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MADERA<br />
H<br />
La gubia gira lentamente en manos del artesano, arrancando a la madera nuevas formas.<br />
ace poco ha salido en esta misma<br />
publicación el trabajo campo, hierro y<br />
madera, del que éste es una continuación.<br />
Si en aquel nos centrábamos en el trabajo<br />
de la madera para carros y aperos, en éste<br />
vamos a hacerlo con el destinado al ajuar<br />
doméstico, ese que llena nuestras casas<br />
y pone confort en nuestras vidas.<br />
Es la madera un elemento vivo, cálido,<br />
que requiere de cuidados especiales desde<br />
sus inicios siendo semilla de árbol, hasta<br />
que pasa a formar parte ya de nuestros<br />
hogares, tomando cuerpo como la cama<br />
sobre la que vienen al mundo nuestros<br />
hijos o exhalamos el último suspiro, la mesa<br />
que reúne a la familia en torno a ella o el<br />
arca, celosa guardiana de secretos y de<br />
tradiciones que pasan de generación<br />
en generación.<br />
La madera absorbe los sonidos, mitiga el<br />
ruido convirtiéndolo en las voces de la<br />
vida; aísla las paredes del frío y devuelve<br />
la luz matizada y reflejada sobre la pulida<br />
superficie; previamente una mano la ha<br />
acariciado suavemente, empuñando un<br />
trapo con la rica cera de abeja, sacándolo<br />
enérgicamente brillo después.<br />
Comienza el trabajo escogiendo el árbol<br />
necesario, o comprando la madera cortada<br />
del árbol ya viejo de algún vecino. Roble,<br />
castaño, encina, cerezo... alternan con<br />
algún que otro nogal –cada vez más<br />
escasos– y con la introducción progresiva<br />
del pino y de maderas importadas para<br />
materializar pensamientos y vivencias de<br />
nuestras gentes.<br />
Hasta hace poco tiempo, casi todos los<br />
artesanos han ajustado siempre el árbol<br />
en el monte, talándolo ellos mismos y<br />
completando sus ingresos al vender la<br />
madera sobrante como leña o para hacer<br />
cisco o carbón. Y la Luna marca los<br />
tiempos. La corta ha de hacerse en el<br />
menguante de enero, con los poros bien<br />
cerrados, para que no le entre la carcoma.<br />
Tras la saca, el aserradero prepara las<br />
tablas, que a continuación se trasladan al<br />
taller donde esperarán apiladas a la sombra<br />
y protegidas el momento en que serán<br />
convertidas en muebles.<br />
Camas y arcas<br />
Las zonas de sierra de nuestra provincia<br />
han tenido fama siempre por sus muebles,<br />
suplidos en ocasiones en otras comarcas<br />
por los de mimbre. Pero en un pasado no<br />
muy lejano, a menudo eran escasos; si<br />
exceptuamos los de algunas casas acomodadas<br />
o de ciudad. El ajuar básico solía<br />
estar compuesto por el dormitorio –no<br />
siempre parejo– que constaba de cama de<br />
madera, hierro o latón, silla, lavabo,<br />
mesita y, a veces, armario, aportados<br />
generalmente al matrimonio por la mujer.<br />
La cuna y el andador se añadirían al poco<br />
tiempo, cuando empezaran a llegar los<br />
hijos, y muchas veces estarían fabricados<br />
por el propio padre o por el abuelo. El arca<br />
del ajuar, que toda recién casada procuraba<br />
llevar consigo a su nueva casa, donde se<br />
guardaba la ropa blanca y que con el<br />
tiempo sería custodia de las prendas<br />
importantes que se utilizaban tan sólo en<br />
ocasiones contadas, como los trajes de<br />
boda, juegos de cama “buenos”, colchas,<br />
mantas... Y el arca del pan, donde se almacenaba<br />
éste envuelto en una sábana blanca,<br />
para que durara los quince días de rigor.<br />
Algunas casas tenían muebles de comedor,<br />
pero en las menos pudientes esta función se<br />
cubría en la cocina, con la mesa de madera<br />
fregada una y otra vez con el asperón y que<br />
en algunas ocasiones servía también para la<br />
matanza. Cantarera, artesa, espetera, mecedora,<br />
tajos y alguna que otra silla, solían<br />
completar los muebles básicos de las gentes<br />
de nuestra tierra. Aunque no en La Sierra,<br />
donde la abundancia de madera permitía la<br />
existencia de una mayor variedad de mobiliario,<br />
que en unas ocasiones se heredaba, y<br />
en otras se iba completando poco a poco.<br />
Por supuesto, en la ciudad y en casas más<br />
acomodadas la lista no termina aquí.<br />
Muebles de despacho, bargueños, consolas,<br />
aparadores, tocadores, estanterías, marcos de<br />
espejos y cuadros, divanes, secreteres... son<br />
algunos de los que han llenado los hogares<br />
de nuestros antepasados.