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De la vida y del folclore de la frontera - Folklore Tradiciones

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hermosísimas el<strong>la</strong>s como princesas <strong>de</strong> magia. ¡Ah! si pudiera algún díacomprarme un traje azul marino, zapatos bril<strong>la</strong>ntes, camisa b<strong>la</strong>nca y unacorbata que irradiara elegancia. Me vestiría entonces como un príncipe,iría a un baile, y con sólo ver a <strong>la</strong> más hermosa <strong>de</strong> <strong>la</strong>s muchachas yabrirle mi corazón, lograría conquistar<strong>la</strong>.Ciertamente, por aquellos días luminosos <strong>de</strong> nuestra primavera, muchos <strong>de</strong>nosotros, jóvenes soñadores, éramos poco menos que nada, carecíamos <strong>de</strong>instrucción y <strong>de</strong> dinero; sólo teníamos empleos eventuales, rudos yhumil<strong>la</strong>ntes. Pobres muchachas tucsonenses <strong>de</strong> aquellos años, tantas y tanbonitas, tan románticas y tan buenas, pero con tan pésimos pretendientesen <strong>de</strong>rredor que los buenos partidos matrimoniales eran mera ilusión.Éramos toda una legión <strong>de</strong> ga<strong>la</strong>nes marginados, sin más salida posible <strong><strong>de</strong>l</strong>infame círculo <strong>de</strong> <strong>la</strong> miseria que <strong>la</strong> alternativa <strong>de</strong> ser carne <strong>de</strong> cañón enuna <strong>de</strong> tantas guerras. Algunas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s muchachas más guapas <strong>de</strong> <strong>la</strong> razaotorgaron su preferencia a jóvenes soldados anglosajones estacionados enlos centros militares locales. Las hubo bienaventuradas que dieron con <strong>la</strong>fuente <strong><strong>de</strong>l</strong> amor y <strong>la</strong> prosperidad al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> los hombres rubios y barbados.Así, a <strong>la</strong> par que ganaban en el juego <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>vida</strong>, <strong>de</strong> <strong>la</strong> dicha y <strong>la</strong>dignidad, conjuraban <strong>la</strong> sombra maldita <strong>de</strong> <strong>la</strong> incertidumbre y <strong>de</strong> <strong>la</strong>pobreza. Sin embargo, para otras tantas <strong>la</strong> misma ruleta se les tornó en <strong>la</strong>otra cara: <strong>la</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> l<strong>la</strong>nto en <strong>la</strong> <strong>de</strong>rrota amarga. Más tar<strong>de</strong>, ya sin trajesmarciales, y muy a pesar <strong>de</strong> sus blondas apariencias, resultaron más <strong>de</strong> uno<strong>de</strong> los tales caballeros áureos en ser vulgares, ordinarios, y tan pobres eiletrados como nosotros mismos lo éramos. Lo más tragicómico <strong><strong>de</strong>l</strong> caso esque en alguna ocasión en que pretendíamos comprar sueños echando a lospantanos nuestros sueldos menguados, cuando nos allegábamos a losprostíbulos fronterizos, bastaba con que franqueáramos <strong>la</strong>s puertas paraque <strong>la</strong>s pirujas nos vieran como a apestados y nos corrieran <strong>de</strong> susrecintos titulándonos <strong>de</strong> parásitos:-Ya llegó el piojillo, ¡al <strong>de</strong>monio <strong>de</strong> aquí, pe<strong>la</strong>dos! Queremos gente con<strong>la</strong>na, no muertos <strong>de</strong> hambre <strong>de</strong>sgraciados.¡Lárguense! Las frustraciones y <strong>la</strong> amargura llegaban al hervor yreventaban en <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>ntes sangrientos <strong>de</strong> prepotencia vana: patadas ypuñetazos a granel en los bailes al aire libre <strong>de</strong> «El Pascua» por un«quítame estas pajas», o un «órale, ¿qué me miras? pos, ¿qué te <strong>de</strong>bo?» En<strong>la</strong> pista <strong>de</strong> baile <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia Santa Margarita rodó hasta el cura unanoche <strong>de</strong> tantas, cuando se dio en <strong>la</strong> madre con unos pachucos porque ledijeron que querían vo<strong>la</strong>rle a su hermana. En el «Blue Moon», y más tar<strong>de</strong>en «El Casino», <strong>la</strong> pista <strong>de</strong> baile se volvía cuadrilátero <strong>de</strong> g<strong>la</strong>diadoresque pringaban el aire <strong>de</strong> ayes, madrazos y chisguetes <strong>de</strong> sangre, todo porrencores pendientes, <strong>la</strong> disputa por <strong>la</strong> hembra, o <strong>la</strong> misma rabiaalmacenada.Cuántas veces fuimos <strong>de</strong>satentos y ásperos con <strong>la</strong>s muchachas por resentidosy amargados. El<strong>la</strong>s, espantadas, intuían en nosotros al macho arbitrarioque se cobraría en sus humanida<strong>de</strong>s <strong>la</strong> crueldad <strong>de</strong> una sociedad racista quenos exprimía <strong>de</strong>jándonos como a bagazos <strong>de</strong> caña: secos, sin vitalidad,frustrados. Eran entonces múltiples los estereotipos enajenantes que nosendilgaban y tan persistentes en sus seña<strong>la</strong>mientos falsos que nosotrosmismos llegábamos a creernos pre<strong>de</strong>stinados a ser holgazanes, borrachos, ypésimos maridos. Quizá por eso tantas jóvenes bellísimas <strong>de</strong> nuestra

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