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De la vida y del folclore de la frontera - Folklore Tradiciones

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en el Vienam, diga usted.Sólo don Eduardo y doña Cuca se sentían agobiados. El viejo se habíaencerrado por no dar <strong>la</strong> cara, a los jovencitos los asediaban en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>con burletas y los más gran<strong>de</strong>s sufrían, sintiéndose <strong>de</strong>shonrados.A escasos días <strong>de</strong> su llegada, se llegó Míster Laly hasta <strong>la</strong> casa donTeófilo, y a boca <strong>de</strong> jarro le pidió <strong>la</strong> mano <strong>de</strong> <strong>la</strong> Chepina. Éste y sumujer, <strong>la</strong> Petra, se miraron extrañados. Seguido hicieron aparecer a <strong>la</strong>supuesta novia. Frente al galán le preguntaron:-¿Es cierto que eres novia <strong>de</strong> este muchacho?La Chepina se puso ambas manos en <strong>la</strong> boca, se infló hasta saltar los ojosy soltó a reír, ruidosamente.-No es cierto, son tonteras <strong>de</strong> este <strong>de</strong>strampado que se cree americano.¡Ah, sí, ya me viera casándome con un loco agringado!-Mira Lalo- dijo don Teófilo, tu familia es pobre pero honesta como <strong>la</strong>mía. Nada tengo contra los tuyos, lo que es más aprecio mucho a donEduardo, tu padre, pero para serte franco tampoco a mí me gustaría que mihija se casara con un simplón como tú, que anda haciéndose el tonto, conquerer imitar a los americanos. <strong>De</strong> modo que recapacita, muchacho, y déjate<strong>de</strong> tonterías. No faltará quién te quiera, si eres hombre cabal, pero <strong>de</strong>farsante nadie te va a prestar oídos, ni lo creas.-Soy buen muchacho- dijo Míster Laly humil<strong>la</strong>do, y quiero mucho a Chepina.-Ni modo, pero con mucha pena te voy a suplicar, Lalo, que mientras <strong>la</strong>an<strong>de</strong>s haciendo <strong>de</strong> gringo postizo, no te acerques a mi hija más. Nosotrosqueremos para el<strong>la</strong> un hombre formal.Míster Laly salió <strong>la</strong>stimado <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> don Teófilo. Le ca<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> bur<strong>la</strong><strong>de</strong> <strong>la</strong> Chepina. Algo se le había roto <strong>de</strong>ntro y le dolía. Al pasar por <strong>la</strong>p<strong>la</strong>zue<strong>la</strong> lo envolvieron <strong>la</strong>s risotadas <strong>de</strong> <strong>la</strong> palomil<strong>la</strong>.-Cántanos en inglés, Míster Laly.-Que les cante su madre, <strong>de</strong>sgraciados.Se les enfrentó el mocetón con <strong>la</strong> mirada dura y los puños cerrados. Nadiele quiso entrar a aquel ropero, robustecido con «hot dogs» y «hamburgers»<strong>de</strong> los Estados Unidos.-<strong>De</strong> aquí en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, al que me diga Míster Laly, le voy a dar en toda <strong>la</strong>madre. Me l<strong>la</strong>mo Eduardo Martínez y ya lo saben.Esto lo presenció el Toto, hermano <strong>de</strong> Míster Laly. <strong>De</strong> modo que para cuandoel Míster llegó a su casa, ya todos sabían que había vuelto en razón. DonEduardo le puso una mano en el hombro y doña Cuca lo acercó a su regazo,como cuando era niño.-¿Qué te ha pasado, mijito? ¿Por qué vienes tan <strong>de</strong>caído?-No sé, mamá, no sé. Creo que me <strong>de</strong>slumbraron los Estados Unidos, contantas cosas bonitas, tantas máquinas y comida abundante. Pensé enquedarme allá para siempre, pero me acordaba <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s y me moría porverlos. Nunca me sentí completo en ese mundo extraño. Trabajaba y ganabadinero, pero algo, algo me faltaba. Luego, cuando llegué aquí y vi loscampos resecos, me acordé <strong>de</strong> <strong>la</strong> pobreza <strong>de</strong> estos pueblos, <strong>de</strong> cómo nosexplotan y <strong>de</strong>sprecian. Quise en ese momento ser alguien importante, muyimportante, para que uste<strong>de</strong>s sintieran orgullo mí y otros me admiraran yquisieran. Tú tenías razón, papá, no quería saber quién era, o no podíaquizá. Yo creo que anhelé ser extranjero, porque al fin ellos merecen másque nosotros, que somos indios <strong>de</strong> estos pueblos. En mi maleta traigo algún

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