India: la mayor base de datos del mundo - especiales.prensa...

12 Domingo, 18 DE Septiembre DE 2011
MODA
Cae el telón sobre década de exuberancia vertiginosa
Todos los años, cuando llegaba
el circo a la ciudad de Nueva York,
se podía ver a los elefantes caminando
pesadamente por las calles
del centro en tanto una bruma
se elevaba de sus
GUY
TREBAY
Ensayo
flancos correosos.
Estas bestias exóticas
nunca dejaron
de producir un
estremecimiento de
excitación aun en el
Thibault Camus/associated press
Una presentación de Alexander McQueen de 2009 parece
excesiva en el clima actual de recesión y recortes financieros.
observador más indiferente. Nos
hacía sentir parte del circo, el gran
circo urbano.
La Semana de la Moda en una
época también era así, un aluvión
anual de criaturas exóticas que
llegaban para representar sus
extraños rituales y llevar a cabo
números alocados para una multitud
de devotos apasionados bajo
grandes carpas. Jóvenes modelos
tímidas y de largas extremidades,
con las cabezas ladeadas tentativamente
como impalas bebés
podían detectarse en grupos en
todo Manhattan, revoloteando y
saltando por las veredas camino a
sus desfiles.
La Semana de la Moda de este
año, que recién acaba de concluir,
fue radicalmente distinta de las
alocadas encarnaciones anteriores,
más eficiente. Estuvo concentrada
en los medios (cobertura
global por televisión y diarios;
estrellas de reality-shows enviando
mensajes por Twitter a “Insta
chic”; bloggers adolescentes) y
fue lo bastante movida como para
mantener a los expertos entretenidos.
Sin embargo, a la Fashion
Week, cada vez más industrializada,
le falta actualmente cierta
excitación vertiginosa y una promesa
de genialidad.
En una entrevista para una
nueva biografía fotográfica de
la ex editora de Vogue francesa,
Carine Roitfeld, ésta afirmó que
la moda ya no es divertida. “Es
menos animada, menos espontánea”,
dijo. “La moda ahora es una
industria que cada vez ahoga más
la creación”.
Los desfiles de estos días resultan,
en algunos casos, tan
emocionantes como seminarios
de empresa. Lo que está ausente
en la moda, agregó la influyente
editora francesa, es “asombro” y
“locura”.
¿No fue acaso la locura inspirada
lo que llevó a 661 mil 509 visitantes
al Metropolitan Museum of Art
en los últimos meses, a hacer cola
durante horas para ver Alexander
McQueen: Savage Beauty, convirtiéndola
en la octava atracción con
más público en la historia del Met?
Cuando la muestra cerró en agosto,
un telón cayó silenciosamente
sobre la gran década de la moda
en cuanto a experimentación y
expansión.
La dramática pérdida que implicó
el suicidio de McQueen, sumada
al triste alejamiento de John Galliano
de Dior el año pasado, pusieron
de relieve una realidad poco
observada: durante 10 años –y en
gran medida financiado por las
mismas multinacionales que en
definitiva le robaron a la moda sus
elementos encantadores– un gran
teatro cultural llevó este mundo
aislado a grandes segmentos del
público general, transformando
la moda en una fuerza cultural
irresistible, y algunos afirmarían,
dominante.
Fueron tiempos excepcionales
y vívidos: humo y fuegos artificiales
en espacios de carpas sin salida
(Galliano); pasarelas forradas
en piel (Tom Ford en Gucci); lobos
enjaulados en la medieval Conciergerie
de París (McQueen);
elaboradas escenografías Kabuki
en los parisinos Jardins des Tuileries.
Impulsadas por economías
occidentales en auge y por un
apetito de aprovechar la riqueza
de los mercados emergentes –particularmente
Brasil, Rusia, India
y China– las grandes empresas
estaban felices de financiar los
costosos vuelos de la imaginación
de los diseñadores. Empresas
como Pinault-Printemps-Redoute
de Richemont o LVMH Moët
Hennessy Louis Vuitton (con
más de 500 marcas de productos
suntuarios) se dieron cuenta de
que necesitaban más animadores
para poder forjar identidades de
marca y lanzar nuevas marcas al
mundo. Ahora que hay una tienda
Vuitton en Ulan Bator, esa tarea
está concluida.
Sólo Marc Jacobs en Nueva
York, Karl Lagerfeld en París y
Miuccia Prada en Milán ofrecen,
quizá, alguna promesa de espectáculo
fascinante o de estética
provocativa o incluso algo de
diversión. No obstante, aun la
capacidad de Jacobs para dar que
hablar, las tímidas subversiones
de Prada, y los coups de théâtre
perfectamente financiados (por la
familia Wertheimer que controla
Chanel) de Lagerfeld sólo pueden
llegar hasta un punto para compensar
la deriva hacia una complacencia
estética.
Es elocuente en lo que se refiere
a la próxima temporada el hecho
de que entre las perspectivas más
tentadoras y enérgicas figuren
la asociación de Missoni con las
tiendas de la cadena Target y la
Se acabaron las
pasarelas forradas en
piel y los lobos vivos.
colección final de Jill Sander para
Uniglo.
