de las maravillas de Lewis Carroll (llegó a vivir
una temporada en Oxford para conocer el lugar donde habitó
el reverendo Dodgson), y a decir verdad, tanto ella como sus
relatos tienen mucho del mundo mágico de Alicia, aun cuando
transcurren por escenarios reconociblemente realistas. Hija de
una familia de clase media de Santa Cruz de la Sierra, Li Colanzi,
nacida en 1981, reconoce haber sido una ávida lectora en
su infancia, incluso cuando en su casa no abundaban los libros.
Eso hizo que desarrollara un oído particular para la historia
oral y aceptara sin prejuicios todo tipo de lecturas diversas
(cuentos, poemas, historietas que ella misma ilustraba).
–¿Qué fue lo primero que escribió? Escribí, como tantos,
poemas que no llegaban a tener un lugar destacado en mi
propia consideración. Pero lo primero que publiqué fue un
cuento a los 17 años.
–¿Hay una predilección particular por el cuento ante los
otros géneros? Sí, lo aprecio mucho y además me viene muy
bien. Soy muy lenta escribiendo, me llevó seis años terminar
Nuestro mundo muerto. Mis textos me suelen dar pelea, hace
años que no me sale un cuento de corrido. Un cuento es como
hacer zoom dentro de un mundo, pero para eso hay que haber
concebido ese mundo y eso es muy trabajoso. De todos modos,
debo reconocer que me gusta la emoción breve e intensa que
brinda un cuento. No es un género menor ni una antesala de
la novela. Ahora mismo estoy experimentando con la novela
porque me interesa variar de forma y de registro, pero si no
sale voy a estar muy feliz de regresar al cuento.
–¿Por qué la dificultad en armar Nuestro mundo muerto?
Porque quería que fueran once relatos, pero al final tres se
quedaron afuera: en su momento fue frustrante porque pasé
varios meses escribiendo y corrigiendo esos cuentos para finalmente
descartarlos. Pero para mí es importante que todas las
historias de un libro compartan una misma atmósfera, que no
sea simplemente una reunión de relatos sin ninguna afinidad.
–Una de las constantes de Nuestro mundo muerto es la
presencia de lo indígena, con personajes, prácticas y
hasta mitologías, que se contrapone a Vacaciones permanentes
donde se privilegiaba más un escenario urbano.
¿Por qué esa elección? Santa Cruz repite el mito del
mestizaje feliz. Pero debajo de ese mito están las historias de
varios grupos indígenas y de sus circunstancias de explotación
y expropiación. Celebramos el mestizaje para no tener que
hacernos cargo de esa historia, una historia que, a diferencia
tal vez de la aimara y quechua, no tiene quién la reclame. Me
interesó que la voz indígena se colara en mis cuentos como
recordatorio de esa tarea pendiente, pero que lo hiciera de
manera lateral, como fantasma que regresa a incomodar.
–Otra constante de los cuentos es la convivencia entre
lo cotidiano y lo sobrenatural, que se manifiesta en
hechos paranormales, cósmicos o hasta más propios de
la ciencia ficción. ¿A qué obedece el trabajo con estos
elementos? Lo sobrenatural nos confronta con la muerte y
con todo aquello que no podemos entender. ¿Cómo llegamos al
mundo y qué pasa cuando morimos? ¿Cómo lidiamos con esa
enormidad –la muerte– que cargamos siempre con nosotros?
Me atraen los estados alterados –la locura, la paranoia, el éxtasis
místico– como vías a otro estado de conciencia y de negociación
con la realidad. Me gusta mucho Philip Dick, un escritor que
construyó casi toda su obra en torno a la paranoia. Mi simpatía
está con los monstruos, con los deformes, con los seres fallados.
Por otra parte, ¿qué puede ser más sobrenatural que eso que
llamamos realidad? El hecho de que de un momento a otro los
seres que conocemos y queremos desaparezcan del mundo me
parece tremendamente cruel y sobrenatural.
–“Alfredito”, precisamente, es un relato que trabaja
sobre la muerte en la infancia. ¿Se basa en un hecho
real? Sí, fue un compañerito mío en la primaria y quizás
nuestro primer contacto con la muerte. Al tratarse de la
muerte de un niño, se vuelve más inverosímil todavía.
–“Chaco” es un cuento casi perfecto. Decía que mucho
tuvo que ver el influjo de Sara Gallardo, de quien acaba
de dar a conocer su novela Eisejuaz en Dum Dum,
su nueva aventura editorial… Admiro mucho a Sara
Gallardo y muy en particular Eisejuaz, que me conmovió
con lo extraordinario de su lenguaje y con su mundo extraño y
visionario. Eisejuaz es un hallazgo. La novela cuenta la travesía
espiritual de un indio mataco que escucha un llamado divino, y
su relación con el mundo de los blancos, con su propio pueblo
y con un dios sincrético que se manifiesta a través de los
animales y de los árboles. Eisejuaz narra esa región fronteriza
entre Argentina y Bolivia desde el mundo indígena, y lo muestra
en toda su complejidad, su belleza y su miseria. En verdad
Eisejuaz existió. En 2003 viajé y pude conocer a una hija, que
me abrió las puertas de ese mundo mágico.
–¿Y cuál es la intención con Dum Dum? La idea es crear
un espacio que dé lugar a los géneros híbridos, el ensayo,
la ciencia ficción, la imaginación de una sensibilidad nueva,
pero también para el rescate de proyectos periféricos de otras
épocas que no encontraron su lugar en el canon. Pretendemos
mirar al pasado para escuchar el futuro: como dice el
lema de la editorial, la idea es que Dum Dum tenga “un pie
en la selva y otro en Marte”
46
47

Entrevista
seis
“Los casi 50 son un punto en el que parás
la pelota, levantás la cabeza y empezás a
mirar si no se la estás dando siempre al
mismo”, dice IVÁN NOBLE.
A tres meses del multitudinario show que
dio junto a Caballeros de la Quema en el
Estadio Único de La Plata, conversamos
con el cantante sobre las impresiones que
dejó una vuelta tan esperada
Sensatez y
sentimientos
POR Nando Varela Pagliaro
–Cuando le preguntaban por la vuelta de Caballeros,
siempre decía que las canciones que le gustaban las podía
tocar y no necesitaba nada de la mística y el folclore
que rodeaba a la banda. Ahora bien, cuando vio a las 26
mil personas que fueron a verlos al Estadio Único de La
Plata, ¿qué le pasó? Nobleza obliga, me sacudió los cimientos
emocionales que estaban un poco anestesiados. Pensá
que irme de Caballeros en la época en que me fui, significó
una situación bastante hostil de parte de lo que era el público
nuestro e incluso de la intelligentsia del rock. Eso hizo que me
tuviera que defender como podía. En principio, desde lo musical
y después, tratando de poner todo el tiempo una barrera.
No es fácil salir a cantar tus canciones nuevas y que la gente te
pida solo temas de Caballeros; así que yo estaba, no enojado,
pero sí fastidiado con ese fantasma. Después, el tiempo
pasó, las cosas se acomodaron, empezó a cambiar el público y
empecé a hacer, como solista, las canciones de Caballeros que
me quedan mejor. Y la verdad es que no necesitaba ni necesito
el aura de misticismo y de épica que rodea a un grupo de rock.
De hecho, no volvería a tener día a día una banda, no volvería
a pensar en Caballeros como un proyecto oficial, pero tengo
que reconocer que lo que pasó el día del Único sobrepasó todo
tipo de expectativas, fue muy emocionante y me sacudió. En lo
personal, me reconcilió bastante con una parte de esa historia
que tenía medio obturada.
–Muchas veces fue muy crítico con todo lo que tiene
que ver con la cultura rock, la cultura del aguante.
¿Tenía miedo de que tal vez el público más fiel de Caballeros
le diera la espalda? Sigo siendo muy crítico con la
cultura del rock, pero la verdad no tenía ese miedo. Además,
en ese sentido, las bandas –y Caballeros no es la excepción–
amortiguan ciertas antipatías que pueda haber con alguno de
los miembros. A lo mejor, a algunas personas que fueron a
los shows durante todos esos años, yo les caí antipático, pero
para ellos está la banda primero. Otra cosa que pasó y resultó
muy conmovedora fue la incorporación de un público que
nunca nos había visto. Fue muy emocionante ver la cantidad
de padres con hijos que fueron al show.
–Más allá de lo que se vio en el escenario, ¿cómo fue el
encuentro entre ustedes? También superó las expectativas,
porque creo que fuimos muy inteligentes desde el minuto
cero. Una vez que nos pusimos de acuerdo, que no fue fácil
porque pasaron unos cuantos años, coincidimos en que la
única manera de hacerlo era yendo al grano en lo musical,
encerrarnos dos meses a ensayar mucho, y no hacer ningún
tipo de revisión de cuentas que ya prescribieron. Cuando las
bandas se separan siempre quedan rencores, resentimientos,
deudas pendientes, asuntos por aclarar. Pero, como habían
pasado quince años e incluso la sensación era que los tipos a
los que les había pasado eso no éramos los mismos de ahora,
dijimos: “muchachos, si nos vamos a sentar a discutir sobre lo
que pasó esa vez en Catamarca o si estuvo mal tal cosa o tal
otra, no tiene ningún sentido”.
–Dice que no eran los mismos. Muchas de las canciones
que cantó tienen más de veinte años. ¿Se creyó
cantando esas letras o algunas le costaron más que
otras? El 80% de las canciones me fue absolutamente fácil
y hubo una pequeña porción, te diría tres o cuatro que, a
primera vista dije no me gustan tanto.
–¿Se puede saber cuáles eran? Por lo general eran las más
viejas: “Carlito” es una y “Primavera Negra”, otra.
–Paradójicamente son las que más festeja gran parte
del público. ¿Qué es lo que no le cerraba? Escuchaba la
letra y me parecía oscura, retorcida, medio críptica. Yo nunca
más volví a escribir así ni lo haría, pero entendía que en ese
momento estaba bien.
–Muchas veces dijo que ya no se imaginaba como frontman
de una banda de rock, ¿tenía miedo de no encajar
con el público? Tenía miedo de no creérmela yo, no en
cuanto a lo que me pasaría con el público. Pero los ensayos
fueron como un banco de prueba, porque para funcionar
arriba del escenario, tenés que funcionar en la sala. Tenés
que creer en las canciones: son remeras que te ponés y tenés
que salir a la calle como si tuvieras puesta la más linda del
mundo. Eso pasó, y además la emoción de esa noche le pasó
por encima a cualquier tipo de duda.
–¿La vuelta sirvió para que se acerquen como amigos?
Elegimos una forma de vincularnos que fue –desde el minuto
cero hasta hoy que estamos terminando de armar el DVD–
estrictamente profesional, pero en el mejor de los términos,
no fría. Intentar otra cosa sería revivir una época que ya pasó;
ir a buscar a tipos que ya no están. Antes nos quedábamos
hasta las cinco de la mañana después de los ensayos tomando
cerveza y tocando la guitarra; hoy eso ya no va a pasar, cada
uno tiene que volver a su casa.
–Además del DVD, ¿proyectan algo más o se trata
de lo último? El video va a quedar buenísimo y la verdad
me parecería raro que no hagamos algo más, al menos para
presentarlo. Por ahora no hay nada cerrado. Si me preguntás
a mí, a lo mejor me entusiasmaría tocar de vez en cuando en
un ámbito parecido a donde lo hicimos.
–¿Y la idea de componer canciones nuevas? Hoy no está ni
ahí, pero a lo mejor en tres o cuatro meses me llaman Guerra
o Méndez y me dicen: “tengo una música, ¿le querés poner
49

letra?”, y lo hago. Pero la verdad no me imagino haciendo un
disco nuevo con Caballeros, no está esa ambición.
–Salgamos de Caballeros. ¿Cómo fue el contraste entre
el show del Único y volver a Al fin solos, esta gira que
viene haciendo por todo el país solo con su guitarra?
Lo necesitaba. La intimidad a la enésima potencia es una
situación que me gusta cada vez más. Me siento muy cómodo
en un escenario, solo con la guitarra y con las canciones
desguarnecidas. Es un tipo de show que me obliga a conectarme
con los temas de otra manera. Descubrí con el tiempo
que cuando uno recrea las canciones, casi constantemente
hay mucho de piloto automático. La gente le agrega emoción;
a veces más, a veces menos, pero podés de un modo u otro,
poner el piloto automático. En cambio, en este tipo de show
no es posible porque la canción es otra. Solo están tus dedos,
la garganta y nada más.
–¿Por qué piensa que es tan difícil que un solista genere
la mística que genera una banda de rock? Porque me
imagino que, por un lado, las bandas tienen esa cosa más de
equipo de fútbol y por otro, los orígenes suelen ser míticos,
siempre hay un mito fundacional: el barrio, los pibes que se
juntan, el garaje, etc. Eso colabora en alimentar un mito y los
mitos siempre provocan más empatía.
–Antes hablábamos del público. A los escritores siempre
se les pregunta si a la hora de escribir tienen algún
lector en mente. En su caso, cuando compone una
canción, ¿sabe para quién canta? Cada vez me cuesta más
imaginarlo. Hasta hace unos años, pensaba que más o menos
sabía qué tipo de canciones le podían gustar a cierto tipo de
gente o qué cosas se escuchaban en la radio. Hoy en día, los
cambios tan abruptos en la forma de consumo musical hacen
que sea muy difícil que puedas plantearte un blanco específico.
Por otra parte, a la hora de escribir, eso nunca sirve para
nada. Cuanto más grande te ponés y más distancia empieza
a haber entre tu público y vos, también sigue siendo mucho
más difícil. Para mí lo mejor sigue siendo escribir canciones
que te gusten, que en algún momento de la hechura te
provoque esa sensación de querer mostrársela al mundo.
Ese es el filtro básico para los tipos que hacemos canciones y
tenemos la convicción de que ojalá duren mucho.
–Enrique Symns dice que en los años 70, y hasta en los
90, para los rockeros el mundo era la calle. En cambio,
hoy están encerrados en sus mansiones y las calles
están vacías. ¿Piensa que el hecho de haberse alejado
de la realidad hace que sea más difícil componer una
canción que arañe el corazón de la gente? Yo creo que
las bandas nuevas están en la calle igual que estábamos nosotros
hace treinta años. Yo no estoy en la calle o estoy muy
poco. Desde hace un tiempo, las canciones que escribo son lo
que llamo “de piel para adentro”. Son más introspectivas que
callejeras, porque hoy en día escribir sobre una madrugada
en un andén de Morón, me es imposible. Solo usando la memoria
emotiva o poniendo en tercera persona a un personaje;
pero esa pretensión sería sobreactuada de mi parte. Si alguna
vez Los Caballeros, Los Piojos o La Renga fuimos algo así
como cronistas de la época, yo creo que hoy no estamos en
condiciones de serlo, o al menos yo. Hoy confío más en las
canciones como autopsias personales que en las de un tipo
que sale a sacar Polaroids, como decía Fito Páez, y con eso
hace una canción. Me es más fácil escribir sobre miedos,
fobias, mañas, temores, de piel para adentro.
–Alguna vez, hablando de los letristas de tango, dijo
que ellos eran tipos con más bagaje cultural, con más
recursos literarios. De algún modo, ¿cree que al rock
le faltó ilustrarse? Al principio no, en los 70 eran tipos muy
ilustrados, pienso en tipos como Javier Martínez, Mauricio
Birabent o Spinetta. A partir de los 90, consciente
o inconscientemente, se subvaloró esa formación cultural
clásica a la hora de escribir canciones y fue más notorio el
compromiso con la experiencia en carne viva. Eso está bien
porque sin ese aspecto las canciones tampoco funcionan,
pero, salvo excepciones, en los 90, no sé cuántos tipos que
escriben canciones leen. A mí me parece que una minoría, y
eso, para mí, se termina notando. No quiere decir que por el
hecho de ser lector tengas un cheque en blanco a la hora de
escribir, pero sí es una herramienta más.
–Hablando de escribir canciones. En una nota muy vieja
que Symns le hizo a Julieta Ortega, cuando todavía
vivían juntos, ella decía que usted tenía cierto miedo
de que esto de vivir de sus canciones un día se acabe,
¿sigue teniendo ese miedo o ya no? Ya no tengo tanto
ese miedo, pero la verdad es que tampoco me imagino tanto
tiempo más haciendo esto. Siempre dije que hacerlo diez
años más estaría bien, pero después solo cantaría cuando se
51

me dé la gana. Me imagino más –si uno pudiera ser hacedor
de su propio destino, lo cual es discutible– escribiendo a
secas, que estando arriba de un escenario, tal vez por una
cuestión de pereza personal.
–La música es un trabajo bastante atípico y supongo
que eso hace que se genere una relación distinta con lo
material. En su caso, ¿siente algo de culpa por la forma
en que se gana la vida? Mucho tiempo me sentí con culpa,
ahora ya no tanto, o al menos no está a flor de piel. Pero me
pasó con respecto a mis viejos, y a otros amigos míos que
son mucho más laburantes. Pero después entendí que no le
estaba robando la plata a nadie y que además uno tampoco es
millonario. Pero cuando empezás a prosperar está esa especie
de culpa pequeñoburguesa, incluso inducida por el público.
En los 90 pasaba mucho eso de dejar el coche a tres cuadras
del lugar en el que se tocaba.
–A finales de los 90 fue su etapa de mayor exposición.
En esos años, ¿tuvo sus momentos más “pomelescos”
(en referencia al personaje creado por Diego Capusotto)?
Sí, fui un imbécil un rato, sobre todo cuando empecé a
salir con chicas conocidas y a aparecer en lugares, donde no
sabía cómo se nadaba en esas aguas, y claro, metí la gamba
más de una vez.
–¿Se arrepiente de algo? No, porque la verdad salí
bastante rápido y no quedé detenido en esa situación. Salí
rápido porque una vez que se acaba la primera fascinación,
te acomodás. Además, tengo amigos inteligentes, con los pies
muy sobre la tierra, y ni siquiera hizo falta que me cachetearan
mucho.
–Ese perfil alto, sobre todo en la época del romance
con Natalia Oreiro, ¿piensa que le jugó en contra a la
hora de valorar lo que hacía con la banda? Sí, puede
ser. Es probable que eso haya erosionado cierta credibilidad,
pero la verdad es que me chupa un huevo. Hoy, un pibe que
sale con una modelo o una actriz no provoca estupor en la
gente, pero en esa época sí.
–En alguna nota dijo que no le interesa tener un yate, ni
salir en la tapa de la Rolling Stone ni que sus canciones
se vendan en España. ¿Tan en segundo plano está su
carrera? No soy un tipo demasiado ambicioso. En cualquier
oficio detecto gente napoleónica, gente con una mirada de estrategia
global a mediano y largo plazo. Después, creo que hay
gente, entre la que me ubico, que es más lagunera, más perezosa,
y que nos conformamos con el statu quo que uno tiene.
Además, lo agradezco y me va mejor de lo que nunca imaginé.
Ya tengo casi 50 años, la verdad no me imagino yéndome a
hacerme de abajo a España. Eso tendría que haber ocurrido
hace veinte años atrás y no ocurrió. Cuando la banda estuvo a
punto de regionalizarse, nos separamos. Después, como solista,
remé desde muy abajo, y nunca ocurrió eso. Soy un tipo que
viaja muchísimo por el país, casi de cabotaje y a mucha honra;
hago 50 o 60 shows por año, casi todos en Argentina, alguno
que otro en Uruguay y Paraguay, pero casi todos acá, y estoy
muy cómodo así. No necesito el aplauso internacional, que por
otro lado tampoco sé si lo tendría.
–Dice que es bastante perezoso, ¿no tiene el dilema
que tienen muchos autores entre tiempo y obra
publicada? Por ahora no tengo una angustia al respecto y
esto puede sonar un poco inocente, pero casi todo lo que me
pasó como tipo que hace canciones fue inesperado para mí.
Yo no era un tipo que hacía canciones a los 10 años ni tocaba
un instrumento desde los 7 ni nada de eso. Era un tipo que,
hasta los 24 años, iba a ser sociólogo y de repente la música,
que era una especie de pasatiempo, se transformó en un
oficio. No solo eso, sino que además terminé siendo cantante,
que era algo que imaginaba mucho menos. Entonces,
todo lo que vino fue parte de un sueño no soñado, así que, si
dentro de un año no pudiese escribir más canciones, no está
tan mal lo que ya hice. No me imagino ad eternum haciendo
esto; me interesa la literatura, y de a poco voy teniendo ese
antojo. Tuve una primer y muy breve experiencia en un libro
de poemas con Cucurto y ahora estoy terminando otro de
relatos cortos.
–¿En qué etapa del proceso de escritura está? Está en
proceso de corrección. Son relatos cortos en los que uso mi
relación con el oficio como excusa para hablar de las cosas
que le pasan a un tipo de más de 40 años.
–¿Cree que por ser Iván Noble va a tener que mostrar
más credenciales? Puede ser que se me mire de reojo, como
suele ocurrir cuando un forastero ingresa a una disciplina que
no es la suya. Igual, si ya me tiene sin cuidado la crítica musical,
imaginate la literaria que ni siquiera pertenezco ahí
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3. LA SELVA - LIBRO SONORO
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4. GATUZOO
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5. RÁPIDOS Y FURIOSOS 8
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3. DESTROZA ESTE DIARIO
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Esta información comprende los libros (ficción/ no ficción/ infantiles/ juveniles), CDs y películas más vendidos en todos los puntos de venta del Grupo ILHSA S.A. entre el 11/09/17 y el 17/09/17
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Música
Jazz
Rapsodias en celo
POR Sergio Varela
Nina Simone sings the blues ofrece excitantes versiones de clásicos del
género con el plus de la expresividad de la gran Nina para interpretarlos
Música y sexo son sinónimos. Reúnen lo instintivo y lo intelectual,
le toman el pulso al ritmo, son dos rasgos humanos
donde se desarrolla una extensión del propio cuerpo al servicio
de lo sublime, lo bello y placentero. El hombre un día
cambió los sonidos guturales por palabras, y cambió el apareo
animal por el ritual del erotismo. También creó sonidos por
el simple placer de escucharlos, inventó la música, que se
convirtió en banda de sonido de la humanidad. Desde lo
más profundo de los rituales tribales, la danza ensambló las
cadencias eróticas con la música que la excitaba.
Así, desde las odaliscas que se exhibían en danzas rijosas, hasta
todo tipo de cortesanas ofrecieron el espectáculo de la danza
como preámbulo del encuentro erótico, por no hablar del tango,
ese encuentro sexual explícito apenas maquillado por la música.
Pasaron 50 años desde Simone De Beauvoir, la píldora anticonceptiva,
las primeras minifaldas, y la música y el sexo siguen
siendo sinónimos, aún en tiempos de Viagra y sexo virtual.
Hoy, cada quien encontró nuevas formas de reunir música y
sexo, algunos se excitan con Coltrane, otros con Los Auténticos
Decadentes, pero hay sonidos que tienen una matriz
erotizante mucho más definida. El blues es una de ellas.
Comenzó como grito gutural de los afroamericanos esclavizados
y fue volviéndose tan prostibulario como el tango y, como
este, su danza inspira contactos cercanos de buen tipo.
Una opción para una velada de buen blues y mejor sexo es una
joyita de 1967, de Nina Simone, quien tomó su seudónimo
precisamente de Simone de Beauvoir, y quien a las reivindicaciones
raciales sumaba reclamos por la condición femenina.
Nina Simone Sings the blues suma la voz de la cantante a una
interpretación expresiva y envolvente, como es de esperar de
esta inspiradísima figura del jazz y el rock. La placa atraviesa
diversos climas y colores, pero podría decirse que es una de las
producciones más sexys de la Pantera Negra. En “My man’s
gone now” transforma la tristeza en sensualidad y en otros temas
aprovecha su virtuosismo al piano para desplegar rítmicas
piezas que piden a gritos danza y despojo de vestuario simultáneos.
“Backlash blues” es una de ellas, la otra es “Do I move
you?”, que pregunta si conmueve, y la música es conmovedora
en el más sensual de los sentidos. Todos los temas de esta placa
invitan al disfrute, algunos con más suavidad y sutileza, pero
todos con el valor agregado de haber sido interpretados por
una mujer libre, lo contrario de una mujer fácil.
La joyita: “The house of the rising sun”, en una versión rarísima
sobre un famoso prostíbulo de New Orleans.
Algunos encuentran excitante a Mozart, otros se calientan
con el reggaetón, lo cierto es que hace 50 años que esta brillante
pianista y vocalista se las ingenia para derribar inhibiciones
y barreras con su música. Muy libre
55

