comprar comida, una te<strong>la</strong> bonita para su mamá, dulces y camisas para sushermanitos, y quizá para un par <strong>de</strong> zapatos porque los que trae tienenagujeros.<strong>De</strong> aquellos días <strong>de</strong> 1946, han pasado ya 36 años. ¡Caray! Cómo pasa eltiempo. Ahora me pregunto, ¿qué habrá sido <strong>de</strong> Carlitos? ¿Será un prósperoempleado <strong>de</strong> banco o <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> una tienda como él quería? Ojalá y lostrabajos rudos no hayan humil<strong>la</strong>do su espíritu ni <strong>la</strong>cerado su físico.Quiera Dios y no haya caído en el vicio <strong><strong>de</strong>l</strong> alcohol o en el <strong>de</strong> <strong>la</strong>s drogas,como tantos jóvenes inteligentes que van en lucha abierta en busca <strong><strong>de</strong>l</strong>triunfo y topan con realida<strong>de</strong>s sordas y rudas como mural<strong>la</strong>s <strong>de</strong> cemento. Nosé qué habrá pasado con Carlitos. Lo único que sí sé es que aquel niño <strong>de</strong>7 años, que igual se expresaba en inglés que en español y hacía con muchagracia <strong>la</strong>s veces <strong>de</strong> intérprete, pudo haber sido alguien muy digno y muybril<strong>la</strong>nte, porque para eso tenía <strong>de</strong> sobra tantas faculta<strong>de</strong>s...Que no mueran los sueñosSe sentía un frío que hacía bai<strong>la</strong>r el esqueleto y tronar los dientes. Conel vapor cobraba figura el aliento. Semejaba una humareda escapada por <strong>la</strong>boca a causa <strong>de</strong> algún incendio interno. A <strong>la</strong>s cinco <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana <strong>de</strong> aquellunes <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1948, esperaba al camión que me llevaría a pizcaralgodón al vecino pueblo <strong>de</strong> Marana. Tucsón lucía aun coronado <strong>de</strong> astros.Más <strong>de</strong> ellos había puesto Dios en el universo que números para contarlos.A los que <strong>de</strong>saparecían <strong><strong>de</strong>l</strong> cosmos mientras el alba se a<strong>de</strong>ntraba a <strong>la</strong>tierra vestida <strong>de</strong> nácar los apresaba entre mis manos con pasión <strong>de</strong>jardinero, pues aunque fueran luceros lucían preciosos como florescelestes. Quería poner en sus manos, en prueba <strong>de</strong> amor, un ramo <strong>de</strong>estrel<strong>la</strong>s iridiscentes. En <strong>la</strong> contraesquina <strong><strong>de</strong>l</strong> cementerio Holy Hope, meroen <strong>la</strong> calle Prince, me levantó el vehículo extrañamente cubierto con lonaspara resguardo <strong>de</strong> los viajeros. No bien subí, se puso en marcha e<strong>la</strong>parato; yo rebotaba buscando asiento.-Me pisaste un callo, bato.-Órale pues, fíjate por dón<strong>de</strong> vas.-No te sientes en mí, carnal.-Aquí hay campo, ése, aliviánate.Por sobre <strong>la</strong> oscuridad sentí <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> viejos mustios <strong>de</strong> rostrossurcados y <strong>de</strong> jóvenes soñolientos que recién se iniciaban en <strong>la</strong> dura bregapor el pan. No supe en esos instantes que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora escasa se<strong>de</strong>rrumbaría sobre mí todo un universo que yo en vano con mis manos torpesy temblorosas trataría <strong>de</strong>sesperadamente <strong>de</strong> armar <strong>de</strong> nuevo.Tucsón, por esas calendas, pasaría apenas <strong>de</strong> 40 000 habitantes. La mayoría<strong>de</strong> los jóvenes <strong>de</strong> ascen<strong>de</strong>ncia