“Respeto su negocio, y entiendo
los riesgos que implica
pero también quiero preservar
cierto grado de espontaneidad”,
dijo Roitfeld, expresando una
nostalgia por las épocas en que
los diseñadores sacaban a las
modelos a las pasarelas luciendo
algas o vestidas como princesas
marcianas.
La moda, como señaló Roitfeld,
“no es nada sin un aspecto desenfadado”.
En otras palabras McQueen ha
muerto. Larga vida a McQueen.
Solo varios tijeretazos para
eliminar molestas etiquetas
A Leah Missbach Day le gusta
la ropa de marca pero las
etiquetas le resultan molestas,
por eso se las quita.
POR KATE MURPHY
A Leah Missbach Day, de 52 años,
fotoreportera de Chicago, le gustan
las marcas de diseñadores como
Balenciaga, Alexander Wang y
Dries Van Noten. Pero no pegadas
a la piel. “Las corto para sacarlas
porque me raspan y me molestan”,
dijo.
Es muy probable que los diseñadores
y los fabricantes de ropa
se preocupen afanosamente por
la gráfica y la colocación de las
Para más comodidad,
muchas firmas usan
sus marcas impresas.
etiquetas con su marca, pero muchos
de sus clientes, armados con
pequeñas tijeras de coser y un
abridor de costuras, se esfuerzan
con igual avidez por sacarlas. En la
Web, varios sitios muestran cómo
hacerlo sin dejar agujeros reveladores.
Últimamente se percibe, no obstante,
cierta tendencia a la sutileza
fotografías de SALLY RYAN
para The New York Times
y la comodidad en las etiquetas de
la ropa. Las etiquetas grandes como
logos estridentes cosidos dentro
de las prendas están, para muchos,
pasadas de moda. Son más los diseñadores
que minimizan o incluso
disfrazan las etiquetas, lo cual
puede dar más caché. Las llamadas
marcas “sin etiqueta”, impresas
directamente en las prendas,
también se utilizan actualmente
de manera más generalizada, al
igual que las etiquetas de plástico
transparentes. El resultado es un
cambio en el aspecto y el uso de la
ropa.
Para algunos, las etiquetas son
incómodas, en tanto otros objetan
llevar el nombre de otra persona
o un logo de empresa en la ropa.
Otros usuarios piensan incluso que
estas etiquetas quitan atractivo a
las prendas, especialmente cuando
se ven a través de algo transparente
o resaltan tanto que son
visibles por encima de un cuello o
un cinturón.
Los que son sensibles respecto
del tamaño también retiran las etiquetas.
Rozlind Power, 27, planificadora
de eventos en Houston que
antes vendía ropa en una boutique
de alta gama, dijo que es muy común
que la gente retire las etiquetas
si el tamaño es más grande de
lo que admite su imagen personal.
“Es comprensible cuando los talles
varían tanto”, dijo Power.
Zak Graff, 34, consultor de marketing
en Los Ángeles, dijo que le
gusta el corte y el calce de la marca
española Zara, pero “las etiquetas
me vuelven loco porque miden
entre 5 y 7 centímetros de largo y
vienen superpuestas una sobre
otra”. (La ropa vendida en la Unión
Europea debe llevar las etiquetas
traducidas al idioma de cada país
miembro.) Algunas marcas, como
la marca francesa para ropa activa
Aigle, así como Elie Tahari y Josie
Natori, en estos últimos tres años
empezaron a usar etiquetas claras
hechas en plástico flexible.
“Es una gran comodidad”, dijo
Ilse Metchek, presidente de la Asociación
de la Moda de California,
Las marcas sin etiquetas, que
se han generalizado en los últimos
tres años, ahora traen texto estampado
o planchado sobre la prenda.
Marcas de ropa atlética como
Nike, Adidas, Reebok y Puma
hicieron lo mismo, y ahora se encuentran
marcas sin etiquetas en
prendas realizadas por muchas
marcas de primer nivel como Gap
y H & M.
“Las imprentas digitales son
más precisas o sea que usamos
menos tinta y queda más firme en
la prenda; de esa forma, no tiene
aspecto plástico y es más suave”,
dijo Shawn Neville, vicepresidente
de marca minorista en Avery
Dennison Corporation, que fabrica
etiquetas.
Las marcas de diseño no tradicionales
pueden ser un signo de
distinción. Pensemos, por ejemplo,
en la etiqueta blanca lisa de Martin
Margiela, la delicada cadena
de metal de Stella McCartney, el
pedacito de encaje de Peggy Jannings
y las cintas paralelas grises
y delgadas de Rick Owens, que el
propio Owens ha descrito como un
gesto artesanal.
Scott Schuman, que escribe el
blog sobre moda The Sartorialist,
está convencido de que las etiquetas
constituyen un rasgo importante
del diseño que denota calidad y
que incluso agrega valor. De hecho,
la ropa vintage con etiquetas intactas
se vende a precios más altos que
aquella que no las tiene.
“A todos nos gusta quejarnos de
las etiquetas, pero las amamos en
secreto”, dijo Schuman.