Música
clásica
Leoš Janáček nació el 3 de julio de 1854 en Hukvaldy,
un pueblo pequeño ubicado al pie de la sierra de Beskydy
en Moravia del Norte, sobre la cual se alzaba la silueta de
la ruina de un castillo antes poderoso. Era el noveno de los
trece hijos de Jiri y Amálie Janáček. Al igual que su padre
y su abuelo, Leoš debía hacerse también maestro. A los once
años lo enviaron a la fundación del monasterio de Staré Brno,
que recibía a chicos pobres con vocación musical. Allí, bajo la
tutela del compositor Pavel Křížkovský, Janáček adquirió
conocimientos prácticos de música y se acostumbró a un riguroso
régimen de trabajo que mantuvo durante toda su vida.
En 1874, Janáček ingresó en la Escuela de Órgano de Praga.
Durante la época estudiantil tuvo que vivir con muy pocos
medios: al no poder disponer de un piano en su habitación,
tuvo que practicar en un teclado dibujado sobre una mesa. A
pesar de esto, pudo seguir con los estudios en los Conservatorios
de Leipzig y Viena.
Desde sus primeros pasos en el campo de la música, Janáček
no solo fue compositor, sino también pedagogo, folklorista,
director de orquesta, crítico musical, teorético, organizador
de conciertos filarmónicos y de la Escuela de Órgano de
Brno y fundador de una revista de música. Sin embargo, a
pesar de su sólida base profesional, nunca tuvo a nadie que
La punta
de lanza
LEOŠ JANÁČEK fue un compositor checo,
heredero de la escuela musical de su país
representada por Antonín Dvořák y Bedřich
Smetana
POR Nadia Koval
pudiese guiarlo en el camino creativo; todo lo que lograba era
el resultado de su propio esfuerzo.
En el año 1888 Tchaikovski visitó Praga. Leoš Janáček
asistió al concierto en el que se presentó la obra del compositor
ruso y se encontró con él personalmente. Varios años
más tarde, Janáček se convirtió en uno de los fundadores del
Círculo Ruso en Brno, que inició sus actividades en mayo de
1898 con una velada de conferencias dedicadas a la obra de
León Tolstoi. En 1905 Janáček leyó el relato de Nikolái
Gógol sobre el atamán cosaco Taras Bulba. Inspirado por
esta historia, compuso la rapsodia homónima para orquesta.
Durante muchos años el entorno musical de Praga no quiso
reconocer el talento de Janáček. Solo Dvořák apreciaba y
amaba a su colega más joven. Cuando, en octubre de 1905,
un trabajador fue asesinado durante una manifestación de la
protesta de la Universidad de Brno, conmovido por el suceso,
compuso la Sonata para piano 1.X.1905, también conocida
como Desde la calle, en la que expresó solidaridad con los
que luchaban por sus derechos. Janáček demostraba así no
ser indiferente al dolor humano y a la injusticia.
Entre sus numerosas composiciones, se destaca la ópera
Jenuº fa, inspirada en la homónima obra de Gabriela
Preissová. Esta ópera, rica en novedosos elementos estilís-
ticos y entonaciones folklóricas de Moravia, fue terminada
en circunstancias extremadamente trágicas, ligadas con la
muerte de su hija Olga. El destino posterior de la ópera
también fue dramático: el Teatro Nacional de Praga se negó a
presentarla. Recién después de doce años, gracias a la ayuda
de sus amigos, Jenuº fa alcanzó reconocimiento internacional y
fue el primer gran logro artístico de Janáček. Alentado por el
éxito, el compositor escribió una obra tras otra, a gran velocidad,
pero conservando siempre el toque personal y original.
Nacieron así las óperas Las Excursiones del Sr. Brouček,
Katia Kabanová, La zorrita astuta, El caso Makropulos. “En
la ópera se distingue el verdadero carácter de una nación”,
decía. El desarrollo creativo del compositor fue coronado por
su última ópera, De la casa de los muertos, basada en la novela
de Fiódor Dostoyevski. La obra de Janáček destinada
para coro y orquesta se llama Misa Glagolítica, un himno a
la creencia en el hombre y a la alabanza de la vida, que el
compositor escribió en 1926 a sus 72 años de edad, en base a
un texto litúrgico escrito en eslavo antiguo.
Su estilo se basaba tanto en el Romanticismo como en el
Nacionalismo. Ambas tradiciones artísticas funcionaban con
absoluta independencia y originalidad. A su vez, las últimas
composiciones, novedosas por su lenguaje armónico y tímbrico,
marcaron las tendencias innovadoras en la música de la
primera década del siglo XX.
Mientras que la vida profesional de Janáček se hacía más
sólida, su vida privada no era tan exitosa. En 1881 Janáček
se casó con Zdenka Schulzová, quien el día de su boda
aún no había cumplido los 16 años. Permanecieron juntos
hasta la muerte del compositor, pero su relación no resultó
muy feliz. El amor real lo encontró en la joven Kamila
Stösslová, 38 años menor que él, a quien vio por primera
vez en julio de 1917. La amistad con Kamila, que estaba casada,
se convirtió en una fuerte relación emocional. Janáček
le envió casi 730 cartas. Su amor no se consumó, pero fue
ella quien lo inspiró a escribir, entre otras obras, el Segundo
Cuarteto de Cuerdas Cartas Íntimas. Los últimos años de la
vida de Janáček estuvieron llenos de hechos felices: recibió
el reconocimiento del público y fue nombrado primer
doctor honorario de la Universidad de Brno y miembro
de la Academia de las Artes de Prusia, junto con Arnold
Schönberg y Paul Hindemith.
En verano de 1928, el compositor volvió a su pueblo natal de
Hukvaldy, acompañado por su amor tardío, Kamila. El 8 de
agosto el compositor enfermó de pulmonía y, dos días más
tarde, lo trasladaron a un sanatorio ubicado en la cercana
ciudad de Ostrava. El 12 de agosto de 1928, Leoš Janáček
falleció. En su funeral recibió un gran homenaje público que
incluyó música de la escena final de su ópera La zorrita astuta,
según sus deseos. Fue enterrado en el Campo del Honor
del Cementerio de Brno
RECOMENDADOS
RECOMENDADOS DE NOTA PRINCIPAL:
Leoš Janáček. La Sinfonietta y otras obras para
orquesta. Mackerras/Marriner
La Sinfonietta, de Janáček, es una obra juvenil y
vigorosa, rebosante de vida, optimismo y originalidad.
Es sorprendente saber que el compositor
tenía 72 años cuando la escribió. Fue concebida
durante una explosión final de creatividad durante
la que produjo su mejor música. Fue iniciada
en 1925 y terminada el 1 de abril de 1926. Václav
Talich dirigió la Orquesta Filarmónica Checa en
el estreno que se realizó el 26 de junio de 1926.
Además de la Sinfonietta, este CD doble contiene
la rapsodia Taras Bulba, Lachian Dances, Suite
para orquesta de cuerdas, entre otras obras.
NOVEDAD:
András Schiff, J. S. Bach. Goldberg Variations
“Si bien Schiff había grabado las Variaciones
Goldberg para Decca en 1982, esta nueva versión
cava más profundamente en ciertos atributos: un
legato personalísimo y de la mayor expresividad,
un dominio asombroso de las dinámicas y un
pulso rítmico que, aunque severo, evita cualquier
previsibilidad porque parece recrearse casi como
una repentización. A propósito de las Goldberg,
Schiff mismo se definió una vez como un guía:
alguien que ya hizo el viaje y sabe sobre qué
cosas llamar la atención”, escribió Pablo Gianera
sobre la producción del sello ECM.
PARA SU COLECCIÓN DE MÚSICA CLÁSICA:
Ivo Pogorelich. Beethoven, Schumann
Ivo Pogorelich (Belgrado, 1958) se dio a conocer
en el Concurso Chopin de Varsovia de 1980,
donde fue eliminado antes de alcanzar la final.
Aquella exclusión desató una tormenta. Martha
Argerich abandonó el jurado en señal de protesta,
asegurando que Pogorelich era un genio. No hacía
falta, en realidad, invocar hipotéticas intrigas:
cualquier crítico de gustos tradicionales habría
censurado las interpretaciones de Pogorelich,
quien se saltaba las indicaciones de la partitura.
LIBRO RECOMENDADO:
Diego Fischerman. El sonido de los sueños
“Diego Fischerman, periodista, crítico y docente,
tiene muy clara su misión de escribir sobre
música, ya sea la académica, el jazz, el tango, el
rock, etcétera. Si el ensayo es, entre otras cosas,
hacer un corte profundo en un tema y extraer intensamente
su savia, Fischerman sabe recuperar
hasta la última gota de ella. En El sonido de los
sueños, su último libro, confirma que sus escritos
son ‘una de las formas más atractivas del ensayo
en la Argentina’, como aseguró Sergio Pujol.
Cada uno de estos 43 ensayos breves es un
pequeño mapa que seduce al lector desprevenido
y satisface al experto”. (Daniel Arias Fuenzalida)
56 57

Tema de tapa
cuatro
LA DANZA,
EL ESPEJO DEL
SEXO
La danza acompaña a la humanidad desde sus comienzos y mantiene estrecha relación con
diversos aspectos de la vida del hombre, desde la espiritualidad hasta el jolgorio. Tal vez uno de
los más interesantes sea su entrañable relación con el sexo. Tanto una como el otro tienen como
instrumento al cuerpo y ambos utilizan el lenguaje corporal como camino hacia el placer
El vínculo entre la danza y el sexo está presente desde la
antigüedad. Los griegos realizaban danzas particulares en
las fiestas Lenaia, en honor a Dioniso, que terminaban en
orgías. Los romanos practicaban una danza nupcial llamada
himeneo (de ahí el origen de la palabra himen) llevada a cabo
por jóvenes y doncellas coronados de flores que expresaban
la alegría del casamiento. Con el tiempo se fue haciendo más
explícito a la hora de representar los actos sexuales de los
recién casados hasta que el Senado echó de Roma a todos los
bailarines y maestros de himeneo.
Durante la Edad Media este vínculo entre baile y sexo tuvo
sus complicaciones. La Iglesia quiso adueñarse de la danza
como medio de expresión y, al no lograrlo, buscó formas de
prohibirla o condenarla. Una de las medidas tomadas con
POR Agustina Zabaljáuregui
este fin fue prohibir que el clero estuviera presente en los
momentos de las bodas en los que se bailaba. Lo cierto es
que la Iglesia nunca dejó de ver en la danza su vínculo con
las culturas paganas y no logró incorporarla a sus ritos. Sin
embargo, nada pudo impedir que la gente siguiera bailando
y la danza adquirió un nuevo matiz dentro de su vínculo con
lo sexual, transformándose en un arma de cortejo. A pesar de
que los bailes eran grupales, resultaban un gran recurso de
seducción que llevaban esta impronta en sus propias reglas
con pasos sugerentes, juegos de miradas y palabras susurradas
que llevaban a una conexión secreta entre los danzantes.
Lo cierto es que la seducción y la danza son inseparables
no solo para el hombre sino también para otras especies del
reino animal. Los pájaros especialmente tienen al baile como
ingrediente fundamental en su cortejo. Los cisnes, por ejemplo,
realizan una coreografía con la hembra donde mecen sus
largos cuellos hacia ambos lados y cuando se encuentran en
el medio forman un perfecto corazón de plumas. El manakin,
un exótico pajarito, realiza un complejo cortejo que finaliza
con unos pasos de baile muy similares a la caminata lunar
de Michael Jackson. Otro extraño bailarín es el piquero,
un pájaro que tiene unas curiosas patas azules con las que
zapatea seductoramente cual Nancy Sinatra en These boots
are made for walking. El avestruz es otro que seduce con el
baile pero en este caso es la hembra la que atrae al macho.
En una perfecta combinación entre odalisca y vedette, la
hembra se arrodilla en el suelo y sacude sus plumas frenéticamente
hasta que el macho no puede resistirse a sus encantos.
Incluso estos cortejos danzados del reino animal supieron
ser el origen de muchos ritmos. Un ejemplo de esto es la
tarantela, el conocido baile napolitano. Se dice que sus pasos
imitan los movimientos de la tarántula durante el cortejo. En
el baile de la cueca, ritmo latinoamericano, se representa el
acto de coqueteo de un gallo a una gallina. La danza pavana,
nacida en las cortes italianas durante el Renacimiento, imita
las actitudes del pavo real a la hora de seducir a la hembra.
Durante este período el hombre y la mujer se encuentran en
un abrazo dentro de la pista de baile. Se ponen de moda los
bailes en pareja aunque algunos todavía generaban revuelo,
como la volta, donde el hombre levantaba a la mujer y la hacía
girar en el aire. La nobleza era quien disfrutaba especialmente
de estas danzas, ya que era una de las pocas oportunidades
en que el contacto físico con el sexo opuesto estaba
permitido. Esta clase social convierte al baile en danza culta,
la llena de reglas, pasos y ritmos que había que aprender para
poder llevarla a cabo.
En algunas partes del mundo la danza tuvo otros significados,
al igual que la sexualidad. En la India antigua el baile era una
forma de oración, de conectarse con lo divino. Pero la sexualidad
también tenía otro concepto, más cercano a lo espiritual.
Por eso muchos templos están decorados con imágenes de
parejas teniendo sexo. No había mejor manera que rendir culto
al dios con lo más milagroso de su obra, la creación de la vida
o el medio por el que el milagro ocurre. Además se consideraba
el sexo como la experiencia física más apasionada que el
hombre pueda experimentar junto con la unión con Dios en
éxtasis espiritual. Otro ejemplo de esto es la danza del vientre
u oriental, que tiene un origen muy antiguo aunque comenzó a
llamarse así en el siglo XIX por aventureros occidentales que la
descubrieron en sus viajes. Sin embargo, existen indicios de su
existencia desde el antiguo Egipto y se fue transmitiendo y extendiendo
gracias a los pueblos gitanos. En sus comienzos, esta
danza era interpretada por mujeres bajo la luna, con su vientre
descubierto con el objetivo de quedar embarazadas. Luego,
con la aparición del islamismo adquirió una connotación sexual
y por lo tanto negativa para esta religión.
Tal vez la danza más conocida de las orientales sea la de los
siete velos. Existen múltiples historias sobre su origen. La
primera sitúa su nacimiento en un mito babilónico. Al morir
Tamuz, su amada Ishtar se propone encontrar su cadáver
que ha sido escondido por su hermana Ereshkigal. Ishtar
la desafía emprendiendo un viaje hacia el inframundo. Su
hermana acepta, pero pone como condición que deje una
ofrenda en cada una de las siete puertas del inframundo. En
la primera puerta se quitó las sandalias, atributo de voluntad.
En la segunda, joyas, símbolo de su ego. En la tercera, su
ropa, que significaba el sacrificio de su mente. En la cuarta,
las copas doradas que tapaban sus pechos, o sea su sexualidad.
En la quinta, el collar, símbolo de la iluminación. En la
sexta sus aros y con ellos su magia. En la séptima, su corona
de pétalos, símbolo de su divinidad.
Siglos después Oscar Wilde menciona la danza de los siete
velos en su obra teatral Salomé (1891). El autor inglés toma
el relato bíblico, en el que Salomé pide la cabeza de Juan
Bautista en una bandeja de plata por orden de su madre,
y hace su propia versión. En esta la joven hace la misma
petición pero por despecho ya que su amor hacia él no fue
correspondido. Para conseguir su objetivo, Salomé baila la
danza de los siete velos ante su padrastro Herodes y este,
hipnotizado, promete concederle cualquier deseo.
Pero la danza tal y como la conocemos la puso en práctica
una bailarina canadiense llamada Maud Allan, quien en
1906 hizo una versión danzada de la obra de Wilde. Pero,
como suele suceder, la sexualidad de la bailarina en escena
molestó a unos cuantos. El parlamento británico publicó en
su propio diario en 1918 un artículo sobre la obra titulado “El
culto del clítoris” donde aseguraba que Maud era una lesbiana
vinculada a los conspiradores alemanes durante la guerra.
En América, la historia fue muy diferente. Los ritmos nacieron
de la combinación de culturas. Pueblos originarios,
conquistadores, esclavos africanos y posteriormente inmigrantes
de todas partes de Europa aportaron su forma de
bailar, generando un crisol de danzas que sigue moviendo
esqueletos hasta el día de hoy a través de muchos ritmos que
aún se continúan actualizando.
Crocodile Café
El tango es el ejemplo perfecto, tal es la mezcla de culturas
que lo componen que aún se duda sobre el origen de la
palabra. Una de ellas asegura que viene de África, en algunos
de cuyos idiomas significa lugar de reunión. El bandoneón
vino de Alemania y los pasos son una gran mezcla de danzas
de todos aquellos pies que arribaron al puerto rioplatense. La
sexualidad en esta danza estuvo presente desde su origen. El
tango, tal y como lo conocemos, nació en los prostíbulos de
Buenos Aires, aunque al principio se bailaba entre hombres
mientras esperaban su turno para estar con las mujeres.
Luego, las prostitutas lo aprendieron y se convirtió en una
antesala al encuentro sexual. Su expansión fue casi viral.
Según datos de la época, en 1888 había en Buenos Aires 236
58 59

