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la vida cronica - Odin Teatret

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se refieren a <strong>la</strong> Biblia no me despiertan curiosidad o ecos. Quería en cambiohab<strong>la</strong>r de María Cánepa, <strong>la</strong> actriz chilena que había fallecido hacía poco tiempo.Quería darle voz y mantener<strong>la</strong> viva a través del teatro. En <strong>la</strong> escena de <strong>la</strong> luchacon el ángel María se volvió un ángel de <strong>la</strong> guarda que me protegía e incentivaba.Pasó mucho tiempo antes de tener <strong>la</strong> ocasión de mostrar <strong>la</strong> escena quehabía preparado. Pensaba incluso que el director se había ol<strong>vida</strong>do, como sucedea veces cuando tanto él como los actores son llevados velozmente hacia otrasdirecciones y decidimos - a propósito - no recordar. Había abierto una caja grandede cartón que estaba en mi camarín, en lo alto de un estante. Allí se encontrabanlos objetos de Hilo de voz, un proyecto de espectáculo que había sido abortadoalgunos años atrás: ovillos de hilo y cuerdas de oro, agujas de tejer, te<strong>la</strong>s de varioscolores, una ventana árabe de madera <strong>la</strong>brada. Los usaba junto con unasconchil<strong>la</strong>s y un frasco de p<strong>la</strong>ta lleno de agua sa<strong>la</strong>da, páginas de diario confotografías del matrimonio y del funeral marino de María Cánepa, mientrascontaba episodios de su <strong>vida</strong> y citaba poesías de amor de dos libros de PabloNeruda, también éste un regalo. Tenía incluso un tailleur gris per<strong>la</strong>.Luego de <strong>la</strong> muerte de María, Juan, su segundo marido veinte años másjoven que el<strong>la</strong>, se encontró conmigo en Uruguay y me regaló ese tailleur. María lohabía usado tres veces: para recibir un prestigioso premio del gobierno chileno,para leer poesías en un recital durante el tercer Festival Transit en Holstebro, ypara casarse con Juan. Quería que yo lo tuviera. Le agradecí y le pedí que meescribiera episodios de su <strong>vida</strong> junto a María confesándole mi deseo de haceralgún día un espectáculo sobre el<strong>la</strong>.La pollera y <strong>la</strong> chaqueta eran demasiado pequeñas para mí. Nunca hubierapodido usar<strong>la</strong>s. Cuando <strong>la</strong>s usé para preparar <strong>la</strong> escena de <strong>la</strong> lucha con el ángel,decidí volver evidente que eran dos partes de un vestido colgado en una percha,sacado de un armario para recordar. Coloqué en <strong>la</strong> chaqueta una <strong>la</strong>rga cinta rojaque podía desenrol<strong>la</strong>rse, y fijé algunas posiciones inspiradas en <strong>la</strong> narraciónautobiográfica grabada por María. Al final cortaba <strong>la</strong> cinta, dejaba caer sobre mispies <strong>la</strong>s gotas de agua del frasco de p<strong>la</strong>ta e improvisaba sobre <strong>la</strong> música del casetede María. Terminaba tendida en el suelo o - según imaginaba mi cabeza - en elfondo del mar. Pensaba también en el suicidio de <strong>la</strong> poeta argentina AlfonsinaStorni, y en el texto famoso de una canción que recuerda este suceso. Trabajabaen mi camerino, en un espacio muy pequeño.Presenté <strong>la</strong> escena una tarde, luego del horario de trabajo. Solo estabanEugenio y los asistentes de dirección. Me pregunto cómo es posible que aún sientaemoción y miedo, luego de tantos años y años de experiencia, cuando debomostrar algo nuevo. Me sonrojaba, estaba agitada y mi voz temb<strong>la</strong>ba. Llevabapuesta mi ropa privada porque se había decidido imprevistamente que tenía que43

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