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De la vida y del folclore de la frontera - Folklore Tradiciones

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siempre tensa. <strong>De</strong> allí brota <strong>la</strong> chispa, <strong>de</strong> allí el fuego. Toca entonces alforjador accionar el yunque y el marro para dar forma y consistencia a <strong>la</strong>narración y brindarle al lector, ya sonriente o con lágrimas, <strong>de</strong> losre<strong>la</strong>tos o sucesos que suelen ocurrirle a <strong>la</strong> humanidad que pulu<strong>la</strong> por esascalles <strong>de</strong> Dios, arterias y trazos citadinos, proscenios y teatros <strong><strong>de</strong>l</strong>vivir.La <strong>frontera</strong> es un torbellino humano. Véase como <strong>frontera</strong>, genéricamente aCiudad Juárez, Nogales, Mexicali, Tijuana y <strong>de</strong>más, con suscorrespondientes contrapartes en el <strong>la</strong>do estadouni<strong>de</strong>nse. Tanto <strong>la</strong>pob<strong>la</strong>ción fija como <strong>la</strong> efímera que llega <strong>de</strong> paso, es compleja en gradosumo y manera inusitada. Sin embargo, el concepto <strong>frontera</strong> se extien<strong>de</strong>hasta más allá <strong>de</strong> <strong>la</strong> mera línea internacional. Tanto <strong>de</strong> este <strong>la</strong>doestadouni<strong>de</strong>nse como <strong>de</strong> aquel mexicano, se aprecian características comunesen muy diversos ór<strong>de</strong>nes, a través <strong>de</strong> los estados aledaños que bor<strong>de</strong>an loslímites estrictos <strong>de</strong> cada país. Así pues, por razones <strong>de</strong> caráctergeográfico, socio-histórico, étnico, antropológico, y lingüístico, bienpue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse con <strong>la</strong> libertad que conce<strong>de</strong> el sentido <strong>de</strong> observación, queexiste una cultura fronteriza con asiento en una vasta región en que <strong>la</strong>cerca divisoria no mengua ni entorpece <strong>la</strong> espontaneidad con que semanifiestan <strong>de</strong> continuo los fenómenos idóneos a <strong>la</strong> naturaleza <strong><strong>de</strong>l</strong> área, yque son consecuencia también <strong>de</strong> <strong>la</strong>s condiciones vigentes y <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>venirhistórico.En lo que fue, en lo que ha sido y lo que está siendo, hay convergenciascon respecto al concepto <strong>frontera</strong>. No obstante, son también notorias <strong>la</strong>sdivergencias que se han suscitado con el transcurso <strong><strong>de</strong>l</strong> tiempo y porefecto <strong>de</strong> <strong>la</strong> serie <strong>de</strong> fenómenos que se van dando como resultado <strong>de</strong> unadinámica socio-histórica espontánea y sucesiva.En contraste con los profundos problemas económicos <strong><strong>de</strong>l</strong> pueblo mexicano,se da en los estados fronterizos una agricultura pujante, y asoma ya e<strong>la</strong>dvenimiento <strong>de</strong> una industria que absorbe a <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción rural. Lascomentadas fábricas maqui<strong>la</strong>doras van monopolizando a los antiguos peones ycriadas mal remunerados <strong>de</strong> los pueblos antaño incomunicados, en otra forma<strong>de</strong> <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, no precisamente reivindicadora: sa<strong>la</strong>rio escaso y contro<strong>la</strong>bsoluto <strong>de</strong> sus <strong>vida</strong>s. La mentalidad <strong><strong>de</strong>l</strong> fronterizo cambia radicalmente enforma vertiginosa <strong>de</strong> un estadio <strong><strong>de</strong>l</strong> tiempo en que perduró en un feudalismoa medias, a otro mecanizado y ultramo<strong>de</strong>rno, en que pudiera caer en otraalienación, o bien constituirse en factor predominante para bien <strong>de</strong> unverda<strong>de</strong>ro progreso y bienestar social.El que <strong>la</strong> <strong>frontera</strong> carece <strong>de</strong> cultura viene a ser un estereotipo yaacuñado. Según un clásico criterio, «fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong> México todo esCautitlán». El norteño es bronco y el méxico-americano es pocho sinenten<strong>de</strong><strong>de</strong>ras. Ambas i<strong>de</strong>as dan por anu<strong>la</strong>da toda posible manifestaciónelevada, cultural, intelectual y artística, dable en estos <strong>la</strong>res.Sin embargo, <strong>la</strong>s cosas no permanecen estáticas. Son dinámicas ciertamente,y cambian <strong>de</strong> constante para sorpresa <strong>de</strong> propios y extraños.Viene a cuento esto, porque lo mismo que se fundaron pueblos en estasregiones y han convivido sus fundadores en ellos, tanto criollos audaces otrabajadores, como indígenas bravos y fieros, amén <strong><strong>de</strong>l</strong> mestizajemayoritario, que conjunta <strong>la</strong>s dos razas y caracteres; igualmente empiezana surgir <strong>la</strong>s artes porque el momento y <strong>la</strong> circunstancia así lo


No sabes cuánto he llorado, esperándote.Al ruido salieron los hermanos menores <strong>de</strong> Lalo: cuatro chamatos y doschiquil<strong>la</strong>s. A lo último salió don Eduardo, f<strong>la</strong>co, <strong>de</strong> ojos tristes yaspecto cansado. Todos esperaban impacientes a que doña Cuca se<strong>de</strong>sprendiera <strong><strong>de</strong>l</strong> recién llegado, para abrazarlo, jubilosos. Sin embargo,Lalo no hizo lo mismo. Se paró frente a ellos con los brazos en jarras,viéndolos <strong>de</strong>tenidamente, preguntó:-Modher ¿ser éstos tus sonys? ¿Este cabalero ser mi papy? ¡Ouh, ouh, quégrouan<strong>de</strong>s. ¡Hello guys! ¡Hi, papy!Todos miraban a Lalo, consternados. Don Eduardo, un tanto resentido, dijoentre dientes: «A poco en cinco años se le iba a ol<strong>vida</strong>r el español a este<strong>de</strong>svergonzado».-¡Ouh! <strong>de</strong>ar family, mi tener hambrui, moucha hambrui.Doña Cuca fue vo<strong>la</strong>ndo a <strong>la</strong> cocina, partió un gran trozo <strong>de</strong> queso b<strong>la</strong>ncorecién hecho y se lo dio a Lalo enrol<strong>la</strong>do en una tortil<strong>la</strong> <strong>de</strong> harina.-Ten, mijito querido, para que te acuer<strong>de</strong>s <strong>de</strong> tu Sonora.Lalo pulsó <strong>la</strong> tortil<strong>la</strong> tibia y seguido observó con suma curiosidad elqueso que envolvía.-¡Modher!, tú <strong>de</strong>cirme, pleass, ¿qué ser estas round things con este whitestuff en medio?-No te entiendo, mijito, si nosotros no sabemos inglés, como tú.-Ouh, ouh, ouh, moucho sabrouso, no importar qué ser, umm tortil<strong>la</strong>,queuso, umm.Don Eduardo, peleando <strong>la</strong>s lágrimas, murmuraba: payaso bribón quiere saberquién es, ya no se acuerda <strong>de</strong> su querencia. Doña Cuca, con tiernasensibilidad, luchaba por intuir <strong>la</strong> extraña situación en que había caídosu hijo mayor.Los viejos no durmieron aquel<strong>la</strong> noche, atribu<strong>la</strong>dos y llorosos. En cambio,los muchachos cuchicheaban sus comentarios, remedaban a su vez a Lalo yreventaban en risas escandalosas.Sucedió lo inevitable. Otro día domingo, salió Lalo a <strong>la</strong> calle, rumbo a <strong>la</strong>p<strong>la</strong>zue<strong>la</strong>. Había expectación por verlo, pues ya se tenían sospechas <strong>de</strong> loque pasaba. Esta vez vestía calzón corto y calcetines a <strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s. DoñaCuca le había dicho: «No salgas a <strong>la</strong> calle en calzoncillos, mijo», peroLalo le explicó en su media lengua que eran shorts y que el estilo <strong>de</strong> sutraje se l<strong>la</strong>maba «Bermuda».A media p<strong>la</strong>za fue <strong>la</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong>icia <strong>de</strong> <strong>la</strong> concurrencia. Muchachos y viejosgozaban <strong>la</strong>s extravagancias <strong>de</strong> Lalo. No se supo ni quién fue el primero quedijo Míster Laly. El caso es que cundió su nuevo nombre y por todos <strong>la</strong>dosoía que le l<strong>la</strong>maban Míster Laly. C<strong>la</strong>ro que esto agradó visiblemente aMíster Laly. Se le hacía más ancha <strong>la</strong> cara y le bril<strong>la</strong>ban los ojos <strong>de</strong>contento. Cuando lo inquirían <strong>de</strong> Míster Laly, él contestaba: «Yes», «Nosabi», «What» o «What did you say?»-¡Que nos cante en inglés Míster Laly! ¡Que nos cante en inglés!La Chepina <strong>de</strong> don Teófilo, pizpireta y traviesa, cercaba a Míster Laly consu <strong>de</strong>manda. Cuando Míster Laly cantó «Te quierou siuñoruita, oh, <strong>la</strong> <strong>la</strong>»,<strong>la</strong> concurrencia se meó <strong>de</strong> <strong>la</strong> risa.Curiosamente los hermanos <strong><strong>de</strong>l</strong> Míster, los que un día antes se habíancarcajeado <strong>de</strong> él, ahora contemp<strong>la</strong>ban serios, sin una sonrisa.-¡Que baile Míster Laly, que baile!


-Okey, mi bai<strong>la</strong>r amigous, si querer Chipina bai<strong>la</strong> conmigo.Aquello fue el acabose. Míster Laly se contorsionaba como <strong>de</strong>monio enl<strong>la</strong>mas. La Chepina le seguía el juego y bai<strong>la</strong>ba también como loca. MísterLaly se <strong>de</strong>sgañitaba cantando «Don't be cruel, don't be cruel...»Algunos jóvenes guasones llevaron a Míster Laly a <strong>la</strong> cantina. El Místerportaba unos cuantos dó<strong>la</strong>res que cambió por licor para brindar a susamigos. Éstos le aseguraban que Chepina se había prendado <strong>de</strong> él. Entrecopa y copa, recordó Míster Laly que <strong>la</strong> Chepina le había dicho: «Qué chuloestás, muñecón».La Chepina era bonita y graciosa a<strong>de</strong>más. Con el efecto <strong><strong>de</strong>l</strong> tequi<strong>la</strong>, MísterLaly reconstruía su cara, sus gestos, su voz. Era linda, sin duda. Su pielera morena, casi b<strong>la</strong>nca. Se notaba a leguas que se había enamorado <strong>de</strong> él.No era <strong>de</strong>masiado alta, tenía cintura breve y <strong>la</strong>s piernas bien torneadas.Aquel<strong>la</strong> risa que lo embargaba con su gracia. Sus manos tibias, sumirada...Míster Laly se sintió enamorado. Pidió silencio para anunciar algoimportante.-Ladies and gentlemans, moucho soon mi se casa Chipina.Para celebrar el compromiso rompieron a cantar en coro «Allá en el ranchogran<strong>de</strong>». El Chito López recitó a grito pe<strong>la</strong>do:-¡Un chivo tiró un reparo y en el viento se <strong>de</strong>tuvo! Hay chivos que tienenmadre ¡pero éste, ni madre tuvo!-Grítelo usted en inglés, Míster Laly.-Un chivito, tirar un brinco, en el viento stop. Mi piensa este chivo notener mamá.El pueblo, Las Coyoteras, constaba <strong>de</strong> dos callecil<strong>la</strong>s parale<strong>la</strong>s. <strong>De</strong> díaaparecía solitario, con <strong>la</strong> muchachada en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, los <strong>la</strong>briegos en elcampo y <strong>la</strong>s señoras en el hogar con sus quehaceres. Pero se animaba por<strong>la</strong>s tar<strong>de</strong>s. Los niños jugaban a La Roña y a Los Encantados, envueltos enuna gritería feroz. Los viejos p<strong>la</strong>ticaban en rueda, y los jóvenes dabanvueltas en torno a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>cita, en p<strong>la</strong>n <strong>de</strong> concertarse noviazgos. En LasCoyoteras no había cine, ni circo, ni teatro con que resquebrajar <strong>la</strong>rutina a diario. Por eso cualquier hecho insólito, ya gracioso odramático, se convertía en obsesión general. Ahora los vecinos <strong>de</strong> LasCoyoteras <strong>de</strong>voraban a Míster Laly cuando se cruzaban en <strong>la</strong>s callespolvorientas o se terciaban en <strong>la</strong>s esquinas. Hasta <strong>la</strong>s ancianas rezan<strong>de</strong>rasque hacían hilo para confesarse por <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> se festejaron <strong>de</strong> Míster Laly,frente a <strong>la</strong> capil<strong>la</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> Carmen.-Ya supieron, comadritas, pero miren al muchacho <strong>de</strong> los Martínez, cómovolvió <strong>de</strong> atontado.-Válgame el cielo, dicen que en <strong>la</strong> fonda <strong>de</strong> doña Pe<strong>la</strong>ncha pidió tacos confrifoles. Habrase visto el muchacho comiendo tacos con cuchillo y tenedor.-Fíjese, a todo trance pidió servilleta para ponerse en el pescuezo. ¿Quéservilletas tiene doña Pe<strong>la</strong>ncha?, dígame nomás. No pos le llevó un pañal<strong>de</strong> su niñito cagón y ahí está el señor americano, muy tieso con su baberopuesto.-Dicen que llora por comer hot cakes.-¿Pos qué le habrán hecho los americanos, tú?-Cállese, comadre, los vuelven locos en <strong>la</strong> guerra, con seguridad lo traían


en el Vienam, diga usted.Sólo don Eduardo y doña Cuca se sentían agobiados. El viejo se habíaencerrado por no dar <strong>la</strong> cara, a los jovencitos los asediaban en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>con burletas y los más gran<strong>de</strong>s sufrían, sintiéndose <strong>de</strong>shonrados.A escasos días <strong>de</strong> su llegada, se llegó Míster Laly hasta <strong>la</strong> casa donTeófilo, y a boca <strong>de</strong> jarro le pidió <strong>la</strong> mano <strong>de</strong> <strong>la</strong> Chepina. Éste y sumujer, <strong>la</strong> Petra, se miraron extrañados. Seguido hicieron aparecer a <strong>la</strong>supuesta novia. Frente al galán le preguntaron:-¿Es cierto que eres novia <strong>de</strong> este muchacho?La Chepina se puso ambas manos en <strong>la</strong> boca, se infló hasta saltar los ojosy soltó a reír, ruidosamente.-No es cierto, son tonteras <strong>de</strong> este <strong>de</strong>strampado que se cree americano.¡Ah, sí, ya me viera casándome con un loco agringado!-Mira Lalo- dijo don Teófilo, tu familia es pobre pero honesta como <strong>la</strong>mía. Nada tengo contra los tuyos, lo que es más aprecio mucho a donEduardo, tu padre, pero para serte franco tampoco a mí me gustaría que mihija se casara con un simplón como tú, que anda haciéndose el tonto, conquerer imitar a los americanos. <strong>De</strong> modo que recapacita, muchacho, y déjate<strong>de</strong> tonterías. No faltará quién te quiera, si eres hombre cabal, pero <strong>de</strong>farsante nadie te va a prestar oídos, ni lo creas.-Soy buen muchacho- dijo Míster Laly humil<strong>la</strong>do, y quiero mucho a Chepina.-Ni modo, pero con mucha pena te voy a suplicar, Lalo, que mientras <strong>la</strong>an<strong>de</strong>s haciendo <strong>de</strong> gringo postizo, no te acerques a mi hija más. Nosotrosqueremos para el<strong>la</strong> un hombre formal.Míster Laly salió <strong>la</strong>stimado <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> don Teófilo. Le ca<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> bur<strong>la</strong><strong>de</strong> <strong>la</strong> Chepina. Algo se le había roto <strong>de</strong>ntro y le dolía. Al pasar por <strong>la</strong>p<strong>la</strong>zue<strong>la</strong> lo envolvieron <strong>la</strong>s risotadas <strong>de</strong> <strong>la</strong> palomil<strong>la</strong>.-Cántanos en inglés, Míster Laly.-Que les cante su madre, <strong>de</strong>sgraciados.Se les enfrentó el mocetón con <strong>la</strong> mirada dura y los puños cerrados. Nadiele quiso entrar a aquel ropero, robustecido con «hot dogs» y «hamburgers»<strong>de</strong> los Estados Unidos.-<strong>De</strong> aquí en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, al que me diga Míster Laly, le voy a dar en toda <strong>la</strong>madre. Me l<strong>la</strong>mo Eduardo Martínez y ya lo saben.Esto lo presenció el Toto, hermano <strong>de</strong> Míster Laly. <strong>De</strong> modo que para cuandoel Míster llegó a su casa, ya todos sabían que había vuelto en razón. DonEduardo le puso una mano en el hombro y doña Cuca lo acercó a su regazo,como cuando era niño.-¿Qué te ha pasado, mijito? ¿Por qué vienes tan <strong>de</strong>caído?-No sé, mamá, no sé. Creo que me <strong>de</strong>slumbraron los Estados Unidos, contantas cosas bonitas, tantas máquinas y comida abundante. Pensé enquedarme allá para siempre, pero me acordaba <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s y me moría porverlos. Nunca me sentí completo en ese mundo extraño. Trabajaba y ganabadinero, pero algo, algo me faltaba. Luego, cuando llegué aquí y vi loscampos resecos, me acordé <strong>de</strong> <strong>la</strong> pobreza <strong>de</strong> estos pueblos, <strong>de</strong> cómo nosexplotan y <strong>de</strong>sprecian. Quise en ese momento ser alguien importante, muyimportante, para que uste<strong>de</strong>s sintieran orgullo mí y otros me admiraran yquisieran. Tú tenías razón, papá, no quería saber quién era, o no podíaquizá. Yo creo que anhelé ser extranjero, porque al fin ellos merecen másque nosotros, que somos indios <strong>de</strong> estos pueblos. En mi maleta traigo algún


dinero. Equiparemos un pozo para regar <strong>la</strong> tierra, compraremos semil<strong>la</strong> ysembraremos. No volveré a hacer el ridículo jamás.Todo era alegría en aquel hogar. Don Eduardo les pidió a sus hijos que novolvieran a reírse <strong>de</strong> Lalo, menos a l<strong>la</strong>marle Míster Laly, nunca más. DoñaCuca, a su vez, rezaba agra<strong>de</strong>ciéndole a Dios su infinita bondad.La conversación <strong>de</strong> Lalo se tornó interesante, contaba <strong>de</strong> <strong>la</strong>s maravil<strong>la</strong>s<strong><strong>de</strong>l</strong> gran país <strong><strong>de</strong>l</strong> norte. Hasta aprovechó experiencias que había adquiridoallá, para mejor cultivar <strong>la</strong> tierra. Se ganó peto <strong>de</strong> los vecinos <strong>de</strong> LasCoyoteras. A<strong>de</strong>más, en poco tiempo se olvidó <strong>de</strong> su mote <strong>de</strong> Míster Laly yfue en lo sucesivo Eduardo Martínez. Con los días contrajo matrimonio,¡quién lo iba <strong>de</strong>cir! Eterno enigma femenino: Chepina fue su amante, esposay madre <strong>de</strong> sus cinco hermosos hijos. Fue el<strong>la</strong>, también, <strong>la</strong> única que sedaba el lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle Míster Laly, alguna vez, aunque sólo en estrictaintimidad.<strong>De</strong> cuando Pedro Mau<strong>la</strong>s ayudó a Dios a rejuvenecer viejosPedro Mau<strong>la</strong>s era un andariego incansable. Aparte <strong>de</strong> <strong>la</strong> vagancia no habíacosa que más le contentara. Principalmente por dos razones era un vago <strong>de</strong>cuerpo entero el Pedro Mau<strong>la</strong>s. Una porque era curioso y mitotero, y <strong>la</strong>otra porque abominaba <strong>de</strong> toda faena a cambio <strong>de</strong> <strong>la</strong> tortil<strong>la</strong> cotidiana. Quetrabajen los burros, <strong>la</strong>s mu<strong>la</strong>s y los tontos. Yo criaré mejor sangre queellos. Sin embargo, sí tenía un quehacer preferido: hacer travesuras ybur<strong>la</strong>rse <strong>de</strong> sus congéneres le provocaba un gozo infinito.Sólo Dios conoce sus <strong>de</strong>signios. Por eso y no por otra cosa escogió a PedroMau<strong>la</strong>s para que fuera su asistente. Sucedió esto en aquellos días en queNuestro Señor bajó a <strong>la</strong> tierra a rejuvenecer ancianos.Pedro nació y murió en uno <strong>de</strong> tantos pueblos <strong>de</strong> Sonora o Arizona. Hayquienes juran que era <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> un tal Pedro <strong>de</strong> Urdima<strong>la</strong>s <strong>de</strong> por ahí<strong>de</strong> contra <strong>la</strong>s Españas. Si esa aseveración es real o imaginada, allá lostales con sus infundios. Tampoco falta ocioso que asegure que el Mau<strong>la</strong>sera un gaucho maloso <strong>de</strong> <strong>la</strong> Argentina, y que huyó <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pampas porque susenemigos lo querían convertir en piñata. Así que en andar y andar a golpe<strong>de</strong> calcetín, ayudado por el pavor llegó a Sonora. Esto también pudiera sercierto, aunque más bien suena a fantasía. Lo único indiscutible es quevivió recorriendo estos pueblos. Oyes, pues, a lo mejor es tu antepasado,y no te quepa <strong>la</strong> menor duda que fue mi tatarabuelo.Un día llegó Pedro Mau<strong>la</strong>s al Sásabe, garriento, calzaba unos zapatos quese esforzaban al máximo por hab<strong>la</strong>r. <strong>De</strong> lejos se conocía que era aliado <strong><strong>de</strong>l</strong>polvo y <strong>de</strong> <strong>la</strong> mugre, y acérrimo enemigo <strong><strong>de</strong>l</strong> agua. Como siempre, loacompañaba el hambre, su inseparable y fiel compañera.Entró a una pana<strong>de</strong>ría, y vio panes tan <strong><strong>de</strong>l</strong>iciosos que enmu<strong>de</strong>ció <strong>de</strong>me<strong>la</strong>ncolía, pero sus tripas gritaron excitadas con vocecitas agudas,«¡paaapa... papiiita paaapa paaapaaa!» Se topó con los ojos rabiosos <strong><strong>de</strong>l</strong>dueño que le or<strong>de</strong>naban, «¡Lárgate!» Señor, yo he recorrido todo el mundo yno he visto pana<strong>de</strong>ría más hermosa. Se ve que eres hombre <strong>de</strong> bien y,a<strong>de</strong>más, talentoso. Dios Nuestro Señor te ha <strong>de</strong> dar mucho, porque lomereces; eres un gran artista <strong><strong>de</strong>l</strong> pan. Gracias por <strong>de</strong>jarme mirar tu


pana<strong>de</strong>ría; es tan preciosa. El pana<strong>de</strong>ro sonrió y le dio a Pedro Mau<strong>la</strong>s unabolsa con seis panes birotes.Siguió su camino Pedro Mau<strong>la</strong>s sorteando palofierros, esos árbolesdurísimos que revientan estufas <strong>de</strong> leña si se atiza con ellos. Aromáticasvinoramas tupidas <strong>de</strong> minúscu<strong>la</strong>s flores amaril<strong>la</strong>s le sonreían. Cruzó poramplios espacios alfombrados por hediondías, esa mata también l<strong>la</strong>madagobernadora porque se impone a otras p<strong>la</strong>ntas y no hay animal que se <strong>la</strong>coma. Contempló a su paso enormes sahuaros, cuyos brazos expresanmúltiples imágenes, sin parar en lo obsceno. Evadía nopaleras sospechosas<strong>de</strong> dar asilo a víboras gangreneras, monstruos <strong><strong>de</strong>l</strong> gi<strong>la</strong> y otras alimañasque en acción <strong>de</strong>fensiva suelen ser perversas. Allá iba salvandoprominencias <strong>de</strong> piedras, sambreando <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> palover<strong>de</strong>s entre voces <strong>de</strong>tecolotes, coyotes, y <strong><strong>de</strong>l</strong> viento que torna parloteros a los ramajes,cañadas, arroyos y <strong>la</strong>s mismas arenas muertas. <strong>De</strong> pronto se encontró con unviejo raro al que le bril<strong>la</strong>ba el alma en <strong>la</strong> cara y <strong>la</strong> alegría en losdientes. Tengo hambre, hijo, dame <strong>de</strong> tu pan. «¿Quién me puso enfrente aeste viejo hambriento?» Pedro le dio un trozo <strong>de</strong> pan al viejo. Trascendíaalgo hermoso <strong>de</strong> <strong>la</strong> mirada <strong><strong>de</strong>l</strong> venerable. Pese a su egoísmo, Pedro Mau<strong>la</strong>sse sentía dominado por impulsos <strong>de</strong> generosidad. Dame más, hijo, qué buenoestá. «Viejo tragarreses, se va a comer hasta <strong>la</strong> bolsa». Dame más, hijo,más, más. Pedro Mau<strong>la</strong>s se quedó con <strong>la</strong>s manos vacías y un sentimiento <strong>de</strong>mucho <strong>de</strong>sconsuelo. «Este viejo mañoso se tragó mi comida <strong>de</strong> dos semanas».<strong>De</strong> pronto, Pedro se fijó en <strong>la</strong> bolsa. ¡Rebosaba <strong>de</strong> pan! Pedro Mau<strong>la</strong>s locomprendió todo y se hincó <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> Dios. Pero si eres tú, Señor,bendito seas. ¿Por qué has sido bueno conmigo? Hijo, serás mi ayudantemientras an<strong>de</strong> en este p<strong>la</strong>neta. ¿Qué haré yo, Señor? Cuando lleguemos a unpueblo, tú me anunciarás; gritarás por <strong>la</strong>s calles con toda tu alma paraque se junten todos los viejecitos. ¿Los viejecitos, Señor? Sí, vengo arejuvenecerlos. Me han conmovido los ancianos. Son ellos los únicos que merezan. Los <strong>de</strong>más no quieren acordarase <strong>de</strong> Mí. Vengo, pues, a premiarlos.Dios y Pedro Mau<strong>la</strong>s llegaron a Magdalena. Más pronto que inmediatamente sepusieron a construir un horno muy gran<strong>de</strong>. Por cada piedra que acarreaba ElMau<strong>la</strong>s, se sumaban cien en <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s. Como combustible entreveraron leñay boñiga seca entre piedras redondas <strong><strong>de</strong>l</strong> río. Ya, ya está listo, anda, ve,hijo. Salió Pedro Mau<strong>la</strong>s gritando a todo pulmón. ¡Vengan! ¡Vengan todoslos viejecitos! Aquí está el Rejuvenecedor! ¡Que no que<strong>de</strong> chicharraencerrada! ¡Vengan, ora es cuando!Para qué <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong> don<strong>de</strong>quiera llegaban docenas <strong>de</strong> rucos, quienes <strong>de</strong> 90años, quienes <strong>de</strong> más <strong>de</strong> cien. Unos llegaban en brazos <strong>de</strong> familiares: unpuño <strong>de</strong> huesos huecos y un chiflido <strong>de</strong> resuello, otros traqueteando losbastones entre <strong>la</strong>s piernas zambas. Ya <strong>la</strong>s piedras <strong><strong>de</strong>l</strong> horno estaban bienrojas y <strong>de</strong>stel<strong>la</strong>ban l<strong>la</strong>maradas b<strong>la</strong>nquizcas. Ante <strong>la</strong> bocaza <strong><strong>de</strong>l</strong> hornoestaban los 72 viejos. Se oían los l<strong>la</strong>ntos atoleros <strong>de</strong> los viejosaterrorizados. Los familiares se arrancaban <strong>la</strong>s uñas a fuerza <strong>de</strong>mordiscones. Se <strong>de</strong>smayaban, se untaban alcohol, gritaban histéricos. Elmero instinto <strong>de</strong> conservación les impedía a los añosos echarse a <strong>la</strong>sbrasas. Para esto Pedro Mau<strong>la</strong>s tenía aparte un horno muy pequeño y en susbrazos un gato cegatón y tullido, lleno <strong>de</strong> sarna y boludo <strong>de</strong> tan viejo queestaba. Lo echó al pequeño horno Pedro Mau<strong>la</strong>s. Al gato no le valieronbrincos ni maullidos. Su carne se hacía bo<strong>la</strong>s, luego se estiraba, un


ligero crispar <strong>de</strong> l<strong>la</strong>mas y por último el polvo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cenizas. Se acercóNuestro Señor, sopló suavemente <strong>la</strong>s cenizas, y <strong>de</strong> entre el cenicero salióun gatito, lo más hermoso y gracioso. Entonces se echaron al horno losveteranos, en oleadas. Pasada <strong>la</strong> chamusquina y <strong>la</strong> danza <strong>de</strong> los esqueletos,apagado el fuego, sopló diligente Dios sobre el resto <strong>de</strong> polvos, y alinstante se convirtió el cenicero en un grupo animadísimo <strong>de</strong> muchachos ymuchachas y más <strong>de</strong> un escuincle saltarín. <strong>De</strong> viejas que pasaban <strong><strong>de</strong>l</strong> siglo,que una hora antes eran un solo cuero lleno <strong>de</strong> arrugas, legañosas yenclenques, salían quinceañeras, al caminar quebraban <strong>la</strong>s ca<strong>de</strong>ras,resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>cían <strong>de</strong> belleza y sensualidad, le coqueteaban a los reciénrejuvenecidos. Don Chon Pérez Salcido, que había entrado en los 90 años,apareció como un mocetón <strong>de</strong> 13, con <strong>la</strong> voz af<strong>la</strong>utada y ronca, llena <strong>la</strong>cara <strong>de</strong> granos amoratados y rojizos. Doña Pepi Fuentes François habíarejuvenecido a tal grado que chil<strong>la</strong>ba pidiendo a gritos un cono <strong>de</strong> nieve.Don Honorato <strong>de</strong> <strong>la</strong> Garza, un anciano chicharrita <strong>de</strong> 98 años, al que ledaban <strong>de</strong> comer en <strong>la</strong> boca y se hacía pipi en <strong>la</strong> cama, se tornó en un jovenfuerte y belicoso, que ahora mismo se daba <strong>de</strong> trompadas con otro chamacónno menos garrudo: Jilemón <strong><strong>de</strong>l</strong> Cid, el mismo que antes <strong>de</strong> <strong>la</strong>nzarse a <strong>la</strong>hoguera era un vejete cascarrabias, cegatón y tartamudo, pasado ya <strong>de</strong> los100 años. Peleaban por una quinceañera, coqueta, salerosa y guapa comopara quitarle el hipo a cualquiera. Nadie hubiera reconocido en el<strong>la</strong> adoña Ruperta Pillín, <strong>la</strong> viejecita que poco antes era poseedora <strong>de</strong> <strong>la</strong> másamplia colección <strong>de</strong> arrugas, y que chil<strong>la</strong>ba por beber leche en mama<strong>de</strong>ra yjugaba con muñecas.A cada pob<strong>la</strong>ción que llegaban Dios y Pedro Mau<strong>la</strong>s, se hacían procesiones<strong>la</strong>rguísimas <strong>de</strong> viejecitos. Algunos morían en el camino, otros llegaban ensus postreros alientos entre silbidos y estertores. Pero luego que PedroMau<strong>la</strong>s los quemaba en los enormes braceros y Dios los rejuvenecía alsop<strong>la</strong>r sus cenizas, se hacían fiestas <strong>de</strong> lo más alegre. Ahora que tambiénpasiones y rivalida<strong>de</strong>s revivían con <strong>la</strong>s célu<strong>la</strong>s revitalizadas. Hubopueblos en que los ancianos se persignaban y rezaban contritos antes <strong>de</strong>caer en el fuego, pero cuando surgían rejuvenecidos <strong>de</strong> sus propiascenizas, no tardaban en trabarse en orgías, ávidos <strong><strong>de</strong>l</strong> vino y <strong>de</strong> losp<strong>la</strong>ceres <strong><strong>de</strong>l</strong> sexo. Una vez dueños <strong>de</strong> su juventud, muchos ex ancianosvieron el mi<strong>la</strong>gro con indiferencia y ni siquiera lo agra<strong>de</strong>cieron. Estopreocupó a Dios y le dio tristeza.En estos rejuvenecimientos, no obstante, se apreciaron variasimperfecciones, no tanto por fal<strong>la</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> Rejuvenecedor, no, c<strong>la</strong>ro que no,puesto que Él es perfecto, sino que más bien fueron motivados por <strong>la</strong> <strong>vida</strong>pecaminosa <strong>de</strong> algunos rejuvenecidos, o quizás por <strong>la</strong>s actitu<strong>de</strong>s soberbiasy vanas con que se habían comportado ante sus congéneres. Para citar,tenemos el caso <strong>de</strong> doña Chonis Chupamirtos, una vieja que le peinaba a los95 y que aun persistía en su tesón <strong>de</strong> siempre: embadurnarse <strong>de</strong> polvos yungüentos y todo tipo <strong>de</strong> emp<strong>la</strong>stos para evitar o para ocultar tantísimaarruga. Se envainaba <strong>la</strong>s encías en una <strong>de</strong>ntadura que le habíaconfeccionado un <strong>de</strong>ntista más bruto que Pinochet, con dientes <strong>de</strong> perrosmuertos. Pues bien, en una <strong>de</strong> tantas tatemas, al sop<strong>la</strong>r el Rejuvenecedor<strong>la</strong>s cenizas <strong><strong>de</strong>l</strong> viejerío, salió entre <strong>la</strong> chamusquina una mozue<strong>la</strong> <strong>de</strong> rostromuy bello y radiante. C<strong>la</strong>ro que era <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Chonis. Ésta se pasó variosdías haciendo caritas en un espejo. Luego notó, para su consternación y


pena, que <strong>la</strong>s manos le habían quedado como escofinas <strong>de</strong> tan arrugadas.También el cuello a grado <strong>de</strong> que su pescuezo parecía acor<strong>de</strong>ón <strong>de</strong> ciego. <strong>De</strong>allí, como suele suce<strong>de</strong>r, usaba guantes y cuello <strong>la</strong>rgo. Y qué <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> donEspiridión Becerra, enfermo y con un siglo a cuestas, ya para quedar comosemil<strong>la</strong> bajo tierra, se convirtió en El Piri, un muchachito <strong>de</strong> 12 años,risueño y vivaracho. Resulta que el <strong>de</strong>porte favorito <strong>de</strong> don Espiridiónhabía sido el <strong>de</strong> <strong>la</strong>s patadas, y no precisamente a <strong>la</strong> pelota, sino a supobre mujer, que en <strong>vida</strong> no supo jamás lo que significaba caminar <strong>de</strong>rechoy sentarse sin <strong>de</strong>cir, ¡ay! Don Espiridión surgió <strong>de</strong> sus cenizas como unchamaco, ciertamente, pero le quedó <strong>la</strong> voz aguar<strong>de</strong>ntosa <strong>de</strong> <strong>la</strong> vejez.Cuando tosía le sonaba el interior como un órgano <strong>de</strong>scompuesto, y noparaba ahí <strong>la</strong> cosa, sino que también escupía grueso y tricolor como losancianos. También fueron legión los ex viejecillos que se convirtieron enproblema para sus <strong>de</strong>scendientes y <strong>la</strong>s comunida<strong>de</strong>s en que vivían, pues, con<strong>la</strong> juventud explosiva que les volvía y <strong>la</strong> gran experiencia <strong>de</strong> los años, noquedaban seguras ni sus mismas nietas, mucho menos otras muchachitas queno eran sus consanguíneas. Aquí cobraba verdad aquel proverbio que dice:«Más sabe el diablo por viejo que por diablo». Naturalmente que se dio elcaso <strong>de</strong> dignísimas viejecitas que, habiendo sido mo<strong><strong>de</strong>l</strong>os <strong>de</strong> virtud, yavueltas a <strong>la</strong> juventud se volvieron más promiscuas que <strong>la</strong>s liebres.Las cosas se complicaron con tanto viejo rescatado <strong>de</strong> <strong>la</strong> polil<strong>la</strong>. A suscuerpos <strong>de</strong> plomo y órganos exhaustos los suplieron armazones ágiles yvigorosas. Sus corazones trabajaban como relojes <strong>de</strong> mucha calidad reciénsalidos <strong>de</strong> <strong>la</strong> fábrica.<strong>De</strong>spués <strong><strong>de</strong>l</strong> regocijo <strong>de</strong> los primeros días: fiestas alternadas con misas yrosarios, volvió todo al cauce natural que es corriente en <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>cioneshumanas. C<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> situación inusitada produjo ciertas alteraciones queal cabo se tornaron un tanto dramáticas.En <strong>la</strong>s faenas <strong><strong>de</strong>l</strong> campo y en jaripeos se improvisaban certámenes con aires<strong>de</strong> justas a lo medieval. El que los viejecillos rejuvenecidos triunfaranen aquel<strong>la</strong>s reñidas y riesgosas competencias era una fiesta que todo mundoap<strong>la</strong>udía. No obstante, con los días <strong>la</strong> superioridad manifiesta <strong>de</strong> los <strong>de</strong>antaño carcamanes empezó a <strong>de</strong>spertar recelos. Tenían <strong>la</strong> agilidad <strong><strong>de</strong>l</strong> gato,un ansia <strong>de</strong>sbocada <strong>de</strong> gustar <strong>la</strong> <strong>vida</strong> y unos colmillos nuevos que dabancuenta <strong>de</strong> muchas mañas. La experiencia matusalénica les había quedadointacta y ahora contaban a<strong>de</strong>más con <strong>la</strong> sangre nueva.No tardaron en surgir pasiones. En bailes y saraos se <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ró abierta <strong>la</strong>lucha. Ya para entonces andaban en enredos por cuestiones <strong>de</strong> dinero. Unosy otros se disputaban <strong>la</strong> autoridad sobre propieda<strong>de</strong>s y toda c<strong>la</strong>se <strong>de</strong>chácharas y pertenencias. Lo que vino a colmar <strong>la</strong> situación ya <strong>de</strong> por sícomplicada, fue <strong>la</strong> disputa por <strong>la</strong> hembra entre jóvenes tímidos einexpertos y resucitados audaces y vivos como coyotes hambreados.Por el <strong>la</strong>do femenino se dio curso libre a <strong>la</strong>s hostilida<strong>de</strong>s entre floresrecién nacidas a <strong>la</strong> primavera <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>vida</strong> y <strong>la</strong>s marchitas vueltas alesplendor <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia y <strong>la</strong> hermosura.Ya para <strong>la</strong> fiesta <strong><strong>de</strong>l</strong> 5 <strong>de</strong> mayo había un pique no <strong>de</strong>c<strong>la</strong>rado entre ambosbandos. La atmósfera estaba cargada <strong>de</strong> un combustible tan incendiable que<strong>la</strong> so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra «chispa» lo haría explotar en mentadas <strong>de</strong> madres,pedradas, cuchil<strong>la</strong>zos, mordidas y quién sabe cuantas cosas más. Así que enel pueblo <strong><strong>de</strong>l</strong> Palofierro empezó <strong>la</strong> función. Para esto que llega Jilemón


