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CARLOS RUIZ ZAFÓN LAS LUCES DE SEPTIEMBRE

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-No sé. Es ese lugar. Las máquinas ... Está lleno de máquinas que te miran en todo<br />

momento. -Son sólo juguetes.<br />

-Prueba a dormir una noche allí. A la que cierras los ojos, tic-tac, tic- tac ...<br />

Ambas se miraron.<br />

-¿Tic-tac, tic-tac ... ? -repitió Irene. Hannah le dedicó una sonrisa sarcástica.<br />

-Yo seré una cobardica, pero tú vas camino de ser una solterona.<br />

-Me encantan las solteronas -replicó Irene.<br />

De este modo, casi sin advertido, un día tras otro desfiló por el calendario y, antes de que<br />

pudiesen darse cuenta, agosto entró por la puerta. Con él, llegaron también las primeras<br />

lluvias del verano, tormentas pasajeras que apenas duraban un par de horas. Simone,<br />

ocupada en sus nuevos quehaceres. Irene, acostumbrándose a la vida con Hannah. Y<br />

Dorian, para qué hablar, aprendiendo a bucear mientras trazaba mapas imaginarios de la<br />

geografía secreta de Greta Garbo.<br />

Un día cualquiera, uno de esos días de agosto en que la lluvia de la noche anterior había<br />

esculpido en las nubes castillos de algodón sobre una lámina de azul resplandeciente,<br />

Hannah e Irene decidieron ir a dar un paseo por la Playa del Inglés. Se cumplía un mes y<br />

medio de la llegada de los Sauvelle a Bahía Azul. Y cuando parecía que ya no había lugar<br />

para las sorpresas, éstas estaban todavía por empezar.<br />

La luz del mediodía desvelaba un rastro de pisadas a lo largo de la línea de la marea,<br />

muescas en una lámina blanca; sobre el mar, los mástiles lejanos del puerto parpadeaban<br />

como espejismos.<br />

En medio de una blanca inmensidad de arena fina como el polvo, Irene y Hannah<br />

descansaban sobre los restos de un antiguo bote varado en la orilla, rodeadas por una<br />

bandada de pequeños pájaros azules que parecían anidar ente las dunas níveas de la playa.<br />

-¿Por qué la llaman la Playa del Inglés? -preguntó Irene, contemplando la extensión<br />

desolada que mediaba entre el pueblo y el cabo.<br />

-Aquí vivió, durante años, un viejo pintor inglés, en una cabaña. El pobre tenía más deudas<br />

que pinceles. Regalaba cuadros a la gente del pueblo a cambio de comida y ropa. Murió

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