mexicana vivíamos <strong>la</strong> juventud en medio <strong>de</strong>gran<strong>de</strong>s penurias y sinsabores. Los había afortunados, sí, pero como paracontarlos con los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s manos. En ese entonces tenía yo como<strong>de</strong>voción el ir ocasionalmente a recorrer escaparates para contemp<strong>la</strong>r a misanchas aquellos trajes <strong>de</strong> ga<strong>la</strong> con sacos cruzados y áureos botones. Era eltipo <strong>de</strong> traje que vestían los jóvenes cuando se allegaban en parejas a losbailes <strong>de</strong> «La Selva» y <strong>de</strong> «El Casino», ellos apuestos y gal<strong>la</strong>rdos,
hermosísimas el<strong>la</strong>s como princesas <strong>de</strong> magia. ¡Ah! si pudiera algún díacomprarme un traje azul marino, zapatos bril<strong>la</strong>ntes, camisa b<strong>la</strong>nca y unacorbata que irradiara elegancia. Me vestiría entonces como un príncipe,iría a un baile, y con sólo ver a <strong>la</strong> más hermosa <strong>de</strong> <strong>la</strong>s muchachas yabrirle mi corazón, lograría conquistar<strong>la</strong>.Ciertamente, por aquellos días luminosos <strong>de</strong> nuestra primavera, muchos <strong>de</strong>nosotros, jóvenes soñadores, éramos poco menos que nada, carecíamos <strong>de</strong>instrucción y <strong>de</strong> dinero; sólo teníamos empleos eventuales, rudos yhumil<strong>la</strong>ntes. Pobres muchachas tucsonenses <strong>de</strong> aquellos años, tantas y tanbonitas, tan románticas y tan buenas, pero con tan pésimos pretendientesen <strong>de</strong>rredor que los buenos partidos matrimoniales eran mera ilusión.Éramos toda una legión <strong>de</strong> ga<strong>la</strong>nes marginados, sin más salida posible <strong><strong>de</strong>l</strong>infame círculo <strong>de</strong> <strong>la</strong> miseria que <strong>la</strong> alternativa <strong>de</strong> ser carne <strong>de</strong> cañón enuna <strong>de</strong> tantas guerras. Algunas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s muchachas más guapas <strong>de</strong> <strong>la</strong> razaotorgaron su preferencia a jóvenes soldados anglosajones estacionados enlos centros militares locales. Las hubo bienaventuradas que dieron con <strong>la</strong>fuente <strong><strong>de</strong>l</strong> amor y <strong>la</strong> prosperidad al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> los hombres rubios y barbados.Así, a <strong>la</strong> par que ganaban en el juego <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>vida</strong>, <strong>de</strong> <strong>la</strong> dicha y <strong>la</strong>dignidad, conjuraban <strong>la</strong> sombra maldita <strong>de</strong> <strong>la</strong> incertidumbre y <strong>de</strong> <strong>la</strong>pobreza. Sin embargo, para otras tantas <strong>la</strong> misma ruleta se les tornó en <strong>la</strong>otra cara: <strong>la</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> l<strong>la</strong>nto en <strong>la</strong> <strong>de</strong>rrota amarga. Más tar<strong>de</strong>, ya sin trajesmarciales, y muy a pesar <strong>de</strong> sus blondas apariencias, resultaron más <strong>de</strong> uno<strong>de</strong> los tales caballeros áureos en ser vulgares, ordinarios, y tan pobres eiletrados como nosotros mismos lo éramos. Lo más tragicómico <strong><strong>de</strong>l</strong> caso esque en alguna ocasión en que pretendíamos comprar sueños echando a lospantanos nuestros sueldos menguados, cuando nos allegábamos a losprostíbulos fronterizos, bastaba con que franqueáramos <strong>la</strong>s puertas paraque <strong>la</strong>s pirujas nos vieran como a apestados y nos corrieran <strong>de</strong> susrecintos titulándonos <strong>de</strong> parásitos:-Ya llegó el piojillo, ¡al <strong>de</strong>monio <strong>de</strong> aquí, pe<strong>la</strong>dos! Queremos gente con<strong>la</strong>na, no muertos <strong>de</strong> hambre <strong>de</strong>sgraciados.