<strong><strong>de</strong>l</strong> Cid, atragantado <strong><strong>de</strong>l</strong> mezcal mal l<strong>la</strong>mado Mierda. Montaba un penco viejo<strong>de</strong> color hosco cuatralbo <strong>de</strong> gran barriga y patas chuecas, <strong>de</strong> nombrePatuleco. A fuerza <strong>de</strong> espo<strong>la</strong>zos le traía sangrados los ijares. Le tensaba<strong>la</strong>s riendas para hacerlo retroce<strong>de</strong>r. Paraba, luego le sumía los acicates.<strong>De</strong> pura intención lo rayaba sobre <strong>la</strong> gente. Cuando se bajó <strong><strong>de</strong>l</strong> penco, fuey se le acomodó <strong>de</strong> <strong>la</strong>do a <strong>la</strong> mera reina <strong><strong>de</strong>l</strong> 5 <strong>de</strong> mayo. Quinceañera ésta,tan bonita que era <strong>de</strong> fama en todos los pueblos <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>frontera</strong>. C<strong>la</strong>velitoPérez se l<strong>la</strong>maba y le hacía favor a <strong>la</strong>s flores <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo nombre. <strong>De</strong>s<strong><strong>de</strong>l</strong>uego se supo que ya se <strong>la</strong> había conchavado <strong>de</strong> antemano, por aquello <strong><strong>de</strong>l</strong>os besitos, abrazos y repasones simu<strong>la</strong>dos en sus nobles santuariosmaternales. ¡Déja<strong>la</strong>, huevón, está muy chiquita para ti!, le salpicó ChuchoPa<strong>la</strong>ncares, galán <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñado, al antaño vejete cagón recién tornado a <strong>la</strong>alborada. Se le aprestó El Jilemón diciéndole, ¡Te voy a dar a beber uncoctel <strong>de</strong> dientes, cabrón! Perdóname tatita, se me fue <strong>la</strong> lengua! Fui tutata, ya no, ahora soy el atacador <strong>de</strong> esa chu<strong>la</strong>da con que me quieresmadrugar. No le busque, tatita, porque lo <strong>de</strong>vuelvo a <strong>la</strong> chochez a puraspatadas en <strong>la</strong> trastienda. ¡Cál<strong>la</strong>te, baboso, pen<strong>de</strong>jo! ¡La co<strong>la</strong> le<strong>de</strong>spellejo, tata! Ora verás, mocoso <strong>de</strong>satento, vas a enseñar lo <strong>de</strong>a<strong>de</strong>ntro. Te voy a meter el brazo por <strong>la</strong> boca hasta que te saque <strong>la</strong> manopor el fundamento y con un solo tirón te volteo al revés. Alguien <strong>la</strong> hizo<strong>de</strong> árbitro. Déjenlos solos, que se <strong>de</strong>n en <strong>la</strong> tátara estos títeres. <strong>De</strong>spués<strong>de</strong> sacarse los mocos mezc<strong>la</strong>dos con babas y sangre, a puros guamazos, seimpuso el Chucho a su abuelo. Ya, como <strong>de</strong>spedida, le atrincó patadascontra los gemelos y lo <strong>de</strong>jó enroscado entre una serenata <strong>de</strong> c<strong>la</strong>mores.Por su parte, <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Chonis hacía su <strong>de</strong>ber, según el<strong>la</strong>. Había hechomancuerna con una rejuvenecida vuelta un forrazo <strong>de</strong> marca mejor, antiguamonja a quien sacaron <strong><strong>de</strong>l</strong> c<strong>la</strong>ustro más vieja que pedir prestado, ciega,semimomificada, <strong>de</strong> nombre Bonifacia <strong>de</strong> <strong>la</strong> Cruz. Andaban medias cuetasentre el batarete <strong><strong>de</strong>l</strong> 5 <strong>de</strong> mayo, dando puerta y sonsacando a cuantochavalón se les antojaba, sin parar en el furor <strong>de</strong> <strong>la</strong>s noviecitasenfurecidas. Éstas hicieron acuerdos vengativos sin importarles que fueransus bisabue<strong>la</strong>s. Las siguieron mañosamente hasta los matorrales a don<strong>de</strong>iban a hacer aguas en cuclil<strong>la</strong>s. Ahí les <strong>de</strong>smelonaron los níveos senos arasguñones y a fuerza <strong>de</strong> puntapiés les <strong>de</strong>jaron el dulce sólido que se hace<strong>de</strong> <strong>la</strong> caña, como berenjenas.El pueblo <strong><strong>de</strong>l</strong> Palofierro se convertía fugazmente en asiento <strong>de</strong> seresextraños, diversos entre sí en actitud y aspectos, pero todos renegridoscon <strong>la</strong> tatema <strong><strong>de</strong>l</strong> fuego <strong>de</strong> <strong>la</strong> región <strong><strong>de</strong>l</strong> Altar, que no le va a <strong>la</strong> zaga a<strong>la</strong> superficie <strong><strong>de</strong>l</strong> mero sol. Los criollones <strong>de</strong> gran alzada <strong>de</strong> San Miguel,Imuris, Bacanuchi, más broncos que los indios, <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r <strong>la</strong>dino y tupidocomo chacha<strong>la</strong>cas, se bajaban <strong>de</strong> caballos hostigados por <strong>la</strong>s jornadasbárbaras. Sonaban <strong>la</strong>s rodajas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s espue<strong>la</strong>s al paso echando madres amanga tendida, choteándose en broma, amenazándose el uno al otro, <strong>de</strong> purachacota, con arrimarse el talegario. Antes <strong>de</strong> quitarse <strong>la</strong>s chaparreras, yaandaban concertando apuestas y carreras. Altos, <strong>de</strong> piernas abiertas, <strong>la</strong>snalgas esmirriadas y barriga según <strong>la</strong> edad, entreverado algún f<strong>la</strong>cocorreoso <strong>de</strong> porte famélico. <strong>De</strong> mano en mano circu<strong>la</strong>ba el botellón <strong>de</strong>bacanora, hacían górgoros, se limpiaban el licor que les chorreaba con e<strong>la</strong>ntebrazo y se reiteraban su ánimo amistoso con pa<strong>la</strong>brotas y manotadas en<strong>la</strong>s espaldas. Los indios pétreos que arribaban, mustios <strong>de</strong> natural,


soltaban <strong>la</strong> lengua con el aguardiente, se sumaban al mismo gozo colectivo<strong>de</strong> verse los rostros, tantos rostros reunidos en un solo lugar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>meses y meses <strong>de</strong> ais<strong>la</strong>miento en <strong>la</strong>s reconditeces <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>sierto, cuando no<strong>de</strong> <strong>la</strong>s sierras. Entre aquellos hombres <strong>de</strong> pueblos <strong>de</strong>so<strong>la</strong>dos, verse enmultitud era un verda<strong>de</strong>ro espectáculo. Entre el chirriar <strong>de</strong> <strong>la</strong>s brasas,parril<strong>la</strong>das <strong>de</strong> carne asada, carne seca <strong>de</strong> venado, albóndigas, caldo <strong>de</strong>queso, chorizos enhuevados, tortil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> harina a <strong>la</strong> medida <strong>de</strong> enormescomelones y tantas varieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> fritangas, se olían entre sí loscelebrantes. Se combinaban aromas <strong>de</strong> perfumes y polvos embadurnados en <strong>la</strong>shumanida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong>s damas, con olores a patas, sobacos, alientosencebol<strong>la</strong>dos, amén <strong>de</strong> los humores cargados <strong><strong>de</strong>l</strong> tabaco, <strong><strong>de</strong>l</strong> alcohol, <strong>de</strong> losmea<strong>de</strong>ros y entre otras esencias, llegaba a los olfatos <strong>la</strong> mierda <strong>de</strong> losperros, <strong><strong>de</strong>l</strong> ganado, <strong>de</strong> los humanos. Con el día avanzaba <strong>la</strong> excitaciónentre gritos, risotadas y música mecanizada en <strong>de</strong>sbor<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> diversosaltopar<strong>la</strong>ntes. Guitarreros, mariachis y perradas estilo Sinaloa sumabansus acentos nostálgicos y <strong>de</strong> loca alegría. Los convergentes a <strong>la</strong>celebración concertaban o afirmaban amista<strong>de</strong>s en términos amabilísimoscuando no diferían retándose con pa<strong>la</strong>brotas groseras y agresivas comopeñascazos. La rutina pesada <strong>de</strong> todo un año <strong>de</strong> confinamiento no sequebraba so<strong>la</strong>mente, sino que explotaba en añicos, como <strong>la</strong> metral<strong>la</strong> queengorda <strong>la</strong>s granadas. En medio <strong>de</strong> aquel re<strong>la</strong>jo en que se mandaban aldiablo <strong>la</strong>s inhibiciones fugazmente y se le soltaban <strong>la</strong>s ca<strong>de</strong>nas al<strong>de</strong>smadre en alto grado, llegaban <strong>la</strong>s familias fuereñas cargadas <strong>de</strong> susviejecillos, pues, sabían <strong>de</strong> <strong>la</strong>s hazañas rejuvenecedoras que se habíandado en el Palofierro. No tardaban en saber que Nuestro Señor y PedroMau<strong>la</strong>s andaban ya por rumbo <strong>de</strong> Santa María <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Piedras. Se les caía <strong>la</strong>cara <strong>de</strong> dolor, pues, no ignoraban que llegar a Santa María <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Piedrasno es juego <strong>de</strong> canicas. A<strong>de</strong>más, por esas fechas que son ya polvo <strong><strong>de</strong>l</strong><strong>de</strong>sierto, muchos juraron que el tal pueblo <strong>de</strong> Santa María <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Piedras,ubicado en el mero <strong>de</strong>sierto, era pura alucinación <strong>de</strong> trastornados. Nofalta quién asegure que era sólo nove<strong>la</strong> mal p<strong>la</strong>ticada que se llevó elviento sin que cuajara en letras. Por favor, señores, llévennos a don<strong>de</strong>está el Sagrado Rejuvenecedor. Aquí traemos a nuestros pobres viejos. Nofaltaba quién los alertara. Quítense <strong>de</strong> <strong>la</strong> mollera eso <strong>de</strong> rejuvenecerancianos. Aquí, no ha dado chispa. Déjenlos <strong>de</strong>scansar en paz el sueñoeterno; <strong>de</strong> otro modo se van a echar un saco <strong>de</strong> a<strong>la</strong>cranes en el lomo. Aquí,jóvenes y viejos rejuvenecidos andan a <strong>la</strong> greña dándose contra un carajopor un quítame estas pajas. <strong>De</strong> oír tal se quedaban consternados hijos,nietos y dolorosas mujeres enrebozadas. A los viejitos se les inundaban<strong>la</strong>s cuencas <strong>de</strong> lágrimas. Al anhelo <strong>de</strong> trocarse en brotos frondosos seimponía <strong>la</strong> realidad <strong>de</strong> ser leños secos.El resucitamiento <strong>de</strong> los ancianos, porque en eso consistió el mi<strong>la</strong>gro másque en otra cosa, pues, ya estaban prácticamente en el hoyo, dio lugar aconsecuencias tan chuscas como dolorosas. Entre muchos casos se dio el <strong>de</strong>doña Chita Rosacruz. Cuando <strong>la</strong> arrojaron al brasero ya tenía los ojosperdidos en <strong>la</strong> cara. Hasta Nuestro Señor se asombró <strong>de</strong> ver<strong>la</strong> surgir <strong><strong>de</strong>l</strong>cenicero tan iluminada <strong>de</strong> belleza. Al igual que los <strong>de</strong>más viejos rezó porunos días, agra<strong>de</strong>cida y contrita por el don prodigioso que <strong>la</strong> tornaba alesplendor <strong>de</strong> <strong>la</strong> alborada. Sin embargo, al fin humana, triunfó <strong>la</strong> vanidad,se hizo íntima <strong><strong>de</strong>l</strong> espejo, <strong>de</strong> los ungüentos, coloretes y <strong>de</strong> <strong>la</strong> ropa que


esaltara sus pechos y el pubis principalmente, y se dio prisa en buscarcompañero. Con disimulo coqueto <strong>de</strong>jaba un seno expuesto hasta elnacimiento purpurino <strong><strong>de</strong>l</strong> pezón. Con alegría y elegancia mostraba <strong>la</strong>spiernas regalonamente para insinuar así lo que es <strong>la</strong> tueca <strong>de</strong> loslibidinosos. Se tupió <strong>de</strong> ga<strong>la</strong>nes, el<strong>la</strong> reparaba en ellos con prolijaminuciosidad, con ánimo <strong>de</strong> no volver a equivocarse.Resulta que cuando el susodicho suceso venturoso tuvo efecto, donPascualito, marido <strong>de</strong> doña Chita Rosacruz, andaba por rumbos <strong>de</strong> Belén yGuaymas. Allá lo había llevado Chencho, su nieto, en busca <strong><strong>de</strong>l</strong> curan<strong>de</strong>royaqui, Jesús <strong>de</strong> Belén, para que le mitigara el c<strong>la</strong>mor <strong>de</strong> reumas, el ayayayriñonero, <strong>la</strong> taquicardia galopante y entre un sinfín <strong>de</strong> achaques, <strong>la</strong>salmorranas floreadas. Ma<strong>la</strong> fortuna <strong>la</strong> <strong>de</strong> don Pascualito, recién habíacruzado el mi<strong>la</strong>groso por los pueblos <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>sierto y ya lo tenían preso enSarispe los caciques. La acordada le había sangrado costil<strong>la</strong>s y espinazo achicotazo tronado. Lo acusaban <strong>de</strong> sedicioso sonsacador <strong>de</strong> peones. Trasdura jornada en carreta tirada por burros pusilánimes, con los huesosremolidos y el ánimo resquebrajado, tornó don Pascualito a su santo hogar.Para pronto le pusieron un cartucho en <strong>la</strong> oreja a modo <strong>de</strong> corneta y agrito campanero le p<strong>la</strong>ticaron lo <strong><strong>de</strong>l</strong> rejuvenecimiento masivo: Ahora tienesmujer <strong>de</strong> quince, tata. Seguido le llevaron a doña Chita a su presencia.Nada menos que <strong>la</strong> bellísima monada que ahora <strong>de</strong>cía l<strong>la</strong>marse Estrel<strong>la</strong>. Alviejecito se le cayó <strong>la</strong> baba al contemp<strong>la</strong>r<strong>la</strong>. Sueltas <strong>la</strong>s quijadas y losojos b<strong>la</strong>nqueados quiso gritar, y <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras le reventaban en burbujas enlos <strong>la</strong>bios temblorinos. Estiró <strong>la</strong> diestra para tocar<strong>la</strong>. El<strong>la</strong> se zafóindignada. Si alguna vez vi a este saco <strong>de</strong> achaques con patas, sépanse queya no lo conozco ¡Y punto! Así es que <strong>la</strong> felicidad que inspiró el prodigiorecién manifiesto se mostró más tar<strong>de</strong> contradictorio.Don Roque Piñeiro <strong><strong>de</strong>l</strong> F<strong>la</strong>mingo murió <strong>de</strong> herida punzocortante a <strong>la</strong> altura yprofundidad <strong><strong>de</strong>l</strong> ombligo, amén <strong>de</strong> un tajo horizontal que le volvió maromera<strong>la</strong> tetil<strong>la</strong> izquierda. Lo mató su biznieto Ángel Armando. Aparentementeriñeron por una sil<strong>la</strong> <strong>de</strong> montar. Que sí me <strong>la</strong> <strong>de</strong>jó mi 'apá. Qué sí era míay yo se <strong>la</strong> <strong>de</strong>jé al papá <strong>de</strong> tu papá, baboso pen<strong>de</strong>jo. Te voy a enseñar aamar a Dios en tierra <strong>de</strong> gringos. A <strong>la</strong>s pruebas me remito como dijo elTito, pinche viejo, culo <strong>de</strong> chicharrón <strong>de</strong> oreja.La verdad es que a don Roque, ya convertido en joven, le dio por hacer loque era lícito en otros tiempos. Por lo pronto revivió <strong>la</strong> ley <strong>de</strong> <strong>la</strong>pernada y se tiraba a <strong>la</strong>s mozue<strong>la</strong>s hijas <strong>de</strong> los peones, y a éstos lossumía en <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor <strong>de</strong> sol a sol. A <strong>la</strong> hora <strong>de</strong> comer se sentaba a <strong>la</strong>cabecera <strong>de</strong> <strong>la</strong> mesa y hacía trinar a medio mundo. Está he<strong>la</strong>do el café ¡quépasa, pues! Ven y pónmelo pal <strong>la</strong>do <strong>de</strong>recho, edúcate vieja bruta. ¡Estastortil<strong>la</strong>s están chuecas! ¡Viejas inútiles, arrastradas; pal mitote sonbuenas, cabronas! ¿'Ontán mis chicharrones, pues? ¡Aquí <strong>la</strong> sal, <strong>la</strong> sal, <strong>la</strong>sal, <strong>la</strong> sal, mu<strong>la</strong>s hijas <strong><strong>de</strong>l</strong> maíz!Cuando lo mató Angelito, nadie <strong>de</strong>rramó una lágrima. Sí hubo los querecordaron con un resto <strong>de</strong> simpatía y conmiseración <strong>de</strong> cuando don Roque,nonagenario, viejo enorme <strong>de</strong> huesos gruesos, se aventuraba por <strong>la</strong>s calleshaciendo equilibrios para no caer. Se ayudaba con un bastón que parecía<strong>la</strong>nza y al que le habían atado un cencerro para en caso <strong>de</strong> precisarauxilio. Este viejo en sus días <strong>de</strong>crépitos siempre llegaba tar<strong>de</strong> a misa,con <strong>la</strong> iglesia atestada <strong>de</strong> feligreses. Con el piso <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y <strong>la</strong>


esonancia estruendosa, hacía un ruido en<strong>de</strong>moniado con los pies trabados,el bastón metálico, <strong>la</strong> campanil<strong>la</strong> y sus garrasperas intencionales.Mientras se sentaba, suspendía el fraile <strong>la</strong> misa, los chamacos reventaban<strong>de</strong> risa, <strong>la</strong>s mamás les daban coscorrones y los gran<strong>de</strong>s movían <strong>la</strong> cabezaacusativos. El rejuvenecimiento le valió a don Roque Piñeiro y <strong><strong>de</strong>l</strong>F<strong>la</strong>mingo lo que al calvo que se hal<strong>la</strong> un peine. Murió a manos <strong>de</strong> subiznieto.Lástima gran<strong>de</strong> el que el Mau<strong>la</strong>s no llevara un diario que registrara tantossucesos curiosos, ocurridos en tan singu<strong>la</strong>r aventura. Para colmo, losviejos rastreadores <strong>de</strong> acaecimientos localistas que se engullen lossiglos, si no hay quien se los arrebate aunque sea a jirones, parapreservarlos malforjados, pues, se han ido llevando sus historias conellos. Y ahí están, huesos y re<strong>la</strong>tos volviéndose polvo que mañana elviento difundirá en átomos. A pesar <strong>de</strong> todo, en <strong>la</strong> lucha abierta contra elimán <strong><strong>de</strong>l</strong> aparato televisor, subsisten el Mau<strong>la</strong>s y sus correríasreinventados, prolongando su <strong>vida</strong>, por obra y gracia <strong>de</strong> <strong>la</strong> casualidad y <strong>de</strong>aquellos nacidos para jinetear <strong>la</strong> fantasía.Quizá valga <strong>la</strong> pena mencionar el caso <strong>de</strong> Matías Godoy, también rescatado<strong>de</strong> <strong>la</strong> ancianidad, infame ancianidad <strong>de</strong> viejo protervo, vicioso y maligno.Matías fue un árbol que creció torcido, no le valieron consejos sabios, nilos más nobles ejemplos. A <strong>la</strong> edad en que otros niños aprendían a rezar ya ser atentos, él se robaba los huevos que ponían <strong>la</strong>s gallinas y loscambiaba por empanadas, sin importarle un soberano bledo el hambre <strong>de</strong> sushermanos. Se hizo <strong>de</strong> un hab<strong>la</strong> bastarda p<strong>la</strong>gada <strong>de</strong> los más inmundosvocablos. Luego a los ocho años <strong>de</strong> edad participaba <strong>de</strong> los juegosinfantiles solo para meterle mano a <strong>la</strong>s inocentes niñas con quienes jugabaa «La cebollita», «Las escondidas», «Los encantados». Las azotainas lehacían lo que el viento a don Benito: arrisocones <strong>de</strong> sombrerito. Yaencaminado a <strong>la</strong> pubertad se convirtió en escándalo e ignominia: correteabaa <strong>la</strong>s chivas, gallinas y burras y les llegaba a viejas y jovencitas conobscenos y perdu<strong>la</strong>rios intentos. <strong>De</strong> joven en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte se volvió matón yborrachales. Sobre él y sus 95 años se repetía el mismo concepto: ma<strong>la</strong>yerba nunca muere.Cuando Nuestro Señor y su asistente Pedro Mau<strong>la</strong>s ponían el horno en puntopara arrojarle otra redada <strong>de</strong> viejos agónicos, con todo y sus camposantos<strong>de</strong> célu<strong>la</strong>s a espaldas, hasta ellos avanzó arrastrándose Matías Godoy,alias «el Perverso». Hedía a carroña <strong>de</strong> perro muerto, a sumo <strong>de</strong> bacanora ymariguana. Por favor, me está llevando <strong>la</strong> retostada. Retáchame a mis días<strong>de</strong> chamaco. No lo escuches, Señor, es una aberración <strong><strong>de</strong>l</strong> género humano. Nolo merece. <strong>De</strong>ja <strong>la</strong> justicia en manos <strong>de</strong> los años. No obstante, elMagnánimo sonrió. Matías Godoy se echó a <strong>la</strong>s brasas con el p<strong>la</strong>cer <strong><strong>de</strong>l</strong> quese arroja al <strong><strong>de</strong>l</strong>eite <strong>de</strong> <strong>la</strong>s albercas. A los cúmulos l<strong>la</strong>meantes los mirócomo agua fresca.Mientras los cuerpos chochos se retorcían con el achicharramiento enproceso <strong>de</strong> volverse cenizas, los familiares rezaban embargados <strong>de</strong> unaangustia que accionaba sus caras como máscaras visajeras. Pedro Mau<strong>la</strong>s sepaseaba en <strong>de</strong>rredor con aires <strong>de</strong> capataz, atisbón e indagante. Dios, <strong>de</strong>pie, en actitud serena contemp<strong>la</strong>ba los cielos.Otra vez el mi<strong>la</strong>gro, el reencuentro venturoso, gritos y exc<strong>la</strong>maciones, <strong>la</strong>alegría <strong>de</strong>sbordada. ¡Pero si es usted tata, un niño! ¡Ay, qué chu<strong>la</strong>


saliste, hecha una reina, abuelita! Ahora soy yo el que parece su agüelo,'apá. Sólo un joven, serio y me<strong>la</strong>ncólico, quedó rezagado. Nadie loesperaba. Se encaminó lentamente hasta Dios y se echó a sus pies, bañadoen lágrimas. Éste colocó <strong>la</strong> diestra sobre su frente. Ve, Matías, a cumplirtu nuevo <strong>de</strong>stino. Yo te esperaré. <strong>De</strong> allí en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, regresado a <strong>la</strong>juventud, vagó Matías por los pueblos fronterizos <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Sonora através <strong>de</strong> duneríos, cerros monolíticos, arbustos enanos <strong>de</strong> espinas duras,arroyos sedientos, algún mezquitón o palofierro <strong>de</strong>sgarbados. Hendiendo unaatmósfera <strong>de</strong>nsa <strong>de</strong> fuego peregrinaba el joven místico, vestido <strong>de</strong> unhábito <strong>de</strong>scolorido, con rasgones y hebras sueltas, calzado <strong>de</strong> huaraches,cubierto con un sombrero <strong>de</strong> palma ya dado al traste. Sin embargo, daba <strong>la</strong>impresión <strong>de</strong> pulcritud. Su frente y sus ojos no eran ya vitrina <strong>de</strong> víborasy espineros, sino <strong>de</strong> un cielo todo paz y serenidad.<strong>De</strong> <strong>la</strong>s botas <strong>de</strong> puntas arriscadas, hediondas como retretes, el sombreroachicharronado, y <strong>de</strong>más vestimenta engrosada con sudores, sangre y <strong>de</strong>másfluidos zorrillescos, no quedaban ni huel<strong>la</strong>s, ni esencias. Sin referenciaa secta religiosa en particu<strong>la</strong>r, pregonaba el arrepentimiento y <strong>la</strong> <strong>vida</strong>cristiana como condición única para merecer <strong>la</strong> gloria eterna en los reinos<strong>de</strong> Dios. El viento, chismoso <strong>de</strong> oficio, saturó <strong>la</strong>s orejas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s gentes.Ponía en conocimiento <strong>de</strong> los pueblos más recónditos <strong>la</strong> presencia nómada<strong><strong>de</strong>l</strong> antaño <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente convertido en predicador por obra y gracia <strong><strong>de</strong>l</strong>rejuvenecimiento. Fueron muchos los que se conmovieron oyéndolo, perootros, ávidos <strong>de</strong> venganza por sus fechorías <strong>de</strong> otros tiempos, seguíanaborreciéndolo. Los agachones y miedosos que lo miraban antes confruncimiento, y le eran serviles y cómplices, ahora lo escarnecían y leechaban los perros. Sin embargo, <strong>la</strong>s razones emitidas por conducto <strong>de</strong>Matías Godoy ganaban a<strong>de</strong>ptos. Las semil<strong>la</strong>s que p<strong>la</strong>ntaba en corazones durosy secos como los mismos eriales en que traficaba, rever<strong>de</strong>cían con <strong>la</strong>humedad <strong>de</strong> <strong>la</strong>s lágrimas. A <strong>la</strong> par que ganaba seguidores que loi<strong>de</strong>ntificaban como mensajero <strong><strong>de</strong>l</strong> justo, revivía <strong>la</strong> saña <strong>de</strong> los que noaceptan intromisión que los doblegue, <strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> humildad y el amor menosque cualquiera otra. Así, pues, el azar y <strong>la</strong> intención, conjuntamente, lollevaron a uno <strong>de</strong> los puebluchos cercanos al centro agríco<strong>la</strong> l<strong>la</strong>mado <strong>de</strong> <strong>la</strong>Jequia Jonda. Herido <strong>de</strong> sol y pasos l<strong>la</strong>gados, con <strong>la</strong>s tripas reducidas aobjetos <strong>de</strong> tocador, abominaba a grito pelón contra el pecado y reiterabael que el amor es <strong>la</strong> única sabiduría ennoblecedora. Apedreado, escupidohasta el colmo <strong><strong>de</strong>l</strong> sarcasmo, sonaba ahora su voz con un timbre queenternecía a <strong>la</strong>s mismas rocas.A ese día al amanecer, Matías lo supo infranqueable, <strong>la</strong> atmósfera teníaconsistencia <strong>de</strong> mármol y el aire estaba oculto. So<strong>la</strong>mente el sol, fiel asu tarea <strong>de</strong>shidratadora f<strong>la</strong>meaba sobre <strong>la</strong> ranchería, El Chol<strong>la</strong>l. Laondu<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> <strong>la</strong> arena bril<strong>la</strong>ba continuada en domos bor<strong>de</strong>ados hasta <strong>la</strong>curvatura confinatoria que <strong>de</strong>marca los horizontes; opuesto, el Mar <strong>de</strong>Cortés con sus dunas líquidas, dinámicas, se movía convulsivo. Los ecos<strong><strong>de</strong>l</strong> galopar <strong>de</strong> tres caballos hundían su resonancia en <strong>la</strong> superficieenarenada, sobre sus lomos los tres hermanos, Cachas <strong>de</strong> Plomo, aparecieron<strong>de</strong> pronto. Librada una breve prominencia, como cosa <strong>de</strong> magia, llegaron <strong>de</strong>sopetón hasta el Matías. Éste, cuando remontaba su primer ciclocronológico, les había vio<strong>la</strong>do a <strong>la</strong> única hermanita, no sin antesquemarles <strong>la</strong> casa con <strong>la</strong> vieja a<strong>de</strong>ntro, mientras cosía una blusa <strong>de</strong> mangas


