El Tajo que habló - Calzada de Valdunciel
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EL TAJO QUE HABLÓ, pág. 28<br />
Metiendo la pata <strong>de</strong>l tajo, <strong>que</strong> estaba floja, con golpes suaves.<br />
Se ha metido bien.<br />
Metiendo la pata <strong>de</strong>l tajo, <strong>que</strong> estaba floja, con golpes<br />
más fuertes. Se ha rajado la tabla, se ha metido mal.<br />
En la casa don<strong>de</strong> se encontraba el tajo <strong>de</strong>l relato, junto con<br />
otros cuantos más y varios tipos <strong>de</strong> asientos distintos, no ocurría esto<br />
<strong>de</strong> hincharse ya <strong>que</strong> la casa estaba hecha unos cuarenta o cincuenta<br />
centímetros más alta <strong>que</strong> la calle (se entien<strong>de</strong> el suelo <strong>de</strong> la casa) y<br />
no había humedad. También esa zona <strong>de</strong>l pueblo era menos húmeda<br />
<strong>que</strong> otras.<br />
La casa conservaba una temperatura durante el año <strong>que</strong><br />
oscilaba <strong>de</strong> ocho grados centígrados en invierno a los dieciséis grados<br />
centígrados en el verano.<br />
Los asientos más corrientes como el tajo; la tajuela; la<br />
ban<strong>que</strong>ta; la silla o el sillón <strong>de</strong> mimbre se utilizaban mucho a diario<br />
en la cocina, pero si se cuidaban duraban muchos años. Esto le<br />
ocurrió al tajo <strong>que</strong> había en esta casa, <strong>que</strong> hacía muchos años <strong>que</strong><br />
estaba en ella.<br />
Antonio Gordillo Asunción