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elclubdelsoftware.blogspot.com4Salvar a una nación del comunismo.Yotenía una visión idealizada de Indonesia, el país donde iba a vivirdurante los próximos tres meses. En algunos de los libros que había leído había vistofotos de bellas mujeres envueltas en sarongs de luminosos colores, exóticas bailarinasbalinesas, chamanes que escupían fuego y guerreros en sus largas canoas de troncosahuecados remando por aguas de color esmeralda a los pies de volcanes coronados dehumo. Me sorprendió especialmente una serie dedicada a los magníficos galeones delos infames piratas Bugi, con sus impresionantes velas negras, que todavía surcabanlas aguas del archipiélago, y que en otros tiempos atemorizaron a los marineroseuropeos hasta tal punto que, cuando éstos regresaban a sus hogares y les tocabareprender a sus hijos, solían decirles: «Si no te portas bien llamaré a los piratas Bugi yvendrán por ti». ¡Ah! ¡Cómo agitaban mi espíritu esas imágenes!La historia y las leyendas del país presentaban una galería de personajesdescomunales: dioses iracundos, dragones de Komodo, opulentos sultanes tribales.Leyendas ancestrales muy anteriores al nacimiento de Cristo habían viajado a travésde las cordilleras asiáticas y los desiertos de Persia para cruzar el Mediterráneo yquedar profundamente grabadas en los repliegues más escondidos de nuestrapsicología colectiva. Hasta los nombres de aquellas fabulosas islas -Java, Sumatra,Borneo, las Célebes- seducían a la imaginación. Eran tierras de misticismo, de leyenday de erótica belleza, el tesoro que Colón buscó y nunca pudo alcanzar, la princesadeseada y jamás poseída por España, por Holanda, por los portugueses y losjaponeses. Una fantasía y un sueño.Mis expectativas eran elevadas, como las de aquellos grandes exploradores,supongo. Pero, al igual que Colón, debí haber aprendido a moderar mis fantasías. Talvez era de prever que el faro del destino no siempre apunta a los horizontes quehabíamos imaginado. Indonesia49

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