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utilizaba, estaba cerrada. Hannah golpeó el cristal con el codo y la forzó desde el exterior.<br />
No sintió el corte en el antebrazo hasta que llegó a las sombras del jardín.<br />
Corrió hacia el umbral del bosque mientras el aire fresco de la noche acariciaba sus ropas<br />
empapadas en sudor frío y las adhería a su cuerpo. Antes de internarse en la senda que<br />
cruzaba el bosque de Cravenmoore, Hannah se volvió hacia la casa esperando ver a su<br />
perseguidor cruzando las sombras del jardín. No había rastro de la aparición. Respiró<br />
profundamente. El aire frío le quemaba la garganta y clavaba en sus pulmones un punzón<br />
candente. Estaba dispuesta a correr de nuevo cuando avistó aquella silueta adherida a la<br />
fachada de Cravenmoore. Un rostro corpóreo emergió de la lámina de negrura, y la sombra<br />
descendió reptando entre las gárgolas como una gigantesca araña.<br />
Hannah se lanzó a través del laberinto de oscuridad que cruzaba el bosque. La luna sonreía<br />
ahora entre los claros y teñía la neblina de azul. El viento encendía las voces siseantes de<br />
miles de hojas a su alrededor. Los árboles aguardaban a su paso como espectros<br />
petrificados, sus brazos le tendían un manto de amenazadoras garras. Y corrió<br />
desesperadamente hacia la luz que la guiaba al final de aquel túnel fantasmagórico, una<br />
puerta a la claridad que parecía alejarse de ella cuanto mayor era su esfuerzo por alcanzada.<br />
Un estruendo entre la maleza inundó el bosque.<br />
La sombra estaba atravesando la espesura, destrozando cuanto se oponía a su paso, un<br />
taladro mortífero esculpiendo una senda hacia ella. Un grito se ahogó en la garganta de la<br />
muchacha. Las ramas y la maleza habían abierto decenas de cortes en sus manos, sus<br />
brazos y su rostro. La fatiga le golpeaba el alma como un mazo que nublaba sus sentidos, y<br />
le susurraba interiormente que se rindiese al cansancio, que se tendiese a esperar ... Pero<br />
tenía que seguir. Tenía que escapar de aquel lugar. Unos metros más y alcanzaría la<br />
carretera que conducía al pueblo. Allí encontraría algún coche, alguien que la recogería y la<br />
ayudaría. Su salvación estaba a tan sólo unos segundos, más allá del límite del bosque.<br />
Las luces lejanas de un coche bordeando la Playa del Inglés barrieron las tinieblas de la<br />
espesura. Hannah se incorporó y lanzó un grito de socorro. A su espalda, un torbellino<br />
pareció atravesar la maleza y ascender entre las ramas de los árboles. Hannah alzó la<br />
mirada hacia la cúpula de ramas que velaban el rostro de la luna. Lentamente, la sombra se<br />
desplegó. Ella sólo dejó escapar un último gemido. Filtrándose como lluvia de alquitrán, la<br />
sombra se abatía sobre Hannah desde las alturas. La muchacha cerró los ojos y conjuró el<br />
rostro de su madre, sonriente y parlanchina.<br />
Poco después, sintió el frío aliento de la sombra sobre su rostro.