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CARLOS RUIZ ZAFÓN LAS LUCES DE SEPTIEMBRE

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utilizaba, estaba cerrada. Hannah golpeó el cristal con el codo y la forzó desde el exterior.<br />

No sintió el corte en el antebrazo hasta que llegó a las sombras del jardín.<br />

Corrió hacia el umbral del bosque mientras el aire fresco de la noche acariciaba sus ropas<br />

empapadas en sudor frío y las adhería a su cuerpo. Antes de internarse en la senda que<br />

cruzaba el bosque de Cravenmoore, Hannah se volvió hacia la casa esperando ver a su<br />

perseguidor cruzando las sombras del jardín. No había rastro de la aparición. Respiró<br />

profundamente. El aire frío le quemaba la garganta y clavaba en sus pulmones un punzón<br />

candente. Estaba dispuesta a correr de nuevo cuando avistó aquella silueta adherida a la<br />

fachada de Cravenmoore. Un rostro corpóreo emergió de la lámina de negrura, y la sombra<br />

descendió reptando entre las gárgolas como una gigantesca araña.<br />

Hannah se lanzó a través del laberinto de oscuridad que cruzaba el bosque. La luna sonreía<br />

ahora entre los claros y teñía la neblina de azul. El viento encendía las voces siseantes de<br />

miles de hojas a su alrededor. Los árboles aguardaban a su paso como espectros<br />

petrificados, sus brazos le tendían un manto de amenazadoras garras. Y corrió<br />

desesperadamente hacia la luz que la guiaba al final de aquel túnel fantasmagórico, una<br />

puerta a la claridad que parecía alejarse de ella cuanto mayor era su esfuerzo por alcanzada.<br />

Un estruendo entre la maleza inundó el bosque.<br />

La sombra estaba atravesando la espesura, destrozando cuanto se oponía a su paso, un<br />

taladro mortífero esculpiendo una senda hacia ella. Un grito se ahogó en la garganta de la<br />

muchacha. Las ramas y la maleza habían abierto decenas de cortes en sus manos, sus<br />

brazos y su rostro. La fatiga le golpeaba el alma como un mazo que nublaba sus sentidos, y<br />

le susurraba interiormente que se rindiese al cansancio, que se tendiese a esperar ... Pero<br />

tenía que seguir. Tenía que escapar de aquel lugar. Unos metros más y alcanzaría la<br />

carretera que conducía al pueblo. Allí encontraría algún coche, alguien que la recogería y la<br />

ayudaría. Su salvación estaba a tan sólo unos segundos, más allá del límite del bosque.<br />

Las luces lejanas de un coche bordeando la Playa del Inglés barrieron las tinieblas de la<br />

espesura. Hannah se incorporó y lanzó un grito de socorro. A su espalda, un torbellino<br />

pareció atravesar la maleza y ascender entre las ramas de los árboles. Hannah alzó la<br />

mirada hacia la cúpula de ramas que velaban el rostro de la luna. Lentamente, la sombra se<br />

desplegó. Ella sólo dejó escapar un último gemido. Filtrándose como lluvia de alquitrán, la<br />

sombra se abatía sobre Hannah desde las alturas. La muchacha cerró los ojos y conjuró el<br />

rostro de su madre, sonriente y parlanchina.<br />

Poco después, sintió el frío aliento de la sombra sobre su rostro.

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