<strong>la</strong>rgas y cuello cerrado. Al viejo don Melitón lo hal<strong>la</strong>ron colgado <strong>de</strong> unpalo ver<strong>de</strong> haciéndo<strong>la</strong> <strong>de</strong> segun<strong>de</strong>ro con <strong>la</strong> ayuda <strong><strong>de</strong>l</strong> aire. No conforme con<strong>la</strong> infamia, todavía así les robó unos quesos y un liacho <strong>de</strong> tortil<strong>la</strong>s <strong>de</strong>harina. Lo <strong>de</strong>smembraron a patadas y a cu<strong>la</strong>tazos al Matías entrevociferaciones engangrenadas, hasta <strong>de</strong>jarlo como puré <strong>de</strong> papas con salsaentomatada. Pobre <strong><strong>de</strong>l</strong> infeliz que levante esta mierda <strong>de</strong> animal <strong>de</strong> aquíporque a falta <strong>de</strong> tizne, se lo lleva <strong>la</strong> encenizada. En casa <strong>de</strong> los ricoslugareños, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> beatas, <strong>de</strong>voraba su merienda el cura <strong><strong>de</strong>l</strong> Chol<strong>la</strong>l,don Querendón Acuasacra. Récele al difunto Matías, padre. Se enmendó. Ahíestán tirados sus restos a campo raso. Entre sorbos <strong>de</strong> choco<strong>la</strong>te, con <strong>la</strong>boca repleta <strong>de</strong> galletas, movió su panza con <strong>la</strong> risa el sacerdote. Nofaltaba más, ése era lobo disfrazado <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro. El diablo toma tantasformas. Ya está en el infierno. ¡<strong>De</strong>monio! quién, pues, le dio cre<strong>de</strong>ncialespara redimir almas.En el <strong>de</strong>sierto suelen ocurrir cosas raras. Quién, pues, le avisó al padreHi<strong>la</strong>rio. A ver, ¿quién le notificó que recién habían muerto a MatíasGodoy? Aparte <strong>de</strong> cualquier consi<strong>de</strong>ración argüen<strong>de</strong>ra, es el caso que <strong>de</strong>s<strong>de</strong>Santa María <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Piedras se <strong>de</strong>sprendió el padre Hi<strong>la</strong>rio montado sobre unremedo <strong>de</strong> cabalgadura, más arpa que caballo. No le aguantó. A medio caminoquedó tendida <strong>la</strong> osamenta enfundada en pellejos. El cura prosiguió a golpe<strong>de</strong> huaraches. Llegó al Chol<strong>la</strong> atragantado con el fuego <strong>de</strong> <strong>la</strong> atmósfera,sangrados los pies con espinas <strong>de</strong> guachaporis, espoleado por chol<strong>la</strong>s,sibiris, puñales <strong>de</strong> mesquites tiernos y toda suerte <strong>de</strong> matas peleoneras.Se hincó ante el muerto rosario en mano. Las verijas le supuraban <strong>de</strong>rosadas. Le ardía el cono sur como brasa cilíndrica. Eran sus pelotasplomos que se estaban <strong>de</strong>rritiendo. Le rezó al muchacho por horas. Seguidole dieron cristiana sepultura. A los seres humil<strong>de</strong>s que lo acompañaban nose les rodaban <strong>la</strong>s lágrimas porque el sol se <strong>la</strong>s chupaba <strong>de</strong> inmediato <strong><strong>de</strong>l</strong>os cachetes tatemados. ¡Cuándo no! A modo <strong>de</strong> oración póstuma, abrió <strong>la</strong>boca Chon García, alias el Lengüe látigo. No cualquier canijo sabe lo quees el amar a su prójimo. Este cura sí cura, no como esos pinches frailespasteleros, bitoques <strong>de</strong> hospital.Lo reprendió el padre Hi<strong>la</strong>rio con una mirada dura y conmiserativa a <strong>la</strong>vez. El bocón se ocultó tras el sombrero. A modo <strong>de</strong> telón al día aciago,alumbró a los cielos un crepúsculo <strong>de</strong> púrpura tan viva como <strong>la</strong> sangre <strong><strong>de</strong>l</strong>os asesinados.Dios Nuestro Señor contempló todo esto y pensó. No quieren regenerarseéstos. Una vez que obtienen lo anhe<strong>la</strong>do se ol<strong>vida</strong>n <strong>de</strong> Mí y le dan cauce asus ambiciones e instintos. Hasta los que se autoc<strong>la</strong>sifican comojusticieros son meros negociantes. No, ya no seguiré este proyecto <strong>de</strong>rejuvenecer viejos, no da buen resultado. Pedro, doy por terminada mitarea. Ahora vuelvo a mi reino. Pórtate bien, hijo, y allá nos veremos.Pedro Mau<strong>la</strong>s se dio cuenta cabal <strong>de</strong> todo lo que pasaba. Salió disfrazado<strong><strong>de</strong>l</strong> Palofierro rumbo a otras pob<strong>la</strong>ciones, pues sabía a ciencia cierta quele iba en prenda el pellejo si se quedaba. No en bal<strong>de</strong> había sido el brazo<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> Nuestro Señor en aquel<strong>la</strong> acción <strong>de</strong> tan alta nobleza que <strong>la</strong>condición humana volvía estéril y más aún perniciosa.No faltan nunca los «peros» y los «sin embargo». Pedro Mau<strong>la</strong>s se había malimpuesto a <strong>la</strong>s fiestas y banquetes que había disfrutado tanto cuando elviejerío celebraba, enloquecido <strong>de</strong> gozo, el rejuvenecimiento. <strong>De</strong> allí que


se le ocurrió quemar viejecillos por su cuenta. Así llegó un día aTrincheras, anunciándose como el Rejuvenecedor. Se juntaron más carcamanesque nunca. Mandó Pedro Mau<strong>la</strong>s que hicieran una gran fogata al pie <strong>de</strong> unpeñasco. Cuando <strong>la</strong>s brasas estaban al rojo vivo, se <strong>la</strong>nzaban losviejecitos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el peñasco entre risas y grititos jubilosos con <strong>la</strong> mismaalegría <strong>de</strong> los niños que se bañan en el río. Cuando los venerables seredujeron a cenizas, se acercó Pedro Mau<strong>la</strong>s a sop<strong>la</strong>r. Vestía túnica ysandalias, y en todo imitaba a Jesús. Pedro Mau<strong>la</strong>s sop<strong>la</strong>ba y sop<strong>la</strong>ba<strong>de</strong>sesperado, y no salía nadie <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cenizas. Sopló hasta quedar rendido.Todo se volvió a<strong>la</strong>ridos. Chil<strong>la</strong>ban a más no po<strong>de</strong>r los familiares<strong>la</strong>stimados. Entre aullidos y reniegos acordaron castigar a Pedro Mau<strong>la</strong>sechándolo a un brasero. En efecto, cuando <strong>la</strong>s brasas hab<strong>la</strong>ban casi, <strong>de</strong> tancalientes, sentaron al impostor en el<strong>la</strong>s. Éste dio un salto y un a<strong>la</strong>ridotan agudo que se zafó <strong>de</strong> sus verdugos instantáneamente. En ese momentoapareció Dios Nuestro Señor, sopló <strong>la</strong>s cenizas, y el mi<strong>la</strong>gro se realizó.No vuelvas a intentarlo, Pedro, nunca. Quédate en paz y sé hombre bueno. APedro Mau<strong>la</strong>s le chorreaban <strong>la</strong>s lágrimas <strong>de</strong> arrepentimiento. Todavía lesalía humo <strong>de</strong> <strong>la</strong> co<strong>la</strong> <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> quemada tan tremenda.Poco a poco fueron mermando los rejuvenecidos a consecuencia <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>rivalidad con sus <strong>de</strong>scendientes, tan enconada que los trabó en una guerraperdida. A los últimos que quedaban los fusiló el general Bartolo Buitimeadurante <strong>la</strong> gran Guerra <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Ca<strong>la</strong>bazas. Con el pretexto <strong>de</strong> que eranrebel<strong>de</strong>s con i<strong>de</strong>as y costumbres exóticas, los rellenó <strong>de</strong> plomo. Novalieron imploraciones. ¡Que soy tu abuelo, mijito! ¡No tires contra tusangre, <strong>de</strong>scastado! ¡Tú que me matas a mí, y a ti que se te seca <strong>la</strong> mano!¡Cuando tú naciste, lloré <strong>de</strong> alegría, Bartolito! ¡Bartolo, por tu madre,que fue mi nieta! Ni ruegos, ni lloros, ni rostros dolorosos cambiaron <strong>la</strong>expresión <strong>de</strong> Bartolo Buitimea. Parecía hombre <strong>de</strong> piedra. ¡Les gua dar en<strong>la</strong> madre pal bien <strong>de</strong> toos!A <strong>la</strong> semana los enterraron los vecinos para evitar una hedion<strong>de</strong>z tanterrible que les amargaba <strong>la</strong> sopa, los frijoles y les manchaba <strong>la</strong>stortil<strong>la</strong>s. <strong>De</strong> aquel prodigio sólo ha quedado el cuento al que los años lesirven <strong>de</strong> ruedas.Por estos vericuetos vanos <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>sierto, trastocados los rumbos y losaños, se siguen p<strong>la</strong>ticando aún <strong>la</strong>s aventuras <strong><strong>de</strong>l</strong> Pedro Mau<strong>la</strong>s, dichas almodo <strong>de</strong> narradores apegados a estas regiones broncas. Los pobres ignoranel arte precioso que <strong>de</strong>stel<strong>la</strong>n los vocablos. Si acaso llegan a tener <strong>la</strong><strong>de</strong>sfachatez <strong>de</strong> escribir, seamos magnánimos, hay que perdonarlos, al fin yal cabo, ¿quién los va a leer?Los viejos mexicanos <strong>de</strong> los Estados UnidosSe juntan en <strong>la</strong>s esquinas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s calles y en los parques. Unos andan porlos ochenta años, otros pasan. Unos se ayudan a caminar con bastones quetamborilean el suelo, al ritmo <strong>de</strong> sus corazones cansados, otros andan untanto dob<strong>la</strong>dos, inseguras <strong>la</strong>s piernas, temblorosas <strong>la</strong>s manos. Cuando losviejecitos mexicanos se reúnen, hab<strong>la</strong>n y hab<strong>la</strong>n y hab<strong>la</strong>n en su español <strong>de</strong><strong>la</strong>lma. Dicen <strong>de</strong> sus antiguos pueblos, esparcidos a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> <strong>la</strong> geografía


mexicana. Les bril<strong>la</strong>n los ojos y les timbra <strong>la</strong> voz cuando recuerdan <strong>la</strong>Revolución y todo un mundo heroico <strong>de</strong> combates y campañas. Se sueñan acaballo.Recuerdan a sus pueblos, sus ríos, sus templos, sus montes, sus fiestasreligiosas y sus fiestas patrias. Cuentan <strong>de</strong> los amigos, los hermanos,¡los padres!, y <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> novia que se quedó esperando... <strong>De</strong> pronto,todos cal<strong>la</strong>n, quebradas <strong>la</strong>s voces por <strong>la</strong> intensa emoción <strong>de</strong> <strong>la</strong> nostalgia.Pero siguen cabalgando en silencio, queriendo dibujar en <strong>la</strong> bruma quediluye los años idos, los colores y <strong>la</strong>s formas <strong>de</strong> sus antiguos panoramas.Los viejecitos mexicanos son tercos. Hágase ciudadano americano, papá,aquí vive y le conviene. ¡No! Orgullosos <strong>de</strong> su casta, les ofen<strong>de</strong> morircomo renegados. Se aferran a su anhelo, orgullosos y dignos, sin vivir enMéxico, morirán siendo mexicanos.Saben <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el fondo <strong>la</strong>s penurias <strong>de</strong> sus antiguos pueblos. Conocen eldrama doloroso <strong>de</strong> sus hermanos. No ignoran <strong>la</strong> realidad <strong>de</strong> funcionarios <strong><strong>de</strong>l</strong>gobierno que traicionan y roban el pan <strong>de</strong> los humil<strong>de</strong>s, entre promesas ydiscursos falsos. ¡Ah! Pero no lo comenten propios o extraños. Entonces seles hinchan <strong>la</strong>s venas <strong><strong>de</strong>l</strong> cuello y gritan iracundos con el puño cerrado:¡No hablen <strong>de</strong> México, traidores <strong>de</strong>scastados! Pobre <strong><strong>de</strong>l</strong> que no los oiga, ariesgo <strong>de</strong> un bastonazo o <strong>de</strong> verlos morir <strong>de</strong> rabia, reventados. ¡Quéviejos! ¡Qué viejos tan orgullosos, tan nobles y tan mexicanos!Cuántas veces en <strong>la</strong> oscuridad que encubre <strong>la</strong> expansión <strong>de</strong> los sentimientosocultos, se habrán hume<strong>de</strong>cido <strong>la</strong>s arrugas <strong>de</strong> sus caras, pensando en losdías aciagos en que <strong>de</strong>jaron sus pueblos y a sus seres queridos. Unos, losrevolucionarios <strong>de</strong>rrotados y políticos perseguidos, que huyeron <strong>de</strong> <strong>la</strong>pasión <strong>de</strong> <strong>la</strong> venganza, <strong>de</strong> aquellos que se entronizaron como señores y amos<strong>de</strong> los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> México. Cuántos otros, los que han huido en éxodo <strong>de</strong>hambrientos, bur<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>s <strong>frontera</strong>s en busca <strong>de</strong> esperanza y proteínas,pensaban en volver un día con dinero, a trabajar <strong>la</strong> tierra y a criar sufamilia en los campos <strong>de</strong> México. Ilusos, no se daban cuenta que los añosfluían, convirtiéndolos en ancianos, confinados a vivir i<strong>de</strong>alizando susquerencias, en un mundo tejido <strong>de</strong> gasolina, cemento y hierro; gastadas susenergías en tareas rudas, víctimas <strong>de</strong> prejuicios raciales, robadosmiserablemente en sus sueldos, fieles siempre a <strong>la</strong>s reminiscencias <strong>de</strong> suMéxico, para ser, al final, extranjeros en los mismos cementerios.<strong>De</strong> tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong> se juntan los hijos, nietos y biznietos en torno a estosviejos hermosos. Ellos sonríen con ternura cuando los niños los l<strong>la</strong>man¡tata! y en el fondo almacenan <strong>la</strong> amargura <strong>de</strong> no enten<strong>de</strong>rles nada. Lasúltimas generaciones <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>scendientes no hab<strong>la</strong>n el lenguaje que elloshab<strong>la</strong>n. Entre los viejos y los niños se levantan mural<strong>la</strong>s <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bras, quese van ol<strong>vida</strong>ndo, que se pier<strong>de</strong>n...Cuando cruces por Los Ángeles, raza, por San Francisco o San Diego, porTexas, Colorado, Arizona, Nuevo México, y por tantos estados y pueblos:fíjate en <strong>la</strong>s contraesquinas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s calles y en los grupos que se juntanen los parques. Por allí andan los viejecitos p<strong>la</strong>ticando. Por ahí andandon Ricardo, don Manuel, don Tomás, don Juan, don Pancho, don Ramón, donJesús, don Abe<strong>la</strong>rdo, don Ruperto, don José, don Matías, don Pablo y tantosy tantos... Grábate en tu memoria los gestos <strong>de</strong> sus caras. ¡Qué orgullo!¡Qué dignidad! ¡Qué casta <strong>de</strong> mexicanos!Sí, se nos van acabando... pero a lo <strong>la</strong>rgo y a lo ancho <strong>de</strong> estos campos <strong>de</strong>


Aztlán ¡<strong>la</strong> semil<strong>la</strong> que <strong>de</strong>jaron p<strong>la</strong>ntada seguirá brotando!El tío MarianoEl Cheto López y Lolo Pérez tenían una pequeña cría <strong>de</strong> cochis. Ahora bien,no está <strong>de</strong> más explicar que en Sonora, Arizona y otros sitios, se les dael nombre <strong>de</strong> «cochis» a los marranos, que a su vez suelen l<strong>la</strong>marsepuercos, cochinos, chanchos, cerdos y <strong>de</strong> otros modos nada simpáticos. Sibien es cierto que los tales cochis no son muy guapos, <strong>de</strong> acuerdo a losconceptos que <strong>de</strong> <strong>la</strong> belleza tenemos los humanos, sí es cierto en cambioque son muy sabrosos, ya sean cocinados en filetes o en chicharrones.No muy lejos <strong>de</strong> Nogales, en Sonora, está el pueblo <strong>de</strong> <strong>la</strong> Bicoca, al margen<strong>de</strong> un río <strong>de</strong> arena que llega a rebozar su cauce sólo cuando llueve fuerte.Aledaño este pueblo a <strong>la</strong> carretera internacional, completa su marco con unlomerío casi pelón, manchoneado <strong>de</strong> mísera vegetación espinosa y chaparra.Pues <strong>de</strong> allí mero son el Lolo Pérez y Cheto López. Total que los talescochis que criaban eran <strong>de</strong> raza enana y canija, eso sí, muy tragones.-Compadre -le dijo el Cheto López a Lolo Pérez-, con esta cría <strong>de</strong> cochisno vamos a salir <strong>de</strong> pericos perros, no engordan por más que tragan. Escierto, respondió Lolo, parece que los estamos criando para bai<strong>la</strong>rines opara mo<strong>de</strong><strong>la</strong>r bikinis.-Así no nos sale, no hay ganancias <strong>de</strong> p<strong>la</strong>no.-Bueno pues, o <strong>de</strong>jamos el negocio o buscamos un cochi fino para un buencruce.-Ahí está <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve, para que vea, los marranos <strong>de</strong> los gringos crecen comohipopótamos.-Achíquele compadre, con tal <strong>de</strong> que no se que<strong>de</strong>n como guitarras, comoéstos, que tienen más trompa que cuerpo.Al poco rato, los criacochis se pusieron <strong>de</strong> acuerdo, reunieron <strong>la</strong> cantidad<strong>de</strong> 100 dó<strong>la</strong>res, se montaron en un Foringo <strong><strong>de</strong>l</strong> año <strong>de</strong> mil novecientos,cachecuchillo y enfi<strong>la</strong>ron rumbo a Gringuía. Al cabo <strong>de</strong> unas horas llegarona Nogales, Sonora, esquivaron el tráfico escandaloso entre c<strong>la</strong>xoneos ymaldiciones y pasaron a Nogales, Arizona. <strong>De</strong> allí con rumbo a Tucsóndieron con una granja don<strong>de</strong> toparon con su anhelo más ferviente: unmarrano <strong>de</strong> noble alzada y porte gal<strong>la</strong>rdo.El marrano los saludó con un gruñido y una mirada un tanto <strong>de</strong>spótica.-¡Qué chulo cochi, compa! ¡bonito!, mire nomás.-Es el cochi <strong>de</strong> mis sueños, compadre, si hasta tiene bonitos ojos.-Con éste nos hacemos ricos.-Nuestras cochitas se van a enamorar <strong>de</strong> él a primera vista.-Y van a parir muchos cochitos gran<strong>de</strong>s y gordos como el marido, y nosotrosa sel<strong>la</strong>r billetes. ¡No vengas, noche!-¿A quién se lo mercamos, pues? ¡Ah!, ahí viene un gabardino, <strong>de</strong>be ser eldueño.-¿Uste<strong>de</strong>s ser mojados? ¿Uste<strong>de</strong>s querer trabajar?-No, míster, nosotros querer comprar cochi.-¡Oh! mí piensa yo po<strong>de</strong>r ven<strong>de</strong>r, si uste<strong>de</strong>s traer dinero.-Nosotros querer éste (se fija, compa, qué bien hablo <strong>la</strong> totacha); éste


mucho gorda.-¡Oh!, ése ser muy fino, valer 500 dó<strong>la</strong>res.-¡Oh, no, plis! Nosotros sólo tener cien.-Lo siente, no pue<strong>de</strong>, este pig, valer 500, no menos.El americano los vio marchar y movió <strong>la</strong> cabeza con una sonrisa <strong>de</strong>compasión y <strong>de</strong> simpatía. El Foringo avanzaba <strong>de</strong> regreso, mientras lossoñadores unían su silencio con expresiones <strong>de</strong> profunda <strong>de</strong>silusión.-Sabe compa, que eso <strong>de</strong> nacer pobre es muy mal negocio.-Pos sí, pero pa <strong>la</strong> otra ya sabemos.-¿Sabe qué, compadre?-¿Se le ocurre algo?-¡Vamos robándonos ese cochi! Ya sabe lo que es él que se raje.-¡Cállese!, nos echan al tambo, ¿y luego?-No, mire, óigame bien, acuér<strong>de</strong>se que <strong>la</strong> granja queda cerca <strong><strong>de</strong>l</strong> camino.Volvemos, <strong>de</strong>jamos <strong>la</strong> charchina un poco lejos y le llegamos al chancho, nofaltaba más. Pa luego le damos panes empapados en tequi<strong>la</strong> al marrano yquién te pegó mijita. Ya dormidito lo cargamos hasta el Foringo. ¿Quiubo?-¿Y cómo lo pasamos?, ¿eh? sin permiso ni nada, ¿arriba <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>taforma?¿A <strong>la</strong> vista <strong>de</strong> los ce<strong>la</strong>dores?-No compa, en medio <strong>de</strong> nosotros.-¿Está loco, compadre, o se me está volviendo?Los compadres y socios, Cheto y Lolo, se volvieron a Nogales, Arizona, ymientras caía el sol se <strong>de</strong>dicaron a recorrer tiendas. Parecían chamacostraviesos en vísperas <strong>de</strong> Halloween. Lolo se compró una peluca con peinadoa <strong>la</strong> C<strong>la</strong>rk Gable con raya en un <strong>la</strong>do y unos bigotes enormes. Se los puso yluego le tocó <strong>la</strong> espalda a Cheto, volteó éste, vio a su compa y tanto secarcajeó que hasta le salieron lágrimas. <strong>De</strong> allí fueron a una tienda quevendía ropa usada. Cheto se compró un traje negro <strong>de</strong> una tal<strong>la</strong> grandísimay una corbata <strong>de</strong> moño. Tuvo <strong>la</strong> humorada <strong>de</strong> probárselos y esta vez fue Loloel que se sacudió <strong>de</strong> risa hasta dob<strong>la</strong>rse.-¿Cuánta <strong>la</strong>na nos queda todavía, compa?-¡Uh! pos apenas unos 40 do<strong>la</strong>ritos.-Bueno, pos ya tenemos el pan, el tequi<strong>la</strong>, <strong>la</strong> navaja rasuradora. Ya estátodo listo. ¿No se me ha rajado, compa?-Por mí, ya le estamos dimos dando.Oscurecía cuando Cheto y Lolo estacionaron su carcacha a un <strong>la</strong>do <strong><strong>de</strong>l</strong>highway. Se bajaron y fueron con mucho sigilo a don<strong>de</strong> el marrano. Todo losfavorecía, los granjeros y sus familias ya se habían refugiado en sushogares a salvo <strong><strong>de</strong>l</strong> frío que empezaba a ca<strong>la</strong>r. Cenaban unos, otros veíantelevisión, chil<strong>la</strong>ban los niños, gritaban <strong>la</strong>s mamás, en fin, todo estuvo<strong>de</strong> parte <strong>de</strong> ellos.-Qué buena casa tiene este marrano, compa.-Pos sí es fino, compadre, cochi rico, qué quiere.-Toma otro panecito, lindo, cuchi, cuchi, cuchi.-Híjole le gustó <strong>la</strong> sopa.-Ya éste dobló <strong>la</strong>s patas, volteó los ojos y torció el rabo.-Ni siquiera es domingo y ya se puso cuete.Sudaban <strong>la</strong> gota gorda los compadres para transportar al cochino, unoasiéndolo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s patas <strong>de</strong> atrás y el otro <strong>de</strong> <strong>la</strong>s <strong>de</strong><strong>la</strong>nteras. Así y todo seallegaron hasta el foringo y con mucha perseverancia lo subieron a <strong>la</strong>


caja, seguido montaron ellos y <strong>de</strong> allí fueron hasta un bosquecillo <strong>de</strong>mezquites. Ni cortos ni perezosos, se dieron a <strong>la</strong> tarea <strong>de</strong> arreg<strong>la</strong>r elchancho. Por lo pronto le rasuraron muy bien <strong>la</strong> cara, hasta <strong>de</strong>járse<strong>la</strong>lisita, lisita.-Se mira hasta más chulo que usté, compadre.-Ora sí fregó, compáreme con el cochi, pues.-No <strong>la</strong> vamos a pegar, compa, con los ce<strong>la</strong>dores.-¿Por qué, oiga?-Pos este amigo se ve muy b<strong>la</strong>nco, van a creer que es gringo.-Pos entonces hay que quemar papeles y tiznarle un poco <strong>la</strong> cara. Acuér<strong>de</strong>seque al pasar <strong>la</strong> aduana mexicana, el pe<strong>la</strong>do éste va a ser su tío.-¿Que no habíamos quedado en que va a ser su 'apá?-No <strong>la</strong> amuele, compa, no sea gacho, su tío, al cabo que <strong>de</strong> mentiritas¿no?; ultimadamente que también sea mi 'apá.A medianoche, los compadres Cheto y Lolo cruzaron <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong> Nogales,Arizona. Las calles <strong>de</strong> por sí rebozantes <strong>de</strong> autos tenían ahora escasotráfico. Lo mismo <strong>la</strong>s banquetas, <strong>de</strong> día tupidas <strong>de</strong> compradores inquietos,atisbones, regateadores, lucían abandonadas al paso <strong>de</strong> los criacochis.Cruzaron <strong>la</strong> línea ya <strong>de</strong> regreso a su pueblo e hicieron alto frente a <strong>la</strong>aduana, en territorio mexicano. Como es <strong>de</strong> rutina, se les acercaron dosoficiales, <strong>de</strong> los que se encargan <strong>de</strong> revisar <strong>la</strong>s compras hechas en EE. UU.Un ce<strong>la</strong>dor se puso a examinar <strong>la</strong> caja <strong><strong>de</strong>l</strong> camión y el otro se llegó hastaCheto, que era el conductor.-¿Qué traen?-Nada, señor, nada más dimos <strong>la</strong> vuelta.-Anduvimos curioseando, agregó Lolo, y pa' qué más que <strong>la</strong> verdad, nosechamos unas he<strong>la</strong>das.-Y el viejo ése que va en medio, ¿qué tiene que ronca tanto?-¡Ah! ¿Mi tío Mariano? se nos puso bien loco, tragó licor hasta que sebotó.-Está gordo el amigo, ¡uh! Qué elegante, <strong>de</strong> traje negro y corbata <strong>de</strong> moño.-Así es mi tío Mariano, siempre le ha gustado <strong>la</strong> buena ropa.-¿<strong>De</strong> dón<strong>de</strong> son uste<strong>de</strong>s?-<strong>De</strong> pa rumbo <strong>de</strong> <strong>la</strong> Bicoca, señor.-El viejo se me hace medio raro, <strong>de</strong>spiértalo.-¡Tío Mariano!, ¡Tío Mariano!, ¡<strong>de</strong>spierte Tío Mariano! Está bien dormido,señor ce<strong>la</strong>dor. -¡Apá! ¡Apá! ¡Papacito! ¡El señor quiere hab<strong>la</strong>r contigo'apá!-Ronca muy feo, váyanse pues, porque si no voy a soñar a su tío Mariano, yDios me libre.Ni tardos ni perezosos salieron los compadres en zumba. Hasta el Foringorodaba alegre y sonaba como nuevo.El ce<strong>la</strong>dor quedó rascándose <strong>la</strong> cabeza con una mueca <strong>de</strong> extrañeza.-Oyes, Cirilo... ¿Qué pasó, qué te pica?-Qué cuete se puso el viejo bigotón ése, y qué refeo es por <strong>vida</strong> <strong>de</strong> Dios.<strong>De</strong> tan borracho que estaba hasta se puso más trompudo.-¿A cuál <strong>de</strong> ellos, oyes?-El car'ecochi que iba en medio. No sólo parecía cochi el <strong>de</strong>sgraciado,también roncaba como cochi.-¿Sabes qué? aunque yo estaba un poco apartado, como que me dio peste a


marrano, no me vas a creer que...Muerte y nacimiento <strong>de</strong> Manuel Amaril<strong>la</strong>sA Manuelillo lo mataron en <strong>la</strong> <strong>frontera</strong> cuando apenas tenía 17 años <strong>de</strong>edad. En el caso <strong>de</strong> Manuel Amaril<strong>la</strong>s, <strong>de</strong>cir «lo mataron» significa que locosieron, o <strong>de</strong>scosieron más bien, con disparos <strong>de</strong> metralleta. Le hicieronperforaciones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies hasta los cabellos. Tuvo unaso<strong>la</strong> <strong>vida</strong> y se le fugó por mil boquetes. Había llegado a Nogales con <strong>la</strong>i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cruzar a los Estados Unidos a como diera lugar. Manuelilloirradiaba miseria y <strong>de</strong>so<strong>la</strong>ción. Por eso cuando se le acercó un tipo muybien vestido que <strong>de</strong>scendió <strong>de</strong> carrazo nuevo, y le preguntó que si queríaganar mucho dinero, Manuelillo sonrió, y siguió al hombre hasta elinterior <strong><strong>de</strong>l</strong> auto. Este sacó un <strong>de</strong>sodorante que tenía a mano y fumigó aManuel <strong>de</strong> extremo a extremo. Luego partieron.Cuando muy niño cuidaba a sus hermanitos, hacía mandados a los vecinos, ycon mucha frecuencia salía con una taza en <strong>la</strong> mano a tocar puertas: Quedice mi 'amá que le dé tantita azúcar. Que si tiene unos frijolitos porfavor, que aluego se los va a volver. ¿Dón<strong>de</strong> andas, con<strong>de</strong>nado renegrido?Tu hermano a chille y chille y tú paradote como si nada. Yo no sé dón<strong>de</strong>carga el alma ese chamaco en esa miseria <strong>de</strong> cuerpo. Para qué quieres quete dé trabajo, mocoso, si te andas cayendo solo. Eres una lumbre para <strong>la</strong>ropa, Manuel. Mírate los pantalones todos llenos <strong>de</strong> agujeros. Puesfriégate <strong>de</strong> frío. ¡Ay, sí, pues, no vaya a ser! Quiere zapatos elseñorito. Manuel, trae <strong>la</strong> leña. Manuel, pí<strong><strong>de</strong>l</strong>e harina a doña Chole; traeagua <strong><strong>de</strong>l</strong> pozo, muchacho. ¡Limpia a tu hermana! ¡Manuel! pues, ¿qué no tefijas como anda <strong>de</strong> embarrada? ¡Te voy a matar a palos Manuel! ¿Cuándo comeManuel? ¿Cuándo <strong>de</strong>scansa Manuel? ¡Puro trabajar y trabajar! En cuanto mecrezcan <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s me iré <strong>de</strong> aquí y nunca, nunca volveré. Su miserablehumanidad, chaparra y <strong>de</strong>sgarbada, daba i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un perro callejero,hediondo y hambriento. La naturaleza, irónicamente, lo había proveído <strong>de</strong>gran<strong>de</strong>s dientes. Nunca podía cerrar <strong>la</strong> boca; o le faltaba piel o lesobraban dientes. Manuelito tenía <strong>la</strong> particu<strong>la</strong>ridad <strong>de</strong> traer siempreabierta <strong>la</strong> boca. En Nogales se le abrió más. <strong>De</strong> chamaco lo motejaban susamigos <strong>de</strong> «dientes <strong>de</strong> burro ca<strong>la</strong>bacero».Casi todo era nuevo para él. Vagó por el centro <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> ciudadfronteriza por días enteros. Ya noche, se embobaba mirando el sin fin <strong>de</strong>carros en marcha. Viniendo <strong>de</strong> frente simu<strong>la</strong>ban un río <strong>de</strong> fuego y <strong>de</strong> paso,otro <strong>de</strong> masa ígnea escar<strong>la</strong>ta. Largos ratos se prendía con obsesión acontemp<strong>la</strong>r <strong>la</strong> carátu<strong>la</strong> <strong>de</strong> un enorme reloj crucificado en una pared muyalta. Don<strong>de</strong> lo tumbaba el sueño se hacía liacho para que no se lo comierael frío. No se hartaba <strong>de</strong> mirar. Le entretenía ver pasar los coches yapresar algún gesto <strong>de</strong> los que iban <strong>de</strong>ntro. Si alguien iba sonriendo,también sonreía él. Si p<strong>la</strong>ticaban, también él murmuraba cosas. Se cansó <strong>de</strong>contar tiendas y come<strong>de</strong>ros, orgulloso <strong>de</strong> atestiguar tanto aparato.Festejaba <strong>la</strong> fortuna ajena. Así gozó <strong>la</strong> gu<strong>la</strong> <strong>de</strong> otros <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus mira<strong>de</strong>ros.Arrastraba su humanidad metido en un ensueño que se <strong>de</strong>shebraba enmonólogos incoherentes. Tropezó a muchos que andaban amo<strong>la</strong>dos como él,


pensando con <strong>la</strong>s tripas, buscando trabajo en <strong>la</strong>s fábricas que reciénabrían los gringos, o queriendo bur<strong>la</strong>r <strong>la</strong> cerca divisoria. Todo era nuevopara Manuel, menos su panza vacía, su <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y sus pies <strong>de</strong>scalzos.<strong>De</strong>spués se comentó que a Manuel lo mataron con metralletas nuevas y quecon el entusiasmo <strong>de</strong> estrenar aquel<strong>la</strong>s armas <strong>de</strong> lujo, los drogueros lo<strong>de</strong>jaron transparente <strong>de</strong> tanto agujero. Varios periodistas se ocuparon <strong><strong>de</strong>l</strong>caso en los periódicos <strong>de</strong> ese día, con notas breves. Uno dijo que habíasido muerte «ignominiosa y cruel», otro opinó que «horrible masacre», y untercero se a<strong>la</strong>rgó con<strong>de</strong>nando «el extremo a que pue<strong>de</strong> llegar <strong>la</strong> crueldadhumana».Manuelillo pasó a formar parte <strong>de</strong> una <strong>de</strong> tantas bandas <strong>de</strong> mafiosos,contrabandistas <strong>de</strong> drogas. Le asignaron <strong>la</strong> ocupación <strong>de</strong> «burrero». Dichaconsigna consistía en vio<strong>la</strong>r <strong>la</strong> cerca fronteriza y poner en manos <strong>de</strong> otrocontrabandista <strong>la</strong> droga que llevaría dispuesta. En <strong>la</strong> primera ocasión,<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un sitio <strong>de</strong>sértico cargó en hombros costales repletos <strong>de</strong> marihuanaal <strong>la</strong>do <strong>de</strong> otros jovencitos. A cada vez que se picaba con espinas <strong>de</strong>cactos y <strong>de</strong> ramajes echaba madres y seguía, tragándose el miedo y excitadoa <strong>la</strong> vez por el dinero prometido. ¡Ora sí, chingao, a tirar el piojo a <strong>la</strong>madre, y que venga <strong>la</strong> <strong>la</strong>na! Le pagaron cien dó<strong>la</strong>res. <strong>De</strong> allí en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte,Manuel Amaril<strong>la</strong>s se convirtió en un muñeco, feo, pero bien vestido, a logalán cinematográfico. Comía <strong>de</strong> lo más caro, y en cantida<strong>de</strong>s enormes. Másbien hartaba. Como postre, a Manuel le encantaban los pasteles, <strong>de</strong>preferencia los <strong>de</strong> fresa, aunque ciertamente tenía vicio en loscheesecake. Por supuesto que <strong>la</strong> nieve <strong>de</strong> todos sabores era obligada paraél. <strong>De</strong> que empezaba a tragar, no tenía llene. Por esos días comió carne alo tigre y bebió leche a lo becerro. Por su apetito y porque andabasiempre con <strong>la</strong> boca abierta, sus nuevos compañeros le encasquetaron elmote <strong>de</strong> «Hocico pe<strong>la</strong>do». También hizo <strong>de</strong> sus tripas un tránsito constante<strong>de</strong> mariscos. ¿<strong>De</strong> dón<strong>de</strong> quieres que te dé más, Manuel?, si no hay.¡Ma<strong>la</strong>gra<strong>de</strong>cidos! ¡Hasta lo que a mí me toca les doy! Me van a comer vivacomo a<strong>la</strong>cranes. ¡Cál<strong>la</strong>te! no chilles porque me vas a volver loca. ¡Mira!Mira <strong>la</strong> ol<strong>la</strong>; ve bien que ya no tiene nada. Cómo crees que voy a andarescondiéndoles <strong>la</strong> comida. ¡Cómanme viva, a<strong>la</strong>cranes, cómanme viva!Para Manuel se volvió rutina el cruzar droga al otro <strong>la</strong>do. La noche era sucómplice y <strong>la</strong>s espinadas <strong>la</strong>s daba <strong>de</strong> albricias. Ya no tenía miedo. Ahorasentía un agudo p<strong>la</strong>cer <strong>de</strong> pensar que estaba haciendo pen<strong>de</strong>jos a losgringos. Un algo así, comentó <strong>de</strong>spués, como si le agarrara allí o allá auna <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s gabachitas tan chu<strong>la</strong>s que solían caminar por <strong>la</strong>s calles <strong>de</strong>Nogales. Aquellos días tan fugaces los gozó Manuel plenamente. Se diotambién el lujo <strong>de</strong> pagar <strong>la</strong> voluntad y el cariño <strong>de</strong> una joven interna enuno <strong>de</strong> tantos prostíbulos <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle Canal. Lo mismo que Manuelillo, el<strong>la</strong>había saltado <strong>de</strong> los harapos a <strong>la</strong> ropa fina y a<strong>de</strong>más se había puesto otronombre: Rosa. Con su dinero, él pretendía sacar <strong>de</strong> puta a <strong>la</strong> Rosa yponerle casa. Al pasar el tiempo, Manuelillo se pasó <strong>de</strong> vivo: empezó arobar <strong>de</strong> <strong>la</strong> droga que le encomendaban. <strong>De</strong> puñado en puñado, al cabo <strong>de</strong> losdías, reunió una cantidad que según él lo haría rico. Manuel Amaril<strong>la</strong>squiso negociar con los mismos clientes <strong>de</strong> sus jefes. No bien lo intentó,cuando ya lo sabían los tales. Fue cosa <strong>de</strong> una l<strong>la</strong>mada telefónica. Esamadrugada, él y sus compañeros habían <strong>de</strong>scargado un camión atestado <strong>de</strong>mariguana en el <strong>la</strong>do mexicano, para cargar otro en territorio americano.