Curiosidades en
INTERNET
POR LUCILA ROLÓN
@LUPITTAR
Umberto Eco recorre los 30.000 libros
de su biblioteca en plano secuencia y da
con lo que busca
Esta cuenta de Twitter confía en que
habrá una comunidad de humanos en
Marte y se encarga, desde ahora, de contar
el paso a paso de esta construcción
Estos 25 músicos, artistas y activistas de
25 años están cambiando el mundo
escuelas, dieciséis iglesias católicas y 6000 prostíbulos. Los
compadritos se lo enseñaron a las chicas y así, con el tiempo,
fue ganando la aceptación de las clases altas que, en un principio,
lo rechazaban.
En el tango, como en muchas danzas, existen dos roles: el
que conduce y el que es conducido, siendo generalmente el
hombre quien ocupa el primero y la mujer el segundo. Pero
esto se cuestionó como tantas otras cosas con la irrupción del
pensamiento de género. Desde hace unos años surgió el tango
queer, un movimiento que cuestiona estos roles marcados. Fue
el colectivo LGBT el que logró desdibujar los géneros en la
pista de baile, logrando que hombres y mujeres sean conductores
o conducidos de acuerdo a su elección y no a su género.
Pero este gran cuestionamiento comenzó dentro del marco sexual
o de género y terminó derribando la estructura binaria en
otros aspectos. Por ejemplo, algunos bailarines comenzaron a
preguntarse por qué no entrenar por igual los dos roles sin importar
a qué género pertenezcan si así sumaban conocimiento
y entendimiento sobre la danza misma. Otros sectores también
se liberaron a partir de esto, como algunos grupos de bailarinas
con hijos pequeños, embarazadas o en etapa de lactancia que
hacen milongas paralelas donde puedan llevar a sus hijos y, a la
vez, sentirse cómodas e identificadas con sus cuerpos y su situación.
Sin embargo, el tango nunca perderá sus condimentos
sexuales: el abrazo cerrado, el juego de las piernas y el decirse
todo sin pronunciar palabra.
Las danzas folklóricas del interior argentino tienen un estrecho
vínculo con la sexualidad, aunque no sea tan evidente
como el del tango. La mayoría representan un cortejo bailado.
Una de ellas es la zamba, que hasta lleva la seducción en
su origen. La misma proviene de una danza de Perú llamada
la zamacueca, que surge en Lima en el momento en que
dicho país obtenía su independencia, liderada por José de
San Martín. En la colonia se utilizaba la palabra zamba para
denominar a las mestizas descendientes del indio y el negro.
Como danza, fue creada para seducirlas y la intención se ve
aún en sus pasos. Cada uno lleva un pañuelo en la mano, él
lo usa para intentar atraerla y ella lo estira frente a él para
poner una distancia. Se encuentran en el medio y se separan,
se acercan cada vez más y vuelven a separarse. Este ir y venir,
del hombre buscando y la mujer queriendo pero poniendo
distancia, se repite durante toda la pieza. Hasta que, llegado
el final, él logra enamorarla y la abraza con su pañuelo atrayéndola
hacia sí.
Algo similar ocurre con el chamamé, aunque en este caso el
hombre intenta conquistar a su pareja de baile luciéndose en
la pista. Su forma de conquista es el zapateo, mientras que
la mujer acompaña con los denominados floreos, el acompañamiento
femenino con sutiles zapateos y movimientos de
pollera. Muchas veces se suman al baile las llamadas relaciones,
versos cortos rimados que inicia el hombre y responde
la mujer. La parte masculina suele estar cargada de piropos
e intentos de acercamiento y la respuesta femenina marca
distancia y hasta se burla un poco, como desconfiando. Lo
cierto es que este ir y venir entre el hombre y la mujer es una
dinámica que se repite en casi todas las danzas folklóricas
de cortejo. Hay una suerte de danza dentro del baile, donde
el vaivén de los pasos se funde con el del vínculo entre los
bailarines y ambos, como ríos, van a parar al acercamiento
definitivo.
Hay danzas en Latinoamérica que si bien son producto de la
fusión de varias culturas, su influencia principal es la africana.
Así como ocurrió durante el medioevo en Europa, la danza
fue también un acto de resistencia en Latinoamérica durante
los siglos XIX y XX para la población africana que llegó a este
continente en calidad de esclava. Lo que no tenían en la vida
lo ponían en el baile. Tal vez por eso se perciba en sus ritmos
una mayor sensación de libertad. Esto se ve claramente en
el vínculo entre los bailarines: No hay tantas idas y vueltas, el
abrazo es pegado y sensual. Las caderas se mueven juntas y
se transpira a la par. Aún hoy parece haber un mensaje subliminal
en el ritmo enviado por aquellas almas que sufrieron
la crueldad y el cautiverio: Bailen y quiéranse, porque hoy es
hoy, y mañana no sabemos
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Los Cartógrafos es un podcast, o sea,
una pieza de radio para escuchar cuando
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Entrevista
siete
Se luce bailando en Sugar, la comedia musical más exitosa de los últimos tiempos, y destila erotismo
en cada una de sus presentaciones. Es, además, cálida y elocuente. EVANGELINA BOURBON y su
romance de por vida con la danza
Intensa Eva
POR Nancy Giampaolo
–La vi en un homenaje a Prince y quedé muy impresionada
¿Cómo gradúa el contenido erótico del baile?
La fiesta homenaje a Prince fue una bomba. Amo a Prince,
su música, su estética. Me hubiera encantado ser una de
sus bailarinas... un sueño... En una situación así, el contenido
erótico lo maneja cada uno. No había una coreografía a
seguir, entonces hay libertad en todo. Obviamente, no es lo
mismo estar bailando en una comedia musical, donde uno
tiene un personaje, y responde a eso, que bailar en una fiesta
libremente. La música, el vestuario, el contexto, te hacen
conectar y transitarlo desde diferentes lugares. Y se generan
cosas completamente distintas. Soy consciente de que soy
bastante así, bailo libre, dejo que la música me lleve por los
lugares que surjan. A veces son más eróticos y a veces menos.
Pero dejo que fluyan todos sin ningún prejuicio.
–¿Cuándo le propusieron formar parte de Sugar?
La propuesta de Sugar llegó en septiembre del 2016. Me
llamaron para convocarme a una audición cerrada, a la que
íbamos a ir un grupo bastante reducido de bailarines. Desde
el momento en que me llamaron para saber si me interesaba
audicionar, supe que quería formar parte de la obra y puse
toda mi energía ahí. Fue bastante “dura” la audición porque
las veinte bailarinas que fuimos el primer día teníamos el
nivel para estar en la obra. Luego pasamos al callback y el
grupo era más reducido aun. Así que había que bailar y dar
lo mejor de uno y que sea lo que tenga que ser (risas). Por
suerte fui una de las elegidas así que la felicidad fue inmensa.
–La obra es un éxito impresionante… Vivo muy feliz
este éxito. A veces es muy duro hacer teatro en nuestro país,
porque las obras no duran demasiado en cartel, y últimamente
tampoco hay tantas obras musicales. Así que Sugar es una
bendición. Es hermoso salir al escenario y ver la sala llena
cada noche. Es común que terminemos la función agotados,
pero llega el momento del saludo final y el teatro explota en
aplausos, se convierte medio en un estadio, y eso es reconfortante
y se agradece siempre.
–¿Cuándo comenzó su relación con la danza? Mi relación
con la danza comenzó cuando tenía tres años. Mis padres
cuentan que yo les pedía que me llevaran a clases de danza,
y ellos no sabían bien de dónde había sacado la idea y, como
era muy chica, pensaron que me iba a aburrir, pero no fue
así. Muy chica comencé a estudiar y nunca más deje de bailar.
Primero solo tomaba clases de ballet. Ya después, siendo un
poco más grande, comencé el profesorado y ahí ya empecé a
estudiar también danzas españolas, folclore, además del ballet
que nunca dejé. A los 17 años, ya recibida de profesora y ya
habiendo intentado entrar al Teatro Colón, comencé a estudiar
jazz y volcarme más para ese lado. Digamos que mi relación
con la danza viene desde que tengo uso de razón... soy la única
bailarina en mi familia así que no sabemos de dónde viene,
pero mi abuela paterna era apasionada por la música y había
algo muy artístico en la atmósfera de la familia.
–¿Qué tan cierto es, según su experiencia, que la bailarina
lleva una vida de mucho sacrificio? Creo que sí, que es
cierto. Si me remonto a la etapa de mis estudios, yo iba a danza
de lunes a sábados y por ahí me perdía ciertas cosas, pero la
verdad es que no lo sentía como un sacrificio porque era una
elección propia y lo que más amaba hacer. Ya cuando comencé
a dedicarme profesionalmente a esto y pasó a ser un trabajo
fue otra historia. Es bastante sacrificado desde muchos puntos
de vista. Quizá esa sea la cuestión. Por un lado, la inestabilidad
laboral, por ahí durante meses tenés muchos trabajos
y después un tiempo en que no hay nada. Constantemente
estás audicionando para un trabajo nuevo y es mucha energía
que uno pone ahí, te enfrentás a muchos “no”. En Argentina,
cada vez hay menos trabajos para los bailarines. Y creo que
eso pesa porque es lo que amás hacer, entonces más allá de lo
económico, cuando no tenés trabajo es desesperante porque lo
sentís en el cuerpo. Yo, por suerte, no puedo quejarme porque
siempre tuve trabajo, con algún que otro bache, pero no más...
y esos baches, a veces, pueden ser hermosos o matadores.
También está el sacrificio que obviamente conlleva el trabajo
físico. Es poner el cuerpo al servicio de algo y cuesta. En
algunos momentos se hace duro. Ir a una audición o subirte a
un escenario cuando podés tener un mal día o un mal momento
de la vida es sufrido. Pero bueno, ahí también sucede esa
magia de trabajar de lo que uno ama y, cuando se encienden
las luces, todo se transforma, aunque sea por un rato.
–¿Podría describir el ambiente del teatro musical? ¿Hay
mucha competencia o es un mito? No siento que haya mucha
competencia, no más que en otros ambientes. Obviamente
que uno va a una audición y está al lado de colegas y vamos
todos en busca de un mismo rol y en un punto sí hay una competencia,
pero creo que sana. Por lo menos así lo vivo yo. Es
muy subjetiva la elección en un casting, uno tiene que ir seguro
de lo que tiene para ofrecer sin poner la mirada en el de al lado.
–Es evidente que actualmente se vincula muy bien con
su cuerpo… Sí, con mi cuerpo me llevo súper bien. Al trabajar
con el cuerpo uno se vuelve muy consciente de él y se conoce
mucho. Soy muy física en muchos sentidos. A veces está
bueno y a veces no tanto. Cuando una locurita se te vuelve una
contractura no está bueno. Más porque a la noche hay que ir
al teatro y bailar. Pero, bueno, al ser tan consciente del cuerpo
uno ya sabe de dónde viene cada cosa que va apareciendo.
–¿Alguna vez tuvo complejos en torno a lo físico? En
la adolescencia tuve algún que otro trastorno alimenticio,
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siempre fui flaca, pero fue un momento en que quería ser
más flaca aún... por suerte no llegó a ser nada grave porque
también siempre estaba muy controlada por mi familia.
–¿Qué importancia tiene el sexo en su vida? Tiene bastante
importancia. Disfruto mucho del sexo y no tengo ningún
rollo con el tema. Soy bastante física en general, como te decía
hace un ratito, algo que tiene que ver con el manejo que tengo
de mi cuerpo y otro poco con mi personalidad. Sé que soy
bastante sensual y mis movimientos en la danza y en la vida reflejan
eso también... Demuestro mucho a través de mi cuerpo,
me expreso a través de él, soy muy del contacto físico. Así que
es un punto importante siempre, no solo el acto sexual en sí
mismo, sino todo lo que lo rodea también. Los besos me parecen
importantísimos también. ¡Y los abrazos! Todo acompaña.
La verdad es que soy bastante franelera e intensa...
–¿Qué siente cuando aparecen detractores de la exhibición
del cuerpo femenino? Es verdad que hay ciertos
ámbitos laborales en donde está más cosificada la mujer o el
lugar desde donde se la expone, por ejemplo en la danza y el
musical. Pero creo que no solo en el mundo del espectáculo
puede suceder eso. La diferencia es que en una obra de teatro
o un programa de tele está a la vista de todos. Pero sucede
en muchos ámbitos diferentes, hasta puede suceder entre
cuatro paredes. Por otro lado, respecto de la exhibición del
cuerpo femenino, me parece que todavía predomina un nivel
de machismo altísimo en nuestra sociedad. Y cuando digo
machismo no me refiero a los hombres, muchas veces las
mujeres son las primeras en juzgar a otra mujer que exponga
su cuerpo. Creo que las redes sociales también facilitan eso.
Cualquiera puede escribir cualquier barbaridad libremente y
agredir sin importar nada. Entiendo que, si uno hace pública
una foto o lo que sea, también se expone a que cualquier
persona pueda opinar. Pero a veces me llama la atención el
nivel de agresión o las opiniones que puede llegar a generar
una foto de una persona desnuda o con poca ropa.
Aparecen pensamientos muy retorcidos y pacatos si una mujer
se muestra de determinada forma, y por eso se la juzga sin
saber mucho de ella a nivel humano.
–¿Cree que la bailarina tiene una vida útil? Sí, hay un
momento de “vida útil” para determinadas cosas dentro de
mi profesión. Pero yo lo pienso desde un lugar que tiene que
ver más con las ganas. No lo pienso desde la edad, sino con el
deseo. El día que no disfrute más de subirme a un escenario,
no me gustaría tener que hacerlo por una necesidad laboral
únicamente. Siento que lo padecería. Porque, aparte, es un
trabajo muy expuesto, entonces si uno no siente las ganas creo
que debe ser muy difícil. También hay otros roles que me
gustan que no tienen que ver con estar arriba del escenario. Ya
trabajé como coreógrafa en varias oportunidades. También me
encanta producir y ocuparme de todo lo que tenga que ver con
el ballet dentro del armado de un show y para eso no hay una
edad límite. Por el momento disfruto plenamente de seguir
bailando y puedo ir combinando ambos roles

Tema de tapa
tres
La música rock es sexo y…
Yo seduzco a mi audiencia exactamente
como un artista de striptease.
MICK JAGGER
TÓCALA DE NUEVO
POR Juan Cibeira
IAN DURY
Please No Guns (1963-5)
London Gallery Guide
Cuando el músico británico Ian Dury y su banda The
Blockheads lanzó en 1977 el single “Sex and Drugs and Rock
and Roll”, no tenía idea de que esas tres palabras del título
se convertirían en una frase que definiría una generación. El
rock sajón asumía un cliché que acertaba con el “clima de
época” de esos años.
Acunados por la vibrante música de rock, el sexo y las drogas
estaban íntimamente ligados a la revolución social sesentista
que proclamaba su liberación absoluta. El sexo estuvo
siempre ligado a la música pop y rock, en sus comienzos
claramente tomado de los músicos afroamericanos, que con
sus letras –y sus actos– cargadas de sexualidad, deslumbraban
a grupos y artistas como Led Zeppelin, The Rolling Stones,
The Doors y Jimi Hendrix. Ellos no solo incorporarían esas
tórridas letras y sensuales ritmos a su material sino que se
zambullirían en esa ordalía de sexo libre que propiciaba el
estrellato y las constantes giras.
Así que el sexo está indisolublemente ligado a la música moderna,
en canciones de todos los estilos musicales, en todos
los tiempos. Y también en todas las variantes que la palabra
sexo pueda contener: masoquismo, travestismo, prostitución…
Hay para todos los gustos.
El pionero Ian Dury vuelve a demostrar que no es solo un
buen título para una canción cuando afirma: “El sexo sin
amor es una experiencia vacía… pero como experiencia vacía
es una de las mejores”.
También pionera, Madonna lanzó en 1992 su quinto álbum
de estudio, titulado Erotica, el primero conceptual sobre sexo
grabado por una mega estrella. El lanzamiento fue acompañado
por la edición del libro fotográfico Sex, con imágenes
explícitas de Madonna que en ese momento fueron consideradas
porno. El combo se completó con el Girlie Show World
Tour, espectáculo de gran impacto visual sexual, también
para esa época. El sexo ha sido fundamental para la carrera
de esta extraordinaria artista, y Madonna lo impulsó hacia la
cultura popular con su estilo y características artísticas.
También pioneros, la pareja formada por la curvilínea modelo
y actriz Pamela Anderson y Tommy Lee, el seductor
baterista de la banda de rock Motley Crue, hicieron historia
con su video porno casero. Ellos fueron los primeros que a
través de Internet, viralizaron sus encuentros sexuales en una
selfie long format. Son 54 minutos grabados durante la luna
de miel de la pareja en 1995. Un acto privado de un matrimonio
osado –¡se casaron 96 horas después de conocerse!– y
con frecuencia descontrolado. Pero esta vez, alguien robó el
video de la casa de la pareja y lo subió a Internet.
Pam y Tommy, dos enormes símbolos sexuales estadounidenses
de los noventa. Ella, conejita eterna de Playboy, rubia de
ensueño enfundada en su traje de baño rojo, protagonista de
la exitosa serie Baywatch. Él, rock star de manual, indulgente
con el alcohol y las mujeres, con 32 años y más de 20 millones
de discos vendidos con su banda. Con su cuerpo tatuado y casi
siempre semidesnudo, la imaginería sexual se disparó con las
imágenes del video. Fue tan grande el impacto mediático que
mucha gente que habitualmente no consumía pornografía,
sintió curiosidad por ver este video de porno casero.
Finalmente el mundo pudo disfrutar la vista de la entrepierna
y adyacencias de la señora Anderson y la dotación del señor
Lee, pero eso terminó costándole varios millones de dólares a
Internet Entertainment Group, la compañía que distribuyó el
video en la red. Esa plata fue para Pamela y Tommy, quienes
los habían demandado.
El sexo ha sido uno de los temas favoritos de la mayoría de
los compositores e intérpretes de la música pop y rock. Desde
las fallidas masturbaciones escénicas de Jim Morrison
y los Doors hasta el enorme pene inflable de los Stones, que
usaban en la mítica gira del 72, cuando Jagger cantaba “Starfucker”,
y que tantos problemas les trajo con la ley.
El rock habla de sexo, explícito e implícito, poético y vulgar,
sugerente o brutal. Como la crudeza de “Me gusta ese tajo”,
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tema que compuso Spinetta junto a su banda Pescado Rabioso.
La canción de 1972 no admite metáforas.
Me gusta ese tajo, / Que ayer conocí...
Me gusta ese tajo, / Que ayer conocí...
Ella me calienta, / La quiero invitar a dormir...
Algo más recatados, esa maravilla del pop hispano que fueron
Los Rodríguez, luego de hacer el amor en el balcón, proclaman
el peligro que acecha cuando ella es menor de edad en
su hit “Mucho mejor”, del álbum Palabras más, palabras menos,
de 1995. Este fue el último disco de estudio de la banda
y la canción es más conocida como “Hace calor”.
Podrían acusarme, ella es menor de edad
iremos a un hotel, iremos a cenar
pero nunca iremos juntos al altar.
Como la variedad satisface el gusto, en el pop rock hay sexo
sin restricciones de género. Hay sado en “Pretty Tide Up”,
canción de los Guns N’ Roses del aclamado Use Your Illusion
de 1991. La letra habla de una chica de Melrose que no se
satisface sin un poco de dolor.
También Kiss habla de una chica a la que le dará “dulce
dolor” y amará hasta enloquecerla en “Sweet Pain”, tema del
álbum Destroyer, de 1976.
No faltan las prostitutas como en “Charlotte The Harlot”,
tema incluido en el álbum debut de Iron Maiden en 1980. La
dura semblanza de una prostituta vinculada al grupo tendría
una secuela en su tercer disco, The Number Of The Beast
(1982), con la canción “22 Acacia Avenue”.
En su excepcional disco debut de 1969, Led Zeppelin lanza
su queja por un marido engañado con cualquier tipo que
ande por el pueblo. La canción “Your Time Is Gonna Come”
(Tu tiempo llegará…) es también una amenaza, enmarcada
en la apertura de un órgano de catedral y con un inspirado
solo de guitarra de Jimmy Page. Otra infidelidad, esta vez
consentida, aparece en “Lying Eyes”, tema incluido en el álbum
One Of These Nights del grupo Eagles, editado en 1975.
Es una dura historia de una chica que engaña a su pareja con
un viejo rico, creyendo que él no lo sabe.
Siempre prolífico en alusiones sexuales, Alice Cooper
habla de la masturbación en “Muscle Of Love”. La canción
es del álbum de estudio homónimo y habla de las revistas
de papá, cerrar la puerta del baño y contemplar el “músculo
del amor”. Más brutal, también con revistas, la banda local
Attaque 77 hace su oda explícita a la autosatisfacción con
“Páginas pegadas”, tema del disco Amén, de 1995
Noches de insomnio, ritos en tu honor
revistas con sus fotos secretos del cajón
páginas pegadas, mi mano sin control
jugo de perlas derretidas para vos.
Tampoco faltan canciones sobre travestismo y transexualidad,
como “Lola” de los británicos The Kinks. Este tema histórico
lanzado en 1970 resultó una letra polémica en esa época, ya
que describía sin eufemismos el encuentro de un hombre –que
sería el mánager de la banda– y un travesti en una discoteca.
“Lola” se transformó en un éxito mundial de tal dimensión que
pasó a ser el tema por el que es recordada la banda.
Aerosmith también habla de travestismo en su demoledor hit
“Dude (Looks Like a Lady)”, incluido en el álbum Permanent
Vacation de 1987. Dicen que está basado en una historia real
que les pasó en un bar en el que se encontraban a tomar con
músicos de Motley Crue. Parecían chicas pero eran…
Otra clásica narración de sexo oscuro y transgresión es “Walk
On The Wild Side” de Lou Reed. La canción recorre distintas
experiencias sexuales de diferentes personajes, prostitutas,
travestis, parte de la fauna de Nueva York que Reed
frecuentaba en esos años.
En esta leve compilación no podía faltar ese gran músico y
descarnado cronista que fue Frank Zappa. En su álbum grabado
en vivo en el legendario Fillmore en 1971, incluyó “The
Mud Shark”, un tema que narra el popular relato del incidente
del tiburón, en el que habrían participado músicos de Led
Zeppelin y de la banda psicodélica Vanilla Fudge. La leyenda
dice que los músicos pescaron tiburones desde las ventanas
del hotel Edgewater, ubicado sobre un muelle en Seattle.
Luego llevaron a una joven fan a la habitación y habrían jugado
sexualmente con ella y el cachalote muerto…
69

Entrevista
ocho
Desde hace más de tres décadas, el politólogo ALAIN ROUQUIÉ (1939) viene
investigando acerca de las particularidades del proceso político en América
Latina y más particularmente en Argentina. Embajador en diversos países
(México y Brasil, entre otros), con un doctorado en Literatura y Ciencias
Humanas en el Institut d’Études Politiques de París, Rouquié dedicó décadas
a estudiar el papel que jugaron las Fuerzas Armadas, tanto en el país como
en la región. La prueba es que títulos como Poder militar y sociedad política en
Argentina (1989) y A la sombra de las dictaduras. La democracia en América Latina
(2011) son referencias obligadas a la hora de analizar la realidad sociopolítica
en la región. Dueño de un castellano perfecto y de una gran simpatía, Rouquié
volvió a Buenos Aires para presentar El siglo de Perón (Edhasa), ensayo en el
que discurre sobre lo que llama “las democracias hegemónicas”
ALAIN ROUQUIÉ
“El peronismo es un
modo de ser”
POR Christian Kupchik
–¿Por qué “el siglo de Perón”, entendiendo que Perón
llegó al poder en el año 1943? Porque el peronismo sigue
siendo un elemento central de la política nacional a pesar
de haber pasado más de 70 años desde que llegó al poder
por primera vez. De modo que se puede hablar de “siglo”,
incluso por haber superado la frontera entre dos. No estoy
pronosticando que su vigencia se mantendrá intacta hasta el
2043, pero de todos modos se puede hablar de un siglo. Por
otra parte, en las últimas décadas hemos visto aparecer en
América Latina e incluso otros países sistemas políticos muy
parecidos –más allá de sus diferencias nacionales e históricas–,
a lo que fue la experiencia peronista y el dispositivo de
poder que representa la presidencia de Perón.
–¿Se refiere al modelo de Chávez en Venezuela? Sí,
es el caso más claro. Chávez llega al poder a través de una
elección libre, transparente y honesta, como Perón en el
46, con una plataforma política que se apoya en las clases
populares, a las que les ofrece elementos de ascenso social,
y un gobierno que poco a poco trata de cercenar a las demás
instituciones. De allí los parecidos. Se parecen tanto que
Perón y Chávez representan muy claramente la vertiente de
esos gobiernos a los que llamo “democracias hegemónicas”.
Una de las características de este sistema es la reelección del
líder: Perón cambió la Constitución para poder ser reelecto,
en tanto Chávez no solo hizo lo mismo, sino que llamó a
un referéndum para plebiscitar una reelección indefinida.
Otros lo intentaron sin éxito, como Evo Morales, y otros
con éxito, como Daniel Ortega en Nicaragua, que hizo
sancionar por la Corte Suprema su reelección eterna. Esto
mismo lo plantearon Stroessner en Paraguay o Marcos en
Filipinas, pero eran gobiernos dictatoriales, donde llegaron al
poder por golpes militares. En cambio, en estas democracias
hegemónicas, los líderes llegan a través de elecciones libres.
–Es interesante la comparación que hace entre Borges
y Perón como arquetipos de “argentinos universales”…
Tendría que agregar a Gardel…
–Sí, pero Gardel está en disputa con uruguayos y
franceses. En cambio, el caso de Perón se ha visto
ratificado en otras latitudes. Se ha dicho que Berlusconi
ejercía un tipo de liderazgo muy similar al de Perón
e incluso se ha caracterizado el triunfo de Donald
Trump como la llegada del peronismo a la presidencia
de EE. UU. En efecto, incluso en Europa se ve a la
Argentina como un país hegemónico por tener un Papa y un
presidente peronista en la Casa Blanca. El Papa sabe que es
peronista, a Trump todavía le falta averiguarlo. Lo cierto es
que, sin exagerar el parentesco, hay muchos elementos que
lo asemejan. Hay un líder que se presenta como “justiciero”
y capaz de “reparar entuertos”, como diría Don Quijote. Hay
amplios sectores de la población norteamericana que sienten
que han sido abandonados, o al menos dejados de lado, en
nombre del progreso, la abundancia, la prosperidad o lo que
sea. En el caso de Trump, a pesar de ser billonario y gobernar
para los billonarios, se presenta en nombre de los sectores
en decadencia de la industria norteamericana. Y al igual que
muchos otros líderes, propone soluciones imaginarias y hasta
71

absurdas, como el muro contra México. En esa manera de
entender la política, con un liderazgo fuerte y de sesgo populista,
hay muchos elementos del peronismo.
–Lo curioso es que más allá de ciertos rasgos comunes
que hacen a la identidad (un liderazgo verticalista, una
alianza fuerte con algunos actores sociales, como los
sindicatos), el peronismo ha estado representado en
distintos gobiernos que llevaron adelante políticas antagónicas,
sobre todo en materia económica. El primer
peronismo no tiene absolutamente nada que ver con
lo que fue el menemismo, por ejemplo… Sí, es cierto,
aunque lo que es común a todos es que en ningún momento
les preocupó llevar adelante una revolución estructural. En las
elecciones de 1946 se habló mucho de reforma agraria e incluso
hubo sectores que amagaron con impulsarla, pero jamás hicieron
mucho para ello. Entonces, son gobiernos que pueden
tener una retórica revolucionaria, que cambian algunas cosas
del pacto social pero mantienen intacto el orden económico.
¿Qué tienen en común Perón, Menem, Néstor y Cristina
Kirchner? Un estilo de gobierno. Un estilo vertical y una
determinada forma de manejarse con las instituciones. No se
puede decir que Menem le hiciera mucho caso al Congreso, y
también manipuló a los sindicatos. De modo que más allá de
las diferencias, hay una forma común de pensar la política. La
idea del caudillismo, la idea de que el Ejecutivo es más fuerte
que los otros poderes inscriptos en la Constitución, son constitutivas
de la democracia hegemónica.
–El sistema presidencialista también favorece esto…
No siempre, hay muchos países que son presidencialistas y el
Ejecutivo no puede ponerse por encima de los otros poderes.
Estados Unidos es un ejemplo claro. Me parece que las
democracias hegemónicas pueden desarrollarse mejor en
países donde las instituciones son débiles. Si la Justicia y el
Parlamento no están fortalecidos, entonces quedan a merced
del Ejecutivo, sin importar el signo ideológico que tenga.
–¿Y en esto no tiene que ver también el debilitamiento
de los partidos? En la novela No habrá más penas ni
olvido, de Osvaldo Soriano, hay una escena que es bastante
reveladora del peso que tuvo el peronismo como
construcción. Durante un enfrentamiento entre dos
sectores antagónicos, uno de los personajes grita: “¡No
disparen! Yo nunca me metí en política. Siempre fui
peronista…” (Risas) Sí, esa escena es magnífica y la cito a
menudo. No solo por la admiración que siento por Osvaldo
Soriano, que fue un gran amigo mío, sino también porque
como dice, creo que esa escena representa con claridad lo
que es el peronismo. El peronismo no es una ideología: es
un modo de ser, una identidad, y una cultura nacional que
sustituyó a la cultura liberal de la generación del 80 que
duró hasta 1930, hasta el pacto Roca-Runciman, que mató
al liberalismo. De allí, precisamente, germina Perón para
inventar la segunda Argentina. Aun siendo el restaurador de
la democracia, Perón siempre denostó el demo-liberalismo
al que veía como un fenómeno “nefasto”, sin entender que
el modelo que proponía también era demo-liberal. Esas son
las contradicciones en las que el peronismo no ha dejado de
fluctuar. No obstante, así fue como creó una cultura nacional
y que la frase antes citada expresa a la perfección.
–¿Eso es lo que explica su continuidad en el tiempo? Sí,
al manifestarse como una identidad y una cultura, es mucho
más difícil que claudique, sobre todo si no hay un modelo
superador o los modelos que surgen vienen justamente del
propio peronismo. En Francia, por ejemplo, De Gaulle fue
muy importante pero el gaullismo ya no existe (entre otras
cosas, porque todos somos gaullistas). Precisamente, creo que
en buena medida la vigencia del peronismo puede explicarse
gracias al antiperonismo. Nada fortaleció tanto al mito peronista
y su permanencia como la ceguera antiperonista.
–Sin embargo, hoy el peronismo aparece muy debilitado
y fragmentado… Sí, porque no hay líder. Los tiempos
son otros y si no hay una figura fuerte con capacidad de
liderazgo, sobreviene el debilitamiento. Lo que no quiere
decir que la cultura mayoritaria antiliberal no exista, y eso
lo entendió muy bien Mauricio Macri o el equipo que lo
asesora: él no se presentó como un candidato liberal antiperonista.
Basta con repasar sus discursos de campaña o
recordar el monumento a Perón que él inauguró. Después,
claro, hizo otra cosa. Pero para llegar al poder tuvo que
recurrir a toda la retórica y simbología peronista, incluyendo
alianzas con diversos sectores del justicialismo, como la CGT.
De lo contrario no iba a llegar nunca. Fue muy hábil, pero
no creo que consiga trivializar al peronismo. De hecho, debe
tenerlo siempre presente para poder gobernar. Y la prueba es
la cantidad de jóvenes que nacieron después de la muerte de
Perón y se identifican como peronistas, lo cual para alguien
que viene de afuera no deja de ser algo sorprendente.
–Usted lo conoció al general Perón, lo encontró en
varias oportunidades. ¿Qué impresión le causó? La primera
vez que lo vi fue en un momento histórico, en 1969, en
Madrid, cinco años antes de su muerte. No sé si por entonces
ya estaba enfermo. Recuerdo que tuve alguna dificultad
para que respondiera directamente a mis preguntas, eso no
le gustaba. Era un hombre de gran oratoria y cada cosa que
decía parecía que lo hacía ante una muchedumbre en Plaza
de Mayo, aunque estuviéramos solos. Y la oratoria ante una
sola persona es un poco complicada. Era un hombre intimidante,
de mirada fuerte, con una voz estentórea, donde se
hacía notar su formación militar. Pero a la vez era un hombre
con mucho humor, era muy pícaro, le gustaba mucho bromear
(siempre que las bromas no fueran contra él). Pero era
un tipo chistoso y sabía cómo contar historias. Creo que ese
aspecto en buena medida fue clave en su éxito como estadista:
contaba relatos a través de los cuales reescribía la historia
nacional. Su relato personal era un poco distinto a la verdad,
pero lo que importa es que él creía en eso que contaba y
lograba que quienes lo escuchaban también lo creyeran.
Había estado en Italia antes de la Segunda Guerra, y hablaba
con gran entusiasmo de Mussolini, a quien decía que había
encontrado. Pero en realidad nunca lo vio, apenas era agregado
militar adjunto, pero tenía esa capacidad para reescribir la
historia de un modo fascinante.
–Es un poco lo que describe Tomás Eloy Martínez en
La novela de Perón… Exactamente. Perón escribía una
ficción sobre un país de ficción llamado Argentina. Y ambas
ficciones terminaron siendo una realidad
72

