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De la vida y del folclore de la frontera - Folklore Tradiciones

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viejas se les ponía hacer caldo <strong>de</strong> gallina, allá iba Manuel a agarrar<strong>la</strong>s ymatar<strong>la</strong>s. Eso lo pringaba <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong> plumas. El caso es que <strong>la</strong> gente,que sabe ser cabrona cuando se ensaña con alguien, siguió con el infundio<strong>de</strong> que Manuel se cogía a <strong>la</strong>s gallinas. Los últimos meses que vivió en supueblo fueron sólo tortura y escarnio. ¡Ahí va el cogegallinas! Se fueManuel, a buscar otros mundos, a <strong>la</strong> par que se iba el otoño, teñido <strong>de</strong>nostalgia y temores. La Remigia le dio <strong>la</strong> bendición y un pequeño atado conburros <strong>de</strong> frijoles. Caía el sol, <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> en que el joven andrajoso ymedio <strong>de</strong>scalzo subía <strong>la</strong> cuesta gran<strong>de</strong> que le pondría telón a su pueblo, alfin y al cabo, su única querencia. Quiso irse <strong>de</strong> <strong>la</strong>rgo pero no pudo.Volteó para contemp<strong>la</strong>r el jacalerio y sólo pudo ver manchas que temb<strong>la</strong>bany se partían. Todo su mundo se le borraba en una enorme <strong>la</strong>guna. Así siguiósu camino, Manuel Amaril<strong>la</strong>s, ciego <strong>de</strong> lágrimas. Fue en noviembre ya tar<strong>de</strong>para meterse el sol, cuando enterraron a Manuelito. Hacía un fríoen<strong>de</strong>moniado. Lo enterraron dos trabajadores municipales: el Tano Valver<strong>de</strong>y el Chepi Ramírez.A Manuel Amaril<strong>la</strong>s lo vieron nacer <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s. Nació <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra. Susojos eran <strong>de</strong> tierra. Su boca era <strong>de</strong> tierra. Todo él era <strong>de</strong> tierra. Aquelsuceso resulta muy difícil <strong>de</strong> ol<strong>vida</strong>r. Manuel Amaril<strong>la</strong>s, nació un veinte<strong>de</strong> noviembre a eso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s diez <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche. Todo ese día había sido unafiesta continua. Se festejaba el aniversario <strong>de</strong> <strong>la</strong> Revolución, con elentusiasmo con que <strong>de</strong>be <strong>de</strong> celebrarse un hecho tan grandioso. Bajaronrancheros <strong>de</strong> todos rumbos al pueblo <strong>de</strong> El Palofierro. Hubo un <strong>de</strong>sfile conhombres a caballo, escue<strong>la</strong>ntes, y gentes <strong><strong>de</strong>l</strong> lugar. Llevaban ban<strong>de</strong>ras ygritaban «¡vivas!» a <strong>la</strong> Revolución. Entre <strong>la</strong> polvareda se distinguían losrostros entusiasmados y sudorosos <strong>de</strong> los marchadores. También hubocarreras <strong>de</strong> caballos sin faltar el jaripeo. Por <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, durante <strong>la</strong>fiesta esco<strong>la</strong>r se dijeron discursos y recitaciones, y como es costumbre,culminó el día con un gran baile. Otro día en ronda <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ticadores encuclil<strong>la</strong>s se p<strong>la</strong>ticó con gran entusiasmo <strong>de</strong> rivales que se habían dado <strong>de</strong>moquetes a mano pelona, <strong>de</strong> los que se habían navajeado <strong>la</strong>s tripas, amén <strong>de</strong>un ba<strong>la</strong>ceado que tenía atorado el plomo en una pierna. La fiesta eraestruendosa, no obstante un frío tan fuerte que conge<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> baba en boca<strong>de</strong> borrachos, y a flor <strong>de</strong> narices <strong>de</strong> chicos y gran<strong>de</strong>s formaba témpanos <strong>de</strong>hielo con los mocos. Entre el tumulto resaltaba <strong>la</strong> alegría bronca <strong>de</strong> <strong>la</strong>chamacada que correteaba hendiendo sus gritos en <strong>la</strong> estri<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>mariachis guitarreros, sinfono<strong>la</strong>s, pláticas reticentes <strong>de</strong> borrachines.Aquí y allá, los novios encendidos, amigos <strong>de</strong> rincones oscuros y <strong>de</strong> <strong>la</strong>intimidad <strong>de</strong> los ramajes, se hurgaban sus mucosas, húmedos <strong>de</strong> pasión.Entre los juegos <strong>de</strong> azar, <strong>la</strong> bolita y <strong>la</strong> ruleta eran los más l<strong>la</strong>mativos.Al ruido <strong>de</strong> <strong>la</strong>s monedas, <strong>la</strong> gente se tupía en re<strong>de</strong>dor como mosquerohambriento. El frío aumentaba, más y más intenso: norteaba un aire comocuchil<strong>la</strong> <strong>de</strong> rasurar en manos <strong>de</strong> un asesino. A pesar <strong>de</strong> todo, La Remigiahabía colocado su puesto al atar<strong>de</strong>cer. Consistía dicho negocio en unaruleta por <strong>de</strong>más singu<strong>la</strong>r; una mesa redonda, al centro <strong>de</strong> ésta <strong>la</strong> flechaque giraría hasta parar y apuntar el premio ganado. En rueda estabandispuestos los premios con sus colores vivísimos. Eran figuril<strong>la</strong>s <strong>de</strong>animales, hechas <strong>de</strong> azúcar. La Remigia cargaba un embarazo <strong>de</strong> ocho meses.No vestía un traje para tal ocasión ciertamente, sino un vestido <strong>de</strong> percaly un rebozo hebrudo sobre los hombros a modo <strong>de</strong> abrigo. El vientre

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