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maqueta tripa roderick.indd - Editorial Funambulista

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a la que había vislumbrado fugazmente en el estudio de Roderick yque sabía era la señorita Garland, la pariente de su amigo. La límpiday penetrante mirada de la joven fue el saludo más elocuente querecibió. La señora Hudson se levantó con un suave y vago sonido deaflicción y permaneció de pie mirándolo encogida y vacilante, comosi sólo deseara retirarse a través de la ventana abierta. El señor Strikerbalanceó su larga pierna de manera algo desafiante. Evidentemente,nadie estaba acostumbrado a escenificar bienvenidas vacías o a decirmentiras por mera cortesía. Rowland se presentó; había venido, podríadecirse, por cuestión de negocios.—Sí —dijo la señora Hudson con voz trémula—; lo sé, mihijo me lo ha contado. Supongo que lo mejor es que yo hable conusted. ¿Le gustaría sentarse?Rowland se aprestó a acceder a esta invitación y, volviéndose,asió la primera silla que encontró a mano.—Ésa no —dijo una voz grave.En seguida percibió que una espesa madeja de hilo de sedahabía sido suspendida y enredada en el respaldo, para ser luegoenrollada en carretes. Se sintió algo irritado por la brusquedad delaviso, viniendo como lo hacía de una joven cuyo rostro él habíajuzgado interesante y hacia quien era consciente que el germen delinevitable deseo le despertaría un receptivo interés. Pensó entoncesque decir algo alegremente cortés rompería el hielo.—¡Oh, debería permitir que me siente —respondió—, y tenerel placer de sostener yo mismo la madeja!Por toda respuesta a esta salida recibió una expresión de indisimuladasorpresa de la señorita Garland, quien dirigió entonces haciala señora Hudson una fugaz mirada que claramente decía: «Ya vesque es exactamente el extraño malintencionado que nos temíamos».La señora sin embargo estaba sentada con la mirada fija en el suelo y53

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