La adaptación a la nueva normalidad tras el 11-S - especiales ...

Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011
Una selección semanal ofrecida por
Copyright © 2011 The New York Times
Diez años después
Los jóvenes
aún sufren
humillación
POR ANDREA ELLIOTT
La generación de los estadounidenses
musulmanes que
alcanzaron la mayoría de edad
después del 9/11 se encuentra
en un nuevo territorio inestable.
Algunos son objeto de burla
en la escuela o de sospecha en
los aeropuertos. Sus vecindarios
sufrieron un revés cuando
agentes de la Policía allanaron
mezquitas y empresas y congelaron
los activos de obras de
caridad islámicas. Sus padres
y sus tíos formaron parte de los
cientos de hombres musulmanes
detenidos sin una orden de
arresto; miles de ellos fueron
deportados.
Los estudios relativos a este
grupo son limitados. No obstante,
una dotación creciente de
sociólogos, demógrafos y otros
que examinan los efectos del
9/11 en esta generación, señala
varios patrones sorprendentes.
Algunos musulmanes jóvenes
se han apartado de su fe, distanciándose
de su comunidad y hasta
cambiando sus nombres. “En
ciertos aspectos, pasaron a ser
el experimento trágico de lo que
ocurre cuando las personas son
empujadas de la pertenencia a
la no pertenencia”, dijo Michelle
Fine, profesora de psicología en
el centro de posgrado de la Universidad
de la Ciudad de Nueva
York.
En un estudio realizado por
el Abu Dhabi Gallup Center, dos
tercios de los estadounidenses
musulmanes jóvenes dijeron
que su religión era importante
para ellos. Este grupo incluye
a un número cada vez más alto
de conversos como Ify Okoye,
de 27 años, estudiante de enfermería
de Beltsville, Maryland.
Conocida para algunos como
la “Generación 9/11”, Okoye y
otros se propusieron recuperar
la imagen del islam en EE. UU.,
pero su comunidad carecía de la
cohesión y la fuerza de organización
de otros grupos de fe con
raíces locales más profundas.
Una mayoría de los musulmanes
de EE. UU. comenzó a llegar
desde los países árabes y del
sur de Asia a mediados de los
años 1960. En su mayoría profe-
Sigue en la página 5
Ese día –el 11 de septiembre
que no necesita la
aclaración del año-, el sol
se puso sobre edificios derrumbados
en un mundo transfigurado.
Se puso sobre un horizonte
reformulado y una ciudad
aterrada. Las ecuaciones de
la vida ya no funcionaban.
Esa era la impresión que se
tenía.
Una década después de que las
altas torres se desplomaran en
Nueva York, de que se hendiera
el Pentágono y un avión desviado
cayera en un campo cerca de
Shanksville, Pensilvania, la gente
sabe dónde estaba cuando se enteró
de algo que no tenía precedentes.
Los recuerdos siguen siendo vívidos
y abrumadores. El temblor del
suelo, la pared de humo que ocultó
el sol, el polvo asfixiante, la gente
que saltaba, la amarga pérdida
de vidas y los actos de heroísmo.
Líneas telefónicas desbordadas que
no comunicaban con quienes
podrían tener respuestas.
La gente que escuchaba la
radio en el auto, informes
sobre más aviones en el cielo,
el temor a que llegaran más
asesinos.
Y los días, semanas y meses de
congoja que siguieron.
Gente que compraba paracaídas
y canoas para poder escapar la vez
siguiente. La prolongada búsqueda
de restos. Funeral tras funeral.
Los ataques desbarataron la
vida de las familias, de los padres,
madres, cónyuges e hijos de las casi
marilynn k. yee/The New York Times
La adaptación a la nueva normalidad tras el 11-S
N.R.
KLEINFIELD
ensayo
tres mil personas que no regresaron
a su casa. Paul Simon dijo que
no sabía si alguna vez podría terminar
otro disco. Una mujer escribió
en un sitio dedicado a la memoria
que lamentaba haber tenido hijos
y haber traído su inocencia a un
mundo que ya no podía entender.
Sin embargo, hay un abismo entre
lo que se esperaba y la realidad. La
profecía de más ataques contra los
Estados Unidos no se ha concretado,
por lo menos no todavía.
Son muchas las cosas que se estimaba
serían diferentes y no lo han
sido. Nueva York, cuyas características
la hacen tan adaptable, se
mostró dispuesta a absorber el 11-S
y a seguir adelante.
Sigue en la página 4
el Mundo
nueva york
10
Oscuridad para el
Paseo urbano a
futuro de OTAN. través del tiempo.
7
arte y estilo
Mujeres dirigen
en Bollywood.
11

2 Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011
11 de septiembre de 2001: diez años después
“Y de pronto uno se daba cuenta de que era una persona”
Salir con vida. Observar con
horror. Correr a ayudar. Días
después de los atentados, investigadores
del Centro Columbia de
Historia Oral de la Universidad de
Columbia en Nueva York empezaron
a pedir a los neoyorquinos que
describieran su experiencia del día
más desgarrador de la historia de
la ciudad.
Los siguientes relatos están
extraídos de las más de seiscientas
entrevistas recopiladas
en el Proyecto Historia Oral
del 11 de septiembre de 2001.
Ivy Barsky, vicedirectora del
programas del Museo del legado
Judío
Me dije: “Voy a llegar tarde. Tal
vez debería dejar de leer el diario o
no terminar el trabajo y limitarme
a tomar el E.
Si hubiera tomado el E. habría
podido hacer un par de cosas. Tendría
que haberlo tomado hasta la 53
y Lex y luego cambiar a un 6 o a un
4 o 5, o tendría que haberlo tomado
directamente hasta el World Trade
Center y caminado.
Recuerdo que me sentía algo culpable
al respecto, pero dije: “Bueno,
no tengo ninguna reunión hasta
las 11, de modo que me voy a tomar
mi tiempo. Voy a tomar mi viejo
tren R”. Las puertas del E se cerraron
y esperé el tren R. Pasó un buen
tiempo, varios días o semanas, hasta
que recordé todo el proceso mental
y pensé: “¿Qué habría pasado
si hubiera estado en el tren E?” Me
di cuenta de que probablemente el
tren E habría llegado al World Trade
Center.
Lucio Caputo, piso 78, torre
norte
En determinado momento, alrededor
de las nueve menos cuarto,
hubo una gran explosión y la torre
empezó a oscilar a la izquierda y a
la derecha.
Había mucho polvo en todo el lugar.
Empezaron a sonar las sirenas
y se apagaron las luces. Me pareció
que la explosión había sido al lado,
ya que se sintió con mucha fuerza y
muy próxima.
Salí de mi oficina a ver qué pasaba,
pero no veía nada porque todo
estaba lleno de polvo. Era como una
niebla muy espesa. Pero escuché
que había gente que lloraba o gritaba,
aunque no la veía.
Pensé que estaban del otro lado
del piso, donde debía haberse producido
una explosión. No sabía qué
tipo de explosión.
Volví a mi oficina y luego decidí
bajar por la escalera. Tomé unas
toallas, una botella de agua mineral,
mi celular, una linterna y empecé
a bajar.
Por el camino sonó el celular. Era
un amigo periodista que había visto
en CNN lo que había pasado y me
dijo: “Un avión se estrelló contra
el World Trade Center. Sal lo antes
que puedas. Corre. Corre”.
Corrí los primeros treinta pisos.
No había muchas personas hasta
que llegué al piso 50º, donde había
mucha gente que llegaba de todos
los pisos. También había gente que
venía de los pisos superiores y que
estaba muy lastimada. Había una
mujer que ya no tenía piel. Era como
una papa hervida que pierde toda
la piel. Estaba en carne viva.
John Guilfoy, empleado de
American Express, Wall Street 40
Alrededor de las 08:50 un colega
se me sienta al lado y me dice: “Mira
por la ventana”. Entonces vi algo
que parecía papel picado, como si
hubiera un desfile, lo cual era muy
raro.
Barbara Pickell, representante
de ventas de atención médica,
torre norte
Todos empezaron a gritar porque
veían personas que saltaban
del edificio. La verdad es que yo no
veía saltar a nadie porque estaba
muy arriba, unos 400 metros, pero
luego empecé a verlos bajar.
Se veía algo oscuro que bajaba,
y de pronto uno se daba cuenta de
justin lane para the New York Times
que era una persona. Una persona
en particular cayó más cerca de
nuestro lado, y tengo un recuerdo
muy vívido: era un hombre muy alto
y flaco que tenía puesto un traje
oscuro con chaleco y parecía estar
completamente consciente.
AnnMari Shannahan, consultora
de Viant en Lehman Brothers,
torre norte
Empecé a escuchar sonidos extraños.
Miré hacia arriba y vi que
alguien saltaba del edificio. Me
sentí completamente confundida.
Pensé que si en serio había saltado
una persona debía ser porque
el Departamento de Bomberos ya
había colocado redes en la base del
edificio.
Todo era surrealista. Pensé que
de ninguna manera alguien podría
saltar desde esa altura hasta la
plaza.
Seguí pensando que no podía
ruth fremson/The new york Times
En estado de shock y cubierta de sangre, una mujer, arriba, es
atendida cerca del World Trade Center; a la izquierda, mareadas
y solas, dos mujeres caminan entre la ceniza y los escombros de
las Torres Gemelas; arriba a la derecha, observadores reaccionan
al explotar la primera torre; abajo a la derecha, el primer éxodo
de Manhattan se desliza por el Puente de Brooklyn.
estar pasando eso porque todavía
no había llegado ningún camión de
bomberos ni la policía.
La gente estaba aterrada, y luego
siguieron, una persona tras
otra. A intervalos de unos quince
minutos, una persona saltaba del
edificio.
Luego entendí qué eran los ruidos
que escuchaba. Eran los cuerpos
que caían al suelo los que hacían
ese sonido horrendo. El ruido
resonaba en la plaza. El impacto de
alguien que cae desde esa altura
creaba un ruido terrorífico.
Audrey J. Marcus, coordinador
de programas del Museo del
Legado Judío
Lo asombroso es que hubo un
antes -de que viéramos el avión, el
segundo avión-, y un después, y es
como si esos dos momentos fueran
dos mundos diferentes. Literalmente.
Puedo recordar el segundo exacto
en que todo el mundo cambió y mi
vida cambió para siempre, ya que
en un momento era un edificio en
llamas, y al minuto siguiente ninguno
de nosotros estaba a salvo.
Así fue. No había lugar adonde ir,
nada que hacer ni cómo protegerse
de todo lo que iba a pasar a continuación.
Amanda A. McGowan, banquera
de inversión en Keefe,
Bruyette & Woods, torre sur, piso
89
Esperamos que el ascensor empezara
a andar, pero no lo hizo.
Debían ser las 09:01, y no pasaba
nada. A veces las puertas de esos
ascensores tardan en cerrarse, pero
no tanto. Esperamos, pero no se
cerraban.
En ese momento nadie dijo:
“Bueno, tal vez no deberíamos usar
este ascensor”. De pronto las puertas
empezaron a cerrarse. Yo estaba
muy cerca de las puertas. Empezaron
a cerrarse y ya estaban a
unos 30 centímetros de cerrarse
por completo cuando de pronto…
¡bam!
Era como si alguien tuviera una
mano enorme y hubiera dado un
fuerte golpe a la caja en la que estábamos.
Una se siente liliputiense.
Todos nos caímos.
Jerry Gombo, subjefe de Servicios
Médicos de Emergencia
Escuchamos un ruido cuando estábamos
en el hall: tum, tum, tum.
