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De la vida y del folclore de la frontera - Folklore Tradiciones

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ligero crispar <strong>de</strong> l<strong>la</strong>mas y por último el polvo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cenizas. Se acercóNuestro Señor, sopló suavemente <strong>la</strong>s cenizas, y <strong>de</strong> entre el cenicero salióun gatito, lo más hermoso y gracioso. Entonces se echaron al horno losveteranos, en oleadas. Pasada <strong>la</strong> chamusquina y <strong>la</strong> danza <strong>de</strong> los esqueletos,apagado el fuego, sopló diligente Dios sobre el resto <strong>de</strong> polvos, y alinstante se convirtió el cenicero en un grupo animadísimo <strong>de</strong> muchachos ymuchachas y más <strong>de</strong> un escuincle saltarín. <strong>De</strong> viejas que pasaban <strong><strong>de</strong>l</strong> siglo,que una hora antes eran un solo cuero lleno <strong>de</strong> arrugas, legañosas yenclenques, salían quinceañeras, al caminar quebraban <strong>la</strong>s ca<strong>de</strong>ras,resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>cían <strong>de</strong> belleza y sensualidad, le coqueteaban a los reciénrejuvenecidos. Don Chon Pérez Salcido, que había entrado en los 90 años,apareció como un mocetón <strong>de</strong> 13, con <strong>la</strong> voz af<strong>la</strong>utada y ronca, llena <strong>la</strong>cara <strong>de</strong> granos amoratados y rojizos. Doña Pepi Fuentes François habíarejuvenecido a tal grado que chil<strong>la</strong>ba pidiendo a gritos un cono <strong>de</strong> nieve.Don Honorato <strong>de</strong> <strong>la</strong> Garza, un anciano chicharrita <strong>de</strong> 98 años, al que ledaban <strong>de</strong> comer en <strong>la</strong> boca y se hacía pipi en <strong>la</strong> cama, se tornó en un jovenfuerte y belicoso, que ahora mismo se daba <strong>de</strong> trompadas con otro chamacónno menos garrudo: Jilemón <strong><strong>de</strong>l</strong> Cid, el mismo que antes <strong>de</strong> <strong>la</strong>nzarse a <strong>la</strong>hoguera era un vejete cascarrabias, cegatón y tartamudo, pasado ya <strong>de</strong> los100 años. Peleaban por una quinceañera, coqueta, salerosa y guapa comopara quitarle el hipo a cualquiera. Nadie hubiera reconocido en el<strong>la</strong> adoña Ruperta Pillín, <strong>la</strong> viejecita que poco antes era poseedora <strong>de</strong> <strong>la</strong> másamplia colección <strong>de</strong> arrugas, y que chil<strong>la</strong>ba por beber leche en mama<strong>de</strong>ra yjugaba con muñecas.A cada pob<strong>la</strong>ción que llegaban Dios y Pedro Mau<strong>la</strong>s, se hacían procesiones<strong>la</strong>rguísimas <strong>de</strong> viejecitos. Algunos morían en el camino, otros llegaban ensus postreros alientos entre silbidos y estertores. Pero luego que PedroMau<strong>la</strong>s los quemaba en los enormes braceros y Dios los rejuvenecía alsop<strong>la</strong>r sus cenizas, se hacían fiestas <strong>de</strong> lo más alegre. Ahora que tambiénpasiones y rivalida<strong>de</strong>s revivían con <strong>la</strong>s célu<strong>la</strong>s revitalizadas. Hubopueblos en que los ancianos se persignaban y rezaban contritos antes <strong>de</strong>caer en el fuego, pero cuando surgían rejuvenecidos <strong>de</strong> sus propiascenizas, no tardaban en trabarse en orgías, ávidos <strong><strong>de</strong>l</strong> vino y <strong>de</strong> losp<strong>la</strong>ceres <strong><strong>de</strong>l</strong> sexo. Una vez dueños <strong>de</strong> su juventud, muchos ex ancianosvieron el mi<strong>la</strong>gro con indiferencia y ni siquiera lo agra<strong>de</strong>cieron. Estopreocupó a Dios y le dio tristeza.En estos rejuvenecimientos, no obstante, se apreciaron variasimperfecciones, no tanto por fal<strong>la</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> Rejuvenecedor, no, c<strong>la</strong>ro que no,puesto que Él es perfecto, sino que más bien fueron motivados por <strong>la</strong> <strong>vida</strong>pecaminosa <strong>de</strong> algunos rejuvenecidos, o quizás por <strong>la</strong>s actitu<strong>de</strong>s soberbiasy vanas con que se habían comportado ante sus congéneres. Para citar,tenemos el caso <strong>de</strong> doña Chonis Chupamirtos, una vieja que le peinaba a los95 y que aun persistía en su tesón <strong>de</strong> siempre: embadurnarse <strong>de</strong> polvos yungüentos y todo tipo <strong>de</strong> emp<strong>la</strong>stos para evitar o para ocultar tantísimaarruga. Se envainaba <strong>la</strong>s encías en una <strong>de</strong>ntadura que le habíaconfeccionado un <strong>de</strong>ntista más bruto que Pinochet, con dientes <strong>de</strong> perrosmuertos. Pues bien, en una <strong>de</strong> tantas tatemas, al sop<strong>la</strong>r el Rejuvenecedor<strong>la</strong>s cenizas <strong><strong>de</strong>l</strong> viejerío, salió entre <strong>la</strong> chamusquina una mozue<strong>la</strong> <strong>de</strong> rostromuy bello y radiante. C<strong>la</strong>ro que era <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> Chonis. Ésta se pasó variosdías haciendo caritas en un espejo. Luego notó, para su consternación y

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