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De la vida y del folclore de la frontera - Folklore Tradiciones

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comunidad hispana nos veían con entera <strong>de</strong>sconfianza. A nuestra ternura ybonhomía <strong>la</strong>s eclipsaba nuestra conducta <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperados y sólo se nosentreveían los vicios y <strong>la</strong> vil<strong>la</strong>nía. Agréguese a esto el que nuestra genteencumbrada, aunque mínima, nos miraba <strong>de</strong>spectiva y <strong>de</strong>spóticamente, conridícu<strong>la</strong>s ínfu<strong>la</strong>s <strong>de</strong> aristócratas.Mientras tanto, construíamos con nuestras manos y sudor <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong>Tucsón, casa por casa. Tal empresa no era fácil. Teníamos como capatacesno a los más sabios, sino a los más crueles. Al sudor se mezc<strong>la</strong>ba <strong>la</strong>sangre. Arrancábamos metales <strong>de</strong> <strong>la</strong>s duras entrañas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s minas aledañas;limpiábamos <strong>la</strong> basura <strong>de</strong> los callejones; forjábamos con nuestro esfuerzo ypropia <strong>vida</strong> el futuro risueño <strong>de</strong> una ciudad rica. Irónicamente, todo lohacíamos con música <strong>de</strong> fondo. Más allá <strong>de</strong> sábados y domingos oíamos <strong>la</strong>ssinfono<strong>la</strong>s, orquestas y mariachis repetir <strong>la</strong>s canciones tan sentidas quenos <strong>de</strong>cían entre el reminiscente chocar <strong>de</strong> copas «Pa' qué me sirve <strong>la</strong><strong>vida</strong>», «Me importa madre», «Se me fue mi amor», «El<strong>la</strong> quiso quedarsecuando vio mi tristeza», «Que me sirvan <strong>la</strong>s otras por Pénjamo». <strong>De</strong> estamanera, pues, rodaba <strong>la</strong> bo<strong>la</strong> y rodaba sobre tar<strong>de</strong>s y mañanas. Así <strong>la</strong>scosas, nos a<strong>de</strong>ntrábamos con frecuencia por <strong>la</strong> puerta falsa <strong>de</strong> los ensueñosy bebíamos «pisto» y «birria» hasta enloquecer, para reír con ojos<strong>la</strong>crimosos y mal<strong>de</strong>cir a un <strong>de</strong>stino tan injustamente pre<strong>de</strong>stinado.En <strong>la</strong> «Casa B<strong>la</strong>nca» pagué en abonos el traje azul <strong>de</strong> saco cruzado, tambiénlos zapatos, <strong>la</strong> camisa b<strong>la</strong>nca y <strong>la</strong> corbata. Un sábado <strong><strong>de</strong>l</strong> mes <strong>de</strong> noviembre<strong>de</strong> 1948, me disfracé <strong>de</strong> príncipe y me fui al baile <strong>de</strong> «El Casino». Entrésorteando <strong>la</strong> concurrencia y me p<strong>la</strong>nté mero en un extremo. Ni yo mismo mereconocía. No podía enten<strong>de</strong>r, tampoco, quién había prendido aquel<strong>la</strong>sonrisa en mis <strong>la</strong>bios y había dado brillo a mis dientes y a mis ojos.Contemp<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> alegría y el colorido don<strong>de</strong> quiera que ponía <strong>la</strong> vista. Nocabía <strong>de</strong> gozo. Se me iba el alma tras <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s muñecas, tan llenas <strong>de</strong>hermosura y gracia.El<strong>la</strong> me vio primero, antes <strong>de</strong> que yo <strong>la</strong> viera. Su sonrisa y <strong>la</strong> mía seunieron en una misma sonrisa. Vestía <strong>de</strong> rojo, negros sus ojos y suscabellos; su boca una rosa, más viva aún que el mismo color <strong>de</strong> <strong>la</strong>samapo<strong>la</strong>s; su cuello y el nacimiento <strong>de</strong> sus senos lucían albos; su rostrogenuina creación <strong><strong>de</strong>l</strong> Hacedor Supremo. Empezó a tocar <strong>la</strong> orquesta <strong><strong>de</strong>l</strong>maestro Durazo. A los acor<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> danzón «Juárez» me a<strong>de</strong><strong>la</strong>nté asolicitarle <strong>la</strong> pieza. Mi brazo <strong>de</strong>recho abarcó su contorno, al tacto subreve cintura, sus ca<strong>de</strong>ras sobre columnas paradisíacas anunciábanse enrelieves. El imán <strong>de</strong> su misterio y hermosura me ciñó <strong>la</strong> piel a su piel, alcalor <strong>de</strong> su cuerpo. Su mano diestra y mi izquierda entrecruzaron los<strong>de</strong>dos. ¡Dios mío! ¡Qué divina! Ambos corazones <strong>la</strong>tieron en dúo; ambasmejil<strong>la</strong>s se unieron.Esa noche se combinaron el orfebre y el poeta. Toda suerte <strong>de</strong> preciosaspiedras: per<strong>la</strong>s, esmeraldas, oro y p<strong>la</strong>ta, ja<strong>de</strong> y turquesas, tornáronse enpa<strong>la</strong>bras engarzadas en aretes y col<strong>la</strong>res, que yo con mis dientes y mis<strong>la</strong>bios prendía en el<strong>la</strong>. Me preguntó mi nombre, me dijo el <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Sonó suvoz como el tañer <strong><strong>de</strong>l</strong> agua c<strong>la</strong>ra que acaricia los bor<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> arroyo y hacecantar <strong>la</strong>s piedras: Yo me l<strong>la</strong>mo Manuel. Yo, Marta. ¡A qué te <strong>de</strong>dicas?, mepreguntó expectante. Soy estudiante universitario y literato, mentí, ¿ytú? Ahora soy turista en este lugar, pero vivo en <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong> Chihuahua.Mi padre es dueño <strong>de</strong> ranchos gana<strong>de</strong>ros, también tiene propieda<strong>de</strong>s en <strong>la</strong>

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