No entendíamos por qué había
gente que saltaba. Sabíamos que
los bomberos estaban subiendo
a rescatarlos. En ese momento se
decía que un avión comercial se había
estrellado contra el edificio. No
sabíamos cuánta gente había a bordo,
pero sabíamos que era un avión
comercial, por lo que pensábamos
que debía haber una cantidad importante
de pasajeros.
En cuanto llegamos y cruzamos
la calle, llegó el segundo avión y se
estrelló contra la torre sur. Por más
que se estrelló en los pisos superiores
de la torre, sentíamos el calor
Editor Guatemala: Isaac Ramírez
Contenido, diseño,
fotografía e ilustración:
The New York Times
The New York times se publica semanalmente en los siguientes diarios: sÜddeutsche zeitung, alemania ● Clarín, Argentina ● Aruba Today y Bon Dia Aruba, Aruba
DER STANDARD, Austria ● The tribune, bahamas ● la razón, bolivia ● folha, brasil ● Toronto Star, Canadá ● la segunda, chile ● China Daily, China ● EL ESPECTADOR, COLOMBIA
Poslovni, Croacia ● delo, eslovenia ● El país, españa ● the korea times, estados unidos ● manila bulletin, filipinas ● le figaro, francia ● eleftherotypia, grecia
prensa libre, Guatemala ● THE asian age, India ● la repubblica, Italia ● Asahi Shimbun, japón ● cabo san lucas, Diario de Yucatán, eL norte, mural Y reforma, méxico
El Nuevo Diario, Nicaragua ● la prensa, panamá ● The observer, reino unido ● listin diario, república dominicana ● rumania libera, rumania
Today, Singapur ● Tages-Anzeiger, Suiza ● united daily news, taiwán ● Trinidad Express, Trinidad y tobago ● sabah,Turquía ● el observador, uruguay

Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011 3
11 de septiembre de 2001: diez años después
de la explosión y el impacto desde
la acera de enfrente. Cuando pasó
eso, todos nos dimos cuenta de que
no se trataba de un accidente y que
estábamos ante algo mucho más
grande.
Gamil M. Tawfik, fundador del
Canal Árabe, que observaba Manhattan
desde Brooklyn
Cuando llegué a la Atlantic Avenue,
donde estaciono el auto, vi la
primera torre, ya que la segunda
cayó primero. Quedé estupefacto.
Pensaba que ese edificio no se
caería nunca. Me sentí espantosamente
mal, ya que me encantaba el
edificio. Muchas veces comía en el
Windows Around the World.
Iba al Citibank de la torre. Cuando
venían visitas del exterior, lo
primero que hacía era llevarlas al
World Trade Center para impresionarlas.
Robert Snyder, profesor de la
Universidad Rutgers en Newark,
Nueva Jersey, que viajaba desde el
World Trade Center
Miré por encima del hombro
y vi que el Lower Manhattan estaba
cubierto de humo y llamas.
La segunda torre acababa de derrumbarse.
Ese fue el estruendo
que oímos. Miré y vi una escena
de horror: humo, luces extrañas
producto de las llamas, y un cielo
azul de una belleza imposible por
encima de todo.
Me recordó un póster de propaganda
que se hizo durante la Primera
Guerra Mundial, en el que se
veía la Estatua de la Libertad como
víctima de un ataque y un submarino
que emergía en el puerto de
Nueva York. Decía: “No permitan
que pase aquí”. Lo que pensé en ese
momento fue: “Dios mío, está pasando
aquí”.
Rem de Lange, periodista en
Brooklyn
Lo que vi al volver a pasar en
bicicleta fue que venía gente del
puente y que todos estaban cubiertos
de polvo. Las primeras
personas no estaban muy cerca de
los edificios y habían corrido por
el puente con gran rapidez, pero
eso debe haber sido alrededor de
las 11.
Estaban cubiertos de polvo y la
policía los había evacuado. Salían
de Manhattan por los puentes. Era
un espectáculo muy raro: gente
cubierta de polvo blanco o gris que
había perdido los zapatos. Caminaban
descalzos o en medias y parecían
zombies, no personas reales.
Tenían una actitud tan extraña que
no quise hablarles.
John Dear, sacerdote y voluntario
del Hospital St. Vincent
Esperé una hora y luego dijeron
que estaban desbordados de voluntarios,
incluso en ese momento,
a las dos, de médicos, enfermeros
y capellanes. Pero poco a poco empezaron
a darse cuenta de que no
llegaba nadie.
“¿Dónde está todo el mundo?” se
preguntaban. “¿Dónde están los
heridos?” Empezó a instalarse el
temor, o la conciencia, de que no iba
a haber muchos heridos.
Mark Eichler, estudiante y técnico
voluntario de emergencias
médicas, mientras se desplomaba
el World Trade Center
Creo que el derrumbe fue a las
5:20. Yo estaba a media cuadra y
escuchaba un ruido ensordecedor
de motores. Me pareció raro, ya
que creía que ese día ya no despegarían
más aviones.
Pero no era el motor de un avión;
era un edificio de más de cuarenta
pisos que se caía. Vi unas 200 o 300
personas que corrían en mi dirección
mientras gritaban: “¡Se cae,
se cae!”.
Mary Baez, residente de los edificios
Gobernador Alfred E. Smith
cerca de1 Police Plaza
Mi primera reacción fue avisar
a mi familia que estaba bien. Mi
hermano me había llamado, de modo
que ya no tenía que hacer más
llamados. Me dijo que todos estaban
bien, y le hice saber que estábamos
bien. Teníamos una buena
provisión de comida, de modo que
íbamos a estar bien durante los siguientes
seis meses.
Luego me aburrí de escucharlo
una y otra vez, ya que me molestaba
mucho que hubiera gente tan
mala.
Pero no podía hacer absolutamente
nada, ni siquiera ir a ayudar.
Ni se me ocurrió.
Pensé que no haría más que molestar,
así que no hice nada. Luego,
esa noche, alrededor de las 20:20,
mi teléfono dejó de funcionar.
Fue entonces cuando la realidad
se me hizo presente. Me volví loca.
Michele Fitzsimmons, oficial
de los bomberos
Recorríamos todo una y otra vez,
caminando por un mundo apocalíptico.
Había autos chocados, autos
en llamas, autos que se habían
quemado por completo.
Por último, supongo que debían
ser las once de la noche, por fin llegamos
a la Autopista del West Side.
Salimos cuatro o cinco cuadras por
encima de donde habían estado las
torres. Creo que fue la primera vez
que tomé verdadera conciencia de
que habían desaparecido. No quedaba
nada salvo una enorme montaña
de nada.
Zaheer Jaffery,
piso 65, torre
Norte
La mayor parte
de la gente que empezó
conmigo pudo
salir más rápido
porque tuvimos
que cambiar de
escalera dos o tres
veces. Las escaleras
no van de arriba
hacia abajo. Se
interrumpen por
razones estructurales.
Yo avanzaba
muy despacio
porque ya casi no
podía caminar. Al
nivel del hall ya iba
tan despacio que
dos o tres veces
hubo gente que se
ofreció a llevarme.
Contesté: “No, no,
tal vez haya alguien más que necesite
ayuda”.
Ya tenía el agua a la altura de los
tobillos, y estaba llena de barro y
resbalosa. Tenía puestos zapatos
nuevos y me resbalaba. Ya me había
dado cuenta de que la situación
era muy grave porque la gente estaba
empezando a correr y se escuchaba
que los voluntarios decían:
“Salgan del edificio antes de que se
derrumbe. Salgan del edificio antes
de que se derrumbe”. Todavía no
creía que el edificio pudiera caerse,
pero cuando salí y miré hacia arriba,
me dije: “Este edificio no va a
durar”.
Bajé la cabeza y caminé muy, pero
muy despacio. Ya eran las 10:15
de la mañana. Me había alejado
unos 200 metros de la zona de la
terraza cuando el edificio se desplomó.
andrea mohin/The New York Times
George W. Rutler, sacerdote de
la Iglesia Católica Romana de la
Ángel franco/The New York Times
Parroquia de Nuestro Salvador
Los bomberos se alineaban frente
a la alcaldía. Luego empezaron
a pedirme la bendición y la absolución.
Eran tantos que no podía escuchar
confesiones individuales,
de modo que les di la absolución.
Recuerdo que a uno le dije que estaba
seguro de que iba a estar bien
pero que cuando volviera a su casa
tenía que ir a su parroquia y confesarse.
Esos hombres sabían a qué
iban a exponerse. De lo contrario,
no habrían ido a confesarse.
Louis Garcia, paramédico
Tenía seis personas en la ambulancia.
Steve estaba atrás y trataba
de secar a la gente y de calmarla.
Fue terrible. Me gritaba que me
quedara. Nunca olvidaré a la mujer
que iba en la parte de atrás de la
ambulancia.
Decía: “Por favor, sáquenme de
aquí. Por favor, sáquenme de aquí”.
Gritaba. Miré al supervisor y dije:
“Me voy. Mi número de unidad es
Seis Rey. Voy a St. Vincent y vuelvo.
Va a tener un millón de ambulancias
en cualquier momento”. Y
eso hice.
Marin Alexandrov, vendedora,
33 Fulton Street
Oímos un estruendo: boom.
Pensé que se había caído la grúa
que estaba en la otra cuadra. Salí
corriendo y vi que el edificio estaba
en llamas. La gente estaba aterrada.
“¿Qué pasa? ¿Qué pasa?” Hacía
la misma pregunta una y otra vez.
“¿Qué pasó?”
Un amigo, el peluquero, me dijo
que un avión se había estrellado
contra el edifico.
Me compré una cámara de inmediato
y empecé a sacar fotos. Miraba
a la gente. Todos pensaban que
había sido un accidente, por lo que
nadie prestaba mucha atención. La
gente seguía caminando, como si
pensara: “Qué tontos. Se estrellaron
contra el edificio”.

4 Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011
11 de septiembre de 2001: diez años después
Diez años después, ajustarse a la nueva normalidad
Viene de la página 1
La gente a la que se conoce como
“Wall Street”, a la que se proclamó
mártires y héroes en los días
posteriores a los atentados, se ha
visto vilipendiada por su codicia
sin límites. EE.UU. es nuevamente
un país de divisiones ideológicas
e intransigencia política. ¿Qué ha
quedado? Descalzarse y someterse
a registros en el aeropuerto. Toda la
información que se recopila sobre
quiénes somos y qué hacemos, una
intromisión que es más aceptada
que objetada. Un persistente recelo
de los musulmanes. Un par de guerras
lejanas que se niegan a tener
un final fácil y tienen un costo de
US$1.3 billones, que, por otra parte,
sigue creciendo.
La certeza de que todo cálculo
completo debe comprender el costo
de la frustración del futuro de EE.
UU. Una implícita sensación de que
lo siniestro acecha en alguna parte.
La muerte de Osama bin Laden no
ha cerrado el libro. Tampoco lo han
hecho diez años.
Para la mayor parte de estadounidenses,
la influencia del 11-S
en la vida cotidiana es algo que se
siente con mucho menor intensidad
que el advenimiento de Facebook
y Twitter, la erupción de insistentes
voces que pontifican por la
televisión por cable o la asfixiante
recesión. En última instancia, cada
uno atribuye un sentido individual
al 11-S. Con excepción de los familiares
de las víctimas, la vida de la
mayoría de la gente puede no parecer
demasiado diferente.
Pero hay un residuo, soplos persistentes
del 11 de septiembre.
Cruzar la línea
A partir de la conmoción y la
ruina, Gerard Decatrel trató de
imaginar el futuro de Nueva York
y los vuelcos que podría dar. En
esos días, la imaginación podía
llevarnos a muchos lugares.
Trabajaba en Morgan Stanley, en
el centro de Manhattan, y era operador
de opciones cambiarias. Tenía
30 años. Vivía en la ciudad y era un
hombre de familia.