Historia
& política
Yury y Sonya Winterberg, Los niños
en la Primera Guerra Mundial,
Editorial Crítica
En un universo escaso de trabajos
dedicados a la historia de la infancia, se
agradece este notable, documentado
y conmovedor texto de Yury y Sonya
Winterberg sobre la lúcida y dolida
mirada de las principales víctimas de la
Primera Guerra Mundial a la que los
autores llaman la “catástrofe originaria
del siglo XX”, una etapa que con un
optimismo que no preveía la tragedia,
había sido bautizada por la educadora
sueca Ellen Key como “el siglo de los
niños”. Cuando estalló este conflicto
inédito, nadie podía prever que se prolongaría
por cuatro devastadores años ni
que se extendería hasta las regiones más
distantes del planeta. Durante esos largos
y terribles años, cientos de miles de
niños combatieron como soldados en los
distintos frentes, y los restantes padecieron
bombardeos, matanzas, la ocupación
militar de sus hogares o expulsión de los
mismos, hambre, epidemias, pérdida de
familiares y el derrumbe del mundo tal
como lo conocían sus mayores, y millones
de ellos pasaron a ser huérfanos. Los
autores destacan que como consecuencia
de la escolarización obligatoria, a comienzos
del siglo XX y por primera vez en la
historia, los niños de la guerra pudieron
registrar por escrito sus experiencias,
dolores, desgarros y sentimientos en diarios
personales, cartas y tarjetas postales,
LA MIRADA DE
LOS OTROS
POR Felipe Pigna
autobiografías, composiciones escolares,
manuales y escritos pedagógicos,
artículos periodísticos, novelas juveniles
e historietas, juegos infantiles, fotografías
y dibujos. Con estos valiosos documentos,
habitualmente desechados por el
“mundo adulto”, Yury y Sonya Winterberg
reconstruyen aquellas historias a
partir de la de la abuela de Yury, nacida
a comienzos del siglo XX, quien fue a la
vez testigo e inspiración de este retrato
de época, centrado en los niños y adolescentes.
Uno de ellos, John, el hijo del
gran novelista inglés nacido en la India,
Rudyard Kipling, escribió: “Si alguien
pregunta por qué morimos, dile que fue
porque nuestros padres mintieron”.
Luc Boltanski y Eve Chiapello, El
nuevo espíritu del capitalismo, Akal
Este notable trabajo del director de la
École des Hautes Études en Sciences Sociales
y miembro fundador de la Escuela
de las convenciones, Luc Boltanski, y
la socióloga y profesora Eve Chiapello,
parte de la hipótesis de que la crisis actual
no es del capitalismo, sino de la crítica
del capitalismo. Siguiendo a Foucault,
los autores señalan que muy a menudo
esa crítica sigue atada a viejos prejuicios
y esquemas perimidos que han resultado
claramente ineficaces. Básicamente,
ese fracaso tiene que ver con que la
aplicación de esos criterios no tiene en
cuenta las sucesivas reestructuraciones
del capitalismo, particularmente las que
se dieron en los últimos treinta años. Además,
como señalan Boltanski y Chiapello,
no pocos cientistas políticos fueron y son
reacios a usar fuentes tales como textos
de gestión empresarial, papers internos
de empresas que construyen un nuevo
discurso patronal y redefinen el nuevo
estatuto de la fuerza de trabajo cada vez
más explotada y amenazada con la pérdida
del empleo y la consecuente exclusión
del sistema. Es ya evidente que desde los
años 70 el capitalismo ha renunciado a
los principios fordistas como la organización
jerárquica del trabajo y que ese
esquema fue siendo reemplazado por una
organización en red en la que la iniciativa
de los diferentes actores y la idea de una
autonomía relativa en el trabajo refuerza
el concepto de pertenencia y lleva a los
empleados a usar el “nosotros” al referirse
a la empresa de la que dependen. Los
autores concluyen que este nuevo espíritu
del capitalismo triunfante se debe por un
lado a la utopía de un retorno a un pasado
idealizado y por otro al acompañamiento
de las transformaciones tecnológicas,
económicas y sociales. Ninguno de los
dos factores permite resistir los daños
ocasionados por las nuevas formas que
las actividades económicas han adoptado.
El primero porque es incapaz de ver
aquello que a los ojos de un gran número
de personas hace seductor al capitalismo
y subestima su ruptura, y el segundo porque
minimiza los efectos destructivos del
capitalismo. Un trabajo imprescindible
para entender esta etapa de la política y la
economía mundial.
OTROS RECOMENDADOS
Vidas de fuego. Biografías anarquistas | Walter
Marini (compilador), Sudestada.
Luna Park. El estadio del pueblo, el ring del poder
| Juan Manuel Bordón y Guido Carelli Lynch,
Sudamericana.
La Rosa Roja. Biografía gráfica sobre Rosa
Luxemburgo | Kate Evans, Ediciones IPS.
Hacienda y nación. Una historia fiscal y financiera
del país. Desde la hacienda colonial a la Revolución
del Parque | Rubén Manasés Achdjian, Eudeba.
Historia no oficial de la masonería | Iván Herrera
Michel, Kier.
Francisco de Asís. Santo y pecador, | Eyre Price,
Emecé.
La condición argentina | José Pablo Feinmann,
Planeta.
75

Entrevista
nueve
El anarquista
Acaba de publicar Puto el que lee. Diccionario argentino de insultos, injurias e improperios (Planeta)
POR Nando Varela Pagliaro
“Soy un anarquista ideológico y un peronista sentimental.
Soy peronista cultural, sentimental y hasta religioso, te diría.
Por eso me alucina Capusotto, porque es peronismo puro.
Cuando el peronismo se cruza con alguna manifestación de
vanguardia, me parece que da las cosas artísticas más sublimes.
Lo digo por Lamborghini, por Favio, por Santoro,
por Capusotto y por Agustín Guerrero, un pianista y
compositor fuera de serie”. El que habla, desde su PH en el
barrio de San Telmo, es Pablo Marchetti, el mismo que
fue uno de los ideólogos de la revista Barcelona, el que está al
frente del Conjunto Falopa, del programa de radio Hoy lloré
canción (AM Once Diez) y el que acaba de publicar Puto el
que lee. Diccionario argentino de insultos, injurias e improperios
(Planeta, 2017).
–¿Cómo surge la idea del libro? Va a sonar muy cheto
lo que digo, pero se me ocurrió porque una vuelta, en
un puesto de libros usados a orillas del Sena, conseguí un
ejemplar de un diccionario de injurias en francés. Después
investigué más y vi que había algunos en español, pero
ninguno de la Argentina y que tuviera ejemplos no solo literarios,
sino también del habla callejera. Además, me parece
que los insultos, las malas palabras son una de las zonas
más ricas y dinámicas del idioma. Existe un dispositivo de
creatividad puesto en función del insulto que es increíble.
El insulto es una especie de cloaca del idioma y las cloacas
son absolutamente necesarias. No podemos vivir sin ellas,
sin embargo, las ocultamos todo lo que podemos. También
me interesaba mostrar el hecho de que hay muchos insultos
que son más fuertes que lo que llamamos malas palabras.
Imbécil, por ejemplo, es mucho más fuerte que boludo. Sin
embargo, imbécil no está considerada una mala palabra.
Boludo es la palabra insignia de la Argentina y fíjate que
puede ser un insulto, pero también un vocativo neutro. En
esto es muy importante la dicción y la potencia con que se
dice una letra. Si pensáramos en boludo y pelotudo, no hay
diferencia en cuanto al significado, serían casi sinónimos.
Sin embargo, pelotudo es más fuerte. Yo creo que claramente
es por la P.
–Fontanarrosa habló de esto en su famosa ponencia
en el Congreso de la Lengua. Exactamente. El título del
libro lo tomé de “Palabras iniciales”, un magnífico cuento
suyo. “Puto el que lee esto”. Nunca encontré una frase mejor
para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre
que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner,
ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni
Góngora.
–Tanto en el diccionario como en casi todo lo que hace
siempre hay mucho humor. ¿Piensa que el humor es
visto como un arte menor? Sí, claro. Yo me niego a decir
que lo que hago es humor. Una cosa es que tenga humor y
usar el humor como un recurso y otra es decir que hago humor.
Lo que más me interesa es la comunicación y el humor
comunica. Tenemos muchos ejemplos de cosas que contienen
lo humorístico y no son necesariamente humorísticas. El
hallazgo de Página /12, cuando surgió, fue poner, en un diario
de noticias serio, títulos que muchas veces tenían un gancho
humorístico, lo que generaba una mayor empatía, mayor
deseo de leer. No hay nada más genuino que la risa porque
no se puede caretear.
–Habla de los titulares de Página y es inevitable no
asociarlo con la revista Barcelona. Me acuerdo de que
cuando murió Kirchner, el título de la revista fue “La
fuerza del tomuer”, un título bastante polémico, que
no fue tan bien recibido. ¿Hay límites para el humor?
Si somos honestos, el límite está en nuestras convicciones.
–¿Y cuál es su límite? A mí no me causa gracia reírme del
débil, me causa gracia reírme del poderoso. Lo que me gusta
es poner en evidencia las construcciones de poder desde el
lenguaje, lo que vemos como natural desde la comunicación y
no es natural. Desnudar esas construcciones de poder es todo
lo que puedo hacer. Muchas veces me pregunto por qué hablamos
de inseguridad para determinados casos y no para otros.
Los casos de gatillo fácil no son de inseguridad y un asalto en el
centro sí lo es. Habría que replantearse algunas cosas, ¿no? En
Barcelona, para un 24 de marzo hicimos una contratapa que
decía: “24 de marzo: Día nacional de la inseguridad”.
–Hace poco entrevisté a Jorge Lanata (Quid 71), quien
me dijo que, cuando se fue de Página, para él, el diario
dejó de salir. Ahora, ¿cómo es su relación con Barcelona?
No vi más la revista desde que me fui. Bueno, vi alguna
que otra cosa que me mostraron, pero muy poco. Barcelona
salió en un momento donde éramos una trinchera. Ahora,
después del debate que se dio con la ley de medios y con 6,7,8
hablando todos los días contra Magnetto, cambió todo.
Hablar contra Clarín no era lo mismo en el 2003 que en el
2012. Entre eso y que yo sentía que tenía otras cosas que me
interesaba hacer y no tenían cabida en la revista, sentí que ya
no me contenía más. Mas allá de que es cierto que tuvimos
algunas diferencias políticas, la idea de satirizar un medio ya no
me interesaba. No me interesa nada, ni Lanata ni Navarro.
Los programas políticos me aburren muchísimo. Intratables lo
veo alguna vez, si va Victoria (Donda).
–¿Y no extraña nada del día a día en la redacción,
de estar un poco más acompañado? La verdad que no.
Ahora estoy muy dedicado a la música. Estoy grabando un
disco con mi banda que es Conjunto Falopa y estoy tocando
muchísimo con “Rafa” Varela. Además, me gusta mucho
escribir en soledad.
–En su web está muy organizado todo lo que hizo y lo
que hace. Si bajara un marciano y tuviera que presentarse
mostrándole una sola cosa de todas las que hace,
¿qué le mostraría? Esa web.
–Es buena la respuesta, pero imagino que de todas las
cosas que hace algunas le deben generar más orgullo
que otras. Lo que más orgullo me da es no tener que
laburar. Eso hace que tenga que trabajar muchísimo, pero en
todas cosas que me alucinan. Digo muchísimo porque todo el
tiempo tengo que inventarme el laburo, pero nada de lo que
hago significa un trabajo en serio para mí.
–En alguna nota dijo que el hecho de haberse casado
con Victoria Donda hizo que se alejara de la agenda
política, ¿por qué fue así? Por ver la política desde otro
lugar, perdí interés y me di cuenta de que hay dos cuestiones
muy distintas, una tiene que ver con las convicciones y
cómo uno lleva adelante esas convicciones y en eso tengo una
coincidencia plena con Vicky. Yo estoy muy orgulloso de su
laburo parlamentario y cada vez que sale a la calle, estoy en el
mismo lugar que ella. Coincidimos en las cuestiones políticas
a resolver. Eso es una cosa, y otra muy distinta y con la que yo
no tengo nada que ver, son las alianzas electorales y las fotos.
–Escribió un poema que llamó “El chongo de la diputada”.
En un punto, ¿le molesta algo de la mirada de
los otros? La verdad es que me río de eso. Si alguno cambió
la forma de ver lo que yo hacía, es un problema del otro.
Aparte, si quiere tener esa mirada sobre mí, nunca va a tener
una atención sobre lo que hago. No vivo pendiente de la
mirada de los otros.
–En una nota que le hizo Eugenia Zicavo dijo que
en una época su vida se dividía en momentos en los
que tenía plata para comprar libros y otros en los que
tenía tiempo para leerlos. En alguien como usted,
¿qué lugar ocupa lo material? Habría que definir qué es
lo material, a mí lo que me importa es vivir tranquilo. ¿Qué
lujos me gusta darme? Me gusta viajar y tal vez me gustaría
poder hacerlo un poco más. Pero por suerte, varias veces nos
invitan, así que no es demasiado gasto. Después, cada tanto
nos vamos a Santa Fe a casa de unos amigos, pero ir o no es
más una cuestión de tiempo que de dinero. Después, como
podés ver, me gustan los discos y los libros, no tengo mayores
ambiciones económicas
76
77

Tema de tapa
seis
EL DISCURSO
AMOROSO
Este último mes tuve la suerte de
acceder al maravilloso material de los
archivos personales de varios políticos
brasileños. Maravilloso, al menos, para
aquellos que disfrutamos de los papeles
viejos con manchas y polvo, donde se
lee la historia cuando todavía es presente.
Y aunque estaba bastante lejos del
objetivo de mi investigación, pasé parte
de mi tiempo leyendo aquellas cartas
donde dejaban de ser políticos por un
rato y hablaban de un desafortunado
encuentro con las olas de Copacabana
o de la goiabada casera con gustito a
patria que mandaba en encomienda
una vieja amiga bahiana. Sin ánimos de
excusarme por mi poco eficiente uso
del tiempo, las cartas donde las figuras
políticas se corren de su rol pueden
ayudarnos a entenderlos también como
políticas o políticos. Quizás, la goiabada
(o la bahiana) expliquen la vuelta a Brasil
de un embajador o un desafortunado
encuentro con el mar, un giro hacia
políticas menos arriesgadas.
Tal vez sea por eso, y no de “chusmas”
que somos nomás (aunque sí, lo somos),
que las cartas de amor de los políticos
nos despiertan tanto pero tanto interés.
Si, como desarrolla en sus estudios Max
POR Emilia Simison*
Harris, profesor del All Souls College
de Oxford, la política es inevitablemente
emocional y las ideas políticas implican
siempre sentimientos, ¿qué mejor que
sus palabras de amor para conocer a los
políticos? Pensemos, por ejemplo, en qué
nos dicen de Napoleón Bonaparte sus
cartas a Josefina. Textos donde vemos
frases como: “me despierto todo lleno de
ti. Tu imagen y el placer intoxicante de
anoche, no le permiten descanso a mis
sentidos. Dulce e inigualable Josefina,
qué extraño cómo obras en mi corazón”
o “hasta entonces, miles de besos, mio
dolce amor! Pero no me des ninguno de
vuelta porque incendian mi sangre”, que
viran con los años hacia duras acusaciones
y reproches. Asimismo podemos
atisbar algo de su carácter en sus cartas
desde el frente donde le escribía frases
como: “lejos de ti no hay alegría; lejos
de ti, el mundo es un desierto donde
estoy solo y no puedo abrir mi corazón
(…) ¡Oh, mi esposa adorable! No sé qué
me depara el destino, pero si me sigue
manteniendo separado de ti, ¡será insoportable!
Mi coraje no es suficiente para
eso”. También la zarina Alejandra le
escribía al zar Nicolás II: “de nuevo
te vas solo y es con un gran peso en el
corazón que me separo de ti. Ya no más
besos y tiernas caricias tuyas por tanto
tiempo (…) Eres mi vida misma, corazón,
y cada separación me produce un
infinito dolor… Adiós mi ángel, esposo
de mi corazón, envidio a las flores que te
acompañarán. Te sujeto con fuerza a mi
pecho, beso cada dulce lugar con tierno
amor…”. ¿Qué cosas podrían haber sido
distintas, si no hubiesen extrañado o sido
extrañados tanto?
También podríamos pensar qué
hubiese cambiado si la famosa Rosa
Luxemburgo no hubiese extrañado
tanto a su amante y luego esposo.
Tanto, que escribía: “no puedo trabajar.
Mi pensamiento se vuelve hacia ti
constantemente. Es necesario que te
escriba unas líneas. Querido mío, mi
amado, en este momento no estás aquí,
cerca de mí, pero toda mi alma está
llena de ti, te abraza”. Y estas líneas de
Rosa también nos muestran otra parte
de ella, una menos conocida, una mujer
con otras pasiones, además de su causa
revolucionaria.
Otra cara de un político más que famoso
nos muestra la correspondencia entre
Winston Churchill y su esposa Clementine.
Hay cartas de juventud en
que dice amarla con pasión, escritas en
francés porque le da menos vergüenza,
que nos ponen a pensar que, al fin y al
cabo, hasta los mejores oradores pueden
ponerse colorados. Otro intercambio
bellísimo es aquel en que, luego de
varios años de casados, Clementine le
escribe: “Oh, querido, estoy pensando
mucho en cómo enriqueciste mi vida.
Te he amado mucho, pero desearía
haber sido una esposa más entretenida
para ti. Qué bello sería ser jóvenes de
nuevo”, a lo que Churchill le responde:
“En tu carta desde Madrás escribes unas
líneas muy queridas para mí, sobre mí,
habiendo enriquecido tu vida. No puedo
decirte cuánto placer me dio, porque
siempre me sentí tan abrumadoramente
en deuda contigo, si es que puede
haber cuentas de amor… Lo que ha
sido para mí vivir todos estos años en tu
corazón y compañerismo ninguna frase
puede transmitirlo (…). El tiempo pasa
rápido, pero ¿no es una alegría ver qué
tan grande y en expansión es el tesoro
que hemos conseguido juntos, pese a
las tormentas y tensiones de tantos años
agitados y, por momentos, trágicos y
terribles?”. Al final, un romántico, ¿no?
Es interesante, también, cómo algunas
cartas nos sorprenden, como las
de Rosa y Winston o aquella en que
George Bush padre, además de firmar
como “Poppy”, le dice a su futura
esposa y entonces prometida Bárbara:
“Te amo, preciosa, con todo mi corazón
y saber que me amas significa mi vida.
Qué seguido pensé en la felicidad inconmensurable
que será nuestra algún
día (…). Buenas noches, mi hermosa.
Cada vez que te llamo hermosa estás a
punto de matarme, pero tendrás que
aceptarlo”. Otro romántico al final.
Otras cartas, sin embargo, no nos sorprenden
tanto. Si les digo, por ejemplo,
que un famoso político de la época de
Churchill firmaba sus cartas a su amante
como “tu amigo y amante salvaje”,
estoy segura que varios adivinarían que
era Benito Mussolini. También, las
palabras del entonces príncipe heredero
Eduardo VIII a su amante casada:
“te bendigo con todo mi ser, querida,
amada, preciosa, pequeña Fredie
Wedie, por todo tu amor divino que
es todo lo que pido en este mundo y
en el próximo, sea lo que sea que eso
signifique”, parecen las de alguien lo
suficientemente apasionado como para
abdicar por amor, ¿no es cierto?
Pero no solo en el hemisferio norte tenemos
políticos y políticas enamorados.
María Guadalupe de la Cuenca, le
escribió a su esposo Mariano Moreno:
“ay, Moreno, de mi corazón: No tengo
vida sin vos, se fue mi alma y este cuerpo
sin alma no puede vivir y si quieres que
viva vente pronto o mándame llevar. No
me consuela otra cosa más que cuando
me acuerdo las promesas que me hiciste
los últimos días, antes de la salida, de
no olvidarte de mí, de tratar de volver
pronto, de quererme siempre, de serme
fiel, porque a la hora que empieces a
querer a alguna inglesa adiós Mariquita”.
La respuesta, lamentablemente, no
existió, ya que Moreno no llegó a leer la
carta. También pone la piel de gallina la
última nota de Ladislao Gutiérrez
a Camila O’ Gorman: “Camila mía:
acabo de saber que mueres conmigo. Ya
que no hemos podido vivir en la tierra,
unidos, nos uniremos en el cielo, ante
Dios. Te abraza, tu Gutiérrez”. Con un
desenlace más favorable para los involucrados,
son también famosas las líneas
que Juan Domingo Perón le escribió
a Evita desde su prisión: “Solo cuando
estamos apartados de quienes amamos,
sabemos cuánto les amamos. Desde que
te dejé ahí, con el mayor dolor que se
pueda imaginar, no he podido sosegar mi
desdichado corazón. Ahora sé cuánto te
amo y que no puedo vivir sin ti. Esta inmensa
soledad está llena de tu presencia.
Que no te pase nada o de lo contrario mi
vida habrá acabado. Cuídate mucho y
no te preocupes por mí, pero quiéreme
mucho, porque necesito tu amor más
que nunca”.
Pero el podio, si, como escribía Churchill,
puede haber cuentas de amor y
de pasión, se lo lleva la extensa correspondencia
entre los patriotas latinoa-
mericanos Manuela Sáez y Simón
Bolívar, publicada en forma de libro
hace algunos años. Ella, por ejemplo, le
escribía: “Señor mío, mi amor: No me
basta decir te quiero; por eso lo escribo,
por la necesidad y el apremio de mi
pecho. Quiero grabarlo en las nubes,
en el cielo de mi Quito, quiero; en el
Pichincha es mi anhelo y en su Colombia
como una antorcha, inundada de
luz por nuestro amor y por la gloria.
Lléveme con usted al mismo abismo,
donde grito y ruego que lo quiero.
Deje usted allí crecer mis besos y esos
besos suyos bajo el sol de la esperanza
y en silencio, como crecen las flores en
esa tierra suya donde vieron nacer su
hombría y sus desvelos”. También, le
pedía que regresara a ella con líneas
como: “conozca usted a una verdadera
mujer, leal y sin reservas” o “…aquí hay
todo lo que usted soñó y me dijo sobre
el encuentro de Romeo y Julieta… y
exuberancias de mí misma”. Líneas que
surtieron el efecto deseado, sin dudas,
con una respuesta que vale la pena citar
in extenso: “Manuela bella, Manuela
mía, hoy mismo dejo todo y voy, cual
centella que traspasa el universo, a
encontrarme con la más dulce y tierna
mujercita que colma mis pasiones con
el ansia infinita de gozarte aquí y ahora,
sin que importen las distancias (…) Tú
me nombras y me tienes al instante.
Pues sepa usted, mi amiga, que estoy
en este momento cantando la música y
tarareando el sonido que tú escuchas.
Pienso en tus ojos, tu cabello, en el aroma
de tu cuerpo y la tersura de tu piel y
empaco inmediatamente, como Marco
Antonio fue hacia Cleopatra. Veo tu
etérea figura ante mis ojos y escucho el
murmullo que quiere escaparse de tu
boca, desesperadamente, para salir a mi
encuentro. Espérame, y hazlo ataviada
con ese velo azul y transparente, igual
que la ninfa que cautiva al argonauta”.
Si la política es pasión, entonces, parece
que con ellos América Latina se sacó
la grande, ¿o no?
*Magister en Ciencia Política (UBA-UTDT), PhD Student (MIT).
78
79

