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maqueta tripa roderick.indd - Editorial Funambulista

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—Ahora el estudio de los modelos vivos —prosiguió el señorStriker—. Explíquelo brevemente a la señora Hudson.—¡Oh Dios, no! —gritó la señora Hudson, encogiéndose.—Ésa también es una de las razones de estudiar en Roma.Es una raza hermosa, ya sabe, y encuentra uno a gentes muy bienconstruidas.—Supongo que no mejor construidas que un buen yanqui—objetó el señor Striker, cruzando sus interminables piernas—.¡Nos hizo el mismo Dios!—Seguro —suspiró la señora Hudson, pero con una miradainterrogativa hacia su visitante que demostraba que había comenzadoa conceder mucho peso a su opinión. Rowland se apresuró amostrar su acuerdo con el comentario del señor Striker.La señorita Garland levantó la mirada, y tras un momento deduda preguntó:—¿Son muy hermosas las mujeres romanas?Rowland también dudó en la respuesta. Miraba directamentea la joven.—En conjunto prefiero las nuestras —dijo.Había depositado su labor en el regazo; sus manos estabancruzadas sobre la misma, la cabeza echada un poco hacia atrás.Evidentemente había esperado una respuesta más impersonal, yno estaba satisfecha. Por un instante pareció inclinada a emitiruna réplica, pero lentamente retomó su labor en silencio, y diopuntadas de nuevo.Rowland tuvo por segunda vez la sensación de que ella loconsideraba una persona desagradablemente sofisticada. Observótambién que el paño de cocina que estaba cosiendo era muy basto.Con todo, su respuesta continuaba resonándole dentro, y se la repetíaa sí mismo: «Sí, en conjunto prefiero las nuestras».60

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