A medida que elaboraba perspectivas,
decidió que había algunas que
podía aceptar y otras que no.
“Tracé una línea”, dijo. “Podía soportar
que Nueva York se volviera
como Jerusalén y que hubiera ataques
convencionales todo el tiempo.
Pero si había ataques biológicos o
químicos, me dije que me incorporaría
a las fuerzas armadas”.
No podía explicar del todo el
impulso. No conocía a nadie que
hubiera muerto en las torres
gemelas. Tomar las armas significaría
ingresar en otro espacio,
dejar atrás a su esposa, a su hija de
cuatro años y a su hijo de uno.
“No sé, pero lo tomé de forma
personal”, declaró. “Había sido un
neoyorquino toda la vida”.
Ese otoño, los misteriosos
ataques con ántrax visitaron la
ciudad agotada y temblorosa. Ahí
estaba. Se había cruzado la línea.
Se incorporó a la Infantería de
Marina. Morgan Stanley dijo que
lo entendía, que se fuera y que su
empleo lo estaría esperando a su
regreso. La esposa lo aceptó. Él no
sabía entonces que ella bromeaba
porque pensaba que lo rechazarían
por la edad. Tenía que comprometerse
a hacer la instrucción
chang w. lee/The New York Times
Otros hechos, como la recesión global, han perfilado la vida después del cruel 11 de septiembre de 2001.
y a prestar servicio durante seis
años, lo que sumaba ocho años de
su vida. Se trasladó a Virginia,
Florida, California. Y luego a Irak,
durante tres misiones de siete meses
como piloto de un helicóptero
de combate Cobra. Llevó a cabo
más de 500 misiones. Le disparó
al enemigo y éste respondió, pero
“sus disparos no fueron muy buenos”,
dijo, “y tampoco tenían las
mejores armas”.
El tiempo, pensaba, era el mayor
peligro, las tormentas de arena
enceguecedoras que podían reducir
la visibilidad a cero. Se sentía
viejo. Casi todos los demás eran
tan jóvenes… Dos pilotos de su
escuadrón murieron.
Pero hizo el tipo de amistades
permanentes que no se hacen en
ningún otro contexto. En septiembre
del año pasado obtuvo la baja
de la Infantería de Marina. Está de
vuelta en su ciudad. Trabaja nuevamente
para Morgan Stanley, donde
negocia opciones otra vez y lucha
con mercados cambiantes.
Había hecho algo. Había servido.
Todo tiene sus resultados. Se sentía
diferente. “Siento que tengo más
seguridad y una perspectiva distinta”,
señaló. “Cuando hay algún
problema en el mercado, todos se
asustan. Yo no. Nadie muere. El
mercado no me puede asustar”.
Vida más desagradable
Jonahtan Zimmerman, un profesor
de Educación e Historia de la
Universidad de Nueva York, dijo:
“Recuerdo que la gente decía: ‘Todos
vamos a ser neoyorquinos.’ Decían:
‘Todos vamos a ser serios.’ Da
risa. Los reality shows estaban en
pañales. No existía ‘Jersey Shore’.
No se puede decir que haya generado
una nueva seriedad”.
Dijo lo que todos vemos: “La
vida cívica está aun más crispada,
más polarizada, más desagradable.
No tuvo el efecto beneficioso
que era de esperar”.
Abrir pequeñas puertas
La tristeza tenía que canalizarse
por algún lado. Había lugares
que la recibían, receptáculos online,
y el torrente de contribuciones
llegaba de todas partes. El 19 de
septiembre de 2001, una de esas
contribuciones fue la de Colleen
Casey, de Bolingbrook, Illinois.
Manifestó algo que muchos sentían:
“Pienso que mi vida jamás
volverá a ser como antes”.
Ofreció un poema, I needed the
quiet, que había descubierto cuando
tenía 14 años y su padre murió de
un ataque cardíaco. La ayudó, y tal
vez podría ayudar a otros. Escribió:
“Voy a tratar de vivir mejor”.
Habían muerto estadounidenses
por ir a trabajar. Ella sentía que tenía
que merecer su sacrificio.
Ahora Casey vive en Addison,
Illinois, y analiza licencias de materiales
para la Comisión de Regulación
Nuclear. El mismo trabajo,
un nuevo hogar. Tiene 54 años y es
soltera. ¿Había vivido “mejor?”
Reformularse no es fácil. Lo sabía.
Pero había pequeñas puertas
que podía abrir. Era tímida. Pero
empezó a hacer más, a no deprimirse
por sus propios problemas,
a ir a lugares a los que no había ido
antes, a alimentar la llama.
Mencionó una participación en
una caminata de lucha contra la
diabetes, en otra por un refugio
para gente sin vivienda, otra por la
prevención del suicidio. Empezó a
hacer gimnasia aeróbica acuática,
a tratar de mejorar su salud.
“He intentado dedicar más tiempo
a escuchar de verdad a la gente
con la que trato en la vida cotidiana”,
dijo. “Es necesario escuchar y
legitimar a la gente”.
Trata de ser más amable. Ahora
da dinero a quienes lo necesitan,
como los hombres que ve en las
intersecciones de calles, a los que
portan carteles escritos a mano
que rezan “Sin techo” o “Ayuda”.
Fue sólo algo que se dispuso a
hacer. Siempre tiene 20 dólares de
más y agua envasada en el auto
para distribuir.
“Si bien algunos de mis amigos
piensan que estoy loca por hacer
ese tipo de cosas”, señaló, “nunca,
pero nunca tuve una reacción adversa.
Sólo gratitud.” Agregó: “todos
tratamos de avanzar juntos en
la vida. Yo intento hacer algo más.
Es todo lo que puedo hacer”.
Capacidad de resistencia
El día nos quedó grabado en la
mente, y nadie sabía qué profundo
y persistente sería. Pero muchos
aceptaban que sería un recuerdo
profundo y perdurable. La gente se
reclina en sofás y se esfuerza por
expulsar el dolor.
Pero el efecto psicológico, sugieren
los estudios, no fue tan grave
como pronosticaban muchos especialistas.
La gente se sobrepuso.
“Pienso que tenemos una capacidad
de adaptación innata”, dijo George
A. Bonanno, profesor de psicología
clínica de la Universidad de Columbia
en Nueva York, que estudia el
dolor y el trauma. “La capacidad de
adaptación es la norma”.
En parte, eso se debe a que
tenemos mucha práctica como
consecuencia de conmociones menos
singulares pero fuertes, tales
como el divorcio o la enfermedad.
“Podemos hacer frente a acontecimientos
traumáticos”, señaló.
Fue así que 33 mineros chilenos
que habían quedado sepultados a
gran profundidad pudieron salir de
la situación y mantener la cordura.
“La historia humana está llena de
tragedias, y en esas tragedias hay
espacio para el crecimiento”, dijo
Grady Bray, un psicólogo de desastres
que vive en Texas.
Premonición de un niño
Sasha Vaccaro terminó de
cocinar –“hoy shish kebab, muy
divertido”- y tenía la tarde libre.
Se sentó en el Starbucks que está
frente a su casa del Upper East
Side de Manhattan y tomó Passion
Tea Lemonade. Tiene quince años.
Sasha tiene una vida complicada.
Padece una depresión que
puede afectarlo mucho. Se le han
diagnosticado aspectos del síndrome
de Asperger, un trastorno
de hiperactividad y déficit de
atención, así como un trastorno
obsesivo-compulsivo. Su hermano
menor es autista. Sus padres están
divorciados.
Explicó algunas de las cosas con
las que vive. “Si me toco el cuerpo
de un lado, tengo que hacerlo del
otro”, dijo. “Si siento comezón
de un lado, tengo que rascarme
también del otro lado. Pero estoy
mejor. Trato de superarlo”.
Reacciona de forma excesiva
ante las críticas. Cuando escucha
cosas tristes, se pone muy triste.
Su 11 de septiembre fue así:
estaba en un jardín de infantes a
cuatro cuadras del World Trade
Center y tocaba la pandereta en
la clase de música. Su padre lo
levantó en brazos y se lo llevó en
momentos en que el segundo avión
de los fanáticos suicidas se hundía
en el costado de la torre. Vio los
dos edificios en llamas. Su padre
gritó. También él.
“Antes pensaba que el mundo
era perfecto y que todos eran buenos”,
dijo. “Fue entonces cuando
dejé de creer en Dios”.
Las torres del World Trade
Center tenían una enorme importancia
para la familia, que solía
ir hasta el lugar y acostarse boca
arriba, con los pies tocando la base
de una torre, para luego levantar
la vista y mirar esa presencia majestuosa.
Sasha no habló sobre el
11-S durante años.
Luego, en marzo, escribió una
novela gráfica para una tarea escolar
en la que tenía que relatar un
momento clave. Fue su día del 11
de septiembre, desde los panqueques
de la mañana hasta la clase
de música, la calamidad y las lágrimas.
Y también su momento de
sexto sentido: en la escuela tuvo la
premonición de que era inminente
algo horrendo en las torres. Las
miró y le dijo al padre: “¡Papá,
peligro en las torres gemelas!
¡Peligro en las torres gemelas!”
Pensó que al poder expresarlo por
fin podía enfrentar lo que ningún
niño tendría que haber visto. La
novela gráfica obtuvo una buena
calificación. La clase se sintió muy
interesada.
En los últimos tiempos le va
mejor en todos los frentes. Hacer
terapia ha contribuido a despejar
muchos de sus problemas. Le
están reduciendo la medicación.
Su último año escolar fue el mejor.
Quiere ser neurocirujano o veterinario.
No ha vuelto a la Ground Zero.
Tal vez cuando esté terminada
vaya a ver cómo quedó todo.
Estaban pasando cosas en el
lugar. Tres mil trabajadores –la
misma cantidad que los muertos–
conformaban lo que iba a reemplazar
a los edificios desaparecidos.
Alguien ofrecía 22 dólares por onza
de plata. Los turistas pasaban y
espiaban por la valla; observaban
cómo brotaba el acero en una tierra
de fantasmas.
Ese día fue hace diez años, y
algún día habrán pasado veinte
años, y luego cincuenta y cien,
internándose cada vez más en la
historia.
¿Qué significa el 11-S?
Sasha quería pensar un momento
en eso. Se le ensombreció el rostro
en profunda reflexión.
“La verdad es que no lo sé”,
dijo. “No puedo entender por qué
alguien querría hacer algo así. No
sé qué decir. Sólo me produce tristeza.
Eso es lo que siempre será.
Mucha, pero mucha tristeza”.

Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011 5
Jóvenes musulmanes buscan
mayor sentido de pertenencia
11 de septiembre de 2001: diez años después
Viene de la página 1
sionales, se asentaron sin
dificultad y ascendieron
rápidamente.
Con el aumento de los
crímenes provocados por
el odio contra los musulmanes,
los más jóvenes al
principio mantuvieron un
perfil bajo, dijo Lori Peek,
socióloga de la Universidad
del estado de Colorado
y autora de Behind the backlash:
muslim americans
after 9/11.
No obstante, ella descubrió
que muchos cambiaron
la orientación de
su carrera y se graduaron
posteriormente en periodismo
y ciencia política.
Estaban motivados por un
nuevo deseo de participar
en la vida cívica estadounidense,
afirman tanto
ella como otros.
“La idea es corregir estereotipos”,
dijo Musa Syeed,
de 27 años, director de cine
de Plainfield, Indiana. “Hay
que contar buenas historias
–historias humanas, universales”–.
Syeed se pasó a la escuela
de cine en la New York
University en 2003, decidido
a utilizar este medio como
“un instrumento contundente
para el cambio”.