¡Lárguense! Las frustraciones y <strong>la</strong> amargura llegaban al hervor yreventaban en <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>ntes sangrientos <strong>de</strong> prepotencia vana: patadas ypuñetazos a granel en los bailes al aire libre <strong>de</strong> «El Pascua» por un«quítame estas pajas», o un «órale, ¿qué me miras? pos, ¿qué te <strong>de</strong>bo?» En<strong>la</strong> pista <strong>de</strong> baile <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia Santa Margarita rodó hasta el cura unanoche <strong>de</strong> tantas, cuando se dio en <strong>la</strong> madre con unos pachucos porque ledijeron que querían vo<strong>la</strong>rle a su hermana. En el «Blue Moon», y más tar<strong>de</strong>en «El Casino», <strong>la</strong> pista <strong>de</strong> baile se volvía cuadrilátero <strong>de</strong> g<strong>la</strong>diadoresque pringaban el aire <strong>de</strong> ayes, madrazos y chisguetes <strong>de</strong> sangre, todo porrencores pendientes, <strong>la</strong> disputa por <strong>la</strong> hembra, o <strong>la</strong> misma rabiaalmacenada.Cuántas veces fuimos <strong>de</strong>satentos y ásperos con <strong>la</strong>s muchachas por resentidosy amargados. El<strong>la</strong>s, espantadas, intuían en nosotros al macho arbitrarioque se cobraría en sus humanida<strong>de</strong>s <strong>la</strong> crueldad <strong>de</strong> una sociedad racista quenos exprimía <strong>de</strong>jándonos como a bagazos <strong>de</strong> caña: secos, sin vitalidad,frustrados. Eran entonces múltiples los estereotipos enajenantes que nosendilgaban y tan persistentes en sus seña<strong>la</strong>mientos falsos que nosotrosmismos llegábamos a creernos pre<strong>de</strong>stinados a ser holgazanes, borrachos, ypésimos maridos. Quizá por eso tantas jóvenes bellísimas <strong>de</strong> nuestra
- Page 3:
siempre tensa. De allí brota la ch
- Page 7 and 8: -Okey, mi bailar amigous, si querer
- Page 9 and 10: dinero. Equiparemos un pozo para re
- Page 11 and 12: ligero crispar de llamas y por últ
- Page 13 and 14: del Cid, atragantado del mezcal mal
- Page 15 and 16: esaltara sus pechos y el pubis prin
- Page 17 and 18: saliste, hecha una reina, abuelita!
- Page 19 and 20: se le ocurrió quemar viejecillos p
- Page 21 and 22: Aztlán ¡la semilla que dejaron pl
- Page 23 and 24: caja, seguido montaron ellos y de a
- Page 25 and 26: pensando con las tripas, buscando t
- Page 27 and 28: pesar de ser tan ñengo y canijo. C
- Page 29 and 30: simulaba una enorme sandía. De seg
- Page 31 and 32: De cuando Dios visitó a unos labri
- Page 33 and 34: carcajadas. Hasta me tumbó el somb
- Page 36 and 37: que colocó a un lado sobre el cés
- Page 38 and 39: por su parte, les había hecho acla
- Page 40 and 41: -¡Ah! con que es él; ya era hora
- Page 42 and 43: ¡Ay cómo lloran por él!Si quiere
- Page 44 and 45: como para reponer las cuotas atrasa
- Page 46 and 47: Ya amainó; se fueron las nubes de
- Page 48 and 49: agazo. Lo hacen para contentar al c
- Page 50 and 51: sonreía. ¡Qué puntadas las de su
- Page 52 and 53: «¡Mijita del alma aquí está tu
- Page 54 and 55: -Sí, y también mamá, hermanos y
- Page 58 and 59: comunidad hispana nos veían con en
- Page 60 and 61: una humanidad irredenta en continua
- Page 62 and 63: tangible con la que se diera la sí