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-Rumbo al faro -anunció.<br />
Segundos más tarde, cabalgando sobre la corriente y con la mano invisible del viento a sus<br />
espaldas, el Kyaneos se deslizó como una flecha sobre la cresta del arrecife. Ismael sintió<br />
cómo Irene aferraba su mano. El velero atronaba como si apenas tocase el agua. Una estela<br />
de espuma blanca dibujaba guirnaldas a su paso. Irene miró a Ismael y advirtió que él la<br />
contemplaba a su vez. Por un instante, sus ojos se perdieron en los de ella e Irene sintió que<br />
el muchacho le apretaba suavemente la mano. El mundo nunca había estado tan lejos.<br />
A media mañana de aquel día, Simone Sauvelle cruzó las puertas de la biblioteca personal<br />
de Lazarus Jann, que ocupaba una inmensa sala ovalada en el corazón de Cravenmoore. Un<br />
universo infinito de libros ascendía en una espiral babilónica hacia una claraboya de cristal<br />
tintado. Miles de mundos desconocidos y misteriosos convergían en aquella infinita<br />
catedral de libros. Por unos segundos, Simone contempló boquiabierta la visión, su mirada<br />
atrapada en la neblina evanescente que danzaba en ascenso hacia la bóveda. Tardó casi dos<br />
minutos en advertir que no estaba sola allí.<br />
Una figura pulcramente trajeada ocupaba un escritorio bajo un rayo de luz que caía en<br />
vertical desde la claraboya. Al oír sus pasos, Lazarus se volvió y, cerrando el libro que<br />
estaba consultando, un viejo tomo de aspecto centenario encuadernado en piel negra, le<br />
sonrió amablemente. Una sonrisa cálida y contagiosa.<br />
-Ah, madame Sauvelle. Bienvenida a mi pequeño refugio -dijo, incorporándose.<br />
-No deseaba interrumpido ...<br />
-Al contrario, me alegro de que lo haya hecho -dijo Lazarus-. Quería hablar con usted<br />
acerca de un pedido de libros que deseo hacer a la firma de Arthur Francher ...<br />
-¿Arthur Francher, en Londres? El rostro de Lazarus se iluminó. --¿La conoce?<br />
-Mi esposo solía comprar libros allí en sus viajes. Budington Arcade.<br />
-Sabía que no podía haber escogido persona más idónea para este puesto -dijo Lazarus,<br />
sonrojando a Simone.<br />
»¿Qué tal si discutimos esto en torno a una taza de café? -invitó.<br />
Simone asintió tímidamente. Lazarus sonrió de nuevo y devolvió el grueso tomo que<br />
sostenía en las manos a su lugar, entre cientos de otros volúmenes semejantes. Simone lo<br />
observó mientras lo hacía y sus ojos no pudieron dejar de advertir el título que podía leerse<br />
labrado a mano sobre el lomo. Una sola palabra, desconocida e inidentificable:<br />
Dopplelgänger