ces, preguntó al jefe del Comando Aéreo que dirigiría el ataque contra la isla,general Walter Sweeney, si podía asegurar que sus fuerzas podían destruir en unprimer golpe los misiles desplegados en Cuba. El general respondió que garantizabauna destrucción inmediata de un 90 por ciento al menos, pero que no podíaasegurar que unos pocos misiles y cabezas nucleares no escaparan de ese primergolpe y no fueran lanzados en represalia contra el ejército y el territorio de EstadosUnidos. El presidente midió el riesgo y optó entonces por la línea de acción propuestapor el secretario de Defensa McNamara: decretar una cuarentena inicialsobre la navegación hacia Cuba. La anunció en su discurso del 23 de octubre.La línea de cuarentena marítima en torno a Cuba, en efecto, entró en aplicacióndesde las 10 horas de la mañana del miércoles 24 de octubre.Pero en esos momentos el mando estadounidense no sabía aún que las armasnucleares, no sólo los misiles, ya estaban en la isla. Así lo recordó tambiénMcNamara el 11 de octubre pasado en La Habana:No fue sino hasta después de casi treinta años desde aquellos sucesos, cuandosupimos, a través del general Gribkov y su testimonio en la Conferencia deenero de 1992 (realizada en La Habana, en esta misma sala), que las armasnucleares, tanto las estratégicas como las tácticas, ya habían llegado a Cubaantes de que la línea de cuarentena fuera establecida: 162 cabezas nucleares entotal. Si el presidente hubiera llevado adelante el ataque aéreo y la invasión aCuba, las fuerzas, es casi un hecho, se habrían encontrado con fuego nuclear,lo cual habría requerido el mismo tipo de respuesta de Estados Unidos.Robert McNamara continuó diciendo que, en la Conferencia de diez años atrás, esainformación significó una conmoción para ellos. (Fidel Castro le recordó allímismo, sonriendo, cómo en aquella ocasión McNamara se había agarrado la cabezacon ambas manos.) “Le pregunté entonces al presidente Fidel Castro”,prosiguióMcNamara, “qué habría hecho en caso de ataque con esas armas y cuál habríasido el desenlace para Cuba. La respuesta del presidente hizo recorrer un escalofríopor mi espinazo”. Repitió en ese punto (de la versión en inglés) las palabras deFidel Castro en aquel entonces. (Se reproducen aquí en forma más completa):Nosotros partíamos del supuesto de que si había una invasión de Cuba, la guerranuclear habría estallado. De esto estábamos seguros. Aquí todo el mundoestaba sencillamente resignado al destino de que habríamos tenido que pagarel precio, que habríamos desaparecido. Vimos el peligro, lo digo con franqueza,y la conclusión, señor McNamara, que podemos sacar es que si nos vamosa basar en el miedo, nunca seremos capaces de evitar una guerra nuclear. Elpeligro de guerra nuclear tiene que ser eliminado por otros medios. No se lapuede evitar sobre la base del miedo a las armas nucleares o de que los sereshumanos van a ser detenidos por el miedo a las armas nucleares. Nosotroshemos vivido la experiencia muy singular de habernos convertido prácticamenteen el primer blanco de esas armas nucleares: nadie perdió su ecuanimi-VIENTO SUR Número 102/Marzo 2009 85
dad o su calma ante tal peligro, a pesar de que se supone que el instinto desupervivencia sea más poderoso. Por eso la existencia actual de 50 mil cabezasnucleares es una simple locura. Los seres humanos han estado haciendolocuras con la tecnología, que está mucho más desarrollada que sus capacidadesde organizarse y hacer política. [...]¿Usted quiere mi opinión en el caso de una invasión con todas sus tropas y con1190 incursiones aéreas? ¿Habría yo estado dispuesto a usar armas nucleares?Sí, hubiera estado de acuerdo en usarlas. Porque, en todo caso, dábamos porseguro que se hubiera convertido de todos modos en guerra nuclear y que íbamosa desaparecer. Antes de tener nuestro territorio ocupado, totalmente ocupado,estábamos dispuestos a morir en defensa de nuestro país. Usted me hapedido que hablara con toda franqueza y así lo he hecho. Si el señorMcNamara o el señor Kennedy hubieran estado en nuestro lugar y les hubieraninvadido su país, o si su país estuviera por ser ocupado, dada una enormeconcentración de fuerzas convencionales, ellos también habrían usado armasnucleares tácticas. (Pero, dijo a continuación, los cubanos “no teníamos controlde las armas nucleares tácticas. Puede estar seguro de que en tal caso nonos hubiéramos precipitado a usarlas.”)¿Cómo habría terminado en tal caso el conflicto?, se preguntó McNamara enLa Habana el 11 de octubre pasado: “La respuesta, pienso, es: en un absolutodesastre, no sólo para Cuba sino para la Unión Soviética, para mi propio paísy para el resto del mundo”. Por esta razón, agregó, “he regresado esta vez a LaHabana: para saber cómo las lecciones aprendidas de aquella crisis de octubrede 1962 podrían ayudarnos a quienes estamos interesados en la reducción delpeligro de una catástrofe nuclear en el siglo XXI [...] en un mundo que poseealrededor de 20 mil armas nucleares y donde el solo uso de cuatrocientas o quinientaspodría significar la destrucción total de naciones completas”.Debe decirse que, desde el primer momento, las motivaciones políticas deactualidad de la presencia de Robert McNamara en La Habana fueron explícitamenterelacionadas con su preocupación por el peligro de guerra en Irak y enMedio Oriente.Establecida la cuarentena, la presión sobre Cuba no cesó de crecer. Aparte de losvuelos regulares de los U-2, invisibles para el pueblo cubano, Estados Unidosestableció la práctica de vuelos rasantes de reconocimiento cada mañana, a 100metros de altura o menos. Los artilleros cubanos, con orden estricta de no disparar,hasta podían ver las caras de los pilotos. Como diría después Fidel Castro,esos vuelos no tenían objetivo militar, salvo el de desmoralizar a sus tropas y asus gentes, pues el reconocimiento fotográfico lo hacían los U-2. Más de una vezlos oficiales tuvieron que calmar a los milicianos que querían hacer fuego.Casi cuarenta años después, un lejano amigo cubano de aquel cronista le escribióestos recuerdos:Me movilicé a diez kilómetros de Guanajay, donde existía una cantera de piedray estaba desplegado el batallón de la Universidad como posta exterior deuna base coheteril soviética. (...) Pasaban los aviones yanquis, tan bajo que a86 VIENTO SUR Número 102/Marzo 2009
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