Todo esto sucedió a escasas mil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> Nogales, sin que se <strong>la</strong>s olieran lospatrulleros. Los jóvenes «burreros» parecían hormiguitas, moviéndose<strong>la</strong>boriosos con los gran<strong>de</strong>s bultos a cuestas. Manuelillo concertó su propiamercancía en dos mil dó<strong>la</strong>res. Con ese dinero pretendía sacar <strong>de</strong> puta a <strong>la</strong>Rosa y ponerle casa. Soñaba en un sin fin <strong>de</strong> proyectos que lo harían rico,respetable, y con los días, político y funcionario público como suelesuce<strong>de</strong>r. Por <strong>la</strong> mañana lo quisieron ver sus jefes. Lo recibieronextraordinariamente bien y le pasaron 200 dó<strong>la</strong>res. Ya tar<strong>de</strong>, lo visitaronen su apartamento dos mafiosos <strong>de</strong> alta jerarquía: Rito Fierro, alias «ElMu<strong>la</strong>», y Roque Mena, «El Rana». Manuel Amaril<strong>la</strong>s se sintió muy honrado por<strong>la</strong> visita. Seguramente lo querían ascen<strong>de</strong>r. A<strong>de</strong>más, lo l<strong>la</strong>maban por sunombre <strong>de</strong> pi<strong>la</strong>: que Manuel para acá, que Manuelito para allá, todo en tonomuy cordial. Nada <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle «Hocico Pe<strong>la</strong>do», como en otras ocasiones.Hubo un momento en que «El Rana» lo l<strong>la</strong>mó hermano. Para qué <strong>de</strong>cir queManuelillo se retorció, enternecido hasta los huesos. Manuel y sus amigossalieron a cenar. ¡Chihuahua! ¡Qué bonito es pasear en carro grandotote ynuevecito, y no andar ahí dando lástima, a pie como los pinches perros!Alternaron <strong>la</strong> cena con vinitos, no faltaba más. En franca camara<strong>de</strong>ríaremataron con <strong>la</strong>s putas. En el trayecto cantaron abrazados «Yo soy elmuchacho alegre». Bebieron hasta ponerse pandos. El mundo es <strong>de</strong> los vivos,¡qué se jodan los pen<strong>de</strong>jos, por pen<strong>de</strong>jos!Manuel tuvo a su <strong>la</strong>do a Rosa. La verdad es que se había apasionado comoburro <strong>de</strong> <strong>la</strong> joven piruja. Entre copas y risas se dio tiempo para alqui<strong>la</strong>ra su gran amor. Fueron al cuarto <strong>de</strong> Rosa y gozaron <strong>de</strong> sus amores. No pormucho tiempo, pues, uno <strong>de</strong> los empleados <strong><strong>de</strong>l</strong> lenocinio les tocó <strong>la</strong> puerta;a tamborazos y a gritos, le or<strong>de</strong>nó a <strong>la</strong> novia <strong>de</strong> Manuel que saliera o <strong>la</strong>sacaba. ¡Salte a <strong>la</strong> chingada! Ya tienes mucho tiempo. ¿Qué teatornil<strong>la</strong>ste, o qué? Necesitaban parejas para unos señores americanos, muy<strong>de</strong>centes y bien vestidos, que recién habían entrado. En <strong>la</strong> breve sesión,Manuel le había dado pormenores a Rosa <strong>de</strong> su negocio y le propusomatrimonio. El<strong>la</strong> dijo que sí, formarían un hogar humil<strong>de</strong> pero respetado.Tendrían hijos y les darían lo que ellos nunca tuvieron. En aquel momentose encendieron <strong>de</strong> románticos anhelos. Brillosos los ojos, se miraronplenos <strong>de</strong> cariño y <strong>de</strong> esperanzas sublimes. Rosa y Manuel eran ya novioscomprometidos en matrimonio.Manuel volvió a <strong>la</strong> mesa con sus amigos y <strong>la</strong> pequeña Rosa a cumplimentar aun caballero americano <strong>de</strong> enorme estatura. El atlético manoseaba a Rosa yésta cruzaba su mirada con Manuel a modo <strong>de</strong> disculpa. ¿Qué podía hacerel<strong>la</strong>? Ni modo; era su negocio y tenía qué. Pudo ver Manuel que aquel señortan ricamente vestido se llevaba a su adorada novia al cuarto a tiempo quele agarraba <strong>la</strong>s nalgas cuando no <strong>la</strong>s tetas. Viéndolo apenado, «El Mu<strong>la</strong>» ledijo a modo <strong>de</strong> consuelo, No te hagas al pen<strong>de</strong>jo, mano, no te aquerenciesnunca <strong>de</strong> una pinche puta.Amá, voy a ja<strong>la</strong>r pa <strong>la</strong> <strong>frontera</strong>. <strong>De</strong> allí me paso <strong>de</strong> a<strong>la</strong>mbre y a buscar eldó<strong>la</strong>r. Aquí no hay modo. Es por <strong>de</strong>más. Vete, y Dios que te bendiga. Sialgún día te va bien, acuérdate <strong>de</strong> mí. No hagas lo que tus hermanos, queni señas <strong>de</strong> ellos. Yo medio les maté el hambre y ya no di pa' más. Ya vestus hermanas como andan, echándose <strong>de</strong> lomo y abriendo <strong>la</strong>s canil<strong>la</strong>s a cadavez que un <strong>de</strong>sgraciado perro en brama se los pi<strong>de</strong>. Muchas veces creí quetu también ibas a morirte como aquellos otros, pero saliste correoso a


pesar <strong>de</strong> ser tan ñengo y canijo. Cuídate <strong>de</strong> todos modos, pues, aunque escierto que <strong>la</strong> muerte no respeta a nadie, <strong>de</strong> todos modos es más cabrona conlos pe<strong>la</strong>dos.Era <strong>de</strong> madrugada con los primeros reflejos <strong><strong>de</strong>l</strong> alba cuando llevaban al«Hocico Pe<strong>la</strong>do» a su casa. En <strong>la</strong>s afueras, aunque no lejos <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad,se bajaron los tres camaradas a orinar. Apenas si tuvo tiempo <strong>de</strong>aterrorizarse Manuel Amaril<strong>la</strong>s. <strong>De</strong> frente, midiéndolo con <strong>la</strong>s metralletas,vio a sus colegas. Con que querías poner changarro aparte, ¿eh? «HocicoPe<strong>la</strong>do», jijue<strong>la</strong>chingada. <strong>De</strong> modo que le querías madrugar al jefe, baboso.Ahí te va pa que sepas a Potra. Luego, a modo <strong>de</strong> oración póstuma, ledijeron una serie <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>brotas y empezó <strong>la</strong> pedorrera <strong>de</strong> <strong>la</strong>s metralletas.El médico legista que examinó el cadáver <strong>de</strong> Manuel Amaril<strong>la</strong>s, en cuantocorrió <strong>la</strong> sábana y vio el cuerpo <strong><strong>de</strong>l</strong> muchachito imberbe, movió <strong>la</strong> cabeza yse apartó a fumar un cigarrillo hasta una ventana. El cuerpecillo <strong>de</strong>Manuel tenía múltiples perforaciones en todos los órganos vitales. Elhígado, los riñones, los pulmones y el corazón parecían panales <strong>de</strong> abejascon <strong>la</strong>s celdas vacías. En <strong>la</strong> cabeza resultaba difícil hal<strong>la</strong>r los ojosentre tanto agujero. El sin fin <strong>de</strong> agujeros <strong>de</strong> pies a cabeza daban tambiéni<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ojos semicerrados, hinchados y enrojecidos por muchas horas <strong><strong>de</strong>l</strong><strong>la</strong>nto.Allá va Manuel llorando como vieja a media calle. Se lo va llevando <strong>la</strong>chingada <strong>de</strong> frío. ¡Ándale! ándale, ándale, mueve <strong>la</strong>s patas, huevón. ¡Ora,nalgas chorreadas! Manuel con media camisa y <strong>de</strong>sbotonada pa' acabar<strong>la</strong> <strong>de</strong>jo<strong>de</strong>r. ¡Límpiate los mocos, asqueroso! Manuel con <strong>la</strong>s patas todasenchol<strong>la</strong>das. ¡Chíngale! Manuel, acarrea leña, si no ya verás. Manuel conel cráneo y los cabellos tupiditos <strong>de</strong> piojos. Y no te que<strong>de</strong>s jugando,cabrón. Cuidadito con per<strong>de</strong>r <strong>la</strong> feria. Comadre, présteme a Manuel para queme parta leña. Ándale, Manuelito, hazme un mandado. Levántate atizar,Manuel, ¿qué no oyes cantar los gallos? ¡Coman bicho<strong>la</strong>, viejas necias!Nomás en cuanto se me tupan <strong>de</strong> pelos <strong>la</strong>s verijas, y les <strong>de</strong>jo este pinchepueblo pa que se lo retaquen en el sieso. Las mañanas sí son bonitas consus nubes recién pintadas. No llores mamá, aluego se me va a pasar <strong>la</strong>calentura. Cuando sea gran<strong>de</strong>, amá, te voy a comprar una... ¡Órale, «HocicoPe<strong>la</strong>do»! capéate<strong>la</strong>, porque ahí te va otro chingadazo <strong>de</strong> plomo. ¿Qué nosabes saludar, animal? No an<strong>de</strong>s encima <strong>de</strong> tus mayores como burro sinmecate. Lo más que uno los quiere hacer gentes, pura madre se educan,<strong>de</strong>satentos hijos <strong>de</strong> <strong>la</strong> chingada. Parece que los bajaron <strong><strong>de</strong>l</strong> monte asombrerazos. Salu<strong>de</strong> al señor, cabrón, y <strong><strong>de</strong>l</strong>e gracias por los cincocentavos. Ora sí jodimos. Te saqué mil piojos, pero te quedaron milliendres. Vete <strong>de</strong> aquí. Ya me duelen los <strong>de</strong>dos gordos. Por favor, no mematen, por favor ¡Mamá! Mamaciii... ¡Me compraron pantalones! Me compraronpantalones, me compraron panta...Se abría <strong>la</strong> primavera, bel<strong>la</strong> y esplendorosa. Manuel vagaba por el montecomo abeja que se embriaga con el polen y el aroma ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ramasfrescas. Viendo <strong>la</strong>s flores <strong>de</strong> los cactos, se iluminaba el rostro <strong>de</strong> aqueljovencito, tan torturado en sus carnes y tan lleno <strong>de</strong> l<strong>la</strong>gas sicológicas.Sentía una alegría rara que lo embargaba <strong>de</strong> energías nuevas. Esa mismasemana le dio una paliza La Remigia: En los pantalones <strong>de</strong> Manuel habíaplumas pegostiadas y gallinas muertas en los gallineros <strong>de</strong> <strong>la</strong>s vecinas.Nunca se supo si fue cierto o calumnia, porque es el caso que cuando a <strong>la</strong>s


viejas se les ponía hacer caldo <strong>de</strong> gallina, allá iba Manuel a agarrar<strong>la</strong>s ymatar<strong>la</strong>s. Eso lo pringaba <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong> plumas. El caso es que <strong>la</strong> gente,que sabe ser cabrona cuando se ensaña con alguien, siguió con el infundio<strong>de</strong> que Manuel se cogía a <strong>la</strong>s gallinas. Los últimos meses que vivió en supueblo fueron sólo tortura y escarnio. ¡Ahí va el cogegallinas! Se fueManuel, a buscar otros mundos, a <strong>la</strong> par que se iba el otoño, teñido <strong>de</strong>nostalgia y temores. La Remigia le dio <strong>la</strong> bendición y un pequeño atado conburros <strong>de</strong> frijoles. Caía el sol, <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> en que el joven andrajoso ymedio <strong>de</strong>scalzo subía <strong>la</strong> cuesta gran<strong>de</strong> que le pondría telón a su pueblo, alfin y al cabo, su única querencia. Quiso irse <strong>de</strong> <strong>la</strong>rgo pero no pudo.Volteó para contemp<strong>la</strong>r el jacalerio y sólo pudo ver manchas que temb<strong>la</strong>bany se partían. Todo su mundo se le borraba en una enorme <strong>la</strong>guna. Así siguiósu camino, Manuel Amaril<strong>la</strong>s, ciego <strong>de</strong> lágrimas. Fue en noviembre ya tar<strong>de</strong>para meterse el sol, cuando enterraron a Manuelito. Hacía un fríoen<strong>de</strong>moniado. Lo enterraron dos trabajadores municipales: el Tano Valver<strong>de</strong>y el Chepi Ramírez.A Manuel Amaril<strong>la</strong>s lo vieron nacer <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s. Nació <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra. Susojos eran <strong>de</strong> tierra. Su boca era <strong>de</strong> tierra. Todo él era <strong>de</strong> tierra. Aquelsuceso resulta muy difícil <strong>de</strong> ol<strong>vida</strong>r. Manuel Amaril<strong>la</strong>s, nació un veinte<strong>de</strong> noviembre a eso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s diez <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche. Todo ese día había sido unafiesta continua. Se festejaba el aniversario <strong>de</strong> <strong>la</strong> Revolución, con elentusiasmo con que <strong>de</strong>be <strong>de</strong> celebrarse un hecho tan grandioso. Bajaronrancheros <strong>de</strong> todos rumbos al pueblo <strong>de</strong> El Palofierro. Hubo un <strong>de</strong>sfile conhombres a caballo, escue<strong>la</strong>ntes, y gentes <strong><strong>de</strong>l</strong> lugar. Llevaban ban<strong>de</strong>ras ygritaban «¡vivas!» a <strong>la</strong> Revolución. Entre <strong>la</strong> polvareda se distinguían losrostros entusiasmados y sudorosos <strong>de</strong> los marchadores. También hubocarreras <strong>de</strong> caballos sin faltar el jaripeo. Por <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, durante <strong>la</strong>fiesta esco<strong>la</strong>r se dijeron discursos y recitaciones, y como es costumbre,culminó el día con un gran baile. Otro día en ronda <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ticadores encuclil<strong>la</strong>s se p<strong>la</strong>ticó con gran entusiasmo <strong>de</strong> rivales que se habían dado <strong>de</strong>moquetes a mano pelona, <strong>de</strong> los que se habían navajeado <strong>la</strong>s tripas, amén <strong>de</strong>un ba<strong>la</strong>ceado que tenía atorado el plomo en una pierna. La fiesta eraestruendosa, no obstante un frío tan fuerte que conge<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> baba en boca<strong>de</strong> borrachos, y a flor <strong>de</strong> narices <strong>de</strong> chicos y gran<strong>de</strong>s formaba témpanos <strong>de</strong>hielo con los mocos. Entre el tumulto resaltaba <strong>la</strong> alegría bronca <strong>de</strong> <strong>la</strong>chamacada que correteaba hendiendo sus gritos en <strong>la</strong> estri<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>mariachis guitarreros, sinfono<strong>la</strong>s, pláticas reticentes <strong>de</strong> borrachines.Aquí y allá, los novios encendidos, amigos <strong>de</strong> rincones oscuros y <strong>de</strong> <strong>la</strong>intimidad <strong>de</strong> los ramajes, se hurgaban sus mucosas, húmedos <strong>de</strong> pasión.Entre los juegos <strong>de</strong> azar, <strong>la</strong> bolita y <strong>la</strong> ruleta eran los más l<strong>la</strong>mativos.Al ruido <strong>de</strong> <strong>la</strong>s monedas, <strong>la</strong> gente se tupía en re<strong>de</strong>dor como mosquerohambriento. El frío aumentaba, más y más intenso: norteaba un aire comocuchil<strong>la</strong> <strong>de</strong> rasurar en manos <strong>de</strong> un asesino. A pesar <strong>de</strong> todo, La Remigiahabía colocado su puesto al atar<strong>de</strong>cer. Consistía dicho negocio en unaruleta por <strong>de</strong>más singu<strong>la</strong>r; una mesa redonda, al centro <strong>de</strong> ésta <strong>la</strong> flechaque giraría hasta parar y apuntar el premio ganado. En rueda estabandispuestos los premios con sus colores vivísimos. Eran figuril<strong>la</strong>s <strong>de</strong>animales, hechas <strong>de</strong> azúcar. La Remigia cargaba un embarazo <strong>de</strong> ocho meses.No vestía un traje para tal ocasión ciertamente, sino un vestido <strong>de</strong> percaly un rebozo hebrudo sobre los hombros a modo <strong>de</strong> abrigo. El vientre


simu<strong>la</strong>ba una enorme sandía. <strong>De</strong> seguro que el frío se co<strong>la</strong>ba hasta elnonato. A un <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> mesa se apretujaban entre sí sus ocho niños: elmayor <strong>de</strong> siete, y el más pequeño, <strong>de</strong> 11 meses. Cualquiera pudo haberjurado sin temor a jurar en vano que a aquellos niños los estaba matandoel frío y el hambre. Las te<strong>la</strong>s <strong>de</strong> sus vestiditos eran <strong><strong>de</strong>l</strong>gadas. A<strong>de</strong>másestaban <strong>de</strong>sgarradas y a <strong>la</strong>s camisas les faltaban botones. Eran niños <strong>de</strong>ojos muy gran<strong>de</strong>s y bocas pequeñas.¡Pasen, pasen, pasen, jóvenes, señores y niños! Prueben su suerte. ¡Por 50centavos háganse dueños <strong>de</strong> este hermoso gallo, <strong>de</strong> este enorme gato, o <strong>de</strong>este precioso caballo! ¡Están hechos <strong>de</strong> dulce, muy <strong><strong>de</strong>l</strong>icioso dulce, paraque disfrute toda <strong>la</strong> familia. Miren, qué lindos, son obras <strong>de</strong> arte! ¡Pasenseñores, pasen jóvenes y niños, prueben su suerte! ¡Hagan girar <strong>la</strong> ruletapor 50 centavos, so<strong>la</strong>mente 50 centavos!Aumentaban los espectadores a <strong>la</strong> par que el frío. Los chamacos <strong>de</strong> LaRemigia se unían en abrazo común. No lloraban. Estaban entrenados parasoportar el frío y el hambre, con sólo muecas <strong>de</strong> mucha angustia. LaRemigia actuaba, escogía <strong>la</strong>s mejores pa<strong>la</strong>bras y el gesto más amable. Por<strong>de</strong>ntro se <strong>la</strong> comía <strong>la</strong> <strong>de</strong>sesperación. Con una sonrisa muy amplia y pasitosestudiados, pretendía huir <strong>de</strong> <strong>la</strong> histeria. Daba unos pasos hacia atrásanunciando su negocio, cuando tropezó con El Nervio, su niño <strong>de</strong> 3 años.Instintivamente arrojó rabia comprimida.¡Muévete, hijo <strong>de</strong> puta, qué no ves que me tumbas, grandísimo pen<strong>de</strong>jo!Reaccionó al instante <strong>la</strong> ruletera, y volteo hacía el público con su mejorexpresión. ¡Gente <strong>de</strong> este pueblo hermoso, gente bonita, gente noble ydigna, qué gusto me da estar aquí en esta pob<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> gente tan honrada,tan distinguida y tan educada! ¡Pasen, pasen, a llevarse estas <strong><strong>de</strong>l</strong>icias,por 50 centavos nomás! ¡Niños, pídanle dinero a sus papás! ¡Señores,gánense estas preciosida<strong>de</strong>s para regalo <strong>de</strong> su familia! Se le acercaronvarios chamacos <strong>de</strong> espíritu ruidoso quizá para probar su suerte, pero LaRemigia los contuvo con gritos potentes. ¡Án<strong>de</strong>nle cabrones, quiébrenme <strong>la</strong>mercancía nomás pa tortearles el hocico! ¡Ah, sí, pues, no faltaba más!Alguien murmuró entre <strong>la</strong> concurrencia, Quiere clientes, y en cuanto se leacercan los corre a <strong>la</strong> chingada.Entre aquel público, los más eran chamacos <strong>de</strong>sarrapados y traviesos, sinfaltar los mayores ya borrachos o a medios chiles y unas cuantas mujeres.Empezaba a juntarse entre los mirones, esa animalidad que se reve<strong>la</strong> en <strong>la</strong>smultitu<strong>de</strong>s, estimu<strong>la</strong>da por hedores <strong>de</strong> alcohol, mierda y sudores, y elhacinamiento que predispone al manoseo. ¡An<strong>de</strong>n, señores, jueguen a <strong>la</strong>ruleta, por favor, por lo que más quieran! ¡Por <strong>vida</strong> <strong>de</strong> sus mamacitas,gasten 50 centavos y <strong>de</strong>nle vuelta a <strong>la</strong> ruleta! ¡An<strong>de</strong>n, niñitos, an<strong>de</strong>n,están muy buenos los dulces, si yo ya los probé! ¡<strong>De</strong>nle vuelta a <strong>la</strong>ruleta, muchachos, los va a premiar Dios!Ya habían pasado dos horas y nadie probaba <strong>la</strong> ruleta <strong>de</strong> La Remigia. LaRemigia gritaba con voz temblorosa y ronca. Con ambas manos, con gestosrápidos, se limpiaba los <strong>la</strong>grimones antes <strong>de</strong> que rodaran por los cachetes.Por fin, se le acercó el primer cliente: un borrachín torpe que al darlevuelta a <strong>la</strong> flecha <strong>de</strong>rrumbó al hermoso caballo <strong>de</strong> azúcar <strong>de</strong> color rojosubido, <strong>de</strong>jándolo <strong>de</strong>capitado y sin una pata. ¡Me <strong>de</strong>sgraciaste el caballo,borracho <strong>de</strong>sgraciado! Tienes que pagarme 20 pesos; con esto tengo quematarles el hambre a mis mocosos. El hombre culebreó entre los asistentes


seguido <strong>de</strong> los gritos <strong>de</strong> <strong>la</strong> Remigia. ¡Me chingué el alma <strong>la</strong>vando ropaajena pa poner este puto negocio y todo para que tú lo <strong>de</strong>sgracies,borrachento hijo <strong>de</strong> tu chingada madre! ¡Abusón, sinvergüenza, así te caigaun rayo por ma<strong>la</strong>lma!La mujer se agarraba el vientre con <strong>la</strong>s dos manos. Ahora hasta tú me estásdando <strong>de</strong> patadas, hijo <strong>de</strong> tu chingada, puta madre que te carga. <strong>De</strong> losconcurrentes le llegaron comentarios en voz alta. Está loca esa pinchevieja. Con ese genio ni <strong>la</strong>s moscas le van a hacer caso. Ya revienta; pa'mí que son cuates. O pare o se <strong>la</strong> lleva el viento. Alguien gritó, ¡Quéencierren a esa, pinche loca, pa' que no an<strong>de</strong> suelta!<strong>De</strong> pronto, La Remigia cambió <strong>de</strong> actitud y personalidad. Ahora era otraRemigia. Se puso <strong>la</strong>s manos en jarras y sacando aun más <strong>la</strong> panza, dio unospasos agresiva y <strong>de</strong>safiante. ¡Ciudadanos <strong>de</strong> este pinche pueblo méndigo,son uste<strong>de</strong>s una bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> muertos <strong>de</strong> hambre jijos <strong>de</strong> <strong>la</strong> chingada! ¡Cabrones!¡No sueltan ni un pinche tostón pa ayudarle a esta vieja panzona, pero sípa hincharse <strong>de</strong> mezcal! ¡Marranos! ¡Mariguanos putos! ¡Y uste<strong>de</strong>s chamacos,lárguense <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> mi pinche negocio, y vayan a preguntarle a suschingadas madres por el cabrón que los hizo! ¡Lárguense, bastardos!La respiración <strong>de</strong> La Remigia se había vuelto un fuelle. Gritaba iracundasosteniéndose el vientre. Sus niños lloraban en coro, aterrorizados. No sesupo quién fue el primero. Lo cierto es que sobre el orgulloso gallo <strong>de</strong>dulce cayó una piedra que le arrancó un a<strong>la</strong> <strong>de</strong> cuajo, lo <strong>de</strong>jó sin pico, lecercenó <strong>la</strong>s patas, y lo <strong>de</strong>jó rajado <strong>de</strong> en medio. Entonces La Remigia molióa puñetazos <strong>la</strong>s figuril<strong>la</strong>s que quedaban y volteó <strong>la</strong> mesa. Al público learrojó el gato b<strong>la</strong>nco envuelto en mentadas. La Remigia cayó en un ataque<strong>de</strong> histeria que <strong>la</strong> hacía brincar y retorcerse como en<strong>de</strong>moniada, al mismotiempo que se <strong>de</strong>shacía en a<strong>la</strong>ridos. Sus ocho chamacos <strong>la</strong> imitaban,gritando y llorando, llenos <strong>de</strong> pavor. Los mocosos se querían pren<strong>de</strong>r <strong>de</strong><strong>la</strong>s faldas <strong>de</strong> La Remigia y ésta los arrojaba contra el suelo, violenta.Parecía aquello una actuación cumbre <strong>de</strong> teatro dantesco. Ahora rodaba porlos suelos La Remigia, echando maldiciones envueltas en espuma lodosa.Alguien sugirió a gritos, ¡Traigan a doña Cuquita, esta vieja estápariendo!Como vivía cerca, no tardó en llegar <strong>la</strong> octogenaria, moviendo con prisasus piernas arqueadas, haciendo crujir su cuerpo viejo. Seguían dos niñas,una cargaba un recipiente con agua tibia y <strong>la</strong> otra varias tiras <strong>de</strong> mantalimpiecitas y una cobija moteada <strong>de</strong> flores rojas. La Remigia bramaba <strong>de</strong>dolor. El círculo <strong>de</strong> curiosos se abría para darle paso a <strong>la</strong> comadrona.Diez pasos antes <strong>de</strong> que llegara doña Cuquita parió <strong>la</strong> Remigia. Parió aManuel Amaril<strong>la</strong>s sobre <strong>la</strong> tierra pisoteada, tierra regada <strong>de</strong> vómitos yescupitajos, tierra mezc<strong>la</strong>da con excremento <strong>de</strong> animales y mierda <strong>de</strong>cristianos, tierra estigmatizada con <strong>de</strong>sprecio humano. La anciana levantóaquel bulto viscoso <strong>de</strong> los pies, todo cubierto <strong>de</strong> lodo, le dio una nalgaday éste soltó un l<strong>la</strong>nto que no pararía nunca. Doña Cuquita lo bañó en cosa<strong>de</strong> segundos, lo envolvió con <strong>de</strong>streza y se lo pasó a su biznieta para quelo llevara pronto a lugar tibio. Esa noche, doña Cuquita les dio frijolesy tortil<strong>la</strong>s a los niños <strong>de</strong> La Remigia, hasta que dijeron, «Ya no quieromás». Manuelito Amaril<strong>la</strong>s seguía llorando. A un <strong>la</strong>do, acostada, La Remigialo acompañaba con sollozos y moqueos.


<strong>De</strong> cuando Dios visitó a unos <strong>la</strong>briegosDicen que <strong>de</strong> vez en cuando a Dios nuestro Señor le da por visitar a <strong>la</strong>gente. Así fue cómo un día <strong>de</strong> tantos a Dios se le ocurrió ir a p<strong>la</strong>ticarcon unos campesinos que se disponían a sembrar sus terrenos.Era un día <strong>de</strong> lo más bonito. Las nubes navegaban por el cielo en figuras<strong>de</strong> santas muy chu<strong>la</strong>s, <strong>de</strong> apóstoles ceñudos y <strong>de</strong> angelitos juguetones. Comoapenas salía el sol, el firmamento se iluminaba con <strong>de</strong>stellos gloriosos <strong>de</strong>un rojo que se tornaba en rosa, oro, guinda y en muchos otros tonos.Jesús vestía túnica y sandalias e irradiaba calma y bondad. Se allegóprimero hasta Matías Orne<strong>la</strong>s, alias el Malgenioso, y le habló. Buenosdías, hijo. Buenos serán para usted, porque a mí me anda llevando eldiablo con esta yunta <strong>de</strong> bueyes <strong>de</strong>sgraciados que se caen <strong>de</strong> flojos. ¿Quésiembras, hijo, que andas tan enojado? Piedras, respondió el Malgenioso, ysiguió <strong>la</strong>brando. Piedras cosecharás, sentenció Dios, y siguió a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte.Seguido se enfrentó a Leonel Lovio, mal l<strong>la</strong>mado el Cascarrabias, y lehabló <strong>de</strong> este modo. Buenos días, hijo. Yo no soy su hijo, ¡viejo metiche!Lárguese <strong>de</strong> aquí y no me siga estorbando. ¿Qué siembras, hijo, que andastan en<strong>de</strong>moniado? ¡Mierda! Mierda cosecharás, hijo, dijo Dios, y siguió sucamino. No tardó mucho tiempo Dios Nuestro Señor en estar frente a BenitoFlores, conocido como el Bueno, y así le habló. Buenos días, hijo. Buenosdías, señor caminante, bienvenido seas a esta humil<strong>de</strong> propiedad. ¿Tieneshambre o sed, señor? Yo te asistiré en mi pobre casa. Gracias, pero voy <strong>de</strong>paso ¿Qué siembras, hijo? Siembro trigo, señor, el pan nuestro <strong>de</strong> cadadía. Trigo cosecharás, hijo, así dijo Dios, y se perdió en <strong>la</strong> distancia.Pasaron varios meses, y para asombro <strong>de</strong> mucha gente y sorpresa <strong>de</strong> aquelloscampesinos, sucedió lo increíble. <strong>De</strong> <strong>la</strong> siembra <strong><strong>de</strong>l</strong> Malgenioso empezaron abrotar piedras. Este se dio a <strong>la</strong> tarea <strong>de</strong> echar carretadas <strong>de</strong> piedrasfuera <strong>de</strong> su terreno, pero entre más piedras sacaba, más piedras salían,hasta que toda su tierra se volvió un pedregal tan gran<strong>de</strong>, que ciertamentese formó una loma <strong>de</strong> piedras. Para qué <strong>de</strong>cir que el Malgenioso se tironeó<strong>de</strong> los pelos, <strong>de</strong> p<strong>la</strong>no se arrancó <strong>la</strong>s barbas hasta <strong>de</strong>jar su cara tan lisacomo una nalga. Tanto se enojó que se sangró pies y manos <strong>de</strong> tanto pegarlea <strong>la</strong>s piedras.Pero, ¿qué sucedió con <strong>la</strong> siembra <strong><strong>de</strong>l</strong> Cascarrabias?Pues, qué otra cosa iba a suce<strong>de</strong>r: empezó a nacer mierda y más mierda <strong>de</strong>su suelo, tan hedionda que hasta <strong>la</strong>s moscas le hacían el feo. Quisolimpiar su tierra sacando carretadas <strong>de</strong> caca, pero entre mas caca echabaen <strong>la</strong> carreta con su pa<strong>la</strong>, más caca salía <strong>de</strong> aquellos veneros. El mismoCascarrabias andaba convertido en un mono <strong>de</strong> mierda. Tantas maldiciones<strong>de</strong>cía y tan horribles, que en su tierra se formó un cerro <strong>de</strong> caca, <strong>de</strong>tantas especies como colores. Lo peor es que ni el sol <strong>la</strong> secaba.Ahora veamos <strong>la</strong> siembra <strong>de</strong> Benito el Bueno. Tanto trigo prodigaba aquel<strong>la</strong>tierra que no bastaban cien carretas para llevar el trigo al molinero.Todos los vecinos <strong>de</strong> Benito el Bueno tuvieron comida abundante. Benitollenaba trojes y almacenes y el río aquel <strong>de</strong> trigo seguía creciendo hasta


convertirse en una montaña.El Güero PaparruchasLas piedras refractaban con fulgor intenso <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong> un sol que en sutrayectoria <strong>de</strong>smembraba al cielo en dos, como hacha <strong>de</strong> fuego. Una docena<strong>de</strong> <strong>la</strong>briegos araba <strong>la</strong> tierra al paso <strong>de</strong> caballos bañados <strong>de</strong> sudor quetiraban <strong>de</strong> arados egipcios con puntas <strong>de</strong> hierro y manceras <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.Sonaban <strong>la</strong>s ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s guarniciones y el rumor <strong>de</strong> terrones que sequiebran. Zanates y cuervos que revoloteaban a ras <strong><strong>de</strong>l</strong> suelo y bajaban acomer lombrices <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra recién abierta; llenaban los ámbitos <strong>de</strong>graznidos estri<strong>de</strong>ntes.El Güero Paparruchas se acercaba al grupo montado en su caballo a<strong>la</strong>zán.Ambos, jinete y animal, eran huesudos y <strong>la</strong>rgos. Miren, ahí viene elmentiroso. ¿Qué no irá a sembrar maíz, este Güero? Prefiere andar contandosus mentiril<strong>la</strong>s. Pues sí, haciendo per<strong>de</strong>r tiempo. Vamos a parar por unrato, cosa que le damos resuello a los caballos. A ver qué cuenta <strong>de</strong> nuevoeste Paparruchas. ¡Quiubo, gente! Ya mero comemos elotes asados ¿eh? Vamosa ver, Güero, mientras bebemos agua, dinos qué historia inventaste ahora.No señor, oiga, yo soy muy verda<strong>de</strong>ro. Para qué les digo lo que me acaba <strong>de</strong>suce<strong>de</strong>r, si al cabo nadie me va a creer. Anda hombre, cuenta, yo sí tecreo. Si no se ríen, les cuento <strong>la</strong> cosa tan increíble que me acaba <strong>de</strong>pasar. Acuér<strong>de</strong>nse que lo que les voy a p<strong>la</strong>ticar es serio y muy cierto, por<strong>vida</strong> <strong>de</strong> Diosito santo. <strong>De</strong>monio <strong>de</strong> Güero ya está jurando en vano.Ahorita vengo <strong><strong>de</strong>l</strong> monte, ya hace tres días que se me perdió <strong>la</strong> vaca pintay <strong>la</strong> he buscado día y noche por el campo. Todavía vengo asustado; yo <strong>la</strong>buscaba en <strong>la</strong> tierra; resulta que <strong>la</strong> encontré en una manera tan rara, quees para dudar que pasen cosas tan extrañas. ¡Ah! Güero hab<strong>la</strong>dor, ahora vasa <strong>de</strong>cirnos que <strong>la</strong> encontraste bai<strong>la</strong>ndo mambo. Se los dije, incrédulos, yase están riendo. Ya estaba por parir <strong>la</strong> pinta cuando se fue al monte.Bueno, dije yo, ya volverás con becerro. No, qué iba a andar volviendo.Pos en <strong>la</strong> mañana le dije a mi a<strong>la</strong>zán: anda tú, te voy a ensil<strong>la</strong>r y nosvamos para el monte y a ver qué pasa con esa vaca. Con este calor <strong><strong>de</strong>l</strong><strong>de</strong>monio <strong>de</strong>be estar amatorrada, porque lo que es en los l<strong>la</strong>nitos, con estesol, amigo, no se encuentran ni liebres, ni cachoras, nada, nada. Porhoras y horas, <strong>la</strong> busqué toda <strong>la</strong> mañana y anda vete vaca; ya no está viva;ni señas <strong>de</strong> <strong>la</strong> cría, ni <strong>de</strong> <strong>la</strong> madre. Pero qué extraño, no se venzopilotes, perros ni coyotes, que se <strong>la</strong> estén comiendo. Aquí, amigos,viene lo bueno.Vas a salir con que te espantó <strong>la</strong> vaca, con<strong>de</strong>nado Güero. Ahora sal con quete correteó el animal. Va a <strong>de</strong>cir que encontró a <strong>la</strong> vaca cantándole el«hilo que lulo» al becerrito.No, miren, pongan atención, ya había perdido <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong> encontrar<strong>la</strong>,saqué el pañuelo para limpiarme el sudor <strong>de</strong> <strong>la</strong> cara, y cuando me secaba <strong>la</strong>frente, vi algo muy lejos y muy alto que venía vo<strong>la</strong>ndo. Pos qué diablos eseso, no parece pájaro. No, pájaro no es, no tiene a<strong>la</strong>s. ¡Ay, jijo! ¡Es mivaca! Se me vino <strong>de</strong>rechito, <strong>de</strong>rechito. ¡Cuidado, va a apachurrarnos!¡Sssss! La vi <strong>de</strong> reojo. Venía riéndose <strong>la</strong> con<strong>de</strong>nada vaca, riéndose a