Entrevista
diez
LA
REINA
DEL
AMOR
FLORENCIA BONELLI es la reina de la
literatura romántica argentina y acaba
de publicar Nacida bajo el fuego de Aries
(Alfaguara)
POR Martina Leunda
Una contadora que ama la rutina. También ama su trabajo.
Se levanta temprano, arregla su casa, se despide de su marido
y se va a trabajar. Vuelve a la casa y lee, porque también ama
la literatura desde muy chica. Un día lee un libro, El árabe,
de Edith M. Hull, y algo se altera. Florencia Bonelli volvía
de trabajar y escribía todas las escenas que durante el día le
desbordaban de la mente. Dormía poco.
“Y después en el año 98 me di cuenta de que el oficio de contadora
que tanto me gustaba ya no me estaba gustando tanto
porque esto otro me llamaba a gritos, y dejé de trabajar y me
dediqué de lleno a esto”. A escribir. Ahora, después de haber
publicado más de quince libros, la rutina sigue intacta.
–Su metodología de trabajo se parece mucho a la
época en la que iba a la oficina… Exactamente, como
levantarme para ir a la oficina. Me levanto a las siete de la
mañana, acomodo mi casa y me pongo a trabajar. Me gusta
levantarme temprano, me gusta la mañana, la frescura que
me da la mañana. Además, para mí, es fundamental la rutina,
las costumbres, los hábitos. Sin esa rutina siento que colapso.
El ser tan insegura hace que sea muy autoexigente con mi
trabajo y para eso necesito orden.
–Al ser insegura, ¿cómo vive el momento previo al
lanzamiento de un nuevo libro? ¿Las sensaciones son las
mismas de cuando recién empezaba? Sí, es muy parecido.
Aunque publique un nuevo libro después de haber publicado
quince, la emoción es la misma. Y las lectoras lo reciben con
esa misma emoción lo cual es lindísimo. Nos retroalimentamos
entre todas. Por un lado siento mucha alegría porque estoy
deseosa de compartir una nueva historia con mis lectoras y mis
lectores pero también tengo un poco de miedo, de no saber si
les va a gustar o no. Las sensaciones normales.
–Y una vez que se publica y confirma que tiene éxito,
¿cuál es la sensación? Es una linda sensación. Es como poner
un tilde a algo que hiciste y lo hiciste bien. Igualmente se
engancha con lo que te decía antes porque vivo un momento
de alegría profunda que es cuando empiezan a llegar los
81

primeros comentarios de
las lectoras, los primeros
mails, les paso un poco
la pelota a ellas y ellas
empiezan a vivir la emoción,
pero yo ya estoy
pensando en la próxima
novela, en qué voy a
escribir y ya de nuevo
caigo en esa sensación de
si voy a poder o no. Pero
sí, hay un momento muy
lindo que son los primeros
meses del lanzamiento
de un libro que es cuando
me doy ese recreo para
disfrutar con ellas de los
comentarios y las preguntas
que me hacen.
–Tiene una relación muy estrecha con el público de
sus novelas, con sus lectoras. Sí, es muy estrecha. Creo
que tiene que ver con que yo me describo como una lectora
que escribe, no como escritora, entonces me siento una más.
Cuando voy a Buenos Aires me la paso de té en té con ellas
y me siento una más: hablamos de mis libros como si yo no
los hubiera escrito. Además hablamos como si los personajes
existieran. Por eso creo que nos juntamos, porque nos sentimos
libres de hablar sin que nadie nos juzgue. Y la relación es
esa, la de sentirme una más. Con algunas hemos construido
grandes amistades y la verdad es que las quiero, las quiero
mucho porque les debo todo.
–¿Cuál es el punto de partida para empezar una nueva
historia de amor? Eso es difícil de responder porque el
proceso creativo es sobre todo caos, anarquía, lo cual es una
sensación que siendo una mujer muy rutinaria me pone bastante
nerviosa, aunque ya aprendí a dejarme llevar, pero nunca
sabés de dónde va a surgir la inspiración para una novela.
Con Caballo de fuego por ejemplo, me pasó que yo estaba
viviendo en Italia y veía una telenovela que se llamaba Vivere
y uno de los protagonistas era un médico que se va a África
con Médicos sin Fronteras, y yo no sabía qué era Médicos sin
Fronteras entonces empecé a investigar y como me encantó
me dije que algún día iba a crear un personaje así pero no me
preguntes por qué, a pesar de que en la telenovela el médico
era hombre, yo quería que en mi novela fuese mujer y como
me gusta crear opuestos y conflictos entre los protagonistas,
el hombre de la novela iba a ser soldado mercenario. Y así
nacieron los personajes para Caballo de fuego. También me
pasa porque soy una persona curiosa y me gusta investigar,
otra persona sigue viendo la telenovela y ni se pregunta por
las cosas que no conoce. Yo tengo un radar encendido todo el
tiempo porque nunca sabés de dónde va a venir el disparador.
–Una vez que surge la idea, ¿cómo es la construcción
de esos personajes tan característicos de la novela
romántica? Leyendo literatura romántica yo aprendí la
importancia de la descripción física de los personajes, además
de crearles la personalidad y la parte psicológica, porque eso
hace a la sensualidad del libro. ¿Por qué? Porque si estás
hablando de amor de pareja la cuestión física es fundamental.
En un amigo no te importa el físico, pero si la cuestión pasa
por un amor de pareja la cuestión física pasa a formar parte.
Y para mí eso es fundamental, de hecho yo trabajo con las fotos
que me inspiran. En este momento tengo las fotos de los
personajes que estoy creando ahora que son para la novela de
La Diana, que es un personaje secundario de Caballo de fuego,
y tengo la foto de ella y la foto de él, y en los momentos
de pausa los miro. No sé por qué son ellos pero de repente
un día los veo en una revista, en una película y me doy cuenta.
Pero no los voy a buscar, aparecen. Así que físicamente los
tengo presentes. Es importante la descripción física porque
el lector quiere hacerse a la idea de cómo es el personaje,
y después sí, todo el desarrollo psicológico que hace que se
sustente el personaje, que sea interesante.
–Una de las características del género romántico es la
mezcla entre ficción y contexto histórico que puede ser
pasado o actual. Al haber situado historias en ambos
escenarios, ¿qué diferencias encuentra a la hora de
trabajarlas? Como siempre y fiel a mi inseguridad, no sabía
si iba a poder escribir algo contemporáneo porque la novela
más actual que había escrito estaba ambientada en el año 60,
época en la que yo ni había nacido. La primera novela contemporánea
que escribo es Caballo de fuego. Primero había
que cambiar el tono porque es muy distinto cómo hablaban
las personas en el siglo XIX o XVIII a cómo hablan ahora.
Cambiar eso ya era un desafío, y el otro desafío era el tema de
la tecnología, yo soy muy anti-tecnológica y Caballo de fuego,
sobre todo, tenía mucho uso de la tecnología, desde el uso de
un celular que yo no tengo hasta las armas más sofisticadas así
que tenía que hacer toda una investigación no solamente del
contexto histórico con el cual armé la trama que es el conflicto
palestino-israelí y el conflicto en el Congo por el coltán, sino
también tenía que aprender sobre tecnología, cómo se usaba
una cosa, cómo se usaba la otra, y ya el desafío era triple prácticamente,
pero bueno, me fascinó escribir esa novela, por eso
ahora estoy escribiendo una especie de continuación.
–Y después vino la serie Nacidas, dentro de la cual se
acaba de publicar Nacida bajo el fuego de Aries (Alfaguara,
2017), que no solo se desarrolla en la actualidad
sino que se mete en el mundo adolescente, complejo
de por sí. Totalmente. Cuando decidí escribir la serie Nacidas,
que si bien yo la escribí con personajes adolescentes, la
idea era que la leyeran grandes y chicos, o sea adolescentes
y adultos, tenía que saber cómo hablaban esos adolescentes.
Porque yo ya tenía 40 años cuando me puse a escribir esta
serie y no tenía idea cómo hablaban. Para eso me sirvieron
mucho mis lectoras adolescentes que me armaban glosarios.
Y yo no tenía idea qué significaban la mayoría de esas palabras.
Ese fue el desafío, ver cómo hablaban, qué costumbres
tenían que son muy distintas a las nuestras. Quería hacerlo
lo más realista posible para que los lectores se identificasen.
Así que salir de la histórica y pasar a la contemporánea fue
un desafío enorme. Pensé que no me iba a gustar escribir
contemporánea pero me encantó, tanto como escribir histórica.
O sea al final lo que a mí me gusta es escribir historias de
amor, sean de la época que sean, ya me di cuenta.
–¿Siente que hay que tener un cuidado especial a la
hora de tratar temas actuales? Como por ejemplo el
abuso sexual en Nacida bajo el fuego de Aries… Sí, en
esta novela se habla bastante del abuso pero más todavía en
la que estoy escribiendo ahora. Por sobre todas las cosas trato
de ser extremadamente respetuosa con las personas que sufrieron
un ataque así, respetuosa de su dolor, de la vulnerabilidad
que sienten, del asco que sienten. Porque como mujer
no creo que haya una cosa más espantosa que esa. Traté de
ponerme en su lugar sin, gracias a Dios, haber sufrido nunca
una violencia de ese tipo, traté de ser empática y de sentir
como mujer. Después de haber leído muchos testimonios
de mujeres que han sido violadas noté que ese dolor está
siempre adentro tuyo, te podés olvidar por momentos, pero
siempre vuelve porque significa la violación de tu intimidad y
de tu ser como mujer, y eso quise transmitir.
–Y además está la otra parte del contacto físico entre
dos personas que es la sexualidad que experimentan
dos amantes. Sí, como una sexualidad sanadora, esa
sexualidad que es vida y alegría. Para mí el sexo entre dos
personas que se aman, sean del sexo que sean, es alegría, es
algo muy sano. A mí me gusta contarles esto a los adolescentes
porque uno está muy curioso a esa edad y quiero que
tengan una aproximación desde lo lindo, no desde lo sórdido.
Porque vivimos muchos siglos en los cuales se nos dijo que
era pecado, que estaba mal, y todas esas cosas ridículas que
fueron quitándole la alegría a la sexualidad. Cuando se vive
de manera responsable, porque no nos olvidemos que es
para reproducirnos y no hace falta reproducirse irresponsablemente
porque ya hay demasiada gente en el mundo.
Pero el sexo es como el broche de oro del amor de pareja, la
cereza del postre, porque si vos estás muy enamorado de una
persona, aunque tengas 40 años, lo vas a vivir con la misma
alegría. Pero cuando sos adolescente estás descubriendo y
experimentando un montón de cosas y es lindo saber que
contás con esa libertad para experimentar, si los dos están
de acuerdo y a los dos les gusta se puede experimentar en el
respeto. Y así como digo que me gustaría que todo el mundo
leyese para que todo el mundo sea feliz, me gustaría también
que todo el mundo tenga esta tranquilidad frente al sexo.
Hay personas que han recibido una educación muy represora
donde todo estaba mal, donde todo sexo era malo. El sexo te
va profundizando la intimidad, la confianza, el otro pasa a ser
parte tuya y vos parte de él, física y emocionalmente
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Entrevista
nueve
La gran dama
Muchos la consideran una escritora “tardía” porque publicó su primera novela a los 58 años.
Pero CRISTINA BAJO supo resarcirse: lleva publicados quince libros y hoy es considerada
la Gran Dama de la novela histórica
POR María Fernanda Guillot
© David Juarez
De día, madre y ama de casa. De noche, narradora furibunda.
Los primeros libros de Cristina Bajo nacieron en
horas robadas al sueño. Ama de letras, la novelista cordobesa
publicó por primera vez a los 58 años.
–¿Cómo se las ingeniaba para hacer las tareas del hogar,
cuidar a sus dos hijos y escribir? También trabajaba como
oficinista en una escuela industrial de la ciudad de Córdoba
y pasaba a máquina tesis de universitarias amigas, además de
tejer o coser mi ropa. Cuando nació mi primer hijo, al dormirse,
me quedaba levantada, leyendo o escribiendo. Era una necesidad,
un impulso que se imponía al cansancio. Una vez que
mis hijos crecieron, pude dedicarle cuatro o cinco horas a la escritura.
En la actualidad son unas ocho, igual que si cumpliera
horario de oficina. Lo tomo como un trabajo. Es una disciplina,
pero también una necesidad intelectual y emotiva. Si salgo de
viaje, llevo cuadernos o libretas (aún no tengo una computadora
de mano), lapiceras y biromes. Me gusta tomar apuntes de
lo que veo o siento. Escribo desde que era adolescente.
–¿Qué opinaba su familia de su pasión por la escritura?
Mis padres siempre me animaron. Mamá me ponía nerviosa,
porque cuando llegaba alguna amistad nueva a casa, presentaba
a sus hijos (éramos seis): “Este será arquitecto; este,
ingeniero; y Cristina, novelista”. Durante años temí desilusionarla.
Cuando mi papá se enteró de que yo quería escribir
una novela histórica, me regaló su biblioteca de historia
argentina. Mi hermano Eduardo me compró las novelas de
Manuel Gálvez sobre la época de Rosas, que hice encuadernar
y todavía conservo.
–¿Le mostraba a alguien lo que escribía? Pasaron años
hasta que Rosalba Campra, una amiga de letras, me leyó.
Ella me dio algunos consejos y me dijo que escribía muy
bien. Eso me alentó, porque yo admiraba su escritura. La
respuesta de otros amigos era: “Detesto las novelas históricas”.
Por supuesto que, en cuanto edité, vinieron a pedirme
un ejemplar, en nombre de tan larga amistad. Me negué,
aclarándoles que habían tenido su oportunidad y no la habían
aprovechado.
–¿Qué la decidió a publicar? Yo estaba en un mal momento
de mi vida, incluso me habían internado por problemas
cardíacos. Unos amigos que me habían visto cargar la máquina
de escribir por toda la casa, quisieron darme una alegría.
Pasó algo muy hermoso: algunas personas importantes de
la cultura de Córdoba leyeron mi novela, pensaron que era
buena y los ayudaron a editarla.
¿Qué siente un escritor cuando tiene su primer libro impreso
entre las manos? Cristina Bajo lo supo en 1995, cuando recibió
un ejemplar de Como vivido cien veces, la primera novela
que publicó. “Es algo maravilloso, mágico”, sintetiza.
Pasaron quince libros y un par de antologías desde aquel
momento. “Aquella emoción es muy semejante a la que sentí
hace poco, al ver Esa lejana barbarie, mi última novela. A pesar
de los libros que tengo editados, me sigo deslumbrando.
Me encantan las tapas que elijo, con cuadros de mis pintores
preferidos. El día que me llega, lo vuelvo a leer y lo dejo en la
mesita de luz”, cuenta.
–¿Qué la decidió a hacer de la literatura su “quehacer”
principal? Cuando salieron las primeras ediciones yo estaba
sin trabajo. Me ganaba la vida leyendo el tarot, tejiendo para
amigas que tenían boutiques, cocinando viandas y haciendo
tapices infantiles. También vendía maderas, libros y cosmética.
Vivir de lo que escribo, de mis cursos y de mis conferencias,
se fue dando naturalmente, hasta hoy, 22 años después.
–¿Cuándo se sintió una escritora “de verdad”: cuando
su primera novela agotó cinco ediciones, cuando le empezaron
a llegar ofertas de editoriales de Buenos Aires,
al ser premiada, o fue un proceso interno? Nada de eso:
sucedió a través de los años. Estoy feliz de haber editado. Con
sinceridad, nunca creí que iba a lograrlo, los pronósticos eran
negativos. Pero me siento escritora desde que vi que podía
armar y sostener mis historias.Cuando salió en Córdoba Como
vivido cien veces, tenía comenzados muchos de los libros que
se editaron después, como El jardín de los venenos, o los cuentos
gótico–coloniales de Tú, que te escondes. Si por casualidad
o destino no hubiera conseguido editar, nada hubiera cambiado:
simplemente seguiría escribiendo. El resto, los premios, el
éxito, las traducciones a otros idiomas y los estudios internacionales
–que son varios– me llegaron “por añadidura”.
–¿Qué es lo más importante que aprendió en estos años?
Que cada libro que escribo –sea de cocina, de leyendas, de
recuerdos o novelas– debe ser mejor que el anterior. Aprendí a
escuchar la opinión de otros, de aquellos a los que acudo ante
una duda, pero también, a confiar en mi instinto, que es más
de lectora que de escritora. Y, sobre todo, aprendí que no debo
dormirme sobre los laureles: hay que ganarlos día a día.
–¿Sigue dando clases gratuitas en centros culturales?
Sí, me hace mucho bien. Me ayuda a transmitir cultura y me
mantiene la mente ágil, investigando, sin contar que el afecto
de mis alumnos es un tónico.
–Usted se esfuerza por difundir la literatura, más allá
de su obra. ¿Por qué lo hace? Porque la lectura obra milagros
en la mente, en los sentimientos, en la manera de descifrar
el mundo. Nos distrae de la congoja y de las pérdidas.
Leer –especialmente narrativa– libera la mente de telarañas,
ayuda a soportar ausencias, a aceptar lo irremediable y a vivir
muchas vidas.
–A esta altura de la vida, ¿qué cosas le resultan indispensables?
El afecto de los míos, de mis amigos, de la gente
que me rodea. Mi casa, a la que amo, con mis animales, mis
plantas y mi biblioteca. La independencia que todavía conservo,
las ganas de hacer cosas, el seguir soñando con volver
a vivir en las sierras. También, la imaginación que no cesa y
creer que la vida tiene algo de mágico.
Soy muy feliz. Creo que he llevado una vida privilegiada,
por los padres y la infancia que tuve, por el afecto familiar
que continúa. La vida me dio dolores y pérdidas en medidas
aceptables. Por supuesto, haber editado y ser reconocida no
es un ítem menor
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RECOMENDADOS
POR MÓNICA TRACEY
RECOMENDADOS INFANTILES / JUVENILES
POR MARÍA FERNANDA GUILLOT
«EL MUDO» Y OTROS TEXTOS
Carson McCullers
Seix Barral
Para quienes se enamoraron de El corazón
es un cazador solitario, este libro es la llave
para conocer cómo se fue gestando esa novela
inolvidable, que antes de su publicación
se llamaba “El mudo”, en las anotaciones
de la jovencísima y aún inédita escritora.
Los otros textos son siete ensayos sobre los
tempranos descubrimientos literarios de
McCullers como lectora, y el de su propia
vocación. La otra excelente noticia es que
este libro es uno de los siete que publicará
la editorial en una colección conmemorativa
al cumplirse 100 años del nacimiento y 50
de la muerte de la autora.
ADENTRO TAMPOCO HAY LUZ
Leila Sucari
Tusquets
Frases cortas para describir esa inmediatez
de los sentidos, descubriendo un mundo
para hacerlo propio en los resquicios de ese
universo nuevo al que llega una chica poco
antes de la adolescencia cuando la madre la
manda al campo con su abuela y su prima.
Allí todo es desolación, desamparo, salvo el
fabuloso encuentro de esos ojos bien abiertos
y decididos con lo que no está marcado.
Preciosa iniciación de una escritora en esta
primera novela que es también de iniciación,
de abrir caminos luminosos en lo más
inhóspito.
UN HOMBRE BUENO
María Fasce
Edhasa
El deseo que cristaliza en sueños, el amor
que huye, del que se huye, pasos de un
policial sin suspenso, sin misterio, soledad,
desencuentro, pequeños guiños amorosos,
una emoción recatada son los elementos de
estos catorce cuentos con que la escritora
argentina que reside desde hace quince años
en España obtuvo el Premio Iberoamericano
de Relatos Cortes de Cádiz. Una escritura
sobria que no encandila, que deja correr la
historia, que se detiene con sutileza en los
detalles que construyen a los personajes y
arman el relato.
100 CUENTOS PARA LEER ANTES DE DORMIR
Patricia Suárez
Colección 100 cuentos Editorial Sigmar
Un Flautista de Hamelin que, celular en
mano, recluta lauchas y ratones al son de “El
baile del caballo”. Cuando Pinocho se obstina
en ser un pato. Lo que los siete enanos
realmente sienten por Blancanieves. Un Hércules
cansado de que abusen de su fuerza.
Cuando la fantasía juega con lo fantástico,
surgen relatos que enhebran sonrisas y
guiños cómplices. Los cien cuentos breves de
Patricia Suárez son ideales para ser leídos
en voz alta a los niños. Como no cierran con
un “colorín, colorado”, se convierten en un
desafío para la imaginación ya que permiten
sumar nuevas aventuras.
TÚ & YO, AQUÍ, AHORA
Jay Asher, Carolyn Mackler
Nube de Tinta
1995. Josh intenta besar a Emma y eso
genera cierto distanciamiento entre los
amigos. Un tiempo después, él le regala a
ella un CD que permite acceder a Internet.
Cuando Emma lo instala en su PC, se abre
una ventana de “algo” denominado Facebook,
donde se ven fotos y comentarios de
una chica de 30 años (el doble de su edad)
que se llama igual que ella. Emma cree que
es una broma de Josh. Pero los dos descubren
que se trata de algo más serio: el futuro
de ambos. Y, de alguna manera, eso termina
por modificar su presente.
EL PEQUEÑO PEZ BLANCO
Guido van Genechten
V & R Editoras
En el fondo del mar, el pequeño pez blanco
llora porque no encuentra a su mamá
y decide salir a buscarla. En ese recorrido
conoce a otros personajes. La historia es
la excusa para que los niños aprendan los
colores en español y en inglés (se trata de
una edición bilingüe).
El autor, Guido van Genechten, es un
belga que se dedica a escribir e ilustrar
libros infantiles. Los protagonistas de sus
relatos suelen ser animales que enfrentan
imprevistos y, mientras lo hacen, enseñan
algo valioso a sus lectores.
EL CRIMEN PERFECTO
Álvaro Abós
Alfaguara
Con su ojo conocedor de la historia del cuento
policial argentino, Abós rinde homenaje a un
grupo de escritores y sobre todo a los lectores
trayéndoles perlas y curiosidades de esta
tradición que, tal vez por nutrida, va dejando
algunos en el camino. Así les acerca a un
gran escritor que murió muy joven, Germán
Rozenmacher, de quien incluye el cuento
“El misterioso señor Q”. Antes de que David
Viñas fuera Viñas, publicó en el año 53 algunos
cuentos bajo el seudónimo de Pedro Pago.
De aquellos textos, trae “Chicho Grande”. En
la acotada selección de estos trece cuentos
está también “Las hamacas voladoras”, de un
jovencísimo Miguel Briante.
EL ESPEJO DE LA HISTORIA
Tulio Halperín Donghi
Siglo Veintiuno Editores
En este conjunto de ensayos escritos entre
1976 y 1986, el historiador argentino, fallecido
en 2014, luego de una larga vida pensando
principalmente la historia de nuestro país,
presentaba los frutos de una investigación enfocada
en los fenómenos políticos y culturales,
las dictaduras y el terrorismo de Estado que
se dio casi en simultáneo en distintos países
de América Latina. La evidencia del trabajo
lleva a pensar la Argentina como parte de ese
destino conjunto y no como una excepcionalidad.
La mirada del historiador se interna en
la relación entre literatura, ciencias sociales y
política, e investiga también la forma en que
fue pensada la inmigración en nuestro país.
GRANDES CARTAS DE AMOR
El Ateneo
Reinas y reyes, escritoras y escritores, músicos,
políticos y pensadores son los autores
de estas cartas que, además de traernos
deliciosas sorpresas del mundo íntimo de
algunos de estos personajes, nos sumergen
en la nostalgia de esos tiempos en que la
espera era parte del amor, tiempos definitivamente
ausentes en la inmediatez del
Whatsapp. “Tú has sido para mi iniciación
como hombre adulto lo que la idea de
la Santísima Virgen María fue para mi
infancia”, escribe James Joyce a su mujer,
Nora Barnacle, de madrugada, urgido
por salir corriendo al correo para que ella
no se quede sin su carta diaria.
TEXTROVERT
Lindsey Summers
Roca libros
Todo comienza con una confusión. Keeley
olvida su celular y, cuando vuelve a buscarlo,
se lleva uno que no es suyo. Esto lo descubre
cuando, al rato, recibe el mensaje de Talon,
el dueño del teléfono que ella tiene en su
mano. Como él estará fuera de la ciudad por
una semana, acuerdan pasarse los mensajes
que reciban hasta su regreso. Por supuesto:
terminan por engancharse. Pero él esconde
un secreto. Textrovert se publicó originalmente
en Wattpad, una aplicación que permite
leer libros inéditos, y tuvo 83 millones
de descargas. El salto al papel fue inevitable.
La novela apuesta a convertirse en uno de los
bestsellers de romántica juvenil del año.
UN PLANETA LEJANO LLAMADO TIERRA
Cecilia Blanco y Luis Pavesio
Ilustraciones De J. J. Rovella | Uranito
¿Cuál es la mejor manera de enseñar los
peligros que acechan al planeta y cómo
cuidarlo? Eso fue lo que se plantearon los
periodistas Cecilia Blanco y Luis
Pavesio. Su respuesta es un libro que lo
explica de manera muy simple y amena.
El extraterrestre Wiiza es enviado a explorar
la Tierra y conoce la situación de los animales,
el agua, el clima, la energía y los bosques.
Hay alertas y advertencias. También
recomendaciones sencillas parea cuidar el
medioambiente y, en definitiva, la vida.
El prólogo del libro fue escrito por Jane
Goodall, mensajera de Paz de la ONU
y defensora de la naturaleza.
¿EN DÓNDE VIVEN?
Sergio de Régules, Ilustrado por Estelí Meza
Fondo de Cultura Económica
Las personas vivimos en departamentos o
casas. El perro, en la cucha. Y el gato, en
cualquier rincón abrigado o espacio mullido.
Pero, ¿en dónde viven los animales que
no son domésticos?
Las páginas del libro contienen solapas y, al
desplegarlas, se descubre en su interior el
hogar de distintas especies animales: insectos,
cetáceos, aves, peces y roedores.
Es una lectura-juego que incentiva la
curiosidad de los más chicos por el mundo
que los rodea.
86 87

