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maqueta tripa roderick.indd - Editorial Funambulista

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—A mi juicio muy grandes facultades.La pobre señora Hudson de hecho sonrió, amplia, alegremente,y miró a la señorita Garland como invitándola a hacer lo mismo.Pero el rostro de la joven permaneció tan serio como el cieloal este cuando la puesta del sol en el extremo opuesto es demasiadodébil para hacerlo brillar.—¿Lo sabe con certeza? —preguntó la joven, mirando aRowland—.—Uno no puede saber en un asunto así salvo tras una prueba,y la prueba lleva su tiempo. Pero uno puede creer.—¿Y usted cree?—Creo.Pero ni siquiera entonces la señorita Garland no concedió unasonrisa; su rostro se volvió más serio que nunca.—Bueno, bueno —dijo la señora Hudson—, debemos esperarque todo esto sea para bien.El señor Striker miró por un momento a su vieja amiga conaspecto algo disgustado; vio que aquello no era sino una astutoremedo femenino de resignación y que, a través de algún procesode transición imposible de rastrear, ella encontraba ahora másalivio en las opiniones de aquel forastero tan dado a los sofismasque en sus propios y duros dogmas. Se levantó, sin estirarse elchaleco, pero con una sonrisa fruncida ante la volubilidad de lasmujeres.—Bueno, caballero, las facultades de Roderick no significannada para mí —dijo—, no, ni tampoco el uso que les dé. Bueno omalo, no es hijo mío. Pero como amigo estoy contento de escucharun relato tan elogioso sobre él. Estoy contento, señora, de que estétan satisfecha con las perspectivas. ¡El afecto, caballero, ya ve quedebe tener sus garantías!62

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