carcajadas. Hasta me tumbó el sombrero. Ahí va para arriba otra vez bienalto, luego ahí viene p<strong>la</strong>neando, suavecito. ¡Diablo, viene para acá! Estavez sí nos ap<strong>la</strong>sta, a<strong>la</strong>zán; já<strong>la</strong>le para <strong>la</strong> casa. Luego vi que aterrizó e<strong>la</strong>nimal, y pensé, «Con esta vaca me hago rico, <strong>de</strong> perdidas se <strong>la</strong> vendo a uncirco».¿Qué pasó, Güero, tenía a<strong>la</strong>s <strong>la</strong> vaca? ¿Todavía se estaba riendo? Cada díaestás más refinado, nadie me había dicho que una vaca vo<strong>la</strong>ra. ¿También elbecerro vo<strong>la</strong>ba tras el<strong>la</strong>? No, fíjense bien, <strong>la</strong> cosa tiene explicación, <strong>la</strong>verdad es que <strong>la</strong> vaca ya estaba muerta. Para acaba<strong>la</strong>r<strong>la</strong>, <strong>de</strong> modo que erael espíritu el que vo<strong>la</strong>ba.Bueno, ora verán, me acerqué con mucho cuidado, no vaya a ser... ¡Adió!Esta vaca está muerta. Parece tambora <strong>de</strong> tan hinchada, se le oyen ruidosa<strong>de</strong>ntro. Voy a asomarme ¡Ah! Con razón. Le di una patada en <strong>la</strong> panza yluego vi que se le salía un zopilote por <strong>la</strong> co<strong>la</strong>. Seguí dándole patadas,hasta que salió toda <strong>la</strong> zopilotada. Hubo un momento en que creí que <strong>la</strong>vaca paría zopilotes, eran siete. Luego di con lo que era: resulta que lospájaros éstos ya le habían comido <strong>la</strong>s entrañas a <strong>la</strong> vaca y seguíanpicoteándole los huesos, cuando en esto llegó un coyote. Éste metió <strong>la</strong>cabeza por <strong>la</strong> co<strong>la</strong> y les pegó un aullido muy fuerte. ¡Amigo, con ese sustoy sin po<strong>de</strong>r salirse <strong><strong>de</strong>l</strong> cuero, vo<strong>la</strong>ron los zopilotes estando a<strong>de</strong>ntro y ahívan para el cielo con todo y carcaje a vue<strong>la</strong> que vue<strong>la</strong>! Pues nomás dígame,a ver, cualquiera en su sano juicio hubiera creído que era una vaca quevo<strong>la</strong>ba.Te va a cargar el diablo con todo y guaraches, por embustero. Basta <strong>de</strong>paparruchas, ¡a trabajar! Ya me voy, raza, adiós. Adiós, mentiroso, a verqué más inventas. Si en aquellos días hubiera sabido <strong>la</strong> importancia <strong>de</strong> loque <strong>de</strong>cían los viejos me <strong>la</strong> habría pasado oyéndolos.En ese entonces, también yo creía que el Güero Paparruchas era el hombremás mentiroso <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo. Todos los días regaba sus historias fabulosas portodos <strong>la</strong>dos. No bien <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ticaba cuando ya andaban <strong>de</strong> boca en boca,haciendo <strong>la</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong>icias <strong>de</strong> chicos y gran<strong>de</strong>s. Todo el mundo se regocijaba consus re<strong>la</strong>tos. Ahora, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos años, el Güero Paparruchas se me havuelto un misterio. El Güero carecía en absoluto <strong>de</strong> instrucción formal; nosabía ni leer ni escribir, pero era un maestro consumado, como el que más,en el arte <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ticar. Su prodigiosa memoria le había permitido almacenartoda anécdota o acontecimiento notable a través <strong>de</strong> sus cincuenta años.Todavía más, era tal su imaginación y el vuelo <strong>de</strong> su fantasía, que noimporta qué p<strong>la</strong>ticara, todo lo adornaba con sumo interés y gracia. Estehombre era sencil<strong>la</strong>mente un creador nato, un folklorista, que en otracircunstancia quizá hubiera podido convertirse en un extraordinarioescritor. Sin embargo, como conductor y exponente <strong>de</strong> <strong>la</strong> tradición oral fueun gran contribuyente. En el pequeño pueblo <strong>de</strong> mi infancia, Santa María <strong>de</strong><strong>la</strong>s Piedras, se va diluyendo el recuerdo <strong><strong>de</strong>l</strong> Güero, yéndose en <strong>la</strong> memoria<strong>de</strong> los viejos que mueren. Pero sus re<strong>la</strong>tos siguen en boca <strong>de</strong> jóvenes,cambiando <strong>de</strong> forma, pero no <strong>de</strong> esencia, alimentando así el río <strong>de</strong> <strong>la</strong>stradiciones que dan carácter a <strong>la</strong> cultura <strong>de</strong> un pueblo. El Güero murióhace muchos años. Ahora se me ocurre evocarlo, porque en todos lospueblos, a través <strong>de</strong> los tiempos, siempre se darán estos extraordinariosnarradores que nunca se apasionan <strong>de</strong> <strong>la</strong> fama, ni sufren <strong>de</strong>svelos poranhe<strong>la</strong>r vanos homenajes o inútiles reconocimientos.


Pero Cresencio, tú estás hab<strong>la</strong>ndo <strong><strong>de</strong>l</strong> Güero Paparruchas. ¿Y qué <strong>de</strong> tu tatadon Nacho? También tenía lo suyo, lo mismo los <strong>de</strong>más viejos. Eran comolibros a los que jamás se les agotaban <strong>la</strong>s páginas. Bueno, pues ni modo,se fueron. Ahora cuando alguien cuenta algo dice: como <strong>de</strong>cía don Teófilo,don Lalo... Sí, qué viejos, lástima que no sean eternos.Ambrosio CenizaAmbrosio Ceniza no parecía tener sangre. Los ojos se le miraban secos yencuevados como perros <strong><strong>de</strong>l</strong> mal. Chaparro y dientón, parecía mono <strong>de</strong> hueso,forrado <strong>de</strong> cuero <strong>de</strong> un prieto aterronado. Aparentaba ser alto a fuerza <strong>de</strong>esquelético. Cualquiera en su sano juicio hubiera jurado que AmbrosioCeniza no tenía panza, mucho menos tripas. Sin embargo, <strong>de</strong> <strong>la</strong> figura <strong>de</strong>Ambrosio Ceniza emanaba una energía siniestra. Por eso en cuanto llegó aFire<strong>la</strong>nd fue respetado por <strong>la</strong> plebe sin siquiera hab<strong>la</strong>r una so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra;bastaba con su mirada misteriosa <strong>de</strong> hombre muerto. Ambrosio Ceniza habíallegado por el <strong>De</strong>sierto <strong>de</strong> Sonora, sin agua. Todos lo supieron sólo converlo porque en ese campo, cual más, cual menos, se habían topado con el<strong>de</strong>sierto para llegar a Gringuía.Durante el verano, Fire<strong>la</strong>nd se convierte en estufa <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>monio, y lostrabajadores en leña. Ambrosio Ceniza llegó en una tar<strong>de</strong> que se ibaachicharrada. Se <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> espaldas en <strong>la</strong> tierra con los brazos en cruzy no <strong>de</strong>spertó hasta otro día. Los <strong>de</strong>más mojados se miraron entre sí sinhacer el menor comentario.Los extensos campos agríco<strong>la</strong>s que ro<strong>de</strong>an Fire<strong>la</strong>nd y se extien<strong>de</strong>n al ValleImperial están prácticamente pegados a <strong>la</strong> <strong>frontera</strong>, muy vigi<strong>la</strong>dos por losbor<strong>de</strong>r patrols, no obstante están saturados <strong>de</strong> espaldas mojadas. <strong>De</strong> otromodo se per<strong>de</strong>rían cosechas y los agricultores tendrían que pagar sueldosaltos, subirían <strong>la</strong>s legumbres y <strong>de</strong>más productos <strong><strong>de</strong>l</strong> campo a precios muyelevados y tendrían más éxito los huelguistas.Ambrosio Ceniza se instaló al aire libre, al pie <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor, como suscompañeros. Vivían a <strong>la</strong> sombra <strong>de</strong> tres fresnos alineados. Preferían losárboles a entrar a aquel<strong>la</strong>s casuchas tan reducidas y calientes, ya viejasy construidas <strong>de</strong> una ma<strong>de</strong>ra tan corriente que no ofrecían mayorprotección. Al fin que a un <strong>la</strong>do corría un canal con agua <strong><strong>de</strong>l</strong> Colorado y acuyo amparo se habían criado aquellos fresnos que les daban consuelo,aunque a <strong>de</strong>cir verdad eran sombras perforadas, porque <strong>la</strong>s hojas sequemaban con los lengüetazos <strong>de</strong> lumbre a que estaban expuestas. La brigadaa don<strong>de</strong> se allegó Ambrosio Ceniza constaba <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 30 mojados. Empezabana trabajar a <strong>la</strong>s tres <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana y paraban a <strong>la</strong> una <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> porquepara entonces ya <strong>la</strong> temperatura fluctuaba entre 120 grados hasta llegar a125 o más. A esas horas empezaban a caer los inso<strong>la</strong>dos con <strong>la</strong>s entrañaschamuscadas, los que seguían vivos quedaban «picados» pero a otros no lesquedaba aliento para contar el percance a nadie más.Otro día cuando los espaldas mojadas volvieron <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor vieron que elhombre seguía <strong>de</strong> espaldas, algunos se inclinaron a percibir su aliento,pues, su aspecto era cabalmente el <strong>de</strong> un muerto. Siguió así por unashoras. Lo <strong>de</strong>spertaron <strong>la</strong>s voces y se puso <strong>de</strong> pie dispuesto a bañarse en el


que colocó a un <strong>la</strong>do sobre el césped. Extrajo también una bolsa gran<strong><strong>de</strong>l</strong>lena <strong>de</strong> pan, luego cuatro recipientes <strong>de</strong> cartón encerado, <strong>de</strong> los cualesdos contenían leche y los otros jugo <strong>de</strong> naranja, en cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mediogalón, cada uno. Empezó su hab<strong>la</strong>ntinería:-Aitá <strong>la</strong> chinga<strong>de</strong>ra, pues, fíjense cabrones ontán ora, aquí hay hasta pa'tirar pa'rriba.Seguido, a modo <strong>de</strong> ritual arrojó al aire medio galón <strong>de</strong> leche y medio <strong>de</strong>jugo. Sus compañeros miraban azorados. Ambrosio Ceniza se había quitado <strong>la</strong>camisa y entre tanto hueso resaltaba su enorme cuchillo.-Toa <strong>la</strong> pinchi vía me le pasao con unambre <strong><strong>de</strong>l</strong> carajo. No miacuerdo diúnsolo día en que no haiga tenío hambre, por ejo, cuando supe quiaquí come<strong>la</strong> gente, pos, yo dije voy pallá a como dé lugar, y me vine en chinga,chingao. Los zopilotes como que me querían comer, pero, pos, cuál ganas,<strong>de</strong> verme asina. ¡Aquí toy ya!, ¡chingao!Ambrosio Ceniza <strong>de</strong>senvainó su cuchillo y lo hundió con furia en el trozo<strong>de</strong> jamón, le arrancó una cuarta parte que empezó a mor<strong>de</strong>r mirando conrecelo en su <strong>de</strong>rredor. Al principio comió como un perro, apurado yahogándose. <strong>De</strong>spués con más calma alternaba los mordiscones con tragos <strong><strong>de</strong>l</strong>eche y bocados <strong>de</strong> pan. Comío durante el día entero, cuando no tragabasoltaba <strong>la</strong> lengua. Su voz sonaba iracunda, a tiempo que hab<strong>la</strong>ba daba pasosentre sus compañeros con el cuchillo en <strong>la</strong> mano <strong>de</strong>recha y el trozo <strong>de</strong>carne en <strong>la</strong> izquierda.-Vi morir a mis padres y a mis hermanos. Quesque 'taban malos. Qué malosiban astar; <strong>de</strong> pura hambre se murieron, pal caso, con cualquier catarrocaiban y hasta nunca. En mi pueblo ya nai<strong>de</strong>n siacuerda qué quiere <strong>de</strong>circomer. ¡Ah!, pero aitán los caciques y los políticos; esos cabrones comenpor todos. No se les cai <strong>la</strong> Revolución <strong><strong>de</strong>l</strong> hocico. Quesque semos libres yricos con mucho petrolio y p<strong>la</strong>ta y quién sabe qué más, ¡chingao! Los <strong><strong>de</strong>l</strong>banco ejidal y los comisarios acabándonos diamo<strong>la</strong>r, ¡chingao!Ambrosio Ceniza sacó una gallina frita <strong><strong>de</strong>l</strong> icebox, <strong>la</strong> puso contra <strong>la</strong>horqueta <strong><strong>de</strong>l</strong> árbol, impulsó el brazo con vuelo y le sumió el cuchillo enel pecho, <strong>la</strong> rasgó hacia el pescuezo, luego hacia abajo partiéndo<strong>la</strong> <strong>de</strong> enmedio contra el trasero. Todavía le asestó dos cuchil<strong>la</strong>das para arrancarlelos perniles. Juntó <strong>la</strong>s piezas, <strong>la</strong>s puso sobre su aparato hielero y siguiócomiendo.-Mi anduve unos años como perro sin dueño, trabajando por una baba, <strong>de</strong> so<strong>la</strong> sol, ¡chingao! Cuando me daban trabajo, me lo daban como limosna, porquehasteso tienen; se los tiene uno quiagra<strong>de</strong>cer como si jueran santos a lospapases <strong>de</strong> uno. Te tienes que agachar y bai<strong>la</strong>rles l'agua. Luego, pos, medieron ganas <strong>de</strong> casarme, una porque me gustó mucho una prieta, otra porqueyo quería tener mi jacal y, pos, porque el hombre <strong>de</strong>be <strong>de</strong> casarse pa' noandar <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>la</strong>s gallinas y otros animales. Luego, luego cuajé unchamaco. Estábamos recontentos yo y <strong>la</strong> vieja, a risa y risa por cualquierbabosada. Pero ¡chingao! con lo qui ganaba nunca engañamos <strong>la</strong>s tripas.Total que nos nació un chamaco que no cabía en <strong>la</strong> mano, f<strong>la</strong>co y muy feo,que ni parecía gente, y ahí ando a busque y busque <strong>la</strong> papa, hasta mecarranciaba cosas pa' mantenerlo. ¡Chingao!, cómo quería a ese chilpayate.No, pos, se nos peló <strong>de</strong> cinco meses. Ahí taba <strong>la</strong> vieja a chille y chille yyo amarrándome un huevo pa' no reventar <strong>de</strong> tanta tristeza. No, pos, que yavenía el otro. Me maté llevándole comida a <strong>la</strong> vieja, que si esto y que si


l'otro, quelites, nopales y todo lo que podía a como juera. ¿Pa' qué? Alore parir se me murieron los dos; quesque el<strong>la</strong> se había <strong>de</strong>shidratado,¡chingao! Todavía así duré unos meses en el pueblo sin más familia quelcementerio. ¡Jodido! ¡Que rebuén queso hacen los gringos! Salí pa'cáporque ya no aguanté <strong>la</strong> bur<strong>la</strong>. Iba a llegar un político chingón, <strong>de</strong> esosqui hab<strong>la</strong>n muy bonito y en media hora arreg<strong>la</strong>n los problemas <strong>de</strong> todos con<strong>la</strong> pura lengua. No, posque los <strong>la</strong>mbiones empezaron a pintar todas <strong>la</strong>spiedras con el nombre <strong>de</strong> ese amigo. ¡Todas! todas <strong>la</strong>s piedras, pa' on<strong>de</strong>quiera que miraba uno, al taba el nombre <strong><strong>de</strong>l</strong> político. A luego, noconformes, se pusieron a rasurar los cerros pa' pintar el nombre <strong><strong>de</strong>l</strong>fregón don<strong>de</strong> quiera, ¡<strong>de</strong>sgraciado! Hasta eso que era lo único que no nosquitaban, el paisaje <strong>de</strong> mi pueblo, nos lo <strong>de</strong>jaron hecho un solo <strong>de</strong>smadre.A luego subió el fregón al po<strong>de</strong>r, se sentó en todo lo que pudo, mandó aldiablo todo lo que prometió, le dio en <strong>la</strong> madre al que se puso perro, ynosotros... lo <strong>de</strong> siempre, en <strong>la</strong>s mesmas. Bueno ¿y estas malditaspelotitas ver<strong>de</strong>s, que serán? Son aceitunas. Yo creiba que eran duraznitos.Pa esto que llegó un compadre al pueblo <strong>de</strong> güelta <strong>de</strong> los Estados Unidos.Cuando se emborrachaba hab<strong>la</strong>ba inglés y arremedaba a los gringos, pero ibagordo y todos empezaron a <strong>de</strong>cir qui allá el más pe<strong>la</strong>o come mejor quecualquier pinchi rico <strong>de</strong> México, y hay vengo en chinga, y aquí 'toy, pues,tragando suelto. Pal otro domingo gua comprar pasteles y nieve <strong>de</strong> todossabores porque tengo muchas ganas <strong>de</strong> comer nieve y pasteles.La digestión pesada y <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> con su cielo <strong>de</strong> fuego se combinaron paraponer a dormir a Ambrosio Ceniza. Se durmió con una pechuga a medias entrelos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> una mano y en <strong>la</strong> otra sujetando el cuchillo. Tan esquelético,parecía un muerto roncando a todo vapor. Los hombres se retiraron <strong><strong>de</strong>l</strong>dormido para comentar aquel suceso tan absurdo y para huir <strong><strong>de</strong>l</strong> revuelo <strong>de</strong>tanta mosca ansiosa <strong>de</strong> atragantarse, amén <strong>de</strong> <strong>la</strong> procesión interminable <strong>de</strong>hormigas pequeñas que se aprestaban a proveerse <strong>de</strong> <strong>la</strong> comida diseminadapor el hambriento.Todos, cual más, cual menos, se dieron cuenta cabal <strong><strong>de</strong>l</strong> proce<strong>de</strong>r taninusitado <strong>de</strong> Ambrosio. No se comentó a voz en cuello, pero en murmullossí. Si acaso, el único comentario un tanto agudo lo hizo un hombre pequeño<strong>de</strong> color terroso que había nacido con anteojos oscuros. Pos sí, dice <strong>la</strong>verdá, el pobre loco ése. A nosotros nos lleva <strong>la</strong> retostada dihambre, peroqué tal los ricos: pa ellos nu hay ley. Pue<strong>de</strong>n robar y matar si quieren, y<strong>de</strong> paso limpiarse con <strong>la</strong> constitución. Qué nuevas, contestó TachoRodríguez a tiempo que borroneaba mochomos con los <strong>de</strong>dos gordos <strong>de</strong> lospies. Naces pobre y te amo<strong>la</strong>stes, pior si naces prieto, ora que si nacescampesino, pos, ni qué averiguar, te jodistes. El prieto Salomón movió <strong>la</strong>cabeza. Déjalos, si no <strong>la</strong> pagan ellos, <strong>la</strong> pagarán sus hijos, o sus nietos,<strong>de</strong> perdida.Eran <strong>la</strong>s diez <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana, Mister Jimmy apoyaba <strong>la</strong> mano sobre <strong>la</strong> espalda<strong><strong>de</strong>l</strong> capataz Eddy Pérez, y sus ojos sobre <strong>la</strong>s espaldas <strong>de</strong> aquellos queavanzaban <strong>de</strong>capitando sandías, convertidos en cuadrúpedos. Cómo quería alos mexicanos, Mister Jimmy junior, y cómo los admiraba a<strong>de</strong>más, portrabajadores y humil<strong>de</strong>s. Cuando lo miraban cerca, le sonreían con timi<strong>de</strong>z<strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus máscaras <strong>de</strong> polvo y sudor, y en a<strong>la</strong>r<strong>de</strong> <strong>de</strong> energías seapresuraban todavía más, para dar un rendimiento sobrehumano. Eddy Pérez,


por su parte, les había hecho ac<strong>la</strong>raciones:-Órale batos, qui tamos pa danos en <strong>la</strong> madre, pónganle al jale y ebriborijepi, sino achar piojos potro <strong>la</strong>o. Ta güeno, pistellen agua, pero nuaganve<strong>de</strong>ra más que pura madre, ¿okey?, ¡okey!Jimmy junior notó que Ambrosio Ceniza, el hombre que se c<strong>la</strong>vaba en <strong>la</strong><strong>la</strong>bor sin beber agua ni levantar <strong>la</strong> cabeza, había ido a beber dos veces enmenos <strong>de</strong> media hora. En tono con<strong>de</strong>scendiente, casi cariñoso, comentó:-Yo pienso que Ambrosio toma cerveza durante <strong>la</strong> noche. Don't you think so?Eddy le respondió con una mirada oblicua que pudo leerse, «Ya arreg<strong>la</strong>ré yoa ese vato».Por espacio <strong>de</strong> varios días, Ambrosio Ceniza <strong>de</strong>dicó <strong>la</strong>s tar<strong>de</strong>s a comer conferoz <strong>de</strong>sesperación. Por más que tragaba y tragaba, tratando <strong>de</strong> contentarel hambre <strong>de</strong> sus ancestros, lo que engullía no le hacía mayor bulto, sinembargo, se le aflojó <strong>la</strong> piel <strong>de</strong> los cachetes y se le corrió en bolsas amodo <strong>de</strong> ronchas. Durante <strong>la</strong>s horas <strong>de</strong> trabajo, se arrastraba AmbrosioCeniza, poseído <strong>de</strong> dolores en todos los huesos e intensa fatiga. A<strong>de</strong>más, acada momento iba tras el agua con <strong>la</strong> lengua seca y se prendía con ganas <strong>de</strong>sorberse los mares todos. Su resistencia se <strong>de</strong>smoronaba a los ojos <strong>de</strong>todos, también a los <strong>de</strong> Mister Jimmy. Éste se acercaba a Eddy Pérez y le<strong>de</strong>cía con voz suave, sonriente el azul límpido <strong>de</strong> su mirada: Aquel hombreskinny no pue<strong>de</strong> trabajar. Eddy a su vez aprobaba con <strong>la</strong>dino gesto y unamirada dulce con que mimbaba a su patrón.Eddy Pérez dio en afi<strong>la</strong>r su cuchillo <strong>de</strong> palo en <strong>la</strong>s espaldas <strong>de</strong> AmbrosioCeniza, y <strong>de</strong> allí a picotearle los ojos, <strong>la</strong>s costil<strong>la</strong>s, <strong>la</strong> nuca. Hasta queaquel<strong>la</strong> situación hizo crisis para consternación <strong>de</strong> todos aquellos quienesfueron testigos <strong>de</strong> tan extraordinario suceso.Como <strong>de</strong> costumbre, aquel sábado atar<strong>de</strong>cido regresaban los mojados <strong><strong>de</strong>l</strong>supermarket. Al llegar al campo, como era rutina, ro<strong>de</strong>aron a AmbrosioCeniza, para ver un tanto <strong>de</strong> sos<strong>la</strong>yo aquel ritual con que <strong>de</strong>senvolvíaquesos y jamones. En esta ocasión estaban intrigadísimos por un bulto<strong>la</strong>rgo que no sabían que pudiera ser. Eddy Pérez, como era el que lostransportaba, solía quedarse entre los espaldas mojadas por algunosminutos. Ahora estaba a un <strong>la</strong>do <strong><strong>de</strong>l</strong> icebox, junto a Ambrosio Ceniza, conun bote <strong>de</strong> cerveza en <strong>la</strong> mano, <strong>la</strong> vista atenta a los movimientos <strong><strong>de</strong>l</strong>hombre esquelético. Ambrosio Ceniza se quitó <strong>la</strong> camisa, <strong>de</strong> entre <strong>la</strong>scostil<strong>la</strong>s <strong>de</strong>senfundó el cuchillo a tiempo que escupía un horrendo,¡chingada madre! Quien más, quien menos, se quedaron conge<strong>la</strong>dos con elgrito <strong>de</strong> Eddy Pérez, cuando Ambrosio Ceniza hundió el cuchillo en el bultoy <strong>de</strong>sgarró el forro. La cuchil<strong>la</strong>da <strong>de</strong>scubrió un hacha <strong>de</strong> un hierrodisfrazado <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta. Empuñando el mango con suma agilidad mandó Ambrosioun tremendo hachazo. Sintió que se le hundiría en el cuello, cada uno <strong><strong>de</strong>l</strong>os mirones. El hachazo <strong>de</strong>scargó sobre <strong>la</strong> caja <strong>de</strong> hielo. Ambrosio Cenizasiguió golpeando su icebox con tanta rabia que no tardó en hacer<strong>la</strong> trizas.Seguido empezó a tirar comida a dos manos. Ya vo<strong>la</strong>ba un embutido, ya unagallina frita, todo lo <strong>de</strong>sparramaba. Por unos segundos permaneció estáticocon los brazos caídos, seguido habló con los dientes apretados y <strong>la</strong> vozronca:-Con questa es <strong>la</strong> tierra <strong>de</strong> <strong>la</strong> justicia, ¿eh? El mismo pinchi cuentoeterno, darse en <strong>la</strong> madre pa otros cabrones, como el Mister Jimmy ése.


Comida pal que trabaja... sí, pero pa' que se joda como animal. Ya me<strong>la</strong>rgo, pues, pa mi pueblo, a comer aire o tierra... cerca <strong>de</strong> mis muertos.Ambrosio Ceniza se fue caminando por don<strong>de</strong> había llegado, al filo <strong><strong>de</strong>l</strong>crepúsculo se lo hartaba <strong>la</strong> noche. No tardaría en medir su arrojo con el<strong>de</strong>sierto inmisericor<strong>de</strong>. No volvía solo, lo acompañaban los ojos pelones <strong>de</strong>sus compañeros caídos en el sopor <strong>de</strong> <strong>la</strong> tristeza. Lo acompañaba también,el pensamiento y <strong>la</strong> nostalgia <strong>de</strong> muchos hombres expatriados por <strong>la</strong><strong>de</strong>sesperación <strong><strong>de</strong>l</strong> hambre.HuachuseyTimoteo no era tan pobre, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, era dueño <strong>de</strong> un burro. Elesqueleto <strong><strong>de</strong>l</strong> burro <strong>de</strong> Timoteo no era secreto para nadie. Aquel anima<strong>la</strong>nalfabeto parecía radiografía. Quién iba a pensar que Timoteo saldría <strong>de</strong>su pueblo mexicano, Las Ánimas, y que en ese burro f<strong>la</strong>co se pasearía portodos los Estados Unidos. Así fue. Un día amaneció con <strong>la</strong> ventolera y sinmás ni más agarró camino y se fue. Antes le dijo a su burro: «Anda, vamos,tú y yo tenemos mucho que conocer».Primero llegó a un pueblo <strong>de</strong> nombre Tucsón. Quiso saber <strong>de</strong> quién era unhotel muy alto y muy bonito. Para luego le preguntó a un güero:-¿<strong>De</strong> quién es este changarro, oiga?-What'd you say?-¡Ah! <strong>de</strong> modo que este hotel es <strong>de</strong> Huachusey. Qué hombre tan rico <strong>de</strong>be <strong>de</strong>ser ¡caramba!En Los Ángeles entró con todo y burro a Disney<strong>la</strong>nd. Tanto gozó <strong>de</strong> ver <strong>la</strong>smaravil<strong>la</strong>s que vio, que abrazó a su burro y <strong>de</strong> paso a una joven p<strong>la</strong>tinadaque estaba a su <strong>la</strong>do.-¿A poco también esto es <strong>de</strong> Huachusey?-What'd you say?- respondió <strong>la</strong> mujer.-Luego, dije, con seguridad que esto es <strong>de</strong> Huachusey. ¡Qué rico es!Timoteo entró a San Francisco montado en su burro f<strong>la</strong>co. Cuando iba sobreel puente Gol<strong>de</strong>n Gate, como había mucha neblina, creyó que era puenteentre <strong>la</strong> tierra y el cielo. Asombrado preguntó por el dueño. Una muchachamás rubia que el trigo maduro, <strong>de</strong> ojos gran<strong>de</strong>s y muy azules, lo miróextrañada con una sonrisa amable y a su vez le preguntó:-What'd you say?-Qué hombre tan po<strong>de</strong>roso es Huachusey, todo es <strong>de</strong> él.Así dijo Timoteo, y siguió en su burro rumbo a Nueva York. Cuando llegó aNueva York preguntó que si <strong>de</strong> quién era un edificio muy, muy alto, que sel<strong>la</strong>ma Empire State. Un viejo sordo, con perfil <strong>de</strong> gavilán, poniéndose unacorneta en <strong>la</strong> oreja le gritó:-What'd you say?-Diablo <strong>de</strong> gringo tan reterrico, pos también esto es <strong>de</strong> él. ¡Qué va! nocabe duda que es muy rico, Huachusey.En un pueblo que se l<strong>la</strong>ma Boston, le dieron ropa y comida a media p<strong>la</strong>za.Timoteo le preguntó a uno <strong>de</strong> los que repartían cosas a mucha gente pobre,que si quién era el que daba.-What'd you say?


-¡Ah! con que es él; ya era hora que diera algo, tiene tanto, tanto,tanto. Qué bueno que es generoso Huachusey. Dios le dé más.<strong>De</strong> cada cosa que le l<strong>la</strong>maba <strong>la</strong> atención, preguntaba Timoteo por el dueño,y todos le contestaban igual: Huachusey.Las <strong>la</strong>rgas caminatas iban haciendo más y más f<strong>la</strong>co al burro <strong>de</strong> Timoteo. Sise le hubiera caído el cuero, habría quedado en los puros huesos. Un día,Timoteo le dijo a su burro: «Vámonos, mi f<strong>la</strong>cucho, a nuestro pueblo LasÁnimas, ya tenemos mucho que p<strong>la</strong>ticar».Al cruzar por un pueblo muy gran<strong>de</strong> que se l<strong>la</strong>ma Chicago, Timoteo notó unrevuelo <strong>de</strong> mucha gente. Se acercó y vio a mujeres y a hombres llorando muyafligidos. En <strong>la</strong> calle yacían muertos a ba<strong>la</strong>zos muchachos y muchachas quesangraban. Timoteo le preguntó a un policía que parecía estatua <strong>de</strong>concreto, que si quién los había matado.-What'd you say? -dijo el guardián.-Qué raro -pensó Timoteo- tan rico este hombre y anda <strong>de</strong> matón. Si no loviera no lo creería. A unos les da y a otros los mata. Huachusey...Por tanto trajín y <strong>de</strong>svelos, Timoteo se tornó preocupado y sombrío.Huachusey se le había convertido en un dilema, que por más y más quemeditaba no podía compren<strong>de</strong>r. «Qué raro hombre es este Huachusey: rico,generoso y a veces cruel...».<strong>De</strong>spués <strong>de</strong> muchos días <strong>de</strong> caminar, pasaba Timoteo por un pueblo l<strong>la</strong>madoSan Antonio, rumbo a Las Ánimas. A su burro ya no le quedaba cuero y se lehabía acabado <strong>la</strong> carne. Timoteo volvía montado en un esqueleto. Fue allíen San Antonio, don<strong>de</strong> Timoteo se topó con un funeral don<strong>de</strong> marchaban enprocesión gentes <strong>de</strong> todos lugares y <strong>de</strong> todos los tiempos. Oía cánticos yrezos y el l<strong>la</strong>nto apagado que <strong>la</strong>s pisadas le arrancan a <strong>la</strong> tierra, camino<strong><strong>de</strong>l</strong> cementerio.Timoteo vio que iba hacia él una mujer alta y <strong>de</strong>scarnada que pisaba másarriba <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra y se cubría con velo <strong>de</strong> te<strong>la</strong>raña.-¿Sabes quién murió?- le preguntó a <strong>la</strong> mujer, y antes <strong>de</strong> que el<strong>la</strong> hab<strong>la</strong>ra,Timoteo agregó- es él, Huachusey. <strong>De</strong>spertó sonriendo y haciendo p<strong>la</strong>nes. Lehabían llevado un gran <strong>de</strong>sayuno a <strong>la</strong> cama. Quiso <strong>de</strong>cir algo y se le quedóentre los dientes una pa<strong>la</strong>bra conge<strong>la</strong>da. Ya Huachusey, duerme, duerme, tumañana será ayer.Timoteo abrió los brazos en cruz y rezó, los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas.Luego enfiló rumbo a su pueblo, sin darse cuenta que recién se lo habíanborrado <strong><strong>de</strong>l</strong> mapa.Han pasado muchos años y todavía se recuerda esta historia a través <strong>de</strong> lospueblos <strong>de</strong> Aztlán. Hay quienes <strong>la</strong> cuentan en versos que oyeron <strong>de</strong> susabuelos:Cruzando bosques y pueblospor allá va un mexicanotrota que trota en su burro f<strong>la</strong>cose ríe <strong>de</strong> los <strong>de</strong>siertosy no le importa el invierno.¿Y <strong>de</strong> quién es ese hotel?


Amigo, es <strong>de</strong> Huachusey¿<strong>De</strong> quién los caminos pavimentados?Pos son <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo pe<strong>la</strong>o el mentado Huachusey¡Ah, qué rico <strong>de</strong>be ser!Es dueño <strong>de</strong> Disney<strong>la</strong>nd.Oiga, el puente ese <strong>de</strong> quién es,Pos diga a cuál puente pues.El que cruza aquel chamaco¿Ud. dice el Gol<strong>de</strong>n Gate?Pos <strong>de</strong> quién <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> sersino <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo gabachoal que nombran Huachusey.¿Y <strong>de</strong> quién son estos camposque cruzan estos caminos?Son <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo dueño, amigo¡Ay, qué rico es ese gringo!Por allá va el mexicanocruzando por Nueva York.Que no se me raje el burroquiero ver a ese señor.Todos los barcos son <strong>de</strong> ély también los aerop<strong>la</strong>nostiene tiendas y cantinasy muchos miles <strong>de</strong> carros.¡Ah, qué hombre ese Huachuseytan rico y tan afamado!Ya me voy para mi tierratengo hambre y estoy cansadoya me duelen mis tripitas.¡Ay qué rico americano!Paloma <strong>de</strong> <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s negraspos qué es aquello que veo.Están enterrando a un hombreallá en aquel cementerio.