Entrevista
doce
Astérix: Un clásico
imperecedero
Invitado por el festival Comicópolis, que se celebró a principios de septiembre, JEAN-YVES FERRI, el guionista
encargado de “calzarse el manto de GOSCINNY”, para continuar con Astérix, conversó con Quid acerca de esa
institución de la bande dessinée francesa. Su presencia en Buenos Aires completó un círculo comenzado por el
autor original de la serie: el padre de Astérix pasó su infancia y adolescencia en nuestro país, años antes de crear
junto a su compatriota, el dibujante ALBERT UDERZO, una de las historietas más populares de todos los tiempos
POR Nancy Giampaolo
–Hace varios años, se hizo cargo de guionar Astérix,
una institución nacional en Francia y en el mundo.
Sabía que su trabajo iba a ser juzgado con mucha
exigencia ¿Temía que el cielo cayera sobre su cabeza?
Es real que la crítica no puede ser tierna con alguien que
viene a cubrir el papel de Goscinny, un mito del humor. Ya es
milagroso que me toleren. La crítica más exacta es la que me
encuentra aún un poco borroneado detrás del modelo... pero
creo que, si hubiera cambiado todo lo escrito antes de mí, las
críticas hubieran sido peores. Lo más molesto para mí es la
pesadez de los grandes medios de comunicación, que suelen
ser superficiales y hablan solo de la herencia y el número de
ejemplares, sin profundizar en nada.
–¿Le costó meterse en el universo de René Goscinny y
Albert Uderzo, o fue algo que se dio naturalmente? No
era natural para mí porque vengo de un formato diferente
de historias. Es necesariamente una misión especial. Confío
primero en los códigos y en todo lo que precede a la narrativa.
Creo que serán necesarios varios álbumes para sentir más
comodidad y llegar a aprehender una nueva forma de contar.
Por supuesto, haciendo cambiar la atmósfera de la serie nos
arriesgamos a que el lector no reconozca aquello que le gusta.
–¿Cómo es su relación con Didier Conrad, dibujante
actual de la serie y con Uderzo, creador de los diseños
originales? Hay que abandonar la idea de que Uderzo nos
controla. Este no es el caso, en absoluto. Hizo comentarios
sobre el primer álbum y nos dio carta blanca para el resto,
después de haber constatado que estábamos atentos a no
sabotear la serie. Y eso va bien con Conrad, que hizo el
máximo esfuerzo para pegarse al estilo de Uderzo.
–Hay una paradoja en el hecho de que uno de los
personajes más representativos de Francia haya sido
creado por un autor de ascendencia polaca (que casualmente
se crió en Argentina) y otro de ascendencia
italiana como Uderzo, en tanto usted nació en Argelia.
¿Le parece que eso se refleja de algún modo en la
serie o tiene que ver con alguna característica particular
del “ser francés”? Lo cierto es que, cuando naciste en
el extranjero (en mi caso, una colonia francesa por entonces),
guardas una mirada particular sobre el país donde vives, una
especie de desfasaje, cierta mirada retrospectiva... eso favorece
el humor. Dicho esto, Goscinny es calificado como de ser
muy francés, mientras que veo en él una gran influencia del
humor anglosajón (excepto por el juego de palabras, que, sí,
resulta muy francés). Y Uderzo viene de Disney.
–¿Teme que el haberse hecho cargo de la serie pueda
eclipsar sus otros trabajos como historietista? En el sentido
de que Astérix me toma tiempo, ciertamente. Si hablamos
de popularidad, está fuera de competencia. Pero no creo
que su popularidad desaliente a un lector a meterse en uno
de mis álbumes personales. Son categorías diferentes.
–¿Cuáles son las fuentes en las que abreva su humor
y su manera de contar? Curiosamente, son generalmente
pequeñas cosas, estados de ánimo. De ahí, mi problema en
Astérix, que debe ser muy consensuado y obvio, e incluir
una buena dosis de acciones narradas en primer grado, bien
concretas y demostrativas.
–Usted trabajó con el misterioso dibujante Manu Larcenet
¿Hay algo que quiera contar de esa colaboración?
Manu Larcenet no es misterioso. Siempre nos hemos llevado
bien. Y lo veo especialmente como un gran profesional y un
adicto al trabajo. El retorno a la tierra es una serie importante
para ambos. Escribí cada tira, así que no es una biografía como
dijimos. Todo es imaginario y se basa más en mi propia experiencia
sobre el campo. Pero para Larcenet fue la oportunidad
de dibujar un divertido doble de sí mismo.
–Algunos de los libros que usted hizo con él fueron
publicados por su editorial, Les Rêveurs, que también
edita en Francia a autores argentinos como Carlos y
Lucas Nine, Pedro Mairal, Jorge González… ¿Conoce
algo de la historieta argentina? Les Rêveurs es una asociación.
Hay que mencionar especialmente al jefe, Nicolas
Lebedel, que se encarga del asunto y hace un muy buen
trabajo. En efecto, han hecho conocer a ciertos autores
argentinos como los que mencionás. Conozco también algunos
otros clásicos: Quino, Breccia, Sampayo...
–Otra de sus obras es el maravilloso De Gaulle à la
plage en la que el humor se tiñe con algo de la melancolía
por un pasado perdido. ¿Le parece que esa
relación entre pasado y presente podría ser una de las
constantes de su trabajo? Sí, exactamente. Mi constante
es un juego con la así llamada “historieta clásica”. De Gaulle
à la plage juega con los viejos códigos de los comic strips
(tiras cómicas), como un montón de cosas que he hecho,
que tienen una fragancia más propia de la vieja historieta.
Pero trabajar en Astérix es diferente porque es el clásico “de
verdad”. Un ejercicio muy bueno que requiere volver a los
mecanismos profundos del género.
–El próximo Astérix transcurrirá en Italia, ¿Hay algo
que pueda adelantarnos? Sí: Astérix se va a rizar el
bigote. (Risas)
–No se burle de mí… Está bien,
me dejo de bromear, pero entonces
quedo en silencio. De hecho,
como para un James Bond, las
instrucciones son estrictas: no
puedo decir nada sobre el álbum
antes de su lanzamiento
en estos
días. ¡Solo hace
falta un poco de
paciencia!
89