No obstante, con el tiempo
se aburrió de la narrativa
que él describió como “Los
musulmanes también
somos personas” que ha
pasado a definir la forma
en que los estadounidenses
musulmanes se presentan
en las iniciativas
artísticas o en los medios
informativos. Ify Okoye se
convirtió al islam mirando
su computadora. Estaba
buscando en Google “shahada”
–la declaración de fe
musulmana – y leyendo en
voz alta la transliteración
al inglés de las palabras
árabes que indican el pasaje
al islam. No hay más
divinidad que Dios y Mahoma
(Muhammad) es el
mensajero de Dios.
Okoye, que entonces
tenía 18 años, vivía en
Montgomery Village,
Maryland, con su madre
nigeriana, cristiana. Nunca
había entrado en una
mezquita. Si no hubiera sido
por el 11 de Septiembre
y el ulterior debate sobre
el Islam, quizá no habría
sentido curiosidad suficiente
como para tomar
un Corán. Pero después no
pudo dejarlo.
Okoye llegó a observar
una forma estricta del islam.
Era de todos modos
ambas cosas –musulmana
y estadounidense – y se
preguntaba, ¿necesitaba
abandonar EE. UU. para
servir a su fe? Las tácticas
de la jihad violenta también
la perturbaban, y en
esto no era la única. Un
nuevo sondeo del Pew Research
Center, una organización
de investigación
con sede en Washington
D.C., reveló que el número
de jóvenes musulmanes
estadounidenses que consideran
que un ataque suicida
puede llegar a justificarse
bajó a la mitad –de 26
por ciento en 2007 a 13 por
ciento este año–.
Okoye comenzó a luchar
por mejores espacios para
orar destinados a las mujeres
en las mezquitas. En
2010, con algunos amigos
comenzaron a organizar lo
que llamaron “encuentros
de oración”.
En una mezquita de
Virginia el año pasado, un
guardia de seguridad la
sacó a empujones, señaló.
Pero ella insistió, inspirada
por la Primavera Árabe.
“Queremos poner en
acción nuestra fe”, dijo.
Un día de abril de 2010,
cerca de mil musulmanes
de todo Tennessee colmaron
los corredores del
Capitolio del estado. Los
legisladores deliberaban
acerca de un código sobre
antiterrorismo que, en su
redacción original, identificaba
a la Sharia, o ley
islámica, como una amenaza
a la seguridad. Habían
suprimido todas las
referencias al islam, pero
los líderes musulmanes
todavía estaban nerviosos
pensando que el código podía
llevar a un trato poco
equitativo.
Remziyah Suleyman, de
26 años, recorrió el Capitolio
estatal. Hacía tres años
que Suleyman, recién salida
de la universidad, había
empezado a trabajar como
representante de la Coalición
por los Derechos de
los Inmigrantes y los Refugiados
de Tennessee, un
grupo de presión, reuniéndose
diariamente con los
legisladores. Estaba afuera,
vestida con su hijab.
Un senador le preguntó si
era monja. “Yo le dije ‘No,
señor, esa es otra religión’”,
recordó, riéndose.
Hace diez años, cuando
fue el 9/11, Suleyman estaba
en la secundaria. Nunca
se había sentido diferente
hasta ese momento, dijo,
cuando sus pares empezaron
a hablar de “todos los
musulmanes como terroristas”.
Esas pruebas no tuvieron
ni punto de comparación
con lo que había vivido
la familia de Suleyman al
huir de las bombas químicas
en Kurdistán rumbo a
los campos de refugiados
en Turquía, terminando
finalmente en Nashville
cuando tenía 5 años.
Poco después de que
Suleyman comenzara a
trabajar como lobbista, los
musulmanes en Tennessee
debieron enfrentar una
nueva ola de oposición: in-
cidentes de vandalismo, proliferación
de videos alarmistas
e indignación pública por
los planes de construir una
mezquita en Murfreesboro.
Fue allí, en octubre de 2010,
cuando un camión estuvo a
punto de embestir el automóvil
de Suleyman y sacarlo
fuera de la ruta cuando ella
estaba tratando de registrar
votantes, señaló.
El código contra el terrorismo
finalmente fue sancionado
como ley. Pero Suleyman sigue
teniendo esperanza. “Si
no mostramos quiénes somos
como estadounidenses musulmanes,
como habitantes de
Tennessee, ¿qué le pasará a
la próxima generación?” dijo.
“Este es el primer paso. Llevará
mucho tiempo”.
guy calaf para The New York Times
Ify Okoye, de pie a la izquierda, no había estado en una mezquita antes del 9/11. En
la foto, ora con otros musulmanes en el Centro Islámico en Washington DC, en julio.

6 Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011
11 de septiembre de 2001: diez años después
Primavera árabe: carta
de presentación distinta
El éxito de la protesta no
violenta de la primavera árabe
mostró a los radicalizados un
camino más efectivo hacia el
cambio social y político.
POR MICHAEL SLACKMAN
y MONA EL-NAGGAR
Poco después de que el presidente
egipcio Hosni Mubarak se viera
obligado a dejar el poder, islamistas
radicalizados de larga barba y
puntos de vista rígidos se sumaron
a las manifestaciones en El Cairo.
Ese espectáculo pronto alentó el
mismo temor occidental que durante
décadas justificó el apoyo a
los dictadores de Oriente Medio:
la democracia podría permitir la
llegada al poder de musulmanes
radicalizados.
Pero esa opinión –que aún está
muy difundida en Occidente– obviaba
la transformación que se
estaba produciendo. Esos mismos
islamistas intransigentes, que alguna
vez abrazaron una ideología
que rechazaba la participación en
sociedades que consideraban no islámicas,
incluidas las suyas, ahora
se encontraban junto a sus conciudadanos,
y de forma pacífica.
“Pensábamos que el uso de la violencia
era el único camino al cambio
porque teníamos cerradas todas
las demás puertas”, dijo Gamal El
Helali, de 49 años, un miembro de
la exorganización militante Grupo
Islámico. “La revolución abrió las
puertas a un cambio pacífico”.
Tanto el 11 de septiembre de 2001
como el movimiento de la primavera
árabe de 2011 contribuyeron
a definir la imagen de los árabes
musulmanes, tanto a sus ojos como
ante los del resto del mundo.
“El 11-S, el sentimiento predominante
fue de declinación, de
incapacidad de cambiar nuestra
situación”, señaló Amr Hamzawy,
un politólogo que está formando un
partido político liberal y laico en
Egipto. “Pero ahora las cosas son
diferentes. Estamos a la altura de
los desafíos”.
Los atentados del 11-S se inspiraron
en parte en una ideología radical
y en la convicción de que los
problemas fundamentales de la población
árabe y musulmana podían
resolverse mediante ataques a las
potencias extranjeras que apoyaban
a los dictadores, impulsaban
la cultura occidental, oprimían al
islam y corrompían la civilización.
La primavera árabe ha revertido
esa fórmula. Las mayorías árabes
hacen primero una introspección
para luego promover el cambio.
“El 11-S es irrelevante en este
momento”, declaró Tamer Tantawi,
que tiene 31 años y es ejecutivo
de una compañía petrolera en
Egipto. “Tengo cosas mucho más
importantes de las que preocuparme,
como los acontecimientos en
Egipto, la revolución, cómo va a ser
la nueva constitución, quién será el
próximo presidente. Los asuntos
internos han pasado a ser mucho
más importantes que el 11-S.”
Al mismo tiempo, el llamamiento
al cambio tiene un “éxito histórico”,
sobre todo como consecuencia
de las protestas pacíficas.
Los éxitos de Egipto y Túnez han
convencido a por lo menos algunos
islamistas radicalizados de
que deben dar una oportunidad
al proceso democrático. “Hay una
nueva convicción de que las protestas,
las huelgas y la acción civil
son mucho más efectivas que los
enfrentamientos y la fuerza”, dijo
Marwan Shehadeh, especialista
en ideología y grupos islamistas
moises saman para The New York Times
radicalizados que vive en Amán,
Jordania.
El resultado, agregó, impulsará
una compulsa de ideas entre los
moderados y los intransigentes,
que durante décadas pudieron
difundir su línea de pensamiento
entre un público cuya receptividad
aumentaban la represión y el fracaso
del proceso político en lo relativo
a producir cambios.
“En Jordania, por ejemplo, hay
un cambio de la visión y la práctica
de los salafistas jihadistas, que
ahora creen en la acción pacífica”,
declaró. “Han participado en varias
marchas pacíficas”.
En muchos sentidos, la primavera
árabe ha cambiado el mundo
árabe en relación con lo que emergió
después del 11-S.
Paradójicamente, los atentados
de al-Qaeda contribuyeron a reforzar
la situación que se proponían
cambiar y dieron margen de maniobra
a los dictadores árabes que
se basaban en el miedo y la represión
para preservar su autoridad.
“Hablamos de dos mundos diferentes.
Uno ha fortalecido los regímenes,
los sistemas secretos y la
dictadura y actuó de forma diametralmente
contraria a las demandas
de democracia y libertad”, dijo
Abdulkhaleq Abdullah, profesor de
ciencias políticas de la Universidad
de los Emiratos Árabes Unidos. “El
otro ha derrocado dictaduras que
se habían impuesto hace décadas y
ha producido el movimiento árabe
por la libertad, y ese es el momento
que vivimos ahora”.
El terrorismo consolidó una imagen
de los árabes como violentos,
señalaron muchos especialistas,
y entre muchos árabes alentó una
autoimagen problemática y de inseguridad.
Al tratar con personas
occidentales después de los atentados,
muchos dijeron que sentían
que casi siempre tenían que demostrar
antes que no eran terroristas.
La revolución del jazmín, que
derrocó al dictador tunecino Zine
el-Abidine Ben Alí y el movimiento
que derrocó luego al presidente
Mubarak, por lo menos han ofrecido
un relato alternativo. Sin embargo,
lo cual es igualmente importante,
los levantamientos populares han
impulsado la autoestima de muchos
en la región y han ofrecido un antídoto
a los sentimientos de inferioridad
y de ser víctimas. “Ahora no me
avergüenza decir que soy Egipto”,
dijo Amgad Shebl, un ingeniero de
sonido de treinta y cinco años de El
Cairo. Pudimos ganarnos nuestro
respeto como país”.
Con ese aumento de la autoestima,
ya hay expectativas, no sólo
de que los gobiernos escuchen y se
guíen por sus opiniones, sino también
de que Occidente haga a un lado
prejuicios y estereotipos.
“Pienso que el occidental medio
tiene que reexaminar muchos estereotipos
sobre los árabes”, dijo
Alaa Al Aswany, un exitoso escritor
y crítico social egipcio, “como,
por ejemplo, el estereotipo de que
las mujeres con velo están indefensas
o de que si una mujer usa velo
significa que no es independiente”.
Aswany declaró que había tomado
conciencia de que la primavera
árabe era el otro extremo de
los atentados del 11-S poco antes,
durante una reunión semanal que
organiza en El Cairo. Su traductor
al francés, Gilles Gauthier, se le
acercó y le dijo: “Osama bin Laden
no murió ayer, lo mataron el 25 de
enero”.
Ese fue el día en que comenzó la
revolución egipcia.
ANÁLISIS NOTICIOSO
Tras años de terror, se empequeñece espectro de Al Qaeda
POR SCOTT SHANE
Muchos estadounidenses temían
que los ataques del 11 de septiembre
fueran sólo el principio.
Parecía posible que células durmientes
de Al Qaeda estuvieran
ocultas en ciudades estadounidenses.
Las conjeturas y posibilidades
llenaban los medios: un
dispositivo nuclear introducido
de contrabando y detonado en un
puerto bullicioso; ántrax esparcido
por avión en una ciudad ajena al
peligro; gas venenoso elaborado
con cloro robado. Era concebible
que la primera década del siglo
XXI sería testigo del asesinato a
sangre fría de decenas de miles de
estadounidenses.
