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LOS ARAPILES<br />

A<br />

unos ocho kilómetros al sur de la<br />

ciudad de Salamanca se alzan dos<br />

prominentes cerros que reciben los nombres<br />

de Arapil Chico y Arapil Grande. Ambos<br />

son fácilmente divisables si se mira hacia<br />

el sureste apenas recorrido un kilómetro<br />

desde la salida de la capital en dirección a<br />

Béjar. Estas dos alturas no son solamente<br />

unas formaciones de gran interés para los<br />

geólogos, sino también dos excelentes<br />

atalayas desde las que se puede seguir el<br />

desarrollo de los combates que se libraron<br />

a sus pies hace casi doscientos años. No<br />

deje, aunque sólo sea por una vez, de<br />

encaramarse a uno de estos miradores<br />

de la Historia para revivir un tiempo en el<br />

que el estruendoso fuego de los cañones,<br />

las imponentes cargas de caballería y el<br />

disciplinado avance en líneas y en columnas<br />

de la infantería dirimieron el destino<br />

de Europa.<br />

La batalla de Los Arapiles<br />

En el año 1807, Napoleón Bonaparte,<br />

emperador de Francia, en la cúspide de su<br />

poder tras haber vencido a austriacos, rusos<br />

y prusianos, decidió que había llegado el<br />

momento de acabar con su más pertinaz<br />

enemigo, Gran Bretaña. Pero, por muy<br />

grande que fuera la voluntad de Napoleón,<br />

la invasión de las Islas Británicas se había<br />

convertido en una misión imposible tras<br />

la pérdida de la flota francesa en Trafalgar<br />

apenas dos años antes. Por lo tanto, esta<br />

vez tendría que optar por otro tipo<br />

de guerra: un embargo comercial a los<br />

británicos. Portugal, fiel aliado de estos<br />

últimos, se negó a seguir los dictados del<br />

El Duque de Wellington y de Ciudad Rodrigo<br />

(Valdivieso/Martínez)<br />

emperador. Viéndose contrariado, Bonaparte<br />

se aprestó a eliminar este inconveniente<br />

con su inconfundible estilo: Francia<br />

declaró la guerra a los portugueses.<br />

España, por entonces aliada de Francia,<br />

permitió el paso del ejército imperial y<br />

se unió a la fiesta de la desmembración<br />

del país vecino.<br />

Unos meses después, con Portugal ya en<br />

su poder, Napoleón decidió que ya no le<br />

convenía que los Borbones siguieran<br />

reinando en España. Tras forzar a Carlos IV<br />

y a su heredero Fernando a cederle sus<br />

derechos dinásticos, Napoleón colocó la<br />

corona de España y de las Indias sobre la<br />

testa de su hermano José. Esta sucia jugada<br />

del corso provocaría los trágicos acontecimientos<br />

del 2 de mayo de 1808 y desencadenaría<br />

el conflicto conocido como Guerra<br />

de la Independencia, una conflagración<br />

que los británicos bautizarían como<br />

Guerra Peninsular, ya que un ejército expedicionario<br />

de esta nacionalidad desembarcó<br />

en Portugal para apoyar el levantamiento<br />

español y portugués contra Napoleón.<br />

De esta forma, la provincia de Salamanca<br />

sufriría durante casi seis años el constante<br />

trasiego de ejércitos franceses empeñados<br />

en una nueva invasión del reino luso.<br />

Por otro lado, un ejército aliado de británicos<br />

y portugueses intentaría penetrar en<br />

España por la comarca de Ciudad Rodrigo<br />

para unirse a los restos de los ejércitos<br />

españoles que todavía seguían siendo<br />

leales a los Borbones. El objetivo de esta<br />

alianza era echar a los franceses al otro<br />

lado de los Pirineos, algo que no sucedería<br />

hasta 1813.<br />

El 22 de julio de 1812 se libraría al sur<br />

de Salamanca una de las batallas más<br />

decisivas de esa guerra. Por un lado, un<br />

ejército aliado de británicos, portugueses,<br />

alemanes y españoles al mando de Lord<br />

Wellington; en total unos 50.000 hombres<br />

integrados en ocho divisiones de infantería,<br />

seis brigadas de caballería –una de<br />

ellas la del famoso brigadier Julián<br />

Sánchez «El Charro»– y con una potencia<br />

de fuego de sesenta y dos cañones.<br />

Enfrente se encontraba un ejército francés<br />

comandado por el mariscal Auguste<br />

Marmont, que disponía de unos 47.000<br />

hombres, repartidos en ocho divisiones de<br />

infantería y dos de caballería, y el inesti-<br />

Batalla de Salamanca (W. Heath/Clarke)

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