Tema de tapa
seis
ROBERT MAPPLETHORPE:
BELLEZA Y PORNOGRAFÍA
“Quiero ser una historia contada a la hora de dormir en el
mundo entero”, le dijo Robert Mapplethorpe al editor de
la revista gay Drummer que en ese entonces era su amante,
amigo y confesor. Poco tiempo atrás ese magnético niño de
ojos azules había entrado en su oficina en San Francisco con
su portfolio de fotógrafo pornográfico bajo el brazo. En esa
frase se refleja la ambición en la que ardía y se impulsaba
cada vez más alto. Era la nafta que lo tuvo trabajando sin
POR Agustina Zabaljáuregui
parar, desde la habitación que compartía con Patti Smith
en el Chelsea hasta que no pudo levantarse más de la cama
de su penthouse en la zona más cara de Nueva York.
Ni la fotografía ni la sexualidad eran parte de su vida cuando
estudiaba arte en Pratt. Primero llegó Patti Smith. En ella,
Mapplethorpe encontró un alma gemela que creía en él y en
su trabajo y viceversa. Se mantenían entre ellos y creaban sin
descanso. Tanto la fotografía como su identidad sexual fueron
caminos que recorrió simultáneamente, primero a tientas y
después seguro como una flecha. La búsqueda comenzó como
una necesidad artística, primero hizo esculturas con objetos de
la cultura sadomasoquista. Tiempo después empezó a hacer
collages con fotos de revistas de pornografía gay. Componía
las imágenes y las intervenía de tal manera que adquirían una
belleza que era imposible de imaginar al ver la foto original,
generando así un exquisito equilibrio entre belleza y pornografía.
Las revistas no eran baratas y él no tenía un centavo,
muchas veces las robaba o ahorraba moneda a moneda para
comprarlas. Así se le atravesó la fotografía en el camino, como
una solución para adquirir las imágenes con las que quería
trabajar. Empezó sacando polaroids y utilizándose a sí mismo
como modelo. Pronto comenzó a buscar otros posantes en
antros sadomasoquistas y homosexuales. Robert descubrió su
propia identidad sexual a través de su obra. Así lo dijo claramente:
“El punto de ser un artista es aprender sobre ti mismo.
Pienso que esa es la parte más importante. Las fotografías son
tan importantes como la vida que uno está llevando”. Robert y
Patti vieron pronto el fin de su relación amorosa pero continuaron
siendo almas gemelas el resto de sus vidas.
Mineshaft, una disco sado gay, era el lugar que lo proveía de
amantes, modelos e inspiración. Su fotografía y su sexualidad
estaban tan conectadas que por momentos eran lo mismo.
“Cuando tengo sexo con alguien me olvido de quién soy. Por
un minuto ni siquiera soy humano. Me pasa lo mismo cuando
estoy tras la cámara. Me olvido que existo”.
Él se involucraba completamente con su propio trabajo, no
era un observador distante sino un protagonista tanto frente
como detrás de la lente. Por eso Mapplethorpe consideraba
que su fotografía era autobiográfica. Hasta su crianza católica
estaba plasmada en su obra, incluso en las imágenes más
sexuales. En todas había algo espiritual en su composición, y
formas y elementos de la iconografía cristiana. Además existía
una dualidad constante en su obra y en su vida. La idea del
ángel y el demonio o la luz y la oscuridad estaba presente
hasta en su propio aspecto. Sus ojos celestes y sus rulos le
daban un aspecto tierno y angelical que contrastaba con el
cuero de su vestimenta sadomasoquista. El cura de su familia
dijo una vez: “Había una lucha en Robert, entre los crucifijos
y las imágenes diabólicas. El bien y el mal”. Aunque más
que un conflicto entre fuerzas opuestas generaba un equilibrio
perfecto, como si en la mitad de los opuestos aflorara la
belleza más pura.
Robert pensaba en cómo publicitarse y llegar al éxito con la
misma dedicación que encaraba su arte. En esta intensa búsqueda
se encontró con Sam Wagstaff, que se convirtió en
su pareja, su modelo, su mecenas y la llave hacia otro mundo.
Sam era curador de arte y tenía todo lo que Robert necesitaba:
conocimiento, belleza, dinero y contactos. Primero le
regaló una cámara Hasselblad y un loft en la Bond Street.
Después lo introdujo en la aristocracia que pronto lo adoptó
como una bella y exótica criatura.
Pronto los espacios en los que se movía también adquirieron esa
dualidad de opuestos: se lo podía ver cenando en el restaurante
más caro de Manhattan o acariciando bultos en el Mineshaft.
Las puertas se le fueron abriendo y aquel éxito con el que
estaba obsesionado llegó de repente. Robert fue expandiendo
la temática de su obra pero el sexo siempre estuvo presente.
Incluso en muchas de sus fotos de flores hay algo extrañamente
erótico, como si con su lente pudiera agregarle ese condimento
sexual que equilibrara su magnífica belleza. Robert
decía que fotografiaba un pene y una flor de la misma manera,
concentrándose en la forma. “Tomar fotos de sexo no es muy
diferente a fotografiar flores. Uno somete lo que está posando
y trata de tener el mejor punto de vista posible”, decía.
Mapplethorpe también fue famoso por sus retratos, a los que
lograba darles un halo de perfección sin importar la belleza
de su modelo. El asistente que revelaba su material recuerda
que Robert quería las cosas irrealmente perfectas. Por su
lente han pasado artistas como Laurie Anderson, Yoko
Ono, Andy Warhol y Louise Bourgeois, músicos como
Debbie Harry, Iggy Pop y Talking Heads y estrellas de
Hollywood como Susan Sarandon, Brooke Shields, Donald
Sutherland y Arnold Schwarzenegger, entre
muchísimos otros.
Pero nunca dejó de fotografiar cuerpos y penes. A partir de
un momento de su vida solo fotografiaba y tenía relaciones
con hombres negros. Decía que fotografiar su piel oscura
era como esculpir en bronce. Uno de ellos fue Milton
Moore, sus amigos decían que era su pene del que estaba
enamorado. Al parecer Robert lo tenía medido y fotografiado
de todas las formas posibles. Este fue el modelo de una de
sus imágenes más conocidas, Hombre en traje de poliéster.
En dicha foto se ve el torso de un hombre enfundado en un
traje barato y de la bragueta escapándose, como una extraña
criatura, el gran pene de Milton.
En septiembre del 86, Robert fue diagnosticado con sida. Había
alcanzado la fama, el dinero y el reconocimiento que buscó
toda la vida y no iba a poder disfrutarlos por mucho tiempo.
Sin embargo, aprovechó lo que le quedaba. Tuvo una retrospectiva
de mitad de carrera en el Whitney, pero ya se lo veía
golpeado por la enfermedad y muchos recuerdan el evento
como el velatorio de un cadáver vivo. Eso no detuvo a Mapplethorpe,
que preparó una última exposición que recorrió todo el
país durante años y fue foco de protestas y juicios. Pero como
dicen: la mala publicidad es buena publicidad, y millones fueron
a verla. Antes de irse organizó una gran fiesta en su loft con
caviar, champagne y su obra. Robert decía que se tratara de un
cóctel o de una orgía, él sabía cómo dar una buena fiesta. El 9
de marzo del 89 falleció a los 42 años. Uno de sus últimos autorretratos
fue de frente, con un bastón de calavera en primer
plano y su rostro angelical afectado por la enfermedad, siendo
devorado por un fondo negro. Hasta el último momento le dio
equilibrio a la realidad con sexo, luz o perfección logrando que
aflore hasta la belleza de la muerte
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Arte
Entre azules acuáticos, amarillos desérticos y rosados iridiscentes, la obra
de DAVID HOCKNEY, presentada en la monumental retrospectiva del Museo
Nacional de Arte Moderno del Centro Georges Pompidou de París, presenta el
derrotero del artista vivo más importante de nuestros días: un camino lleno de
desvíos, de sorpresas, de ideas, formas y colores siempre en evolución, que
mantiene a la libertad como mira, tanto la del artista como la de la persona
Portrait of an Artist (Pool with Two Figures) 1972 | Acrylique sur toile | 213,5 x 305cm. © David Hockney | Photo : Art Gallery of New South Wales / Jenni Carter Lewis Collection
Lúdico y sensual
POR Esteban Ulrich DESDE PARÍS
Proclamado el artista vivo más influyente del siglo XX, la obra
de David Hockney nos sorprende con un colorido golpe de
frescura y energía. Sus líquidos celestes parecen, al contacto
con nuestro espíritu, tan estimulantes como el agua fresca
que eriza nuestra piel quemada por el sol del verano. Nacido
en 1937, David Hockney encarna a una época: su obra puede
funcionar como un eslabón entre su admirado Picasso y el Pop
Art de su amigo Andy Warhol, pasando por los cuerpos y
perspectivas deformadas de Francis Bacon. En esta segunda
retrospectiva que le dedica el Centro Pompidou (la primera
fue en 1999, limitándose a sus paisajes), realizada para celebrar
los 80 años del artista y producida en colaboración con la Tate
Gallery de Londres y el Museo Metropolitano de Nueva York,
nos encontramos con la muestra más completa de su obra,
con más de 60 pinturas que recorren los distintos períodos de
su obra, sus trabajos fotográficos, grabados, instalaciones de
video, dibujos, ilustraciones digitales, etc.
La puesta está organizada por períodos, dando forma a un
pasillo enroscado de numerosas salas. En la primera nos
encontramos con los trabajos de sus inicios en Bradford,
donde cursó la Escuela Primaria. Entonces pensaba en un
arte que buscaba tanto interpretar el mundo, como entretener
y seducir a sus espectadores. Desde el principio la figura
de Picasso constituyó un vector en su trabajo. En estas
primeras obras se puede imaginar la influencia temprana del
cubismo en el joven Hockney en la manera en que pinta las
manos y piernas de su padre en Portrait of my Father (1955),
estas aparecen planas y con bordes rectos, una ambigüedad
formal, entre un trazo abstracto y una composición figurativa,
que será una marca de estilo constante en su obra.
Abiertamente homosexual, Hockney rápidamente expresó
su sexualidad con humor en Cleaning Tooth, Early Evening
(10PM) (1962) obra que puede verse en la segunda sala junto
a otros trabajos más abstractos donde las líneas y colores
se combinan con palabras escritas, Shame (1960) y Love
Painting (1960).
Formado en el Royal College of Art de Londres, heredero
pacifista de su padre, quien fuera objetor de conciencia durante
la Segunda Guerra, dijo sobre Picasso: “domina todos los
estilos, la lección que retengo es que hay que utilizarlos todos”.
Siguiendo esta máxima participó de la muestra colectiva Jóvenes
Contemporáneos, en 1961, junto a Peter Blake, considerada
el punto de partida del Arte Pop británico. Allí el joven
Hockney hizo una declaración de estilo, siguiendo al maestro
malagueño con cuatro cuadros bajo el título de “Demostrations
of Versality”. Así, a lo largo de su carrera, numerosas influencias
podrán verse en sus distintos períodos, desde el Pop Art
de Jasper Johns, hasta los clásicos renacentistas, pasando por
el “color field” abstracto de Morris Louis, el expresionismo
figurativo de Francis Bacon, o hasta la representación de
formas planas de las obras de arte del Egipto antiguo, reinterpretadas
de manera lúdica y narrativa.
En la sala siguiente viajamos con él a California en donde una
nueva transformación se opera: enormes cuadros capturan el
cielo límpido del desierto, la pintura acrílica entra en acción
para producir formas y colores más puros. Arizona (1964)
es una pintura que parece simular un collage, debido a su
composición fragmentada. Los colores toman otra intensidad,
los azules, fucsias y rosas. En California Art Collector (1964)
podemos apreciar el juego con la perspectiva y los distintos
niveles de profundidad de campo a partir de la alineación de
formas planas.
Como resultado de este permanente estudio de la perspectiva,
publicó un ensayo, en 2001: Conocimiento secreto; en
el que señala el uso de lentes y aparatos ópticos por parte de
numerosos pintores de la antigüedad, una demostración muy
detallada que no dejó de generar polémica entre numerosos
pintores e historiadores de arte, en la que analiza numerosas
obras desde el Renacimiento hasta nuestros días, subrayando
diferencias notables a partir de ciertos períodos. En un
mismo momento las telas plegadas devienen perfectas, los
reflejos de las armaduras o las sombras en los rostros parecen
fotografiados. Por ejemplo, la pintura del flamenco Jan van
Eyck, Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, presenta de
manera sugerente en el fondo del cuadro un espejo convexo,
representando el punto de vista de los personajes. Pintores
como Canaletto utilizaron la “cámara oscura”, mientras
otros hacían lo mismo con espejos cóncavos para proyectar
imágenes sobre la tela.
Al girar sobre nosotros mismos, colgados frente a los paisajes
californianos, podemos apreciar en todo su esplendor la serie
de cuadros célebres dedicados a las piscinas y las diversas
formas en que el inglés logra representar el movimiento y los
reflejos del agua. Desde la abstracción jubilosa de The Sun Bather
(1966) hasta el colorido realismo de Portrait of an Artist
(Pool With two Figures) (1972), pasando por los planos arquitectónicos
de la icónica A Bigger Splash (1967) y las manchas
de humedad de Pool and Steps, Le Nid du Duc (1971).
En las numerosas salas que siguen, veremos su serie de
retratos íntimos, donde dibuja solo a aquellos a los que ama
o admira, luego sus amplios Doble Retratos, donde técnica
y sensibilidad parecen alcanzar su equilibrio perfecto: frente
a American Collectors (Fred and Marcia Weisman) (1968)
el juego entre planos y perspectiva produce una inexplicable
sensación de vértigo. Y aún faltan varias salas más: sus
autorretratos, sus piscinas nocturnas, su maravilloso trabajo
con Polaroids, donde crea retratos con numerosas perspectivas
distintas de una misma imagen, lo que llama joiners, una
suerte de cubismo fotográfico que luego inspirará su monumental
Bigger Trees Near Warter (2007), que aparece hacia
el final de la muestra.
Cada cuadro, cada idea, con su cuestionamiento de la perspectiva
por un lado, la búsqueda constante de nuevas formas
y colores por otro, delinean un intrincado camino pero que,
lleno de vitalidad, siempre parece seguir el rumbo de una
misma estrella: la libertad
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MUSEOS
del mundo
Manga y Animé
para disfrutar
POR Martín Garrido
La historieta tiene una importancia creciente en la cultura
popular y el volumen de los negocios que se apoyan en ella.
Los comics, como la describen en inglés, o la bande dessineé
de las revistas francesas (y belgas) tuvo, a partir de la última
posguerra mundial, un tercero en difusión masiva, el manga
de los japoneses, que, aunque se extendió desde 1945, tiene
antecedentes tan notables como Katsushika Hokusai
(1760-1849) y sus ilustraciones del “Poema de la Almohada”,
que admiraron desde Toulouse Lautrec hasta Picasso.
Con esa base puede hablarse de la historieta como el Noveno
Arte, después del Cine y la Fotografía.
Para sus fanáticos la Meca está en Kyoto, porque es la sede
del Museo Internacional del Manga, organismo público-privado
creado en el 2006 y que consta de una colección de 300
mil artículos, que funciona en una antigua escuela primaria.
Entre sus reconocimientos está el Premio Cultural Tezuka
Osamu, que toma el nombre de quien es considerado “El
Dios del Manga”. Osamu renovó la historieta y la animación
con su nivel gráfico y literario, a través de largas y complejas
obras como La Isla del Tesoro.
Una de las zonas más atrayentes es el Muro del Manga con
200 metros de estanterías con más de 50 mil volúmenes,
incluyendo una minoría de publicaciones en otros idiomas,
algunos en español. También cuenta con espacios que permiten
ver a los artistas trabajando, una tienda y una cafetería.
En Tokio, para los apasionados del tema, hay varias instituciones
igualmente atrayentes, en especial, el
Museo Ghibli, creado por Hayao Miyazaki, que durante
cinco décadas fue el más famoso director de cine animé y
quien ganó el Oscar en 2002. El acceso a su estudio no es
simple. Las entradas deben comprarse por adelantado en el
extranjero para un día y hora determinados porque cada mes
se entregan solo 200 localidades.
Si bien es muy grande la difusión de mangas condicionados, no
se incluyen sus obras en los museos porque la legislación sobre
obscenidad es severa y compleja. Ante la repercusión que
tuvo la exposición en el Museo Británico de Londres del 2013,
solo se registró una excepción del tabú en Japón para mostrar
algunas de las obras del estilo llamado “mundo flotante”. La excepción
fue el Eisei Bunko Museum, cuyo director, Morihiro
Hosokawa, que fue Primer Ministro (1993-94), se defendió
de las críticas, recomendando leer atentamente las leyendas
que acompañan las imágenes, reparando en la delicadeza del
dibujo. “Así se darán cuenta que cada Shunga, manifestación
de arte erótico, contiene una historia, personajes y una atmósfera
gentil, además de brillantes gotas de sátira y elementos de
lo más divertidos”. Sin embargo, se trató solo de una muestra
temporaria y limitada a un público mayor de 18 años, ya que la
base de sus colecciones son documentos históricos y obras de
arte tradicional de una familia de samuráis
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Turismo
internacional
Japón
erotismo sin desnudos
POR Horacio de Dios
En todo hecho cultural importante la hoja de ruta es un libro o
una película. Para comprender el universo del sexo en Japón,
conviene leer el Elogio de la Sombra, de Junichiro Tanizaki
(1886-1965), que nada tiene que ver con el poema de Jorge
Luis Borges del mismo título. El ensayo de Tanizaki se publicó
en 1933 y recién en 2013 se editó en español. Es un clásico
indirecto, sin referencias concretas al tema de Quid, sin aceptar
que una joven hermosa exhiba sus nalgas y muslos en lugar de
mantenerlos en una difusa penumbra. Explica que en Occidente
atrae la luz, brillante, explícita y en Oriente lo contrario, la
penumbra, la sutileza. Recuerda a las mujeres de antaño que
solo existían del cuello para arriba y desde el borde de las mangas,
mientras el resto desaparecía en la oscuridad. Prefería los
pechos lisos como una plancha y tan delgados como un papel.
Los dibujos Shunga, el erotismo del fin del siglo XIX, no anticipaban
las tapas de Playboy ni las historietas del Manga. Pero
sirven para comprender el llamado mundo flotante, navegar en
la ambigüedad. Por ejemplo, la diferencia entre una Oiran y
una Geisha, los distritos del placer de una Cortesana de lujo (la
primera flor y líder en lo suyo) y una artista que, en teoría, no
podría acostarse con sus clientes.
Geishas entre la flor y el sauce
El doble lenguaje japonés es legendario. En el medioevo se
encontraba el distrito Karyukai, dedicado al disfrute estético
del mundo de la Flor y el Sauce, donde vivían las Geishas,
hermosas, elegantes, flexibles y fuertes como el sauce y, por
otro lado, el dedicado al placer físico, en un sector distinto.
“Nosotras –explicó Mineko Iwasaki– no teníamos necesidad
de ganar dinero con el sexo. Nuestro trabajo era amenizar
a los comensales de un banquete, hombres y mujeres, con
música, danza, recitación y la ceremonia del té o del sake.
Venía lo más selecto, a relajarse y divertirse”. Testimonio de
cargo, porque colaboró con Arthur Golden en Memorias
de una Geisha, de 1997, y luego lo demandó por romper
el código de silencio dando su nombre y las prácticas de
sus clientes. La novela estuvo un año a la cabeza de la lista
del New York Times. El éxito se reiteró en el 2005 con la
producción de Steven Spielberg, que ganó tres Premios
Oscar. Las geishas mantienen la atracción de su exotismo
envueltas en kimonos de telas y colores singulares, maquillaje
blanco, pasos rápidos y cortos sobre las altas plataformas de
su calzado de madera. Junto con los luchadores del sumo son
las únicas representaciones del pasado y un recuerdo extraño
reúne ambos personajes interpretando las 48 posiciones del
Kamasutra japonés en un poster. Hasta aquí el paseo por
la sombra y una posible respuesta sobre el papel real de las
doncellas del placer, con cama o sin ella.
Una de las claves para marcar los límites era el obi o cinturón,
también de seda y grandes dimensiones, entre el pecho y el
abdomen. El obi de una prostituta de lujo se ataba siempre en
la parte frontal, no en la trasera. Esta forma de atar el obi tiene
su origen en la época en la que ellas ofrecían servicios sexuales.
Atarse el obi por delante les permitía quitarse y ponerse el
kimono en menos tiempo y, además, era la práctica de las mujeres
casadas. Eran, en cierta manera, “una esposa para la noche”.
Las Geishas lo ataban por la espalda, salvo error u omisión.
Shunga en el British Museum
En el extranjero, el ejemplo más reciente es el éxito de público
y crítica de la exposición Sexo y Placer en el Arte Japonés. En
Londres exhibieron en 2013, durante varios meses, más de 150
grabados, pinturas e ilustraciones de libros conocidos como
“cuadros de primavera”. Esa estación alude al acto sexual,
porque eso es lo que Shunga significa, literalmente. Cuando
un japonés susurra primavera, quiere decir sexo, tan sutilmente
como los cerezos en flor que regalan las llanuras de Kioto.
Son dibujos sobre láminas de madera, donde los protagonistas
están inesperadamente vestidos en sus encuentros amorosos.
Lejos de la pornografía occidental actual, donde lo habitual
es la obviedad y la desnudez, el Shunga suele mantener a
los hombres y a las mujeres con sus ropas de telas hermosas
y refinadas. Con creaciones tan sorprendentes como la de
Hokusai, de 1820, en el Sueño de la Mujer del Pescador, con
el encuentro de una buceadora y un pulpo. La muestra fue
un fenómeno único en la cultura del mundo premoderno por
su cantidad, calidad y la naturaleza del arte que produjeron
artistas de la escuela ukiyo-e (“mundo flotante”) para exhibir
el placer sexual en todas sus formas, a menudo entremezclado
con el humor, como hacía la narrativa medieval japonesa. Las
ilustraciones de Shunga nacieron ajenas a cualquier censura y
su prohibición formal en 1722 tampoco tuvo un reflejo en la
práctica: eran distribuidas por las redes nacionales de bibliotecas
y prestamistas de libros, que no estaban reguladas. Eso
no significa que Japón fuera un “paraíso del sexo”, pero en esa
forma de arte se valoraba que defendiera unos valores generalmente
positivos hacia el placer sexual.
El cambio de actitud oficial a finales del siglo XIX y la introducción
de un código penal que prohibía la difusión de material
obsceno a principios del XX acabaron erradicando al Shunga de
la memoria popular y académica. Precisamente cuando empezaba
a ser descubierto por los artistas de Europa y EE. UU. que
imitaban a Tolouse Lautrec, Rodin o Picasso.
En Tokio, el pequeño Museo Eisei Bunko fue el único que se
animó a presentarlo mientras los grandes no aceptaron
TESTIMONIO PERSONAL
Horacio de Dios
Ryokan, Onsen, Love Hotels
Alojarse de la manera occidental es perder una noche durmiendo.
Lo mejor es hospedarse en un Ryokan tradicional, en
casas de madera con Tatamis (esteras tejidas en paja de arroz
delgadas, de no más de seis centímetros para sentarse o dormir)
con los jardines con bambúes y un silencio contagioso a un
lado. Algunos están cerca de manantiales de origen volcánico,
muy calientes y con características distintas a nuestros baños
termales. Por empezar, la rigurosa limpieza previa con asiento
en pequeños taburetes y, al enjuagarse, nada debe quedar del
jabón. Luego, prepararse para entrar a la piscina desnudas/dos,
en cueros, igual que todos los desconocidos que comparten
las aguas. En familia no hay pudor entre los sexos, pero en los
Ryokan están separados mujeres y hombres. Camino al baño
inicial y la inmersión te prestan un yutaka o kimono de algodón y
suecos de madera, llamados suripas, peligrosos por resbalarse.
La única prohibición es tener tatuajes porque su uso se asocia
a los miembros de organizaciones criminales. Lo primero que
uno pregunta, hablo en primera persona, es si hay una piscina
mixta. NO. Salvo en algunos lugares, solo para parejas, pero son
la excepción. El onsen natural o los sentos (con electricidad) son
baños colectivos, donde nadie se fija en nadie. Las variantes de
los visitantes, como en los spa en Europa del Norte, son un tema
extra. Me han dicho, pero no pude experimentarlo, que algunos
lugares con mirillas, solo para mujeres, permiten la curiosidad
unidireccional, igual que los vidrios polarizados. El único juego
permitido es el ping pong.
Por último, para no dormir están los lugares por hora Love
Hotels, que abundan en el barrio rojo de Kabukicho, sector llamado
la Colina del Amor y que forma parte de los tours peatonales.
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VIDA GOURMET
Un mundo de pequeños detalles que hacen la diferencia
POR Mónica Tracey
Las Mejores Recetas de MASTICAR
Editorial Atlántida
PARA
MASTICAR
EN CASA
COMIDA
Y VINO:
¿Cómo lograr
El matrimonio
Perfecto?
Resulta que a unos riñones de cordero,
les va perfecto un Sangiovese Escorihuela
Gascón y a un bife de chorizo lo
mejora un Malbec, Barrel Select Don
Nicanor de Bodega Nieto Senetiner.
Muchas entradas resaltan con un
espumoso, que también va muy bien
con los postres, cuando no se prefiere
un vino de cosecha tardía. Hay que
tener cuidado con el ajo, con la cebolla,
ya que no son fáciles para encontrar
un vino que los acompañe. Cuando se
trata de comer y beber, el conocimiento
es un condimento que, de un modo
casi mágico, impacta en la experiencia
del sabor. Se podría decir que esa es la
gran cruzada de Fernanda Orellano,
ayudarnos a hacer más plenas esas
experiencias. Desde que se recibió de
sommelier, emprendió su tarea a través
de la docencia y por medio de los tres
libros que lleva publicados: Hasta el
agua de los floreros, La vuelta al mundo
en 80 copas (ver: Quid Nro. 53) y La
cocina del vino. En todos, el vino es el
eje sobre el que gira el mundo, pero la
comida, su inevitable compañera, siempre
tiene un lugar, con apuntes sobre
el maridaje de esta pareja entrañable.
Sin embargo, en La cocina del vino, su
libro más reciente, profundiza en las
reglas fundamentales para que el matrimonio
sea indisolublemente delicioso.
La autora elige como punto de partida
ese cruce de caminos que está sucediendo
justo ahora entre la cocina, en
su retorno a los productos naturales y
a las recetas familiares, como bienvenida
reacción hacia la globalizada
comida industrial, y la búsqueda de la
excelencia del vino desde el viñedo,
retomando el camino que se había ido
desviando a la intervención en la bodega,
un momento en que consumidores
y productores empiezan a ser conscientes
del medio ambiente, de la salud y
se entregan a la fiesta del disfrute con
mayor responsabilidad.
Con su habitual claridad, humor y
vocación didáctica, Fernanda Orellano
transmite sus conocimientos sobre
viticultura, vinificación y estilos de vino,
enseña los pasos de la degustación y las
claves de los maridajes. Además de la
enseñanza teórica, incluye menús, que,
paso a paso, sugieren un vino especial,
de prestigiosas bodegas argentinas, para
cada plato. Todo lleva a saber más de
cepas y vino, pero, sobre todo, a probar
lo aprendido, llevando a la práctica
cotidiana los nuevos conocimientos
para crear nuestras propias gozosas
experiencias gastronómicas
Hace cinco años que la feria Masticar comenzó a presentarse como una
opción de paseo gastronómico para los porteños, que, en cada edición,
pueden comer los platos más ricos y sofisticados de algunos de los mejores
cocineros de la Argentina y conocer, degustar y comprar productos
directamente de sus productores. ¿Dónde se puede probar, en un
mismo recorrido y a precios razonables, alguna de las creaciones de los
hermanos Petersen, Germán Martitegui, Narda Lepes o Dolli Irigoyen?
La feria fue uno de los proyectos del grupo ACELGA (Asociación de Cocineros
y Empresarios Ligados a la Gastronomía Argentina), que nació
en noviembre de 2011, con objetivos ligados a la promoción y valoración
tanto de la gastronomía como de los productos de nuestro país.
En noviembre del 2012 se realizó en El Dorrego la primera feria que,
a partir de allí, no paró de crecer. Era hora de que un libro acercara a
los fanáticos de Masticar algunas de las recetas de sus prestigiosos
chefs. Así como la feria, el libro hace hincapié en la oferta de los productores
que se acercan, desde distintos lugares del país, a mostrar
y vender lo que producen. Uno de los pilares de la fiesta en que se ha
convertido Masticar, es el consumo de alimentos de estación, locales,
que lleguen de manera más rápida y fresca a sus consumidores. Allí
están las historias de Damasio Sandoval, a cargo de la cooperativa Tatahuaso
de La Silleta, en Salta, que cultiva semillas de amaranto, chía
y quínoa, o la de Jorge Pena, un buceador artesanal de Chubut, quien
trae sus mariscos frescos.
Pero como los amantes de la cocina no pueden esperan la hora de poner
manos a la obra, los vamos poniendo a tono contándoles qué pueden
empezar a imaginar. Pablo Massey hace unos Huevos Rancheros con
porotos negros, salsa de tomate picante y panceta crocante. Fernando
Trocca, una Ensalada de Cabutia con escabeche de berenjenas. Dolli
cuenta paso a paso su inefable Risotto al azafrán con osobuco. Germán
Martitegui presenta un Matambre de Cerdo, tuna y merengue de vinagre,
que se ve impactante. Hay un Cebichón, de Gastón Acurio y Anthony
Vázquez y una Lasagna Bolognese, de Pedro Picciau, del restaurant
Italpast. ¿Algo dulce? El famoso Rogel, de Maru Botana, una Crema Catalana,
de chocolate blanco, de PAMELA VILLAR, o un Bizcocho Sacher,
de Mauro Colagreco. Hay más, muchas más, saladas y dulces, y algunos
tragos de Inés De Los Santos y “Tato” Giovannoni, entre otros.
Lo genial de Las mejores recetas de Masticar es la variación de miradas y
manos sobre la cocina. De la sencillez a la sofisticación, se presenta una
interesante variedad de platos de distintos orígenes, con los más diversos
ingredientes, a través de la imaginación de grandes cocineros
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Cocina
DULCE
LUJURIA
En un mundo donde creemos haberlo visto e
imaginado todo, renace voluptuosa la pastelería
francesa para cautivar todos los sentidos
POR Marina García
El postre es, generalmente, el final de una grata comida, sin
embargo también se puede interpretar como el preludio de
otros placeres, o quizás como lujo absoluto y auténtico plato
fuerte cuando de sorprender y seducir se trata.
Como quien augura un universo con el simple roce de los labios,
Cèdric Grolet nos tienta con una pastelería que supera
los límites de lo exquisito y la imaginación. Piezas únicas de
tremenda complejidad y delicada sencillez, propias de dioses
olímpicos, dignas de reyes. Bocados repletos de colores, texturas
y aromas, que obligan a degustar con ojos cerrados, aun
cuando el deseo reclame por abrirlos, para no perder detalle.
Así de irresistible es la impronta de este joven chef patissier
que deslumbra al público y a los profesionales de su tiempo.
Dicen que Cédric fue un niño prodigio de las artes gastronómicas
y que con apenas 14 años ya sorprendía en el hotel
familiar ubicado cerca de Lyon. Algunos golpes de suerte
(quizás más bien abrazos) le dieron la oportunidad de llegar
a los ambientes más influyentes, como la divinísima casa
Fauchon donde conoció a talentos innovadores como Benoît
Couvrance y Christophe Adam.
No pasó mucho tiempo para que el astuto Alain Ducasse
lo invitara a ocuparse de las mesas dulces de Le Meurice,
donde actualmente seduce a la crème de la crème de París (y
el mundo) con sus creaciones singulares.
Es difícil elegir una pieza de su repertorio, sus delicatessen
–inspiradas en frutas y flores– reúnen una belleza clásica,
propia de la pastelería tradicional, con algunos toques que
rozan lo mágico, como el uso de láminas y polvo de oro, o
los glaseados iridiscentes o las terminaciones símil piedra.
Pero como lo mejor está en el interior, Grolet se luce en una
infinidad de detalles secretos: cremas, bizcochos, merengues,
mousses, mermeladas, crocantes y más, que son un lujo que
no se pierde de mostrar en el clásico corte de sus postres.
Dice que el azúcar es uno de los ingredientes que menos usa
ya que su búsqueda apunta a las delicadas notas naturales de
los ingredientes de calidad como frutas, chocolates, flores y
especias; y que diseña cada nuevo producto con tremendo
detalle antes de llevarlo a la práctica.
De su puntilloso repertorio, el Rubik’s Cake es quizás la obra
maestra: un postre realizado con 25 cubos perfectos, donde
el contrapunto de texturas, sabores y colores fueron capaces
de deslumbrar incluso a sus pares, que en 2015 lo nombraron
mejor pastelero del mundo
Macarón | Pierre Herme
Es imposible hablar de pastelería
francesa contemporánea sin
caer en las redes de Hermé. Su
magnánimo aporte en materia de
combinaciones de sabor, diseño
y servicio de postres le han dado
un merecido protagonismo. En
este libro de lujo comparte los
secretos y recetas de lo que
es su sello internacional: el
macarón.
El arte de la pastelería | Michelle
Karen Turner y Malou Burger
La autora es una de las pasteleras
más reconocidas a nivel mundial,
dueña de la cadena Little Venice
Cake Company, y poseedora de un
excelso talento y profesionalismo
(además favorita de las estrellas).
En este libro ofrece los detalles
de su arte en recetas paso a paso
ideales para los amantes de la
decoración de postres.
La torta perfecta | Osvaldo Gross
El autor es sin dudas el mayor
referente de pastelería a nivel
nacional, tanto en experiencia
profesional como en la docencia,
la cual ha llevado también a la
pantalla con gran éxito. GROSS
deslumbra con sus detalles y exquisita
perfección, que extiende
también a este libro, orientado a
acompañar al lector a un dulce
éxito asegurado.
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Dossier
literatura
Henry Miller
El obsceno
POR Nancy Giampaolo
“Sí, yo soy obsceno. No todos mis libros lo son; los primeros fueron obscenos, pero no pornográficos.
La obscenidad es pura, mientras que la pornografía rodea el tema en lugar de ir a
él directamente. Yo digo la verdad con un verdadero lenguaje obsceno, pero hoy no hay sino
libros pornográficos. Es terrible. Odio escuchar la palabra sexo porque se ha devastado todo
con esta escritura pornográfica. Ahora cualquiera puede escribir un libro sobre sexo. No ponen
en ello pasión, ni amor (…). Mis libros son sobre la autoliberación, en realidad. Uno debe
hacerlo todo por sí mismo y para sí mismo. No se debe depender de Dios, de un sacerdote,
de la escuela, de la educación que se recibe. Cada persona, cada individuo, tiene el poder
de hacer de su vida lo que desee. Eso es lo que creo (…). Y sí, mis libros son siempre libros
autobiográficos. Eso es todo lo que sé. Nunca he tratado de sacar nada de mi imaginación.
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Yo pongo imaginación en mis obras autobiográficas. Por supuesto que hay distorsión, invención,
exageración; no dudo en mentir en favor de la verdad (…). Yo soy un hombre de la calle, creo.
La vida empieza en las calles, no en una hermosa casa, en una universidad o en un centro similar,
sino en las calles, donde se encuentra gente buena, mala y de todo tipo, donde nace el arte”.
Henry Valentine Miller nació el 26 de diciembre de 1891 en Yorkville, un barrio de Manhattan
que actualmente forma parte del Upper East Side, pero creció en Brooklyn. Su madre,
Louise Nieting, y su padre, Heinrich Miller, eran hijos de alemanes luteranos de clase
trabajadora. Publicó su primer libro recién pasados los 40 años y fue consolidándose hasta ser uno
de los novelistas estadounidenses más frecuentemente reeditados en el mundo. Se autodefinía
como “anarquista” y “antiestadounidense”: “Tengo una baja opinión de los Estados Unidos, debo
decirle. Muy baja. Así de claro. En todos los terrenos. En lo único que destacan es en los deportes,
no en la cultura. No tenemos cultura. No hay cultura. La gente joven no sabe leer, pasa por el
bachillerato sin aprender a leer. Es vergonzoso, vergonzoso. Todo lo ocupa la televisión y la radio”.
Pese a que algunos aspectos de su obra, que fueron escandalosos en su momento, hoy pueden
oler a obsolescencia, sigue siendo un mojón forzoso de las letras contemporáneas. Releyendo sus
libros, en los que el sexo es un pilar que llega a tomar algunos ribetes místicos, surge una pregunta:
¿Cómo serían recibidos en un presente cruzado por los estudios de género y las nuevas variantes
que se han incorporado a lo que conocemos como sexualidad? No podemos saberlo, pero
inquieta pensar en las críticas que enfrentaría el trabajo de un hombre que se animara a publicar
textos autorreferenciales en los que la mujer es frecuentemente catalogada como una suerte de
vampiro que no se sacia hasta que “se le haya entregado el alma”. Podemos intuir que Miller
escribió lo que escribió en el momento justo para acceder a cierta posteridad y que lo más seguro
es que, de haberlo hecho antes o después, tendría que haber peleado aún más violentamente
con la censura. La idea de posteridad le interesaba al punto de decir cosas como estas: “Todo lo
estadounidense desaparecerá un día; desaparecerá con mayor fuerza que lo griego, lo romano,
lo egipcio... Y esta idea me ha producido una pena infinita, porque no hay agonía más atroz que
el hecho de pertenecer a algo que no sobrevive”. No es raro que haya hecho lo posible para que
su obra perdurara. Además de jactarse de la libertad con la que había vivido, de sus experiencias
transformadas en libros, de sus incontables amantes y sus heterodoxas ideas políticas, siempre se
hizo cargo de su obra autodidacta y alejada de lo académico: “Hago una distinción entre escritura
y literatura; no hay que ser escolástico para ser escritor. Todo lo que hay que hacer es sentir y
escribir lo que se siente y no lo que se piensa. Es la sensación lo que llega, intuición y emoción;
vitalidad. No un trabajo perfeccionista como el de Henry James o Proust”.
Fue obrero, boxeador, periodista, cartero, profesor de gimnasia, ascensorista, corrector de textos,
ciclista y finalmente escritor. Inscripto en el City College en 1901, solo aguantó unos meses, lo
dejó para ir a trabajar a una fábrica de cemento. Más tarde, viajó por el sur de su país durante
unos años y volvió a Nueva York en 1914 para incorporarse a la sastrería de su padre. En 1917, se
casó con Beatrice Sylvas Wickens, con quien tuvo a su hija Barbara y de la que se divorció
siete años más tarde. En 1924 hizo, junto a su flamante esposa, la bailarina June Mansfield
Smith, su primer viaje a Europa, el continente en el que podría liberar luego su mentada pluma.
Recién en 1930 decidió radicarse en París, donde la vida nocturna y las relaciones con personajes
“Tengo una baja opinión de los
Estados Unidos, debo decirle. Muy
baja. Así de claro. En todos los
terrenos. En lo único que destacan
es en los deportes, no en la cultura.
No tenemos cultura. No hay cultura.
La gente joven no sabe leer, pasa por
el bachillerato sin aprender a leer.
Es vergonzoso, vergonzoso. Todo lo
ocupa la televisión y la radio”.
Portadas de Trópico de Cáncer
(1934, prohibida en su país y
publicada recién en 1961)
y Trópico de Capricornio (1939).
que poco tenían de la pacata moral estadounidense de aquel momento, propiciaron nuevos temas
para sus libros. París, además, lo puso en contacto con el surrealismo y mucha literatura europea
que desconocía. Siendo ya un anciano, describió aquel traslado como fruto de la desesperación:
“Mi esposa me estaba observando un día de invierno; yo estaba mirando por la ventana con
aspecto triste. Habíamos viajado por toda Europa el año anterior y gastamos el dinero que teníamos.
Me preguntó: ‘¿En qué estás pensando?’. Le respondí: ‘En París, tan hermoso, tan maravilloso’.
Y ella dijo: ‘¿Por qué no te vas allí? Déjalo por mi cuenta’. Reunió el dinero, me fui a París
y ella me siguió poco más tarde. En Estados Unidos yo no iba a ninguna parte con mis escritos.
Todos me decían: ‘Deja de escribir, no eres bueno, no puedes escribir’. Es la historia de muchos
artistas, cuando se leen sus biografías. En un sentido u otro, a todos les ha pasado lo mismo. Yo
le digo a usted que ser un artista es como ser un criminal. Se pasa muy mal, se sufre el exilio si
se es un buen artista. Los malos son aceptados y se les da tiempo y fama, pero los buenos tienen
problemas, excepto, quizá, Picasso, aunque incluso he leído que tuvo una época difícil en sus
comienzos en Francia, cuando fue ayudado por Max Jacob. A propósito, como artista Picasso
era grande, un pintor excepcional, pero como hombre no siento mucho respeto por él”.
En 1934 salió a la calle Trópico de Cáncer (Tropic of Cancer), editada simultáneamente en
inglés y francés (aunque en Estados Unidos se publicó recién en 1961). Los conflictos con
la censura fueron, en realidad, un gran puntapié para convertirlo en un autor proclamado
como ícono de la revolución sexual y un crítico de los supuestos valores puritanos, ya sea en su
versión europea o estadounidense. El libro, que pretende ser una crónica de la vida de Miller
en París, es un cúmulo de anécdotas y reflexiones íntimas de un escritor pobre y mujeriego,
descriptos en un lenguaje obsceno para aquel tiempo. Amigos como Jean Giono, Anaïs Nin
(con quien haría Una pasión literaria, un libro de correspondencia entre ambos) y Lawrence
Durrell lo elogiaron con un entusiasmo tal que no sorprende que luego pasara a ser una
saga. En 1939 vio la luz Trópico de Capricornio (Tropic of Capricorn), en el que siguió consignando
su estancia en París, agobiado por la pobreza. Nuevamente estamos ante un trabajo
que no tiene la estructura convencional de la novela, con mucho monólogo interior, ritmos
sincopados, recursos surrealistas y la necesaria ironía para denunciar las hipocresías de una sociedad
de la que siempre se presenta como enajenado. En ese mismo año viajó a Grecia junto
a Durrell y se inspiró para escribir El Coloso de Marusi, que se editó un tiempo después.
Cuando ya había pasado los 70 años, durante una entrevista radial realizada por Fernand
Seguin, Miller dio cuenta de su avidez como lector, a propósito de su libro de 1950, The Books
in my life, en el que consigna una extensa y variopinta lista de lecturas importantes para él:
“F.S.: Hay en este libro, The Books in my life, una afirmación que veo un tanto paradójica
cuando usted dice en alguna parte que no es en verdad un escritor ávido, que ha leído solo
5000 volúmenes.
H.M.: Sí, 5000.
F.S.: ¡Pero 5000 es lo que equivale a leer 3 libros por semana considerando ya la edad de 50 años!
H.M.: Sí, 3 libros por semana… tú puedes calcular mejor que yo (…). Tengo amigos que me
han dicho que han leído más, conocí a un profesor en una universidad que me dijo que había
leído cien mil. Eso es mucho.
102 103