Y, de hecho, unas 150 mil personas
han sido asesinadas en
Estados Unidos desde el 11 de septiembre.
Pero ninguna de ellas por
Al Qaeda. Catorce fueron muertas
por simpatizantes de Al Qaeda:
13 por un psiquiatra del Ejército,
en Fort Hood, Texas y una por un
musulmán converso en un centro
de enlistamiento militar, en Little
Rock, Arkansas.
¿Cómo es que un enemigo resuelto,
que había ejecutado un
ataque tan devastador, fracasó
¿Fue suerte lo que dio
a los terroristas un
aura de invencibles?
tan rotundamente en repetir su
letal éxito?
La agresiva respuesta estadounidense
dentro y fuera de sus
fronteras definitivamente resultó
crucial. Pero vale la pena considerar
otra posibilidad: que los
estadounidenses y su Gobierno,
frenéticos tras el 11 de septiembre,
comprensible, pero desmedidamente
sobreestimaron las habilidades
de Al Qaeda.
En ese sentido, el 11 de septiembre
significó una victoria táctica y
psicológica para Al Qaeda.
Los estadounidenses se remitieron
al ejemplo de la guerra fría,
aún la experiencia más determinante
para la mayoría de los adultos
en el 2001.
El temor a las armas nucleares
incluso renació y, con ello,
la retórica de que Al Qaeda era
una “amenaza existencial” para
Estados Unidos. Semejante alarma
movilizó al Gobierno. Pero
opacó una enorme diferencia en
la escala de la amenaza: durante
décadas, la URSS tuvo miles de
misiles nucleares apuntados hacia
ciudades estadounidenses. Hasta
las versiones más generosas de la
capacidad de Al Qaeda planteaban
una sola arma nuclear robada, de
alguna forma introducida misteriosamente
por una frontera y
detonada.
“Vimos a Al Qaeda como un
pseudo sucesor de los soviéticos
y eso resultó engañoso”, explicó
Audrey Kurth Cronin, catedrática
de la Universidad George Mason,
en Virginia, cuyo libro del 2009,
Cómo termina el terrorismo, ubica
a Al Qaeda en un largo historial
de movimientos violentos que
surgieron antes de desvanecerse.
“Al tratarlo como una especie de
Estado, le dimos una legitimidad
inmerecida”.
Sea como sea, el descaro del
complot del 11 de septiembre, así
como la genialidad y la suerte que
acompañaron su ejecución, han
respaldado durante una década
el argumento de que, diga lo que
diga cualquier experto, todo es
posible. Los ataques infligieron
a la psique estadounidense una
especie de estrés postraumático
colectivo y suscitaron a nivel de
sociedad la hipervigilancia que
los soldados de regreso de Iraq y
Afganistán conocen demasiado
bien.
Al Qaeda o sus afiliados sí
orquestaron ataques mortales
en Bali, Indonesia; Casablanca,
Marruecos; Madrid, Londres,
así como en Iraq y Afganistán. Su
matanza indiscriminada de civiles
musulmanes le costó una pérdida
continua de popularidad en el
mundo musulmán, pero su credo
y sus métodos se han propagado a
unos cuantos países inestables.
Después de haber pasado algunos
años sin nada comparable
con el 11 de septiembre, escritores
y políticos conservadores empezaron
a advertir de la existencia
de una presunta “jihad furtiva”
destinada a imponer la sharia, o
ley islámica, en el Occidente. Las
teorías antisharia alimentaron en
el 2010 la indignación contra la propuesta
del centro islámico cerca
de la “zona cero” en Manhattan.
Luego, escasos meses después,
el mundo árabe fue agitado no por
exigencias populares de la sharia,
sino de democracia. Al Qaeda se
vio decididamente marginado.
En mayo ocurrió el asesinato de
Osama bin Laden. La imagen del
entrecano fundador de Al Qaeda
blandiendo no una bomba, sino un
control remoto, remató la impresión
de una red terrorista en fuerte
declive.
Ahora que el contraterrorismo
es objeto de las mismas presiones
presupuestarias que los demás
programas estadounidenses, el
enfoque de cheque en blanco de la
última década sin duda cambiará.
No le parece una cosa lamentable
a Cronin. “El hecho de que gastáramos
demasiado y que ahora
tengamos que hacer recortes nos
obligará a ser más estratégicos”,
explicó, y a evaluar el riesgo con
serena determinación en vez de
ceder al despliegue publicitario o a
la histeria.
Cronin consideró inevitable la
reacción emocional al shock sin
precedentes del 11 de septiembre.
Pero ahora, agregó, “ha llegado la
hora de que nuestras terminaciones
nerviosas se relajen”.

Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011 7
el MuNDO
Adiós a la solidaridad con Haití
moises saman para The New York Times
El apoyo de la OTAN fue clave para derrotar a Gadafi, pero la alianza batalló.
En la fotografía, un edificio en Zlitan, luego de un ataque de la OTAN.
POR STEVEN ERLANGER
PARÍS — La guerra en Libia puede ser
uno de esos momentos silenciosamente
reveladores en la historia de naciones más
importantes. Por primera vez, Estados
Unidos ha asumido un papel secundario
—al “liderar desde atrás”, si es que “liderar”
es un término apropiado— en una
guerra instigada por la alianza de la Organización
del Tratado del Atlántico Norte,
OTAN, y encabezada por Gran Bretaña y
Francia, las dos principales potenciales
militares europeas.
Más de seis meses financieramente
devastadores contra uno de los Ejércitos
más débiles del mundo, con escasez de
aviones, armas y municiones que fueron
disfrazados bajo el pretexto de que la
OTAN actuaba para “proteger a civiles”
cuando la alianza claramente apoyaba a
uno de los bandos de una guerra civil.
La de Libia ha sido una guerra en la que
algunos de los miembros más poderosos
de la alianza atlántica no participaron, o
no participaron con aviación de combate,
como España, Turquía y Suecia. Ha sido
una guerra en la que, dado su tamaño, los
daneses y noruegos realizaron un número
extraordinario de misiones de combate.
Sus aviones y pilotos se desgastaron, los
franceses que finalmente retiraron su
único portaaviones nuclear para reparaciones
muy necesarias e Italia retiró su
propio portaaviones para ahorrar dinero.
Sólo 8 de los 28 aliados participaron en
los combates y la mayoría de ellos se quedó
sin municiones y se vio obligado a comprar,
al costo, municiones almacenadas
por Estados Unidos. Alemania se negó a
intervenir, ni siquiera para establecer una
zona de exclusión de vuelo.
Cabe preguntarse si los miembros europeos
de la OTAN volverán algún día a
tomar la decisión de emprender una aventura
como ésta.
O los europeos desarrollarán la identidad
defensiva que han pregonado desde
hace tanto tiempo o, dados el costo y las
dificultades que supusieron derrotar tan
sólo a Libia, simplemente dejarán de intentarlo.
Aún no se sabe, pero la respuesta
es importante.
Expertos en defensa como Tomas Valasek,
del Centro para la Reforma Europea,
en Londres, sugieren que la diplomacia de
Washington funcionó, en el sentido de que,
en el conflicto libio “los aliados establecieron
una nueva división de labores para las
operaciones de la OTAN en las fronteras
de Europa, que debe ser fomentada”.
Tal vez. Y sólo tal vez, dados el costo y
la tensión que conllevó la operación libia,
aunados a la necesidad vital de recortar
ANÁLISIS
La OTAN aprende duras lecciones
déficits presupuestarios en casa, hasta las
ocho naciones europeas que combatieron
decidirán que una auténtica identidad
de seguridad y defensa europea resulta
demasiado costosa y sus presupuestos de
defensa de por sí menguantes seguirán
encogiéndose hasta volverse inútiles, al
menos para Washington.
François Heisbourg, analista de defensa
francés de la Fundación para la Investigación
Estratégica, en París, indicó que la
decisión de Washington de “liderar desde
atrás” y la de Berlín de no participar en lo
más mínimo tendrán “importantes consecuencias
estratégicas tanto para la OTAN
como para la Unión Europea”.
Libia puede entonces representar un
aciago presagio del futuro de la OTAN:
coaliciones internas de los dispuestos,
limitadas por condiciones y “peros” nacionales,
escasez de municiones y blancos,
con medios inadecuados para lograr objetivos
políticos.
La crisis económica sólo ha exacerbado
la renuencia europea de estar a la altura
de sus ambiciones grandiosas de desempeñar
un papel global en las asuntos internacionales
y de defensa.
En la Conferencia de Seguridad celebrada
en febrero, en Munich, el Secretario
General de la OTAN Anders Fogh
Rasmussen señaló en tono ominoso que,
tan sólo en los últimos dos años, el gasto
de defensa europea se había reducido en
US$45 mil millones. De confirmarse esas
tendencias, dijo Rasmussen, “corremos el
riesgo de una Europa dividida” y “una Europa
cada vez más a la deriva de Estados
Unidos”.
Al igual que la Unión Europea, la alianza
atlántica sufre de una predecible resaca
postsoviética. En su más reciente doctrina
estratégica, los líderes de la OTAN
intentaron encontrar en asuntos como la
piratería una amenaza creíble para Europa,
cuando la verdadera razón de ser de la
organización se desvaneció junto con los
tanques soviéticos en las riberas del Elba.
En cuanto a Afganistán, entre menos se
diga, mejor. Los aliados de la OTAN hoy
son objeto de perdurable arrepentimiento
por su declaración de guerra post 11 de
septiembre contra Al Qaeda y el talibán.
Gran Bretaña y Francia, que aún pierden
soldados y gastan más allí cada día que
en la campaña libia, no ven la hora de irse.
Pocos en Europa, por lo menos, aún creen
que la guerra puede ser ganada en cualquier
sentido tradicional de la palabra,
que tendrá algún glorioso desenlace o,
incluso, que el impacto de este más reciente
involucramiento occidental resultará
duradero.
POR RANDAL C. ARCHIBOLD
CHENE, República Dominicana — Han sido
culpados de propagar el cólera, quitar empleos
e incrementar la delincuencia. Y ahora,
al desvanecerse los recuerdos del terremoto
y la buena voluntad que éste generó hacia las
víctimas, los haitianos son
deportados.
Los dominicanos también
emplean una nueva ley para
negarles la ciudadanía a hijos
de inmigrantes ilegales
y deportar a personas que
habían nacido y vivido aquí
durante años, afirman los grupos que abogan
por ellos. Haití y sus donadores están rezagados
en ayudar a miles de personas que viven
en campamentos y a millones de desempleados.
“Es como un asunto sin solución”, dijo
Robert Maguire, experto en temas de Haití
en la Universidad George Washington, en
Washington.
Varios países promulgaron un periodo de
gracia efectivo a los migrantes y refugiados
haitianos después del sismo del 12 de enero
del 2010, pero eso parece ahora llegar a su fin.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados instó recientemente
a los países a revertir una nueva oleada de
deportaciones a Haití porque las condiciones
siguen precarias en ese país.
Las autoridades dominicanas dicen haber
sufrido el embate de los refugiados del
terremoto así como de los recientes migrantes,
que se suman a un constante flujo de
procedentes de Haití que durante años han
cruzado la frontera para cortar caña de azúcar,
cosechar café o trabajar en el sector de la
construcción. José Ricardo Taveras, el nuevo
director de inmigración de la República Dominicana,
arremetió contra la ONU por no lograr
aminorar el flujo. Citó las estimaciones
de los 500 mil o más haitianos en este país, al
decir que “nadie puede resistir una invasión
de esa naturaleza”.
