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OFERTORIOS<br />
E<br />
l caminante, el viajero que diría Cela<br />
en su periplo alcarreño, el que ha<br />
hecho el camino al andar, si rimas<br />
machadianas refrescamos en las mientes,<br />
no sólo se encuentra en su peregrinar<br />
salmantino con una riqueza de paisajes<br />
-y paisanajes- que seducen, sino que<br />
junto a tal atributo, a poco que se fije,<br />
puede encontrar una no menos flechadora<br />
diversidad de tradiciones, ritos,<br />
celebraciones.<br />
Costumbres ancestrales, o menos añosas<br />
por qué no, que han ido perpetuándose o<br />
haciéndose un espacio entre nosotros y<br />
que responden, dependiendo de la época<br />
que marque el calendario o de necesidades<br />
puntuales, a momentos bien diferenciados<br />
de la vida de los pueblos. Así, no es lo<br />
mismo, no puede serlo, el tono de las<br />
vivaces fiestas que enmarcan los policromos<br />
campos primaverales, la naturaleza<br />
exultante de vida, los días diáfanos, con<br />
los ritos que merodean por las fechas de<br />
difuntos, vaticinio de fríos, de árboles en<br />
sus esqueletos, de nieblas embozadoras<br />
de misterios. No es lo mismo el timbre de<br />
la romería primaveral, que el de la otoñal<br />
calvotada; el matiz de la bendición de campos<br />
que el de la ofrenda. La lumbre que, sobre<br />
el llar, espanta los tembleques mientras se<br />
rememoran viejas historias, y la hoguera<br />
de jumbrios que arde la noche de San<br />
Sebastián se antojan fuegos distintos desde<br />
esta perspectiva.<br />
El caminante, ensimismado, quizás, ante<br />
la variedad que ofrece el mapa salmantino,<br />
con sus llanuras cerealistas, sus sierras,<br />
sus tajos arribeños, sus dehesas, sus encinares;<br />
absorto, tal vez, ante el repertorio<br />
de festejos y celebraciones, no sepa qué<br />
carta tomar. Pero ya con la calorina a<br />
cuestas, granadas las espigas, los árboles<br />
poniendo a punto sus frutos, próximas las<br />
Procesión de S. Roque en Macotera.<br />
tareas del campo que antaño acababan en<br />
la era con el trillo dale que te dale, una<br />
vuelta y otra, para separar la paja del<br />
grano, no quedan tan lejanos los tiempos<br />
copados por los ofertorios.<br />
Velas y roscas<br />
Cierto es que si uno bucea en las hemerotecas<br />
-cómo no siendo periodista, y sin<br />
otras pretensiones, dicho sea de paso- o<br />
vive y disfruta la oferta de los almanaques,<br />
encontrará ofrendas en épocas del año<br />
alejadas de las estivales. Porque abundan.<br />
Ya febrero las presenta en aquellas localidades<br />
que celebran Las Candelas, con la