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elclubdelsoftware.blogspot.com—Quiero hacerle una pregunta, señor Perkins, si no es impertinencia. ¿Qué fuelo que destruyó las culturas de los nativos de su país, los indios?Contesté que eso se debió a muchos factores, entre ellos la codicia y lasuperioridad de las armas de fuego.—Sí, cierto. Pero por encima de todo, ¿lo que ocurrió no puede resumirse en ladestrucción del medio ambiente?Y pasó a explicar cómo una vez extinguidos los bosques y los animales como elbisonte, las culturas caen por la desaparición de sus fundamentos.— Es lo mismo que puede pasar aquí, ¿comprende? —concluyó—. Eldesierto es nuestro medio ambiente. El proyecto del Desierto Floridoamenaza con la destrucción de todo nuestro tejido social. ¿Vamos apermitir que eso suceda?Contesté que según tenía entendido, toda la inspiración del proyecto se la habíasugerido al sha su propio pueblo. El soltó una carcajada sarcástica y dijo que laidea había sido implantada en el cerebro del soberano por la administraciónestadounidense, y que el sha no era más que un títere de nuestras autoridades.—Un persa auténtico jamás permitiría cosa semejante —dijo Yamin, y se lanzó auna larga disertación sobre los vínculos entre su pueblo, los beduinos y el desierto.Comentó que muchos iraníes habitantes de las ciudades pasaban en el desierto susvacaciones. Montaban tiendas con capacidad suficiente para toda la familia y sequedaban viviendo en ellas una semana o más.—Nosotros, mi pueblo, somos parte del desierto. El pueblo al que el sha dicegobernar con su mano de hierro no se limita a ser del desierto. Nosotros somos eldesierto.A continuación me contó varias anécdotas de sus experiencias personales en eldesierto. Concluida la velada, me acompañó hasta la salida. Mi taxi esperaba en lacalle. Yamin me estrechó la mano y me manifestó su agradecimiento por el tiempoque le había dedicado. De nuevo hizo alusión a mi juventud y mi actitud abierta, yal hecho de que mi posición le inspiraba esperanza de cara al porvenir.—Celebro que haya concedido este rato a mi humilde persona —dijoreteniendo mi mano—. Querría pedirle un favor más, uno solo. No es un capricho.Se lo pido únicamente porque después de lo que hemos comentado esta noche meconsta que entenderá usted la importancia de la cuestión, y le permitirá comprenderotras muchas cosas. •—¿En qué puedo complacerle?— Me gustaría presentarle a un amigo mío, un hombre que le contarámuchas cosas de nuestro Rey de Reyes. Tal vez le chocará, pero leprometo que no lamentará usted el tiempo que le dedique.142

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