Dominicana fue de los primeros países en
ofrecer ayuda tras el temblor. Envió equipos
para evaluar los daños y entregar comida y
medicinas, relajó los requerimientos de visa
para permitir que los heridos ingresaran a
hospitales dominicanos y abrió centros de
distribución para los envíos de ayuda.
Sin embargo, la tasa de desempleo —del 14
por ciento el año pasado— es de las más altas
en Latinoamérica. Y el cólera, que ha matado
a casi 6 mil en Haití desde octubre, ha provocado
más de 90 muertes en Dominicana,
muchos de ellos migrantes haitianos.
La Organización Internacional para las
Migraciones ofreció una salida, al pagarles
US$50 a cada haitiano, además de brindar
asistencia para que regresen a su país. Más
de 1,500 han retornado. “Cualquier cosa es
mejor”, dijo Bernier Noel, quien se registró
para salir. Vive en un cobertizo, se baña con
agua sucia y cosecha café por US$3 diarios.
Alejandra Hernández, Consejera de la Embajada
Dominicana, en Washington, dijo que las
autoridades de salud de su país gastaron más
de US$11 millones en ayuda en el mes posterior
al sismo, y US$27 millones en el 2010. Pero
los refugiados ahora son una carga económica,
dijo, que hacen uso de los servicios de
salud, policiales y de otro tipo.
Su llegada “sigue un patrón por mucho
tiempo establecido de migración económica,
que durante años le ha exigido mucho a la capacidad
de nuestro país”, apuntó.

8 Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011
POR KEITH BRADSHER
CHANGSHU, China — Varios
ejecutivos corporativos afirman
que China utiliza su virtual monopolio
sobre los metales de tierras
raras –vitales para productos como
autos híbridos y teléfonos celulares–
para dificultarles a los fabricantes
extranjeros de materiales
de alta tecnología construir o expander
fábricas en cualquier parte
que no sea China. Las compañías
que fabrican sus productos fuera
del país deben lidiar con suministros
más escasos y precios mucho
más altos para los materiales debido
a impuestos elevados y otros
controles a la exportación impuestos
por el país.
Este año, compañías como
Showa Denko y Santoku de Japón,
así como Intematix de EE. UU. incrementaron
su capacidad operativa
en China debido a que necesitan
acceso a las tierras raras.
Mike Pugh, director de operaciones
mundiales para Intematix,
expresó que su empresa “simplemente
compró el equipo y aumentó
su capacidad de China para empezar”,
aunque la firma habría preferido
construir su nueva fábrica
cerca de sus oficinas generales en
California.
Y a las compañías extranjeras
en China les preocupa el robo de
secretos comerciales.
Al parecer, la política de China
sobre las tierras raras está dirigida
por el primer ministro Wen Jiabao
en persona.
Las tácticas de China probablemente
violan las reglas de comercio
mundial, de acuerdo con gobiernos
y grupos empresariales alrededor
del mundo.
Un panel de la Organización
Mundial de Comercio (OMC) encontró,
en julio último, que China
había infringido las reglas cuando
usó tácticas virtualmente idénticas
para restringir el acceso a otros importantes
minerales industriales.
El ministro de Comercio de China
declaró que apelaría.
Karel De Gucht, comisionado de
comercio de la Unión Europea, expresó
en julio que: “en vista de este
resultado, China debe asegurar el
libre y justo acceso a los suministros
de tierras raras”.
China afirma que sus políticas
califican para una excepción a las
reglas del comercio internacional
que permite a los países limitar
las exportaciones por protección
ecológica y para conservar suministros
escasos. Sin embargo, la
OMC rechazó este argumento en el
caso de los otros minerales industriales,
con base en que China sólo
ponía freno a las exportaciones y
no limitaba los suministros dentro
del país.
El gigante asiático extrae el 94
por ciento de las tierras raras del
mundo y compone el 60 por ciento
del consumo mundial.
Sin embargo, si las fábricas continúan
su mudanza a China a su ritmo
actual, el país representará el 70
por ciento del consumo global para
principios del próximo año, apuntó
Constantine E. Karayannopoulos,
director ejecutivo de Neo Material
Technologies, firma canadiense
que es una de las procesadoras de
tierras raras en bruto más grandes
en China.
Durante los últimos dos años,
China ha impuesto cuotas para
limitar las exportaciones de tierras
raras a aproximadamente 27
mil 215 toneladas métricas al año.
Antes de ello, las fábricas fuera del
país consumían casi 54 mil 430 toneladas
métricas al año.
Los precios de las tierras raras
se han disparado fuera de China
al tiempo que los usuarios se han
disputado frenéticamente los suministros
limitados.
El óxido de cerio, un compuesto
de tierra rara utilizado en catalizadores
y la fabricación de cristal,
ahora cuesta US$110 mil la tonelada
métrica fuera de China. Eso es más
de cuatro veces el precio en el país,
y una gran diferencia de los US$3
dinero y negocios
En busca de “tierras raras”, nuevas firmas se mudan a China
Las firmas enfrentan
dura política china
sobre tierras raras.
Kantaro Suzuki contribuyó con
información desde Tokio, y Jonathan
Ansfield, desde Pekín.
mil 100 de hace dos años.
China también ha elevado los
impuestos de exportación sobre
las tierras raras hasta en un 25 por
ciento, además de los impuestos al
valor agregado del 17 por ciento.
Las políticas
chinas para
los metales de
tierras raras
podrían violar
las leyes de
comercio
internacional.
En la foto,
planta de
Intematix
en China
depende
de éstos.
Para la mayoría de los productos
industriales que son fabricados en
China con tierras raras y después
exportados, el país no impone cuotas
o impuestos a la exportación, y
con frecuencia tampoco impuestos
fotografías DE Ryan Pyle, para The New York Times
al valor agregado.
Muchas compañías deciden que
es más eficiente en costos mudarse
a China para obtener acceso
más barato a los metales. “Cuando
exportamos materiales como neodimio
desde China, tenemos que
pagar aranceles altos”, comentó
Junichi Tagaki, vocero de Showa
Denko.
El momento elegido por China es
excelente, señaló Dudley J. Kingsnorth,
ejecutivo de la industria de
tierras raras y consultor en Australia.
Las minas en desarrollo en
Estados Unidos, Australia y otras
partes comenzarán a producir
cantidades considerables de tierras
raras en los próximos años,
así que China parece hacer uso de
su influencia hoy para obligar a las
compañías a mudarse.
“Obviamente tienen algo de éxito”,
expresó.
Cómo lidiar con el estrés de trabajar y cuidar a un enfermo
POR EILENE ZIMMERMAN
P. Tiene que atender a un familiar
enfermo a la vez que tiene un empleo
de tiempo completo. ¿Debería
hablar con su jefe y colegas sobre la
situación?
R. “Alentamos a las personas a que
compartan con sus colegas cercanos
y sus jefes la situación”, dice
Andy Cohen, director ejecutivo de
Caring.com, sitio en la Red para
personas que atienden a familiares
enfermos. Más de 40 millones
de estadounidenses atienden a
alguien de más de 50 años, dice
Cohen.
Se calcula que en 2025, el 28 por
ciento de la población mundial
tendrá más de 60 años. Algunos
países, entre ellos muchos del
norte de Europa, ofrecen servicios
sociales a las personas de edad
avanzada confinados a sus casas
y muchos otros dependen de un
cuidado más informal por parte de
miembros de la familia, de acuerdo
con la Organización Mundial de
LISA HANEY
la Salud.
Explique a su
jefe lo que pasa con
su ser querido y
cómo planea lidiar
con eso. Evalúe su
carga de trabajo
actual y determine
qué pasos necesita
dar para cumplir
con las exigencias
de su trabajo, dice
Faun Zarge, asesora
de empleo y vida
en Newton, Massachusetts.
P. Es probable que tenga que atender
llamadas telefónicas en el trabajo
o salir a media jornada para ir
al doctor o en casos de emergencia.
¿Cómo se debe manejar eso?
R. Sea honesto con su jefe sobre la
flexibilidad que necesitará. “Eso
en realidad le permitirá mantener
o mejorar su desempeño, porque
no se distraerá ni estresará por los
cuidados que tendrá que dar”, dice
Zarge.
También es crucial que revise
la situación con su patrono con
regularidad. “Pregunte: ‘hay algo
que necesitemos ajustar para que
el plan funcione mejor?’”, agrega.
“Usted quiere estar seguro de que
si en cierto momento las cosas no
funcionan bien, ellos saben que
deben decírselo”.
P. ¿Qué se puede hacer respecto del
estrés?
R. El ejercicio es una buena forma
de reducir el estrés y de liberar
endorfinas, bioquímicos que
alivian el dolor y que causan una
sensación de bienestar, dice Debbie
Mandel, asesora en manejo
del estrés y autora de Changing
habits: the caregivers’ total
workout (Cambio de hábitos: el
entrenamiento completo para cuidadores).
También es importante comer
bien, dormir lo suficiente y tener
hobbies que lo hagan feliz.
Busque voluntarios en su iglesia
para que lo ayuden o solicite ayuda
de estudiantes universitarios que
cursen programas de psicología,
cuidado geriátrico o trabajo social,
dice Mandel.
“Todo el mundo se ve afectado
por problemas en sus vidas. Deje
atrás el pasado y ya no piense en
lo que alguna vez tuvo y, en cambio,
viva en el presente”, concluyó.

Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011 9
ciencia y tecnología
Los gérmenes abundan
en superficie de objetos
Joe Raedle/Getty Images
Pronostican mejor la trayectoria de las tormentas, pero todavía es difícil calcular la intensidad.
Difícil pronosticar fuerza de huracanes
LYNNE SLADKY/ASSOCIATED PRESS
Se esperaba que el huracán Irene mantuviera su fuerza
cuando pasó por las Bahamas, pero perdió intensidad.
POR HENRY FOUNTAIN
Para los científicos que se especializan
en huracanes, Irene,
que se dejó sentir en la costa este
de Estados Unidos a finales de
agosto último, ha arrojado una luz
incómoda sobre su profesión. Reconocen
que aunque se han vuelto
expertos en calcular la trayectoria
que seguirán estos fenómenos
meteorológicos, sus predicciones
sobre la intensidad de una tormenta
son deficientes.
Los funcionarios del Centro
Nacional de Huracanes pronosticaron
con precisión que Irene tocaría
tierra en Carolina del Norte,
y que luego avanzaría por la costa
hasta Nueva York. Sin embargo,
pensaron que la tormenta se
volvería más potente después de
que pasara por las Bahamas. En
lugar de eso, perdió fuerza. Para
cuando tocó tierra en Carolina
del Norte, dos días después, sus
vientos eran aproximadamente
un 10 por ciento más ligeros que lo
pronosticado.
“Con la intensidad, simplemente
no nos hemos salido del cero
al cuadrado”, dijo Frank Marks,
director de la división de investigación
de huracanes en la Administración
Nacional Oceánica y
Atmosférica, en Miami. Pronosticar
la fuerza de una tormenta
requiere conocer los detalles de
su estructura –la organización interna
y el movimiento que pueden
afectar el que gane o pierda energía–
e introducir los datos en un
modelo computacional exacto.
Con frecuencia, los científicos
sobreestiman la fuerza, lo que
puede llevar a quejas sobre una
preparación exagerada, como
sucedió con Irene. Sin embargo,
en otras ocasiones también han
subestimado la potencia de una
tormenta, como ocurrió con el
Huracán Charley en 2004.