¡Ay cómo lloran por él!Si quieres saber su nombre se l<strong>la</strong>maba Huachusey.Río SantacruzLa Prensa, el cuarto po<strong>de</strong>r, lo apoda con un <strong>de</strong>jo humorístico, más bur<strong>la</strong>que otra cosa, «El río Renegado», sí, el río espalda mojada, el ríoilegal, porque al a<strong>de</strong>ntrarse a los EE. UU. <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Nogales, Sonora, nomuestra documentos que lo ameriten legalmente a cruzar <strong>la</strong> <strong>frontera</strong>. Es unrío mexicano que se les mete sin licencia a territorio <strong>de</strong> Estados Unidos.En apariencia, río Santacruz es sólo un tajo que afea el territorio pordon<strong>de</strong> cruza como <strong>la</strong> infame cicatriz que marca el rostro <strong>de</strong> algún violento.No hay fuentes que lo doten <strong><strong>de</strong>l</strong> agua espejeante en que se contemp<strong>la</strong>n losnarcisos, ni a su lecho se allegan lindas doncel<strong>la</strong>s a hume<strong>de</strong>cer susbikinis urgidos <strong><strong>de</strong>l</strong> líquido que refresca. Río Santacruz es un caucearenoso que yace sobre un mundo <strong>de</strong>sértico, si acaso coloreado a intervalospor breves manchones ver<strong>de</strong>s. Los ignorantes lo creen muerto o dormido parasiempre. Sin embargo, <strong>la</strong>te; está vivo; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo hondo se <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>zan suscorrientes. A <strong>la</strong> vera <strong>de</strong> sus márgenes se asientan extensos camposagríco<strong>la</strong>s. Los agricultores perforan pozos y acondicionan en ellos losaparatos <strong>de</strong> bombeo con que substraen el agua vivificadora que transformasus dominios en emporios. Río Santacruz provee, da <strong>vida</strong> y soli<strong>de</strong>z a <strong>la</strong>producción agríco<strong>la</strong> regional.Otros rezagados, espaldas mojadas, ilegales, también contribuyen a irrigartales campos con el río <strong>de</strong> sudor que producen sus cuerpos extenuados por<strong>la</strong> ardua <strong>la</strong>bor cotidiana y <strong>la</strong> <strong>de</strong>shidratación constante. Son ríos ambos,renegados, en apariencia secos y que no obstante rebozan sandías, melones,lechugas, algodonales, maíz, etc., hasta quedar ellos chupados comobagazos. Riegan con sus corrientes profundas, que no muestran a <strong>la</strong>superficie porque salen <strong>de</strong> lo más profundo <strong>de</strong> sus veneros.Llegan a pasar años sin que río Santacruz dé razón <strong>de</strong> su presencia. Cuandoaparece <strong>de</strong> mera casualidad, <strong>de</strong>sbordante, avasal<strong>la</strong>dor, y es mal<strong>de</strong>cido portantos, los viejos peones chicanos, rubios los bigotes por <strong>la</strong> nicotina,comentan con voz pausada, «Río Santacruz está rec<strong>la</strong>mando lo que lepertenece».Sobre estos parajes que ambientan a río Santacruz confluyen tantasdimensiones. Sin aunarse, se entrecruzan. En un mismo lugar a un mismotiempo se suce<strong>de</strong>n estadios que convergen y no obstante distan como <strong>de</strong> unoa otro universo. Paralelo a Santacruz, tien<strong>de</strong> su pista una supercarretera,amplia y recta. Sobre <strong>la</strong> pista se tien<strong>de</strong> un tráfico interminable <strong>de</strong> autosque anu<strong>la</strong>n, con su velocidad y confort, el rigor <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>sierto y <strong>la</strong> amenazamortal <strong>de</strong> un sol que requema con su fuego. Terrible fuego que <strong>de</strong>scarna a<strong>la</strong>s liebres y <strong>la</strong>s vuelve chistosas, con sus brinquitos <strong>de</strong> niños espinados,orejas que se antojan a<strong>la</strong>s, y ojos que resaltan como pelotas <strong>de</strong> golf. <strong>De</strong>lgolf que practican en cotos alfombrados <strong>de</strong> césped los habitantes pudientes<strong>de</strong> <strong>la</strong>s colonias que <strong>de</strong> trecho en trecho bor<strong>de</strong>an el tajo seco <strong>de</strong> río


Santacruz. Río Santacruz, reducido a sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> perros y coyotes que seandan con <strong>la</strong> cabeza gacha, medio encandi<strong>la</strong>dos por <strong>la</strong> reverberación,confusos y sedientos como políticos en <strong>de</strong>sgracia. <strong>De</strong>sgracia <strong>de</strong> peonesmexicanos que pulu<strong>la</strong>n con azadas, pa<strong>la</strong>s y sobre tractores a lo ancho <strong><strong>de</strong>l</strong>os campos que aumentan <strong>la</strong>s vegas <strong><strong>de</strong>l</strong> Santacruz. Centenares <strong>de</strong> peones quepagan tributo al sol con extenuación y sacrificios, doliéndose entre <strong>la</strong>meditación y el dolor, <strong>de</strong> cara a los crepúsculos dorados, <strong>de</strong> lo que pudohaber sido y quedó sólo en infame vasal<strong>la</strong>je, merced al capricho y <strong>la</strong>crueldad <strong>de</strong> aquellos que se gozan <strong>de</strong> <strong>la</strong> traición. Son renegados y espaldasmojadas que se allegan en éxodo a los EE. UU. en busca <strong>de</strong> <strong>la</strong> proteína quesalvará a los suyos <strong>de</strong> una muerte lenta por el cáncer <strong><strong>de</strong>l</strong> hambre. Son loshuérfanos <strong>de</strong> justicia que se abrazan a una tierra afiebrada con ruegos <strong>de</strong>protección. Por <strong>la</strong> misma morada <strong>de</strong> río Santacruz discurren los bor<strong>de</strong>rpatrols, La Migra. Los reptiles ya curtidos aguantan, pero los tiernos quesalen cuando no hay más sombra que <strong>la</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo sol, dan carreritas y sevoltean <strong>de</strong> lomo, pernean y se quedan ahí con el hociquito abierto. Poraquí los seres viven <strong>la</strong>s sequías intensas, muriéndose. En lugar <strong>de</strong> beberagua, beben aire seco y caliente.A su paso por Tucson, río Santacruz se ha reducido a zanjón, ahondado abase <strong>de</strong> maquinaria. Son los especu<strong>la</strong>dores que andan a <strong>la</strong> greña por robarleterreno para lucrar a sus expensas. En sus antiguos espacios se yerguenhoteles <strong>de</strong> lujo y soberbios rascacielos. Ahí se encuentran y se acomodanricos huéspe<strong>de</strong>s que así <strong>de</strong> paso gozan <strong>de</strong> lujos y <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ceres. Bai<strong>la</strong>n,conversan, conciertan negocios, comen, cogen y cogen <strong>la</strong>s copas rebosantes<strong>de</strong> champaña y beben a p<strong>la</strong>cer. El río Santacruz, natural <strong>de</strong> estos <strong>la</strong>res,sobrevive humil<strong>la</strong>do tildado <strong>de</strong> intruso por amos efímeros que al cabo seránceniza histórica que el tiempo ha <strong>de</strong> barrer sin <strong>de</strong>jar huel<strong>la</strong>.Sobre <strong>la</strong> cauda <strong>de</strong> años que arrastra río Santacruz por los caminoscircu<strong>la</strong>res que el tiempo marca, hay décadas y siglos que van en retrocesohacia el misterio <strong><strong>de</strong>l</strong> olvido que ha ido quedando en los milenios que sevuelven una espiral en reversa. Espiral que succiona toda memoria, allídon<strong>de</strong> lindan los años con añales cuyas cifras para ennumerarlos no cabenen ninguna testa.Todavía un tanto ceñido a Nogales, recrean al Santacruz breves colonias <strong>de</strong>á<strong>la</strong>mos y ramajes nutridos. Seguido se a<strong>de</strong>ntra rumbo a Tucson entresembradíos, p<strong>la</strong>ntaciones <strong>de</strong> nueces y extensos páramos baldíos.Tan nítido y bril<strong>la</strong>nte es el lecho <strong>de</strong> río Santacruz, que más que <strong>de</strong> arenaparece estar alfombrado <strong>de</strong> microsoles. Pero si pones los oídos sobre sucorazón, podrías oír voces y ruidos, como si fuera un caracol queenc<strong>la</strong>ustra murmullos y secretos arcaicos <strong>de</strong> cuando el mundo era un bebé.Se da el caso que, entre Nogales y Tucson, recién se ha formado un pueblo<strong>de</strong> puros viejos, miles <strong>de</strong> viejos retirados con más dinero que unexfuncionario. Aparte <strong><strong>de</strong>l</strong> viejerío acauda<strong>la</strong>do, es rarísimo tropezar con unniño en Green Valley. Ahora que en Tubac y Tumacacori sí hay <strong>de</strong>masiadosbuquis, pueblos éstos que están a un pelo <strong>de</strong> rana <strong>de</strong> <strong>la</strong>s colonias <strong>de</strong>carcamanes. Llegan estos ancianos <strong>de</strong> quién sabe <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> y mandan fincarunos pa<strong>la</strong>cetes <strong>de</strong> cuentos <strong>de</strong> árabes. Se encantan <strong>de</strong> río Santacruz y <strong>de</strong> susmárgenes. Lo ven quieto como si fuera pasivo <strong>de</strong> por <strong>vida</strong>, y adquieren susriberas en propieda<strong>de</strong>s. En esto, que llegan a llegar <strong>la</strong>s nubes presurosas,haciendo un escándalo <strong>de</strong> los mil rocanroleros y en un momento echan agua,


como para reponer <strong>la</strong>s cuotas atrasadas, y todavía más por a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntado.Entonces vuelven a gritarle a río Santacruz, tanto los diarios, <strong>la</strong> tele,<strong>la</strong> radio y <strong>la</strong>s personas callejeras, que es un espalda mojada, un ríorenegado. Los vejetes ricachones se dicen inundados, sin parar en <strong>la</strong>cuenta los incautos, que son ellos los que se han posesionado <strong>de</strong> lo que noles pertenece y que es <strong>de</strong> río Santacruz, signado por natura, nada menos.Lo mismo pasa en Tucson, ciudad bonita que crece y crece. Escarban elcauce <strong>de</strong> río Santacruz hasta sangrarles <strong>la</strong>s mismas tripas. En puntosc<strong>la</strong>ves revisten sus bor<strong>de</strong>s con piedras y cemento. Luego cacaraquean que yalo tienen maniatado. ¡Sí, Chuy, no te vayas a rayar! Le construyen y leconstruyen alre<strong>de</strong>dor; ya nomás falta que le finquen en el mismocontenimiento. No, pues pasa lo que tiene que pasar; les da un llegón elrío y les pega don<strong>de</strong> más les duele. Almacenes, condominios, resi<strong>de</strong>ncias,fábricas, y párale <strong>de</strong> contar, se vienen abajo. Otra vez los insultos,acusaciones, rec<strong>la</strong>mos. Que río renegado, río espalda mojada, dañino,arbitrario, licencioso, intruso extranjero, <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente, asesino, b<strong>la</strong>,b<strong>la</strong>, b<strong>la</strong>.Como <strong>la</strong>s o<strong>la</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> mar, se suce<strong>de</strong>n <strong>la</strong>s tolvaneras, cuyo polvo vasaturándolo todo. Así va extendiéndose en una so<strong>la</strong> voz <strong>la</strong> noticiaescandalosa. ¡Río Santacruz ha vuelto y anda haciendo <strong>de</strong>sgarriate y medio!No sólo está vivo, sino que se ha levantado en rebelión abierta. Como locorabioso arrastra con todo lo que obstruye su paso. Ricos y pobres tiemb<strong>la</strong>nangustiados. Se le persigue enérgicamente, con saña. Por cielo y tierra loacosan <strong>la</strong>s autorida<strong>de</strong>s. La ciudadanía exige su arresto. Hay que doblegar arío Santacruz y aplicarle el castigo que merece. Es necesario reducir susímpetus criminales a un eterno confinamiento. Río renegado, río espaldamojada, bur<strong>la</strong>dor <strong>de</strong> <strong>la</strong>s leyes <strong>de</strong> países ajenos a su condición <strong>de</strong>extranjero, pernicioso y <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente.Ya lo persiguen con <strong>de</strong>nuedo. Es inútil, no le ajustan ca<strong>de</strong>nas, esposas nigrilletes. No le daña ba<strong>la</strong> ni puñal. Se escurre, se cue<strong>la</strong>, se diluye, seevapora, se filtra, discurre sarcástico, impune. ¡Cómo se carcajeaburlesco! Disminuye ya su caudal. Esperan a que reduzca su volumen, que<strong>de</strong>saparezca su corriente. <strong>De</strong> inmediato le caerán sin darle tiempo a quehuya a guarecerse a su se<strong>de</strong> subterránea. Escudriñarán los rebalses,ramajes, bancos <strong>de</strong> arena suelta, sin parar en que esté el cínico a mediocauce, ya <strong>de</strong> cara al sol a <strong>la</strong>psos, o <strong>de</strong> <strong>la</strong> infinita procesión <strong>de</strong>estrel<strong>la</strong>s, cuando <strong>la</strong> noche es reina.Acaban <strong>de</strong> arrestar a río Santacruz. Atado <strong>de</strong> todas sus extremida<strong>de</strong>s conesposas y ca<strong>de</strong>nas, lo llevan bien preso. Lo aprehendió La Migra, losbor<strong>de</strong>r patrols mentados. Se dice que también <strong>la</strong> Guardia Nacional tomóacción en <strong>la</strong> cacería. Son más <strong>de</strong> cien guardias los que lo conducen. Lucenhermosos con sus rifles nuevecitos, sanos, bien alimentados, pulcros comoel Mister Clean. Tienen <strong>la</strong> sonrisa a flor <strong>de</strong> <strong>la</strong>bio; se tratan entre sí conmucha <strong>de</strong>ferencia. Cuando se dirigen al prisionero lo l<strong>la</strong>man MisterSanacrows, con acento muy gracioso.Ya se amoló río Santacruz, <strong>de</strong> medio a medio. Lo han metido a una celda queno ce<strong>de</strong>ría ni a bombazos atómicos. Mientras que comparece ante lostribunales, <strong>la</strong>s computadoras hacen <strong>de</strong> <strong>la</strong>s suyas: a base <strong>de</strong> números, <strong><strong>de</strong>l</strong>etras y quién sabe cuántas rayas más, lo han fichado con mural<strong>la</strong>s <strong>de</strong>signos.


Eres un <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente, río Santacruz: te <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ramos prisionero <strong>de</strong> los EE.UU. por infringir <strong>la</strong>s leyes <strong>de</strong> migración que rigen bajo su gobierno. Serássentenciado al castigo que amerita tu osadía.A río Santacruz se le acusaba <strong>de</strong> muertes y atropellos. Había arrasado conviviendas y moradores. Erosionaba terrenos cuyos propietarios confiaban enellos como valores susceptibles <strong>de</strong> trocarse en cifras <strong>de</strong> muchos dó<strong>la</strong>res.Se bur<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> algún curioso que se asomara a contemp<strong>la</strong>r su paso,engulléndoselo. En zonas agríco<strong>la</strong>s había hecho <strong>de</strong>smadre y medio, mandandosembradíos al <strong>de</strong>monio sin ningún respeto a <strong>la</strong> privacidad <strong>de</strong> honorablesciudadanos. Cuando su furia llegaba al colmo, echaba a rodar los puentesmonumentales que, a base <strong>de</strong> técnicas avanzadas y materialessuperresistentes, habían construido sapientísimos ingenieros. Todos loscomentarios confluían en los <strong>de</strong>smanes perpetrados por río Santacruz. Losdiarios lo <strong>de</strong>nunciaban con gruesos titu<strong>la</strong>res. La chismografía en boca <strong>de</strong>comadres y <strong>de</strong> mitoteros reconstruía con acentuada exageración <strong>la</strong>s hazañas<strong>de</strong> río Santacruz. Flotaba un p<strong>la</strong>cer morboso que llegaba al clímax <strong>de</strong> <strong>la</strong>excitación cuando en grupos se rego<strong>de</strong>aba <strong>la</strong> chusma en <strong>de</strong>talles trágicos ychuscos sobre el ímpetu inmisericor<strong>de</strong> <strong>de</strong> río Santacruz.Lo más imperdonable es que es un <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente intruso, es un ilegal, unespalda mojada, un mexicano sin <strong>la</strong> <strong>de</strong>bida documentación para entrar a losEE. UU. ¡Río Santacruz es un renegado! Por su pura voluntad arbitrariacruza por los Nogales <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Sonora y se p<strong>la</strong>nta en Gringo<strong>la</strong>ndia, como Juanen su casa. Hay que echarlo, que se le arreste, merece un castigoescarmentador y, a <strong>la</strong> postre, <strong>la</strong> <strong>de</strong>portación bajo <strong>la</strong> consigna estricta <strong>de</strong>que no vuelva ¡nunca jamás!Lo que hizo reventar <strong>la</strong> paciencia <strong>de</strong> <strong>la</strong>s autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> migración y <strong>de</strong>másfue <strong>la</strong> manera en que actuó río Santacruz el día primero <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong>1983. Se pitorreó <strong>de</strong> todo mundo y así nomás, por sus meros calzones, sellevó entre <strong>la</strong>s patas todo lo que topó mal puesto. El saldo: 13 muertos,edificios por valor <strong>de</strong> millones y millones quedaron en <strong>la</strong> ruina. Lo que no<strong>de</strong>rrumbó hasta el <strong>de</strong>smadre, lo <strong>de</strong>jó <strong>de</strong>smejodido. Familias enteras quedaronen <strong>la</strong> vil chil<strong>la</strong>, quienes con una mano <strong>de</strong> bikini y <strong>la</strong> otra <strong>de</strong> sostén,espantados; cuales echando madres a manga tendida, amén <strong>de</strong> los quec<strong>la</strong>maron por justicia con el puño <strong>de</strong>mandante en gesto sacrílego ante Dios,como si fuera Él, Nuestro Señor, cualquier chavalillo pen<strong>de</strong>jo.<strong>De</strong>s<strong>de</strong> Nogales, pasando por Tumacácori, Tubac, Amado, Green Valley, por elmeritito corazón <strong>de</strong> Tucsón, y <strong>de</strong> rama<strong>la</strong>zo por Marrana, quedó el zumbido <strong>de</strong>río Santacruz martirizando los oídos <strong>de</strong> los damnificados. Alfombras ymuebles <strong>de</strong> viejos jubi<strong>la</strong>dos <strong>de</strong> Valle Ver<strong>de</strong>, enlodados hasta <strong>la</strong> madre;éstos, encabronados hasta el dolor <strong>de</strong> hígado e hinchazón <strong><strong>de</strong>l</strong> páncreas.Gozaban hasta mearse en los calzones los mirones hidromaniáticos <strong>de</strong>Tucson. Pingos mariguanos cantaban y ap<strong>la</strong>udían a cada vez que ríoSantacruz arrastraba con almacenes, condominios, simples resi<strong>de</strong>ncias oalgún cristiano sonámbulo. Lloran tristes hasta <strong>la</strong> muerte los que ve<strong>la</strong>n alhermano ahogado; o se duelen <strong>de</strong> pérdidas cuantiosas los que supieron queel azar lo mismo quita que da. Los <strong>de</strong> Marrana un solo l<strong>la</strong>nto, nomás venflotar sus chácharas. El pan <strong>de</strong> cada día se ha perdido <strong>de</strong> vista.¡Yo, el mero mero, or<strong>de</strong>no que me traigan prisionero a río Santacruz parajuzgarlo! ¡Yo, el juez supremo, lo quiero muerto, retratado, <strong>de</strong>preferencia tráiganlo vivito y coleando!


Ya amainó; se fueron <strong>la</strong>s nubes <strong>de</strong> huida; iban riendo como loquitas.Pareció que había llovido a <strong>la</strong> inversa; lucía el cielo recién <strong>la</strong>vado, e<strong>la</strong>zul más nítido, el aire puro y fresco.<strong>De</strong> camiones <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> tenebroso, <strong>de</strong>scendían individuos uniformados <strong>de</strong>ver<strong>de</strong> miedo. Eran centenares; se tomaban <strong>de</strong> <strong>la</strong>s manos y así peinaban elcauce, <strong>la</strong>s márgenes y aún más allá. Tropezaban con <strong>la</strong>s piedras picudas queel agua bronca recién <strong>de</strong>scubre cuando corta a <strong>la</strong> tierra con sus filosascorrientes a modo <strong>de</strong> brusca cesárea. Se dieron <strong>de</strong> mano y hasta <strong>de</strong> trompacontra piedras ahuevadas por el rodar eterno <strong><strong>de</strong>l</strong> tiempo y <strong><strong>de</strong>l</strong> agua. Nada<strong>de</strong>tenía el avance, ni <strong>la</strong>s espinas carniceras <strong>de</strong> los arbustos, ni los<strong>la</strong>tigazos sanguinarios <strong>de</strong> los hierbazales, ni tobosos cornudos, ni víborascolmilludas, ni siquiera los hambrientos lodazales que pretendíanengullirse a los bípedos rabiosos <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> apariencia.No habrá espacio para el <strong>de</strong>scanso, nadie comerá. ¡Que nadie beba hasta notener a río Santacruz enca<strong>de</strong>nado! Al través <strong>de</strong> <strong>la</strong> luz, por entre <strong>la</strong>ssombras, por sobre <strong>la</strong> atmósfera o por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra, daremos con ese<strong>de</strong>monio ¡río Santacruz! ¡Que se ponga en movimiento <strong>la</strong> guardia!¡Aaatención: Migra, no vuelvas al cuartel hasta que traigas prisionero arío Santacruz! ¿Entendido?Lo hal<strong>la</strong>ron al momento en que el vejete Cronos cruzaba espinado conchol<strong>la</strong>s; brincaba en una pata sobre <strong>la</strong>s meras diez <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana. Estaba enun recodo sito entre Tubac y Tumacácori. Dormía encuerado sobre un banco<strong>de</strong> arena, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> gran variedad <strong>de</strong> arbustos: romeríos, cardos,mezquites tiernos, ramas y cosas raras <strong>de</strong> <strong>la</strong>s que el agua arrastra. <strong>De</strong> tanmimetizado como estaba con su piel <strong>de</strong> creciente, sus barbas <strong>de</strong> raíces, susdientes <strong>de</strong> arena, su humanidad fluida, no fue reconocido <strong>de</strong> inmediato. Yalo peinaban sin verlo, cuando en esto, un guardia se topó con él y, atiempo que caía <strong>de</strong> narices, gritó: ¡Aquí está el cabrón, án<strong>de</strong>nse contiento!Reposaba río Santacruz el p<strong>la</strong>cer <strong>de</strong> los sueños en el sueño, <strong>de</strong> espaldas,con los brazos y piernas extendidos. <strong>De</strong> almohada le servía una tortugasolícita; a modo <strong>de</strong> colchón una alfombra <strong>de</strong> sapos sustentaba su físico.Entre el <strong>la</strong>rgo cabello, <strong>la</strong>s barbas, los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies, el vello <strong><strong>de</strong>l</strong>pubis y <strong>de</strong> los sobacos, circundaban viboril<strong>la</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> grosor <strong>de</strong> los mismospelos. Una <strong>de</strong>cena <strong>de</strong> pájaros <strong>de</strong> patas y picos extra<strong>la</strong>rgos, <strong>de</strong> los l<strong>la</strong>madostildillos, le pizcaban semil<strong>la</strong>s y parásitos <strong>de</strong> entre <strong>la</strong> cabellera, <strong>la</strong>sorejas, <strong>la</strong>s arcas, los pies, el ombligo; también le revolvían lostestículos a caza <strong>de</strong> insectos. No obstante, río Santacruz sonreía. Ampliosparéntesis <strong><strong>de</strong>l</strong>imitaban <strong>la</strong> sonrisa en su rostro, en una expansión plena <strong>de</strong>sensualidad y picardía. Al fin lo enca<strong>de</strong>naron. <strong>De</strong>spertó sonriendo. RíoSantacruz, en nombre <strong><strong>de</strong>l</strong> supremo gobierno <strong>de</strong> los EE. UU., te <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ramospreso.Ya está en el banquillo <strong>de</strong> los acusados río Santacruz. El juez, Your HonorMister Constitution, lo observa, mientras el abogado acusador lee uncatálogo <strong>de</strong> crímenes adjudicados al reo <strong>de</strong> faz <strong>de</strong> piedra <strong>la</strong>ja con pelos.El re<strong>la</strong>mpagueo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s luces <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cámaras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los ángulos,ametral<strong>la</strong> a río Santacruz. Lo han vestido <strong>de</strong> calzones p<strong>la</strong>yeros, sandaliasy camisa multicolor <strong>de</strong> mangas cortas; lo corona una gorra mínima a guisa<strong>de</strong> barquichuelo.Que hable tu abogado <strong>de</strong>fensor, río Santacruz, sugiere:


- Your Honor Mister Constitution. Me <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>ré yo solo; no necesitovejigas para flotar. Que se vayan los leguleyos a hacer leña al monte.<strong>De</strong>sembucha ya, viejo juez, a ver, dime, pues, ¿qué te pica?Por todas tus tropelías, abusos y <strong>de</strong>smanes, por ser extranjero vio<strong>la</strong>dor <strong>de</strong>nuestras leyes, por soberbio, grosero y reincidir en tu criminal empeño,te con<strong>de</strong>no a mil años <strong>de</strong> prisión, con <strong>de</strong>recho a ape<strong>la</strong>ción por libertadcondicionada hasta los 999 años <strong>de</strong> encierro.Río Santacruz se convulsiona hasta <strong>la</strong>s lágrimas. Coinci<strong>de</strong>n en su gesto <strong>la</strong>risa y el l<strong>la</strong>nto. Trema <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> entera.-Yo, río Santacruz, no conozco más leyes que <strong>la</strong>s <strong>de</strong> mis abuelos, LosTiempos. Nací bajo <strong>la</strong> voluntad <strong><strong>de</strong>l</strong> Supremo, sin límites que obstruyeran mipaso. Los auténticos <strong>de</strong>rechos humanos y leyes naturales verda<strong>de</strong>ras novedan el aire, ni el espacio, ni los alimentos, a <strong>la</strong>s criaturas que viveny <strong>de</strong>ambu<strong>la</strong>n por <strong>la</strong> faz <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra. Las leyes con que uste<strong>de</strong>s me con<strong>de</strong>nanpor espalda mojada, son leyes muy crueles, sin más razón que <strong>la</strong> sinrazón<strong>de</strong> <strong>la</strong> fuerza y los caprichos arbitrarios <strong>de</strong> los que ignoran a Dios y a <strong>la</strong>naturaleza. Me dicen que invado propieda<strong>de</strong>s ajenas. Yo sólo rec<strong>la</strong>mo lo queme pertenece, pues, que mis cauces zigzaguean <strong>de</strong> uno al otro <strong>la</strong>do. Quenadie ve<strong>de</strong> mis corrientes, ni trace a<strong>la</strong>mbradas en lo que son mis rumbosnaturales. Por mí florece <strong>la</strong> agricultura y come mucha gente; no mato,muere en mis aguas el impru<strong>de</strong>nte. En verdad he sido yo el progreso <strong>de</strong>estas tierras, pero me pagan con prisión y <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cimiento. Vayan ypídanle documentos a los sahuaros, a <strong>la</strong>s choyas, a los ocotillos, coyotes,venados, víboras, y respon<strong>de</strong>rán igual que yo. Soy legítimo morador <strong>de</strong>estas tierras; pongo <strong>de</strong> testimonio al Sol. Por estas tierras se han ceñidomis pasos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muchos años antes <strong>de</strong> que uste<strong>de</strong>s nacieran.Ya encierran a río Santacruz bajo muros <strong>de</strong> piedra y puertas <strong>de</strong> hierro. Loenca<strong>de</strong>nan y vigi<strong>la</strong>n guardias armados con metralletas. <strong>De</strong> pronto, pesasobre <strong>la</strong> atmósfera una humedad que sofoca. Todo mundo traspira hastaempaparse <strong>la</strong> ropa. La gente resuel<strong>la</strong> como los perros, y los perrosrespiran como personas borrachas. Se mojan pisos y documentos. Se <strong>de</strong>s<strong>la</strong>vancabelleras teñidas; escurre el maquil<strong>la</strong>je <strong>de</strong> los rostros. En ojosintrigados, hay a<strong>la</strong>rma y extrañeza. Salen <strong>de</strong> sus cubículos los empleadoscarce<strong>la</strong>rios; se integran corros inquisitivos a media calle; chil<strong>la</strong>n loscláxones <strong>de</strong> los autos <strong>la</strong>s histerias <strong>de</strong> sus dueños. Por sobre <strong>la</strong> férreaconstrucción trascien<strong>de</strong> <strong>de</strong> techos y pare<strong>de</strong>s sólidas una nubecil<strong>la</strong>misteriosa. Cobra figura antes <strong>de</strong> diluirse en el espacio. ¡Río Santacruzse escapa! ¡Se escapaaa!Pese a los centenares <strong>de</strong> guardias que vigi<strong>la</strong>n, aunque pretendan impedir supaso, volverá río Santacruz, porque así lo han dispuesto sus antepasados,sus abuelos milenarios: Los Tiempos.JuanrobadoEn aquel mar <strong>de</strong> naranjas se mueven más <strong>de</strong> cien mexicanos. <strong>De</strong>bajo <strong>de</strong> losárboles improvisan viviendas. Acondicionan cajas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra para guarecerse<strong>de</strong> <strong>la</strong> intemperie. Cuando llueve se resguardan como ratas. Trabajan a suscuerpos como si se tratara <strong>de</strong> máquinas ajenas, hasta <strong>de</strong>jarlos como vil


agazo. Lo hacen para contentar al capataz que los vigi<strong>la</strong>, y merecer asílos billetes que les otorga un tal patrono, <strong>la</strong>na que no hal<strong>la</strong>n en su mismapatria por causas que hasta los gatos comentan. Es leyenda que allí hanmuerto mojados, extenuados por <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor, más que ardua, cruel. También lostuerce el asedio ponzoñoso <strong><strong>de</strong>l</strong> sol, ese sol que recuece hasta lostuétanos. Se dice entre murmullos y alguna pa<strong>la</strong>bra altisonante, sin que sesepa a ciencia cierta, que entre esos surcos, bajo los naranjos, hanparido a sus escuincles algunas mujeres que siguen a sus hombres comosolda<strong>de</strong>ras.Cuando está en fruto el naranjal, saturado <strong>de</strong> múltiples esferas doradas,se ve <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba como un mar <strong>de</strong> oro burbujeante, o quizá como una nochever<strong>de</strong>, muy ver<strong>de</strong>, p<strong>la</strong>gada <strong>de</strong> estrel<strong>la</strong>s anaranjadas.<strong>De</strong>s<strong>de</strong> hace cosa <strong>de</strong> un mes, Juanrobado pizca naranjas. Sus brazos huesudosse mueven certeros. ¡órale, naranjas zanjas, acá mangas y remangas! Sesuce<strong>de</strong>n <strong>la</strong>s cajas llenas <strong>de</strong> jugosos cítricos. Allá andan <strong>la</strong> bo<strong>la</strong> <strong>de</strong>mojarrines encaramados en escaleras. Se retuercen y se estiran comochangos. ¡Pícale, Juanrobado! ¡Malditos cestos! dijo el <strong>de</strong> los canastos.¡Échale maíz al gallo! ¡Llénale el buche <strong>de</strong> grano en grano! ¡Pero, pues,mueve el esqueleto, más, más, más! ¡Ocho horas, diez...!Acá en <strong>la</strong> finiquera se siente el calorcito, pa' que lo sepas. Si se teduerme <strong>la</strong> paloma te vuelves empanada, camarada. Ten cuidado, batogarabato; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que amanece, te pega el sol con el puño cerrado. Lo ves yno tienes otra cosa más que echarle <strong>de</strong> <strong>la</strong> madre. Tú que le entras al jaley el sudor que te chorrea, y entonces sí, es una so<strong>la</strong> exprimi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> <strong>la</strong>retostada. Tuerce <strong>la</strong> camisa fuerte, así para que se medio seque, ora elpañuelo. ¡Oye! ¡oye! no, los pantalones no te quites por respeto a <strong>la</strong>sviejas. Míra<strong>la</strong>s como <strong>de</strong>jan el alma entre los naranjales. Todavía tienenque hacer tortil<strong>la</strong>s y a media noche corretear a <strong>la</strong> cigüeña, como que estánmás amo<strong>la</strong>das <strong>la</strong> rucas. ¿Tú, qué piensas? ¿La migra? No'mbre. ¡Aquí te hacelos mandados y te come los pilones. Dicen que todo esto es <strong><strong>de</strong>l</strong> hermano <strong>de</strong>un coyote gran<strong>de</strong>, con dientes <strong>de</strong> lobo y co<strong>la</strong> <strong>de</strong> perro. Pa' que no se lespierdan algunas cosechas, los batos <strong>de</strong> <strong>la</strong> migra se hacen como que no«huachan», ya tú sábanas, carnal carnaval. Si acaso alguien te ha dichoque pizcar naranjas es jugar al trompo, ¡Chale! Te está vaci<strong>la</strong>ndo esecuate. No vayas a creer que este jale tan gacho es igual que agarrarles<strong>la</strong>s toronjas a <strong>la</strong>s chavas.Juanrobado no tiene pelos en <strong>la</strong> cara. Como buen indio, es <strong>de</strong> naturalprieto, requemado a<strong>de</strong>más por <strong>la</strong> tatema, más f<strong>la</strong>co que una bicicleta. Poreso tiene aires <strong>de</strong> chamaco, pero ya le peina a los treinta. Sobre su grantristeza le hormiguea siempre una sonrisa. Sus compañeros le hacen bromas.A veces se pasan <strong>de</strong> <strong>la</strong> raya, pero él sonríe <strong>de</strong> continuo: «¡Órale!,Juanrobado, ya sé cómo vinites. Como el peso anda flotando y se resba<strong>la</strong> yno vale una tiznada <strong>de</strong> tan liviano, pos, ticites una alfombra <strong>de</strong> billetesy te vinites vo<strong>la</strong>ndo. ¿<strong>De</strong> dón<strong>de</strong> eres, Juanrobado? <strong>De</strong> Santa María Todo elMundo. Dice que es <strong>de</strong> Santa María Todo el Mundo». <strong>De</strong> tar<strong>de</strong> le dantortil<strong>la</strong>s y frijolones graneados. Hay algo que lo hace aparecer más<strong>de</strong>svalido que los otros, no obstante que a todos los ha meado <strong>la</strong> chucha.Un domingo <strong>de</strong> tantos se volvió un <strong>de</strong>smerequetengue entre los naranjos. Sehizo <strong>de</strong> parranda. Con <strong>la</strong> traga<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> cerveza, cantaron los amigos <strong>de</strong> <strong>la</strong>tandaraleo<strong>la</strong> y <strong>de</strong> paso pusieron hasta <strong>la</strong>s manitas a Juanrobado. Cómo lloró


