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De la vida y del folclore de la frontera - Folklore Tradiciones

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seguido <strong>de</strong> los gritos <strong>de</strong> <strong>la</strong> Remigia. ¡Me chingué el alma <strong>la</strong>vando ropaajena pa poner este puto negocio y todo para que tú lo <strong>de</strong>sgracies,borrachento hijo <strong>de</strong> tu chingada madre! ¡Abusón, sinvergüenza, así te caigaun rayo por ma<strong>la</strong>lma!La mujer se agarraba el vientre con <strong>la</strong>s dos manos. Ahora hasta tú me estásdando <strong>de</strong> patadas, hijo <strong>de</strong> tu chingada, puta madre que te carga. <strong>De</strong> losconcurrentes le llegaron comentarios en voz alta. Está loca esa pinchevieja. Con ese genio ni <strong>la</strong>s moscas le van a hacer caso. Ya revienta; pa'mí que son cuates. O pare o se <strong>la</strong> lleva el viento. Alguien gritó, ¡Quéencierren a esa, pinche loca, pa' que no an<strong>de</strong> suelta!<strong>De</strong> pronto, La Remigia cambió <strong>de</strong> actitud y personalidad. Ahora era otraRemigia. Se puso <strong>la</strong>s manos en jarras y sacando aun más <strong>la</strong> panza, dio unospasos agresiva y <strong>de</strong>safiante. ¡Ciudadanos <strong>de</strong> este pinche pueblo méndigo,son uste<strong>de</strong>s una bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> muertos <strong>de</strong> hambre jijos <strong>de</strong> <strong>la</strong> chingada! ¡Cabrones!¡No sueltan ni un pinche tostón pa ayudarle a esta vieja panzona, pero sípa hincharse <strong>de</strong> mezcal! ¡Marranos! ¡Mariguanos putos! ¡Y uste<strong>de</strong>s chamacos,lárguense <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> mi pinche negocio, y vayan a preguntarle a suschingadas madres por el cabrón que los hizo! ¡Lárguense, bastardos!La respiración <strong>de</strong> La Remigia se había vuelto un fuelle. Gritaba iracundasosteniéndose el vientre. Sus niños lloraban en coro, aterrorizados. No sesupo quién fue el primero. Lo cierto es que sobre el orgulloso gallo <strong>de</strong>dulce cayó una piedra que le arrancó un a<strong>la</strong> <strong>de</strong> cuajo, lo <strong>de</strong>jó sin pico, lecercenó <strong>la</strong>s patas, y lo <strong>de</strong>jó rajado <strong>de</strong> en medio. Entonces La Remigia molióa puñetazos <strong>la</strong>s figuril<strong>la</strong>s que quedaban y volteó <strong>la</strong> mesa. Al público learrojó el gato b<strong>la</strong>nco envuelto en mentadas. La Remigia cayó en un ataque<strong>de</strong> histeria que <strong>la</strong> hacía brincar y retorcerse como en<strong>de</strong>moniada, al mismotiempo que se <strong>de</strong>shacía en a<strong>la</strong>ridos. Sus ocho chamacos <strong>la</strong> imitaban,gritando y llorando, llenos <strong>de</strong> pavor. Los mocosos se querían pren<strong>de</strong>r <strong>de</strong><strong>la</strong>s faldas <strong>de</strong> La Remigia y ésta los arrojaba contra el suelo, violenta.Parecía aquello una actuación cumbre <strong>de</strong> teatro dantesco. Ahora rodaba porlos suelos La Remigia, echando maldiciones envueltas en espuma lodosa.Alguien sugirió a gritos, ¡Traigan a doña Cuquita, esta vieja estápariendo!Como vivía cerca, no tardó en llegar <strong>la</strong> octogenaria, moviendo con prisasus piernas arqueadas, haciendo crujir su cuerpo viejo. Seguían dos niñas,una cargaba un recipiente con agua tibia y <strong>la</strong> otra varias tiras <strong>de</strong> mantalimpiecitas y una cobija moteada <strong>de</strong> flores rojas. La Remigia bramaba <strong>de</strong>dolor. El círculo <strong>de</strong> curiosos se abría para darle paso a <strong>la</strong> comadrona.Diez pasos antes <strong>de</strong> que llegara doña Cuquita parió <strong>la</strong> Remigia. Parió aManuel Amaril<strong>la</strong>s sobre <strong>la</strong> tierra pisoteada, tierra regada <strong>de</strong> vómitos yescupitajos, tierra mezc<strong>la</strong>da con excremento <strong>de</strong> animales y mierda <strong>de</strong>cristianos, tierra estigmatizada con <strong>de</strong>sprecio humano. La anciana levantóaquel bulto viscoso <strong>de</strong> los pies, todo cubierto <strong>de</strong> lodo, le dio una nalgaday éste soltó un l<strong>la</strong>nto que no pararía nunca. Doña Cuquita lo bañó en cosa<strong>de</strong> segundos, lo envolvió con <strong>de</strong>streza y se lo pasó a su biznieta para quelo llevara pronto a lugar tibio. Esa noche, doña Cuquita les dio frijolesy tortil<strong>la</strong>s a los niños <strong>de</strong> La Remigia, hasta que dijeron, «Ya no quieromás». Manuelito Amaril<strong>la</strong>s seguía llorando. A un <strong>la</strong>do, acostada, La Remigialo acompañaba con sollozos y moqueos.

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