Con tantas cosas dependiendo
de los pronósticos, la división
de Marks lleva tres años de un
programa de 10 para mejorar la
precisión de los pronósticos. Los
vuelos de recopilación de datos
realizados por aviones turbopropulsores
P-3 de la dependencia,
equipados con sistemas de radar
Doppler que pueden trazar mapas
tridimensionales de la estructura
de una tormenta, son sólo la parte
más visible de este esfuerzo:
gran parte de la labor involucra
construir y perfeccionar modelos
numéricos que simulan las tormentas,
y conjuntar el poder computacional
para correrlos. Marks
Prefieren pecar
de cautelosos con
grandes tormentas.
ha armado lo que equivale a un
universo paralelo de pronósticos,
mediante el uso de un complejo
computacional en Colorado que
corre los modelos experimentales
durante horas, con datos de la
aeronave y de otras fuentes. Los
resultados también se envían inmediatamente
a la operación real
de pronósticos del centro de huracanes.
La investigación ha mostrado
resultados, al producir algunos
pronósticos de intensidad que,
aunque aún no son tan exactos
como se desearía, están más
acordes con los resultados reales.
En el caso de Irene, algunos modelos,
de hecho, mostraron que la
intensidad de la tormenta estaba
en descenso. Sin embargo, otros
no lo hicieron, y el centro optó por
los pronósticos más conservadores.
“Tienes que recordar que
los pronosticadores no se pueden
dejar llevar por la brisa”, indicó
Marks. “Tienen que mostrarse
escépticos; tienes que demostrárselos.
Quieren mantener un
mensaje consistente y directo. Y
quieren pecar de conservadores”,
aseguró.
Marks señaló que no podía
predecir cuándo los pronósticos
experimentales se ganarían la
confianza de los especialistas del
centro de huracanes.
“Pero nuestras recomendaciones
van a mejorar cada año. Como
no podemos eliminar a los huracanes,
Lo mejor que podemos hacer
es confiar en que lograremos
hacer mejores advertencias”,
concluyó.
POR GINA KOLATA
El paciente era un hombre de 39
años que vivía en una zona relativamente
rural afuera de Houston,
Texas. Estaba soldando cuando,
repentinamente, no pudo respirar.
Empezó a toser sangre y a vomitar.
En la sala de urgencias, su presión
arterial era peligrosamente
baja y su corazón latía rápidamente.
Los médicos le aplicaron un antibiótico
intravenoso y lo llevaron
de emergencia al Hospital Metodista,
en Houston. Llegó la noche
del sábado 4 de junio. Murió dos
días y medio después, la mañana
del martes.
El martes por la noche, en la autopsia,
la causa parecía ser ni más
ni menos que el llamado ántrax por
inhalación, que aterrorizó a EE.
UU. en el 2001.
“Sabíamos que teníamos que
resolver esto rápidamente”, dijo
James M. Musser, director de patología
y medicina genómica en el
Sistema de Hospitales Metodistas
de Houston. “Fue entonces cuando
pusimos en marcha un plan para
secuenciar el genoma”.
Secuenciar el primer genoma
bacteriano, en 1995, requirió de 13
meses de trabajo. Hoy los investigadores
pueden hacerlo en cuestión
de días.
Con una secuenciación rápida del
genoma, los investigadores pueden
crear algo así como un mapa climático
de patrones de enfermedades.
Musser y sus colegas obtuvieron
su respuesta. La bacteria no era
ántrax, pero estaba estrechamente
relacionada: era el Bacillus cereus,
no el anthracis.
La bacteria tenía muchos de los
mismos genes de toxinas que el ántrax,
pero poseía solamente uno de
los cuatro virus que habitan en la
bacteria del ántrax y contribuyen a
su toxicidad. La conclusión fue que
la bacteria mortal se encuentra
en forma natural en la tierra y que
usualmente no es tan peligrosa.
Entonces ¿por qué se enfermó tan
gravemente este hombre?
Era soldador, señaló Musser, y
los soldadores son extraordinariamente
susceptibles a las infecciones
pulmonares, quizá porque
sus pulmones se ven crónicamente
irritados por partículas diminutas
de metal.
Matthew K. Waldor, de la Escuela
de Medicina de Harvard, dijo que la
nueva tecnología para secuenciar
el genoma “está cambiando todos
los aspectos de la microbiología;
simplemente es transformadora”.
Otro misterio que aclaró la tecnología
fue por qué el cólera, que no
se había visto en Haití en más de un
siglo, arrasó la isla después del terremoto
del año pasado.
La secuencia mostró que la cepa
haitiana era diferente de la bacteria
del cólera en Latinoamérica y
África, pero era idéntica a la del sur
de Asia.
Muchos socorristas que fueron a
Haití vivían en el sur de Asia, donde
el cólera era endémico. “Uno o más
de esos individuos probablemente
llevó el cólera a Haití”, dijo Waldor.
Eric Schadt, uno de los colaboradores
de Waldor en ese estudio y
director de genética en la Escuela
de Medicina Monte Sinaí en la Universidad
de Nueva York y director
científico de Pacific Biosciences,
quiere hacer mapas climáticos de
enfermedades.
Empezó con estudios piloto,
primero en las oficinas de su compañía.
Durante varios meses, la
compañía analizó los genomas de
microbios sobre superficies, como
escritorios, computadoras y manijas
de sanitarios. Cuando empezó
la temporada de gripe, las superficies
empezaron a contener cada vez
más de la cepa predominante de la
gripe hasta que, en lo más intenso
de la temporada de la enfermedad,
todas las superficies presentaban
el virus.
También tomó muestras de su
propia casa y descubrió, para su
consternación, que la manija de su
refrigerador siempre estaba contaminada
con microbios que viven en
las aves y en la carne de cerdo. La
razón, descubrió, es que la gente saca
carnes de la hielera, hace sandwiches,
y después abre la puerta del
refrigerador para guardar la carne
sin lavarse sus manos.
“Ahora me lavo mucho más las
Annie Tritt, para The New York Times
Secuenciación rápida del ADN
permite a David A. Relman
estudiar microbios que viven
dentro o sobre el cuerpo.
manos”, dijo Schadt.
David A. Relman, profesor de
medicina, microbiología e inmunología
en la Universidad de Stanford,
en California, se enfoca en la
gran cantidad de microbios que
viven dentro o sobre el cuerpo humano.
Hay muchos más genes bacterianos
que genes humanos en el
cuerpo, señala. Pero si estas grandes
comunidades de microbios son
tan importantes para mantener la
salud, como lo creen los investigadores,
Relman preguntó, ¿qué pasa
cuando la gente toma antibióticos?
Al usar la secuenciación rápida
del genoma de todos los microbios
en muestras fecales, Relman halló
que la comunidad microbiana regresó,
pero que no era exactamente
como antes de que los antibióticos
la trastornaran.
“Todo tiene un costo”, indicó.
“El problema es hallar el equilibrio
correcto. Como médicos, no
hemos estado viendo el costo para
la salud de nuestros ecosistemas
microbianos”.

10 Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011
Casetas son
únicamente
decorativas
nueva york
POR COREY KILGANNON
Eddie Colon, de Harlem, saltó de
su bicicleta y la apoyó sin prestar
mayor atención contra un pilar rectangular
de metal rojo.
El pilar rojo que Colon utilizó como
soporte para la bicicleta es un
elemento que se halla a intervalos
de pocas cuadras en Nueva York.
Se trata de un dispositivo que llega
a la altura del hombro con dos tapas
metálicas: una roja con el símbolo
de una llama –“Incendio”- y una
azul con el símbolo de una insignia
–“Policía”-. Cada tapa se levanta y
revela un botón que se oprime para
pedir auxilio en una emergencia.
Unas 15 mil de estas casetas de
auxilio salpican el paisaje urbano,
pese a que con la proliferación de
los teléfonos celulares se han vuelto
casi obsoletas e innecesariamente
costosas de mantener, dicen los
funcionarios que llevan décadas
tratando de deshacerse de ellas. En
realidad, un juez federal rechazó
hace poco el intento más reciente
de la ciudad de hacerlo.
“Las casetas – ¿la ciudad ya las
sacó, no?” preguntó Colon, consultado
al respecto. Al señalarle
que acababa de apoyar su bicicleta
contra una de ellas, se rió y dijo:
“Claro, al verlas todo el tiempo uno
ya ni siquiera las nota”.
Esto podría resumir la importancia
de estos elementos del mobiliario
callejero en la mente de muchos
neoyorquinos. Las casetas de alarma
llevan tanto tiempo dispersas
en las veredas de la ciudad que muchos
residentes no las ven.
Si las miramos en cambio como
objetos de arte callejero son fascinantes
por sus variaciones.
En la parte del centro de Manhattan
de Hell’s Kitchen hay una
tan abollada que parece estar a
punto de caer sobre un transeúnte.
Hay una torre inclinada frente a
Rockaway Beach en Queens que da
la sensación de doblarse perpetuamente
por la brisa del mar. En algunas
plazas de la ciudad también
están las versiones del tamaño de
pajareras montadas sobre postes
de luz.
Es rara la caseta que no tenga
graffiti, adhesivos, óxido o algún
tipo de daño. Una caseta en Queen
es un objeto totalmente golpeado,
rodeado de una parcela de pasto alto,
como si hubiera brotado directamente
de la vereda. La caseta sigue
siendo golpeada por los camiones
grandes que dan vuelta a la esquina
demasiado cerca, dijo Jaime Soto,
que trabaja cerca del lugar.
“Me sorprendería que eso pudiera
conectarse con alguna línea de
emergencia”, dijo Soto.
Tariq Hamid, dueño de Shaheen,
un restaurante paquistaní
en Queens, dijo que odiaría que se
llevaran la caseta de hierro con asa
que hay frente a su negocio. Cuando
un restaurante en la calle de enfrente
se incendió hace alrededor
de ocho años, la utilizó para llamar
al Departamento de Bomberos, dijo.
“No llevaba mi teléfono celular
y el par de minutos que gané con
esa caseta evitó un daño mayor”,
dijo Hamid, acariciándola cariñosamente.
fotografías DE CASEY KELBAUGH, para THE NEW YORK TIMES
Crean sendero y portal al pasado de la gran manzana
POR JEFF GORDINIER
Desde que varios soñadores
del West Side en Manhattan comenzaron
a imaginarla, la High
Line fue un sinónimo del futuro de
Nueva York: una visión de hasta
dónde podía llegar la metrópoli esforzándose
lo suficiente en soñar y
proyectar.
Muy pocos de esos visionarios
podrían haber predicho, no obstante,
lo que ahora es obvio para
cualquiera que haga todo el recorrido
de este modelo de renovación
urbana una noche de verano cualquier
día de semana: la High Line
también está empujando a Nueva
York nuevamente al pasado.
La escena en la senda elevada y
de un diseño paisajista meticuloso
que se extiende desde Gansevoort
Street hasta la West 30° Street
parece una suerte de Festival
Gotham de las Artes Perdidas.
Cuando el sol se pone detrás del
Río Hudson, se produce el encuentro
con el arte perdido del paseo,
la conversación sin prisa o incluso
alguien usando una pluma para
garabatear versos libres.
Eso era justamente lo que estaba
haciendo Grace Wright, una
estudiante de Williams College
que pasó el verano haciendo una
pasantía en Marvel Comics, una
noche de agosto. “Este es un lugar
muy agradable para sentarse a
pensar”, dijo, descansando en un
banco. “Es sedante. ¿Has visto el
teatro que despliega sentándose
aquí y mirando simplemente el
tránsito abajo?” Wright creció en
Tennessee y dijo que le resulta reconfortante
estar aquí en la High
Line, rodeada por tanto follaje.
“Todos estos pastos altos me hacen
pensar en mi tierra”, dijo.
Si no fuera por la profusión de
sandalias, auriculares y helados
artesanales, un caminante en la
ciudad podría preguntarse si atravesó
alguna suerte de portal en el
De día, la High
Line atrae a
los que salen a
dar un paseo.
De noche, las
calles de abajo
palpitan con su
vida nocturna
ruidosa.
tiempo y llegó, digamos, a los años
1880.