el infeliz huacho. Parecía un <strong>de</strong>sgraciado huérfano recién <strong>de</strong>stetado por <strong>la</strong>ca<strong>la</strong>ca.«¡Cartas, Raza, cartas! ¡Para ti, para ti, al alba! Juanrobado, carta <strong>de</strong>Santa María Todo el Mundo». Leyó pa<strong>la</strong>bra por pa<strong>la</strong>bra juntando <strong>la</strong>s sí<strong>la</strong>bastrabajosamente. Cuando terminó se fue a escon<strong>de</strong>r sus lágrimas.«Al fin sabemos <strong>de</strong> ti Juan. ¡Cómo te extrañamos! Los niños lloran por ti;también yo. Creíamos que te había pasado algo. Con los 50 dó<strong>la</strong>res que nosmandaste compramos tantas cosas. Juan, a Lucita <strong>la</strong> volvió a ver el doctor,dice que no pasará <strong>de</strong> tres meses. Se <strong>la</strong> lleva el mal ese <strong>de</strong> <strong>la</strong> sangre quetú ya sabes, Juan. No hace más que recordarte, insiste en que le traigasuna muñeca rubia con ojos azules que diga, "mamá". En estos días cumpleseis años; sueña en tu llegada. ¡Vente, Juan, venta ya! Vale más tupresencia que todos los dó<strong>la</strong>res <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo. Contigo po<strong>de</strong>mos vivir hasta en<strong>la</strong> más negra <strong>de</strong> <strong>la</strong>s miserias, sin ti no, Juan. Te queremos mucho y teesperamos».Esa noche, el viento y <strong>la</strong>s hojas <strong>de</strong> los naranjos se p<strong>la</strong>ticaron cuentos <strong>de</strong>princesas. Mientras los <strong>de</strong>más yacían extenuados, Juanrobado cabalgaba a<strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s. Todo el cielo se impregnó <strong>de</strong> azahares. Cinti<strong>la</strong>ban el amor y<strong>la</strong>s sonrisas en <strong>de</strong>stellos <strong><strong>de</strong>l</strong>entejue<strong>la</strong>s. Un arroyo cristalino puso acantar a <strong>la</strong>s piedras. Por cada lágrima que se <strong>de</strong>sprendía <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong>Juanrobado, nacía un lucero.Juanrobado había cruzado el territorio a trote. Ni el tupido ramoso <strong>de</strong> losmontes había mermado su paso. Ni los páramos espinosos testos <strong>de</strong>serpientes lo habían <strong>de</strong>tenido en su carrera. Tampoco <strong>la</strong>s barrerassobrepuestas <strong>de</strong> mural<strong>la</strong>s arenosas lo habían doblegado. Por su misma patriacruzó ignorado ante una humanidad henchida <strong>de</strong> indiferencia. Como a unextranjero que sufriera el mal <strong>de</strong> <strong>la</strong> lepra, evadían su presencia y lecerraban <strong>la</strong>s puertas. Su hambre y su <strong>de</strong>samparo inspiraban pavor, como sise tratara <strong>de</strong> una enfermedad mortal y contagiosa. Lo habían robado <strong>de</strong>s<strong>de</strong>antes que naciera, esc<strong>la</strong>vos fueron sus padres, esc<strong>la</strong>vos sus abuelos yesc<strong>la</strong>vos todos aquellos que habían p<strong>la</strong>ntado <strong>la</strong>s raíces <strong>de</strong> su ser en eltiempo. Por más que el concepto libertad y <strong>de</strong>mocracia fuera pregonado contan insistente monotonía, <strong>la</strong> realidad cruda y sangrienta subsistiríadisfrazada.. A los fuertes el po<strong>de</strong>r, <strong>la</strong> abundancia y <strong>la</strong> impunidad para suscrímenes y robos; <strong>la</strong> miseria, el olvido, y el castigo injusto siprotestan, para los débiles. Lloró esa noche Juanrobado hasta que se lepusieron los ojos colorados como <strong>la</strong>s naranjas redondas y suaves que bañael sereno. Sabía en lo más hondo que también él era esc<strong>la</strong>vo y que sus<strong>de</strong>scendientes rodarían a su vez por <strong>la</strong> pendiente <strong><strong>de</strong>l</strong> dolor, <strong>la</strong> ignoranciay el <strong>de</strong>samparo.«Tengo que irme. Ya no aguanto. Ora mesmo me pelo pa mi pueblo. ¡Ay, miprobe vieja y los escuincles! Mi niña, Lucita, con sus ojos gran<strong>de</strong>s ytristes y, pos, quiere una muñeca, güera dice, quesque con los ojosazules. Orita mesmo me güelvo pa' mi tierra».Ya trota y trota, a mediotrayecto un viejo chicano lo sube a su auto. Así con aire acondicionado síse vale. No hay como andar en auto. Para andar a pata ahí están losanimales. ¡Qué lindo ronroneo! A <strong>la</strong> ru ru ru, duérmete niño, duérmete ya.Ahora a <strong>la</strong> inversa, al<strong>la</strong> va Juanrobado con rumbo a <strong>la</strong> <strong>frontera</strong>. Es dueño<strong>de</strong> una fortuna: 150 dó<strong>la</strong>res que le arrancó al áureo océano a cambio <strong>de</strong>jornadas animalescas. ¡Nunca había sido dueño <strong>de</strong> tanto dinero! Juanrobado


sonreía. ¡Qué puntadas <strong>la</strong>s <strong>de</strong> sus compañeros! Ya se ve él cruzandoterritorios, montado en una alfombra mágica hecha <strong>de</strong> pesos flotantes.<strong>De</strong>s<strong>de</strong> arriba los verdores apelmazados <strong>de</strong> Nayarit y Sinaloa, y el bruscocontraste <strong>de</strong> <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>nuras <strong>de</strong> Sonora. Una alfombra mágica hecha <strong>de</strong> pesos.Esa tierra <strong><strong>de</strong>l</strong> valle <strong><strong>de</strong>l</strong> Yaqui, todoparidora, generadora <strong>de</strong> donesalimenticios que ignoran <strong>la</strong>s panzas <strong>de</strong> los pobres. Seguido ¡el <strong>de</strong>sierto!<strong>de</strong>terminador <strong>de</strong> rostros tatemados y <strong>de</strong> miradas que se extravían en losconfines <strong>de</strong> los horizontes encenizados. En su alfombra <strong>de</strong> pesos flotadoresvo<strong>la</strong>ría más alto aún que esas tolvaneras que borran siluetas <strong>de</strong>peregrinos, sepultan todos los rastros. Así no tendría que sufrir loschubascos que bombar<strong>de</strong>an a <strong>la</strong> tierra con diluvios efímeros y rayos queretumban como cañonazos. <strong>De</strong> arriba divisaría <strong>la</strong>s ciuda<strong>de</strong>s conste<strong>la</strong>das <strong><strong>de</strong>l</strong>uciérnagas, sin oír los aullidos dolorosos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ambu<strong>la</strong>ncias, sinrespirar el vaho <strong>de</strong> <strong>la</strong> gasolina, y sin que le <strong>la</strong>stimaran el alma con <strong>la</strong>frialdad <strong><strong>de</strong>l</strong> hierro que emanan.A<strong>de</strong>más... arriba en el cielo no se sufre hambre... ni punza el egoísmo <strong><strong>de</strong>l</strong>os que ignoran <strong>la</strong> <strong>de</strong>sgracia ajena. ¡Qué ocurrencias <strong>la</strong>s <strong>de</strong> suscompañeros! Que el peso vale tan poco, que es tan flotante y leve, que losespaldas mojadas pue<strong>de</strong>n tejerse alfombras con ellos y vo<strong>la</strong>r por sobre <strong>la</strong><strong>frontera</strong> en busca <strong>de</strong> dó<strong>la</strong>res, para que sus familiares no perezcan <strong>de</strong>hambre. Una alfombra mágica... Quien tuviera una alfombra mágica... maj...Juan y su mujer tejen afanosamente ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> sus seis chiquillos. Laatmósfera se impregna <strong>de</strong> volátiles ver<strong>de</strong>s. Son raros. Los mocososcorretean, brincan y los agarran. Alumbran como lámparas. Ríen y gritanlos niños: «¡Son billetes! ¡Son pesos!». En su empeño por asirlos, losaprietan: éstos se <strong>de</strong>smayan sin aliento, sus ayes se ahogan, <strong>la</strong>s bocassemiabiertas. Con <strong>la</strong>s últimas <strong>de</strong>valuaciones han quedado extenuados; sufren<strong>de</strong>rrames internos, sangran. Los entes luminosos emigran en parvadas comogolondrinas, pero aletean como mariposas. Lucita, plena <strong>de</strong> amor, trae enbrazos a su muñeca rubia <strong>de</strong> ojos azules. El<strong>la</strong> permanece quieta. Tejen conextraordinaria rapi<strong>de</strong>z los cónyuges: tan sólo con <strong>de</strong>slizar <strong>la</strong>s manos vandando forma a su obra, más que pisar el suelo caminan por el aire. Tantafelicidad y gozo los torna fosforescentes. Sus trajes son áureos, <strong>de</strong> p<strong>la</strong>talos dientes. Todo el ambiente irradia un júbilo anaranjado en contrastecon el ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> los mar-pesos. <strong>De</strong> un enorme promontorio temb<strong>la</strong>nte <strong>de</strong>billetes que pugnan por flotar y <strong>de</strong>slizarse, tejen una alfombra.Una alfombra mágica hecha <strong>de</strong> pesos flotantes. ¡Ya está! ¡Arriba todomundo!Alfombrita, alfombril<strong>la</strong>alfombrita <strong>de</strong>valuadasube y vue<strong>la</strong> como un águi<strong>la</strong>-¡Qué bonito! ¡Qué lindo! Juan. ¡Papá, papá! Dinos don<strong>de</strong> trabajaste en losEE. UU. Aquel<strong>la</strong>s rayas torcidas son ríos y aquellos hilos, carreteras.¡Miren! ¡Qué azules esos montes y esas sierras! ¡Se cayeron los astros!Tontuelos, esas son luciérnagas. No, vieja, no, es una ciudad, ja, ja, ja.-Alfombrita <strong>de</strong>valuada alfombrita alfombril<strong>la</strong> llévanos hasta Gringuía.


-¡El mar! ¡El mar! ¿Que pasó aquí, papá? ¡Cuántos soldados! No, mismuchachitos, son pitahayas y sahuaros. ¡Miren el <strong>de</strong>sierto! Yo lo crucé apie: es <strong>de</strong> arena y es <strong>de</strong> fuego.-¡Cuánta alfombra! ¡Cuánta, cuánta, cuánta alfombra mágica! Son espaldasmojadas que vue<strong>la</strong>n hacia los EE. UU. ¿Por qué, papá? Porque los pesosflotan y uno pue<strong>de</strong> vo<strong>la</strong>r encima <strong>de</strong> ellos, pero no sirven para comprarcomida. A<strong>de</strong>más, se <strong>de</strong>slizan <strong>de</strong> entre <strong>la</strong>s manos.-¡Miren! Miren, un mar <strong>de</strong> oro. Ahí trabajé yo en esos naranjales. Ahí,ahí, ahí.-¡Papá! Papá, a Lucita se le cayó su muñeca rubia. No llores mi niña, nollores.-Alfombrita <strong>de</strong>valuada alfombril<strong>la</strong> alfombrita ¿dón<strong>de</strong> quedó <strong>la</strong> muñeca <strong>de</strong>Lucita? ¿Dón<strong>de</strong> quedó <strong>la</strong> muñeca? La muñeca, <strong>la</strong> muñeca, <strong>la</strong> muñeccaaa.-Señor, señor, <strong>de</strong>spierte, ya llegamos. ¿Qué le pasa? Ya estamos en <strong>la</strong><strong>frontera</strong>.-Perdón... ¡qué sueño tan extraño!Ya está, Juanrobado, en <strong>la</strong> ciudad fronteriza, nimbado <strong>de</strong> los fogonazos <strong><strong>de</strong>l</strong>mediodía. Antes <strong>de</strong> pasar <strong>la</strong> cerca divisoria, <strong>de</strong> regreso a México, estandotodavía en territorio norteamericano, le vuelve a <strong>la</strong> mente con niti<strong>de</strong>z <strong>de</strong>relámpago el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> su niña: <strong>la</strong> muñeca rubia <strong>de</strong> ojos azules. ¡Dios mío!-¿Cuánto costará una muñeca?Los clientes <strong>de</strong> <strong>la</strong> gran tienda fronteriza contemp<strong>la</strong>n al mexicano conextrañeza. Tiemb<strong>la</strong> <strong>de</strong> miedo, asustado <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras inglesas, aquellujo, aquel<strong>la</strong> inmensidad <strong>de</strong> cosas bel<strong>la</strong>s, <strong>de</strong> gentes tan elegantes, y eljuego <strong>de</strong> espejos que lo repiten todo hasta el infinito. Juanrobadoencuentra a <strong>la</strong> muñeca <strong>de</strong> su niña enferma: «¡Es <strong>la</strong> misma que vio ensueños!». La empleada méxicoamericana le sentencia: «Son 75 dó<strong>la</strong>res señor.Es lo que cuesta esta muñeca». Juan se queda petrificado; piensa uninstante y en otro contemp<strong>la</strong> a <strong>la</strong> beldad <strong>de</strong> porce<strong>la</strong>na. <strong>De</strong> pronto <strong>la</strong>abraza, <strong>la</strong> acaricia ¡<strong>la</strong> besa! La gente se <strong>de</strong>tiene y lo observa. Algunoscuchichean y ríen. Otros mueven <strong>la</strong> cabeza: «¡Vaya espectáculo!». No envano afirman ciertos señores que el mexicano no va a Gringuía espoleadopor <strong>la</strong> miseria, sino que se aventura en tierra extranjera con <strong>la</strong> obsesiónfija <strong>de</strong> conquistar a <strong>la</strong>s <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s rubias y gozar a plenitud <strong>de</strong> sus blondasbellezas. Ahí está <strong>la</strong> prueba. Ese loco <strong>de</strong>sarrapado está acariciando a unamuñeca. Los momentos se eternizan: «¡Son 75 dó<strong>la</strong>res, señor!». Juan noescucha. Sólo viaja en su alfombra mágica tejida con pesos, y hab<strong>la</strong>incoherencias. Se acerca un policía <strong>de</strong> ésos que vigi<strong>la</strong>n en <strong>la</strong>s tiendas.Juan extrae <strong>de</strong> <strong>la</strong> cintura un pañuelo mugroso, le <strong>de</strong>shace los nudos ycuenta billetes con manos temblorosas y una excitación que le convierte alos ojos en extrañas criaturas. Ahora se <strong>la</strong> dan envuelta, sale embargado<strong>de</strong> ternura.Ya cruza <strong>la</strong> línea fronteriza, Juanrobado, entre un gentío que multiplicasus pasos, tal un hormiguero alborotado. Le aletea el corazón como palomarecién <strong>de</strong>capitada. ¿Quién lo <strong>de</strong>tiene? Por el cielo, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong>tierra o sangrando sus pies por <strong>la</strong>s superficies afi<strong>la</strong>das, <strong>de</strong>rrumbará loshorizontes. Ni ríos, ni montañas, ni tempesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>tendrán su marcha <strong>de</strong>regreso hasta Santa María Todo el Mundo. Ya en su casa, <strong>de</strong>snuda <strong>de</strong> todaprotección, abrazará a los suyos con todo el universo <strong>de</strong> cariño queencierra su querencia. A su niña moribunda le dirá con aire victorioso:


«¡Mijita <strong><strong>de</strong>l</strong> alma aquí está tu muñeca!».Ya da Juanrobado el primer paso en tierra <strong>de</strong> México. La emoción le perfora<strong>la</strong>s sienes a fuetazos. Llega a su turno hasta un ce<strong>la</strong>dor. El tal visteuniforme <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> c<strong>la</strong>ro con botones dorados, gorra militar a <strong>la</strong>alemana y botas resonantes. Sus gestos son enérgicos, autoritaria <strong>la</strong> voz,y sus <strong>de</strong>terminaciones tan sólidas como marrazos.-A ver, tú, ¿qué traes?-Una muñeca para mi niña, señor.-No pasa, es contrabando. Te digo que no pasa.-Pero ... señor. Es que ... es que. Por favorcito, señor, mi niña estáenfermita.-Círcu<strong>la</strong>te, pues. La ley es <strong>la</strong> ley. Ya te dije que no pasa. Pícale. ¿Quéesperas? Estos son testarudos con ganas. Qué saben <strong>de</strong> <strong>la</strong> constitución,ignorantes.Por esas calles <strong>de</strong> Dios repletas <strong>de</strong> humanidad, se fue yendo Juanrobado,lento el paso, hasta que se diluyó su figura allá en el mismo azul en quese ocultan <strong>la</strong>s esperanzas.El bolerito bilingüeAllá por los cuarenta, a <strong>la</strong> edad <strong>de</strong> 16 años, ya ca<strong>la</strong>ba yo <strong>la</strong> esenciahumana en los rostros ajenos y no se me escapó <strong>la</strong> honda <strong>de</strong>sdicha queembargaba al bolerito.Entre <strong>la</strong> parvada <strong>de</strong> lustrabotas que invadían <strong>la</strong> West Congress, aquí enTucsón, más o menos a <strong>la</strong> altura <strong><strong>de</strong>l</strong> cine P<strong>la</strong>za y <strong>la</strong> serie <strong>de</strong> cantinascontiguas a cuyas banquetas concurrían los precoces obreritos, podíadistinguirse a Carlitos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, quizá porque era el más pequeño.En <strong>la</strong> memoria es fácil relegar al pretérito. Ahora mismo lo veo: es unchamaquito <strong>de</strong> algunos 7 años. Es <strong>de</strong> cuerpo esmirriado, prieto, <strong>de</strong> ojospequeños y el pelo alborotado a modo <strong>de</strong> cepillo. No, esos pantalones ya nodan para más, resentidos por el tiempo y el mucho uso. A leguas se ve quenecesitas una chamarra, Carlitos. En casa <strong>de</strong> herrero cuchara <strong>de</strong> palo:calza zapatos viejos y <strong>de</strong>steñidos. Carlitos es hab<strong>la</strong>ntín, muycomunicativo. La risa, sonora como un piano, se le refleja en los ojos.Ríe como lo haría un pájaro. Ve nomás, ¡caray!, se le achican los ojoshasta <strong>de</strong>jar dos rayas so<strong>la</strong>mente. Sin embargo, no lo veo feliz:-Shine, mister? ¿Le boleo sus zapatos señor? ¿Sí? ¡Án<strong><strong>de</strong>l</strong>e! Por un nicle selos limpio, por un dime se los <strong>de</strong>jo pintaditos como nuevos, nomás unratito, án<strong><strong>de</strong>l</strong>e... Shine, mister? I'll leave your shoes shiny like amirror. Say yes, OK? ¿Le boleo sus zapatos, señor?, ¡ah!, pos, si esusted.-Quiubo, Carlitos, cómo te trata <strong>la</strong> <strong>vida</strong>, pues.-Apenas he ganado 90 centavos. Me iré hasta que junte tres dó<strong>la</strong>res... aquíestá bien, nomás ponga el pie sobre el cajón. Ahora echo pintura en estatapa<strong>de</strong>ra.-Los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong>s sue<strong>la</strong>s píntalos con betún negro.-Si todos me pagaran con peseta como usted, pos, me iba temprano. Ya meduelen <strong>la</strong>s patas <strong>de</strong> tanto caminar.


-Oyes, oyes, los calcetines no me pintes. Y se dice pies, no patas, que yosepa no eres gato ni gallo.-¡Ay!, perdóneme, se me fue <strong>la</strong> mano.-Qué haces con lo que ganas, Carlitos, te lo <strong>de</strong>jas caer por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong>snarices <strong>de</strong> puros dulces, o lo vas juntando para cuando vayas a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>.-Tengo cuatro hermanitos. Ponga el pie bien fuerte, porque ahí le voy conel trapo.-Tu papá, Carlitos, ¿en qué trabaja?, o no tiene empleo.-A veces me voy <strong><strong>de</strong>l</strong> otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle Stone y me meto a <strong>la</strong>s tiendas.¡Listo!, ora suba el otro pie.-Cuando tu papá tenga un trabajo bien pagado no tendrás que cargar esecajón en <strong>la</strong> espalda. Porque si le sigues, te va a salir chica joroba yentonces te va a dar más trabajo conseguir novia.-<strong>De</strong> <strong>la</strong>s tiendas casi siempre me corren, pero a veces me va bien. Tambiénentro a <strong>la</strong>s cantinas. Un día, un señor que estaba borracho me pagó 50centavos, nomás por una trapeada.-¿Y no te corrió el cantinero?-¡No me vio! Estaba yo hincado, así como ahorita y, pos, él <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>la</strong>barra. También viejas entran a emborracharse en <strong>la</strong>s cantinas. A una lelimpié los zapatos por un veinte, ¡hijole!, traía minifalda y, pos, se lemiraban <strong>la</strong>s piernas.- Bueno, Carlos, ¿piensas pasarte <strong>la</strong> <strong>vida</strong> midiendo calles y limpiándole<strong>la</strong>s chanc<strong>la</strong>s a cuanto <strong>de</strong>sgraciado se le antoje? O qué no se te ocurre otracosa menos... como te dijera, menos tristona, pues. A ver, p<strong>la</strong>tícame, ¿quéte gustaría ser cuando seas gran<strong>de</strong>?-Pos, algo muy suave, como trabajar en un banco o en una tienda, concorbata, usté sabe, para ganar mucho dinero y comprar una casa muy bonita,pa mi áma y mis hermanitos.-Me los <strong>de</strong>jaste como nuevos, ¡mira nomás! Cómo te arrastra para dar bo<strong>la</strong>,Carlitos. ¿No te <strong>la</strong>stimas <strong>de</strong> estar tanto tiempo hincado, a pinte y pinte ytrapee y trapee?-Ya estoy impuesto. ¿Usted en qué trabaja, oiga?-Trabajo con albañiles, <strong>de</strong> peón, acarreándoles <strong>la</strong>drillos y cemento, todoel santo día.-¿Es muy duro eso?-Muy, muy duro Carlitos, y muy triste. Ahí te matan y te tratan peor que aun perro. Allí como quien dice te alqui<strong>la</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> pescuezo para abajo; <strong>la</strong>cabeza te sirve nomás para traer el sombrero encasquetado. No te respetan.Lo que es para los contratistas y <strong>la</strong> bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> formans <strong>la</strong>mbiscones ahí no esuno más que un burro <strong>de</strong> carga: un burro, no vayas más lejos, ya has <strong>de</strong>saber tú que un burro viene a ser en realidad un caballo analfabeto. Perosabes qué, yo también quisiera ser algo suave, como dices tú. Comotrabajar en un banco. Fíjate que no. Por favor, guárdame el secreto, no selo p<strong>la</strong>tiques a nadie, ¡por <strong>vida</strong> <strong>de</strong> tu santa madre que te parió! A mí,Carlitos, me gustaría ser escritor.-¿<strong>De</strong> esos que escriben libros?-Ya ves, hasta tú te ríes <strong>de</strong> mí. Por soñar no se paga, un sueño bonito escomo una mano que te acaricia <strong>la</strong> frente con mucha ternura.-¿Usted sí tiene papá?


-Sí, y también mamá, hermanos y hermanas, viven en Sonora en un pueblitoque se l<strong>la</strong>ma El C<strong>la</strong>ro. Yo aquí vivo solo; pero cuando junte suficientedinero, volveré a reunirme con ellos...Carlitos se cruzó por el cuello y <strong>de</strong>bajo <strong><strong>de</strong>l</strong> brazo <strong>de</strong>recho el cinturón <strong><strong>de</strong>l</strong>que colgaba el cajón en que guardaba los enseres para lustrar zapatos. Uncajón <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> y pesado para su edad y cuerpo f<strong>la</strong>cucho. Como unahormiga que lleva un grano <strong>de</strong> trigo a cuestas, zigzagueó entre lospeatones. Ofrecía sus servicios con insistencia suplicante:-Por un dime le boleo los zapatos, señor. ¿Sí? Shoe shine! Shoe shine!Varios meses <strong>de</strong>spués, en pleno verano, fui testigo <strong>de</strong> un sucesoextraordinario. El protagonista principal era Carlitos, nada menos. Erauna <strong>de</strong> esas tar<strong>de</strong>s que flotan en un crepúsculo tejido <strong>de</strong> reminiscencias yensueños dorados. Yo me sentía nimbado <strong>de</strong> ilusiones y <strong>de</strong> una profundame<strong>la</strong>ncolía. En viernes, el centro <strong>de</strong> Tucsón, como todos los viernes, sepob<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> un número muy crecido <strong>de</strong> personas que cruzaban <strong>la</strong>s calles,entraban y salían <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tiendas. A <strong>la</strong> altura <strong><strong>de</strong>l</strong> Kress, <strong>la</strong> orquesta <strong><strong>de</strong>l</strong>Salvation Army ponía <strong>la</strong> nota alegre en el ambiente con un himno <strong>de</strong>bienaventuranza. Un par <strong>de</strong> mujeres, puestas en rumbos opuestos, estirabanun recipiente en una mano y con <strong>la</strong> otra sonaban una campanil<strong>la</strong>. Pedíanpara los pobres, aquellos que andaban <strong>de</strong> paso, hambrientos y sin techo. Yoobservaba en tantos rostros un mosaico <strong>de</strong> emociones, que iba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong>alegría explosiva y los gritos coléricos hasta <strong>la</strong> tristeza cal<strong>la</strong>da y losmatices intermedios <strong>de</strong> <strong>la</strong> indiferencia y el cansancio. Hurgaba en otrasalmas <strong>la</strong> razón <strong>de</strong> mi propio ser, o buscaba quizá en <strong>la</strong>s multitu<strong>de</strong>s, losentes que habitarían <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s en que uniría <strong>la</strong>s corrientes impetuosas<strong>de</strong> mi fantasía, dado a escribir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que muriera un día, hasta que losgallos cantaran el nacimiento <strong>de</strong> otro. En <strong>la</strong> esquina <strong>de</strong> Stone y Congress,don<strong>de</strong> solía sentarse aquel indio ciego que se abrazaba <strong>de</strong> un acor<strong>de</strong>ón eimpregnaba los ánimos con canciones mexicanas muy sentidas, hice alto paraoír <strong>la</strong> música y observar el paso <strong>de</strong> dos muchachas muy bonitas que hab<strong>la</strong>bany sonreían. En ese entonces estaba tan encendido <strong>de</strong> anhelos que buscabalos sueños antes <strong>de</strong> inventarlos, para saberme el más feliz, en ese miuniverso etéreo. Oscurecía; sin embargo, para mi sorpresa, a media cuadrafrente a una joyería, creí divisar una figura conocida. ¿Será posible quea estas horas an<strong>de</strong> Carlitos con su cajón a cuestas, por estas calles <strong>de</strong>Dios? Voy a ver si es él.-Carlitos, ¿qué haces por aquí todavía a estas horas? Mira nomás cómotraes <strong>la</strong> cara <strong>de</strong> fatiga: <strong>la</strong>rga y con los ojos caídos. No hombre, no <strong>la</strong>amueles, vete a <strong>de</strong>scansar; ahí mañana será otro día. ¡Oyes! ¿Por quélloras, hombre? ¿Qué te pasa? A ver, p<strong>la</strong>tícame.-No, pos, que mi hermanita <strong>la</strong> Mary Helen necesita medicina. Dice mi 'amáque si no tenemos diez dó<strong>la</strong>res, mi hermanita no se aliviará pronto. Tienemucha calentura. Yo no quiero que se muera mi hermanita.¡Chihuahua!, me sentí inútil y torpe. No traía ni cinco centavos en micompañía. Aun así hurgaba entre los bolsillos <strong><strong>de</strong>l</strong> pantalón y <strong>la</strong> camisa,para ver si por mi<strong>la</strong>gro se topaban mis <strong>de</strong>dos con algún dinero. ¡Quiéntuviera diez dó<strong>la</strong>res! <strong>De</strong>s<strong>de</strong> hacía un mes estaba <strong>de</strong>sempleado con <strong>la</strong>angustia <strong>de</strong> no enviarle dinero a mi familia. Cómo socorrer al obrerito, miamigo, que ahora sufre y enseña <strong>la</strong> <strong>de</strong>sesperanza a flor <strong>de</strong> su mirada.Sucedió, entonces, algo tan extraordinario que no ol<strong>vida</strong>ré jamás. Carlitos


entró a <strong>la</strong> joyería y yo lo seguí. Como si lo viera en este mismo instante.¡Caray! Ese gordo cincuentón, colorado, <strong>de</strong> ojos acuosos <strong>de</strong> un ver<strong>de</strong> muyc<strong>la</strong>ro, cabeza pelona, boca breve y nariz super<strong>la</strong>rga, tiene en <strong>la</strong> diestraun anillo que vale 8000 dó<strong>la</strong>res. Frente a él está un mexicano alto ygrueso <strong>de</strong> unos 40 años, prieto y bigotón. Viste al estilo norteño: botas,sombrero atejanado y chamarra <strong>de</strong> cuero. Tiene un gran fajo <strong>de</strong> dó<strong>la</strong>res en<strong>la</strong> mano. Da <strong>la</strong> imagen <strong>de</strong> un potentado, un político o algún gran coyote. Asu <strong>la</strong>do está una muchacha muy joven y muy bonita que sonríe y mira contimi<strong>de</strong>z. El caso es que ni el mexicano sabe hab<strong>la</strong>r inglés, ni el joyero,español. Carlitos se acerca al ven<strong>de</strong>dor y le dice:-Can I shine your shoes, sir? Get out! This is no p<strong>la</strong>ce for you. Come on.Get out! Señor, ¿puedo bolear sus zapatos? Se los <strong>de</strong>jo nuevecitos.Carlitos da <strong>la</strong> media vuelta y enfi<strong>la</strong> hacia <strong>la</strong> salida. Los dos tipos semiran entre sí:-He speaks English!-¡Hab<strong>la</strong> español! Ven, chavalo, para que nos sirvas <strong>de</strong> intérprete. Dile aeste amigo que nos enseñe algunos anillos <strong>de</strong> diamantes para que mi noviaescoja uno. ¡Ah!, y, pues, que diga los precios.-Sir, he wants to see some diamond rings so his girl can pick the one shelikes. He says to tell him how much they cost.-Tell him that these three are the prettiest. This one costs $5 000, thisone $7 000. This one is a beauty. I'll let him have it for $8 000.-Señor, dice que estos tres son los mejores, que el más bonito vale $8000, el otro 7 y el más barato 5 mil.-Mi amor, me gusta mucho éste.-Es para ti, mi <strong>vida</strong>. Dile al amigo que si no le rebaja algo a éste.-He wants to know if you'll give him a discount on the ring his girl istrying on.-Tell him the prices are fixed; that beautiful ring is on sale for $8 000but it actually costs $10 000. Tell him, kid, that he already is getting abargain and I cannot lower it any more.-Señor, dice que el anillo vale más <strong>de</strong> $10 000 y que ahora tiene un precioespecial, que no pue<strong>de</strong> rebajarle más.-Dile que me lo llevo, que ahorita mismo le pago. ¿Te gusta, mi alma?-Eres un encanto. Gracias, mi amor, ¡gracias!-He says he'll take it. He'll pay cash. Great, great! Won<strong>de</strong>rful!Won<strong>de</strong>rful!Lo <strong>de</strong>más son sonrisas, apretones, <strong>de</strong> mano y a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong> suma cortesía.Carlitos permanece unos segundos en espera, pero es evi<strong>de</strong>nte que ya nohace falta su presencia, lo ignoran. Se acomoda su cajón en <strong>la</strong> espalda ysale. Oye <strong>la</strong> voz subida <strong><strong>de</strong>l</strong> galán acauda<strong>la</strong>do que lo <strong>de</strong>tiene.-Toma, chamaco, por tu trabajo; te lo mereces.El ven<strong>de</strong>dor se queda absorto al ver los 10 dó<strong>la</strong>res que recibe Carlitos. Elmexicano le hace una seña para que él también recompense al pequeñotraductor. El hombre calvo, con sonrisa forzada y mano dura, le da otros10 dó<strong>la</strong>res. ¡No es posible! ¡No es posible tanta dicha! Carlitos aprieta20 dó<strong>la</strong>res en su mano, corre iluminado <strong>de</strong> contento. El cajón <strong>de</strong> bolero lebrincotea contra <strong>la</strong> espalda. Va riendo, loco <strong>de</strong> alegría, ahora es dueño<strong><strong>de</strong>l</strong> mundo. No sólo tiene para <strong>la</strong>s medicinas <strong>de</strong> su hermanita, también para


comprar comida, una te<strong>la</strong> bonita para su mamá, dulces y camisas para sushermanitos, y quizá para un par <strong>de</strong> zapatos porque los que trae tienenagujeros.<strong>De</strong> aquellos días <strong>de</strong> 1946, han pasado ya 36 años. ¡Caray! Cómo pasa eltiempo. Ahora me pregunto, ¿qué habrá sido <strong>de</strong> Carlitos? ¿Será un prósperoempleado <strong>de</strong> banco o <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> una tienda como él quería? Ojalá y lostrabajos rudos no hayan humil<strong>la</strong>do su espíritu ni <strong>la</strong>cerado su físico.Quiera Dios y no haya caído en el vicio <strong><strong>de</strong>l</strong> alcohol o en el <strong>de</strong> <strong>la</strong>s drogas,como tantos jóvenes inteligentes que van en lucha abierta en busca <strong><strong>de</strong>l</strong>triunfo y topan con realida<strong>de</strong>s sordas y rudas como mural<strong>la</strong>s <strong>de</strong> cemento. Nosé qué habrá pasado con Carlitos. Lo único que sí sé es que aquel niño <strong>de</strong>7 años, que igual se expresaba en inglés que en español y hacía con muchagracia <strong>la</strong>s veces <strong>de</strong> intérprete, pudo haber sido alguien muy digno y muybril<strong>la</strong>nte, porque para eso tenía <strong>de</strong> sobra tantas faculta<strong>de</strong>s...Que no mueran los sueñosSe sentía un frío que hacía bai<strong>la</strong>r el esqueleto y tronar los dientes. Conel vapor cobraba figura el aliento. Semejaba una humareda escapada por <strong>la</strong>boca a causa <strong>de</strong> algún incendio interno. A <strong>la</strong>s cinco <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana <strong>de</strong> aquellunes <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1948, esperaba al camión que me llevaría a pizcaralgodón al vecino pueblo <strong>de</strong> Marana. Tucsón lucía aun coronado <strong>de</strong> astros.Más <strong>de</strong> ellos había puesto Dios en el universo que números para contarlos.A los que <strong>de</strong>saparecían <strong><strong>de</strong>l</strong> cosmos mientras el alba se a<strong>de</strong>ntraba a <strong>la</strong>tierra vestida <strong>de</strong> nácar los apresaba entre mis manos con pasión <strong>de</strong>jardinero, pues aunque fueran luceros lucían preciosos como florescelestes. Quería poner en sus manos, en prueba <strong>de</strong> amor, un ramo <strong>de</strong>estrel<strong>la</strong>s iridiscentes. En <strong>la</strong> contraesquina <strong><strong>de</strong>l</strong> cementerio Holy Hope, meroen <strong>la</strong> calle Prince, me levantó el vehículo extrañamente cubierto con lonaspara resguardo <strong>de</strong> los viajeros. No bien subí, se puso en marcha e<strong>la</strong>parato; yo rebotaba buscando asiento.-Me pisaste un callo, bato.-Órale pues, fíjate por dón<strong>de</strong> vas.-No te sientes en mí, carnal.-Aquí hay campo, ése, aliviánate.Por sobre <strong>la</strong> oscuridad sentí <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> viejos mustios <strong>de</strong> rostrossurcados y <strong>de</strong> jóvenes soñolientos que recién se iniciaban en <strong>la</strong> dura bregapor el pan. No supe en esos instantes que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora escasa se<strong>de</strong>rrumbaría sobre mí todo un universo que yo en vano con mis manos torpesy temblorosas trataría <strong>de</strong>sesperadamente <strong>de</strong> armar <strong>de</strong> nuevo.Tucsón, por esas calendas, pasaría apenas <strong>de</strong> 40 000 habitantes. La mayoría<strong>de</strong> los jóvenes <strong>de</strong> ascen<strong>de</strong>ncia mexicana vivíamos <strong>la</strong> juventud en medio <strong>de</strong>gran<strong>de</strong>s penurias y sinsabores. Los había afortunados, sí, pero como paracontarlos con los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s manos. En ese entonces tenía yo como<strong>de</strong>voción el ir ocasionalmente a recorrer escaparates para contemp<strong>la</strong>r a misanchas aquellos trajes <strong>de</strong> ga<strong>la</strong> con sacos cruzados y áureos botones. Era eltipo <strong>de</strong> traje que vestían los jóvenes cuando se allegaban en parejas a losbailes <strong>de</strong> «La Selva» y <strong>de</strong> «El Casino», ellos apuestos y gal<strong>la</strong>rdos,