F.S.: ¿Es quizás demasiado?
H.M.: Sí, sí, mucho, demasiado. Ahora, si yo hubiera podido escoger tendría leídos solo, tal
vez, 100.
F.S.: Bueno, nunca es fácil de decidir. Y cuando leía, ¿tenía alguna disciplina para leer?
H.M.: No, siempre por azar, creo, un libro te conduce a otro. Si un libro te interesa, si por
alguna razón hay algo en ese libro que interesa, te lleva por el camino de otro. Hay gente que
lee todos los libros de un autor… yo no. Por ejemplo, una amiga mía, Anaïs Nin, una gran
lectora, cuando era joven, a los 15 años, comenzó a leer y dijo que no podía elegir, así que
comenzó de la A a la Z y así lo hizo con los libros de la pequeña biblioteca municipal.
F.S.: ¿Cree que es posible leer en el periodo en el que se escribe?
H.M: Sí claro, frecuentemente, la lectura me ayuda a escribir y no lo contrario.
F.S.: ¿Los libros, en su estilo personal, han tenido una influencia en usted de manera inmediata?
H.M: Sí, creo que sí; toda mi vida he pensado influenciado por lo bueno y por lo malo. Todo
me influencia, creo que somos vulnerables siempre y yo más… no sé por qué pero creo que
he tratado de copiar el estilo de varios escritores, lo he intentado con sus estilos, copiaba un
pasaje y lo trataba de hacer igual… sin éxito. No somos otra cosa que lo que vamos descubriendo
poco a poco sobre nosotros mismos. No podemos ser otra cosa que lo que somos…
F.S.: Yo veo que hay escritores que tratan de construirse otra imagen, una que es diferente
a lo que son… ¿usted no?
H.M.: No, yo creo que la gran meta de la vida es convertirnos en lo que somos más y más.
Es todo un ensayo fuerte y constante.
F.S.: Y en su caso, ¿siente que se ha convertido en eso, en eso que quiere ser?
H.M.: Sí, claro. He observado que cada vez que deseaba algo con fuerza eso llegaba (…).
Yo no sé si hay un dios o no, pero aun así podemos implorar por los otros… más que nada esto
me pasó en la guerra y supe que se puede pensar en todos, en los enemigos incluso.
F.S.: Regresando a los autores que aparecen en Books in my life, encontramos algunos nombres
impresionantes, franceses que fueron una gran influencia para usted, ¿quiénes son ellos?
H.M.: Estando en Francia yo leía libros en francés, franceses pues, y un poco de rusos y escandinavos,
pero los franceses me interesaban más. Céline, un favorito.
F.S.: ¿Es posible decir por qué los franceses?
H.M.: ¿Por qué? Mmm… tal vez por el estilo, la forma de acercarse al sujeto, no el sujeto
mismo, porque hay en ellos una gran mezcla de sensualidad, esteticismo y perfección; porque,
para mí y para muchos estadounidenses, en realidad, lo que pasa es que no nos damos cuenta
de que nosotros somos como escritores por accidente… y en cambio en Europa el hombre se
disciplina para hacer una carrera… nosotros hacemos toda clase de cosas antes de ser escritores
pero en Francia se nace como escritor, tienen la facilidad… esa es la impresión que tengo.
En cambio, en Estados Unidos son pocos los que tienen el don como tal, las ganas de decir las
cosas sin importar nada. Claro, es solo mi parecer”.
Cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial, su trabajo empezó a difundirse con cierta
masividad y Miller volvió mejor plantado a su país. Pero no eligió afincarse en su ciudad
natal, buscó una casa en el lugar que menos evocara a Nueva York: California. Ni bien llegó,
“A pesar de las opiniones de los
cínicos y misántropos, sostengo que
el hombre siempre se empeñará
en compartir sus más profundas
experiencias. Los libros son una de
las pocas cosas que los hombres
atesoran profundamente”.
Con Anaïs Nin, amiga y amante y
con quien mantendría una profusa
correspondencia editada bajo el
título Una pasión literaria.
comenzó Big Sur y las naranjas de Hieronymus Bosch (Big Sur and the Oranges of Hieronymus
Bosch, 1957) y terminó Sexus (1949), un libro que había empezado en Francia y que es el
primero de otra saga, La crucifixión rosada, compuesta también por Plexus, de 1953, y Nexus,
de 1959. De nuevo prima la temática autobiográfica, cubriendo el período de su vida que
va de 1923 a 1928, pero escribiendo desde un lugar mucho más confortable, sin problemas
con la censura ni padecimientos económicos. Paralelamente, se dedicó a la pintura, publicó
sus famosas cartas con Anaïs Nin y continuó explotando su propia historia en Mi vida y yo.
Su interés por la astrología, la teosofía, el ocultismo, el hinduismo y el budismo tallan de una
manera no demasiado explícita en sus libros, pero son temas de conversación frecuentes en
entrevistas y textos breves. Con el combo sexo, bohemia y orientalismo, no es raro que hippies
y beatniks lo hayan reconocido como mentor.
No fue mezquino a la hora de hablar sobre sus hábitos, trucos y decisiones para hacer literatura.
En una famosa entrevista realizada en Londres en 1961 por el fotógrafo húngaro Brassaï,
profundizó sobre muchos aspectos de su quehacer:
“B: ¿Podría explicar cómo encara su trabajo?
H.M: Generalmente voy a trabajar justo después del desayuno. Me siento a la máquina.
Si descubro que no soy capaz de escribir, renuncio. En general no hay ritos introductorios.
B: ¿Hay ciertas horas del día, ciertos días en los que usted trabaja mejor que otros?
H.M: Prefiero la mañana ahora y solo por dos o tres horas. Al principio solía trabajar después
de la medianoche hasta el amanecer, pero eso fue en el principio. Incluso después de llegar a
París me pareció que era mucho mejor trabajar en la mañana. Pero entonces yo solía trabajar
largas horas. Trabajaba por la mañana, tomaba una siesta después del almuerzo, me levantaba
y escribía de nuevo, a veces escribía hasta la medianoche. En los últimos diez o quince años,
he descubierto que no es necesario trabajar tanto. Es malo, de hecho. Se drena el depósito.
B: ¿Diría que escribe rápidamente?
H.M: Mucha gente dice eso. Debo hacer un gran ruido cuando escribo. Supongo que escribo
rápidamente. Pero entonces eso varía. Puedo escribir rápidamente durante un tiempo, luego
hay etapas en las que estoy atrapado y podría pasar una hora en una página. Pero eso es bastante
raro, porque cuando descubro que estoy atascado, salto la parte difícil, sigo adelante, y la
retomo fresco al día siguiente.
B: ¿Puede calcular cuánto tiempo va a llevarle escribir un libro?
H.M: No puedo responder a eso. Nunca pude predecir cuánto tardaría un libro: incluso ahora.
Es algo falso tomar las fechas que el autor dice que comenzó y terminó un libro porque no
significa que estuviera escribiendo el libro constantemente durante ese tiempo. Toma Sexus,
o toma toda la Crucifixión Rosada. Creo que empecé en eso en 1940, y aquí todavía estoy en
eso. Bueno, sería absurdo decir que he estado trabajando en ello todo este tiempo. Ni siquiera
he pensado en ello durante años.
B: Bueno, sé que reescribió Trópico de Cáncer varias veces y ese trabajo probablemente le
causó más problemas que cualquier otro, pero por supuesto era el principio. Entonces también
me pregunto si la escritura no es más fácil para usted ahora…
H.M: Creo que estas preguntas carecen de sentido. ¿Qué importa cuánto tiempo se tarda en
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escribir un libro? Si tuvieras que preguntar eso de Georges Simenon, te lo diría muy definitivamente.
Creo que le lleva de cuatro a siete semanas. Sabe que puede contar con ello. Sus
libros tienen una cierta longitud por lo general. Es una de esas excepciones raras, un hombre
que cuando dice: “ahora voy a comenzar y escribir este libro,” se entrega a él completamente.
No tiene nada más que pensar o hacer. Bueno, mi vida nunca ha sido así. Tengo todo lo demás
bajo el sol para hacer mientras escribo.
B: ¿Edita o cambia mucho?
H.M: Eso también varía mucho. Nunca hago ninguna corrección o revisión mientras estoy en
el proceso de escribir. Digamos que escribo una cosa de cualquier manera antigua y luego,
después de que se enfríe, lo dejo descansar un rato, quizá un mes o dos, lo veo con un ojo
fresco. Entonces tengo un tiempo maravilloso. Solo voy a trabajar con el hacha. Pero no siempre.
A veces sale casi como quiero.
B: ¿Cómo hace para revisar?
H.M: Cuando estoy revisando, uso una pluma y tinta para hacer cambios, cruzar, insertar. El manuscrito
parece maravilloso después, como un Balzac. Luego vuelvo a escribir y, en el proceso
de volver a escribir, hago más cambios. Prefiero volver a escribir todo yo mismo, porque, incluso
cuando pienso que he hecho todos los cambios que quiero, el mero negocio mecánico de tocar
las teclas agudiza mis pensamientos y me encuentro revisando mientras hago la cosa terminada.
B: ¿Quiere decir que hay algo entre usted y la máquina?
H.M: Sí, de alguna manera la máquina actúa como estímulo; es una cosa cooperativa.
B: En The Books in My Life, dice que la mayoría de los escritores y pintores trabajan en una
posición incómoda. ¿Cree que eso ayuda?
H.M: De alguna manera he llegado a creer que lo último que un escritor o cualquier artista
piensa es en estar cómodo mientras trabaja. Tal vez el malestar es un poco de una ayuda o estímulo.
Los hombres que pueden permitirse el lujo de trabajar en mejores condiciones suelen
optar por trabajar en condiciones miserables.
B: ¿No son estas molestias a veces psicológicas? Usted toma el caso de Dostoievski...
H.M: Bueno, no lo sé. Dostoievski estaba siempre en un estado miserable, pero no se puede decir
que eligió deliberadamente las molestias psicológicas. No, lo dudo mucho. No creo que nadie
elija estas cosas, a menos inconscientemente. Creo que muchos escritores tienen lo que podríamos
llamar una naturaleza demoníaca. Siempre están en problemas, ya sabes, y no solo mientras
escriben, sino en todos los aspectos de sus vidas, con el matrimonio, el amor, el negocio, el
dinero, todo. Está todo atado, todo es parte de la misma cosa. Es un aspecto de la personalidad
creativa. No todas las personalidades creativas son de esta manera, pero algunos lo son”.
Después de su divorcio con June, Miller se casó, en 1944, con Janina Martha Lepska, una
inmigrante polaca, estudiante de filosofía, con quien tuvo dos hijos, Tony y Valentine. Ocho
años después se divorciaron y, meses más tarde, el escritor consumó su cuarto casamiento, esta
vez con Eve McClure, de quien se separaría en 1960. Su última esposa fue la cantante japonesa
Hiroko Tokuda, más de 40 años más joven que él, con quien estuvo casado de 1967 a
1977, tres años antes de morir. Se dice que una de sus últimas amantes fue la actriz Brenda
Venus, homenajeada en Querida Brenda, un libro de cartas de amor remitidas por el autor a
(Der.) Con Eve McClure, su cuarta
esposa, de quien se separaría
en 1960. Su última esposa fue la
cantante japonesa Hiroko Tokuda,
con quien estuvo casado diez años
y tres antes de morir. Su última
amante, Brenda Venus, homenajeada
en Querida Brenda.
Afiche promocional y fotograma
de Henry and June (1990),
dirigida por Philip Kaufman,
centrada en los supuestos
avatares del escritor, su esposa
June y Anaïs Nin e interpretada
por Fred Ward, Uma Thurman y
Maria de Medeiros.
la actriz que obtuvo gran fama gracias a su performance en Foxy Brown, el filme de 1974.
El cine, de hecho, fue un espacio en el que los textos de Miller encontraron nuevas versiones,
dando cuenta de su potencial visual. Trópico de Cáncer fue adaptada en 1970 por Joseph Strick
y protagonizada por Rip Torn en el papel de Miller. El mismo año, el director y guionista Jens
Jørgen Thorsen hizo lo propio con otra obra, Días tranquilos en Clichy, texto que también elegiría
el gran Claude Chabrol en 1990 para su película homónima protagonizada por Andrew
Mccarthy, Nigel Havers, Isolde Barth y Barbara de Rossi. Del mismo año es Henry
and June, dirigida por Philip Kaufman, centrada en los supuestos avatares del escritor, su esposa
June y Anaïs Nin e interpretada por Fred Ward, Uma Thurman y Maria de Medeiros.
Hace dos años se reeditó en castellano El puente de Brooklyn, una colección de seis relatos inéditos
que toma su título de uno de ellos, aunque el original Noches de amor y risa de 1955 era
más representativo. Según el crítico español Manuel Hidalgo, el libro constata que la fama
de Miller como un autor casi estrictamente centrado en el sexo es, cuando no injusta, un poco
falaz o acotada: “El lector persuadido de que la única identidad de Miller como escritor procede
del cultivo literario de la sexualidad no encontrará lo que espera, aunque uno de los textos esté
dedicado, siempre en el plano autobiográfico, a su relación con una prostituta, una de tantas
que mantuvo con las profesionales del sexo. Aquí aparece el Miller observador de la condición
humana y de los tipos con significación social y existencial, el que reflexiona y especula, el que se
demora y se explaya con consideraciones psicológicas y, dicho en términos vulgares, filosóficas.
Confeso admirador de Dostoievski y Nietzsche, a quienes citó como sus referentes formativos,
Miller era, a su modo, también un pensador crítico y político que reflexionó, desde una
perspectiva ácrata, sobre la sociedad de su tiempo y, muy especialmente, sobre el modo de vivir
estadounidense, que detestó por su componente puritano y capitalista, como quedó explícito en
Una pesadilla con aire acondicionado (1945), un libro fruto del fermento de los viajes que hizo
por su país, a su regreso de Francia. Es absurdo desmentir que Miller fuera un escritor especializado
en los avatares del sexo, pero, al fin, es una losa que pesa sobre él y su literatura y que
no solo opaca al hombre culto que dedicó libros a Rimbaud, Cendrars, amigo suyo en París, y
D.H. Lawrence, claro, al lírico y desesperado poeta en prosa, al ensayista, al detentador de una
conciencia inconformista respecto a su país y a su época, sino que también distorsiona el modo
en el que el sexo era para él no solo sexo, sino el epicentro de un complejo conjunto de terminales
y ramificaciones, la muerte, la angustia, la falta de sentido, que, sin descartar ni mucho
menos al placer, se congregan en la actividad amatoria del ser humano”.
En consonancia con lo planteado por Hidalgo, Miller dedicó mucho tiempo e interés a cuestiones
no centradas en lo sexual empezando por el arte de escribir y leer: “A pesar de las opiniones
de los cínicos y misántropos, sostengo que el hombre siempre se empeñará en compartir sus
más profundas experiencias. Los libros son una de las pocas cosas que los hombres atesoran
profundamente. Y cuanto mejor sea el hombre, con mayor facilidad será capaz de desprenderse
de los bienes que más atesora. El libro que yace inane en un anaquel es munición desperdiciada.
Los libros deben mantenerse en constante circulación, como el dinero. ¡Prestad y tomad prestados
ambas cosas: libros y dinero! Pero especialmente libros, porque los libros representan infinitamente
más que el dinero. El libro no solo es un amigo, sino que sirve para hacernos conquistar
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amigos. El libro enriquece al que se apodera de él con toda el alma, pero enriquece tres veces
más al que lo analiza”. Y siguiendo por la mística proveniente de las religiones orientales a cuyo
estudio dedicó la última parte de su vida: “Pasé toda mi existencia buscando la felicidad. Hoy sé
en qué consiste: pintar, nadar, mirar la belleza”. Pero, probablemente especulando con que la
posteridad que tanto lo preocupaba estaría más asegurada si mantenía hasta el fin su imagen de
artista ungido por el sexo, siguió hablando del tema en sus libros y en su vida cotidiana; sacándose
fotos, ya anciano, rodeado de mujeres desnudas y otra clase de monadas que, de hacerse en
el presente, serían catalogadas como gestos de cosificación de la mujer, machismo exacerbado y
miles de etcéteras. Lejos de muchos de los planteos y discusiones actuales, Miller creía que el
hombre no se define socialmente por el género o la preferencia sexual, tampoco por su postura
política o el país en el que nació, incluso para denostarlo: “Lo que digo en mis libros es antiestadounidense;
yo siempre estoy criticando a Estados Unidos, soy el más duro. Ni siquiera los rusos
podrían decir cosas peores y, sin embargo, soy cien por cien estadounidense. Me siento como
Walt Whitman; soy un individualista. No me preocupa ni el país, ni la bandera, ni los militares,
ni el patriotismo. Todo eso no me dice nada ni me lo dijo nunca, ni siquiera cuando era joven.
He nacido anarquista, aunque esa sea una mala palabra en el mundo de hoy. Fue Emma Goldman
quien me inició en el anarquismo; cuando tenía 20 años y me la encontré por primera vez.
Sentí inmediatamente simpatía hacia ella. Yo no tiraba bombas; ella tampoco hablaba de tirar
bombas. Eso no es el anarquismo auténtico. El anarquista es un hombre que quiere paz para el
mundo y que no quiere gobiernos, que son nuestro peor enemigo; quienes nos causan los problemas,
y nos piden que luchemos contra otros países cuando la gente no está interesada. Los
periódicos y los políticos son los que crean las guerras. Muerte a los políticos”.
Como siempre se dice de nuestro Jorge Luis Borges, Miller también anhelaba obtener el
Premio Nobel de Literatura. Pocos días después de que se le hubiese concedido a Isaac Bashevis
Singer, declaraba, fiel a su estilo irreverente: “Si no he tenido el premio este año, peor
para ellos; ya me lo darán el año que viene. Ya se sabe que el Nobel en sí mismo no es nada,
es el dinero lo que importa. De todas maneras, si yo hubiera ganado el Nobel no habría ido a
recibirlo. Yo no viajo más y tampoco me pongo un esmoquin”.
Poco antes de morir, Miller dio entrevistas a periodistas de todo el mundo. Consagrado en
vida, celebrado y emulado por las jóvenes generaciones y, sin perder, con casi 90 años, su
fama de amante imaginativo y único, le dijo a la periodista española Carmina Fort, quien lo
consultó por su “próximo libro”: “No lo sé, no sé lo que voy a hacer mañana. No hago planes.
Creo que lo más sabio es vivir día a día y pensar que es el último, porque, al fin y al cabo, no
sabemos si estaremos vivos mañana, ¿no es cierto?”
El 7 de junio de 1980, a los 88 años de edad, Miller murió debido a los trastornos circulatorios
que arrastraba desde hacía tiempo atrás. Su amigo y editor Noel Young, de la editorial Capra
Books, anunció a la prensa que el deceso se había producido sin sufrimiento: “su muerte
era esperada y fue pacífica”
Fuentes:
www.elpais.com
http://www.henrymiller.info/bio/
bio.html
https://www.theparisreview.org
https://www.youtube.com/
watch?v=Ylsqjnjdzds
https://www.theguardian.com
http://www.rollingstone.com/
http://www.folkways.si.edu
http://dangerousminds.net
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