“Es como un paseo bucólico del
siglo XIX”, dijo André Balazs, pionero
de la High Line, cuyo Standard
Hotel está situado a horcajadas
en el extremo inferior del
serpenteante paseo urbano como
una guarida de superhéroe. “Casi
se puede imaginar a la gente con
sombrillas”.
Tal vez hasta haya algún picnic,
como en una novela de la Gilded
Age, a fines del siglo XIX.
“La gente realmente camina y
conversa”, dijo Tom Colicchio, el
chef, cuyo apartamento en Horatio
Street mira directamente hacia
la High Line.
“Es como trasladarse en el tiempo.
No sé si se remonta hasta Edith
Wharton, pero sí a una época anterior
al teléfono celular”.
Sin embargo, ese portal puede
cerrarse de golpe. Si él bajara por
una escalera desde la High Line
hasta el distrito de los frigoríficos,
lo que encontraría, especialmente
de noche, no es el eco susurrante
de la Nueva York de los años 1880
sino una explosión chabacana de
la movida de clubes nocturnos
de los 80, un circo estridente de
tacones altos y tachas donde Vin
Diesel y Paris Hilton parecen
mantener todavía su influencia
en la vestimenta. “Estamos en el
Meatpacking” dijo una asidua de
los clubes vestida de negro a su
compañero vestido con atuendo
kaki. “Hay que tener onda”.
Es un punto discutible.
“La gente no tiene onda”, dijo
Nick Quested, el propietario de
Goldcrest Films, que tiene una oficina
cerca. “El servicio de venta
por botella mató la movida de los
clubes en Nueva York y ahora es
simplemente una exhibición ostentosa
de riqueza”.
Para Balazs “Siempre fue un lugar
nocturno muy bullicioso. Antes
se empaquetaba carne, ahora
se empaquetan clubes. Curiosamente,
los horarios de trabajo no
son muy distintos. Y además ahora
está esa calle bucólica que corre
justo por el medio”.
Eso es Nueva York, por supuesto,
a la vez frenética y silenciosa.
Lo sorprendente es cómo chocan
inmediata e íntimamente los
dos mundos, y las formas radicalmente
distintas en que interpretan
el ethos de la vida urbana quienes
están por sobre y por debajo de la
High Line.
Párese en la vereda cerca de la
20th Street y mire hacia el este.
Hay un cartel de Corona cuyo slogan
–“Desenchufado. Encuentra
tu playa”– parece capturar el ánimo
cuando la vegetación de hierbas
de duna de la High Line ondea
hacia adelante y hacia atrás.
En vez de recostarse y mirar el
agua, los visitantes aquí se sientan
en un mirador por sobre la
Décima Avenida y observan cómo
pasan los autos flotando, dijo
Wright.
Según Balazs, el nombre mismo
High Line pasará a ser finalmente
la abreviatura internacional de
cierto modo de reinvención urbana.
“Se volverá tan emblemático
que habrá un paseo peatonal en
Boston, Berlín o Bangalore, y la
gente dirá que es la High Line de
esa ciudad”, predijo.

Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011 11
arte y estilo
Mujeres tienen papel destacado en los filmes de Bombay
POR ANUPAMA CHOPRA
BOMBAY, India — La directora
Zoya Akhtar se ríe mientras cuenta
la historia del operador de Steadicam
que trabajó en su primera
película, Luck by chance. Había
trabajado antes con el hermano
menor de Akhtar, Farhan, un actor
y director que interpretaba el papel
protagónico en el filme de Zoya.
Los hermanos se sentaban detrás
del monitor mientras el operador
hacía las tomas. Después de cada
una, el camarógrafo se volvía hacia
Farhan en lugar de hacia Zoya para
preguntar si estaba bien.
A la tercera vez, Zoya Akhtar no
pudo quedarse callada. “Lo llevé
aparte”, recordó en una entrevista,
“y con mucha amabilidad le dije:
‘La directora de la película soy yo.
Si puede actuar en consecuencia,
bien. De lo contrario, no vamos a
poder trabajar juntos.’ Se puso muy
nervioso y dijo: ‘No, no, usted es como
mi hermana.’ Lo interrumpí y
le dije: ‘Yo no soy su hermana, soy
su directora. ¿Puede manejarlo?’
Contestó que podía, y ahora siempre
trabajamos juntos”.
Akhtar, que tiene 38 años, forma
parte de una nueva generación de
directoras que modifican el panorama
de Bollywood, la industria cinematográfica
hindi que tiene sede
en Bombay.
Si bien en los últimos diez años
las mujeres han incursionado en
montaje, dirección de arte, guión
y producción, no hay directoras de
estudio equivalentes a Amy Pascal,
copresidenta de Sony Pictures
Entertainment, o a Stacey Snider,
la CEO de DreamWorks.
Las actrices atraen la atención
de la prensa, pero los actores son
el mayor centro de poder. En el
pasado, las realizadoras estaban
relegadas a películas artísticas y
de bajo presupuesto.
Ahora, sin embargo, Akhtar y
un grupo de otras mujeres tienen
éxito donde más importa: en la
taquilla.
El éxito actual de Bollywood es
la segunda película de Akhtar, Zindagi
na milegi dobara (Sólo se vive
una vez).
Tanto el público como la crítica
Kiran Rao estrenó
Mumbai diaries,
arriba, en enero.
Su segunda
película será un
proyecto más
convencional, dice.
elogian la película, que versa sobre
tres amigos que se redescubren
en un viaje en auto por España. Se
estrenó en julio último y fue número
uno en la taquilla de Bollywood
fotografías de Aamir Khan Productions
y número siete en Gran Bretaña,
mientras que ocupó el decimoquinto
lugar en Estados Unidos y recaudó
unos US$19 millones en las
primeras cinco semanas, lo que la
convierte en el tercer mayor éxito
local del año.
Algunos afirman que una mujer
dirigió la mejor película de Bollywood
de los últimos diez años
sobre una amistad masculina compleja.
Quienes escribieron Zindagi na
milegi dobara también son mujeres:
la historia y el guión son de
Akhtar y Reema Kagti, una directora
que está terminando su segunda
película, un agente policial que
protagoniza Aamir Khan.
Logran el éxito más
allá de los cines
artísticos de India.
A diferencia de anteriores realizadoras,
la nueva generación no
hace un cine centrado en mujeres.
Akhtar dijo que nunca había barajado
convertir a los amigos de Zindagi
na milegi dobara en mujeres
porque “se habría tratado de un
viaje muy diferente”.
En una entrevista, Khan describió
su última película, que escribe
en este momento, en términos de
una combinación de Ocean’s Eleven
y The full monty.
“Voy a llevar la testosterona a
otro nivel”, dijo.
Mira Nair, una de las primeras
directoras indias que adquirió fama
internacional, señaló que las
nuevas directoras “piensan de forma
más expansiva. Su cine es un
reflejo de su mundo: mantienen su
propio rumbo, buscan el mercado y
administran”.
Esas realizadoras no salieron de
la nada.
Kiran Rao, que hizo su debut
como directora con Mumbai diaries,
está casada con Khan, mientras
que Akhtar es hija de Javed
Akhtar, un admirado letrista y
escritor.
Es innegable, señaló el historiador
del cine hindi Nasreen Munni
Kabir, que “estas mujeres han tenido
una importante ayuda de su
familia y sus amigos”.
Las cineastas, sin embargo, se
toman de forma liviana sus logros
y la política de género.
Para Akhtar, las discusiones sobre
discriminación son una pérdida
de tiempo.
“Por supuesto que es verdad”,
señaló, “pero somos gente grande.
Hay que manejarlo”.
Booker, sobreviviente de los años 60 que hace música nueva
POR LARRY ROHTER
En una carrera musical que
abarca casi cincuenta años, Booker
T. Jones ha desempeñado muchos
papeles: líder del famoso grupo de
soul de los años 60 Booker T. & the
MG’s, compositor de temas exitosos
como Green onions y Born under
a bad sign, acompañante, productor
y arreglador.
En los últimos tiempos, luego de
casi tres décadas sin grabar ni un
solo disco, Jones de pronto lanza
dos en tres años Potato hole, un
proyecto basado en guitarra con
los Drive-By Truckers y su amigo
Neil Young, le valió un Grammy el
año pasado, y ahora aparece Road
from Memphis, que hace referencia
a la ciudad donde nació y creció Jones,
que tiene 66 años.
“Siempre tengo que hacer concesiones,
pero esos dos discos son
retratos de lo que pasa en mi interior,
sonidos que han ido gestándose”,
dijo Jones, que ingresó al Rock
and Roll Hall of Fame en 1992. “En
el caso de ‘Potato Hole’, pensé que
tenía que hacer ruido para que la
Una celebridad que
retoma sus raíces con
un nuevo disco.
gente supiera que había vuelto.
Ahora vuelvo a Memphis, de regreso
a las raíces del Rhythm &
Blues”.
El coproductor de Road from
Memphis es Ahmir Thompson,
más conocido como Questlove, el
baterista del grupo neosoul y de
hip-hop The Roots.
“Quiero trabajar con los artistas
que escuché y amé mientras
crecía”, declaró Thompson, “y demostrar
que no es necesario hacer
temas de Cole Porter ni estar como
invitado en un disco de Lil Wayne
para ganar un Grammy”.
Thompson destacó que las grabaciones
que Booker T. & the MG’s
hicieron para el sello Stax durante
el apogeo del “sonido Memphis”
de mediados de los años 60 todavía
resultan tan originales que los
rapperos las siguen utilizando. Su
objetivo en The road from Memphis,
dijo, era hacer el tipo de disco
que los artistas de hip-hop de 2051
sigan queriendo samplear.
En un tema reflexivo titulado
Down in Memphis, Jones recuerda
“ir al club más oscuro de la calle
Beale, tocar esa música, tomar
ginebra y aprender a manejarme”
durante su proceso de aprendizaje
en el estudio Stax, donde tocó
en éxitos como Dock of the bay, de
Otis Redding, y Soul man, de Sam
& Dave.
“El sonido del órgano de Booker,
ese sonido de iglesia, es excelente,
y es algo muy suyo, algo que producen
sus manos”, dijo la cantante
soul Sharon Jones, que participa en
otro tema.
“Pero tiene que cantar más. Tiene
una voz genial: suena muy cómodo
y distendido”.
Lo que no menciona Down in
Memphis son algunos detalles del
viaje de Jones.
FRED R. CONRAD/THE NEW YORK TIMES
Tenía apenas 17 años de edad y
estaba en la secundaria cuando
grabó Green onions, y durante los
primeros años en Stax viajaba a la
Universidad de Indiana, estudiaba
a Bach y Sibelius y obtuvo su título
en música.
“Durante cuatro años, viajé todos
los fines de semana, por automóvil
o avión, entre Bloomington
y Memphis, 650 kilómetros, a los
efectos de volver a Memphis para
las sesiones de esos días”, dijo Jones.
“Valió la pena, ya que obtuve
mucho más que la validación de un
título. Pienso que de otra forma no
lo habría hecho, y también Stax se
benefició, dado que yo podía componer
para ellos, además de hacer
diagramas y arreglos”.
Grabar la melodía The road from
Memphis provocó que reaparecieran
muchos recuerdos, tanto buenos
como malos, de la era de Stax,
señaló Jones.
“Creo que tenía que volver emocional
y musicalmente a ese lugar
para poder seguir adelante”, manifestó.
“Una de las cosas que tiene vivir
mucho tiempo es que se aprende
a perdonar y a olvidar, así como a
recordar y apreciar, y eso es muy
bueno porque contribuye a reducir
el arrepentimiento”, comentó Booker.

12 Domingo, 11 DE Septiembre DE 2011