hermosísimas el<strong>la</strong>s como princesas <strong>de</strong> magia. ¡Ah! si pudiera algún díacomprarme un traje azul marino, zapatos bril<strong>la</strong>ntes, camisa b<strong>la</strong>nca y unacorbata que irradiara elegancia. Me vestiría entonces como un príncipe,iría a un baile, y con sólo ver a <strong>la</strong> más hermosa <strong>de</strong> <strong>la</strong>s muchachas yabrirle mi corazón, lograría conquistar<strong>la</strong>.Ciertamente, por aquellos días luminosos <strong>de</strong> nuestra primavera, muchos <strong>de</strong>nosotros, jóvenes soñadores, éramos poco menos que nada, carecíamos <strong>de</strong>instrucción y <strong>de</strong> dinero; sólo teníamos empleos eventuales, rudos yhumil<strong>la</strong>ntes. Pobres muchachas tucsonenses <strong>de</strong> aquellos años, tantas y tanbonitas, tan románticas y tan buenas, pero con tan pésimos pretendientesen <strong>de</strong>rredor que los buenos partidos matrimoniales eran mera ilusión.Éramos toda una legión <strong>de</strong> ga<strong>la</strong>nes marginados, sin más salida posible <strong><strong>de</strong>l</strong>infame círculo <strong>de</strong> <strong>la</strong> miseria que <strong>la</strong> alternativa <strong>de</strong> ser carne <strong>de</strong> cañón enuna <strong>de</strong> tantas guerras. Algunas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s muchachas más guapas <strong>de</strong> <strong>la</strong> razaotorgaron su preferencia a jóvenes soldados anglosajones estacionados enlos centros militares locales. Las hubo bienaventuradas que dieron con <strong>la</strong>fuente <strong><strong>de</strong>l</strong> amor y <strong>la</strong> prosperidad al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> los hombres rubios y barbados.Así, a <strong>la</strong> par que ganaban en el juego <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>vida</strong>, <strong>de</strong> <strong>la</strong> dicha y <strong>la</strong>dignidad, conjuraban <strong>la</strong> sombra maldita <strong>de</strong> <strong>la</strong> incertidumbre y <strong>de</strong> <strong>la</strong>pobreza. Sin embargo, para otras tantas <strong>la</strong> misma ruleta se les tornó en <strong>la</strong>otra cara: <strong>la</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> l<strong>la</strong>nto en <strong>la</strong> <strong>de</strong>rrota amarga. Más tar<strong>de</strong>, ya sin trajesmarciales, y muy a pesar <strong>de</strong> sus blondas apariencias, resultaron más <strong>de</strong> uno<strong>de</strong> los tales caballeros áureos en ser vulgares, ordinarios, y tan pobres eiletrados como nosotros mismos lo éramos. Lo más tragicómico <strong><strong>de</strong>l</strong> caso esque en alguna ocasión en que pretendíamos comprar sueños echando a lospantanos nuestros sueldos menguados, cuando nos allegábamos a losprostíbulos fronterizos, bastaba con que franqueáramos <strong>la</strong>s puertas paraque <strong>la</strong>s pirujas nos vieran como a apestados y nos corrieran <strong>de</strong> susrecintos titulándonos <strong>de</strong> parásitos:-Ya llegó el piojillo, ¡al <strong>de</strong>monio <strong>de</strong> aquí, pe<strong>la</strong>dos! Queremos gente con<strong>la</strong>na, no muertos <strong>de</strong> hambre <strong>de</strong>sgraciados.¡Lárguense! Las frustraciones y <strong>la</strong> amargura llegaban al hervor yreventaban en <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>ntes sangrientos <strong>de</strong> prepotencia vana: patadas ypuñetazos a granel en los bailes al aire libre <strong>de</strong> «El Pascua» por un«quítame estas pajas», o un «órale, ¿qué me miras? pos, ¿qué te <strong>de</strong>bo?» En<strong>la</strong> pista <strong>de</strong> baile <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia Santa Margarita rodó hasta el cura unanoche <strong>de</strong> tantas, cuando se dio en <strong>la</strong> madre con unos pachucos porque ledijeron que querían vo<strong>la</strong>rle a su hermana. En el «Blue Moon», y más tar<strong>de</strong>en «El Casino», <strong>la</strong> pista <strong>de</strong> baile se volvía cuadrilátero <strong>de</strong> g<strong>la</strong>diadoresque pringaban el aire <strong>de</strong> ayes, madrazos y chisguetes <strong>de</strong> sangre, todo porrencores pendientes, <strong>la</strong> disputa por <strong>la</strong> hembra, o <strong>la</strong> misma rabiaalmacenada.Cuántas veces fuimos <strong>de</strong>satentos y ásperos con <strong>la</strong>s muchachas por resentidosy amargados. El<strong>la</strong>s, espantadas, intuían en nosotros al macho arbitrarioque se cobraría en sus humanida<strong>de</strong>s <strong>la</strong> crueldad <strong>de</strong> una sociedad racista quenos exprimía <strong>de</strong>jándonos como a bagazos <strong>de</strong> caña: secos, sin vitalidad,frustrados. Eran entonces múltiples los estereotipos enajenantes que nosendilgaban y tan persistentes en sus seña<strong>la</strong>mientos falsos que nosotrosmismos llegábamos a creernos pre<strong>de</strong>stinados a ser holgazanes, borrachos, ypésimos maridos. Quizá por eso tantas jóvenes bellísimas <strong>de</strong> nuestra


comunidad hispana nos veían con entera <strong>de</strong>sconfianza. A nuestra ternura ybonhomía <strong>la</strong>s eclipsaba nuestra conducta <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperados y sólo se nosentreveían los vicios y <strong>la</strong> vil<strong>la</strong>nía. Agréguese a esto el que nuestra genteencumbrada, aunque mínima, nos miraba <strong>de</strong>spectiva y <strong>de</strong>spóticamente, conridícu<strong>la</strong>s ínfu<strong>la</strong>s <strong>de</strong> aristócratas.Mientras tanto, construíamos con nuestras manos y sudor <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong>Tucsón, casa por casa. Tal empresa no era fácil. Teníamos como capatacesno a los más sabios, sino a los más crueles. Al sudor se mezc<strong>la</strong>ba <strong>la</strong>sangre. Arrancábamos metales <strong>de</strong> <strong>la</strong>s duras entrañas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s minas aledañas;limpiábamos <strong>la</strong> basura <strong>de</strong> los callejones; forjábamos con nuestro esfuerzo ypropia <strong>vida</strong> el futuro risueño <strong>de</strong> una ciudad rica. Irónicamente, todo lohacíamos con música <strong>de</strong> fondo. Más allá <strong>de</strong> sábados y domingos oíamos <strong>la</strong>ssinfono<strong>la</strong>s, orquestas y mariachis repetir <strong>la</strong>s canciones tan sentidas quenos <strong>de</strong>cían entre el reminiscente chocar <strong>de</strong> copas «Pa' qué me sirve <strong>la</strong><strong>vida</strong>», «Me importa madre», «Se me fue mi amor», «El<strong>la</strong> quiso quedarsecuando vio mi tristeza», «Que me sirvan <strong>la</strong>s otras por Pénjamo». <strong>De</strong> estamanera, pues, rodaba <strong>la</strong> bo<strong>la</strong> y rodaba sobre tar<strong>de</strong>s y mañanas. Así <strong>la</strong>scosas, nos a<strong>de</strong>ntrábamos con frecuencia por <strong>la</strong> puerta falsa <strong>de</strong> los ensueñosy bebíamos «pisto» y «birria» hasta enloquecer, para reír con ojos<strong>la</strong>crimosos y mal<strong>de</strong>cir a un <strong>de</strong>stino tan injustamente pre<strong>de</strong>stinado.En <strong>la</strong> «Casa B<strong>la</strong>nca» pagué en abonos el traje azul <strong>de</strong> saco cruzado, tambiénlos zapatos, <strong>la</strong> camisa b<strong>la</strong>nca y <strong>la</strong> corbata. Un sábado <strong><strong>de</strong>l</strong> mes <strong>de</strong> noviembre<strong>de</strong> 1948, me disfracé <strong>de</strong> príncipe y me fui al baile <strong>de</strong> «El Casino». Entrésorteando <strong>la</strong> concurrencia y me p<strong>la</strong>nté mero en un extremo. Ni yo mismo mereconocía. No podía enten<strong>de</strong>r, tampoco, quién había prendido aquel<strong>la</strong>sonrisa en mis <strong>la</strong>bios y había dado brillo a mis dientes y a mis ojos.Contemp<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> alegría y el colorido don<strong>de</strong> quiera que ponía <strong>la</strong> vista. Nocabía <strong>de</strong> gozo. Se me iba el alma tras <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s muñecas, tan llenas <strong>de</strong>hermosura y gracia.El<strong>la</strong> me vio primero, antes <strong>de</strong> que yo <strong>la</strong> viera. Su sonrisa y <strong>la</strong> mía seunieron en una misma sonrisa. Vestía <strong>de</strong> rojo, negros sus ojos y suscabellos; su boca una rosa, más viva aún que el mismo color <strong>de</strong> <strong>la</strong>samapo<strong>la</strong>s; su cuello y el nacimiento <strong>de</strong> sus senos lucían albos; su rostrogenuina creación <strong><strong>de</strong>l</strong> Hacedor Supremo. Empezó a tocar <strong>la</strong> orquesta <strong><strong>de</strong>l</strong>maestro Durazo. A los acor<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> danzón «Juárez» me a<strong>de</strong><strong>la</strong>nté asolicitarle <strong>la</strong> pieza. Mi brazo <strong>de</strong>recho abarcó su contorno, al tacto subreve cintura, sus ca<strong>de</strong>ras sobre columnas paradisíacas anunciábanse enrelieves. El imán <strong>de</strong> su misterio y hermosura me ciñó <strong>la</strong> piel a su piel, alcalor <strong>de</strong> su cuerpo. Su mano diestra y mi izquierda entrecruzaron los<strong>de</strong>dos. ¡Dios mío! ¡Qué divina! Ambos corazones <strong>la</strong>tieron en dúo; ambasmejil<strong>la</strong>s se unieron.Esa noche se combinaron el orfebre y el poeta. Toda suerte <strong>de</strong> preciosaspiedras: per<strong>la</strong>s, esmeraldas, oro y p<strong>la</strong>ta, ja<strong>de</strong> y turquesas, tornáronse enpa<strong>la</strong>bras engarzadas en aretes y col<strong>la</strong>res, que yo con mis dientes y mis<strong>la</strong>bios prendía en el<strong>la</strong>. Me preguntó mi nombre, me dijo el <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Sonó suvoz como el tañer <strong><strong>de</strong>l</strong> agua c<strong>la</strong>ra que acaricia los bor<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> arroyo y hacecantar <strong>la</strong>s piedras: Yo me l<strong>la</strong>mo Manuel. Yo, Marta. ¡A qué te <strong>de</strong>dicas?, mepreguntó expectante. Soy estudiante universitario y literato, mentí, ¿ytú? Ahora soy turista en este lugar, pero vivo en <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong> Chihuahua.Mi padre es dueño <strong>de</strong> ranchos gana<strong>de</strong>ros, también tiene propieda<strong>de</strong>s en <strong>la</strong>


ciudad, fábricas, tú sabes; en los EE. UU. es socio <strong>de</strong> empresasfinancieras. Mi papá es un hombre <strong>de</strong> negocios, pero yo soy una románticaempe<strong>de</strong>rnida. ¡Ay! me ganan los sentimientos. Mi papá me dice que <strong>de</strong>bo sermenos sensible y más práctica, pero al corazón ¿quién le gana?Sin ningún rubor le seguí mintiendo a el<strong>la</strong> tan sincera. Acababa <strong>de</strong>inventarme un sueño que yo mismo creí en aquel momento, sin <strong>la</strong> más mínimaduda. ¿Acaso no me chamuscaba <strong>la</strong>s pestañas <strong>de</strong> turbio en turbio y <strong>de</strong> c<strong>la</strong>roen c<strong>la</strong>ro para arrancarles sus secretos a los gran<strong>de</strong>s maestros <strong>de</strong> <strong>la</strong>sletras? A<strong>de</strong>más, era el<strong>la</strong> tan extraordinariamente hermosa que bien valíatodo un universo <strong>de</strong> fantasías, y <strong>de</strong> mentiras un mundo entero. Por horas yhoras bai<strong>la</strong>mos y nos p<strong>la</strong>ticamos gran<strong>de</strong>zas. El<strong>la</strong> me hab<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> su estirpearistocrática, <strong>de</strong> sus amista<strong>de</strong>s <strong>de</strong> alta alcurnia y <strong>de</strong> sus múltiplespertenencias: autos, ranchos, tiendas, hoteles <strong>de</strong> lujo, comidas exóticas,paseos a ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> leyenda. Yo <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ba ale<strong>la</strong>do, presa <strong>de</strong> unenamoramiento instantáneo que me comprometía ante los más solemnesjuramentos. Le hablé <strong>de</strong> libros imaginarios, <strong>de</strong> padres solventes, <strong>de</strong>triunfos académicos y <strong>de</strong> un futuro todavía más bril<strong>la</strong>nte que el mismolucero <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana. Le p<strong>la</strong>tiqué con enfático convencimiento que tenía aun familiar cercano en <strong>la</strong> Casa B<strong>la</strong>nca, ministro él <strong>de</strong> asuntos hispánicosen el gobierno estadouni<strong>de</strong>nse, que mis hermanos en México eran médicos yabogados notables <strong>de</strong> mucho prestigio y fama. El<strong>la</strong> persistía en sumarriquezas cuantiosas. Resultó ser, para mi consternación, <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong>Terrazas, aquél que afirmaba que él no era <strong>de</strong> Chihuahua sino que Chihuahuaera <strong>de</strong> él. El mismo <strong><strong>de</strong>l</strong> que sus coterráneos rezaban «<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Dios,Terrazas».Terminó el baile al filo <strong>de</strong> <strong>la</strong> madrugada. El<strong>la</strong> marchó con sus amigas, yo apie rumbo a mi humildísima morada: dos sil<strong>la</strong>s paticojas, una mesa agónica<strong>de</strong> mírame y no me tientes, una cama zamba hundida <strong>de</strong> en medio a modo <strong>de</strong>columpio, amén <strong>de</strong> cobijas hebrudas como caldo <strong>de</strong> queso. <strong>De</strong> <strong>la</strong> malditacocina y el <strong>de</strong>sgarriate <strong>de</strong> trastos engusanados no quiero ni acordarme.Antes <strong>de</strong> llegar a mi alojamiento me había topado con <strong>la</strong> alborada y fuitestigo dichoso <strong>de</strong> un nacimiento <strong>de</strong> sol más sublime que el más portentoso<strong>de</strong> los espectáculos. Tucsón, coronado <strong>de</strong> montañas con <strong>la</strong> majestad <strong>de</strong> unantiguo rey <strong><strong>de</strong>l</strong> Anáhuac en tierras <strong>de</strong> Aztlán, surgió risueño yesplendoroso. Dob<strong>la</strong>ron <strong>la</strong>s campanas <strong>de</strong> <strong>la</strong> Catedral <strong>de</strong> San Agustín. Unaprocesión <strong>de</strong> feligreses, <strong>la</strong> nueva raza mestiza, se a<strong>de</strong>ntró al santorecinto a dar gracias al Todopo<strong>de</strong>roso por <strong>la</strong> luz, el agua, los alimentos,<strong>la</strong> alegría <strong><strong>de</strong>l</strong> alma y el orgullo <strong>de</strong> vivir en un pueblo cuyas raíces sefincan muy hondo en <strong>la</strong> edad <strong>de</strong> antepasados indígenas y <strong>de</strong> los primeroseuropeos avecindados en <strong>la</strong> Pimería Alta. Los miles <strong>de</strong> sahuaros centenariosque guardan a Tucsón, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus lin<strong>de</strong>ros saludaron al rey sol con <strong>la</strong> misma<strong>de</strong>voción <strong>de</strong> <strong>la</strong> orgullosa y antigua realeza incaica.Al son <strong>de</strong> mis pasos seguía gozando <strong>la</strong> mañana. Las cosas, antaño ignoradaspor obvias, ahora cobraban singu<strong>la</strong>ridad y brillo, me sonreían. A <strong>la</strong>generosidad <strong>de</strong> árboles y p<strong>la</strong>ntas correspondía a mi paso con otras tantassonrisas. ¿Quién le enseñó a cantar a éstos? me dije, al oír a los pájarosquebrar <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> <strong>de</strong> notas en un número tan crecido, cuyas tonalida<strong>de</strong>sparecieran un universo en explosión, atomizándose en una gloriosadiversidad <strong>de</strong> trinos. Las piedras, marcas <strong>de</strong> lin<strong>de</strong>ros, proyectiles o murosen potencia, me inspiraron ternura, tal si fueran espíritus encantados <strong>de</strong>


una humanidad irre<strong>de</strong>nta en continua espera.Ya <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi c<strong>la</strong>ustro, sonriente, me predispuse a seguir hilvanandosueños sobre <strong>la</strong> almohada. Aun en <strong>la</strong> misma se<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> inconsciencia seguísoñando.Aquel lunes <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1948 nos conducía el camión a los algodonales<strong>de</strong> Marana. El ronroneo <strong><strong>de</strong>l</strong> motor, el calor que emanaba <strong>de</strong> <strong>la</strong> humanidad quepermanecía en <strong>la</strong> oscuridad y el respirar acompasado <strong>de</strong> los que cabalgabanun sueño, me ensimismó, y floté a <strong>la</strong> vera <strong>de</strong> mis propios sentimientos.«¿Cómo es que el<strong>la</strong>, tan rica y distinguida, se había enamorado <strong>de</strong> mí?» Larecordaba apretándome <strong>la</strong>s manos, mirándome a los ojos, ansiosa. Susbrazos, su actitud nerviosa, su afán posesivo y aquel<strong>la</strong> ternura infinitaque emanaba <strong>de</strong> su mirar, seguían en mis retinas sucediéndose en imágenes através <strong>de</strong> múltiples espejos. Todo lo poseía, no obstante parecía <strong>de</strong>mandarprotección <strong>de</strong> manera <strong>de</strong>sesperada.«¿Por qué, si tenía, con seguridad absoluta, toda una legión <strong>de</strong>pretendientes, se prendaba <strong>de</strong> mí, un rudo obrero sin fortuna ni futuro?¡Ah! pero es que yo le había mentido cínicamente. Le dije que era poeta,estudiante <strong>de</strong> familia acomodada, y el<strong>la</strong> se lo creyó. ¿Me perdonaría cuandose enterara que soy un don nadie, siendo el<strong>la</strong> una muchacha preciosa, <strong>de</strong>familia tan inmensamente rica? Con el tiempo le <strong>de</strong>mostraría que poseosensibilidad e inteligencia y me aceptaría seguramente. ¿Acaso no vale más<strong>la</strong> nobleza y el talento que <strong>la</strong> riqueza? ¿No son oro puro, acaso, losbuenos sentimientos y <strong>la</strong>s monedas sólo vil materia? La veré el sábadopróximo; ahora lunes llegaré a los campos algodoneros y me sangraré <strong>la</strong>smanos con el filo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cajil<strong>la</strong>s que contienen el oro b<strong>la</strong>nco; me dolerán<strong>la</strong>s vértebras, el espinazo arqueado. Me mataré pizcando <strong>de</strong> <strong>la</strong> alborada alcrepúsculo aunque me dé fiebre y algún día con los años seré próspero ydigno <strong>de</strong> el<strong>la</strong>». Había pasado un domingo en éxtasis, excitado hasta <strong>la</strong>locura. <strong>De</strong>seaba amar<strong>la</strong> en cuerpo y alma. «¡Qué llegue pronto el sábado!¡Qué llegue pronto para ver<strong>la</strong>!»Por fin estamos en los p<strong>la</strong>ntíos <strong>de</strong> algodón. Ahora sale el sol como un ojoacucioso. Sus pestañas bril<strong>la</strong>ntes y doradas abanican el cielo. Vue<strong>la</strong> unaparvada <strong>de</strong> pájaros purpurados <strong>de</strong>sgranando trinos <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta. Cantan aves,árboles y p<strong>la</strong>ntas: loor a Tonatiuh sobre el Aztlán, primitiva se<strong>de</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong>Anáhuac.Bajamos <strong><strong>de</strong>l</strong> armatoste, nos atamos los <strong>la</strong>rgos talegos a <strong>la</strong> cintura paraarrastrarlos a modo <strong>de</strong> cauda por entre <strong>la</strong>s piernas y llenarlos <strong><strong>de</strong>l</strong> moteríob<strong>la</strong>nco que cubre <strong>la</strong>s matas en hileras, cuyas franjas parale<strong>la</strong>s proyéctansehasta el otro extremo. Contemplo el algodonal como el poeta a su mássentido poema, como a un campo tapizado <strong>de</strong> azahares y <strong>de</strong> nupciales velos.Palpo los cúmulos níveos, suaves como senos <strong>de</strong> novias virginales; sientoen <strong>la</strong> cóncava avi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> mis manos <strong>la</strong> pasión <strong>de</strong> mis <strong>la</strong>bios. Muevo misbrazos con suma agilidad, pero sigue mi pensamiento inmerso en los ojos <strong>de</strong>el<strong>la</strong>, convertidos por mi fantasía tal como son los inmensos océanos.Entre centenares <strong>de</strong> pizcadores veo a mi <strong>la</strong>do dos bultos misteriosos. Sondos damas que visten pantalón, blusas <strong>de</strong> mangas <strong>la</strong>rgas y cuello alto;portan guantes, unos cucuruchos a<strong>la</strong>dos y negros anteojos <strong>de</strong> corte basto.Ahora me en<strong>de</strong>rezo para <strong>de</strong>scansar los goznes rígidos <strong>de</strong> mi espina dorsal, ymiro a mi <strong>la</strong>do. Lo mismo hace una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s damas <strong>de</strong> vestimenta rara: Nosquedamos sin aliento, estupefactos. «¡Es el<strong>la</strong>! ¡La dama <strong>de</strong> mis más caros


sueños! ¡Mi Dulcinea!» Hay pánico en su cara. ¡Casi se <strong>de</strong>smaya! Es tangran<strong>de</strong> <strong>la</strong> sorpresa que a el<strong>la</strong> <strong>la</strong> sostiene su compañera y a mí so<strong>la</strong>menteeste corazón que se me fragmenta, me duele y retumba como tamborprisionero en torácico c<strong>la</strong>ustro. El<strong>la</strong>, <strong>de</strong>sposeída, inf<strong>la</strong>madas <strong>la</strong>s manos,<strong>la</strong> espalda torturada, y el sueño nocturno <strong>de</strong> los esc<strong>la</strong>vos como una loza <strong>de</strong>mármol. El<strong>la</strong>, araña <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta, tejedora con hilos <strong>de</strong> estrel<strong>la</strong>s, remotos yvanos.Huyó el<strong>la</strong> y huí yo. Entre el algodonal quedaron a flote lo restos <strong>de</strong> unsueño que se había dado <strong>de</strong> a<strong>la</strong>s contra los muros inmisericor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong>realidad, como un pájaro adueñado <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo que navegara a ciegas.¡Qué días los <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> semana, intensos <strong>de</strong> angustia y soledad! Nisiquiera <strong>la</strong> ru<strong>de</strong>za inhumana con que me entregué a trabajar sin <strong>de</strong>scansolograba disipar <strong>la</strong> obsesión con que contemp<strong>la</strong>ba su cara <strong>de</strong> angustia, toda<strong>de</strong>sencanto. No volvió a aparecer en el mismo campo don<strong>de</strong> ambos, el<strong>la</strong> y yo,nos matábamos trabajando diez horas diarias por unos cuantos centavos. Sinembargo, traté <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificar<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> entre <strong>la</strong> humanidad que me ro<strong>de</strong>ababuscándo<strong>la</strong> en los pequeños grupos que se dirigían a <strong>la</strong> ba<strong>la</strong>nza con suscostales a cuestas, trabando comentarios y bromeando con el pesador,recibiendo el pago por cada pesada y yendo a los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> golosinas yrefrescos, todo en medio <strong>de</strong> una algarabía en que se tejían en una so<strong>la</strong>trenza <strong>la</strong>s voces <strong>de</strong> ancianos, jóvenes y niños, con <strong>la</strong> sonrisa y <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>braamable en los rostros cansados. Otras veces creí distinguir<strong>la</strong> entre loscuerpos inclinados que estrujaban <strong>la</strong>s matas <strong>de</strong> algodón, arrancándoles loscopos <strong>de</strong> fibras b<strong>la</strong>ncas. Alguna vez herí mis ojos con el fulgor <strong><strong>de</strong>l</strong>mediodía y tuve <strong>la</strong> seguridad <strong>de</strong> avizorar a dos damas arropadas a <strong>la</strong> usanza<strong>de</strong> los árabes que <strong>de</strong>ambu<strong>la</strong>n en pleno Sahara; hasta el<strong>la</strong>s caminé apresuradoa ritmo <strong>de</strong> tamborileo, sólo para topar con dos ancianas que respondieron ami saludo con sonrisas <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntadas. ¡Qué confusión! No lograba enten<strong>de</strong>rnada <strong>de</strong> nada. La buscaba con <strong>la</strong> misma premura <strong><strong>de</strong>l</strong> que ha puesto <strong>la</strong> <strong>vida</strong> alfilo <strong>de</strong> su última esperanza. ¿Dón<strong>de</strong>, dón<strong>de</strong> estaba? Doña «Soledad» que poraños había sido mi mejor aliada, se tornaba en mi peor enemiga, se portabacruel, me trataba con saña. Mi primera gran ilusión había prendido como unincendio, para quedar así <strong>de</strong> improviso convertida en cenizas, reducida a<strong>la</strong> nada.Volví el siguiente sábado al baile <strong><strong>de</strong>l</strong> Casino. Iba a buscar<strong>la</strong> y <strong>la</strong>encontré. Allí estaba, más hermosa que toda <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ta que irradia <strong>la</strong> lunasobre ríos, mares, l<strong>la</strong>nos y montañas. Vestía <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> como algún verso <strong>de</strong>Lorca y era su boca una rosa perenne. Le supliqué con <strong>la</strong> mirada, y el<strong>la</strong>,con un gesto suave, cortó <strong>la</strong>s venas <strong>de</strong> mi última esperanza. Para quéprolongar <strong>la</strong> ironía <strong>de</strong> un engaño tan gran<strong>de</strong>. Juro que había tristeza en surostro, en sus <strong>la</strong>bios tremaba insinuada una amarga sonrisa. Alcancé a verque salía a bai<strong>la</strong>r con un joven apuesto; yo me di <strong>la</strong> media vuelta en pos<strong>de</strong> <strong>la</strong> puerta falsa.Bebí licor con <strong>la</strong> sed preñada <strong>de</strong> ansias <strong>de</strong> un espalda mojada que seextraviara en <strong>la</strong>berínticos arenales <strong>de</strong> algún <strong>de</strong>sierto borrado <strong><strong>de</strong>l</strong> agua quepresta <strong>vida</strong> y alientos. Todo había sido un sueño. Un sueño que hacía yatiempo se gestaba en mi alma. El sueño <strong>de</strong> un poeta ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> quimeras,tantas como hay flores luminosas en el cielo, <strong>la</strong> luna entre el<strong>la</strong>s con sueterna cauda <strong>de</strong> miradas nostálgicas. Yo escribía versos a un amor tanintenso y etéreo, que <strong>de</strong>mandaba por fuerza mi conciencia una compañera


tangible con <strong>la</strong> que se diera <strong>la</strong> síntesis <strong>de</strong> dos cuerpos y dos almasacriso<strong>la</strong>dos en una entidad única. Yo había atestiguado ya <strong>la</strong> sublimidadhumana trascendida en letras en <strong>la</strong> obra piramidal <strong>de</strong> novelistas y poetas<strong>de</strong> rango universal. Por sobre el testimonio entrañado en <strong>la</strong> poesía, exigíami corazón, ve<strong>la</strong>do por <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> <strong>la</strong> fantasía, una prueba concreta <strong>de</strong><strong>la</strong>mor y su existencia verda<strong>de</strong>ra. No <strong>la</strong> potencia <strong>de</strong> mi espíritu so<strong>la</strong>menteansiaba <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> tal misterio, sino que mi juventud tan nueva ysusceptible a <strong>la</strong> sorpresa me rec<strong>la</strong>maba a gritos <strong>la</strong> consumación <strong><strong>de</strong>l</strong> amorcon <strong>la</strong> pasión y el imperativo con que <strong>la</strong> carne <strong><strong>de</strong>l</strong> varón se entrega a <strong>la</strong>carne <strong>de</strong> <strong>la</strong> hembra. Por eso me enamoré con locura <strong>de</strong> el<strong>la</strong> sin guardarme <strong>de</strong>riesgos o tragedias, porque ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre vivía enamorado <strong><strong>de</strong>l</strong> amor comosólo pue<strong>de</strong> enamorarse un poeta que ha sabido <strong>de</strong> <strong>la</strong> soledad y convivido con<strong>la</strong>s penas. Suele ser el amor tan gran<strong>de</strong> como ha sido su ausencia y <strong>la</strong>ilusión <strong>de</strong> su espera.Seguía bebiendo. ¡Otra vez a <strong>la</strong>s andadas! Me puse a forjar más y mássueños. En a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte nutriría a <strong>la</strong> realidad con esfuerzo aunque en ello mefuera <strong>la</strong> <strong>vida</strong>. Estudiaría con tesón; trabajaría sin <strong>de</strong>scanso, lucharíacontra todo y contra todos para que mis sueños no cayeran pulverizados alprimer tropiezo. Llegaría a tener una esposa amada y los hijos nuestrosserían verda<strong>de</strong>ros universitarios, no impostores <strong>de</strong> personalida<strong>de</strong>s vanas,ni limosneros <strong>de</strong> una felicidad interesada. Naufragó mi mente trastornadaen los remansos <strong>de</strong> una <strong>la</strong>guna <strong>de</strong> alcohol, me hundía; <strong>de</strong>svarié en voz alta;ardía como cirio. «¿Acaso es <strong>la</strong> realidad <strong>la</strong> madre <strong>de</strong> los ensueños?» «Sí, ysi es ésta raquítica y anémica, los pare y los con<strong>de</strong>na a una muerteinstantánea».Bebí y seguí bebiendo. Entreví en mi <strong><strong>de</strong>l</strong>irio a muchos hombres sudorososextenuados por <strong>la</strong> fatiga; escarbaban con picos, accionaban pa<strong>la</strong>s; entreellos reconocía rostros <strong>de</strong> mis compañeros alienados que se <strong>de</strong>sgañitabangritando en un espacio en que <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ridad se saturaba <strong>de</strong> maldiciones y <strong>de</strong>polvaredas. ¿Cómo pudieran sobrevivir los sueños? Pues, haciendo <strong>de</strong> <strong>la</strong>realidad una hembra fuerte y sana, que les dé <strong>vida</strong> y los nutra para quecristalicen y no se diluyan como <strong>la</strong>s nubes que el sol se traga. Grité ygrité; los que me ro<strong>de</strong>aban reían convulsos <strong>de</strong> mi locura. ¿Qué es <strong>la</strong>realidad? Díganme, infelices, ¿Qué es <strong>la</strong> realidad? Que venga un<strong>de</strong>sgraciado y me <strong>la</strong> explique. Se me volvía <strong>la</strong> cabeza una ol<strong>la</strong> <strong>de</strong> grilloscon rabia. Las preguntas y <strong>la</strong>s respuestas se sucedían en una danzaridícu<strong>la</strong>. Un <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bras rebel<strong>de</strong>s salían a lomo <strong>de</strong> i<strong>de</strong>asborrachas; se pan<strong>de</strong>aban <strong>de</strong> reír a carcajadas entre hipos y sarcásticasmuecas. El<strong>la</strong> estaba viva y cerca, era real y bai<strong>la</strong>ba en <strong>la</strong> pista mejil<strong>la</strong>contra mejil<strong>la</strong> con un joven apuesto <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra importancia. Seguramenteque lo abrazaba con ansias, viéndolo <strong>de</strong> cerca con sus ojos hermosos;pensando quizá que era él, al fin, su príncipe <strong>de</strong> oro. En mí <strong>la</strong> rabia y <strong>la</strong>tristeza me arrancaban ya improperios, ya lágrimas. Algo acababa <strong>de</strong> moriren lo profundo <strong>de</strong> mi espíritu al mismo tiempo que algo misterioso emergía<strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong>s raíces más potentes <strong>de</strong> mi alma.Regresé a pie con el alba. Era el cielo un reguero <strong>de</strong> cenizas entre <strong>la</strong>sque bril<strong>la</strong>ban como brasas moribundas unas cuantas estrel<strong>la</strong>s. Antes <strong><strong>de</strong>l</strong>legar a mi posada se alzó el sol frente a mí con toda su potestadarbitraria. Embargado <strong>de</strong> coraje, todavía con los ojos húmedos, lo vi <strong>de</strong>frente y le grité mostrándole <strong>la</strong> diestra con el puño cerrado: ¡Lucharé


contra ti, <strong>de</strong>salmado, y contra todos los <strong>de</strong> tu ralea! No se me morirá otrosueño como mueren los niños in<strong>de</strong>fensos. No sólo eso, ayudaré a forjarsueños a muchos jóvenes, duros como el hierro, para que los caprichosinfames no se los maten. Para que sean fuertes sus cuerpos y sus mentes yno los <strong>de</strong>spoje ni los ap<strong>la</strong>ste ningún ambiente malsano, para que aprendan aluchar y no se les mueran sus sueños como niños a los que el hambre mata.Que no mueran, no, que no mueran los sueños..._____________________________________Facilitado por <strong>la</strong> Biblioteca Virtual Miguel <strong>de</strong> Cervantes2006 - Reservados todos los <strong>de</strong>rechosPermitido el uso sin fines comercialesSúmese como voluntario o donante , para promover el crecimiento y <strong>la</strong> difusión <strong>de</strong> <strong>la</strong>Biblioteca Virtual Universal www.biblioteca.org.arSi se advierte algún tipo <strong>de</strong> error, o <strong>de</strong>sea realizar alguna sugerencia le solicitamos visiteel siguiente en<strong>la</strong>ce. www.biblioteca.org.ar/comentario

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